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100 Clásicos de la Literatura

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Sabed en verdad que todos los grandes señores que descienden de la dinastía de Gengis Khan son sepultados a su muerte en la montaña llamada Altai. Cuando mueren los grandes señores de los tártaros, aunque se hallen a cien jornadas de esta montaña, convienen en que les lleven allí. Y es gran maravilla que cuando el cuerpo de estos señores es llevado a esta montaña —aunque esté a cuarenta días de distancia—, todos los hombres que encuentra el cortejo fúnebre a su paso son pasados por las armas y atravesados por una espada por los que conducen el cadáver, que les dicen: «Id a servir a vuestro señor al otro mundo», pues creen firmemente que el que así muere irá al lugar de la bienaventuranza a servir a su señor. Y la misma suerte corren los caballos: cuando muere el gran señor, sus mejores caballos son sacrificados para que vayan a servirle al otro mundo. Y sabed que cuando finó Mongu-Khan, más de 20.000 hombres murieron hallándose al paso del cuerpo que llevaban a la sepultura.

Más cosas os contaré de los tártaros: los tártaros viven en invierno en llanuras fértiles y regiones templadas, en donde hay buenos pastizales para su ganado. En verano viven en lugares frescos de la montaña y en el valle, en donde encuentran agua, bosques y pastos para las majadas. Tienen casas de madera, que recubren de fieltro, de forma cilíndrica, y que transportan con ellos adonde van. Atan las vigas con tanto orden, que son fácilmente transportables. Y cuando arman y tienden sus casas colocan la puerta hacia el Mediodía. Tienen carretas cubiertas de fieltro oscuro, así que cuando llueve no se estropea nada en su interior. Estos carros son uncidos por bueyes o tirados por camellos, sobre ellos llevan a sus mujeres e hijos. La mujer es en el hogar la que compra, vende o fabrica todo lo necesario al amo de la casa y a la familia, pues los hombres no se ocupan más que de caza, guerra y cetrería.

Viven de carne, leche y caza. Comen ratas de faraón, de las que abundan en las llanuras y por doquier. Comen indistintamente carne de caballo y de perro, es decir, toda clase de carne, y beben de la leche de yegua. Se guardan muy bien de tocar a la mujer del prójimo, pues esto lo tienen por gran villanía. Las damas son buenas y leales con sus barones y son sumamente habilidosas en los quehaceres de la casa. Los matrimonios se hacen del siguiente modo: cada hombre tiene derecho a tener hasta cien mujeres si le place y tiene con qué mantenerlas. Los maridos pagan la dote a la suegra y la mujer no da nada al marido. Pero tienen a la primera mujer por la mejor y la más venerable. Tienen más hijos que los demás hombres por el número de mujeres que poseen. Toman por esposas a sus primas y a sus madrastras. Se casan también con sus cuñadas, siempre que haya muerto el hermano, y cuando se casan, celebran las bodas con mucho boato.

LXX

Del dios de los tártaros y de su ley

Y ésta es la ley: creen en un solo dios, que llaman Nacygai; le dicen el rey terrestre que cuida de sus hijos, su trigo y su ganado. Sienten por él el más profundo respeto y cada cual tiene uno de estos dioses en sus casas. Lo representan en general moldeado con fieltros y trapos, y también a su mujer e hijos. Le sientan a la mujer a la izquierda y los hijos delante. Cuando comen, como acto de veneración, le untan la boca al dios con carne gorda, y a su mujer e hijos, y siembran pan ante la puerta de su casa. Hecho esto, dicen que el dios y su familia han tenido su parte. Luego se ponen ellos mismos a comer y a hacer sus libaciones. Beben leche de yegua, pero la preparan de tal suerte que parece vino blanco y que es riquísimo. A éste le llaman chemis.

Sus avíos son los siguientes: los ricos visten con paño de oro y brocatel de seda y grodetures, sombreros de cebelinas, armiño y zorro; todo su indumento es magnífico y de gran precio.

