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Z serii: Investigación #209
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Sujeto(s) contemporáneo(s) en tensión: formas y configuraciones1

Ana Yamile Pérez Puentes2

Complejos escenarios invitan a diversas lecturas sobre lo que puede acordarse y reconocerse como sujeto(s) contemporáneo(s), ya que los impulsos contribuyentes en el advenimiento de este; transcurren entre cuestionamientos, conversiones y tránsitos de las relaciones humanas que se redefinen contantemente entre naturaleza y el ejercicio de los poderes, situando tensiones que van desde la propia redefinición pasando por condiciones y variadas formas de ser sujeto con atributos emergentes que dan cuenta de transformaciones culturales (Pérez y Díaz, 2021).

En consecución, sujeto(s) contemporáneo(s) que aquí se concibe abarca características esenciales en torno a subjetividad, prácticas tecnológicas y la precariedad en la construcción del yo en cuanto a confrontaciones de singularidades que dan “formas” y a la vez, pueden ser leídas en cuatro tensiones-motivo que conllevan confusiones hacia la definición de sujeto(s) contemporáneo(s), pero a la vez asumen la responsabilidad de enunciar un acuerdo entre condiciones de lo cotidiano y curioso en cuanto al actor respecto a sus actos y el sentido que representan la decisión y voluntad dentro del sentir la realidad.

Sujeto(s) contemporáneo(s) se reconstruye en interacción con la cibercultura y tecnocultura, en acontecimientos que capturan un conjunto de técnicas, prácticas, valores, actitudes y modos de pensamientos dentro del crecimiento del ciberespacio (Lévy, 2007) en las cuales se hace presente la necesidad de abrir espacio a un carácter constitutivo, tanto de los medios como de la realidad y reconfiguración de sujeto(s) desde la exhortación de prácticas específicas (Poster, 2001), que emergen en condiciones sociales impactando los conectores culturales; conformando no solo elementos simbólicos, sino experiencias dinamizadoras que ponen en tensión continuamente la construcción de sujeto(s) contemporáneo(s).

La primera tensión-motivo se aborda en sentido a la interacción con lo tecnológico y la información que conlleva a producir nuevas formas de subjetividad(es) desembocando en un segundo tensión-motivo desde ocho prácticas tecnológicas: Prácticas comunicativas, Prácticas performativas y escritura en la mirada, Prácticas del “yo” y “nosotros”, Prácticas de control, Prácticas del caos, Prácticas de lo opuesto, Prácticas del sonido y el movimiento y Prácticas de la imagen y representación, desarrolladas en función a la relación sujeto(s)-tecnología en una convergencia no solo digital y técnica, sino también cultural. El tercer tensión-motivo, ubica sujeto(s) entre rostros persuasivos en un régimen de voluntades, que expone la amabilidad con diferentes rostros capaces de contrariar la libertad y decisión propia, y por último la confrontación y la necesidad de ser; donde se relacionan la des-subjetivización, individualidad y singularidad en torno a las ideas de la fragilidad de sujeto(s) y la posibilidad de un “no” sujeto.

Primer tensión-motivo: subjetividad (es)

La primera tensión-motivo: subjetividad, se atiende como una pertenencia de percepciones, argumentos y expresión basadas en el punto de vista de sujeto(s) y, por tanto, permeados por los deseos particulares e intereses de este (Deleuze, 1996). Requiriendo de una actividad como intervención sobre el cuerpo y sobre ella, atravesada por la producción de un saber sobre las formas de la vida. Es así, que la subjetividad es enunciada desde un proceso de constitución del sujeto que existe mediante una afectación de este y que aparece en un sentir, al relacionarse con algo llamado “otro” se traza junto a él un camino, encuentros que responden a una experiencia-alianza que, en efecto, “(…) son imperceptibles, son actos que solo pueden estar contenidos en una vida, que solo puede estar expresada en un estilo” (Deleuze y Parnet, 2004, p. 7) que transita desordenadamente entre conexiones, actos, rupturas, líneas, nodos y enlaces que solidifican un devenir que no produce otra cosa que sí mismo.

