La persona del terapeuta

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La persona del terapeuta
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EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

Vicerrectoría de Comunicaciones

Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, Santiago, Chile

editorialedicionesuc@uc.cl www.ediciones.uc.cl

LA PERSONA DEL TERAPEUTA Ana María Daskal Minuchin

© Inscripción Nº 2021-A-7184

Derechos reservados

Agosto 2021

ISBN Nº 978-956-14-2862-1

ISBN digital Nº 978-956-14-2863-8

Diseño: Francisca Galilea R.

CIP-Pontificia Universidad Católica de Chile.

Daskal, Ana María, autor.

La persona del terapeuta / Ana María Daskal Minuchin.

Incluye bibliografía.

1. Psicoterapeutas.

2. Relaciones psicoterapeuta-paciente.

I. t.

2021 616.8914 + DDC23 RDA

Diagramación digital: ebooks Patagonia

info@ebookspatagonia.com www.ebookspatagonia.com

LA

PERSONA

DEL

TERAPEUTA

Ana María Daskal Minuchin


A mi padre, Natalio Daskal, de quien aprendí muy tempranamente la importancia del compromiso con los pacientes y de la ética profesional.

A mi madre, Julieta Edith Minuchin, quien estimuló siempre mi desarrollo intelectual, prioritario para ella, en la vida de todo ser humano.

AGRADECIMIENTOS

A mis maestros, mis supervisores y mis terapeutas.

A mis pacientes y ex pacientes.

A mis alumnos y supervisados.

A mis colegas, compañeros de derroteros.

A mis amigos de la vida.

…porque aprendí y aprendo de y con todos ellos.

Un particular agradecimiento a Carmen Gloria Hidalgo, por su estímulo constante en mi trabajo docente; a Rosita Aguirre Morey, incondicional de mis expresiones creativas y gran ayuda en la lectura de este libro; a la Pontificia Universidad Católica de Chile por el espacio que me brindó para transmitir mucho de lo acá dicho; a Héctor Fernández Álvarez, generoso compañero en este proceso de hacerse terapeuta, y especialmente por su prólogo para este libro.

A las instituciones de las que formé y formo parte, en Argentina y en Chile, porque en ellas fui creando mi propio estilo de trabajo, en contextos de aprendizaje, respeto, colaboración y creatividad.

A mis hijos Silvana y Ramiro Lauzán, porque me enternecieron cuando intentaron, siendo chicos, escuchar detrás de la puerta del consultorio para entender qué hacía la mamá ahí y por sus inteligentes y, a veces, ácidas críticas.

A mis nietos Román Fernández Lauzán, Gerónimo, Justina, Francisco y Margarita Lauzán Giecco, porque con sus preguntas me vi en la difícil tarea de explicarles en qué consiste mi trabajo.

Y al arte y sus maestros porque al alentarme a desarrollar otra profesión, contribuyeron a volverme cada vez más una terapeuta artista.

Quiero aclarar que para facilitar la lectura eliminando el “os/as” a lo largo del libro uso el sustantivo o adjetivo masculino como forma genérica de referirme a las personas en general. Sin embargo, no comparto la aún extendida masculinización del lenguaje.

Además, corresponderán a énfasis agregados por mí todas aquellas frases en cursiva tanto en mi texto personal como en citas bibliográficas, siempre y cuando no se indique lo contrario en casos específicos.

ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS

PRESENTACIÓN DE LA TERCERA EDICIÓN

PRÓLOGO

1. INTRODUCCIÓN

2. DE PERSONAS Y PERSONAJES

2.1 Lo personal vs. lo profesional

2.2 Un poco de historia

2.3 Evolución del tema

2.4 Compartiendo reflexiones

2.5 Dificultades adicionales de los tiempos presentes

3. ETAPAS EN LA VIDA DE LOS TERAPEUTAS

3.1 Iniciación

3.2 Etapa de formación avanzada

3.3 Etapa con experiencia

3.4 Etapa del retiro

3.5 Formación y desarrollo de carrera

4. POR QUÉ ELEGÍ SER TERAPEUTA

4.1 Motivaciones

4.2 Mandatos y mandamientos

4.3 Sugerencias en la formación

5. ESTILOS TERAPÉUTICOS

5.1 La construcción de un estilo

5.2 La autenticidad, cualidad esencial del estilo terapéutico

5.3 El papel de la autorrevelación. Ejemplos

6. LA TERAPIA PERSONAL

6.1 Necesidad y características

6.2 Terapia de terapeutas en distintas orientaciones teóricas

6.3 Cuando los terapeutas son los pacientes

7. LAS SUPERVISIONES

7.1 Supervisión y etapas del desarrollo profesional

7.2 Supervisión y poder

7.3 Confusión del rol de supervisor con docencia y con terapia; límites del rol.

7.4 Escenas temidas por supervisores

7.5 La persona del supervisor

7.6 Alianza terapéutica y supervisión

7.7 ¿Cuál es el problema y quiénes lo definen?