Sus armas son el arco, la espada y la maza. Pero se sirven más del arco que de otra arma, porque son excelentes arqueros. En la espalda llevan una armadura de cuero de búfalo u otras pieles muy bien curtidas.

Son magníficos hombres de armas y valientes guerreros, y pueden resistir más que otros mortales. Muchas veces, cuando están en campaña, resisten hasta un mes sin comer, y se sustentan tan sólo con leche de yegua y algo de carne de perdiz. Su caballo pastará lo que halle, pues no está acostumbrado ni a la cebada ni la paja. Son muy disciplinados y obedientes a su señor, y cuando están en campaña pasan la noche a caballo, armados de pies a cabeza; el caballo pace las hierbas que encuentra al paso. Son aguerridos, curtidos, incansables en la faena y la gente mejor preparada para conquistar reinos e imperios.

Se dividen jerárquicamente en la siguiente forma: cuando un señor de los tártaros va a la guerra lleva 100.000 jinetes y los distribuyen en el siguiente orden: cada 10 hombres tienen un jefe, un grupo de un centenar tiene otro jefe, otro manda a 1000 hombres y otro a 10.000, de suerte que el general no necesita reunir en consejo más que a 10 hombres. El que tiene a su cargo a 10.000 no tiene que hacerlo más que con 10 y el de cien con otros tantos, y así cada uno, respectivamente, obedece a su jefe inmediato. Cuando el señor de 100.000 hombres quiere mandar sólo a un ala de su ejército, manda venir al jefe de los 10.000 hombres, que le entrega 1000, y el jefe de los 10.000 manda al jefe de 1000 que le proporcione 10 hombres, y el jefe de 100 manda al de 10, y cada uno lleva contingente a la parte de 1000 hombres y saben cuánto le pueden dar y obedecen ciegamente al mandato más que a nadie en el mundo. Al conjunto de 100.000 hombres le llaman «Tut» y a los 10.000 un «Toman», y los «Tomanes» se pueden contar por millares, por centenas y por docenas. Y cuando el ejército va a una acción, sea en la montaña o en el llano, manda 200 hombres de vigía, llamados «excaregaites», así detrás como delante. Y esto lo hacen para evitar una sorpresa. Cuando van muy lejos a guerrear no llevan armamento: llevan dos botellas de cuero, en donde ponen la leche para beber, y una pequeña cacerola para los víveres, y la tienda de campaña para guarecerse en tiempo de lluvia. Os diré que cuando es menester cabalgan hasta diez días sin víveres y sin encender fogatas; viven de la sangre de sus caballos, a los cuales les pinchan una vena y chupan esa sangre sin desmontar de ellos. También llevan la leche congelada como una especie de pasta seca, de modo que al mojarla se derrite en el agua y les sirve de bebida sustanciosa.

Cuando se baten con sus enemigos los vencen de la siguiente manera: simulan la huida y de pronto se vuelven y asaltan al enemigo. Tienen amaestrados a sus caballos de modo que se vuelven al enemigo como si fueran perros. Así que cuando el enemigo los cree vencidos y en huida es él el que está perdido. Y cuando los tártaros ven que han conseguido matar algunos hombres y caballos, presos de nuevo ardor, combaten tan valientemente que vencen al enemigo.

Todo lo que os he contado se refiere a las usanzas y costumbres de los tártaros antiguos; pero al presente se han envilecido. Las costumbres de Catai son las de los idólatras; las que se practican hacia Levante son, en cambio, a la manera sarracena.

Administran la justicia del siguiente modo: cuando algún hombre roba algún objeto insignificante, pero que con ello perjudica a otro, se le dan siete bastonazos, o 37, o 47, hasta 107, según valga la cosa robada, y a algunos les suele costar la vida. Si roban un caballo les condenan a ser cortados por medio de una espada. Si el ladrón tiene con qué pagar, paga nueve veces el valor del objeto robado, y entonces es dejado en libertad.

