Las batallas de Concón y Placilla

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El 7 de mayo la Junta de Gobierno protocolizaba la organización del ejército constitucional, estableciendo las dotaciones que debían tener el Cuartel General, el Estado Mayor y la composición de las brigadas de las tres armas que lo constituirían.

Desde que la Escuadra zarpara el 7 de enero, habían solo transcurrido cuatro meses y ya se disponía del órgano encargado de definir y establecer los objetivos políticos de la guerra: la Junta de Gobierno; se tenía el control de una extensa zona geográfica, rica en recursos y desde la cual se apoyarían las futuras operaciones: las provincias de Tacna, Tarapacá, Antofagasta y Atacama; y, se había logrado organizar el instrumento que permitiría alcanzar los objetivos políticos fijados: un ejército.

Rumbo al sur; el desembarco en Quintero

La combinación de diversos factores —entre ellos el aumento de los efectivos balmacedistas en Coquimbo y la posibilidad del inminente arribo de los cruceros “Pinto” y “Errázuriz” mandados a construir a Francia para reforzar la armada gobiernista— aceleró los preparativos congresistas destinados a operar directamente sobre Valparaíso62. El coronel Körner y la mayoría de los integrantes de la Junta Revolucionaria eran partidarios de ocupar previamente la provincia de Coquimbo, mientras que el coronel Del Canto se inclinaba por un ataque directo a Valparaíso. Éste, sostenía que incursionar sobre Coquimbo significaba retardar las operaciones sobre el centro del país, exponiéndose a dos situaciones peligrosas: la llegada de los cruceros en construcción y la reunión de las tropas de Concepción, Santiago y Valparaíso. Por ello con insistencia argumentó que “…nuestras operaciones deben ser al centro, al corazón de la tiranía y, si fuese posible, debemos hacer nuestro desembarco en La Laguna o en algún otro punto cercano a Valparaíso”. Idea que, no sin fuertes discusiones, finalmente prosperó63.

El 16 de agosto de 1891 se inició el embarque del ejército expedicionario, a través de los puertos de Iquique, Caldera y Huasco. El embarque y desplazamiento, entusiasta y optimista, de las fuerzas congresistas fueron descritos de la siguiente manera por el Comandante en Jefe del Ejército de Operaciones, coronel Del Canto:


Coronel Estanislao Del Canto Arteaga. Fuente: Museo Histórico y Militar de Chile.

“…el 16 de agosto hizo rumbo al sur el Ejército Constitucional, embarcándose la 1ª Brigada en Huasco... En Caldera se embarcaron los señores Montt, Barros Luco, Walker Martínez, Holley, Altamirano... y demás caballeros que acompañaban al Ejército; el Cuartel General, el Estado Mayor y la 2ª y 3ª brigadas con sus servicios anexos... De suerte, pues, que el Ejército Constitucional formaba una escuadra de 16 vapores entre buques de guerra y transportes. La navegación se hizo sin novedad... En el Cochrane venían los señores de la Junta de Gobierno y también el Cuartel General y el Estado Mayor, y daba gusto ver cómo Körner durante la tertulia de sobremesa, formaba sus planes de ataque contra los dictatoriales. En un suspiro los agarraba a todos y los mataba; de suerte que durante la navegación fue el alma de la diversión y la alegría”64.

El crucero Esmeralda se adelantó a la expedición para hacer frente a Valparaíso tres disparos, los que debían servir como aviso de que 40 horas después desembarcaría en Quintero el ejército constitucional65. El 19 de agosto en la mañana, el crucero regresó a su puesto en la formación luego de haber dado cumplimiento a su misión. A bordo, era el momento adecuado para las últimas arengas a la tropa y para impartir las órdenes para el desembarco y para las operaciones que debían efectuarse a partir del día siguiente. Fue en esos momentos que en los dieciséis barcos de la Escuadra se dio lectura a la proclama que el Ministro de Guerra y el Comandante en Jefe del Ejército enviaran a la tropa y en la que en algunos de sus párrafos se señala que la finalidad de su accionar era “…Valparaíso primero, Santiago inmediatamente después, he ahí, soldados, el objetivo de la campaña, el blanco de vuestros patrióticos esfuerzos…”66.

Tropas constitucionales en la plaza de armas de Iquique.


Fuente: Museo Histórico y Militar de Chile.

