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100 Clásicos de la Literatura

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La gente es idólatra y de mala entraña. Desconocen el bien, y para ellos robar y cometer villanía es muy natural. Son los mayores ladrones que existen. Aquí también abundan los «gudderis», del cual se saca el almizcle. Estos malos hombres tienen buenos perros, que le apresan al dremán, y con eso consiguen tener almizcle en grandes cantidades. No tienen ni papel moneda ni oro, pero se lo procuran con esa sustancia aromática. Se visten muy pobremente; de pieles de animales, por lo general, y de bocoran. Tienen idioma propio. Este Tíbet es una provincia muy extensa.

CXVII

En donde sigue la relación del Tíbet

Los indígenas son idólatras. La provincia limita con Mangi y otras, y cuenta con ocho reinos, numerosísimos castillos y ciudades. Hay en varios parajes ríos y montañas en que se encuentran pepitas de oro. Se recoge la canela. Les gusta mucho los adornos de coral, que ponen al cuello de sus mujeres y de sus ídolos y pagan muy caro. En esta provincia tejen el camelote en cantidad y el paño de oro y brocado de seda. Aquí nacen los más sabios astrólogos y adivinos, los más sutiles de todas las provincias circunvecinas; hacen los más terribles sortilegios y, por arte diabólica, hacen ver y oír cosas maravillosas. Tienen malas costumbres, crían grandes mastines, muy recios para la lucha y para pelear con las fieras. Tienen mucha clase de perros y buenos halcones, que vuelan bien y cazan mejor.

Dejaremos esta provincia, de la cual os hemos contado, a grandes rasgos, sus particularidades, e iremos a la provincia de Gaindu.

Todo el Tíbet y demás provincias pertenecen al Gran Khan, y todas las regiones descritas hasta ahora, menos las del principio del libro, que pertenecen al hijo de Argón, como os llevo dicho.

CXVIII

De la provincia de Gaindu

Gaindu está hacia Poniente; no tiene más que un rey, vasallo del gran señor. Son idólatras. Tienen un lago, en donde se encuentran hermosas perlas; pero el Gran Khan tiene prohibido que las pesquen, porque así sacarían cuantas podrían y se volverían vulgares y bajarían de precio. Así que cuando el Gran Khan las quiere para él, las manda pescar, prohibiendo, so pena capital, que las pesquen sin su consentimiento. Hay montañas de turquesas, que son piedras muy bellas. Tampoco éstas las deja coger el Gran Khan, más que cuando él lo manda.

En esa provincia no tienen a mal que un forastero los avergüence con sus mujeres, hermanas o hijas, ni mujer que viva en la casa. Y se alegran cuando un forastero se acuesta con ellas, pues dicen que sus ídolos y dioses les dan por ello bienes en abundancia.

Y por eso son largos con sus mujeres con los extranjeros. Cuando un hombre ve llegar a un forastero a su casa y pedir hospitalidad, se marcha en seguida y ordena a la mujer hacer lo que le mande el forastero. Se aleja de la casa y va a su viña o al campo, y no vuelve hasta que el extranjero abandona la casa, y a menudo el peregrino vive en ella tres días y se acuesta en el lecho de la mujer del villano. Y el que ocupa la casa pone la señal para significar que se halla en ella, es decir, que cuelga su sombrero en la puerta. Y el villano que ve la señal en la puerta de su casa no vuelve hasta que en ella no queda el forastero.

Tienen oro en barras y lo pesan en «sazos», y vale según el peso. No tienen ni monedas ni papel. Fabrican una pequeña moneda, que os describiré: toman sal y la hacen cocer en un cacharro que puede contener una libra más o menos, y 84 de estas medidas de sal valen un «sazo» de oro fino, y es lo que emplean como moneda corriente.

Tienen dremanes, que producen el almizcle en cantidad. Buenos peces, que pescan del lago en donde hay perlas. Hay toda clase de fieras y pájaros de cetrería. No tienen vino de uva, pero hacen vino de trigo y arroz con especias, y es vino excelente. En esta provincia nacen muchos algarrobos. Hay un arbusto que es muy frondoso y tiene florecillas blancas. Hay canela, jengibre, cinamomo y otras especias que no se ven por nuestro continente, y por eso es inútil mencionar.

Dejemos esta región, de la cual hemos referido la fauna y flora, y pasemos más adelante en la misma zona.

