Contratos de comercio internacional

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Para todo ello, es necesario, por un lado, la intervención del gobierno y, por el otro, considerar los fenómenos de carácter fortuito para constituir el sistema que Porter denomina «diamante», a partir de tres acciones que permitirían a una empresa crear o mantener ventajas competitivas y así lograr una fortaleza de gestión internacional. Esas tres estrategias genéricas consisten, en primer lugar, en mantener el costo más bajo frente a los competidores y lograr un alto volumen de ventas; en segundo lugar, crear un producto o servicio que sea percibido en toda la industria como único; y, finalmente, concentrarse en un grupo específico de clientes, en un segmento de la línea de productos o en un mercado geográfico.

2.2. La interdependencia

Cuando Marco Polo descubrió las nuevas especias, sedas y el dinero representado en papel de arroz, tardó varios años en hacer conocer estas novedades mercantiles y muchos más aun en lograr que sean aceptadas y revolucionar el flujo comercial entre Europa y Asia. Tiempo después, Cristóbal Colón, al encuentro con otro continente, buscó dominar no solo nuevas rutas para el transporte marítimo sino, también, nuevos aportes de la naturaleza —como la papa, el maíz, la coca, el henequén— que cambiaron los ejes monárquicos, la estructura económica del mundo y también la posición política de las potencias europeas. La hoja de papa se convirtió en símbolo de distinción y se llevó orgullosa en bordados de las chaquetas de la nobleza europea. Cuando el tubérculo fue llevado a Europa por los conquistadores españoles del antiguo imperio incaico, cambió los hábitos alimenticios; y cuando escaseó en Irlanda a fines del siglo XIX, dio origen a la gran migración a Boston y New York. De igual manera, la hoja de coca revolucionó la medicina, ya que sin ella hubiera sido difícil que se desarrollara la cirugía, pues sirvió como un anestésico eficaz y sin secuelas. Sus varias aplicaciones posibilitaron que llegara incluso hasta el Vaticano, en donde el Papa León XIII tomaba su vino Mariani preparado a base de coca; asimismo, la más famosa gaseosa o refrigerante incorporó la coca como ingrediente en su composición, alcanzando éxito mundial. Pero todos estos descubrimientos esperaron decenas de años hasta poder ser industrializados y más tarde actuar en el comercio tradicional de entonces.

Ahora, la crisis de la bolsa de Nueva York afecta, a los treinta segundos, la economía bursátil de las grandes bolsas de Londres, Chicago, Buenos Aires, Tokio o Ámsterdam. Bastan apenas unos minutos para que un lejano centro comercial sea comprometido por la acción de otro.

Ya no es posible dividir el mundo, por lo menos de la manera tan radical como ocurría hasta comienzos del actual decenio, en economías de mercado y en economías centralmente planificadas. Hay un acercamiento evidente de ambos sistemas, un movimiento hacia la centralización en Occidente y a la descentralización en Oriente.

En los grandes centros de poder de las economías de mercado, se ha desenvuelto de manera armónica la privatización de las empresas del Estado, la reducción de impuestos y la integración de mercados. Como subproducto de la privatización ha surgido el «capitalismo del pueblo». Los ciudadanos compran acciones de las empresas públicas. En Inglaterra, el número de accionistas supera al de los empleados sindicalizados. En Argentina, Colombia y Bolivia, una corriente creciente de ciudadanos se une a las huestes de participación accionaria popular, aunque ello se haya debilitado a fines de los noventa con el empobrecimiento de su clase media y, en consecuencia, su débil o nula capacidad de ahorro.

La modernización de Deng Xiaoping en China (1979) se convirtió en el preludio de la perestroika y el glasnot de Gorbachov. Hoy, se habla de «centralismo democrático» y no más de «economías centralizadas». Los propios comunistas proclaman que el conflicto de clases no es más un tema válido de discusión ideológica. Con gran esfuerzo e indudable sacrificio, las economías centralizadas tratan de digerir conceptos como lucro, sistema de precios, recompensa o retribución por el esfuerzo individual, incentivos al capital extranjero.