7.8 Responsabilidades de los supervisores

7.9 El setting de la supervisión

7.10 Capacitación de supervisores

8. ASPECTOS ÉTICOS DEL EJERCICIO PSICOTERAPÉUTICO

8.1 Algunos ejemplos de reglas institucionalizadas

8.2 Nadie sabe lo que pasa ahí…

8.3 Necesidad de un encuadre

8.4 Otros abusos

8.5 Algunas complicidades en nombre de las técnicas

9. BURNOUT DE LOS PSICOTERAPEUTAS

9.1 Síntomas de burnout

9.2 Algunas investigaciones sobre el tema

10. IMPORTANCIA DE LOS PACIENTES EN LA VIDA DE LOS PSICOTERAPEUTAS

Una intervención no convencional para la Sra. A.

Los hoyos de B. y mi costurero

¿Por dónde empiezo con C.?

 

Conteniendo la rabia de D.

El diálogo con la fe de E.

El descubrimiento de F. a través del arte

La máscara de G.

H. y la mesa

La frustración con I.

La inesperada ausencia de J.

El café que no tomé con K.

La carta-cuento de L.

Pacientes y familia

11. CARTAS A FUTUROS COLEGAS

Carta 1: “Disfruta y arriésgate”

Carta 2: “El toque personal”

Carta 3: “Ten una visión crítica”

Carta 4: “En la práctica clínica es donde más aprenderás”

Carta 5: “Y al final cree en ti”

Carta 6: “Cuando necesites ayuda, pídela”

Carta 7: “La importancia del autocuidado”

Carta 8: “Conociendo el propio ser”

Carta 9: “No te asustes, que todo es un proceso…”

12. PINCELADAS DE VIDA DE ALGUNOS TERAPEUTAS

12.1 La búsqueda de información

12.2 Las pinceladas

Irvin Yalom (1931)

Michael Mahoney (1946-2006)

Milton H. Erickson (1901-1980)

Jacques-Marie Émile Lacan (1901-1981)

Carl Rogers (1902-1987)

Anna Freud (1895-1982)

Enrique Pichon Rivière (1907-1977)

Carl Gustav Jung (1875-1961)

Sándor Ferenczi (1873-1933)

Friedrich Salomon Perls (1893-1970)

Donald Woods Winnicott (1896-1971)

Sigmund Freud (1856-1939)

Melanie Klein (1882-1960)

12.3 Personas y contextos

12.4 Reflexiones

13. LA FORMACIÓN Y SUS HERRAMIENTAS

Encuesta Nº1: Ir siendo terapeuta

Encuesta Nº2: Ir siendo terapeuta 2

Encuesta Nº3: Ir siendo terapeuta 3

Encuesta Nº4: Descubriendo estilos

Encuesta Nº5: Autoexploración

Encuesta Nº6: Explorando valores

Encuesta Nº7: Escenas temidas para psicoterapeutas

Encuesta Nº8: El espacio de trabajo

Encuesta Nº9:Terapeutas con experiencia

Encuesta Nº10: La terapia personal

Encuesta Nº11: Autenticidad

Encuesta Nº12: Estimulando la autorreflexión

Cuestionario de elección de carrera

Frases incompletas

Collage

La mochila

Creencias

Genograma

Cualidades de los psicoterapeutas

Ejercicios sobre valores

Ejercicio de autorrevelación

Técnica de registro de situaciones, emociones, pensamientos y comportamientos

Trabajos con películas

Cuestionario sobre la vida personal del terapeuta

Recomendaciones para el autocuidado del terapeuta

Recomendaciones para una práctica constructiva

Inventario de burnout de psicólogos

14. EPÍLOGO

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

PRESENTACIÓN DE LA TERCERA EDICIÓN

Con mucha alegría, asistimos hoy a la publicación de la tercera edición de La persona del terapeuta en Ediciones UC. Han sido muchas las personas, estudiantes y profesionales, que me han hecho llegar sus comentarios y agradecimientos por lo que el libro les ha aportado. Para mí, como autora, es un orgullo saber que mi larga experiencia como terapeuta ha servido y sigue sirviendo a todos y todas quienes están iniciando sus caminos o desarrollándolos con una mirada puesta sobre ellos y ellas mismas, que nunca antes habían tenido.