Participa la subjetividad en tensión-motivo para sujeto(s) contemporáneo(s) precisamente porque es la recuperación de su propia historia entre los asuntos de la vida individual–original, psicológica y social, pero también toda una configuración de devenires en pro de la producción de sí mismo, expresando estilos intervenidos por fuerzas de autoconstitución, las cuales producen recorridos singulares, extraños sentidos de vida y diferenciales formas de gestionarse así mismo (Deleuze y Guattari, 2004; Foucault, 1991) y fuerzas de detención: reclusión, régimen de saber y régimen de poder, sistematizaciones sobre el cuerpo propio-individual y el cuerpo social-colectivo (Foucault, 2005). Tensión-motivo que promueve repensar la “mutación profunda en la producción de subjetividad, otras formas de consolidar la propia experiencia y otros modos de auto tematización, otros regímenes de constitución del yo, otras maneras de relacionarse con el mundo y con los demás” (Muñoz, 2010, p. 27). Consolidando una creación desde la existencia propia, determinando lo valioso de la crisis y dando sentido al pertenecer o no con identidad; desde diversidad de fundamentos que fortalecen comportamientos, actitudes y emociones de modos que se puedan expresar en sí mismas y fortuitamente en el acto de creación de sí recreando sujeto(s) contemporáneo(s).

Entonces, pensar en la reconstrucción de sujeto(s) contemporáneo(s) y “formas” en las que se responsabiliza, hacen parte del sentido que da Sibilia (2008) quien habla sobre un desplazamiento de la subjetividad “interiorizada” y la necesidad que el sujeto ha creado sobre su autoconstrucción: sociabilidad líquida, personalidades alterdirigidas y bioidentidades, cultura somática, yo epidérmico y dúctil. Autocontrucciones generadas en los sujetos que se encuentran conectados a la red, por ende “subjetividades y los cuerpos contemporáneos se ven afectados por las tecnologías de la virtualidad y de la inmortalidad, y por los nuevos modos de entender y vivenciar los nuevos límites espacio-temporales que estos recursos inauguran” (Sibilia, 2007, p. 55).

Los pasos tecnológicos recorridos como ser humano pasan por configuraciones de biopoderes presentes a lo largo de la historia entre ellos; configuración biológica (cuerpo) que con el tiempo y la interacción o mejor cambio por ella se convierte en obsoleto (Sibilia, 2007). Tecnociencia contemporánea vista desde la ética, política y sociedad, pasando a la tecno informática y la biotecnología, nuevas hibridaciones tecno-orgánicas, invitan a pensar en la experiencia que realiza el sujeto por sí mismo respecto a una relación con las tecnologías o con la existencia de un discurso que se considera como verdadero sobre esta, confirma que se está en presencia “(…) por una parte, de un usuario, un sujeto con agencia, un autor que se produce en la red, un nativo digital, una singularidad asociada en red con multitudes inteligentes” (Muñoz, 2010, p. 29) y por otra parte, un sujeto junto con una tecnología inmersa en la cotidianidad haciendo presente la naturalidad de pertenecer a una sociedad de la información.

En este sentido la interacción con lo tecnológico y la información conlleva a producir nuevas formas del “yo”, la construcción de una autenticidad en un entorno privado, constituyendo a la vez un entramado de relaciones con el otro y lo otro e imprimiendo así configuraciones de ciertas formas de ser e inhabilitando otras especificidades. Es así como la formación del sujeto(s) contemporáneo(s) se configura bajo ciertas características mediatizadas por las nuevas tecnologías, haciendo un proceso recíproco entre extensiones que envuelven ciencia, tecnología y sociedad, vislumbrando una serie de transformaciones, construcciones, devenires, entre otros que nutren los puntos de vista de los sujetos.