La práctica comercial de las empresas transnacionales —OXI, McDonald’s, Coca Cola, Halliburton, IBM— y sus esquemas de penetración internacional tanto en los bloques socialistas como en los países en desarrollo o NIC (por sus siglas en inglés: new industrialized country) han demostrado que las diferencias ideológicas son irrelevantes y fáciles de ignorar en los contratos internacionales de joint venture o de franchising.

Si la coproducción logra reducir las tensiones de los bloques e incrementa la prosperidad de Oriente, entonces ambos, Oriente y Occidente, pueden dedicarse a solucionar lo que es tal vez un problema más importante que su mutua hostilidad: cerrar la brecha que existe entre los niveles de vida del norte y del sur, entre los desarrollados y los menos desarrollados. Los países más pobres de Asia, África y Latinoamérica han empezado a mirar su histórica pero de ninguna manera inevitable pobreza, propensa a un mejoramiento por sus propios esfuerzos y con la ayuda de los países desarrollados (Benoit, 1966, pp. 9-18).

Los esfuerzos de integración y la relación de sus componentes con otros intentos de vinculación subregional son una muestra de que las economías de los países y sus posibilidades comerciales no pueden vivir como unidades autárquicas, sino interligadas.

Las dificultades de los procesos de integración latinoamericana —Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), Comunidad Andina de Naciones (CAN), Mercado Común del Sur (MERCOSUR), Mercado de los países del Caribe (CARICOM) y Mercado Común Centroamericano (MCCA)— se produjeron particularmente por un ambicioso esquema de sectorialización industrial, por el interés inicial en delimitar las tecnologías o la inversión extranjera o por esquemas de producción de tecnología de punta cuando no se tenía un sector agropecuario fuerte y desarrollado ni centros de formación técnica para enfrentar dichos desafíos. Los grandes obstáculos de la integración tal vez encuentren una salida: la interrelación comercial. Esa es la interdependencia más ágil y práctica. Son las medidas comerciales las que producen un efecto directo en el desarrollo industrial y en la integración de las naciones. Tal vez el MERCOSUR sea un ejemplo de ello.

Esta interrelación ha reorientado igualmente las estrategias de producción y muchos productos son fabricados por piezas en distintos países, lo que ha hecho aparecer nuevas formas de inversión en el mundo y nuevas unidades, como las transnacionales, que han propiciado, particularmente dentro de los países latinoamericanos, la formulación de legislaciones promotoras.

El comercio exterior antecedió, hace cientos de años, a la industrialización. Las relaciones entre política comercial y desarrollo industrial son estrechas y consecuentes. Si, por ejemplo, un país establece barreras al comercio exterior, pero no introduce las mudanzas apropiadas en sus políticas fiscal, monetaria y cambiaria, es seguro que no logrará una industria nacional eficiente, ya que las empresas venderán por encima de los precios internacionales. En tanto que si liberaliza todo el mercado suprimiendo cualquier barrera, incluso estableciendo un arancel plano o igual para todos los productos importados, es posible que desaparezca su industria nacional, ya que las grandes transnacionales y los subsidios que los países industrializados dan a sus empresas —particularmente al sector agrícola— competirán con ventaja frente a una industria que aún no se ha consolidado en el mercado externo.

