Za darmo

100 Clásicos de la Literatura

Tekst
Oznacz jako przeczytane
Czcionka:Mniejsze АаWiększe Aa

Entonces decidieron ir los tres a un tiempo, encontrando al niño del tamaño y edad que le correspondía (pues no tenía más que trece días). Ante él se postraron ofreciéndole oro, incienso y mirra. El niño cogió las tres cosas y, en cambio, les entregó un cofrecillo cerrado. Los Reyes Magos volvieron después de esto a sus respectivos países.

XXXII

Relación de los Reyes Magos que vinieron a adorar a Dios

Cuando hubieron cabalgado algunas jornadas, se dijeron que querían ver lo que el niño les había dado. Abriendo el cofrecillo, se encontraron que contenía una piedra. Sorprendidos, se preguntaron qué significaría aquello, pues habiendo el niño cogido las tres ofrendas, comprendieron los Reyes que el niño era Dios, Rey terrestre y Médico, y debía de tener aquello un sentido oculto, y, en efecto, el niño dio a los tres Reyes la piedra, significándoles que fueran firmes y constantes en su fe. Los tres Reyes tomaron la piedra y la echaron a un pozo, ignorando aún su significado, y cuando la piedra cayó al pozo, un fuego ardiente bajó del cielo y penetró en el pozo. Cuando tal vieron los Reyes, quedaron estupefactos y se arrepintieron de haber tirado la piedra, pues era un talismán. Cogieron del fuego que salía del pozo para llevarlo a sus respectivos países y ponerlo en un magnífico y rico templo. Y desde entonces está ardiendo y le adoran como si fuera un dios. Y los sacrificios y holocaustos que hacen son con ese fuego sagrado. Jamás toman de otro fuego que no sea de este maravilloso, caminando leguas y leguas para conseguirlo, cuando se les acaba, por la razón que ya os dije. Y son numerosos los que adoran el fuego en esta región. Todo esto le contaron a mi señor Marco Polo, y también de que los tres Reyes Magos el uno era de Sava, el otro de Ava y el tercero de Cashan. Y ahora que os he contado esta historia os citaré otras ciudades de la Persia, sus costumbres y gestas.

XXXIII

Los ocho reinos de Persia

Sabed que en la Persia hay ocho reinos, porque es una extensa provincia, y he aquí los nombres de ellos: el primero se llama Casvin; el segundo, hacía Mediodía, Kurdistán; el tercero, Lor; el cuarto, Gulistán; el quinto, Ispahon; el sexto, Ceraci; el séptimo, Sonkara; el octavo, Tonquín. Todos estos reinos están hacia Mediodía, menos uno, que está cerca del árbol solitario.

En este reino hay magníficos caballos que llevan a vender a la India. Y sabed que son caballos de gran valor, porque se venden muy bien cada uno en 200 libras. También tienen los asnos mejores del mundo, que valen hasta 30 Marco de plata cada uno, son grandes corredores y muy resistentes. Estas gentes llevan los caballos hasta Chisi y a Curmosa, que son dos ciudades en el litoral de la India; allí encuentran mercaderes que se los compran, los llevan al interior de la India y los tornan a vender a buen precio.

En este reino hay gente muy cruel y homicida, y siempre tienen pendencias entre ellos, que si no fuera por el temor a la Señoría de los tártaros de Levante matarían a todos los negociantes que viajan por esos parajes. Y a pesar de la soberanía de los tártaros, no dejan de cometer fechorías, que si los mercaderes no van bien provistos de armas y de flechas los matan y los maltratan. Todos son musulmanes y observan la ley del Profeta.

En la ciudad hay muchos mercaderes y artesanos que viven de su trabajo y del tráfico de los mismos. Tejen el brocado de oro y seda de toda especie. Hay en la comarca mucha abundancia: tienen maíz, trigo, avena, cebada y alpiste y toda clase de vinos y frutas.