Dejando atrás a Gaindu se cabalgan cinco jornadas, encontrando al paso castillos y alquerías. Los naturales son tan raros en sus costumbres como lo son los que os he contado ya. Tienen caza en abundancia. Después de diez jornadas se encuentra un río, Brius, que marca el límite de la provincia de Gaindu; éste lleva en sus aguas muchas pepitas de oro. Hay canela en abundancia. El río desemboca en el Océano.

Dejemos este río, que no tiene nada de notable, y vamos a otra provincia, llamada Caragian.

CXIX

De la gran provincia de Caragian

Cuando pasamos este río nos internamos en la provincia de Caragian, que es tan extensa que comprende seis reinos. Está hacia Poniente. Sus habitantes son idólatras y pertenecen al Gran Khan. El rey es hijo suyo y se llama Esentemur, gran rey, rico y poderoso; es hombre sabio, prudente y discreto y administra bien la justicia. Hacia Poniente, separándose del río cinco jornadas, hay ciudades y castillos, en donde se crían magníficos caballos. Viven del pastoreo y de los frutos de la tierra. Tiene lengua propia, dificilísima de entender. Al cabo de cinco jornadas se encuentra la capital, llamada Iaci. Hay mercaderes e industriales en ella. Mahometanos idólatras y cristianos nestorianos. Muchos arrozales; el pan de trigo es malo en esta provincia; pero comen mucho arroz y hacen un vino muy bueno con especias. Un vino claro y capaz de emborrachar a un hombre, como nuestro vino.

La moneda que emplean es la siguiente: Toman conchas marinas, pequeñas como porcelanas, que también cuelgan en los collares de los perros, y éstas valen: 80 conchas, un «sazo» de plata, que son dos cequíes venecianos gordos y ocho «sazos» de plata fina valen un «sazo» de oro fino.

Tienen salinas, de las que sacan la sal, y todos viven de estas salinas. También el rey saca gran provecho de esta sal.

No les importa nada que usen de sus mujeres con tal de que éstas consientan en ello.

E iremos al reino de Caragian, pero antes os contaré una cosa que había diferido hasta ahora: hay un lago de cerca de 100 millas de circunferencia que tiene una gran cantidad de pescados riquísimos. Son de grandes tamaños y de todas clases. Los indígenas comen carne cruda, de pollos, de carneros y de búfalo. Los pobres van a la carnicería, cogen el hígado crudo tal como cuelga del animal, lo cortan en trocitos, comiéndolos con una salsa de ajo. Y así comen las demás carnes. Y los nobles también comen carne cruda, pero la hacen picar y preparar con salsa de ajos y especias y la devoran con fruición, como nosotros la carne cocida.

CXX

En donde se sigue la descripción de la provincia de Caragian

Dejando la ciudad de Iaci y yendo diez jornadas a Poniente se encuentra la provincia de Caragian y su capital del mismo nombre. Son idólatras y pertenecen al Gran Khan. El rey es Cogacin, hijo del gran señor. En esta provincia hay pepitas de oro en el río y en un lago; pero en las montañas lo hay en más grandes cantidades todavía. Tienen tanto oro, que dan un «sazo» de oro por seis de plata. También aquí se emplean las monedas de porcelana de que os hablo, pero las traen de la India.

En esta provincia hay grandes culebras y serpientes, tan enormes que causan terror. Son horribles, de 10 pasos de largo y gordas como un haz de trigo; tienen dos piernas delanteras cerca de la cabeza, pero sin pies y sólo con una como las del león o del halcón. La cabeza enorme y los ojos como un pan. La boca tan amplia, que se tragarían a un hombre entero de una vez. Los dientes, grandísimos. Son tan desmesuradamente largas, que no hay hombre ni animal que no les cause pavor. Las hay más pequeñas: de ocho, seis y cinco pies.

La manera de cazarlas es la siguiente. Habéis de saber que de día permanecen ocultas en la tierra por causa del gran calor; por la noche salen a buscar su pitanza y devoran a todos los animales que se les ponen por delante.

Van a beber al río, a los lagos y a las fuentes. Es tan gorda esta serpiente, que cuando viene arrastrándose por la arena, para comer o beber en la noche, marca un surco en los arenales como si hubiera pasado una barrica llena de vino. Y los cazadores que las cogen ponen trampas allá donde ven sus huellas. Clavan en el suelo un palo de madera muy fuerte y gordo, en el cual hay clavado un cuchillo de acero a modo de navaja o un hierro de pica; todo esto lo cubren de arena para que la culebra no lo vea. Y de éstos ponen varios. Cuando llega el pitón y se engancha en el hierro pega tan terribles golpes, que el acero le entra en el pecho y le desgarra hasta el vientre, de manera que muere en seguida.