Sujeto(s) contemporáneo(s) se reconstruye en interacción con la cibercultura y tecnocultura asimilando procesos que dan nociones básicas sobre vidas propias, naturaleza y ser humano, así que se denominan algunas prácticas tecnológicas (Pérez, 2019) como tensión-motivo dentro de las formas que se es sujeto(s) contemporáneo(s) las cuales, pueden ser vistas como un distanciamiento o como modalidades típicas de ser y estar en el mundo. “En este sentido, es necesario deconstruir (desaprender) muchas de nuestras miradas sobre los cambios tecnológicos y ganar una mirada para entender los nuevos fenómenos” (Mejía, 2007, p. 69). Descomponiendo realidades para reconstruirla y así mismo mostrarlas de manera diferente, utilizar fragmentos, pedazos para volverlos a unir y convertirlos en una pieza con explicaciones y que sirva de precedente para acercarnos a otras formas de vida con sus respectivos fenómenos con sus miradas constituidas desde estas piezas que destruyen con el ánimo de crear y en evidencia de sujeto(s) desde un arte en sobrevivencia absoluta.

Fenómenos que posibilitan hoy que sujeto(s) contemporáneo(s) pueda(n) quiera(n) ocuparse de sí mismo(s), en un momento en el que es recurrente encontrar discursos que oscilan entre adicciones, privilegios, formación, competencias, diseños, dependencias, aprendizajes y necesidades –por nombrar algunas– que de una manera u otra parecen resultar atractivas ineludiblemente para las nuevas economías. Además de otros discursos y prácticas donde se posibilita otras formas de entender el cuerpo más allá de lo biológico, ya que desde lo que circula el cuerpo meramente biológico, alejado de lo tecnológico resulta obsoleto para las condiciones y exigencias actuales.

Segundo tensión-motivo: prácticas tecnológicas desde las posibilidades del sujeto

La tecnología como parte del sujeto sugiere la convergencia no solo digital y técnica, sino la hiperconectividad recreando modalidades de comunicación y experiencias vitales, estableciendo un puente constante entre dimensiones del propio cuerpo y la producción de sus vínculos orientados y fundamentados hacia nuevas figuras esquemáticas procedentes de la intensidad, innovación, condición humana y pensamiento crítico, potencializadas en lo icónico, metafórico y ficticio. Provocando así prácticas tecnológicas sugerentes que se resaltan de las concepciones manejadas sobre tecnología y sus apariencias como situaciones determinantes en los diferentes momentos históricos poniendo de manifiesto al sujeto ineludible en estos procesos. Estas prácticas tecnológicas se leen en clave, por un lado; a “(…) una construcción cultural y por otro, a un cultivar permanente de componentes que tiene enorme valor en el mundo contemporáneo” (Pérez, 2019, p. 38), desde las técnicas con sus artefactos, conexiones y dispositivos electrónicos y una actitud frente al progreso y con ello las mutaciones de quienes están siendo parte de ellas.

 

A continuación, se presentan las prácticas tecnológicas como tensión-motivo para ser pensadas en la configuración de sujeto(s) contemporáneo(s) que, como se dijo anteriormente, pueden ser leídas desde la declaración y no declaración de sujeto(s) contemporáneo(s), por tanto convienen de un motivo de confusión a partir de acuerdos entre la cotidianidad y lo curioso de los actores estando desarrolladas en función a la relación sujeto(s)-tecnología.

Prácticas comunicativas

Estudios del lenguaje desde la década de 1970, han venido participando y sustentando sobre las relaciones e interacciones verbales cotidianas, sujetas por gobernanza de normas, es decir “reglas conversacionales” (Díaz, 2009, p. 108), convirtiéndose en rituales sociales (Kerbrat-Orecchioni, 1990). Haciendo de estos, constituciones en un sistema de derechos y deberes, en una amalgama de privilegios, obligaciones y prohibiciones en las cuales los participantes mediante su interacción; respaldan al sistema con expectativas las cuales suponen su cumplimiento o no de los mismos (Díaz, 2009).

Asumiendo que se tienen reglas por lo menos aceptadas, también es bien sabido que estas se pueden romper o transgredir, creando otras o reestructurándolas. Esto dependiendo de la percepción e interpretación como posibilidades de significaciones e intercambios expresivos-comunicativos que se plantean para resaltar una visión cabal de los procesos comunicativos (Díaz, 2009, p. 109).