Cada señor y los propietarios de cierta cantidad de ganado lo hacen marcar con un sello o una cifra: así hacen con los caballos, las yeguas, los camellos, las vacas, los toros y otros animales. Luego los sueltan para que pasten, sin el cuidado de ningún pastor; si por casualidad se mezclan los rebaños, cada uno devuelve la pieza, según la marca que lleva, al propietario. Los corderos, carneros y cabras están al cuidado de un pastor. Todo este ganado es grande y gordo y presenta hermosos ejemplares.

Os diré otra curiosa usanza que tienen, y que se me olvidó contaros: cuando entre dos vecinos hay uno que ha perdido un hijo de cuatro años o más y al otro se le ha muerto una hija, los casan juntos. Dan la muchacha muerta al hijo difunto por esposa y hacen levantar acta de ello. Luego queman el documento, y el humo que se levanta en los aires dicen que va hacia el hijo, al otro mundo, a atestiguar que se tengan por marido y mujer. Luego celebran un gran festín y desparraman las viandas por aquí y por acullá, diciendo que de ello participan sus hijos en el cielo. También hacen pintar en un papel el retrato del hijo y caballos y gualdrapas y monedas, que queman igualmente, y dicen que todas estas cosas que hicieron quemar serán propiedad de sus hijos en el otro mundo. Y hecho esto, se consideran parientes y se tratan con cariño, como si sus hijos vivieran en realidad.

Os he contado extensamente las costumbres de los tártaros; pero aún queda que contaros las gestas del Gran Khan, que es el gran señor de todos los tártaros de su poderosa corte imperial; pero os lo contaré en este libro en su tiempo y lugar, pues son narraciones interesantes de contar.

Y volvamos a la gran llanura en donde nos hallábamos cuando empecé a contaros las costumbres de los tártaros.

LXXI

De la llanura de Bargu y de varias costumbres de los indígenas

Alejándonos de Caracoren y de Altai, en donde ponen los cuerpos de los tártaros, nos dirigimos a una región llamada Bargu, que tiene de extensión cuarenta jornadas.

Los habitantes se llaman Mecrit y son salvajes. Viven del pastoreo y de la caza. Cabalgan ciervos. Las costumbres son las de los tártaros. Son vasallos del Gran Khan. Desconocen el trigo y el vino. En verano se nutren de venado y pájaros, pero en invierno carecen de todo, por el frío intenso. Y cuando se cabalgan cuarenta jornadas se llega al Océano. Allí, en las montañas, anidan los halcones marinos, pues no hay ni mujeres ni hombres ni bestias ni pájaros, a excepción del llamado «Bargherlac», que es alimento de los halcones. Es del tamaño de la perdiz; sus patas, como las de los loros; la cola, como la de la golondrina, y vuelan muy bien, y cuando el Gran Khan desea tener halcones peregrinos los reclama a esa comarca, pues nacen en una isla que hay en el mar, así como los gerifaltes. Esta comarca está situada tan a Septentrión, que la estrella del Norte queda un poco atrás hacia el Mediodía. Los gerifaltes nacen en esta ciudad en tanta abundancia, que el Gran Khan tiene cuantos quiere. Así, que los cristianos que los traen de sus tierras no los llevan al Gran Khan, sino a Argón, señor de Levante.

 

Ya os hemos referido todo lo concerniente a la provincia de Septentrión hasta el Océano. Volveremos atrás hasta el Gran Khan, en una provincia llamada Campiciú.

LXXII

Del gran reino de Erginul

Cuando se deja Campiciú, del cual os he hablado ya, se marcha cinco jornadas por un camino donde se oyen hablar ciertos espíritus malignos, y al cabo, hacia Levante, se encuentra el gran reino llamado Erginul. Pertenece al Gran Khan; forma parte de la provincia de Tangut, que está dividida en varios reinos. Los habitantes son cristianos nestorianos, idólatras y mahometanos. Son muchas las ciudades que hay en ella, y la capital es Erginul. De esta ciudad se va al país de Catai.