Por otro lado, si hay una tasa cambiaria sobrevalorizada, los empresarios verán más atractivo importar equipos y bienes intermedios a precios inferiores al del costo real para la economía. De esa manera, la vaporización de la producción y la subvalorización de los insumos y bienes de capital exacerbarán los lucros de las industrias, al tiempo que la subvalorización de las exportaciones y de los productos agrícolas disfrazará burdamente su contribución potencial de crecimiento. Finalmente, veremos cómo se desalentará al exportador; ya que, al salir a los mercados externos, encontrará que no tiene precios competitivos. A su vez, el consumidor nacional seguirá pagando el largo y alto costo de la ineficiencia. Sin embargo, una paridad cambiaria frente a una moneda fuerte, como es el dólar, no siempre será estimulante para el sector exportador de manufacturas, que tiene que orientar recursos para abrir mercados asumiendo mayores costos en la adquisición de servicios —financieros, transporte, seguros, tecnológicos, adecuación a las reglas de estandarización internacional—, cuyos precios crecen periódicamente y son pagados en dicha divisa, en tanto que su convertibilidad en el mercado local le impedirá obtener más moneda nacional para cubrir, con salarios nacionales, insumos locales o servicios de su propio país. Ejemplos negativos de esta política ortodoxa de paridad cambiaria son los casos de Argentina y Ecuador. En efecto, cuando hay un sector exportador manufacturero, la paridad en el corto plazo es desestimulante para el exportador; pues, por los precios crecientes del sector servicio y tecnológico, tiene que orientar cada vez más divisas para adquirir servicios, insumos, partes y piezas, así como tecnologías del exterior, en tanto que la conversión de dichas divisas a moneda nacional sigue siendo exactamente igual para pagar salarios, materia prima y servicios básicos, lo que hará languidecer sus beneficios cuando no determinará su total desaparición. De esta manera, las políticas de comercio exterior, si bien tienen que ser claras, deben ser flexibles y oportunas para estimular a los empresarios latinoamericanos, que no controlan las finanzas internacionales ni menos los mercados de divisas.

 

Es particularmente conveniente adoptar medidas urgentes para enfrentar los problemas de contracción de la actividad comercial al interior de los diferentes procesos. Aquí reside una de las grandes tareas de los próximos años: incrementar significativamente el comercio intrarregional; para lo cual se deben adoptar las medidas fiscales, la uniformización administrativa de las aduanas, la ecualización de determinada legislación y el mejoramiento de los canales de distribución que faciliten el intercambio de productos entre nuestros países. Ello permitirá que los grandes mercados se unan y América Latina se encamine efectivamente hacia la integración que ha sido negada y obstaculizada por los grandes países industrializados.

Para demostrar que la actividad comercial es el motor más efectivo de la integración, basta mencionar lo siguiente: el importante acuerdo comercial de Estados Unidos de América con Canadá y México, que ya tiene más de 80% de sus exportaciones colocadas en el primer país, configurando el Mercado Común de América del Norte. Igualmente, la experiencia del MERCOSUR que agrupa a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.

En otras latitudes, la Unión Europea (UE) es, ahora, un espacio relativamente homogéneo que agrupa a países de Europa occidental con un total de 503 millones de habitantes que tienen un alto grado de bienestar. Es, por ende, uno de los mayores mercados del mundo, con un crecimiento previsto de 2,25% anual y que funciona dentro de un bloque institucional con Parlamento, tribunal y moneda común.

Australia y Nueva Zelanda, aun cuando se mantienen dentro del cada vez más debilitado commonwealth británico, son países que actúan interdependientemente y, aunque recién han salido (1982) al mercado internacional, después de que lo hicieron las naciones de América Latina, se están expandiendo especialmente en el área de servicios —transporte aéreo y marítimo— y en el comercio de commodities.

China sola es casi económicamente un continente constituyendo la segunda economía mundial con más de 1500 millones de habitantes, de los cuales 535 mil tienen una fortuna superior al millón de dólares. Sus exportaciones crecen a un promedio de 7% anual desde 1980.

El mundo árabe, no obstante ser confuso y apasionado, es otro bloque económico que se abre hacia los países con los cuales no hay una fuerte oposición religiosa o ideológica. El hecho de ser los mayores productores de petróleo del mundo, que es un commodity que ha venido creciendo en precios desde 1995, los coloca en una posición atractiva pero también de interés político y económico por parte de los países consumidores, como Estados Unidos de América.