Los procesos comunicativos se llevan desde varias instancias y dependiendo del contexto, ya que este brinda indicios de la interacción resultando una serie de intenciones, referencias y realidades socioculturales que se construyen a sí mismas, reproduciendo y transformando mediante diferentes interacciones comunicativas encaminadas de manera recíproca, el reconocimiento de deseos, conocimientos y propósitos, en lo cual se refiere una producción de qué y cómo se producen incomprensiones y malentendidos, creando la necesidad de concebir a la comunicación como proceso de intenciones e interpretaciones (Tusón y Unamuno, 1999). Y es en este punto donde convergen otra serie de formas de comunicación, no solo la verbal, sino que se reconoce desde su análisis características, que van desde la voz, pasando por el escuchar, la risa, miradas, sonidos, movimientos, el cuerpo, la expresión de los rostros, la representación desde la imagen, gestos y señales y la relación de comunicación que puede causar un instrumento, artefacto o dispositivo electrónico con el sujeto.

En este caso no es hablar con “alguien” sino con “algo”, un elemento recurrente que se encuentra en el acontecimiento. Haciendo propia la conversación en una relación con lo otro en un yo hablando sin que nadie conteste, sin timidez hacia la conversación desde el escuchar el pensamiento y hablar desde este. Aquí vale la primera idea aun sin ser sensata, correcta o precisa en el momento inadecuado o adecuado y aunque no sea importante.

La voz, elemento dentro de las prácticas comunicativas, pero también dentro de las prácticas del “yo” y el “tú”, una voz en el liderazgo que crea toda una conversación con aquel que no responde, como se esperaría comúnmente, sino que se revela con la reacción inmediata del cuerpo sobre él.

El diálogo se une con el transitar de lo tecnológico, en ella se convierte sujeto(s) contemporáneo(s) en una forma de apertura de pensamientos, se fugan en ellos en la conversación con “algo” que no contesta, pero que, sin embargo, se cuestiona, dirige y consiente con la pretensión de emocionar. Y, absurdamente para algunos y magnífico para otros pretender ser uno solo con su instrumento tecnológico, se podría llamar devenir música o devenir instrumento musical. Estos por nombrar algunas situaciones, sujeto(s) contemporáneo(s) y la tecnología, en una constante controversia de quien controla a quien, una controversia que afirma las brechas mínimas entre ellos, el artefacto ya ha colonizado los mundos o simplemente el sujeto ha creado mundos junto a la tecnología. Así, posiblemente se rompe la tensión y se motiva a crear conversaciones, relaciones, mediaciones, interacciones y realidades.

Prácticas performativas y escritura en la mirada

Performatividad en la disposición en que el “acto” proviene de “hablar” o “expresiones realizadas” que confirman o alteran normas vigentes, como por ejemplo, al interior del aula escolar (Mclaren, 1995). Por ende, “(…) su objeto de estudio son los actos y acciones de los seres humanos en pleno desarrollo de su vida cotidiana al interior de instituciones que social y culturalmente se rigen por normas” (Cortés, 2018, p. 57). Aquellas que son y brindan elementos para cuestionarse a través del ejercicio mismo, para compartir el resultado de transformación y dar curso a la alternativa en la vida cotidiana. Entonces, tanto como parte de ese hablar y accionar se definen varias características de las prácticas performativas entre las cuales aplican el movimiento corporal-posturas, guía del sonido, las señales y los gestos, emoción y las imágenes, alcanzando formas de accionar frente a lo que se dice, pero una de las más importantes y compartida con prácticas de comunicación y performativas está la escritura en la mirada.

Miradas que se convierten en todo un diálogo de diferentes temas y controversias: miradas de complicidad, miradas de permanencia, miradas a la lejanía, mirada alrededor, mirada enfocada, miradas al lente (cámara fotográfica-telescopio), miradas ocultas, miradas al cielo, miradas de ubicación, miradas de complicidad, miradas de permanencia, miradas a la lejanía, mirada alrededor entre otras. Mientras tanto la pedagogía de la mirada consecuentemente es llevada a cabo desde diversos lugares, pero sobre todo se consagra asimétricamente en relación con un tercero. El sujeto(s) contemporáneo(s) que se profundiza entre comunicaciones, socializando y vivenciando o como lo afirma Goity y Tranier (2015) una mirada que da paso a:

Un absoluto reconocimiento del otro en donde la corporeidad queda suspendida o pareciera que diera paso a otro universo de representaciones. Una mirada en donde los ojos reemplazarían las manos y los brazos con una fuerza equivalente o hasta superadora del mundo de lo táctil. En ese especial momento, debemos confesar que nos sentimos como parte –o testigos– de un episodio de “epifanía”, despoblado, claro está, de su concepción religiosa y más ligada al mundo de la revelación o de lo “algo” revelado (p.102).