Yendo al Catai se encuentra al paso una ciudad llamada Cilingiu. La provincia también se denomina así. Aquí también hay numerosas villas y fortalezas. También forman parte de Tangut y pertenecen al Gran Khan.

Hay otros salvajes, con astas enormes y magníficos pelos largos, salvo en la espalda, y pintados de blanco y negro. Tienen el pelamen de tres palmos de largo. Los naturales han domesticado varios de estos toros; los cogen salvajes y se reproducen de tal modo que tienen gran cantidad de ellos. Con ellos cazan y trabajan, y como tienen mucha fuerza rinden el doble trabajo que los demás animales.

En esta región se produce el almizcle mejor y más fino. Sabed que el almizcle se recoge así: hay un animalito del tamaño de una gacela, que tiene el pelo muy áspero, las patas de gacela, sin cuernos, con cola de gacela, cuatro dientes, dos abajo y otros dos en la mandíbula superior, de tres dedos de largo y muy puntiagudos. Van siempre por parejas. Es un hermoso animal. Cuando se le apresa, el animal tiene escondido en el medio del vientre, en una bolsita entre el cuero y la carne, el humor, que se corta con el pellejo y se aparta, y este humor es el almizcle, del que mana una fragancia muy persistente. En esta región lo hay en cantidad.

Los naturales viven de la industria y del comercio, y tienen trigo en abundancia. Es una provincia grande de veinticinco jornadas. Hay faisanes dos veces mayores que los nuestros, del tamaño de un pavo real. Tienen la cola de lo palmos de larga y comúnmente de nueve, ocho y siete, por lo menos. Los hay también más pequeños y como el faisán de nuestra tierra. Hay inmensa variedad de pájaros de los más bellos matices y colores.

Los naturales son idólatras. Son gruesos, tienen la nariz roma y el pelo negrísimo. Son barbilampiños, excepto algún que otro pelo en la barbilla. Las mujeres no tienen ningún bello; sólo tienen pelos en la cabeza. Son blancas, de hermosa piel y de miembros proporcionados. Son muy inclinados a la lujuria y tienen cantidad de mujeres, y ni sus leyes ni costumbres son contrarias a eso. Pueden tomar cuantas mujeres quieran y cuantas puedan mantener. Si hay una mujer hermosa y de humilde condición, la toman por su hermosura los más conspicuos varones y hombres notables de gran prestigio; por ello dan dinero a la madre según lo estipulen.

Proseguiremos nuestro viaje y hablaremos de otra provincia hacia Levante.

LXXIII

De la provincia de Grigaia

Dejando a Arginul y yendo hacia Levante durante ocho jornadas, se encuentra una provincia donde hay numerosas villas y castillos, y es la de Tangut. La ciudad principal se llama Calaciai. Los naturales son idólatras y hay tres iglesias de cristianos nestorianos. Son feudatarios del Gran Tártaro. Hacen camelotes de piel de camello, blanca, buena y de la mejor calidad. De allí los llevan a los mercaderes de todos los países, a Cati y a todas partes.

De esta provincia iremos a otra hacia Levante, que llaman Tenduc, entrando en las tierras del Preste Juan.

LXXIV

De la provincia de Tenduc

Tenduc es una provincia de Levante rica en castillos y ciudades. Pertenece el Gran Khan, pues los descendientes del Preste Juan son sus vasallos. Su capital es Tenduc. El rey de esta provincia desciende del Preste Juan y él mismo se da este nombre. Es cristiano; su nombre es Georgie. Gobierno en nombre del Gran Khan, pero no sobre el dominio del Preste Juan: tan sólo en una parte de él, pues el Gran Khan dio por esposas a sus hijas y parientas a los reyes que descienden del Preste Juan.

En esta provincia se encuentran las piedras de las que se saca el cobalto, y las hay de excelente calidad. Tejen camelotes muy finos de piel de camello. Viven del pastoreo y de la agricultura. También parte de entre ellos se dedican al comercio y a la industria.