África es un enorme continente de inmensas potencialidades, pero con una infinidad de problemas. A pesar de que sus históricas relaciones con Europa y su vinculación a través del Tratado de Lomé la unen más íntimamente a los países de ese continente, África busca en forma insistente una nueva interdependencia con otras naciones, particularmente con Brasil, en razón de la cercanía idiomática y cultural. Pero también con China e India.

Finalmente, América Latina, aun cuando avanzando el siglo XXI se encuentra en crítica situación social, ha venido superando los regímenes políticos autoritarios y corruptos que la agobiaron desde el inicio de los noventa. Su comercio intrazonal ha sido muy atractivo en los últimos veinte años, tanto por el lado de las exportaciones como de las importaciones, particularmente lo que corresponde a las exportaciones. Así, en el correr de los años noventa, experimentó un dinámico crecimiento, con tasas promedio anuales de 18,5%. Esta tendencia se acentuó principalmente en países como Argentina, Colombia, Paraguay, Uruguay, El Salvador y Guatemala; en menor medida en Perú y Ecuador. Cabe destacar, igualmente, que a partir de 1985 crecieron las exportaciones entre la región, con la sola excepción de 1999, en que se produjo un fenómeno coyuntural.

Por el lado de las importaciones, podemos apreciar países en los que casi la mitad de sus adquisiciones provienen de naciones latinoamericanas, como Bolivia, Paraguay, Uruguay y Nicaragua. Los motivos de cada uno de ellos son diferentes. En los casos de Paraguay y Uruguay, el hecho de que sus importaciones intrarregionales sean casi 50% se debe a las relaciones con el MERCOSUR, fundamentalmente Brasil, que posee una gran industria manufacturera cuyo desarrollo económico se basa en el incremento de su mercado interno. La participación de Argentina es también importante, pero mucho menor.

En el caso de Bolivia, sus importaciones intrarregionales llegan casi al 70% en el año 2001, con una media durante el decenio de casi 63%. Definitivamente, la influencia de su frontera con Brasil tiene un efecto similar al de Paraguay y Uruguay, pues Bolivia también posee una industria manufacturera incipiente; el otro aspecto que se debe tomar en cuenta es que Bolivia forma parte de la Comunidad Andina de Naciones, cuyos miembros, salvo Ecuador, son más industrializados.

La situación de Nicaragua se explica por su cercanía con México, otro de los grandes países industrializados de Latinoamérica. Debemos indicar que Nicaragua es uno de los países más pobres de la región y quizás el menos industrializado después de Haití.

México es el país con menor importación de productos de la región. Su porcentaje durante el decenio alcanza un promedio de 3%. Una de las razones se asocia con el hecho de ser un país productor de petróleo, cosa que no sucede con los demás países industrializados de la región, salvo Venezuela. Otro factor es su política comercial e industrial enfocada a la exportación, por su cercanía a un gran consumidor como es Estados Unidos de América.

Todo ello es una brevísima muestra de que el mundo vive dentro de una interdependencia creciente según afinidades geográficas, culturales y económicas, y que es necesario revisar las políticas comerciales de la región.

2.3. El intercambio y la balanza de pagos

Los países —particularmente los latinoamericanos— buscan cada vez más un fluido intercambio y también mecanismos para que su comercio exterior mantenga el equilibrio de sus balanzas de pagos.

La balanza de pagos es el instrumento que permite analizar el sector externo de la economía nacional y estudia fundamentalmente el flujo y los negocios de determinado país. Es, igualmente, un registro sistemático de las actividades económicas que se realizan entre residentes y no residentes del país durante un período de tiempo que usualmente es un año.

