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100 Clásicos de la Literatura

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Rodean a estos pabellones otros semejantes, y las amigas del Gran Khan tienen los suyos, así como los gerifaltes que se hallan custodiados en otros más lejos. Este campamento está lleno de gente; es toda una población de astrólogos, médicos, halconeros y otros oficiales la que compone el séquito del Gran Khan. Y la estancia del señor en esos parajes dura hasta la primavera, que cae por nuestra Pascua de Resurrección. Y pasa el tiempo en estas delicias cazando en los lagos y en tierra, apresando grullas, cisnes y otros mil pájaros.

Ningún mercader, ni artesano, ni villano puede tener ni perros de caza, ni halcones, ni pájaros, ni dedicarse a la cetrería a 20 leguas a la redonda de donde mora el señor. Sólo en otras provincias remotas pueden cazar y adiestrar pájaros a voluntad.

Y hasta donde alcanzan sus feudos no hay rey, ni duque, ni barón que se atreva a cazar liebres, ni reses, ni venado en tiempo de veda. Y el que contraviniere a este edicto se arrepentiría en verdad, porque así lo ha dispuesto el gran señor. Y es tal la obediencia y el acato a su soberana voluntad, que liebres, gamos y otros animales vienen pacíficamente hasta entre los hombres, que les pueden acariciar, pero se guardarían muy bien de hacerles ningún daño.

Y hasta Pascua de Resurrección queda el gran señor disfrutando de esos pagos, para volver a su ciudad de Cambaluc, con sus gentes y su corte, por la misma ruta que había emprendido al venir.

XCV

Más relatos sobre la corte del Gran Khan

Al volver a su muy amada villa de Cambaluc se instala en el palacio mayor y celebra tres días de fiesta con su corte y sus mujeres.

Y pasados los tres días se recoge en la ciudad alta, que, como os dije, hízose construir, llamada Ciandu, o sea el palacio de mimbres rodeado por la gran pradera. Allí pasa el estío, porque es una región fresca preservada de la canícula. Allí queda desde el primero hasta el veintiocho de agosto, día en que hace desparramar la leche de sus yeguas blancas, como os conté más arriba en mi narración. Vuelve luego durante seis meses a la ciudad de Cambaluc para celebrar en ella su aniversario en el mes de septiembre, y permanece allí octubre, noviembre, diciembre, enero y febrero, que es el mes en que cae la fiesta blanca. Desde el primero de marzo a mitad de mayo va a orilla del Océano, como os tengo contado; luego vuelve durante tres días a su capital, celebrando fiestas, saraos y entretenimientos con sus mujeres, y son días de júbilo y de alegría para toda la corte, pues maravilla el ver con la solemnidad con que celebran estos tres días.

XCVI

De la ciudad de Cambaluc, de su grandeza y su numerosa población

Hay una multitud de casas entre el centro, la villa y los arrabales de esta ciudad; hay tantos arrabales como puertas, y en éstos vive tanta gente como en la ciudad. En ellos se hospedan los mercaderes que vienen a sus negocios, y acuden en gran número a causa del Gran Khan, que hace que la ciudad sea un espléndido mercado.

Los palacios en los arrabales y en la ciudad son también muy hermosos, pero no llegan al del Gran Khan.

En la ciudad no se entierra a ningún hombre. Y a los idólatras los van a incinerar más allá de los arrabales; allí también dan enterramiento a los demás muertos.

En el recinto de la ciudad no puede vivir ninguna pecadora o mujer de malas costumbres; son las damas del gran mundo quienes sirven a los hombres por dinero, y aun éstas viven en los arrabales. Eso sí, allí las hallaréis en gran número: hay 20.000 cortesanas que mercan sus favores. Y son muy necesarias por el tráfico inmenso de la ciudad. Podréis daros cuenta de la cantidad de gente que reside en Cambaluc y pasa por ella, por el número crecido de sus meretrices.

En Cambaluc se mercan los objetos más raros y de más valor. Primeramente, de las Indias vienen cargamentos de alhaites, piedras preciosas, perlas finas, joyas y preseas; son traídas a esta ciudad.

De la provincia de Catai y de los demás reinos afluyen todas las mercaderías. Naturalmente que esto sucede por la gran cantidad de compradores y de gente allí reunida en la corte del Gran Khan, por los huéspedes ilustres, las damas, sus barones y dignatarios y por lo que compra el gran señor.