Dejemos estos reinos y os contaré de la gran ciudad de Yasdi y de todo lo que la concierne.

XXXIV

De la ciudad de Yasdi

Yasdi es una noble y bella ciudad de la Persia. En ella se fabrican brocados de seda que llaman «yasdi» y que los comerciantes transportan a muchas regiones para sacar de ellos pingües beneficios. Adoran a Mahoma. Alejándose de ella, hay que cabalgar siete jornadas en la llanura, y no hay más que tres lugares con habitaciones donde repararse.

Hay buenos caballos que tratan magníficamente, mucha caza en los bosques, perdices y tordos en abundancia. También hay buen número de pollinos salvajes. Al cabo de siete jornadas de marcha hay un reino llamado Kerman.

XXXV

Del reino de Kerman

Kerman es otro reino de la Persia y antiguamente tenía un señor hereditario, pero después de la conquista de los tártaros ya no es así, y tienen un gobernador impuesto por la voluntad del Tártaro. En este reino hay semillero de piedras llamadas turquesas. Las encuentran en las montañas picando la roca. Tienen además minas de acero y ónix. Todos los arreos de los caballos son muy bien labrados y cincelados, tanto los frenos como las espuelas, las sillas, las espadas, arcos, goldres y aljabas, vainas y demás armaduras en usanza.

Las damas y damiselas bordan a la perfección sobre brocados de seda de todos colores, animales, pájaros, flores y otros motivos. Fabrican las gualdrapas de los barones y grandes capitanes, tan primorosamente, que es maravilla el verlo. También confeccionan almohadones, edredones, cojines, y todo esto con una habilidad increíble. En las montañas nacen los más variados pájaros. Los que mejor vuelan son de una especie más pequeña: halcones pintados de rojo en el pecho y debajo de la cola; vuelan con tanta rapidez que no hay pájaro que los alcance y los sobrepuje.

Partiendo de la ciudad de Kerman se galopa otras siete jornadas, encontrando al paso castillos, caseríos y alquerías en gran cantidad. El cabalgar es muy agradable por estas regiones, habiendo abundante caza de perdices. Al cabo de las siete jornadas de marcha por esa llanura, se da con una inmensa calzada agreste, cuya ascensión dura dos jornadas y otras dos para bajar a la vertiente opuesta. También aquí abunda la fruta. En otros tiempos hubo habitaciones, pero ahora es terreno de mesta en donde sólo pastan algunas majadas conducidas por sus pastores. En esta bajada de la ciudad de Kerman reina en invierno tal frío que hay que proveerse de mantas y abrigos para no sucumbir.

XXXVI

De la ciudad de Camandi

Al cabo de la pendiente, después de dos jornadas de montura, se halla uno en un inmenso llano, en cuya desembocadura está la ciudad de Camandi, que antaño fue muy grande y noble ciudad. Pero queda reducida hogaño, porque los tártaros la saquearon en varias ocasiones. Esta llanura es muy calurosa.