Una operación económica es un intercambio de valor, normalmente un contrato en el que hay una tradición de un bien, una locación de servicios o un uso de derechos no patrimoniales, entre mercados distintos y sujetos a un pago y un ingreso de dinero. Sin embargo, bueno es advertir que en el caso de los contratos de countertrading, los bienes se intercambian por bienes; y en la compensación privada, los activos por activos. Cada una de estas operaciones económicas internacionales ha de ser registrada en la balanza de pagos. Pero también se efectúan algunos asientos cuando no se produce una gestión internacional en el sentido de un pago internacional; por ejemplo, la reinversión de utilidades que hacen las empresas extranjeras en el país, sin pagar dividendos o royalties a su casa matriz.

En teoría, la balanza de pagos se lleva de acuerdo con las normas de contabilidad por partida doble; en consecuencia, cada operación internacional produce un crédito y un débito de igual cuantía. La exportación de vinos, de melones o de cerraduras es un crédito; los medios de pago aparecerán como un débito; en tanto que la importación de insumos para hacer tales cerraduras, que sería un débito, puede ser pagada con un aumento de las obligaciones ante los extranjeros —registrado como un crédito—. Como se ve, todas son operaciones posibles de ser registradas, pero aun en administraciones eficientes hay una serie de otras que no son informadas y solo pueden ser estimadas. Así aparece la partida de «errores y omisiones», que salda lo no registrado específicamente y con frecuencia oculta operaciones impublicables.

La balanza de pagos no está invariablemente en «equilibrio», pues no siempre coinciden ingresos con egresos. Entonces, cuando existe un déficit o superávit sustancial, se dice que la balanza está en desequilibrio y deben tomarse medidas correctivas que afectan a quienes están operando en mercados externos, que merecen, por ello, un examen detallado. El estudio de la balanza de pagos permite efectuar una medición del sector interno sobre la base de dos conceptos básicos: la capacidad de pagos y la capacidad para importar. Así, un país que desea penetrar en mercados externos deberá auscultar no solo la demanda del producto o servicio; sino, también, la capacidad que tiene ese mercado para pagar el monto del contrato. En el acto previo de una exportación, que es la negociación comercial, el operador deberá determinar, a través de un simple análisis de la balanza de pagos del país comprador, la capacidad que tiene para importar. El comprador extranjero puede tener la voluntad de comprar y los recursos para pagar —su moneda nacional—; pero el país importador puede no tener capacidad para pagar —falta de divisas— y entonces el contrato internacional nace con una imposibilidad de cumplimiento.

La capacidad de pagos está determinada por la suma de exportaciones de bienes y de servicios, la entrada por remesas y utilidades, y la entrada de capital no monetario:


Capac. de pagos = x b y s + entrada utilidad + entrada K no monetario

En tanto que la capacidad para importar está representada por esa capacidad de pagos, menos la salida de capital no monetario y la salida de remesas de intereses, utilidades y salarios.


Capac. p. importar = (capac. de pagos) – salida de K no monetario – salida de remesas de intereses, utilidades y salarios

Si se compara el monto de la capacidad para importar con el total de importaciones del país con el cual estamos comercializando, podremos observar si la capacidad fue suficiente para esas adquisiciones o si no lo fue; en este último caso, debemos presumir que dicho país ha tenido que recurrir a sus reservas internacionales. Esta circunstancia puede determinar, en el corto plazo, una prohibición de importaciones, alza de aranceles o restricciones legales a la importación; lo que perjudica, obviamente, la ejecución del contrato. Lo que está en juego es el uso y la disponibilidad de las divisas. Cuando una empresa peruana compra dólares para pagar sus importaciones, se reduce la liquidez no oficial de la economía peruana y se incrementa en la misma proporción la del país proveedor. Hay una corriente neta de un país a otro. Pero este resultado bilateral no es el más importante, pues un país comercializa con otros mercados; luego, lo vital en el estudio son las ganancias o pérdidas netas globales.

A su vez, el exportador tiene que apreciar cuál es el comportamiento del país al que está vendiendo en esta misma situación, sobre todo si el país comprador tiene pérdidas continuas de divisas. Como se ha mencionado, dicho país puede prohibir las importaciones, en uso de una facultad permitida por la Organización Mundial del Comercio (OMC) cuando hay un desequilibrio profundo en su balanza de pagos; pero también puede devaluar su moneda, determinando que las mercancías que se importan sean más caras para el propio país. También puede subir aranceles o establecer barreras legales.