Cada día entran más de 1000 carretas de sederías o de ingredientes para fabricarlas, porque en Cambaluc se teje el paño de oro, las bayetas de seda, los grodetures y tafetanes. En los alrededores de la ciudad hay otras pequeñas villas que viven todas de lo que compra la capital.

Y ahora os hablaré de la «Ceca» y de la moneda que se acuña en esta misma ciudad y veréis las riquezas del gran señor y cómo puede gastar cuanto se le ocurra y más de lo que os dije.

XCVII

De cómo el gran señor acuña moneda

También es Cambaluc la Ceca del gran señor. Lo arregló de tal manera que el Gran Khan posee el secreto del alquimista más avisado. Hace acuñar monedas del modo siguiente: toman la corteza de los árboles (moreras por lo general, de las que el gusano de seda devora la copa), y de la membrana que hay entre la corteza y el tronco suelen hacer una pasta como la del papiro, de color muy moreno, casi negro. A estos papeles o tarjetas las hace cortar de varios tamaños, por lo general como tarjetas largas y estrechas. Una pequeña, a la cual le da el valor de la mitad de un sueldo; otra mayor, que vale un sueldo; otra de medio ducado de Venecia, y otra de dos ducados, y otra de cinco, y otra de diez. Otra hay que vale un bizancio, y otra de tres bizancios, y así hasta diez bizancios. Todos estos papeles o tarjetas son sellados con el signo del Gran Khan. Hace fabricar tal número de ellos, que puede comprar fácilmente todos los tesoros de la tierra. Y una vez estampillados, los hace repartir por todas las provincias, reinos y señoríos y paga con ellos todas sus cuentas. Nadie puede desechar esta moneda, so pena de muerte. Y todos los mercaderes toman esos papeles en pago de sus mercancías y con ellos se pagan las perlas, las joyas, el oro y la plata. Y el papel que vale diez bizancios no pesa ni uno. Y mientras varías veces al año llegan los mercaderes con perlas, piedras finas, oro y plata, el gran señor llama a 12 sabios que son los elegidos para estas cosas y son muy duchos en la materia, les manda que examinen las cosas que traen los mercaderes y que las justiprecien y les paguen lo que valen. Y estos 12 barones les pagan el precio en esa moneda de papel.

Los comerciantes lo aceptan con gran placer, porque con ellas pueden a su vez comprar cuanto quieran. Y así el Gran Khan hace pagar con esas tarjetas mercancías que valen sus 400.000 bizancios.

Y una vez al año se publica un bando diciendo que todos los que posean oro, piedras y plata lo lleven a la Ceca y le serán trocados por ese papel moneda. De esta manera el gran señor acumula tesoros incalculables de plata, oro y piedras finas.

Cuando estos papeles se rompen, o ensucian, o deterioran, se los llevan a la Ceca, donde los cambian por nuevos con una disminución del 3 por 100. Y cuando un hombre quiere adquirir un cinturón de oro, una vajilla de plata o joyas y preseas se va a la Ceca del Gran Khan y le lleva los papeles en pago del oro y plata que compra al barón que dirige la Ceca.

Y ya veis cómo el gran señor puede tener, y tiene, los mayores tesoros del mundo.

Os he contado de las cosas referentes a la moneda, y ahora os contaré de la nobleza y señorío.

XCVIII

De los 12 barones que asisten en sus actos al Gran Khan

El gran señor escogió a 12 hombres de los más principales de su reino entendidos en todos los negocios que conciernen las 33 provincias. Os diré su ordenamiento y facultades.

En primer lugar habéis de saber que los 12 barones viven en un palacio espacioso, con inmensas salas, en la ciudad de Cambaluc; cada provincia tiene un juez, un notario y un escribano, que viven en este mismo palacio, pero cada cual en su departamento. Y este juez y escribano deciden de todos los negocios que conciernen a las provincias de las que son diputados, pero están a su vez sometidos al mando de los 12 barones. Estos 12 barones son poderosos: ellos eligen a los señores y gobernadores de las provincias. Les señalan según sus méritos al Gran Khan, que los ratifica en sus cargos, dándoles una tableta de oro, tal como conviene a su señorío. Y estos barones deben también reunir y formar las huestes para la guerra, siempre con la venia del gran señor.

