Fabricato 100 años - La tela de los hilos perfectos

Tekst
0
Recenzje
Przeczytaj fragment
Oznacz jako przeczytane
Czcionka:Mniejsze АаWiększe Aa

La inauguración de la fábrica

Antes de la inauguración en agosto de 1923, se comenzó el ensayo de las máquinas y la producción de unas pocas telas en Fabricato.68 Entre el trabajo de cardas, urdidoras y telares se produjeron los primeros driles y lienzos, y en julio se intentó teñir una pieza en un tono granate. Jorge Echavarría cuenta que hubo momentos en los que las máquinas no funcionaron bien.69 También el proceso de teñido tuvo problemas. Según relataba un empleado, una de las primeras telas “la lavó Don Alberto Echavarría en el lavamanos del almacén y fue tanto lo que soltó, que quedó más color en el aparato que en la tela”.70

Por esos días de agosto la prensa anunció la visita a Medellín del general Pedro Nel Ospina, presidente de la República (1922-1926), quien inauguraría una estatua del Libertador Simón Bolívar y la Exposición Industrial y Agropecuaria en la ciudad.71 Entonces, Jorge Echavarría apuró el trabajo de organización de la fábrica para inaugurarla. Quién mejor que el presidente para la apertura oficial, pues él había sido uno de los pioneros de la industria textil antioqueña en 1902 con la creación de la Compañía Antioqueña de Tejidos. En una ocasión, Echavarría manifestó que durante días previos a la inauguración trabajaron “horas extras y días feriados (...). Rendidos quedábamos después de largas horas de trabajo...”72

El día anterior a la apertura, Jorge Echavarría instó a los trabajadores para que vistieran sus mejores ropas. Todos se ubicarían en sus puestos de trabajo y cuando el arzobispo pasara debían arrodillarse para recibir la bendición.73 Al día siguiente, después de la bendición y la entronización de la imagen religiosa y de que el presidente de la República pusiera en marcha las urdidoras y el gobernador del departamento de Antioquia los telares, al son de los acordes del himno nacional, los concurrentes brindaron con champaña y la fábrica quedó oficialmente inaugurada.74 Al medio día, como parte de la celebración, los trabajadores fueron llevados de paseo en ferrocarril hasta Medellín, para visitar la Exposición Industrial y Agropecuaria en los pabellones del Hospital San Vicente.75

Para la época, los sistemas de administración de una empresa como Fabricato respondían a relaciones paternalistas entre empresarios y obreros, propias de empresas familiares, con pocos recursos y trabajadores. En ellas fue común que un empresario individual, como Jorge Echavarría, fuera asistido por un pequeño grupo de capataces y ejerciera un tipo de “control simple”: asistemático, idiosincrático y personalista. Este empresario administrador intervenía en forma directa en el proceso productivo y ejercía su poder para contratar, animar a los trabajadores diligentes y despedir a los indisciplinados.76 Las notas de su diario personal (escrito entre 1923 y 1926) así lo confirman, cuando narra los pequeños pero significativos acontecimientos que vivía la empresa. El 21 de septiembre de 1923, por ejemplo, anunció a los trabajadores los precios de los contratos, los mismos que les parecieron muy bajos, por lo que enfrentó un conato de huelga.77 Para entonces el país vivía uno de los ciclos huelguísticos más agitados de su historia, como resultado de la desestructuración de los modos de vida de masas de campesinos y artesanos por cuenta de la industrialización, del conflicto entre capital y trabajo, y de los problemas agrarios. A ello se sumaba el deterioro de los niveles de vida en las ciudades, pues no contaban con la infraestructura suficiente para recibir a ingentes masas de migrantes campesinos, muchos de los cuales nutrieron la pobreza y el mundo marginado urbano. Así emergió entre la opinión pública la idea de una serie de patologías y enfermedades sociales, denominadas “la cuestión social”, asunto fundamental para entender la diversidad de programas y acciones sociales que emprendería Fabricato en este contexto, soportados en la filantropía empresarial y el civismo. Estas temáticas serán expuestas en otro capítulo de esta obra.