Una balanza de pagos está integrada por varios componentes o registros que varían según la economía y actividad internacional que tenga un país; pero su estructura básica, admitida generalmente por todas las instituciones financieras (ver gráfico 1), tiene dos epígrafes: balanza de operaciones corrientes y balanza de capitales.


2.3.1. Balanza de operaciones corrientes

El Manual de balanza de pagos del Fondo Monetario Internacional (FMI) también la denomina «cuenta corriente». Aquí se registran en cifras brutas los créditos y débitos de bienes, servicios, renta y trasferencias unilaterales. Esta balanza contiene tres posiciones: balanza comercial, balanza de servicios y balanza de trasferencias unilaterales.

 Balanza comercial: es denominada igualmente «balanza de mercancías» y comprende las operaciones de exportaciones e importaciones de bienes. Representa el valor de los bienes y servicios conexos de distribución en la frontera, es decir, a valores FOB.

 

 Balanza de servicios: registra los embarques, fletes, seguros y otros servicios de distribución de las mercancías, a su valor FOB. Debe considerarse, para efectos aclaratorios, que el embarque de mercancías fuera del país exportador se considerará como servicio prestado al residente del país que compra o importa.Aquí se anotan, también, los servicios de «otros transportes» de pasajeros, por ejemplo, el exceso de equipaje de la esposa de un abogado recién casado. Igualmente, los bienes y servicios adquiridos por los medios de transporte y consumidos en su itinerario. El rubro «viajes» es otro componente que se refiere a los bienes y servicios que los viajeros no residentes adquieren en el país, como es el caso de los pagos de hotel y la degustación de la comida latinoamericana que hacen los turistas al llegar. Evidentemente, no se incluirá en este rubro el valor de los pasajes, pues ello aparecerá en lo indicado en el párrafo anterior. Igualmente, la suscripción a una revista de Derecho o de Economía que recibe de manera directa un abogado o profesor de Economía, aunque es un bien, debe anotarse en esta partida.

 Balanza de transferencias unilaterales: registra los traspasos de propiedad de recursos privados u oficiales, sean voluntarios u obligatorios. Por ejemplo, las remesas que hacen los latinoamericanos que están trabajando en el exterior. Se llaman precisamente «unilaterales» porque no indican que los países latinoamericanos, individualmente y en cada caso, deban efectuar a cambio la entrega de los recursos reales o financieros.

2.3.2. Balanza de capitales

Comprende todas las operaciones de activos y pasivos financieros que sobre el exterior efectúa el país, junto a ciertas variaciones que pueden afectar sus activos y pasivos en el extranjero.

Todo país tiene activos y pasivos en el exterior. Los primeros son oro, derechos especiales de giro (DEG) y títulos de crédito. Los pasivos son su deuda externa.

La parte de activos abarca, igualmente, todas las operaciones de capital entre empresas. La diferenciación entre activos y pasivos posiblemente sea casi siempre de interés, pues puede ocurrir que se desee agrupar ciertos pasivos con los activos. Esta balanza está subdividida en capitales y reservas.

 Capitales privados y públicos: se considera la inversión directa, la inversión de cartera y otros capitales. La primera abarca todos los negocios de capital entre empresas; la de cartera comprende inversiones en bonos y acciones; y, finalmente, «otros capitales» es una categoría residual que abarca los activos financieros no enumerados.

 También se registran los bonos del sector público —los bonos de reconstrucción, por ejemplo—, los pasivos que constituyen reservas de autoridades extranjeras, giros contra préstamos concedidos y reembolso de estos.