Una vez apresada, le quitan la hiel del vientre y la venden muy cara, pues sabed que de ella componen una gran medicina. Si un hombre ha sido mordido por un perro rabioso, le dan de beber de esta poción por valor de un pequeño dinero, y con esto basta para salvarle. Cuando una mujer tiene un parto difícil y grita muy fuerte, le dan un poco de esta hiel y en seguida sale de cuidado. La tercera virtud de esta hiel es que si se aplica en una llaga en dos días está cicatrizada. Y por eso este remedio tiene gran precio en esta provincia. También la carne de la serpiente es muy apreciada; se vende muy cara y la comen con fruición, encontrándola exquisita.

Y estos animales van a la guarida de los leones, osos y otras fieras cuando tienen cría y se tragan a grandes y pequeños y lo que pueden alcanzar. En esta provincia nacen caballos grandes y fuertes de los que llevan a vender a la India. Les cortan dos o tres vértebras de la cola para que con ella no puedan azotar al jinete y no la puedan agitar cuando galopan, lo que ellos consideran una cosa muy fea. Esta gente monta a la franca.

 

Tienen armas forradas de piel de búfalo, lanzas y escudos y albardas, y todos llevan flechas. Y os diré una patraña que ejecutaban antes de que el Gran Khan les conquistara: cuando sucedía que un gentilhombre bien parecido pedía hospitalidad en la casa de uno de esta provincia, lo mataban durante la noche, no para robarle, sino porque pretendían que su sombra, gracia e inteligencia, así como sus armas, quedaban en la casa. Y así mataron a muchos antes de que el Gran Khan les conquistara. Eso pasaba hace treinta y cinco años más o menos, pero ya no lo hacen porque temen su justicia.

CXXI

En donde se habla de la gran provincia de Cardandan

A cinco jornadas de Caragian, hacia Poniente, se encuentra la provincia de Cardandan, en donde la gente es idólatra y pertenece al Gran Khan. La capital de esta provincia se llama Vocian. Toda la gente tiene dientes de oro, es decir que se los cubren con oro. Tienen una especie de moldes de oro con los cuales se cubren la dentadura superior e inferior. Esto hacen los hombres, pero no las mujeres. Los hombres son todos nobles y no se ocupan más que de caza y de cetrería. Las mujeres lo hacen todo, y sólo las ayudan los esclavos. Cuando las damas tienen un hijo varón lo lavan y lo envuelven en un pañal, y el marido se acuesta en la cama con el niño y se queda en ella durante cuarenta días, no levantándose más que para las precisas necesidades. Y amigos y parientes le vienen a ver y le hacen fiesta y solaz, y esto lo hacen porque dicen que sus mujeres han pasado fatigas llevando el niño en su vientre y no quieren que sufran cuarenta días. Pero la mujer, en cuanto ha parido, se levanta, hace todos los menesteres de la casa y sirve a su varón en la cama.

Comen carne cruda y cocida y arroz cocido con la carne y otros condimentos. Beben el vino de arroz y especias. Sus monedas son el oro y las conchas. Dan un «sazo» de oro por cinco de plata; porque tienen los plateros a cinco meses de distancia, por eso los mercaderes traen la plata en abundancia, pues que ellos la truecan por oro y con eso sacan ventaja.

Éstos no tienen ni ídolos ni iglesias, pero rezan a los antepasados, diciendo que de éstos descendemos. No tienen alfabeto y no saben escribir, y esto no es maravilla, porque están muy desviados y apartados del resto del mundo, entre grandes selvas y montañas que no pueden franquear, porque el aire es tan malsano que morirían.

Cuando tienen un negocio entre ellos, toman un pedazo de madera, o cuadrado o redondo, y le parten por en medio y cada cual se guarda un trozo. Llegado el día del pago, el que tiene que entregar el dinero se hace dar la otra mitad del disco o del trozo de madera a cambio de satisfacer la cantidad estipulada.