Este ambiente de movilización social y agitación política alimentó el malestar de las 126 huelgas que hubo en todo el país, entre 1920 y 1929, con un promedio de 12 por año, en los sectores de industria, transporte y minas, en lo fundamental. La década de 1930 no fue menos convulsionada. En este ambiente, la huelga de la Fábrica de Tejidos de Bello, liderada por la obrera Betsabé Espinal, entre el 13 de febrero y el 10 de marzo de 1919, se convirtió en símbolo del movimiento obrero local y nacional. Bajo el impacto de la Revolución Rusa (1917), la agitación del movimiento socialista y la crisis económica que marcó la década, las principales reivindicaciones obreras fueron: el alza salarial, la estabilidad laboral, las condiciones higiénicas de trabajo, el desarrollo y el cumplimiento de la escasa legislación laboral y la lucha contra el alto costo de vida.78 A estas demandas respondieron el Estado y empresas como Fabricato con el objeto de mejorar el bienestar de sus trabajadores, tema que será desarrollado en próximos capítulos.


“Máquina de estirar”. Diccionario industrial: artes y oficios de Europa y América. Vol. III. Barcelona, A. Elías, 1892. Sala de Patrimonio Documental, Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas, Universidad EAFIT

Frente a estas problemáticas, en el diario de Jorge Echavarría se revela cómo operaba la sensibilidad social del directivo, sin excluir una dosis de realismo político. El 19 de diciembre de 1924 notificó el período de vacaciones pagadas a los obreros: “Hoy tuve el gran gusto de anunciarles a los obreros que el 24 suspenderíamos trabajos hasta el 2 de enero y que les pagaríamos su tiempo–recibieron la noticia con aplausos y risas”, mientras que el 20 de junio de 1925 respondió a la presión alcista del costo de vida que fue motivo de huelgas: “Hoy subí espontáneamente los jornales en un 10% por la enorme alza de los víveres–naturalmente el personal se puso feliz y aplaudió mucho en la plática en que se los anuncié ayer”.79


“Máquina secadora y aprestadora, sistema Palmer, de ocho tambores, con estiradora americana”. Diccionario industrial: artes y oficios de Europa y América. Vol. III. Barcelona, A. Elias, 1892. Sala de Patrimonio Documental, Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarria Villegas, Universidad EAFIT

Que comience la producción: trabajadores, telas y ventas, 1923-1931
Los primeros trabajadores

Los trabajadores de Fabricato estaban divididos en tres grupos. Los obreros trabajaban en los salones de la fábrica operando las máquinas, en oficios como hilanderas, urdidoras, pasa-lizos, envolvedoras, tejedoras y costureras. También los que realizaban tareas relacionadas con el mantenimiento de las máquinas y el terminado de las telas, como los limpiadores de telares, los ayudantes de tintorería y los aprendices de doblador y empacador. Asimismo, estaban los encargados de la construcción de los edificios, como tapiadores, albañiles y reparador de la acequia. Hasta 1946, se encontraba a la “vigilanta general”, persona encargada de impartir disciplina de modo que los obreros “no perdieran tiempo, hicieran bien el trabajo” y mantuvieran la “buena moral y las buenas costumbres”.80 Por otro lado, los empleados eran aquellos que tenían labores administrativas, como el secretario contador, la estenógrafa (copista de libros de actas), las encargadas del archivo y de las agencias. En la década de 1930, a medida que el negocio fue creciendo, se crearon otros cargos, como ayudante del gerente, apoderado de la compañía, subdirector de la fábrica y visitador de agencias. También estaban los técnicos y mecánicos especializados de cada salón y el alto personal técnico; entre los empleados se contaba al ingeniero textil y al médico de la empresa. Por último, los directivos eran el gerente y el director de la fábrica.81

El número de obreros en 1923 era de 149, divididos entre 46 hombres y 103 mujeres. Con objeto de tener una idea de los comienzos de la fábrica, en comparación con otras, en el mismo año Coltejer tenía 350 obreros, Rosellón 400 y la Compañía de Tejidos de Medellín 550.82 El pago de jornales en Fabricato variaba de acuerdo con el oficio y se cancelaba el número de días que el obrero hubiera laborado. En los salones, el jornal más bajo se encontraba en hilados, 15 centavos, y el más alto en tintorería, 1,80 pesos.83 Para 1932 ya trabajaban 323 obreros, 98 hombres (con jornales entre 35 centavos y 3 pesos) y 225 mujeres, incremento de la planta laboral que muestra una recuperación económica después de la crisis de 1929. Los salarios de las mujeres eran menores a los de los hombres: entre 35 y 80 centavos en algunos oficios.84 Las siguientes aproximaciones nos dan una idea del nivel de vida de los obreros. Uno que ganara el jornal más bajo, si trabajaba 26 días al mes, se hacía un sueldo de 9,1 pesos. El valor aproximado de un mercado para una semana, para una familia compuesta por 10 personas, que incluía frisoles, papa, panela, arroz, carne o tocino y chocolate en 1932, era de unos 6,52 pesos.85 Lo anterior sin contar los gastos de vivienda, servicios de energía y agua, y vestido.