Al Consejo le llaman «Scieng», es decir, la Suprema Corte, y nadie hay más poderoso que ellos, salvo el Gran Khan. El palacio en que viven se llama también «Scieng», y ésta es la mayor dignidad que hay en la corte del gran señor, pues tienen derecho de hacer cuanto les place. No os hablaré del gobierno de las provincias, porque lo dejo para más adelante con más pormenores. Y dejemos esto para contaros cómo el Gran Khan envía a sus estafetas y de qué modo aparejan sus caballos.

XCIX

De cómo desde la ciudad de Cambalue se va por diferentes vías a las provincias

De la ciudad de Cambaluc, parten varias carreteras, que van por determinadas provincias, y cada una se llama con el nombre de provincia adonde lleva. Y es cosa hecha con muy buen juicio y muy bien ordenada. Cuando un correo parte de Cambaluc y ha recorrido 25 millas, encuentra un puesto llamado «iant» en su lengua, y en la nuestra posta. Y en cada posta encuentra un palacio muy grande, en donde los embajadores y emisarios del Gran Khan pueden alojarse. En estas ventas tienen camas con colchas de seda y damasquinos y todo lo que conviene para hospedar a personas de importancia. Y si un rey bajara en ellas quedaría satisfecho. Cada posta cuenta con 400 caballos de repuesto, según lo ha establecido el gran señor, siempre prontos a continuar la ruta. A cada 25 o 30 millas hay las tales postas (en las carreteras principales se entiende). Y esto en todo el Imperio del Gran Khan.

 

Hasta en parajes, alejados, donde escasea el poblado y no hay hospedería ni albergues, ha dispuesto el Gran Khan que haya estas postas, con sus casas cómodas y caballerías y arneses.

Así es que los embajadores, heraldos y estafetas del Gran Khan encuentran en todas partes donde cobijarse y caballos de repuesto.

Esto no hay emperador, ni rey, ni ningún otro hombre que lo disfrute con tanta largueza.

De modo que hay más de 200.000 caballos dedicados a las postas para los correos y estafetas, y más de 10.000 palacios amueblados a este objeto.

Hay en las pequeñas aldeas, de tres en tres millas, un hombre con un relevo. Lleva una gran cintura llena de monedas o colgantes de hierro, para que suenen de lejos cuando galopa. Éstos van como el viento, pero nunca más allá de tres millas, y el que le oye venir se apronta a relevarle. Se entregan de uno a otro por medio del escriba, que tiene obligación de reseñarlo, una pequeña tarjeta, y por medio de estas estafetas tiene el Gran Khan las nuevas de diez jornadas de distancia en un día y una noche (pues no emplean más estos hombres en hacer el recorrido de cinco jornadas). Y en dos días y dos noches llegan las noticias de veinte jornadas, y en diez días y sus noches las que vienen de cien días de distancia. De modo que estos hombres rinden en un día el fruto de diez jornadas. Éstos están exentos de toda alcabala, y el Gran Khan les remunera con largueza.

Y para los caballos que esperan el relevo se arregla el gran señor del modo siguiente, y pregunta: «¿Cuál es la ciudad más próxima a la posta?». Averigua con qué cantidad de caballos puede contar como tributo en esa ciudad, y así provee la posta. De modo que no le cuesta nada al gran señor, a menos de que no se trate de lugares apartados y distantes en los cuales esté obligado a proveer las postas con sus propios caballos.

Cuando es menester que un heraldo llegue pronto para traer la noticia de la rebelión de una provincia, corren 200 millas en un día y hasta 250. Cuando quieren correr la posta tan rápidamente y hacer tantas millas en un día, les entregan la tabla del gerifalte con la expresa nota que tienen algo importante que comunicar y es menester lleguen como el rayo. Si son dos, se ponen en camino con dos buenos caballos fuertes y resistentes. Se vendan el vientre y atan la cabeza y corren hasta llegar al puesto o a la posta de 25 millas, y allí encuentran el relevo de caballos frescos y aparejados. Montan en la silla y continúan a todo correr hasta la posta siguiente, en donde encuentran otro relevo pronto, y así hasta la noche. Y de este modo estas estafetas hacen 250 millas para traer las noticias al gran señor.

Dejemos esto de las postas, que os hemos relatado minuciosamente, y os contaré una gracia que el gran señor concede dos veces al año.