La provincia que mencionaremos ahora se llama Reobar. Sus frutos son los dátiles, las manzanas, los pistachos y otras especies que no crecen en nuestras regiones nórdicas. En este llano hay una especie de pájaro que se llama francolín, que es diferente de los francolines de otros países, pues son negros y blancos y tienen el pico y las patas encarnadas. Los animales suelen también ser bastante diferentes de los nuestros, y os hablaré ante todo de los bueyes. Los bueyes son muy grandes y blancos como nieve, el pelo liso y corto, por el calor sin duda; las astas gordas y pequeñas y nada puntiagudas. En el lomo tienen una prominencia redonda, alta dos palmos, es decir, una joroba. Son hermosísimos, y cuando los quieren cargar se echan como los camellos; luego se alzan por sí solos. Llevan muy bien pesadas cargas, siendo robustísimos. Tienen el morro grande como el de los pollinos, y la cola tan gruesa y larga que bien puede pesar treinta libras; son grandes y gordos, y exquisitos como alimento. En esta llanura hay varios castillos y villas fortificadas, con murallas altas y fuertes para la defensa contra los caraunas, que son bandidos que merodean por el país. ¿Y por qué se llaman caraunas? Porque sus madres son indias y sus padres tártaros. Cuando esta gente recorre el país dedicándose al pillaje, lo hacen con encantamientos y sortilegios y obras diabólicas, logrando que la atmósfera se oscurezca de modo que nada se pueda divisar al horizonte. Y consiguen que estas tinieblas perduren unos siete días. Conocen perfectamente la región. Cuando han sumido al país en la oscuridad, cabalgan apretados los unos contra los otros en grupos que llegan a formar hasta un núcleo de 10.000 (a veces más y a veces menos), de tal suerte, que ocupan casi toda la parte que desean devastar, no escapando a su triste suerte ni hombre ni bestia ni objeto alguno. De suerte que después de haber apresado a los hombres, matan a los viejos y se llevan a los mozos, vendiéndolos como siervos y esclavos. Su rey se llama Nogodar. Este Nogodar fue a la corte de Ciagatai, que era hermano del Gran Khan, con 10.000 hombres, y vivió con él, pues era su tío y, al mismo tiempo, un gran señor. Cuando hubo obtenido la hospitalidad, Nogodar ideó y ejecutó una gran felonía. Ya os diré cómo: Al separarse de su tío Ciagatai, que vivía en la Armenia Mayor, se escapó con 10.000 hombres, todos crueles y ladinos; pasó por Badasian y por una provincia que se llama Pasciai, por otra denominada Kesciemur, perdiendo gente y ganado, porque los caminos eran estrechos y malos y había muchos desfiladeros. Cuando hubieron pasado todas estas provincias, entraron en la India limítrofe a una provincia llamada Dilivar. Se apoderaron de una hermosa ciudad llamada Dilivar, asentando en ella sus reales y desposeyendo al rey Asidin, sultán poderoso. Ahí quedó Nogodar con sus huestes, y no hubo nadie que mandara por encima de él, e hizo la guerra a los demás tártaros que vivían en los vecinos reinos.

He aquí la historia de esa llanura y de las tribus que hacen la oscuridad para dedicarse al bandolerismo. Micer Marco fue preso por estas gentes en la oscuridad, pero pudo escapar a un castillo llamado Canosalmi. De sus compañeros pocos salvaron, fueron presos, muertos o vendidos. Y os contaré ahora otras cosas más amenas.

 

XXXVII

De la segunda meseta inclinada

Esta llanura se extiende al Sur, en una longitud de cinco jornadas de marcha. Y al cabo de estas cinco jornadas se encuentra una nueva meseta que desciende 20 millas y ofrece caminos pésimos. En ellos guarecen gentes maleantes, y el tránsito es poco seguro y peligroso.

A la bajada de esta pendiente hay una llanura muy bella, que se llama la llanura de Formosa. Para llegar a ella se emplean dos jornadas; hay magníficos ríos, bordeados de palmeras por doquier. Hay abundancia de francolines, loros y otros pájaros que no existen en nuestra tierra.

Después de cabalgar otras dos jornadas, se llega al Océano, y en la costa hay una ciudad llamada Cormos, que es puerto de mar. Los mercaderes llegan a ella de las Indias en sus barcos, naves y galeras, y traen toda suerte de especias y piedras finas y perlas y brocados de oro y seda, colmillos de elefantes y otras mil mercaderías. Allí las entregan a los naturales, que a su vez las desparraman por todo el universo. Es una ciudad sumamente comercial. De ella dependen muchas otras villas y castillos. Es la capital del reino, cuyo rey se llama Ruemedan Acomat. El clima es tórrido, el sol implacable y la costa un poco encerrada, de modo que no pasa el aire. Si un mercader extranjero llega a morir en ella, el rey se incauta de toda su fortuna. En esta región hacen un vino de dátiles y especias que es exquisito, y cuando los hombres lo toman se emborrachan y se purgan a la vez, lo que les hace gran bien y les fortifica además los músculos. Los hombres no comen como nosotros, pues si prueban el pan candeal y la carne, enferman. Para conservarse sanos beben vino de palmera y comen pescado. También comen muchas cebollas.