Concibiendo y resaltando el reconocimiento del otro, establecida entre relaciones y posibilidades de otros encuentros y devenires que solo se encuentran en un devenir-mirada dotando al sujeto de resistencia y esperanza dentro de vínculos tanto perceptibles como imperceptibles colmados de responsabilidades y orden en algún tipo de caos. Levinas, en Bauman (2006) dice que:

El rostro ordena y me ordena a mí. Su significación es una orden que significa. Para ser preciso, si la cara significa una orden para mí, no es en la forma en que un signo normal significa su significante. Esta orden es la significación misma del rostro. (...) La responsabilidad es la estructura esencial, primaria y fundamental de la subjetividad. Responsabilidad que significa responsabilidad por el Otro (...) (p. 214).

Compartiendo en ese devenir-mirada rompe la tensión del sujeto(s) contemporáneo(s) que se da partir de los efectos de contagio con algo que parece normal, pero en suma corresponde a una conexión y heterogeneidad permanente creando variadas líneas de fuga, entre los actos de resistencia y performatividad que a lo sumo es una mirada y reconocimiento en el otro, haciéndose responsable de sí mismo, responsabilidad inmersa en la mirada proclive al pensar por sí mismos de forma crítica, creativa y solidaria, pues así podría alcanzarse ciertas reflexiones y análisis del mundo en que se vive.

Prácticas del “yo” y “nosotros”

Un yo es una legión, el nosotros, es la palabra clave para todos los aspectos de la vida, es una relación en la que se parte del reconocimiento del otro, pero esta vez en una aceptación o rechazo en su diferencia creando espacios de identidad o por lo menos de semejanzas, ocupando espacios y lugares de coexistencia y prácticas compartidas que resuelven variaciones culturales haciéndolas constituyentes de esta. En otras palabras, vale la pena pensar en un constructivismo desde los mensajes en modo de protesta que accionan lo colectivo en conflicto desde un acuerdo, pero siempre marcando unos límites y compatibilidades, y en esos entendimientos la apariencia, actitud e intención embarcan el “yo” y “nosotros”, desde una percepción de lo colectivo, inicialmente dentro de las prácticas tecnológicas, referenciando la relación entre sujeto(s) e instrumento, artefacto o dispositivo electrónico.

En esa relación sujeto-tecnología aparece de gran importancia el estar – espacio – tiempo como una triada que toma conversiones y clasificaciones de acuerdo con las intenciones. La permanencia y función, diálogo con instrumentos, paciencia y apoyo, concentración – continuidad – decisión, emoción, apoyo – comprensión – organización, representación de lo existente, transformación de lo existente, realidad-sentidos e individualidad como parte de las características de las prácticas del “yo” y “nosotros”, así que no solo se queda en unos elementos, sino que evidencia la fuerza de transformación colectiva de las realidades a partir de los sentidos, la individualidad es el estante para una colectividad que representa la existencia de sujeto(s) contemporáneo(s) en su propio quehacer tecnológico.

Prácticas de control

Las prácticas de sí; permiten a cada individuo por decisión propia o con ayuda de otros a formalizar acciones sobre el propio cuerpo, conducta, pensamientos o cualquier forma del ser, adquiriendo así transformaciones de sí mismos (Foucault, 1990, p. 48), esas formas de sí; no solo aplican a la individualidad o el colectivo desde la identidad, sino que es el reconocimiento de las relaciones posibles que establece el sujeto(s) consigo mismo, dando la oportunidad de ejercer un gobierno sobre sí y las “formas” que puede ser en el mundo (Jaramillo, 2015, p. 56). Apostando a la gobernación desde sí mismo, el otro y los otros, pero en este caso en particular se habla del control, posibilitando que, desde la gobernación de sí mismo exista un control como proceso de subjetivación desde las prácticas tecnológicas.