El señor es cristiano, como os he dicho ya; pero en la población hay idólatras en gran número y hombres que adoran a Mahoma. Hay una clase de gente llamada Argón, que quiere decir en español «guasmul», es decir, mestizos de dos tribus: la de Tenduc, idólatra, y la mahometana. Son muy hermosos, mucho más que los demás del país; más finos, más cultos y hábiles comerciantes. Sabed que en esta provincia vivía el sabio maestro del Preste Juan cuando éste reinaba sobre los tártaros y todas las provincias y reinos circunvecinos. Y aún moran ahí sus descendientes, y el Georgie que os nombré es de la estirpe del Preste Juan y heredó de la señoría del mismo. Es el lugar que en nuestro país llamamos Gogo y Magogo, pero ellos lo llaman Ung y Mungul. Y en cada una de estas provincias hay una familia de esta gente: en Ung los gogos, y en el Mungul los tártaros.

Y cabalgando por esta provincia siete jornadas hacia Levante, hacia Catai, nos encontramos con varias ciudades y castillos, en donde adoran a Mahoma y a los ídolos; pero aún existen algunos cristianos nestorianos.

Viven del comercio y la industria. Fabrican el brocado de oro, que llaman nascisi, fin y nac, y paños de seda de varias suertes; también tejen el brocatel de seda y oro y bayetas de lana de muchas clases.

Son vasallos del Gran Khan. Hay una ciudad llamada Sindaciu; en ésta se hacen trabajos de toda especie de talabartería y los arreos necesarios del ejército. En una montaña de esta provincia hay un lugar llamado Ydifu, en el cual hay filones argentíferos, de los cuales se saca muchísima plata. También tienen caza en abundancia.

Abandonaremos esta provincia y ciudad para irnos a tres jornadas y llegar a una ciudad llamada Ciagannor, en la cual hay un gran palacio, que pertenece al Gran Khan, y es la residencia de predilección del gran señor, porque hay lagos y ríos llenos de cisnes. En el llano hay grullas, faisanes y perdices y toda clase de pájaros. Y por eso el Gran Khan la habita de preferencia; ahí se complace en cetrear con el gerifalte y el halcón, y es uno de sus entretenimientos favoritos. Hay cinco clases de grullas: una negra, como los cuervos, y de gran tamaño; la otra, toda blanca, las alas preciosas, con plumaje lleno de ojos redondos como la cola del pavo real, pero de color dorado; la cabeza es negra y roja, el cuello negro y blanco y larguísimo. La tercera especie es semejante a la nuestra; la cuarta, pequeña, con un penacho rojo y el cuerpo negro. La quinta es gris, con la cabeza bermeja y negra, el cuerpo grande y bien plantado.

En esta ciudad hay un valle, en donde el Gran Khan ha hecho construir varios pabellones para criar pájaros, que llamamos perdices reales. Las hacen guardar, y hay en cantidad fabulosa, y cuando viene a cazar tiene todas las que quiere a su albedrío.

Y nos iremos hacia tramontana y Nordeste hacia donde sopla el viento griego:

LXXV

De la ciudad de Ciandu y del maravilloso palacio del Gran Khan

Y cuando nos alejamos de la ciudad arriba mentada por espacio de tres jornadas, llegamos a otra llamada Ciandu, que ha fundado el Gran Khan. Este Khan se llama Cublai-Khan.

En esta ciudad elevó un palacio de mármol y piedras, cuyas alas y estancias están enteramente doradas.

Es maravillosamente bello y bien decorado. Desde este alcázar parte una muralla que tiene cerca de 16 millas de circunvalación, en cuyo recinto hay fuentes, ríos y valles. El Gran Khan ha reunido en él toda suerte de animales: ciervos, corzos y gamos, que dan en pasto a los gerifaltes y halcones, que aquí tiene en número de 200. Él mismo va a verlos una vez por semana y va galopando por esta pradera, que corre a lo largo del muro, y muy a menudo trae consigo un leopardo en la grupa de su caballo. Así se divierte en ver cómo los ciervos son devorados por los gerifaltes.

