Tras medio siglo

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Es decir, la formación no consiste sólo en practicar una colección de recetas supuestamente terapéuticas, aceptadas por una actitud de credulidad basada a veces en el poder seductor del formador. El formando debería lograr un conocimiento inteligente y práctico de ese modelo, de sus fundamentos teóricos, enriquecidos por su experiencia personal.

Este mismo autor, catedrático en Yale, del que ya he mostrado su capacidad de autocrítica respecto a la tradición científica, lamenta, por otra parte, el desinterés de los psicólogos humanistas respecto a lo científico.

Muchos psicólogos humanistas están tan abiertos en pro del modelo humano de hombre que hacen caso omiso del aspecto de la observación sistemática de la ciencia. Al tratar su modelo a la luz de su experiencia cotidiana o de la práctica clínica, pasan por alto que gran parte de los testimonios sistemáticos de la ciencia no desdicen de su materia (Ibidem, p. 23).

Y refiriéndose a Maslow, del que reconoce su preparación y experiencia científica y elogia algunas de las técnicas de observación que ideó para medir la sensibilidad personal para los estilos artísticos, sin embargo se lamenta de que dejase sin concluir algunas de sus interesantes investigaciones, o las concluyera con informes finales insuficientemente convincentes, incluido su interesante estudio sobre las personas autorrealizadas.

3º Eclecticismo tecnológico indiscriminado

La integración metodológica, en el propio modelo terapéutico, de procedimientos de intervención procedentes de otros modelos, se ha señalado como uno de los logros que ha podido incrementar el poder terapéutico de las intervenciones. Ahora bien, en no pocas ocasiones esta intervención tecnológica se ha llevado a cabo de forma indiscriminada y precipitada, sin haberse planteado algunas cuestiones previas como las siguientes: ¿Implica esta técnica unos presupuestos teóricos incompatibles con una psicoterapia humanista? ¿Implica, por ejemplo, unos presupuestos reduccionistas, o atomistas, o mecanicistas, o deterministas? En este caso se deberá comprobar si puede resultar factible practicar determinado procedimiento de intervención desprendiéndolo de tales presupuestos teóricos incompatibles. Por ejemplo, si un psicoterapeuta tiene interés en utilizar procedimientos de las denominadas “Constelaciones Familiares” de Bert Hellinger ¿es consciente del carácter claramente determinista de los presupuestos teóricos de este modelo? ¿se ha planteado si sería factible utilizar sus técnicas desprendidas de esos presupuestos? Prescindir de plantearse estas cuestiones y de comprobar si puede resolverlas constituiría caer en el error de un eclecticismo tecnológico indiscriminado.

Se puede señalar otro ejemplo, respecto a la integración de la Programación Neurolingüística de Bandler y Grinder. Esta metodología ofrece técnicas de indudable poder psicoterapéutico, según han podido comprobar desde hace treinta y cinco años los psicólogos del Instituto Erich Fromm de Psicoterapia Integradora Humanista. Ahora bien, dado el poder que tienen sobre el psiquismo del paciente, pueden ser practicadas de forma muy manipulativa, provocando cambios contrarios a la voluntad del paciente. Hay declaraciones de sus creadores que invitan a este tipo de actuación. Es evidente que ello es incompatible con una psicoterapia humanista. Además, el tipo de relación que ejercían los fundadores ya colocaba al paciente en una posición de clara inferioridad, pasividad y dependencia respecto al terapeuta. Estas actitudes son claramente incompatibles para una relación terapéutica de orientación humanista-existencial, en la que el paciente tiende a ser el auténtico protagonista de su experiencia de cambio curativo con la ayuda del experto profesional.

A la hora de integrar métodos o técnicas procedentes de otros modelos constituye un error –relacionado con lo anterior– haber caído a veces en una credulidad precipitada ante toda novedad terapéutica, sobre todo si se está convirtiendo en una moda, gracias a su eficiente marketing.

4º “Emocionismo”

Otro error nada infrecuente ha sido el paso de la libre y saludable expresión emocional al “emocionismo”.

Ya hace veintiocho años, en la Revista de Psiquiatría y Psicología Humanista, fundada en el año 1981, y que desde 1990 pasó a denominarse Revista de Psicoterapia, se publicó un artículo de John Rowan, presidente entonces de la Sociedad inglesa de Psicología Humanista, en el que refiriéndose a errores de los psicólogos humanistas denunció, entre otros, el “emocionismo”, y sobre el cual afirmó:

Uno de los mejores modos para entrar en el reino de la subjetividad en el que actúa la terapia es el de entrar profundamente en contacto con las emociones. Desgraciadamente todo esto se puede transformar fácilmente en un culto de las emociones fuertes por sí mismas, como si fuesen un fin antes que un medio. Yo he visto personas tiranizadas e intimidadas porque no expresaban sus emociones, o porque no estaban expresando las emociones correctas (por ejemplo, la rabia). Lo peor es que he visto criticar a las personas porque no expresaban en todo momento sus sentimientos (Rowan, 1986, p. 38).