Sus galeras son muy malas y se van a menudo a pique, porque no están clavadas con puntas de hierro, sino cosidas con hilo que fabrican de la corteza de Indias, que hacen macerar y se vuelven fuertes como crines de caballo. De estos hilos o cordeles hacen una red, con la cual cubren la carena; pero aunque dure bastante, al cabo del tiempo el hilo se deshace en el agua del mar. Las naves tienen un árbol, una vela y un timón; carecen de puente; cuando las cargan cubren las mercancías con cueros. No conocen el acero, y por esta razón hacen el espolón de madera y de cuerdas entretejidas. La navegación es muy agradable en estas galeras, pero, como os he dicho, son inseguras y naufragan con frecuencia, tanto más que hay grandes tempestades en el mar de la India.

La población es negra y adora a Mahoma. En verano la gente se aleja de la ciudad porque el calor es tan intenso en ella que morirían; se van a los alrededores, a sus jardines, en donde hay agua y ríos. A menudo sopla en verano un vendaval de arena tan ardiente, que mataría a todo el mundo si se quedara en la ciudad.

Siembran trigo, cebada y otros cereales en el mes de noviembre y lo recogen en marzo, y así se hace con la recolección de todos los frutos, pues se recoge y cuenta la cosecha en el mes de marzo; después de este mes ya no encontráis ninguna sola hierba ni fruto, pues el sol lo abrasa todo.

Las galeras no están alquitranadas, sino untadas con una especie de aceite de pescado.

Cuando muere algún indígena, los hombres y mujeres le guardan mucho duelo. Las mujeres especialmente lloran a sus muertos más de cuatro años después de la defunción, por lo menos una vez al día. Se reúnen para esta ceremonia deudos, parientes y vecinos y celebran el duelo con gran pompa.

Dejemos ahora esta ciudad.

No os referiré aquí aún lo que atañe a las Indias, contándolo más adelante en este libro en su tiempo y lugar. Volveremos a pasar la montaña y regresaremos por otro camino a la ciudad de Kerman, de la cual os hablé ya, pues para alcanzar esa región, de la que quiero hablaros, hay que volver por la ciudad de Kerman.

Ya os dije que el rey Ruemedan Acomat, del cual nos separamos entonces, es el que reina en Kerman. El camino de regreso de Cremosa a Kerman está compuesto por bellas llanuras ricas en víveres. Hay baños calientes. Hay perdices, frutos, dátiles en cantidad. El pan de trigo es tan amargo, que nadie puede comerlo; por lo tanto, no se consume, y esto es debido a que el agua con que se amasa es amarga. Los baños de que os hablo son fuentes termales calientes. Son excelentes para varias enfermedades y eczemas.

Deseo hablaros ahora de otras comarcas que os iré nombrando en mi libro hacia tramontana.

XXXVIII

De cómo se internó por una comarca salvaje y pobre

Desde Kerman cabalgamos siete jornadas por caminos feos y aburridos. Durante tres días no encontramos ni un solo río, y las fuentes que se hallan al paso son saladas; el agua es de color verde como el pasto, y tan amarga, que nadie puede beberla. Si por casualidad llega a probarla el viajero, se enferma. La sal que da esta agua una vez evaporada es tan fuerte, que un solo grano produce cólicos terribles. Por esta razón los hombres se llevan agua en las alforjas de sus cabalgaduras. También sus caballerías beben a veces de ella cuando están sedientas y les produce igualmente cólicos. Durante tres días no se encuentra ninguna habitación; todo alrededor es desierto y de aspecto árido. No se ve rastro alguno de animales, pues no encontrarían alimento.