C

De cómo el Gran Khan ayuda a sus súbditos cuando tienen malas cosechas o pierden el ganado

Tiene el Gran Khan por costumbre mandar emisarios para enterarse del estado de las cosechas en sus provincias, y si han sido perjudicados los labradores por el granizo, pedrisco u otra calamidad, y si hay gente que ha sufrido de estos males les perdona por ese año el pagar el tributo, les hace dar grano para la siembra, para que coman, y esto por bondad de corazón. Esto en el estío; en invierno hace la misma cosa para el ganado. Si un hombre ha perdido sus animales o sus bestias por una epidemia o por accidente, les hace dar el suyo propio y les perdona el pecho por este año.

CI

De como el Gran Khan hace plantar árboles en los caminos

Ha ordenado que por las carreteras por donde pasa la posta, los mercaderes y los peregrinos, se planten árboles, de dos en dos, a los lados del camino. Estos árboles son tan grandes, que se ven de lejos. Y esto para que nadie pierda de vista la carretera y no se aparte de ella. Y los encontraréis en regiones desiertas, muy útiles para los viandantes, que no pierden el camino, y los hay en todas las provincias y en todos los reinos.

CII

Del vino que beben en Catai

Los habitantes de Catai beben un vino que preparan del modo siguiente: Hacen una bebida con arroz fermentado y otras especias, y lo elaboran de tal manera que es mejor que cualquier otro vino, porque es muy ardiente.

Y ahora os contaré de unas extrañas piedras, que ellos logran quemar como la madera.

CIII

De una especie de piedra que arde como la madera

Hay en toda la provincia de Catai una clase de piedras negras, que sacan de la montaña, como los minerales, y queman como si fueran zoquetes de madera. Es decir, que el fuego es más intenso y resistente que el de la madera, y si las encendéis por la noche y prenden bien, os durará la candela hasta la mañana siguiente. Y en toda la provincia de Catai queman de esas piedras. No faltan, sin embargo, bosques para quemar madera; pero esas piedras cuestan menos y duran más.

También os contaré de cómo el Gran Khan se ocupa de que el trigo se abarate.

CIV

De cómo el Gran Khan hace almacenar trigo para proveer a su gente en tiempo de calamidades

Cuando llega un buen año y cosecha abundante, y el gran señor ve que hay mucho en el mercado, hace recoger una buena cantidad y llenar bien los graneros y arreglarlos de modo que puedan durar tres o cuatro años. Con esto quiero decir que hace almacenar toda clase de cereales: trigo, cebada, alpiste, arroz y demás, y de todo esto recogen en gran cantidad.

Cuando el trigo llega a faltar o sube mucho de precio, saca él de sus graneros, y si la fanega cuesta un bizancio, hace distribuir cuatro fanegas a cada hombre. Y así todos tienen trigo en abundancia. De este modo, el gran señor provee para que en tiempo de hambre sus súbditos no padezcan. Y lo mismo ordena que se haga en sus tierras y señoríos.

CV

De cómo el Gran Khan hace la caridad a los pobres de su Imperio

Y os contaré cómo hace la caridad a los pobres en la ciudad de Cambaluc. Se preocupa de las familias pobres de seis, de ocho y de diez miembros, y si no tienen que comer les hace dar trigo y toda clase de vituallas. También los que van por pan a la corte o a palacio nunca vuelven con las manos vacías, y eso que van más de 30.000 personas diarias durante todo el año. Y es gran bondad del señor hacia su pueblo, que así le quiere y le venera como a un dios.

De Cambaluc iremos a Catai, a ver las grandes cosas que contiene.

CVI

De la provincia de Catai y del río Pulisanghin

Sabed que micer Marco en persona fue enviado como embajador por el Gran Khan hacia Poniente, y se ausentó de Cambaluc y viajó por espacio de cuatro meses. Os referiré lo que vio a la idea y al retorno.

Partiendo de la ciudad de Cambaluc, a 10 millas, hay un río llamado Pulisanghin, que desemboca en el Océano, y sobre el cual transportan muchas mercaderías.

Mide 300 pasos de largo por ocho de ancho. En este río hay un hermoso puente de piedra de 24 arcos y 24 pilastras de mármol gris, magníficamente entrelazadas. A cada lado del puente hay una columnata de mármol, que corre a lo largo del pretil; cada columna tiene por base la figura de un león y está rematada en su cúspide por otro león grande y bien labrado; a un paso y medio de esta columna hay otro semejante, con los leones por base y remate, y de una columna a otra hay un parapeto de mármol gris, para que los hombres no caigan al agua. Y así, una tras otra, hasta el cabo del puente, que es de una bella construcción.