Un logro de las psicoterapias humanistas –al cual ya me he referido– ha sido indudablemente el haber destacado la importancia de los procesos afectivos en la vida de las personas, entendidos como riquezas del potencial humano, y no sólo como problemas emocionales en el caso de trastornos. Asimismo, haber facilitado una profunda libertad en la expresión emocional verbal y no verbal, en las sesiones terapéuticas individuales o grupales. Pero una cosa es practicar procedimientos de intervención facilitadores de la catarsis por la expresión profunda, por ejemplo, de la rabia, o la tristeza en situación de duelo, etcétera, y otra cosa es convertir la expresión emocional intensa en panacea casi obligada para considerar provechosa una sesión de terapia individual o grupal. Este es un error que han cometido a veces los psicoterapeutas de la Gestalt, o de la Bioenergética, entre otros. En muchos procesos psicoterapéuticos humanistas pueden ser mayoría las sesiones en las que el paciente –ayudado con frecuencia por técnicas con actividad imaginaria o psicocorporales– reviviendo experiencias antiguas, a veces de la infancia, o imaginando situaciones futuras temidas o deseadas, experimente un fluir emocional terapéuticamente liberador. Pero pensar que cuando en una sesión no se ha producido este tipo de vivencia y expresión emocional catártico se haya perdido el tiempo es caer en “emocionismo”.

5º Potenciar el narcisismo

Un peligro a tener en cuenta, a la vista de las actuaciones de algunos psicoterapeutas, es el ejercicio de una psicoterapia potenciadora de una actitud narcisista y despreocupada de actitudes solidarias.

Una parte de los creadores de los primeros modelos terapéuticos humanistas se destacaron por su especial confianza en la práctica terapéutica grupal. Esta se prestaba a facilitar entre los participantes –aparte de la superación de sus correspondientes problemas psicológicos– el desarrollo de sus potenciales humanos, entre ellos el entrenamiento en la empatía emocional, en la actitud altruista hacia las compañeras y compañeros, en el reconocimiento sereno de las propias limitaciones, etcétera. Es decir, vivencias nada favorecedoras del cultivo de una actitud narcisista. Pero –como ya detectó y criticó Gendlin en 1987-, a veces, el terapeuta humanista –en sesión individual o grupal– ha ofrecido un modelo de persona con exceso de narcisismo, y ha dado pie a una versión distorsionada del concepto de “autorrealización” o “autoactualización”, entendido de forma individualista, e inhibidora de actitudes altruistas y solidarias. Con ello no se ha sido fiel a la idea genuina que sobre estos conceptos tuvieron, por ejemplo, Fromm, Horney, Ch. Bühler, Bugental y Maslow. Para evitar esta versión distorsionada resultaría más expresivo referirse a esta meta de la terapia con el término “autorrealización individual y social”.

Una psicoterapia que contribuya sólo a que burgueses depresivos, o ansiosos, o dependientes, salgan de la terapia contentos y relajados, pero incapaces de ejercer un influjo social bienhechor en sus ámbitos familiar, profesional, social, científico, artístico, etcétera, no se puede considerar una terapia humanista satisfactoria. Si no se contribuye con ella a desarrollar en los pacientes el potencial humano que les capacite para ser ciudadanos que puedan contribuir algo en humanizar la sociedad, algo ha fallado. No resulta coherente, por ejemplo, con estas declaraciones sobre características de la Psicología Humanista, según Maslow y según Bugental, dos de sus fundadores: “La Psicología debería ser más humanística, más interesada por los problemas de la humanidad, y menos por los problemas del gremio” (Cit. en Misiak y Sexton, 1973, p. 114).

Entre los diez puntos con los que se definió la Psicología Humanista, en el Congreso Europeo celebrado en Ginebra en 1980, se encontraban estos:

 Anima a la apertura y la honestidad como la mejor conducta para la vida social e igualmente en relación consigo mismo

 Le concierne lo que se relaciona con los nuevos estilos de vida y con la responsabilidad ecológica, unidos a la conservación de la energía y los recursos sociales

 Trata de la teoría y la práctica del funcionamiento de las organizaciones y de su transformación en lugares nutricios donde las personas puedan expandirse

En este sentido no podemos olvidar varios encuentros promovidos por Rogers entre grupos políticos enfrentados, en Irlanda del Norte, o sus aportaciones a la renovación pedagógica.