En estas provincias de Caragian, Vocian e Iaci no tienen médico. Cuando alguien cae enfermo llaman a los magos y adivinos que guardan a los ídolos. Cuando llegan éstos, el enfermo le dice su padecimiento. Entonces los magos tocan instrumentos y bailan y cantan hasta que uno de ellos cae al suelo, echa espuma por la boca y queda como muerto. Entonces está en el poder del diablo. Cuando los otros magos ven que uno de ellos ha caído en la forma que habéis oído, le preguntan cuál es la enfermedad que padece el enfermo, y éste contesta: «El espíritu tal lo ha tocado, porque no le ha hecho ningún caso». Y los magos contestan a coro: «Te rogamos que le perdonen y tomen para sanar su sangre las cosas que se te antojen en su alrededor». Luego pronuncian muchas sentencias para que los espíritus que habitan en el mago que está en éxtasis respondan si el enfermo ha de morir; entonces el mago, con voz plañidera, dice: «Este enfermo ha hecho tantos agravios a tal espíritu y es tan mal hombre, que no quiere perdonarle». Y si, en cambio, debe sanar, le dicen que si quiere volver a la salud tome dos corderos o tres, haga diez brebajes buenos y raros, y añaden que los corderos tengan la cabeza negra y que con ellos sacrifique a tal o cual ídolo o a tal espíritu, y hagan gran fiesta a estos dioses, y les alaben y canten sus loas.

Cuando los deudos y amigos han oído esta sentencia se apresuran a hacer lo que les han dicho los magos. Matan los corderos, riegan con su sangre el suelo en honor a tal o cual espíritu. Luego los aderezan y convidan a los magos y a las mujeres que traían a los ídolos a cantar y a bailar. Encienden las luces, preparan los brebajes, tañen los instrumentos, hasta llegar al paroxismo. Llega un momento en que caen los unos encima de otros como borrachos, y entonces preguntan si el enfermo puede esperar en una salvación, y responden que aún no le ha sido perdonado, que le queda esto y esto otro por hacer, y al cumplirlo, al fin le declaran que sanará. Dicho esto vuelven a tocar la música y a empezar el baile y las luminarias y el incienso; comen y beben hasta hartarse. Luego, satisfechos, se retira cada uno a su casa, y cuando todo ha concluido, el enfermo sana inmediatamente.

Dejemos estos magos y sus artimañas y prosigamos nuestro relato.

CXXII

De cómo el Gran Khan conquistó el reino de Mien y de Bengala

Omitimos involuntariamente contaros una gran batalla en el reino de Vocian, que debe quedar escrita en este libro, y os narraremos cómo acaeció el hecho y de qué manera: En el año 1272 de la Encarnación de Cristo, envió el Gran Khan un gran ejército al reino de Vocian y Caragian. Porque aún no había enviado a sus hijos, como hizo en lo futuro, nombrando como rey de Sentemur al hijo de su hijo difunto. Y sucedió que el rey de Mien y de Bengala, que era un rey muy poderoso en tierras y tesoros, no quería someterse al Gran Khan, y se portó tan mal, que el Gran Khan le quitó los dos reinos arriba mencionados.

Cuando supo el rey de Bengala que el Khan estaba en Vocian se dijo que era imprescindible ir contra sus huestes y aniquilarlas, de modo que al Gran Khan no le quedaran ganas de guerrear contra él. E hizo grandes preparativos, y os diré cuáles: Tenía 2000 elefantes muy grandes, y encima de cada cual hizo construir un castillete de madera muy fuerte, que sirviese para combatir. En cada uno apostó 12 hombres prontos al combate y en algunos hasta 16 o más. Concertó unos cuadros de batalla con 40 hombres a caballo y otros tantos a pie Todo este aparato respondía al de un gran rey, cual era este rey de Bengala.

Terminado que hubo los preparativos, se puso en marcha en busca del ejército del Gran Khan. Caminaron largo trecho sin que se produjera una aventura digna de mención; pero al llegar a tres jornadas del ejército del tártaro, sentaron el campo para descansar.

CXXIII

De la batalla entre el Gran Khan y el rey de Mien

Cuando el señor de los tártaros supo con certeza que este rey venía contra él con tan gran número de soldados tuvo miedo, porque él no contaba más que con 10.000 hombres a caballo. En cuanto a él, no había cuidado, pues era valiente condotiero. Defendió a la desesperada al país y a sus gentes. Los tártaros se apostaron en la llanura de Cocian y allí esperaron al enemigo. Esto lo hicieron con mucha prudencia y entendimiento. Al pie de esta llanura había un bosque muy espeso, a cuyas orillas esperaban los tártaros alineados en orden de batalla.