Sabed que en esta pradera cercada de muros ha hecho construir un palacio de vigas, pero dorado en su interior y decorado con toda especie de aves y pájaros, hábilmente recortados sobre el oro. La armazón es de cañas y tablones barnizados, tan bien unidos que el agua no puede echarlos a perder. Estos tablones son de más de tres palmos de espesor por 10 a 15 de longitud. A veces su longitud cubre toda la casa de un lado a otro; el palacio está enteramente compuesto de estas cañas doradas y vigas y dispuesto en tal forma que el Gran Khan puede hacerlo desarmar cuando quiere, y está ligado por 200 gruesos cordones de seda.

En él habita el Gran Khan tres meses del año: junio, julio y agosto. Porque no hace calor y porque goza con la estancia en él. En estos tres meses se arma el pabellón de caña, que luego se desarma en los demás meses del año. Así lo hizo construir, para armarle y desarmarle. El Gran Khan abandona el día 28 del mes de agosto de cada año la ciudad y el palacio. Y os diré el por qué más adelante.

Tiene una cuadra de caballos y yeguas blancas como la nieve (jamás de otro color), en número de 10.000; no puede beber de la leche de estas yeguas más que el Gran Khan y sus allegados que sean de la familia del emperador y su estirpe. Y sólo otra categoría de gente tiene este privilegio, y son los llamados «Horiat», por especial favor acordado después de una gran victoria ganada antaño por ellos con Gengis Khan.

Y os digo que honran tanto a estas yeguas blancas, que si un gran señor las encuentra a su paso cuando las llevan a pastar, nunca pasaría por en medio de ellas, sino cederá el paso. Y los astrólogos y los ídolos han sugerido al Gran Khan que cada año el 28 de agosto hay que regar la tierra y desparramar en el aire esa leche para que la beban los espíritus. Y los ídolos dijeron que así los espíritus protegerían a sus mujeres, sus ganados, su trigo y sus casas y hacienda.

De ahí se traslada el Gran Khan a otra residencia.

Pero os contaré un milagro, que he tardado en referiros: sabed que estando el Gran Khan en su palacio hubo una gran nevada y muy mal tiempo. Tenía un sabio astrólogo y un brujo, que por su sabiduría y sus sortilegios hacían despejar las nubes sobre su palacio, de modo que allí nunca hacía mal tiempo, aunque todo alrededor reinara la tormenta. Estos sabios se llamaban Tebet y Quesmur y eran de familia idólatra. Eran maestros en artes diabólicas y en hechizos, pero hacían creer que el poder de encantamiento era debido a su santidad y al caso que los dioses hacían de ellos. Estos hombres tienen por costumbre, cuando hay un condenado a muerte, de hacerle cocer y comerle luego; pero si hubiere muerto de muerte natural, entonces no lo comen. Y estos bacsis logran con sus sortilegios hacer el milagro siguiente: cuando el Gran Khan está sentado en la inmensa sala en su estrado alto y ponen las copas llenas de vino y de leche y otras bebidas en el suelo, en medio de la sala, a 10 pasos de la mesa, estos bacsis hacen, por sus artificios y encantamientos, que esas copas llenas se levanten del suelo y se posen ellas solas ante el Gran Khan, sin que nadie las toque. De este hecho pueden atestiguar más de 10.000 hombres que lo presenciaron. Y los hombres sabios que entienden de nigromancia os dirán que esto puede hacerse.