A las 16:00 horas del 19 de agosto, el Jefe del Estado Mayor, coronel Emilio Körner, impartió las órdenes para el desembarco, cuya idea general era la siguiente: “…la tropa tendrá en el morral, ración seca para dos días, que se va a distribuir hoy después de la comida. A las 02:00 horas, se repartirá caldo y café, y después una ración de carne cocida para llevarla en el morral. A las 03:00 horas, todas las tropas se prepararán para el desembarque (la infantería con 150 tiros por fusil). Los 300 hombres del Pisagua serán los encargados de conformar la vanguardia y su misión será, protegidos por la Escuadra, ocupar una posición que permita dominar los puntos de acceso al desembarcadero”67.

El resto del ejército debía desembarcar en cuatro escalones. En el primero, iniciando el desembarco, se encontraban los regimientos Constitución, Ingenieros y Rifleros de la 1ª Brigada, además del Regimiento Chañaral de la 2ª Brigada. Estas fuerzas, una vez en tierra —conforme a las instrucciones— debían reunirse en forma inmediata al sur del camino del puerto a Quintero, para marchar como punta de lanza en dirección al Aconcagua. La 1ª Brigada tomaría el camino de la costa, mientras el Chañaral —de la 2ª Brigada— lo haría por el interior en dirección a Colmo.

El plan de desembarco sufrió, para las pretensiones congresistas, una eventualidad no prevista, ya que al amanecer del día 20 los barcos se encontraban frente a Zapallar, diez millas más al norte del punto escogido. El viento y la corriente fueron los causantes de dicha situación. Debido a este contratiempo, el desembarco no pudo empezar sino hasta las 09:30 horas Esta pérdida de tiempo influyó poderosamente en las operaciones del primer día y de toda la campaña, ya que, como veremos posteriormente, no se concluyó el desembarco en la mañana del 20 ni se pudo cruzar el Aconcagua en el mismo día como estaba previsto; lo que nos confirma el aforismo que dice que las previsiones de todo plan duran solo hasta que comienzan las operaciones.

La captura de Quintero, efectuada sin oposición, fue decepcionante para los expedicionarios al no encontrar en dicha localidad la ayuda e información prometidas por el Comité Revolucionario de Santiago68; por lo que nada supieron del estado de las vías férreas y de la línea del telégrafo proveniente de la capital, las que se suponían cortadas por acción de los miembros del mencionado comité69.

Por otra parte, la carencia de vehículos y animales de tiro70, hicieron aún más lento el desembarco, de tal modo, que solo a las 10 horas, la vanguardia de la 2ª Brigada a las órdenes del coronel Salvador Vergara, con el Regimiento Chañaral a la cabeza se puso en marcha hacia Colmo, sector de Concón Alto, por el camino de las Tres Palmas, para preparar el paso del río Aconcagua.

El plan inicial de ataque había sido concebido por el coronel Emilio Körner y contemplaba, en su aspecto medular, el asalto a Valparaíso empleando solo dos brigadas, mientras la 3ª debía avanzar en dirección a la localidad de Limache con la misión de cortar la línea férrea y el telégrafo, aterrar el túnel San Pedro y evitar el flanqueo por parte de la I División gobiernista, al mismo tiempo que amenazar la capital, impidiendo con ello la posible concentración en el puerto de las fuerzas gobiernistas. Sin embargo, nada de lo anterior se cumplió debido a la oposición del Comandante en Jefe, quien modificó la planificación de Körner ya que estimaba que separar demasiado las brigadas unas de otras no era conveniente, debido a que en caso de un ataque no se podrían brindar apoyo mutuo, todo ello pensando en que 3.000 soldados congresistas no podían intentar detener a 9.000 gobiernistas sin exponerse a un probable fracaso71. Ejerciendo un liderazgo irrefutable, nuevamente Del Canto modificaba lo propuesto por Körner. En los próximos días volvería, otra vez, a hacerlo.

El Comandante en Jefe resolvió que desde Quintero las brigadas marchasen hacia el sur. La 1ª por la orilla de la costa, la 2ª y la 3ª por el camino que conduce a Colmo, apoyándose de esta manera mutuamente y guardando entre sí las convenientes distancias. Decisión bastante más realista y práctica que la anterior, máxime cuando se carecía de información exacta sobre el enemigo por lo que la incertidumbre era un elemento central, y aún más, por ser inferior en fuerzas fácilmente podrían haber sido batidos en detalle.