La toma de conciencia de que sus personas son la herramienta fundamental para el trabajo con sus consultantes, para tener buenos logros en su trabajo terapéutico y, al mismo tiempo, conocerse, cuidarse, saber cuáles son sus habilidades y debilidades, es parte del objetivo de este libro. Saber que el libro ha llegado hasta lugares lejanos de Chile, donde los y las estudiantes hacen un gran esfuerzo para estudiar y perfeccionarse, me da también mucha satisfacción.

Agradezco particularmente al equipo de Ediciones UC de la Pontificia Universidad Católica de Chile por haber acogido las peticiones de muchas personas de reeditar nuevamente este libro, ya que, sin su apoyo, esto no hubiera sido posible.

Ana María Daskal Minuchin

Santiago de Chile

Julio 2021

PRÓLOGO

Desde el comienzo, este libro me sumergió en el recuerdo de una época en que fuimos condiscípulos con Ana María en la etapa fundacional de la carrera de psicología en Buenos Aires. Compartimos un clima de trabajo académico efervescente y tuvimos clases con profesores y terapeutas que nos siguen inspirando mucho respeto, quienes nos dieron el atrevimiento para convertirnos en exploradores de una “nueva” disciplina. Ese conocimiento de tantos años me habilita a escribir este prólogo con el corazón, pero no por ello sin recurrir al examen crítico que merece el análisis de un nuevo libro.

Tras una larga carrera de trabajo ayudando a mejorar la calidad de vida,Ana María nos entrega una obra exquisita que recoge su trayectoria (como terapeuta y como docente), en la que ha puesto el foco en la persona de los terapeutas: un tema que convoca un interés creciente en la psicoterapia, tanto en los ámbitos profesionales como en el campo de la investigación, como lo prueban los enjundiosos estudios de Gelso y sus colegas.

El libro comienza con un paneo histórico que sirve para mostrar que el énfasis estará puesto en la intersección dialéctica donde convergen los roles del terapeuta como persona y el terapeuta como profesional. El universo de lectores que busca es amplio y sin reservas, pero prioriza una audiencia: aquellos que se encuentran en un proceso de formación. Partidarios como somos de la formación continua, la obra interpela también a los psicólogos y otros profesionales desde sus estudios de grado hasta aquellos que se encuentran en etapas más avanzadas de su carrera profesional.

A medida que avanzamos en la lectura, se abren varias ventanas para reflexionar. La primera ayuda a pensar cómo se modula el ejercicio de esta profesión (¿imposible o posible?) en cada uno de los momentos de su evolución. Otra ventana, próxima a la anterior, nos permite asomarnos para observar los vectores que jalonan el desarrollo de un terapeuta, contando con los valiosos aportes de referencias teóricas y de programas de investigación cuidadosamente diseñados. Un pequeño paréntesis a este respecto: a medida que avanzamos constatamos que estamos frente a un texto en el que la autora tuvo la sagacidad de encontrar, en una obra de tinte muy personal, el espacio justo para intercalar los datos de la producción científica que le brindan un soporte conceptual sólido. Esta amalgama, que se expresa en otros aspectos de la vida y la actividad de Ana María constituyen una de las características más ricas de su quehacer.

Progresamos en los capítulos y, de manera natural, el foco se va convirtiendo en un espejo en el que nos vamos reflejando. Recibimos una invitación para preguntarnos por qué elegimos esta labor, qué motivos sensibles y profundos son el aguijón que nos llevó a elegir una tarea muy gratificante pero que también nos enfrenta con situaciones dolorosas y dramáticas. Ejercer la psicoterapia es algo que puede ayudarnos a sentirnos realizados pero es, también, un trabajo que presenta una elevada toxicidad. Con frecuencia los terapeutas (especialmente los más jóvenes) están expuestos a un significativo burnout.Y la autora acentúa la necesidad de estar atentos a este hecho, de ser sensibles al registro de las situaciones que lo pueden provocar y actuar en consecuencia para obtener la ayuda adecuada.