Al cabo de estas tres jornadas hay otra tirada de cuatro, en las mismas condiciones. Todo es aridez, desolación; el agua amarga, no hay ni árboles ni animales, a excepción de algunos borricos salvajes. Por fin, después de estas cuatro jornadas acaba el reino de Kerman y empieza la ciudad de Cobinan.

XXXIX

La grande y noble ciudad de Cobinan

Cobinan es una gran ciudad. Los habitantes adoran a Mahoma. Hay hierro, acero e imán en gran cantidad. Fabrican espejos de acero grandes y bellos. Aquí se hace la atutía, muy buena para los ojos. Os diré cómo la obtienen: toman una tierra compuesta de cobre y calamina, que sirve para hacer el latón; lo ponen en un horno muy fuerte, sobre el cual hay una rejilla de hierro. El humo y la humedad que se adhieren a la rejilla forman una sustancia llamada «atutía», y lo que queda de la tierra en el fuego es la «escoria», con la que se hace el latón.

Dejemos esta ciudad y prosigamos.

XL

De cómo se pasa por un desierto

Cuando se aleja uno de Cobinan se atraviesa un desierto por espacio de más de ocho días, seco, árido, sin fruta ni árboles, las aguas amargas y pésimas, y hay que llevarse toda clase de provisiones para comer y beber, excepto el agua para las caballerías, que, a pesar de tener mal sabor, ellas beben con gran avidez.

Al cabo de las ocho jornadas se encuentra una provincia llamada Tonocain. En ella hay cantidad de castillos y ciudades; confina con la Persia hacia el poniente. En la llanura vastísima crece el árbol que los cristianos llaman el árbol seco (álamo). Os diré cómo es: es muy grande y gordo, sus hojas son de un lado blancuzcas y del otro verdes. La corteza es como la del castaño, pero la madera es fuerte y amarillenta; a 100 millas a la redonda no se ve otro árbol, salvo en una dirección, a unas 10 millas, en donde hay un arbolado de otras especies. En este lugar es donde, según se dice, se efectuó el encuentro entre Alejandro y Darío. Las ciudades y castillos son ricas en cosas buenas; el clima es templado, ni demasiado frío ni demasiado caliente. Las gentes rezan a Mahoma. El tipo de los indígenas es gallardo; las mujeres, especialmente, son de gran hermosura.

Dejemos esta región y os hablaremos de otra llamada Muleet, en donde tenía por costumbre vivir el Viejo de la montaña.

XLI

En donde se trata del Viejo de la montaña y de sus asesinos

Muleet significa herético, según la ley de Sarain. Os contaré su historia, tal como la oyó repetidas veces micer Marco.

Al viejo le llamaban en su lengua Aladino. Había hecho construir entre dos montañas, en un valle, el más bello jardín que jamás se vio. En él había los mejores frutos de la tierra. En medio del parque había hecho edificar las más suntuosas mansiones y palacios que jamás vieron los hombres, dorados y pintados de los más maravillosos colores. Había en el centro del jardín una fuente, por cuyas cañerías pasaba el vino, por otra la leche, por otra la miel y por otra el agua. Había recogido en él a las doncellas más bellas del mundo, que sabían tañer todos los instrumentos y cantaban como los ángeles, y el Viejo hacía creer a sus súbditos que aquello era el Paraíso. Y lo había hecho creer, porque Mahoma dejó escrito a los sarracenos que los que van al cielo tendrán cuantas mujeres hermosas apetezcan y encontrarán en él caños manando agua, miel, vino y leche. Y por esta razón había mandado construir ese jardín, semejante al Paraíso descrito por Mahoma, y los sarracenos creían realmente que aquel jardín era el Paraíso.