CVII

De la gran ciudad de Giongiu

A 30 millas hacia Poniente de este puente se encuentran habitaciones lujosas y viñedos y campos y una gran ciudad llamada Giongiu. En ella hay varias abadías idólatras. Viven del comercio y la industria. Tejen en ella el paño de oro y los brochados de seda; hacen magníficos cendales y hay muchas hospederías para los viajeros.

Al salir de la ciudad y a una milla de ella hay dos caminos, uno hacia Poniente y otro hacia Occidente; el de Poniente llega hasta Catai, y el de Occidente a la provincia de Catai, siempre cuajadas de ciudades, castillos, fábricas, alhóndigas y grandes zocos, campos, viñedos y muchos monumentos.

Os contaremos del reino llamado de Taianfu.

CVIII

En donde se habla del reino de Taianfu

Al salir de Giongiu, después de diez jornadas de marcha, se halla el reino de Taianfu. La capital tiene también el mismo nombre; es grande y bella; en ella hay mucho tráfico y mucho arte. En esta ciudad fabrican arneses, necesarios al ejército del gran señor. Hay viñedos y vino excelente, y la misma ciudad es la que surte a la provincia. Hay criaderos de gusanos de seda y mucha industria en buratos y sedas.

De Taianfu se cabalgan siete jornadas a Poniente, en una rica región con villas, castillos, fábricas y almacenes. Hay un continuo vaivén de mercaderes, y al cabo de siete jornadas se encuentra una ciudad llamada Pianfu, también muy comercial. En ella fabrican sedas en cantidad. Y ahora hablaremos de otra gran ciudad, llamada Cacianfu; pero ante todo mencionaremos un magnífico castillo llamado Caiciu.

CIX

En donde trata de un castillo llamado Caiciu

A dos jornadas a Poniente de Pianfu hay un bello castillo, llamado Caiciu, que hizo construir antaño un rey llamado Dor. En este castillo hay un gran palacio, que en una de sus amplias salas contiene una colección de retratos y pinturas de todos los reyes que reinaron antiguamente en esta provincia y han ido dejándolos a su paso. Del rey Dor os contaré una historia interesante que pasé entre él y el Preste Juan, y que narran las gentes del lugar. Es verdad que este rey Dor era enemigo del Preste Juan, pero estaba tan bien fortificado en su castillo que aquél no podía hacerle daño alguno, por lo cual se sentía muy molesto y furioso. Siete criados del Preste Juan le retaron y le dijeron que le traerían vivo al rey Dor. El Preste Juan les contestó que si esto hacían no les había de pesar y sabría recompensarlos, así que decidieron hacer lo siguiente: se fueron en compañía de sus escuderos y le dijeron al rey Dor que venían del extranjero para servirle. El rey les acogió gozoso y les contestó que eran los bienvenidos.

De esta manera los siete criados empezaron a servirle. Dos años quedaron a su servicio, y el rey les tomó gran apego y se fiaba de ellos como de sus propios hijos. Y escuchad lo que hicieron estos malvados (¡que nadie puede librarse de los hombres desleales!). Cuando vieron que el rey estaba indefenso, dieron por llegado el momento de ejecutar su proyecto. Le dijeron al pronto al rey que tendría que seguirles y que si no le matarían. El rey, extrañadísimo, exclamó: «¡Cómo, amados hijos! ¿Adónde queréis que vaya?». «Vendrás —dijeron— con nosotros hasta nuestro señor, el Preste Juan».

CX

De cómo el Preste Juan hizo apresar al rey Dor

Cuando esto oyó entró en gran aflicción: «¡Tened piedad de mí! ¿Cómo es posible que habiéndoos colmado de honores en mi palacio queráis librarme en manos de mi enemigo? ¡Si esto hacéis, seréis unos villanos y malandrines!». Éstos dijeron que así debía ser. Y le llevaron ante el Preste Juan. Y al verle el Preste Juan, se gozaba en su venganza. Mandó que le encerraran en un calabozo y que le guardaran las fieras, para significarle su desprecio y que le consideraba tan vil como a ellas. Así le tuvo dos años, y al cabo de ellos le hizo venir a su presencia y le dijo: «Ya ves que no eres de talla como para hacerme la guerra y no puedes medirte conmigo». Así lo reconoció humildemente el rey Dor. Entonces el Preste Juan, al verle tan bueno y mansito, le dio ricos caballos y arneses, le vistió de brocado de oro y, haciéndole acompañar por brillante escolta, le devolvió a su reinado, y desde ese tiempo fue su amigo y aliado.