El texto nos enseña que ese cuidado que debemos tener en nuestras prácticas estará favorecido si a lo largo de la carrera los aspirantes (y luego los profesionales) se ocupan de atender a su propia condición personal, y si cuentan con el apoyo de colegas y supervisores que les brinden orientación. Debiese ser un apoyo que sirva no solamente para recibir información e indicaciones sobre cómo actuar en cada caso, sino para impulsar su crecimiento personal. La terapia personal, la supervisión y los aspectos éticos están situados en el centro del libro y creo que eso no es una mera casualidad.

 

Esta etapa central del libro culmina con un sincero agradecimiento a los pacientes que ayudaron a la autora a sentirse realizada en su labor, pero que también estuvo acompañada de situaciones que le dejaron un sabor amargo. Leyendo las historias de pacientes del capítulo 10 no pude dejar de recordar el epígrafe de Winnicott en Realidad y Juego. La honestidad de Ana María para compartir con todos nosotros tanto los éxitos como las frustraciones es una prueba de coraje y una muestra de la sinceridad que inspiró la creación de este texto.

Pero allí no termina. Queda un final, con tres capítulos fundamentales, en los que tenemos acceso a un material muy valioso para la formación de los jóvenes. El ejercicio de las cartas a los futuros colegas es una creativa manera de ayudar a los nuevos terapeutas a proyectarse en el futuro para facilitar el contacto con sus ansiedades y sus sueños. Las biografías de algunas grandes figuras de la psicoterapia que leemos a continuación son un complemento estupendo, pues acercar a los jóvenes la vida de estos ídolos les permite humanizar las teorías y los modelos. Un guiño adicional que testimonia la agudeza de la autora: los terapeutas están presentados siguiendo un orden aleatorio: no es alfabético, ni tampoco cronológico.

El último capítulo presenta una extensa y detallada cantidad de herramientas que pueden servir a quienes entrenan terapeutas como un medio para ayudar a que sus entrenados puedan tallar su estilo personal, cumpliendo así con su rol del modo más íntegro posible.Todo el libro resalta, sin duda, la importancia de que cada terapeuta debe tratar de ser, ante todo, lo más fiel posible a sí mismo; debe procurar cumplir su labor del modo más auténtico posible, y ello implica conocer y adecuar su estilo personal para poder cuidar de los demás y de sí mismo.

Cuando llegamos a esta parte final nos damos cuenta que el libro ha recorrido una parábola perfecta. Se abrió con los primeros momentos en la carrera de la autora y culmina brindando instrumentos que pueden ser útiles para los nuevos candidatos, quienes hoy encontrarán desafíos y exigencias muy distintas que las que encontramos nosotros varias décadas atrás, pero que tendrán frente a sí la obligación de ser lo más genuinos posibles en su trayectoria.

La entrega de Ana María a lo largo del libro ha sido muy generosa. La vimos exponerse en muchos momentos y eso nos permitió tomar contacto con ella no solo como terapeuta, sino también como madre, como hija, como artista plástica. Y esta transparencia, que refleja la que comunica a sus pacientes es, seguramente, la fuente principal de que cerremos el libro con la sensación de haber recorrido un camino inspirador.

Héctor Fernández Álvarez

Buenos Aires

agosto 2016

1. INTRODUCCIÓN

1968. Fin de etapa.Acabo de rendir mi último examen de la carrera de Psicología, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Una especie de mareo de sensaciones me acompaña: ¿y ahora qué? Mi mamá vino a acompañarme; mi papá médico no, porque todavía no me perdona el haber abandonado la carrera de Física en la Facultad de Ciencias Exactas para cambiarme a una carrera ‘poco seria’. Mis compañeros y amigos, confundidos como yo.

Comenzar un libro así implica correr el riesgo de que los lectores no se interesen por seguirlo leyendo. ¡Uff! ¡Más de 40 años han pasado desde ese momento! Pero como no hay riesgo sin desafío, ni desafío sin riesgo, me parece que puede ser un aporte a las actuales generaciones de psicoterapeutas en práctica (o en vías de serlo) conocer cómo nos fuimos construyendo los psicoterapeutas de los años 60 y 70 del siglo pasado, junto con nuestras personas. Soy de las que cree en la importancia del pasado como moldeador, en su actualización permanente en el presente y en los modelos que nos dejan las personas y los profesionales.