La proporción entre hombres y mujeres en Fabricato se ajustaba a la tendencia de la época para la industria textil colombiana, en la que predominaba la mano de obra femenina, por ser más disciplinada y barata. De hecho, en 1928, entre las principales textileras del país, como Santa Ana (Bogotá), Tejidos Obregón (Barranquilla), Tejidos de Punto de la Espriella Hermanos (Cartagena), La Garantía (Cali), Hilados y Tejidos de Caldas (Manizales), Samacá (Boyacá), Tejidos Nariño (Pasto), Franco Belga (San José de Suaita), Compañía de Tejidos de Medellín, Rosellón, Coltejer, La Unión, La Constancia y Fabricato (Antioquia), se empleaba alrededor de 2.426 hombres y 3.040 mujeres. Asimismo, el promedio del salario variaba entre los dos géneros; era el doble el de los hombres, 1,75 pesos, mientras que el de las mujeres era de 90 centavos.86 En 1940 los trabajadores de Fabricato ya eran 1.215, repartidos en 439 hombres y 776 mujeres. Y para 1943 el personal aumentó a 1.989 obreros, compuestos por 857 hombres y 1.132 mujeres.87 El aumento del personal fue resultado de la fusión de la textilera con la Fábrica de Tejidos de Bello en 1939.

 

Exposición de telas marca Fabricato, Agencia Tulio Mesa Medina, Manizales, 1929. Archivo Fabricato

Hasta 1935, los obreros de Fabricato tuvieron una jornada de trabajo de diez o doce horas, cuando la junta directiva la redujo a ocho, acorde con lo ordenado por el Gobierno nacional a través de la Oficina General del Trabajo. Sin embargo, la medida solo comenzó a aplicarse en los salones de hilados y tejidos.88

En los próximos capítulos se narrará con más detalle la historia de los trabajadores de la fábrica. Por ahora, se deja una constancia corta sobre algunas personas que, dirigidas por Jorge Echavarría y los técnicos de cada salón, confeccionaron las primeras telas de Fabricato en las máquinas que llegaron en 1923. Así, el primer enrollador fue Benjamín Monsalve, que vigilaba que el algodón quedara más limpio y bien enrollado. Germán Sierra fue quien trabajó la primera carda, en la que las fibras eran convertidas en cintas o mechas para pasar al proceso de estiramiento en el manuar, que en principio operó la obrera Ana Muñoz. Las primeras bobinas de la urdimbre y la trama, con los hilos ya listos, las manejó Gabriela Tamayo. Por su parte, Candelaria Fonseca se encargó de ensayar la primera urdidora, en la que los hilos eran peinados en hebras separadas. El engomador, Adolfo Lebrún, y su ayudante, Fernando Vélez, fueron los responsables de que los tejidos fueran resistentes, elásticos y uniformes. El primer telar fue operado por el técnico Joaquín Escobar y la obrera Carolina Tamayo. En los inicios de la empresa, algunos oficios o procesos técnicos todavía dependían de extranjeros; entre ellos uno de los más complejos era el teñido o satinado, que fue dirigido por Mr. Greenwood, quien al parecer no dejó una buena impresión en el director pues el día de su partida, en marzo de 1924, anotó: “El 18 partió Greenwood el tintorero a Dios gracias”.89

El algodón y las primeras telas

El arranque de la producción no fue fácil. Aunque una parte del personal sabía del oficio, pues había laborado en otras empresas, como Coltejer, la otra, sin idea de oficios industriales, pues provenía del campo, lo aprendía en el proceso de producción, por lo que a veces se estropeaban los tejidos o se afectaba el funcionamiento de las máquinas. Así, Carlos Agudelo, un tintorero de 22 años, fue expulsado en 1926 “por haber roto dos piezas de una máquina” y Aura Avendaño de 17 años apenas duró dos meses en telares pues fue “despedida por dañar telas”.90 En principio, el entrenamiento del personal no fue un problema mayor, en cambio, la escasez de materias primas sí. En noviembre de 1923, la sección de tintorería había parado por completo porque no había telas para teñir, pues no había hilaza y algodón “en los otros departamentos; el resto del tiempo se trabajó muy lentamente por escasez de telas por la mucha demanda que hubo de la Gerencia por telas crudas”.91 Como era de esperarse, el salón de hilados dependía de la permanente provisión de algodón y el de telares de hilos y la tintorería de que hubiera piezas para aplicarles color. Otras veces la producción se detenía pues había que hacer el mantenimiento de las máquinas. También hubo derrumbes en la acequia y, como sucedió en 1924, los fusibles de la planta, que proporcionaba 250 kilovatios, se venían quemando.92