Con todo, el avance de la 2ª Brigada congresista no fue todo lo rápido que deseaba su comandante, coronel Salvador Vergara. El retraso de cuatro horas sufrido respecto de lo previsto en el plan de desembarco, más otros inconvenientes, como la falta de guías, contribuyeron a impedir un rápido avance, de manera que solo siendo las 21:00 horas, y luego de haber recorrido unos 18 km, la vanguardia de la 2ª Brigada ocupaba la localidad de Dumuño, punto donde reposaron para continuar al día siguiente la marcha, llegando a las 07:30 horas del día 21 de agosto a la margen norte del río Aconcagua, en el sector de Colmo.

 

Por su parte, la 1ª Brigada, a las órdenes del teniente coronel José Aníbal Frías, solo concluyó su desembarque a las 14:00 horas, iniciando inmediatamente la marcha hacia el sur por la orilla de la costa, siendo protegida por la Escuadra; su objetivo era intentar pasar el río Aconcagua por el vado de Concón Bajo, cerca de su desembocadura al mar. Integró su vanguardia el Regimiento Constitución Nº 1 de Infantería, siendo seguido posteriormente por los Escuadrones de Caballería Libertad Nº 1 y Carabineros del Norte Nº 372. El resto de la Brigada inició la marcha escalonadamente, de hora en hora.

El camino aunque corto, menos de 18 km, presentaba, según Eloi Caviedez, una serie de dificultades: “…estrecho y ondulado, atraviesa pantanos y terrenos vegosos que demoran forzosamente la marcha de la tropa, y en parte cruza por largos y molestos médanos que fatigan al soldado”73. A los inconvenientes señalados se sumó la falta de cananas74, ya que estas unidades eran las peor equipadas del Ejército congresista, por lo cual debieron llevar municiones y víveres en el morral; peso que a los soldados les gravitaba en una sola parte del cuerpo dificultándoles el caminar. Por ello muchos de ellos decidieron deshacerse de las provisiones de víveres que transportaban como raciones de emergencia, sin meditar en las futuras consecuencias que dicha acción podía producirles.75 De esta manera, solo a las 20:00 horas el grueso de las fuerzas de la 1ª Brigada alcanzó la margen norte del río Aconcagua en su desembocadura. A esas alturas ya se habían perdido las esperanzas de cruzar el río ese día 20. (Ver gráfico Nº 1).

GRÁFICO Nº 1Avanzada del Ejército Congresista. Situación al anochecer del 20 agosto de 1891.


Gráfico de elaboración propia a base de (1) Plano de Concón batalla del 21 de agosto de 1891, Estado Mayor General. 3ra. Sección Técnica levantado y dibujado por el Capitán Ernesto Pearson. Rectificado por Francisco J. Díaz Valderrama. Lámina Nº4 (2) Croquis demostrativo de las operaciones del Ejército constitucional en la campaña del 20 al 28 de agosto de 1891, Estado Mayor General del Ejército Constitucional. En Revista Militar de Chile Nº55 Stgo. 1 de marzo de 1892 pág.248. (3)Díaz Valderrama Francisco Javier. “La Guerra Civil de 1891. Relación Histórica Militar”. Instituto Geográfico Militar. Stgo.1944. Tomo II pág. 49 – 73. (4)Ultimas Operaciones del Ejército Constitucional “Partes Oficiales de las Batallas de Concón y Placilla. Imprenta Nacional. Calle de la Moneda Nº112. Santiago, 1892. (5)Bañados Espinoza Julio. “Balmaceda su gobierno y la revolución de 1891”. Librería de Garnier Hermanos. París 1894. Tomo II, pág. 468 -569

Mientras tanto, la 3ª Brigada, que solo pudo concluir su desembarque a las 22:00 horas, emprendía su marcha dos horas más tarde, en medio de una densa neblina, siguiendo idéntico camino que la 2ª Brigada, o sea, el que lleva a las casas de la hacienda Quintero y hacia Dumuño. Marchaba a la vanguardia el Regimiento Pisagua Nº 3, siguiéndole de cerca el Regimiento Esmeralda Nº 7, Batallones Nº 1 y 3 de artillería, Regimiento Taltal Nº 4 y Batallón Tarapacá Nº 9. El Escuadrón Granaderos había sido mandado con anterioridad hacia Puchuncaví, con la finalidad de salir al encuentro de la caballería balmacedista que se suponía se encontraba por el camino de la Calera observando los movimientos del ejército expedicionario.