 

También os digo que cuando vuelven estos bacsis de las fiestas de sus ídolos, le dicen al Gran Khan: «Señor, el tal ídolo desea se celebre la tal fiesta en su honor». Y nombran al ídolo que desean honrar, y añaden: «Sabed, gran señor, que este ídolo tiene por costumbre traer el mal tiempo y las calamidades que destruyen a nuestro ganado, y el granizo y el pedrisco, y si no se le ofrecen holocaustos nos mira airado; por eso os pedimos nos deis tantos carneros de cabeza negra, tanto incienso, tanta madera de zábila y tanto de esto y tanto de lo otro para que podamos inmolar y sacrificar con gran pompa a nuestro ídolo para que nos proteja». Y los bacsis se lo dicen a los barones que rodean al Gran Khan y a sus mayordomos y consiguen cuanto piden para honrar la fiesta de sus ídolos. Entonces hay gran jubileo, con cantos y letanías. Inciensan y perfuman de especies el ambiente, hacen cocer la carne y la presentan a los ídolos, derramando el jugo aquí y allá, para que así se alimenten. Y así es como los honran en sus ceremonias. De modo que cada ídolo tiene su fiesta en un día determinado, como nuestros santos, pues tienen grandes templos, abadías y monasterios, que forman pequeñas ciudades, en las que hay más de 2000 monjes que viven más honestamente que los demás ciudadanos.

Estos monjes llevan afeitada la cabeza y la barba. Celebran una ceremonia con cantos y luces, con la pompa que jamás podréis figuraros. Entre ellos hay algunos que pueden casarse; por lo general lo hacen y tienen muchos hijos.

Hay otra suerte de religiosos, llamados «sensin», que guardan rigurosa abstinencia y llevan una vida ejemplar. No comen en toda la vida más que sémola, que es el afrecho o restos que quedan en la cáscara del trigo. Esto lo meten en remojo en agua caliente algún tiempo y luego comen esa papilla. Ayunan varias veces al año y no toman otra cosa que esa sémola. Tienen grandes y numerosos ídolos y a veces adoran al fuego. Los seglares dicen que los que viven en tan grande abstinencia y de vida tan estrecha son como los «ratarinos», porque adoran los ídolos de manera diferente a la suya y dicen que son locos, porque afligen así a sus cuerpos. Tienen un gran respeto por ellos. Éstos no tomarían mujer por nada en el mundo. Y se tonsuran la cabeza y la barba. Llevan vestidos negros y blusas de estameña, y si fueran de seda las llevarían del mismo color. Duermen sobre tablas de madera y llevan una vida austera.

Sus iglesias e ídolos son todos femeninos; es decir, que llevan nombres de mujeres.

Y dejemos este argumento para contaros los grandes hechos y maravillas del gran señor de todos los tártaros el Gran Khan llamado Cublai.

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SEGUNDO LIBRO

LXXVI

Donde trata de los hechos del Gran Khan que reina presentemente, llamado Cublai Khan, de cómo rige a su corte y administra justicia; de sus gestas y proezas

Os quiero relatar en nuestro libro todas las grandes proezas y maravillas del Gran Khan que reina en la actualidad, llamado Cublai, que en nuestro idioma quiere decir el señor de los señores. Y lleva ese título justificadamente, pues es sabido de todos que es el hombre más poderoso en tierras, huestes y tesoros que jamás haya existido desde Adán, nuestro primer padre, hasta nuestros días.

Os demostraré en mi libro lo que es un hecho.

LXXVII

De la gran batalla librada entre el Gran Khan y el rey Nayan, su tío

Sabed, en verdad, que desciende en línea recta del emperador Gengis Khan, y que por su descendencia debe ser el señor de todos los tártaros. Heredó la señoría el año 1256 del nacimiento de Cristo y empezó a reinar ese año. Mereció el mando por su valor, sus proezas y su inmensa sabiduría, pues sus parientes se lo quisieron arrebatar, aunque la señoría le venía de derecho. Reinó desde esa fecha cuarenta y dos años, hasta el año 1298. Debe de tener ochenta y cinco años. Antes de heredar el reino tomó parte en varios hechos de armas y fue bizarro capitán, y desde que reina no ha hecho más que una campaña, en el año 1286, y os diré por qué.