En el jardín no entraba hombre alguno, más que aquellos que habían de convertirse en asesinos. Había un alcázar a la entrada, tan inexpugnable, que nadie podía entrar en él, ni por él. El Viejo tenía consigo a una corte de jóvenes de doce a veinte años; era los que adiestraba en el manejo de las armas, convencidos ellos también por lo que dice Mahoma, que aquello era el Paraíso. El Viejo los hacía introducir de a cuatro, de a diez y de a veinte en su mansión; les daba un brebaje para adormecerles, y cuando despertaban se hallaban en el jardín, sin saber por dónde habían entrado.

XLII

De cómo el Viejo de la montaña convierte a la obediencia y a la disciplina a sus asesinos

Cuando los jóvenes despertaban y se encontraban en el recinto, creían, por las cosas que os he dicho, que se hallaban en el cielo. Y damas y damiselas vivían todo el día con ellos, tocando y cantando y dándoles todos los gustos, sometidas a su albedrío. De suerte que estos jóvenes tenían cuanto deseaban, y jamás se hubieran ido de allí voluntariamente. El Viejo, que tiene su corte en una espléndida morada, hace creer a esos simples montañeses que es el Profeta. Y así lo creen en verdad.

Cuando el Viejo quiere enviar un emisario a cierto lugar para matar a un hombre, hace que tomen el brebaje un determinado número de entre ellos, y cuando están dormidos les hace llevar a su palacio. Y cuando despiertan y les dice que van a tener que ir en misión, se asombran, y no siempre están contentos, pues por su voluntad ninguno se alejaría del Paraíso en donde se hallan. Se humillan, sin embargo, ante el Viejo, pues creen que es el Profeta. El Viejo les pregunta de dónde vienen; ellos contestan: «del Paraíso», y aseguran que ese paraíso es realmente como el que Mahoma describió a sus antepasados, haciéndoles lenguas de cuantas maravillas contiene. Y los que no conocen aún, tienen deseos de morir y de ir al cielo para alcanzarle pronto. Así es que cuando el Viejo quiere hacer matar a un gran señor, escoge por asesinos a los mozos que sean más garridos. Los envía por el país y les manda matar a ese hombre. Ellos van y ejecutan el mandato de su señor y vuelven luego a su corte (por lo menos los que escapan con vida, pues hay muchos de entre ellos que son ejecutados después de haber cometido el reato).

XLIII

De cómo los asesinos se entrenan para el mal

Cuando los que se han salvado vuelven a su señor, dicen que han cumplido con su misión. El Viejo demuestra gran regocijo y festeja la hazaña. Ya le han enterado de quién puso más ardimiento y diligencia en la ejecución, pues envía a la zaga hombres que le informan de quién fue el más arrojado.

Cuando el Viejo quería quitar de en medio a algún señor u otro hombre que le estorbaba, escogía entre sus asesinos a los más aguerridos, los mandaba a donde quería, diciéndoles que les enviaba al Paraíso y que matarán a tal o cual hombre, y que si éste desaparecía les estaba reservado el cielo. Lo que les mandaba lo cumplían de muy buena gana, de manera que la víctima no escapaba a su mala suerte cuando el Viejo así lo disponía. Así tenía en jaque a varios reyes y varones, que no tenían ni idea de que quisiera exterminarlos.

Os he referido las artimañas del Viejo de la montaña y de sus asesinos; ahora os contaré cómo fue derrotado y por quién. Otra cosa se me olvidaba deciros: este Viejo tenía a otros dos sicarios, que eran sus cómplices y tenían sus malas costumbres. El uno lo envió a Damasco y el otro al Kurdistán. Pero dejemos esto, y veamos cómo acabó. Hacia el año 1262 del nacimiento de Cristo, Alan, el señor de los tártaros de Levante, enterado de las horribles hazañas de este Viejo, decidió que había que destruirle. Reunió a sus barones, los envió bien provistos de gentes de armas y pusieron cerco al castillo durante tres años; pero era tan fuerte, que no pudieron tomarle. No hubiesen podido apoderarse de él si los sitiados hubieran estado bien provistos de todo; pero al cabo de los tres años se acabaron los víveres, y entonces el Viejo de la montaña, de nombre Aladino, hubo de rendirse con toda su gente, y pereció infamemente.