Cuando hubieron descansado, las huestes del rey Mien se pusieron en marcha para ir al llano de Vocian, donde se habían desplegado los tártaros. Y frente a éstos dispuso el rey a su gente en orden de batalla.

Cuando los tártaros los vieron llegar fingieron no asombrarse y demostraron su valor y arrojo. No flaquearon ni un momento, viendo que la batalla era inevitable. Pero así que los caballos de los tártaros vieron a los elefantes con las máquinas de guerra, no quisieron avanzar y retrocedieron espantados, mientras los elefantes se les echaban encima.

CXXIV

En donde prosigue el relato de la misma batalla

Y así que los tártaros los vieron llegar fingieron no asombrarse y demostraron gran valor y arrojo. Viendo que no les obedecían sus caballos, por un momento se creyeron perdidos. Pero he ahí lo que idearon: bajaron de sus monturas y ataron los caballos a los árboles; cogieron los arcabuces y flechas en mano y arremetieron contra los elefantes; mas los soldados del rey no se arredraron por esto y tiraban sin cesar sobre los tártaros, asaltándolos duramente. Pero los tártaros, que eran mejores hombres de guerra que sus enemigos, aguantaban con ardimiento el duro ataque.

Al sentirse heridos, los monstruosos elefantes retrocedieron con tanto ímpetu que empezaron a romper las líneas del ejército del rey, y no pararon hasta refugiarse en el bosque, en donde, enfurecidos, destrozaron los pabellones que llevaban encima y cuanto se les ponía por delante. Los tártaros volvieron a montar a caballo y arreciaron nuevamente contra ellos; agotadas las saetas, pusieron mano a la espada y al machete y se echaron encima con furia indecible. Caballeros y caballos caen al suelo en la refriega, cercenaban brazos y piernas y el suelo estaba sembrado de cadáveres. ¡Ni el Dios tonante metiera más ruido! Se oían alaridos, gritos desgarradores por doquier. Y, sin embargo, los tártaros tenían la ventaja a pesar de todo, pues el ejército del rey, mayor en número, había quedado diezmado. En llegando el mediodía, el rey y sus milicias quedaban en tan mal estado, que ya no podían aguantar y vieron que permaneciendo allí no quedaría ni uno solo con vida. Entonces se dieron a la fuga y los tártaros arreciaron contra ellos; mas de pronto se acordaron de los elefantes que estaban en el bosque y fueron por ellos. Cortaban los grandes árboles para impedir que éstos se les escaparan, y los elefantes, al reconocer a la gente del rey que traían prisionera, se apaciguaban, porque estas bestias tienen gran entendimiento; de modo que pudieron cogerlos a todos. Y de esta batalla tuvo el gran Khan no pocos elefantes. Y así acabó esta contienda tal como lo habéis oído.

CXXV

De cómo se desciende por una gran pendiente

Desde esta provincia se baja una pendiente muy rápida, que dura unos dos días y medio. No hay nada digno de mención sino un gran mercado en donde se reúnen los hombres tres días por semana. Y cambian el oro por la plata, dando un «sazo» de oro por cinco de plata. Vienen de muy lejos a cambiar el oro por la plata, obteniendo con ello grandes ganancias. Nadie conoce las casas de los que custodian el oro, pues lo tienen tan escondido en lugares apartados y torres fortificadas, que no hay ser humano que penetre en ellos más que ellos mismos.

En los confines de la India, hacia Mediodía, se encuentra una provincia llamada Mien. Hay quince jornadas de camino por pasos desolados y grandes selvas, en donde moran elefantes salvajes y rinocerontes. No hay alma viviente ni habitaciones, y por eso dejaremos estos yermos inhospitalarios y os contaremos una historia que os interesará.

CXXVI

De la ciudad de Mien

Después de cabalgar quince jornadas por sitios solitarios, se da con la ciudad de Mien, noble cabeza del reino. Los naturales son idólatras, sometidos al Gran Khan. Hubo en esta ciudad un rey muy poderoso. Cuando murió dejó dispuesto que sobre su tumba se elevaran dos torres, una de oro y la otra de plata. Se entiende que debían ser de piedra cubiertas de una lámina de oro de un dedo de espesor para que la torre pareciera de oro. Era de diez pasos de altura y gruesa en proporción. La remataba una cúpula y era redonda; en la cúpula había muchas campanillas, que al menor soplo del viento se movían y sonaban suavemente. La otra torre era de plata, hecha en la misma forma y del mismo tamaño. Y el rey mandó que esto se hiciera en recuerdo de su grandeza y en honor de su alma. Y eran las torres más bellas que verse puedan.