La neblina y la ya mencionada falta de guías dificultaron el avance de la 3ª Brigada, de tal modo que solo pudo llegar a las casas de la hacienda de Quintero alrededor de las tres de la madrugada del día 21 de agosto. Después de un corto descanso, reinició la marcha en dirección al río Aconcagua alcanzando la localidad de Dumuño alrededor de las 11:00 horas, a unos cinco kilómetros de la orilla del río. Durante la marcha nocturna que efectuó la 3ª Brigada se le extraviaron dos unidades: el Regimiento Taltal Nº 4 y el Tarapacá Nº 9, los cuales tomaron el camino de la playa y se reunieron con la 1ª Brigada al amanecer del día 21.

Como se ve, pocas cosas estaban resultando como se las había previsto. Sin embargo, esta equivocación traería insospechadas consecuencias, ya que como más adelante se detallará el inesperado aporte de los Regimientos Taltal y Tarapacá, con sus 1.486 soldados, fueron carta de triunfo para los congresistas, ya que su fortuita incorporación a la 1ª Brigada fortalecería el ala derecha de su ataque, asegurando su victoria al marcar un claro y potente centro de gravedad. La aplicación del principio de la guerra de “Economía de las fuerzas y reunión de los medios” fue una consecuencia no buscada, que se produjo en forma providencial por parte de las fuerzas congresistas76.

A modo de resumen: al amanecer del 21 de agosto las fuerzas congresistas se encontraban en la margen norte del río Aconcagua; la 1ª Brigada en Concón Bajo, próxima a la costa, la 2ª Brigada frente a Colmo, en Concón Alto, mientras la 3ª Brigada pernoctaba en Dumuño.

En el intertanto, las tropas del gobierno habían ocupado posiciones al sur del río Aconcagua. En efecto, a las 09:00 horas del 20 de agosto la 2ª Brigada de la II División Valparaíso, que se encontraba en Viña del Mar, había iniciado su avance hacia la orilla sur del río instalando, alrededor de las 17:00 horas, su campamento cerca del sector de Concón Alto. El resto de la II División, un tanto retrasada, solo se hizo presente al amanecer del 21, junto con las tropas de la I División Santiago.

La batalla de Concón estaba a punto de comenzar. Había llegado la hora de la verdad.

El comienzo del fin estaba por desencadenarse.

Batallón Antofagasta Nº 8, del Ejército congresista.


Fuente: Museo Histórico Nacional.

CAPÍTULO II

Para entender las Batallas

CAPÍTULO II

Para entender las Batallas

“Los elementos de la Conducción Estratégica constituyen los fundamentos básicos y esenciales sin los cuales no es posible llevar a cabo ninguna concepción estratégica. Dichos elementos son: un conjunto de normas y preceptos de carácter científico-bélico denominados los Principios de la Guerra; uno o más objetivos, meta o razón de ser de la conducción; un escenario, en el cual actuarán los medios a conducir; y una fuerza, medio o herramienta a emplear sobre el escenario para lograr los objetivos”77.

La teoría estratégica nos indica que los fundamentos básicos para llevar adelante cualquier maniobra residen en la adecuada combinación de diferentes factores, entre los que destacan:

— La determinación de los objetivos a alcanzar a través de la concepción de un adecuado plan de maniobra.

— La selección y/o el aprovechamiento, según corresponda, del escenario, en el cual se buscará el logro de los objetivos antes determinados.

— La organización de una fuerza, que actuando en el escenario —escogido o impuesto— opere para el logro de los objetivos previamente definidos.

— La correcta aplicación —por los mandos— de un conjunto de normas y principios de carácter científico bélico, llamados principios de la guerra.

Es por ello que nos parece interesante recurrir a estos elementos para entender de mejor manera el desarrollo de las batallas de Concón y Placilla. Así, esperamos que del análisis de los objetivos y de los planes elaborados por cada una de las facciones, de las características del escenario en que se dieron las batallas, de la aplicación de los principios de la guerra y de la organización de las fuerzas enfrentadas, podamos revisar de mejor manera el desarrollo de las acciones de ambos bandos y, quizás lo más importante, determinar por qué actuaron como lo hicieron y cuáles habrían sido sus aciertos y errores.