 Reservas: son los activos —créditos del FMI u otras entidades financieras internacionales— que están disponibles para ser utilizados por el gobierno. Asimismo, las reservas en oro, los DEG, las divisas —tenencias y variaciones por revalorización—. Igualmente, la posición de las reservas en otros organismos internacionales.

El comercio internacional, y particularmente las exportaciones de una nación, están determinados por su habilidad para suministrar un excedente por encima de los requerimientos de la demanda doméstica; pero, además, por la correcta utilización de las ventajas que proporciona la naturaleza, la mano de obra, la estructura organizativa y la especialización. Ello se desenvuelve dentro de un mundo interdependiente en el que cada vez el back to back se está convirtiendo en un requisito para comerciar; por lo que es menester conocer el medioambiente interno, así como la balanza de pagos de los mercados en los que se está operando, con el fin de apreciar la demanda de bienes y servicios, pero sobre todo la capacidad de pago determinada por la disposición de divisas reflejada en dicho documento.

Para actuar eficientemente en el comercio internacional, se requiere el conocimiento de las tres categorías básicas ya explicadas. Entenderlas significa percibir la real dimensión del moderno comercio mundial.

3. Importancia del comercio exterior en las economías latinoamericanas

Los beneficios del comercio exterior para un país son tan grandes que, con razón, se sostiene que es una parte vital de su desarrollo económico.

Un creciente despegue de las exportaciones origina una similar actitud en la industria. La penetración en los mercados externos consolidará una fuerte industria nacional. Es la estrategia orientada hacia fuera consistente con las ventajas comparativas internacionales la que fortifica la industria y la que explica las exportaciones. Pero ha de enfrentarse con frecuencia al proteccionismo aún vigente de los países desarrollados, sobre todo en el sector agrícola; en tanto que en el campo de las manufacturas, los países latinoamericanos tienen que superar las barreras arancelarias, el régimen de cuotas y las barreras técnicas que crecen por doquier. De igual manera, su mercado interno se ve afectado por las políticas de dumping que siguen las grandes corporaciones internacionales y por los subsidios que los Estados desarrollados facilitan a dichas empresas.

Las predicciones en la aplicación de la teoría de la ventaja comparativa, basadas en el modelo de precios de los factores del comercio internacional, no han sido del todo exactas. Los mercados de capital y de trabajo son imperfectos y no siempre cuando los salarios son bajos —como los actuales de la clase trabajadora de América Latina— se tienen menores costes de trabajo, ya que casi siempre se requiere información comercial y de equipos negociadores y asesores legales que son escasos, así como recursos financieros que inciden en el costo total del producto de exportación.

No se puede negar que el esquema de sustitución de importaciones es el que proporcionó a los países latinoamericanos la base inicial para su industrialización, la dotó de una tecnología básica y preparó sus cuadros organizativos y profesionales para enfrentarse a otros desafíos.

Sin embargo, se ha querido constreñir el actuar de su comercio a ser únicamente exportador de commodities o de productos con transformación primaria básica. En efecto, según la teoría clásica del comercio, América Latina debía especializarse en productos que tuvieran una tecnología básica y una mayor intensidad de trabajo, en tanto que los países industrializados debían abrir sus mercados para beneficio mutuo. Ahora se ha remozado la teoría según las líneas generales de la moderna teoría de las ventajas competitivas y los últimos estudios de la Misión Porter en Colombia y el Perú, sobre la base de los cuales se señala que estos países deben dedicarse a la producción agroindustrial y textil, y seguir en el campo de la minería, la pesquería y, adicionalmente, el desarrollo turístico, con lo que vemos que este planteamiento no es tan reciente. Sin embargo, cuando introducimos en la explicación elementos como la inmovilidad de los recursos, la incertidumbre, la presencia de las marcas y nombres en la estrategia internacional, las políticas óptimas son menos perceptibles; si a ello añadimos elementos políticos, veremos que estamos lejos de considerar que la teoría neoclásica sea la más conveniente para estructurar el desarrollo del comercio exterior latinoamericano.