El gran Khan conquistó esta provincia, y veréis de qué suerte. En la corte del gran señor había una cantidad de juglares y bufones, y el Gran Khan les mandó que conquistaran la provincia de Mien; les proveyó de capitanes y fuerzas. Los juglares se pusieron en camino, pusieron cerco a la provincia de Mien y la conquistaron. Cuando llegaron a la ciudad de las dos torres se quedaron maravillados de su belleza, llevándole al Gran Khan noticias de su valor y hermosura y que si quería las desharían para mandarle el oro y la plata; pero el Gran Khan, que sabía que ese rey las mandó construir en honor a su alma y para que quedaran en recuerdo después de su muerte, dijo que se cuidaran muy bien de tocarlas y menos de deshacerlas, pues deseaba quedaran como las había mandado construir el rey difunto. (Y no es extraño, porque los tártaros respetan las disposiciones de sus muertos y se guardan de tocar a sus cosas). En esta provincia tienen elefantes y bueyes salvajes, grandes y hermosos; ciervos, gamuzas, cabritos y toda clase de animales en gran abundancia.

 

Ya que os he contado de la provincia de Mien, la dejaremos y os contaré de una provincia llamada Bangala.

CXXVII

En donde se habla de la gran provincia de Bangala (Bengala)

Bangala es una provincia al Mediodía, que hacia el año 1209 del nacimiento de Cristo, en que micer Marco estaba en la corte del Gran Khan, no pertenecía aún a éste; sin embargo, sus huestes se preparaban entonces para conquistarla. Esta provincia tiene un rey y lengua propia. Son los más encarnizados idólatras. Confinan con la India. Aquí hay muchos eunucos, y de allí los traen los barones y señores para sus cortes. Los bueyes son tan grandes como elefantes, pero no tan gordos. Los indígenas viven de carne, leche y arroz; son muy ricos, pues comercian en especias, jengibre, azúcar y otras variadas cosas, todas de gran precio. Los indios vienen a comprar aquí eunucos y esclavos para volverlos a vender más lejos. Y ya que no hay nada más que mencionar en esta provincia, nos iremos y os contaremos de otra llamada Cangigu.

CXXVIII

De la provincia de Cangigu

Cangigu es una provincia de Levante. Tiene sus reyes. La gente es idólatra. Tiene lengua propia. Se rindieron al Gran Khan y le pagan cada año un tributo. El rey es tan dado a la lujuria que tiene 300 mujeres, y cuando ve a una mujer hermosa en su país, la hace venir en seguida a su palacio. Esta provincia es abundante en oro. Recogen especias muy caras en gran abundancia; pero como están muy lejos del mar, sus mercaderías valen poco, pues no tienen salida. Tienen elefantes y otros animales. Viven de carne, de arroz y de leche. No tienen vino de uva, pero sí de arroz con especias. Los varones y hembras se pintan la piel, es decir, que con agujas candentes dibujan en la piel leones, dragos, trasgos y pájaros e imágenes; luego les pasan tintas de colores y las graban tan profundamente que el color ya no se borra. También hacen lo mismo con la cara, el cuello y el vientre, en las manos y piernas y en todas las partes del cuerpo, y esto en ellos es distintivo de nobleza. Cuanto más pintados están más consideración merecen y pasan por más hermosos.

Dejemos esta provincia y os contaremos de otra a Levante, llamada Aniu.

CXXIX

De la provincia de Aniu

Aniu es una provincia hacia Levante que pertenece al Gran Khan. Son idólatras. Viven del pastoreo y la agricultura. Tienen lengua propia. Las mujeres llevan brazaletes de oro y plata en las piernas y en los brazos, y los hombres igualmente, pero más ricos y de más valor. Tienen muchos y hermosos caballos y los venden a los indios en gran cantidad. Tienen búfalos, bueyes y vacas, con ricos y fuertes pastos para criarlos. Gran abundancia en víveres. Desde Aniu a Cangigu, que está a quince jornadas, y de Cangigu a Bengala, que es la tercera parte de la provincia, hay treinta jornadas.

Dejaremos a Aniu e iremos a otra provincia llamada Toloman, que se encuentra de ésta a ocho jornadas hacia Levante.