Me formé en la Universidad Nacional de Buenos Aires con los que fueron los primeros grandes psicoanalistas de la Asociación Psicoanalítica Argentina: Arminda Aberastury, David Bleger, David Liberman, Fernando Ulloa, Marie Langer y Horacio Etchegoyen, entre otros; y algunos que además eran grandes personas: cultas y sabias, profundas y comprometidas con el movimiento que implicaba estudiar la mente humana, como José Itzigsohn, uno de los creadores de la carrera de Psicología. En un homenaje que se le rindió en el año 2005, al referirse a la creación de la carrera de Psicología por los años 60, dijo:

Tuvimos también grandes errores, y uno de los primeros y más graves fue encerrarnos de manera dogmática, como quien tiene en sus manos la totalidad de la verdad y de esa manera no tiene la apertura suficiente para aprender del otro.Y tal vez esa es una de las lecciones principales que quiero retransmitirles hoy: no encerrarse, porque nadie tiene la verdad agarrada de la cola.

Ya en el final el rector Jaime Etcheverry, recordando un diálogo con Itzigsohn en el que este resaltó el clima “bullente de creatividad” de la Universidad de entonces, le dijo:

Sus enseñanzas persisten en el tiempo y estos, sus discípulos que hoy están aquí, son sus herederos, llevan algo suyo dentro, así que me parece que independientemente de los avatares vividos por usted, por nuestro país y por nuestra universidad, su tarea se ha concretado y hoy tiene usted esa satisfacción.Y quiero agregar que hay algo profundo que subsiste pese al pasar de los años y eso profundo lo estamos personalizando en el profesor Itzigsohn: la convicción de que lo que hacemos hoy será recordado en el futuro, y esa me parece que es la lección más trascendente.

Efectivamente de allí vengo. Él no solo fue el Director de la carrera de Psicología cuando empecé a estudiarla, sino el Profesor de Introducción a la Psicología y ¡mi primer terapeuta! Y hasta el día de hoy recuerdo su sonrisa, su voz, y algunas frases que le escuché. Lo considero un privilegio, especialmente cuando me encuentro hoy con psicólogos que no recuerdan ni a un solo autor que los haya influenciado en su quehacer profesional.

Formo parte de una generación de psicoterapeutas que recorrió caminos que parecían seguros, estables, ineludibles e incuestionables; una generación que además tuvo que desaprender lo aprendido, cuestionar lo incuestionable, volver a aprender, incorporar otros lenguajes y conocer otros Maestros.

Cuando descubrí que en un rincón de mi consulta tenía cajas guardadas con clases mimeografiadas de Enrique Pichon Rivière del año 1963, no pude menos que sonreír con piedad de mí misma. Pero esta pequeña anécdota ilustra no solamente cómo el mimeógrafo era un aparato de nuestros tiempos para reproducir clases desgrabadas, sino que el amor, el respeto y la veneración a quien yo consideré un Maestro llegó hasta el punto de guardar más de 40 años esos papeles amarillentos.

No solo admirábamos a estas figuras: mi generación también aprendió de libros de papel, y tenerlos en una biblioteca personal, subrayados, ajados y gastados, era parte de un tesoro que hacía que, cuando se perdía uno, entráramos en crisis.

Era una etapa de entusiasmo, en un contexto histórico y social lleno de revoluciones, desafíos y proezas. No usábamos computadores, porque los que habían comenzado a aparecer los tenían en grandes salas de las universidades, y tampoco imaginábamos siquiera que el mundo iba a estar interconectado en una red, ni que se iba a poder leer un artículo casi en simultáneo con su publicación a diez mil kilómetros de distancia.

Estas no son simples anécdotas: constituyen cambios paradigmáticos revolucionarios a los que nuestra generación se adaptó. ¿Cómo, entonces, no se iban a producir cambios gigantescos en las formas de hacer psicoterapia? ¿Cómo no se iban a poner en cuestionamiento afirmaciones que surgían de la existencia de un mundo que, en ciertos aspectos, se estaba acabando? ¿Y cómo, entonces, no vamos a tener que repensar la figura de los terapeutas en contextos tan distintos a 1890 o 1968?

¿Cómo la noción de encuadre, por ejemplo, uno de los bastiones de la psicoterapia, no va a ser distinta hoy, cuando existen las terapias por e-mail, los chats, las entrevistas telefónicas, las videoconferencias?

No deja de admirarme que hayamos podido hacer tantos tránsitos.Tampoco dudo de que otros seguirán en aquel camino, y que dejarán a los actuales formatos psicoterapéuticos nuevamente en la antigüedad. Sin embargo, hasta aquí, todos los cambios ocurridos en los espacios psicoterapéuticos no han dejado de tener lugar sino en y entre personas, seres humanos vivos, cada uno poseedor de una subjetividad.Y prefiero seguir imaginándolo así hacia adelante.