Ello, esperamos, nos conducirá a explicar por qué fuerzas numéricamente inferiores pudieron imponer —con dramática contundencia— su voluntad sobre un enemigo que aparentemente era o debía ser superior, ya que lo tenía todo para ello. A su vez, y en el sentido contrario, nos permita comprender por qué las fuerzas que debiendo tener un valor cualitativo y cuantitativo superior y que, por lo demás, debían haber escogido el lugar y momento donde buscarían la decisión y darían la batalla, no pudieron sacar ventaja de esta elección y situación, y fueron impensadamente derrotadas.

Los planes de maniobra

Un plan de operaciones es un conjunto de ideas que, en busca de la solución al problema planteado, establece qué hacer, cuándo hacerlo, cómo hacerlo, con quién hacerlo y para qué hacerlo. En palabras más simples, el plan tiende a ordenar las ideas y los medios hacia un fin que en el plano militar siempre estará representado por las fuerzas adversarias, buscando su destrucción, su desgaste o su contención78.

Teniendo presente estas consideraciones, veamos entonces a qué se orientaban los planes de las fuerzas contendientes.

El día 6 de julio de 1891, en Iquique, tuvo lugar una histórica reunión a la que asistieron los tres miembros de la Junta de Gobierno: su Presidente el capitán de navío Jorge Montt Álvarez y los vocales señores Waldo Silva y Ramón Barros Luco; los cuatro secretarios de Estado79, el senador Eulogio Altamirano, el diputado Enrique Mac Iver, el general Gregorio Urrutia, el comandante en jefe del ejército, coronel Estanislao del Canto y el coronel Emilio Körner80, secretario general del Estado Mayor del Ejército congresista.

Para el encuentro señalado existía una doble motivación: por una parte, la llegada del vapor Maipo que permitía contar con armas y municiones suficientes para organizar el ejército expedicionario y, por otra, el posible arribo al país de los cruceros presidenciales, lo que posibilitaría a Balmaceda iniciar acciones navales contra las fuerzas congresistas. Todo ello exigía asumir la iniciativa y acordar de inmediato un plan ofensivo para iniciar las operaciones hacia el sur y atacar a las fuerzas del gobierno. El lugar en que debía ejecutarse el desembarco fue motivo de serias discusiones y estudios.

Profundizando en lo ya descrito al referirnos al desembarco en Quintero, recordemos que en el debate sostenido se pudieron advertir dos opiniones divergentes; el secretario general del Estado Mayor, coronel Emilio Körner, creía necesario atacar primeramente a la División de Coquimbo. Desembarco fácil según él, que le permitiría al ejército del Congreso abastecerse de víveres para la tropa y forraje para los animales, al mismo tiempo que apoderarse de la artillería de campaña que poseía dicha división81.

En contrario, el coronel del Canto, como ya señalamos, era partidario de un ataque directo a Valparaíso, para no retardar más las operaciones: “…mi opinión es pues, que no debemos hacer caso de la División de Coquimbo, ya que al actuar sobre ella perderemos entre 15 días y un mes... nuestras operaciones deben ser al centro...”82. Del Canto creía que se correrían riesgos innecesarios desembarcando en Coquimbo, ya que además de las bajas que se podían producir era arriesgado exponer prematuramente a quienes debían llevar al ejército congresista a la victoria. Era, además, evidente que si esa guarnición quedaba sobrepasada por el avance congresista caería por posición, ya que no alcanzaría a sumarse a las fuerzas gobiernistas del centro del país.

 

En principio todos los consejeros, a excepción de Waldo Silva, apoyaron la opinión de Körner. Sin embargo, posteriormente, consideraciones de orden político y estratégico condicionarían el cambio de planes. Entre las razones políticas pesaría fuertemente, por el efecto moral que traería, el hecho que se acercaba la fecha de término del mandato presidencial de Balmaceda —18 de septiembre— temiéndose en consecuencia que las nuevas autoridades que lo sucedieran pudieran llegar a acuerdos no deseados “…dejando impune algunos de los crímenes de la dictadura y en sus puestos públicos, civiles o militares, a cualquiera de los serviles instrumentos del tirano. Por otra parte, si el dictador Balmaceda, el principal artífice y responsable de la situación angustiosa del país, lograba escapar al extranjero con permiso de los miembros de su congreso y quizás colmado todavía de honores y de dinero este desgraciado acontecimiento ¿no disminuiría en mucha parte el ardor y el empuje de nuestro ejército?”83.