En ese control se puede hacer referencia a Deleuze (1991) quien propone que las sociedades disciplinarias se encuentran en estado de crisis y que el control está siendo ejercido libremente, elaborándose representaciones deformantes de sujeto(s) que cambia(n) constantemente, propiciando espacios en que él esté, proponen juegos en el devenir hacia otras perspectivas subjetivas, requiriendo un esfuerzo y realizar recorridos entre avatares, extensiones y aventuras para poder hallarse en y de otro modo, sin embargo, esto no sucede porque la creatividad requiere rutas que están deducidas por el mismo juego de posibilidades de sujeto(s), aquellos que ya se encuentran en un tendido de controles y persuasiones.

Los controles del yo, el otro y lo otro; están permeados de una serie de autogestiones; primero; de sí mismo, haciéndose conocedor de límites en la cotidianidad, surgiendo de sí y por medio de la creatividad elementos necesarios (Jaramillo, 2015, p. 65) para su autoconstitución. Segundo, conocedor y representaciones de lo otro; con sus funciones para llegar a definir normas o controles que se convierten en una necesidad, así como las relaciones individuales y colectivas con sus propiedades que desprenden; convirtiéndose en condiciones permanentes y a la vez múltiples (Foucault, 2008, p. 277). Entre una apuesta que alimenta a las prácticas del control: control de sí mismo, control del otro, control de lo otro desde lo performativo y la escritura en la mirada, el “yo” y el “nosotros”, dibujando un panorama donde al parecer las prácticas de sí, han sido establecidas y atesoradas por los mecanismos de las relaciones de poder (Jaramillo, 2015, p. 69).

 

Configurando acontecimientos en las formas deliberadas y complejas de actuar, nuevos saberes tácticos de sí y los otros (Sáenz, 2014) que conversan, pero también se repelen los diferentes controles y controladores, haciendo ver que concurre una coexistencia, equiparación y necesidad de una tecnología frente a sujeto(s) contemporáneo(s) y viceversa.

Prácticas del caos

La teoría del caos (1977), asume que el mundo no sigue exactamente un modelo, por ende, no es previsible y tampoco puede ser determinado bajo una estructura estricta, sino que coincide con aspectos caóticos. A la vez, esta teoría defiende un universo entrelazado, conectado entre causas grandes y causas pequeñas, en que hace la distinción de causalidad y casualidad, dándole a la primera la responsabilidad del origen. El universo recrea la gama de posibilidades y en ellas descansa una libertad, la cual está acompañada de cierta manera por la predicción de exactitudes en las consecuencias de una decisión. Por lo tanto, es necesario aprehender quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos como parte del arte en la interacción con el universo.

El arte para poder aprehender se resuelve en filosofía siguiendo a Capacete (2011).

Existen distintas concepciones de lo que significa “realidad”. La acepción más corriente de realidad significa una visión determinista y mecánica. Desde este punto de vista no soy realista, pues no creo que la realidad pueda ser reducida a un mecanismo de relojería, ya que de esta manera el universo sería como un autómata. Mi búsqueda se orienta hacia el nuevo tipo de realidad que también puede ser expresada en términos científicos. En otras palabras, soy un realista para una nueva realidad (p. 2).

Así que puede existir el clima y la ignorancia, estos dos existen de por sí, dependen de circunstancias inciertas, como sucede con las prácticas del caos, haciendo alusión a aquellos eventos, instantes de variaciones que generan un efecto tal vez no inmediato, pero si en la construcción de cultura de la que se venía hablando, puede ser un caos en el lenguaje, en las miradas, sentir, emoción, concentración, disposición, entre otros, todo depende del punto de vista, un caos que repercute en el aprendizaje y a su vez en la enseñanza y las intenciones de ella, abriendo un espacio al camino de relaciones diferentes y caóticas, saliendo de lo previsible y determinado, haciendo de la risa mejora o complicación, palabras sutiles, ofensivas y groseras, apariencias que no están claras, actitudes desalineadas, intenciones fortuitas, emociones que sufren y se alegran a la vez, sentir apesadumbrado y sistemas de fuerza que se trasladan entre el control de sí mismo, control de otro y control de lo otro. Los tiempos transcurridos y restantes que provocan sensaciones de tiempo tanto en el presente como en el futuro, creación de efectos y contrastes en montajes de realidades. Se encuentra entre las causas y los efectos, causas pequeñas y grandes efectos, gotas de agua que fluyen, pero que, al pasar el tiempo, puede producir grandes cambios aun con la aparente nimiedad de la acción-tiempo.