Mientras tanto, dejar testimonios de procesos que atravesaron a tantas personas me parece una tarea tan importante como la de las abuelas cuando cuentan cuentos a sus nietos, aun cuando los puedan leer en la web.

Muchas de las prescripciones que acá relato acerca del ser terapeutas siguen vigentes dentro de ciertos contextos, y por supuesto que muchas han cambiado, afortunadamente, como cambió y cambia todo el tiempo nuestro universo.

Sin embargo, y habiendo corrido tanta agua bajo el puente, todavía dentro de las universidades se sigue moldeando a los estudiantes tanto de Psicología como de Medicina, dentro del paradigma antiguo de la primera cibernética: neutralidad, distancia, ausencia de emocionalidad, el foco en los pacientes, y unidireccionalidad en el vínculo, como parámetros fundamentales del ejercicio profesional.

Fui una de las tantas víctimas de esta mirada, cuando parecía que era la única.Y fruto de eso disfruté poco de mi profesión en todos los primeros años de ejercerla. Eran tantos “deberes seres” que me exigían básicamente no ser yo misma, que el malestar en los cursos, en las supervisiones y en mi propio análisis, me acompañó prácticamente una década.

Como en todo sistema normativo, cualquier idea, sugerencia o vivencia fuera de libreto me hacían sentir culpable, rara, no sabiendo bien cómo hacerlo; no fue hasta que empecé a descubrir que no era la única que sentía esa incomodidad que esos sentimientos se fueron disipando. Las teorías y prácticas en las que me formé en ese entonces no incluían la visión del terapeuta como una persona que, en tanto tal, tenía una vida, emociones, valores, experiencias y sentires en relación a su quehacer.

Si bien se veía la psicoterapia como una relación entre dos, todo lo que tuviera que ver con la persona del terapeuta era conceptualizado como un dato que debía ser reservado al espacio de la supervisión, del propio análisis, pero nunca como una herramienta que pudiera ser incorporada y que enriqueciera el vínculo terapéutico.

Obviamente no todo fueron dogmas en la formación, y algunos de aquellos que los sostenían también alentaban y estimulaban el crecimiento y la creatividad de sus alumnos; así como mi propio padre médico me “perdonó” el cambio de carrera y me ayudó a buscar dónde insertarme en un hospital unos meses después de egresada.

El hoy me encuentra en la “abuelitud” del ser psicoterapeuta, con una perspectiva acerca del camino recorrido que considero útil transmitir a quienes están partiendo en su desarrollo profesional. Me siento frente a mis alumnos y/o supervisados como me siento frente a mis nietos cuando les cuento historias personales o históricas, y veo en ellos caras de asombro, de diversión y de incredulidad.

Y me identifico con Carl Whitaker cuando, refiriéndose a la etapa de su retiro académico, menciona a la vejez como “un período tan maravilloso que es una lástima haberla tenido que esperar tanto tiempo” (1992: 62).

Me decidí a escribir este libro con la convicción de contribuir a que otros puedan nutrirse de la experiencia pasada por generaciones de psicoterapeutas y puedan avanzar en el disfrutar de esta maravillosa profesión cuidándose al mismo tiempo a sí mismos, sintiéndose integrados, no disociados; y también como un testimonio de agradecimiento a quienes fueron aquellos Maestros que, dentro de su propia perspectiva y orientación, dieron permiso para la discrepancia, la creatividad y el propio crecimiento.

Ojalá también sirva para inspirar nuevos formatos académicos en la formación y capacitación de los psicólogos clínicos.

El libro intenta sintetizar (obviamente nunca abarcar completamente) un recorrido propio y ajeno, tanto teórico como práctico. Un trayecto que ilustre los procesos de cambio en el ejercicio de las psicoterapias de acuerdo a diferentes contextos histórico-sociales, con sus distintas visiones, y enfatizando en aquellos terapeutas que fueron las figuras centrales de estas escuelas de pensamiento.

También incorporé temas relevantes del ejercicio profesional, como por ejemplo: ¿Qué espacio ocupan nuestros pacientes en nuestras vidas? o ¿por qué elegimos ser psicólogos clínicos?, pasando por otros temas que no son frecuentemente abordados en las formaciones clínicas, como el abuso sexual entre terapeutas y pacientes. Finalmente, he adjuntado un set de propuestas para trabajar la persona del terapeuta, ya sea individual o grupalmente.

Los invito a acompañarme en este recorrido.