En el plano de lo estratégico, se comentaba por aquellos días la inminente llegada de los cruceros Pinto y Errázuriz, los cuales darían al gobierno una superioridad naval incontrarrestable, haciendo imposible la proyectada invasión. El límite de tiempo disponible para llevar adelante las operaciones pasaba a ser un factor relevante y condicionante, e impulsaba a los congresistas a asumir la iniciativa.

Por otra parte, las últimas noticias recibidas desde la capital indicaban que el Comité Revolucionario, organismo opositor a Balmaceda “…pensaba cortar el telégrafo y los puentes del ferrocarril a fin de impedir la concentración de las divisiones que el gobierno tenía en Santiago, Valparaíso y Concepción”84, y conformar un regimiento de caballería de 800 plazas que protegería el desembarco, hechos que influían en la necesidad de acelerar el inicio de las operaciones. Finalmente, se resolvió ir por el enemigo al centro del país, desembarcando en Quintero. Los mandos superiores de la Marina escogieron a Quintero como lugar de desembarco por tener un mar más tranquilo que Concón y La Laguna.

Para la ejecución de este plan era necesario actuar con rapidez y sorpresa, tomando la iniciativa para aprovechar la dispersión en que se encontraban las divisiones del gobierno. El gran peligro que amenazaba al ejército congresista era la posible concentración de las fuerzas gobiernistas desplegadas en las guarniciones de Valparaíso, Santiago y Concepción. Con respecto a la División de Coquimbo, su reunión con las otras fuerzas era menos factible, ya que necesitaba de diez días de marcha para acudir a la acción o de un viaje por mar, que si bien era más rápido, era de mayor riesgo, puesto que el gobierno no tenía el control del mar.

Por lo mismo, se trataron de mantener en la más absoluta reserva las acciones planificadas de manera que el enemigo no conociera el punto de desembarco. Paralelamente, se procuró engañarlo haciéndole creer que se actuaría sobre Coquimbo o Talcahuano. El factor sorpresa era primordial. En esa línea se difundieron noticias alarmantes y se movilizaron pequeñas fuerzas de caballería en Coquimbo, engaño que surtió su efecto según lo señala el Comandante en Jefe, “…ya que en Coquimbo estaban muy alarmados, pues creían que el ataque era sobre ellos”85.

Otro aspecto importante para el éxito del plan era interrumpir las vías férreas y telegráficas para obstaculizar los movimientos de las fuerzas presidenciales. Si ellas estaban expeditas, Balmaceda podía concentrar en unas cuantas horas una fuerza de unos 20.000 hombres por lo menos, cuyo empuje —decía el secretario de la Escuadra, Ismael Valdés Vergara— no podría ser contrarrestado por el reducido ejército congresista, que solo alcanzaba a 10.000 hombres86.De esta manera el éxito de la planificación dependía, de alguna manera, de las acciones de sabotaje que pudiera efectuar el Comité Revolucionario de Santiago.

Con todo, en los hechos, la contribución de dicho comité fue escasa y más bien pobre, destacándose el intento del 13 de agosto de volar con dinamita el puente de Rabuco en la línea del ferrocarril de Santiago a Valparaíso, y el ataque del 14 de agosto a las fuerzas que custodiaban el puente de Quilipín, cerca de Linares87. En ambas situaciones se fracasó por la acción de la guardia gobiernista que custodiaba dichos lugares. Pareciera que pese a la dudosa efectividad de este tipo de acciones, éstas contribuyeron a distraer fuerzas del gobierno que al tener que desplegarse en los lugares más vulnerables de las líneas férreas no pudieron posteriormente participar directamente en las batallas; aún más, sin haber logrado cumplir su objetivo inicial, la sola amenaza de su actuar contribuyó a retardar los movimientos de las tropas gobiernistas, situación que fuera reconocida por el coronel Jorge Wood, al señalar que “…el día 20 de agosto, cuando se trasladaba la División Concepción a Santiago, se debió detener la columna a las 22:00 horas en Chillán, debido a posibles atentados a la línea férrea”88.