CXI

En donde se habla del gran río de Caramoran

A 20 millas hacia Poniente se encuentra un río llamado Caramoran, que es tan grande que desemboca en el Océano. A sus orillas hay grandes poblaciones y mucho tráfico. En sus riberas crece el jengibre y el cinamomo. Hay tanta multitud de pájaros, que por tres faisanes se da un sueldo, es decir, un aspro, que vale un poco más.

 

A dos jornadas del río se encuentra la noble ciudad de Cacianfu. Los naturales son idólatras, y los de la provincia de Catai lo son igualmente. Es una ciudad industriosa y comercial; hay gran mercado de sedas. Tejen en ella brocados de oro y de seda de todas clases, y de allí vamos a la cabeza del reino, llamada Quengianfu.

CXII

De la gran ciudad de Quengianfu

Y cuando se deja la ciudad de Cacianfu se cabalgan ocho jornadas hacia Poniente, encontrando siempre amenas praderas, poblaciones, ciudades, aldeas y castillos, jardines y campos fertilísimos, y se llega a la ciudad de Quengianfu. Toda la comarca está llena de moreras, en las cuales anidan los gusanos de seda; los habitantes son idólatras. Hay abundancia de pájaros y toda suerte de bichos. Es gran ciudad comercial e industrial. Quengianfu fue capital poderosa del reino y tuvo muchos reyes buenos y justos, y hoy la rige un hijo del gran señor, llamado Mangalai; su padre le confió este reino y le hizo coronar aquí; es muy amado de sus súbditos. Los huéspedes que moran en torno a su palacio tienen gran solaz de venación. En el arrabal en donde está este palacio hay una llanura rodeada de lagos, ríos y riachuelos; por él corren numerosas fuentes. Hay una muralla robusta, que rodea la ciudad, y tan hermosa que no puede dibujarse mejor. Las estancias son amplias y pintadas, con friso de oro repujado. El rey Mangalai es justo y ecuánime y muy querido de sus súbditos; la guardia vive en los alrededores de palacio y se alimenta de la caza, que tiene a su albedrío.

Nos internaremos en la montaña para contaros una provincia muy pintoresca, entre riscos, que se llama Cuncun.

CXIII

De los confines de Catai y Mangi

Dejando Mangalai, se marchan tres días hacia Poniente por una hermosa llanura cubierta de ciudades, villas, castillos y aldeas, ricas en sedas y abundante en frutas. Al cabo de las tres jornadas se llega a un país de altas montañas, y valles muy hondos, que es la provincia de Cuncun. Entre los riscos y peñascales hay aldeas y fortalezas. La gente es idólatra y vive de la caza y de la agricultura. En los bosques hay muchas fieras: leones, osos, lobos, gamos, ciervos, de modo que la gente que los caza vende sus pieles y saca gran provecho de ellas. Cabalgando veinte jornadas entre riscos no se deja, sin embargo, de encontrar castillos y poblados, y en ellos muy buenas hospederías para el viandante, en donde puede descansar y solazarse. Y vamos a otra provincia.

CXIV

De la provincia de Acbaluc Mangi

Después de veinte jornadas entre las montañas de Cuncun se llega a la provincia de Acbaluc Mangi, que abarca una inmensa llanura. También esta zona está muy poblada. Los indígenas son idólatras. Viven del comercio y de la industria, y crece una tal cantidad de jengibre, que abastece a toda la provincia de Catai, que saca de esta planta mucho provecho. Es un mercado rico en trigo, arroz y toda clase de cereales. La capital se llama igualmente Acbaluc Mangi, lo que significa ciudad blanca. Esta provincia es hermosísima y rica en bosques y valles, y durante veinte jornadas siempre es el paisaje rico y poblado. Aquí también hay osos, leones, ciervos y gamos, y el animal del que se saca el almizcle.

Sigamos por orden y llegaremos a la ciudad de Sindufu.

CXV

De la gran provincia de Sindufu

Después de veinte jornadas hacia Poniente, en el confín de Mangi, está la provincia llamada de Sindufu. La capital se llama también Sindufu, y tiene grandes y poderosos reyes. Tiene 20 millas de circunvolución; está dividida de la siguiente manera: el rey dejó a su muerte tres hijos, y entonces la ciudad se dividió en tres partes; cada cual tiene un muro de defensa, separando la que toca a cada cual; pero estos muros, a su vez, están dentro de la muralla de la ciudad. El rey, que era muy rico y poderoso, dejó grandes tesoros para sus tres hijos. Pero el Gran Khan conquistó este reino y destronó a los tres reyes.