CXXX

De la provincia de Toloman

Toloman es una provincia de Levante. Los indígenas son idólatras, tienen idioma propio y pertenecen al Gran Khan. Son tipos de gente muy garrida, no muy blancos, mas morenos y bien plantados. Poseen ciudades, pero más que todo fortalezas y castillos en la montaña. Cuando mueren se hacen incinerar y recogen los huesos en unas arquetas, que llevan a lo alto de una montaña y guardan en grandes cavernas y covachas, tan escondidas y empinadas, que ni hombre ni bestia pueden alcanzarlas.

Tienen oro en cantidad. Las monedas son de porcelana. En todas estas provincias, es decir, en Bengala, Cangigu y Aniu, se sirven de la misma moneda de oro y conchas. Hay algunos comerciantes y éstos son riquísimos. Viven de carne, leche y arroz, y en lugar de vino tienen la bebida de arroz fermentado con especias. Dejemos esta provincia para ir hacia Levante. Y os hablaré de una provincia llamada Ciugiu.

CXXXI

De la provincia de Ciugiu

Ciugiu es una provincia de Levante distanciada de Toloman doce jornadas. Corre por ella un río, cuyas orillas están cuajadas de poblaciones. Después de navegar doce días por río se llega a la ciudad de Ciugiu, que es muy grande y noble. Son también idólatras y vasallos del Gran Khan. Tejen de la cáscara de los árboles unas telas magnificas, que llevan puestas en verano. Son guerreros; no conocen más moneda que el papel del Gran Khan, pues ya entramos en tierras donde circula la moneda papel del Gran Khan.

Hay en esta provincia tantos leones, que nadie puede dormir al aire libre porque sería devorado inmediatamente. Y cuando los hombres van por el río y no se alejan bien de la costa, el león nada hasta la barca, coge al hombre y se lo lleva. Por eso toman las mayores precauciones y tienen unos perros tan fieros que pueden al león. Llevan siempre una pareja de ellos, y un hombre y dos perros pueden cazar al león. Cuando ven a un león que va delante de ellos, los perros se tiran a él y le muerden en las piernas y nalgas con tanta furia y destreza que el animal no puede volverse contra ellos; entonces busca la fiera un árbol para parapetarse y hacerles frente; mas ellos no le sueltan las partes traseras. Entonces el jinete que los sigue saca sus flechas y saetas y le manda una, dos o tres y traspasa con ellas cuantas veces puede al león para matarle. Jamás puede defenderse contra un hombre a caballo que tenga dos buenos perros.

Tienen en esta región seda en abundancia, que llevan a diestra y siniestra por el río, también el poblado en sus orillas de villas y aldeas. La gente es idólatra y pertenece al Gran Khan. A las doce jornadas de navegación se llega por el río a la ciudad de Sindufu, de la cual os he hablado antes. De Sindufu se cabalga setenta jornadas por provincias y tierras por las que hemos estado ya y hemos descrito antes en este libro. Al cabo de setenta jornadas se llega a Giongu; de Giongu se va cuatro jornadas entre castillos y ciudades. La gente es muy artista y muy comerciante. Son idólatras y tiene papel moneda. Al cabo de cuatro jornadas se llega a la ciudad de Cacianfu, que está al Mediodía y pertenece a la provincia de Catai y os contaremos de este Cacianfu todo lo que sabemos.

CXXXII

Donde se habla de la ciudad de Cacianfu

Cacianfu es una grande y noble ciudad del Catai. Los naturales son idólatras y queman a sus muertos. Pertenecen al Gran Khan, y usan su moneda. Tienen sedas en abundancia. Tejen paños de oro y de seda y cendal. Hay muchos castillos y ciudades en la señoría.

A tres jornadas hacia Mediodía nos encontramos con la ciudad de Ciangiu.

CXXXIII

De la ciudad de Ciangiu

Ciangiu es una populosa ciudad del Mediodía, que pertenece al Gran Khan, situada en la provincia de Catai. Usan papel moneda. Son idólatras y hacen quemar los cuerpos de sus difuntos. Aquí fabrican la sal, y os diré de qué manera: toman una especie de tierra de salitre, que disponen en montículos; a éstos los riegan con agua hasta empaparlos bien. Recogen luego esa agua en un caldero de hierro y la hacen hervir y la sal queda en el fondo, muy blanca y menuda. Luego la llevan a vender y recaban de ella mucho dinero.