En síntesis, los congresistas —desde la perspectiva de su concepción estratégica— se ciñeron a una planificación ofensiva que contemplaba dos fases sucesivas, con objetivos claros y sencillos. La primera fase, orientada a mantener la libertad de acción e iniciativa, consideraba desembarcar sorpresivamente en la costa central, actuando con la mayor rapidez y energía posible, a fin de impedir la concentración de las tropas adversarias; la segunda, buscaba derrotar a las fuerzas gobiernistas en una batalla decisiva, conquistar la capital y poner fin a la administración de Balmaceda.

Por su parte, dado que el gobierno carecía de una escuadra poderosa que le asegurara el dominio marítimo y al no tener la certeza absoluta del lugar del desembarco adversario, Balmaceda, careciendo de un plan de acción claro, se limitó a decisiones de carácter netamente reactivo, cuya autoría recayó en el primer mandatario y en sus ministros, dentro de los cuales sobresale Julio Bañados Espinosa, titular de Interior y subrogante de Guerra. La base de su raciocinio era que la única posibilidad de tomar la iniciativa y pasar a la ofensiva estaba supeditada a la posesión de un poder naval que solo sería posible “…si llegaban los tan esperados cruceros Pinto y Errázuriz o si se obtenían vapores rápidos como el Imperial, con capacidad para transportar una División más numerosa” 89. Situación que en definitiva no ocurrió.

Pareciera que fue la carencia de un Estado Mayor General permanente para el Ejército —que tanto añoraban algunos oficiales como el teniente coronel José de la Cruz Salvo—, unido al accidente del Ministro de Guerra, general José Velásquez, que había sufrido una caída de su caballo el 1 de agosto de 1891 cuando se dirigía a participar en unas maniobras en la zona de Montenegro, lo que explica que la responsabilidad de preparar los planes de campaña recayera en el Ministro del Interior Julio Bañados Espinosa, ahora también Ministro de Guerra en Campaña. En todo caso, el que la conducción de las operaciones del ejército gobiernista fuera realizada por autoridades políticas no era nada nuevo ni anormal, así lo consideraba la legislación vigente y así había ocurrido durante la Guerra del Pacífico, en la que el mando superior lo había tenido el Ministro de Guerra en Campaña Rafael Sotomayor B. Es por esto, que lo que en este sentido debemos preguntarnos es si los responsables de esta conducción, tenían o no, las competencias, carácter y liderazgo necesarios para ello. Como veremos, una cosa había sido el ministro Sotomayor y otra, muy distinta, sería el ministro Bañados.

El plan de defensa gobiernista contemplaba desplegar una división en cada uno de los centros más poblados del país y próximos al mar, vale decir: La Serena, Concepción, Santiago y Valparaíso. “…Valparaíso es puerto —señalaba el ministro Bañados—La Serena y Concepción están a un cuarto de hora del mar y Santiago puede ser atacado por San Antonio o Valparaíso”90. Todas estas eran consideraciones muy lógicas pero que conllevaban un error estratégico garrafal: no ser realmente fuerte en ninguna parte, desperdigando las fuerzas en vez de concentrarlas. Como se ve, es evidente que la concepción del despliegue de las fuerzas estaba más influida por consideraciones geográficas que estratégicas. Craso error, ya que los objetivos geográficos no necesariamente conducen y coinciden con los objetivos estratégicos.


Presidente José Manuel Balmaceda. Fuente: Museo Histórico y Militar de Chile.

En una medida eminentemente política, el presidente Balmaceda envió a cada una de estas divisiones a un ministro de Estado para que fuera expresión de la solidaridad del gobierno con el ejército y soportara los peligros y las responsabilidades de la guerra. El 6 de agosto el ministro del Interior, Julio Bañados Espinosa, se dirigió a Concepción a cumplir su cometido: “…organizar los distintos cuerpos y ponerlos en pie de guerra”91. Con idéntico propósito, a fines del mes de julio, partió a Coquimbo como delegado del Gobierno, el ministro de Relaciones Exteriores, Manuel María Aldunate Solar, tomando el mando de la división de la cual era jefe el coronel Ramón Carvallo Orrego. Como se puede apreciar la función de los ministros iba bastante más allá de la solidaridad. Rozaba y se entrometía en la autoridad y conducción militar.

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