No sobra decir que Fabricato se orientó de manera exclusiva hacia la producción de telas de algodón, no de lana o seda, como sí lo hicieron otras empresas del país y aun de la región antioqueña. El poco algodón que se produjo en Colombia durante el siglo XIX se exportaba en su mayor parte. Hacia 1917 su producción era de 1’500.000 kg cuando la incipiente industria textil nacional consumía 2’300.000 kg. Las fábricas de Medellín consumían en aquel año 900,000 kg anuales, mientras en Antioquia solo se producían 200,000 kg.93 Ante el déficit de esta materia prima, no solo fue necesario importarla, sino estimular el cultivo del algodón nacional. Muy entrado el siglo XX, se desarrollaron grandes cultivos tecnificados en la costa Caribe, los Llanos Orientales y los valles del Tolima, cuya demanda se debía a la conformación del mercado nacional.

Como los cultivos nacionales no suplían la demanda interna, el faltante se importaba sobre todo de Estados Unidos, aunque era más caro que el nacional. Hasta 1931 Fabricato compraba el algodón a proveedores de Colombia y Estados Unidos. En 1924, el departamento del Atlántico, el mayor productor de entonces, aportaba el 75% de la producción nacional. Se valoraba mucho por ser de “fácil hilado” y porque tenía mejores características que algunos algodones norteamericanos, aunque se lo hallaba mezclado con especies de inferior calidad.94

En 1928, entre las principales industrias textiles del país se consumía más algodón nacional, 3’092.257 kg, que extranjero, 914.837 kg.95 De hecho, en Fabricato, en 1931, había 200 telares en funcionamiento y se consumían 347.640 kg de algodón nacional, “en su mayoría de la Costa Atlántica y algo del occidente antioqueño” y 113.388 de algodón norteamericano.96 En Antioquia había cultivos en los municipios de Cañasgordas, Frontino, Uramita y Dabeiba.97 Esta situación cambió en 1939, cuando predominó el consumo de algodón extranjero en las fábricas textiles del país. En ese año consumió 39% de algodón nacional y 61% extranjero y al siguiente la relación fue de 25% y 75%.98 Al principio, el algodón estadounidense no gozó de buen crédito en Fabricato. Según notas de enero de 1924, era malo “por su excesiva sequedad y fibra corta”. En otra ocasión arribó mojado y había “dado mucha brega y mal trabajo en todas las máquinas”. Pero en diciembre de aquel año se consideró que el material era el preciso: “Admirable el algodón Americano”.99


“Delegadas al Congreso Agrícola. Las damas de los extremos lucen trajes hechos de dril Perla”, Pabellón de Fabrícalo en la Gran Exposición Nacional de Bogotá, 1931

Archivo Fabricato

La importancia de la calidad del algodón y la garantía de su constante suministro para las plantas de hilados fue tan crucial que empresas, como Tejidos Obregón, de Barranquilla, se embarcaron de manera directa en su cultivo. Dos motivaciones adicionales para hacerlo era que el producto, dispuesto en voluminosas pacas, tenía altos costos de transporte en relación con su peso y que el importado era más caro que el nativo. Los Obregón entregaron semillas y prestaron asistencia técnica a campesinos de los departamentos de Atlántico y Magdalena, por medio de la Compañía Agrícola Comercial, que habían fundado para ello en 1914. En estos encadenamientos hacia atrás fueron pioneros y exitosos.100 Fabricato también trató de producir la materia prima; compró algunas tierras en Dabeiba, Antioquia, e instaló una desmotadora de algodón. Sin embargo, ante las dificultades con el municipio para usar las aguas de la quebrada Antadocito, que daba fuerza a la rueda Pelton para la desmotadora, se decidió abandonar el proyecto y vender lo que se había instalado a Coltejer.101


Hermann Oppenheimer. Álbum de propaganda de la ciudad de Medellín. Medellín, Bedout, 1935