La ciudad está dividida por un río que lleva aguas dulces y tiene muchos peces; es ancho media milla y muy profundo; llega al Océano, que está a ochenta o cien jornadas de distancia, y se llama Quiansui. A orillas de este río hay numerosas villas, ciudades y castillos. Navegan en él muchos bajeles y hermosas naves. Parece un mar más que un río, por su anchura. Os describiré el puente que está encima de él.

El puente, enteramente de piedra, tiene ocho pasos de ancho y una media milla de largo; en su pretil hay columnas de mármol, que sostienen el techo del puente, pues es cubierto, y el techo, de madera, está pintado de mil colores y adornos; en el interior, a lo largo, hay pabellones ocupados por mercaderes y artesanos. Estos pabellones se desarman por la noche y se arman de día con vigas dispuestas para ello, y los hombres que mercan en él pechan al gran señor por lo que venden, que le rinde bien 1000 bizancios de oro. Los indígenas son idólatras.

De esta ciudad se cabalgan cinco jornadas por llanos y valles no perdiendo nunca la traza de castillos y villas. Los hombres se dedican a cultivar la tierra. Son también industriales, porque trabajan los más bellos cendales y otros paños. Hay fieras en cantidad, leones y leopardos.

De aquí a cinco jornadas se llega a una provincia desierta, llamada Tíbet.

CXVI

De la provincia del Tíbet

Después de cinco jornadas se entra en una provincia muy devastada, porque Mongut Khan la ha arrasado. Hay castillos y villas destruidos por la guerra. Hay bambúes tan grandes y gordos, que tienen tres palmos de circunferencia y 15 pasos de altura. De un nudo a otro miden tres palmos. Los viajeros que pasan de noche por esta región arrancan las cañas de estos bambúes y con ellas hacen fuego, pues cuando arden chisporrotean de tal suerte y producen tanta humareda que los leones y osos huyen despavoridos y no hay cuidado que se acerquen. Es tremendo el ruido que producen al estallar en el fuego. Y os contaré algo curioso a este propósito: Cuando se cogen estas cañas verdes y se ponen en haces, prendiéndoles fuego con unas astillas, en seguida empiezan a retorcerse y a crujir, de tal suerte que se las oye hasta a 10 millas de distancia en el silencio de la noche, y el que no está acostumbrado a oír esas detonaciones se queda pasmado. Los caballos, que nunca oyeron tal ruido, huyen espantados, rompen sus bridas y las cuerdas con que los amarran, así que es buena precaución vendarles los ojos y atarles bien fuerte las patas para que no puedan huir. Con estas fogatas es la manera más segura de escapar a las fieras, que viven en abundancia en esos bosques. Hay que proveerse de víveres para los veinte días porque no hay ni venta ni hospedería ni quien dé de comer a las caballerías. Se encuentra por todo este camino a muchas fieras dañinas y peligrosas, aun cerca de los poblados.

Os contaré cómo casan a las mujeres. Ningún hombre tomaría por esposa a una virgen; dicen que no valen nada si no han conocido a otros hombres antes de casarse. Y por esta razón se aplican las mujeres a perder pronto su virginidad. Cuando pasan extranjeros por esta región y despliegan sus tiendas de campaña para descansar y hacer un alto en el camino, las viejas de los castillos y poblados bajan y traen a sus hijas hasta el campamento y las entregan a los forasteros para que con ellas se acuesten, y ellos las retienen y usan de ellas, pero no pueden llevárselas: antes de separarse de ellas es conveniente den a la moza con la cual han dormido un regalo o una prenda para que puedan demostrar, cuando quieran casarse, que han tenido un amante. Por lo general les regalan piedras para collares. De este modo, si una joven lleva colgadas de su cuello veinte señales, para demostrar que ha tenido muchos amantes, es la que se llevará la palma y será la que más pretendientes tenga. Y ellos dirán que es más agraciada que las otras. Pero cuando ya han hecho de ella su mujer, la quieren muchísimo, y malhaya al que tocare a la mujer de otro, de lo cual se guardan mucho. Os he contado de esos singulares matrimonios. Las jóvenes tienen de dieciséis a veinticuatro años.