En esa nimiedad de irrumpir la tensión-motivo, a causa de las realidades se acude a la relación en el sentido de dominio, ya que una se determina desde la otra, por lo tanto, es una unión predecible, la existencia de una define la otra desde la comparación, comunión y contradicción, por ende, el sujeto(s) contemporáneo(s) está en la relación de dominios y es decisión de este evocar y producir el dominio al cual quiere pertenecer; a lo sumo dinamizar los sistemas de fuerzas que le preceden a la causa y efecto que provienen de caos en búsqueda de equilibrio que solo puede equiparar el sujeto(s).

Prácticas de lo opuesto

Al hablar de opuestos se podría pensar en algo diferente u oponente, sin embargo, es más bien un contraste. Este puede resultar concreto o simbólico, pero es aquel que revela la otra forma y asegura que uno necesita del otro para reconocerse. Las oposiciones presentadas como opuestas son más bien interdependientes, ya que un significado es derivado del contraste del significado de lo opuesto, y no de algo inherente o de una pura antítesis (Scott, 1988, p. 89). Así que, en esa divergencia, se halla más que una diferencia, se interpreta una intensidad de diferentes gamas que establece una interdependencia constituyendo a la vez una herencia, por eso Derrida (1989) habla de oposiciones binarias: presencia/ausencia, identidad/diferencia, universalidad/especificidad, unidad/diversidad, parejas que dependen y derivan sus significados y la vez, se convierten en generadores los unos de los otros.

Las características que nutren la práctica de lo opuesto precisamente se convierten en binas, palabra-acción, risa-equivocación, representación de lo existente, transformación de ello y la opción de convertirlo en otras realidades. Otra de las características son las acciones en cuanto a palabras y movimientos, cómo estas dos formas se pueden encontrar, pero a su vez se oponen bajo ciertas circunstancias e intenciones. Entonces, el sujeto(s) se encuentra en continua oposición de sí mismo y de los otros no como ofensa, sino como parte de su particularidad, con la posibilidad de la de-subjetivación y a la vez, subjetivación de sujeto(s) contemporáneo(s).

Prácticas del sonido y el movimiento

Todo lo que se mueve produce una vibración a lo que se llama sonido. Vibraciones que son transmitidas por ondas sonoras, tomando su tiempo para encontrar el camino y poder llegar, ya sea por aire, agua o sólidos, así que el sonido vendría siendo aire y movimiento. Aclarando, que se diferencia el sonido del ruido, siendo el primero, frecuencias regulares y el segundo lo contrario. Pero para definir el sonido es importante darle sentido al silencio; el cual se presenta en la ausencia del sonido y en su unión dan como resultado obras, no solo musicales, sino también de aceleraciones y velocidades en relación con diversos temas que competen al ser humano; como por ejemplo el poder y la velocidad y diversos tipos de accidentes dentro de las nuevas tecnologías; como lo afirma Paul Virilio (1997), quien habla en primer lugar, sobre las nuevas tecnologías como portadoras de cierto tipo de accidente sosteniendo que, todos los objetos –sean cuales sean– inauguran accidentes específicos, locales y ubicados en el tiempo y en el espacio.

Y en segundo lugar Virilio (1997) afirma que:

Poder y velocidad son indispensables al igual que riqueza y velocidad son inseparables... Poder es siempre poder de controlar un territorio con mensajes modos de transporte y comunicaciones, independientemente de la economía de la riqueza un acercamiento a la política es imposible que un acercamiento a la economía de la velocidad (p. 15).

Todo lo anterior haciendo que las prácticas del sonido y el movimiento se desarrollen desde el interior del objeto – técnica– en relaciones con el tiempo, comunicaciones, política, riqueza y poder, en el entramado de vibraciones que se llevan a cabo en el diario vivir de sujeto(s) contemporáneo(s).

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