A pesar de ello, los empresarios antioqueños desarrollaron otro tipo de mecanismos para controlar la provisión de materia prima. Así, el 30 de noviembre de 1932 la Compañía de Tejidos de Medellín, Rosellón, Coltejer y Fabricato conformaron la sociedad Algodonera Colombiana S. A.,102 que se encargaba de todo el proceso del algodón procedente de la costa Atlántica: negociar con los cultivadores el precio de compra, llevarlo a la desmotadora, almacenarlo y transportarlo hasta las fábricas del valle de Aburrá. Asimismo, hacía los pedidos de algodón estadounidense. Cada fábrica tenía adjudicada una cuota de algodón, que dependía de su número de acciones o del valor con el que respaldaba los préstamos que hacía la Algodonera en los bancos para hacer los pedidos en el exterior.103

De igual forma, se compraba algodón a los cultivadores de Armero, Tolima. A principios de 1938 estos lograron presionar al Gobierno nacional para que las fábricas textiles del país fueran obligadas a comprar su algodón y a restringir la cantidad del importado. Además, fue creada una Junta de Control o Junta Nacional de Algodón, que vigilaba cuánta materia prima tenían las industrias textiles y determinaba cuánto podían importar.104 De esta manera, Fabricato se vio obligada a comprar algodón de Armero, aunque sus directivos declaraban haber “tropezado con dificultades difíciles de solucionar en la hilatura de esa fibra”. De hecho, Coltejer se negó a comprarlo. En Fabricato, el gerente, Ramón Echavarría, manejó la situación con diplomacia porque había un componente político: como el gremio cultivador aparecía como “explotado por las fábricas”, era preferible la conciliación, pues el “cargo injusto dejaba huellas en la opinión pública”.105 En 1939 hubo un cambio en la política económica que benefició a las textileras, porque pudieron comprar el algodón extranjero sin restricción.106 Después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), los algodones de Estados Unidos, Brasil y Perú fueron importados en grandes proporciones debido a su alta calidad.

Como se anotó antes, la primera tela producida en la fábrica a manera de ensayo fue un dril, al que se puso por nombre Luis.107 El dril era bastante conocido y consumido por sectores populares desde el siglo XIX. Entre 1923 y 1931, Fabricato vendió domésticas, coletas, Oxford, brocados, popelinas, céfiros, carolinas y Khaki, telas que también eran vendidas por empresas como Rosellón y Coltejer. Por esta razón, la marca de la fábrica en el orillo de las telas era muy importante para diferenciar los productos de cada compañía.108

En principio, las telas de Fabricato se encontraban teñidas, satinadas o blanqueadas. Las crudas, que se despachaban conforme salían del telar, empezaron a ser blanqueadas en 1924 con el fin de que salieran más limpias y con mejor apariencia.109 Los clientes reconocían las telas por sus nombres, por el tipo de tejido y por la marca de la fábrica. La más famosa por esos años fue la coleta Gloria, que se cree fue la primera lanzada al mercado.110 Entre la inauguración de la fábrica y 1931 existieron, al menos, otros 130 nombres de telas. Valga aclarar que un mismo nombre podía ser asignado a dos telas que habían pasado por procesos diferentes de tintorería. Por ejemplo, la Victoria se encontraba teñida, satinada o cruda y la Sorpresa satinada o blanqueada.111 Los nombres de las telas teñidas que se vendieron en 1923 fueron: Gloria, Poplin, Belica, Carcas, Mercedes, Khaki, Junín, Brocado y Victoria, y los driles Ayacucho, Támesis y La Niña. Entre las satinadas se encontraban carolinas y céfiros, también los driles Flanel, Alberto, Jack y Boston, y las domésticas Triunfo y Jardín.112

Es difícil reconstruir las motivaciones de tales nominaciones, pero revelan los pequeños acontecimientos de la vida de la fábrica: los homónimos de las esposas de los directivos, el nombre o apodo de un célebre empleado, un pueblo de la geografía antioqueña o del exterior o los nombres de las famosas batallas y mártires de la independencia, recordados al calor de las celebraciones del Centenario (1910). Muchos de ellos pretendían ser de rápida recordación entre los consumidores, lo que facilitaba su identificación con el producto. Hasta los años ochenta estos artículos sirvieron para reforzar los vínculos de amistad y aprecio entre los antioqueños, pues fue muy común, en ocasiones especiales, regalar “cortes de géneros” a amigos y allegados, los mismos que iban a parar a la máquina de coser, marca Singer, de la modista del barrio o de una tía para ser confeccionados y adornar a quien usaba el “estrén” (prenda para estrenar).