Un hombre que llamaban Nayan y era tío de Cublai Khan, se vio, muy joven aún, dueño y señor de varias tierras y provincias, de suerte que podía armar hasta 400.000 hombres. Sus antepasados habían sido antaño vasallos del Gran Khan, y él mismo lo era. Pero, como os cuento, era un joven de treinta años. Viéndose tan gran señor, no quiso más someterse al Gran Khan, y pensó en quitarle el poder. Entonces Nayan envió emisarios a Caidu, que era otro grande y poderoso señor y sobrino del Gran Khan, de natural rebelde, que también le odiaba. Le mandó ponerse de su lado y que fuera por otra parte a arrancarle su tierra y señorío al Gran Khan. Y Caidu le respondió que estaba de acuerdo y pronto con sus gentes en la fecha que le había indicado para ir contra el Gran Khan. Y éste tenía el poder de armar a 100.000 hombres. Y tanto Nayan como Caidu se preparaban y reunían cantidad de caballeros e infantes para ir en contra del Gran Khan.

LXXVIII

De cómo el Gran Khan fue al encuentro de Nayan

No se inmutó el Gran Khan al oír tamaña felonía, y como hombre prudente y de gran valor se preparó con sus gentes y juró que no quería llevar su corona ni reinar en sus tierras mientras no diera muerte a los dos traidores. Y el Gran Khan hizo sus preparativos en veintidós días, tan secretamente, que tan sólo su Consejo estaba enterado de ello. Reunió a 350.000 hombres y caballos y a 100.000 infantes; y aún tuvo tan pocos, porque éstos guardaban al huésped que tenía en su casa, y sus otros ejércitos, que eran numerosos, estaban lejos, conquistando tierras y, por consiguiente, no había tiempo para reunirlos, pues si hubiera podido reunir a todas sus fuerzas, hubiese tenido cuantos soldados quería y se habría juntado una tal multitud, imposible de contar. Y entre estos 350.000 hombres estaban sus halconeros y otros que le rodeaban en su corte. Cuando reunió a su gente hizo venir a los astrólogos para ver si vencería al enemigo y si estaba destinado a aniquilarlos, y le pronosticaron que haría cuanto se propusiera. Entonces el Gran Khan se puso en camino con sus huestes y anduvieron veinte días, hasta llegar a una llanura, donde se hallaba Nayan con toda su tropa, que consistía en 400.000 hombres. Llegaron de madrugada, y tan secretamente, que el enemigo ignoró su llegada, porque el Gran Khan había hecho ocupar sus caminos de modo que nadie pudiera ir y venir sin caer prisionero. Y fue por lo que los enemigos no sospecharon siquiera su llegada. Se hallaban muy cerca del campo cuando Nayan, despreocupado en su tienda de campaña, se holgaba con su mujer y se regocijaba en su belleza, pues sentía por ella gran pasión.

LXXIX

En donde empieza la batalla del Gran Khan y de su tío Nayan

Cuando llegó el alba del día señalado para librar la batalla, apareció el Gran Khan en una plataforma, en la misma llanura donde Nayan había acampado (ajeno a lo que le esperaba, creyéndose muy a salvo de toda sorpresa). No habían tenido siquiera la precaución de poner centinelas ni vigías ni delante ni atrás. El Gran Khan surgía de una plataforma, como os dije, en un pabellón sujeto a cuatro elefantes. Su señera flotaba tan en lo alto, que podía verse desde todas partes. Sus hombres alineados y escalonados en orden de batalla a 30 millas a la redonda, envolvían el campamento de Nayan por todos costados. Cada hombre, a caballo con su peón, lanza en ristre. Todos en plan de batalla, cercando al enemigo para combatirle. Cuando Nayan y sus hombres se vieron acosados por el Gran Khan, ciñendo el campamento, quedaron atónitos. Corrieron a las armas. Se armaron hasta los dientes y pronto se alistaron en plan de batalla.