 

Desde aquella época hasta hoy no hubo más asesinos y acabó el terror que el Viejo de la montaña sembrara en el pasado.

Y dejemos ahora esto y prosigamos nuestra relación.

XLIV

De la villa de Sapurgan

Dejando este castillo se cabalga por hermosos llanos y valles con ricos pastizales, frutos, hierbas en gran abundancia. Los ejércitos se complacen en quedarse en ellos por la gran cantidad de cosas que hallan para su sustento. Esta región se cabalga en ocho días, pasando por villas y castillos. Los habitantes adoran a Mahoma.

Hay trozos en que hay que cabalgar por un desierto de 60.000 millas, en donde escasea el agua, que conviene llevar consigo. En cuanto a los animales, aguantan sin beber hasta encontrar una fuente.

Después de cabalgar ocho días se llega a una ciudad llamada Sapurgan. Es una ciudad rica y abundante. En ella se encuentran los mejores melones del mundo, en gran cantidad, que ellos tienen por costumbre de secar del modo siguiente: los cortan alrededor como correas, los ponen luego al sol a secar y se vuelven más dulces que la miel. Con ellos comercian y los venden en los alrededores. También hay multitud de pájaros y caza. Dejemos esta villa y os contaremos de otra llamada Balc.

XLV

De la noble y gran ciudad de Balc

Balc es una noble y gran ciudad. En lo antiguo fue más próspera, pero la invasión de los tártaros y otros pueblos la han echado a perder. Tenía antes magníficos palacios y casas de mármol, pero éstas fueron destruidas. Aquí fue donde Alejandro tomó por esposa a la hija de Darío. Los habitantes adoran a Mahoma. Hasta aquí llega la tierra del señor de los tártaros de Levante, y esta ciudad es limítrofe a la Persia.

Dejemos esta ciudad y hablemos de otro país llamado Dogana. Abandonando la ciudad de Balc, se cabalgan doce jornadas sin encontrar rastro alguno de habitaciones, porque la gente huyó toda a la montaña y se refugió en las fortalezas, por miedo a los bandidos, que les tenían atemorizadas.

Hay agua en gran cantidad, caza y leones.

No se hallan víveres con facilidad durante estos doce días, así que hay que proveerse de ellos para sí y las caballerías.

XLVI

En donde se menciona la montaña de sal

Después de andar doce días se halla una ciudad fortificada, llamada Taican; en ella hay alhóndiga. Es una región muy hermosa, y las montañas de Mediodía son grandes y dan mucha sal. De todas partes vienen a cogerla, hasta de veinte jornadas de distancia, porque la sal es excelente. Es tan dura, que no puede partirse más que con la picota de hierro, y la hay en tanta abundancia, que durará hasta el fin del mundo.

Hay tres jornadas de marcha desde esta ciudad, entre Nordeste y Levante, siempre entre poblados y una comarca rica en frutas, trigo y viñedos. Beben mucho y frecuentan a menudo las tabernas, pues tienen muy buen vino cocido. No se tocan la cabeza más que con una banda retorcida de diez palmos de larga, con la cual se la envuelven. Son buenos cazadores, y se dedican también a la cetrería. No se visten más que con pieles de animales, que ellos mismos cazan, cosen y adaptan para cubrirse el cuerpo; con las mismas se calzan también; todos saben coser las pieles.

A tres jornadas de marcha se encuentra una ciudad llamada Scasem, que pertenece a un conde, y los demás castillos y ciudades están en la falda de la montaña. Por medio de esa ciudad pasa un gran río.