 

“Máquina de estirar europea. A esta máquina van aplicados un cilindro arrollador y una rosca alisadora”. Diccionario industrial: artes y oficios de Europa y América. Vol. III. Barcelona, A. Elias, 1892. Sala de Patrimonio Documental, Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarria Villegas, Universidad EAFIT

Diferentes textileras del país también confeccionaban prendas para vestir, como medias, calcetines, corbatas, camisas y ropa interior. También ropa para casa, como toallas, manteles, sobrecamas, hamacas y alfombras.113 De igual forma, Fabricato emprendió la confección de camisas y pantalones en 1925. Tres años después se ofrecieron los mismos productos en tejido de punto, mucho más fino y duradero que el plano. La maquinaria para el tejido de punto fue comprada en Estados Unidos en 1927 por recomendación de Carlos Mejía, quien creía que con “el práctico” que pondrían al frente de esta sección, Gustavo Merizalde, el negocio presentaría una buena perspectiva de lucro, lo que, al parecer, dio buen resultado, pues en 1929 se inició la venta de calzoncillos y vestidos y, entre 1930 y 1931, de overoles y calzones para niñas y señoras.114 Merizalde había sido empleado de Coltejer, cuya planta inició operaciones en una trilladora, en la que él trabajaba un telar de madera que fabricaba mantas y muleras para la arriería.


Salón de cardas en la primera planta de Fabricato, Bello, s. f. Con esta máquina terminan de limpiarse y separarse las fibras de algodón para producir un velo o cinta de fibras uniformes que pasa al proceso de estiramiento en el manuar. Archivo Fabricato


Tarjetas de identidad

Archivo Fabricato

Entre las prendas confeccionadas por Fabricato se contaban, por lo menos, cuarenta y ocho tipos diferentes. Algunas de las marcas eran: las camisas Santander, Bolívar, Sucre, Córdoba, Gloria, Omega, Urabá y Palacé, los pantalones Ayacucho, Mariscal, Khaky y Quindío, los calzoncillos porosos blancos, de color y crudos, los vestidos Pinocho, Chepete y Mojicón, los calzones por colores y sencillos, y los overoles Lienzo M., Dril M., Mariscal y Niño.115

El uso de algunas de las mencionadas prendas fue, en principio, exclusivo de una minoría pudiente y refinada, pero, a partir de los años cincuenta y sesenta, se extendió hacia sectores urbanos más diversos, así como el uso de electrodomésticos, como la plancha y la lavadora eléctrica, con los que el mercado transformó los hábitos de higiene doméstica y del cuidado de la ropa y de sí. Es evidente que en estos ámbitos Fabricato contribuyó a las transformaciones culturales que califican a una sociedad de moderna, pero también lo hizo a partir de la publicación de revistas, concursos literarios y musicales, programas radiales, eventos deportivos y de artes plásticas, entre otros. Esta amplia intervención en el campo cultural mereció capítulo aparte.

Como las telas, las confecciones también revelan las nuevas sensibilidades y prácticas de consumo que empresas como Fabricato indujeron entre la gente. Estas prendas suponen nuevas relaciones con el vestido, el cuerpo, los alimentos y las otras personas en un centro urbano en acelerado proceso de modernización. Las fotografías y las crónicas del Medellín antiguo muestran de forma reiterada cómo en aquella sociedad, de profunda raigambre agraria y campesina, era muy común andar a pie limpio, sobre todo los hombres, de modo que el uso de las medias supone que hubo otro tipo de industria que popularizó el uso del zapato. De igual manera, la moda de otras prendas íntimas y personales, como los calzoncillos, la toalla o el pañuelo, fue reveladora de individuación e higienización, como el baño diario y el acatamiento de formas de decoro y civilidad, adecuadas a los nuevos escenarios de la vida urbana y del mundo del trabajo, como la oficina.

Además de las telas y las prendas que se venían vendiendo desde 1923, se incluyeron toallas de mano y de baño, ruanas de hilo y telas para pañuelos y sábanas. En los años treinta apareció también el famoso dril Naval y telas como la Diagonal R, la coleta Flaca, la popelina Ideal y la tela para colchón X. Asimismo, a finales de esa década se discutió la necesidad de introducir telas estampadas, proyecto que se puso en práctica en 1940.116