Hay muchos erizos. Los cazadores los persiguen con sus perros; entonces el animal se repliega sobre sí mismo y lanza sobre la jauría las púas que cubren su dorso; así logra herir mortalmente a más de un perro.

Scasem está en una gran provincia que lleva el mismo nombre. Tiene idioma propio. El pueblo se dedica al pastoreo, es montaraz y posee en la montaña espaciosas habitaciones. También viven en cavernas, que ellos mismos se escarban fácilmente en la montaña, que es de arcilla blanda. Partiendo de esta ciudad se vuelve a caer en despoblado durante leguas y leguas, sin encontrar ni habitación ni alimento ni que beber, si no se lleva consigo.

Al otro extremo de la provincia se encuentra Balacian, que os describiré.

XLVII

De la gran provincia de Balacian (Badakchan)

Balacian es una provincia en donde adoran a Mahoma. Tiene idioma propio. Es un gran reino hereditario, es decir, que la dinastía desciende directamente de Alejandro y de la hija de Darío, el gran rey de Persia. Todos estos reyes se llaman en sarraceno Qulcarnein, lo que significa en español Alejandro, por amor del gran rey.

En esta provincia nacen las piedras preciosas llamadas «balax», que son bellas y de gran valor. Nacen en las rocas de la montaña. Los naturales perforan grandes galerías y taladran la montaña para buscarlas, como se hace con las venas argentíferas. Se encuentran en una montaña llamada Sighinan. El rey la manda taladrar sólo para él, y nadie puede ir a esta montaña para buscar los «balax», so pena de muerte. Al que las cogiera se le aplicaría la pena capital. El rey las envía en obsequio a los demás reyes, príncipes y grandes señores; a éste por cortesía, al otro para granjearse su amistad; pero también las hace vender para comprar oro y plata. Por eso no las deja coger por cualquiera y vender por todo el mundo, porque así quitaría a estos «balax» su valor. Y, por tanto, se esfuerza en que nadie las transporte sin su permiso. Sabed que en esta región hay otras montañas en donde se encuentra el lapislázuli del más fino y mejor, la piedra de la cual se saca el azur, que está en filones en la montaña, como los demás minerales.

También hay minas de plata.

Es una comarca muy fría; nacen en ellas caballos que son grandes corredores y no van herrados. Tienen el pie muy firme en la montaña. También nacen halcones sagrados, que son muy hermosos y vuelan muy alto. Hay gran cantidad de aves y de pájaros de toda especie. Tienen trigo y cebada.

No tienen aceite de oliva, pero lo hacen de nueces y de cinamomo. En esta tierra hay desfiladeros, tan angostos en varios lugares, que nadie puede penetrar en ellos, y tajos fantásticos, y las ciudades y castillos en las montañas son fortalezas inexpugnables. Son buenos arqueros y tiradores; se visten con cueros de animales, porque el paño es muy caro. Las grandes damas y los gentiles llevan pantalones, como os contaré más adelante. Hay algunas que se cubren las piernas con 100 brazadas de tela; otras con 80 o 60, y lo hacen para demostrar que son gruesas, porque a los hombres les gustan las mujeres entradas en carnes.

Después de haberos descrito este reino, os contaremos de gente varia que se halla al Mediodía, a diez jornadas de esta provincia.

XLVIII

En donde se habla de la provincia de Pasciai

A diez jornadas de Balacian hay una provincia llamada Pasciai. Los indígenas son idólatras y tienen idioma propio. Los hombres llevan en las orejas unos zarcillos de oro y plata, perlas y piedras preciosas. Son maliciosos, listos y prudentes. Esta provincia tiene clima cálido. Se alimentan de carne y arroz. Dejemos esta relación para hablaros de otra provincia, a siete jornadas de distancia hacia el viento griego y que tiene por nombre Kesimur.