6º Peligro de potenciar el “autonomismo”

El desarrollo del potencial humano, o crecimiento personal, entendido como meta en muchas psicoterapias humanistas –que se ofrecen no sólo a personas con trastornos psicológicos, sino también a personas sanas– incluye la capacidad de sentirse responsable de la propia vida y del desarrollo de la propia persona. Este desarrollo no está sólo condicionado por factores genético-biológicos y por influencias socioculturales (incluidas las educacionales), sino que depende de las historia de las decisiones libres de cada uno a lo largo de su vida. La principal obra creadora que está en nuestras manos –a pesar de los condicionamientos mencionados– es la del desarrollo de nuestra personalidad.

 

Pero el logro de este sentido de responsabilidad personal, vivido de forma desorbitada, puede conducir al olvido de que no somos autosuficientes, que necesitamos de los otros, que somos animales sociales. Esta conciencia de sentirnos autónomos, con palabras de Rowan

puede transformarse en un deseo patológico de ser independiente de cualquier persona existente en el mundo. Una persona así se convierte en alguien bastante incapaz de amar, porque ello implica dependencia de otro, nos guste o no, lo diga o no la teoría (Rowan, 1986, p. 38).

2. Responsabilidades para el futuro de la Psicología Humanista

Ante todo, la primera responsabilidad es evitar reincidir en algunos de los errores mencionados y continuar desarrollando los logros ya obtenidos. Además de esto, se pueden proponer las seis responsabilidades siguientes:

1ª Implicación en la investigación científica

Una responsabilidad que la Psicologia Humanista tiene que afrontar es la de fomentar que algunos psicólogos humanistas se impliquen en la investigación científica, aplicando, según el tipo de objeto a investigar, metodologías convencionales, o bien las del nuevo paradigma humanista.

En la mayoría de los casos, la primera investigación científica que puede realizar un psicólogo es la que lleva a cabo en ocasión de elaborar la tesis doctoral. En aquellas universidades –como muchas de las españolas– en las que son rechazadas las propuestas de tesis doctorales de línea existencial humanista, no se puede criticar luego a los psicólogos humanistas de estar desinteresados de la investigación. Los psicólogos humanistas tendrán que espabilarse para poder elaborar esas tesis en alguna de las pocas universidades que las puedan acoger, y también, las que puedan respetar que la investigación no necesariamente se realice con la metodología experimental, sino también con metodologías observacionales, y con las predominantes en el nuevo paradigma.

2ª Integrarse en el mundo académico

Una tarea pendiente es la de saber inspirar y merecerse la confianza por parte del mundo académico.

La actitud recelosa que se ha mantenido en muchas universidades respecto a las psicoterapias humanistas, y a la Psicología Humanista-Existencial en general es, por una parte, el tributo que casi siempre ha tenido que pagar toda innovación importante. Son abundantes las experiencias sobre este problema a lo largo de la historia. Recordemos el caso de Louis Pasteur, que tuvo que sufrir numerosos insultos y amenazas, antes de que pudiera demostrar a la comunidad científica la validez de sus hipótesis sobre los virus como factores patógenos y sobre las vacunas como recursos curativos. Los médicos de su entorno no eran capaces de aceptar que estos descubrimientos los hubiese hecho un químico.

Ahora bien, parte de la culpa de esta actitud de recelo y rechazo hay que atribuirla a la imprudencia de algunos psicoterapeutas humanistas. En el primer centro importante de psicólogos humanistas de Esalen, en California, participaron personalidades valiosas y creativas implicadas en el Movimiento, pero juntamente con ellos, algunos psicólogos y terapeutas improvisadores y aventureros. En 1964 tuvo lugar la First Old Saybrook Conference, en la que estuvieron presentes buena parte de los que aspiraban a un cambio de rumbo en la psicología, interesados por lo tanto en el Movimiento de la Psicología Humanista. Estaban presentes, entre otros, los principales psicólogos de la personalidad americanos como Allport, Murray, Kelly y Murphy. Pero ya se ha dicho que los tres últimos se desvincularon del Movimiento, al comprobar actuaciones descontroladas de algunos terapeutas. También se desvinculó Rollo May, aunque poco después se reintegró.

Es decir, las críticas a la Psicología Humanista no se han debido sólo a la posición rígida y refractaria a las innovaciones predominantes en el mundo académico. Se han debido también a las imprudencias cometidas al principio por algunos terapeutas humanistas grupales, abusando del poder de algunas técnicas para provocar catarsis emocionales. Buena parte de los prejuicios han desaparecido en muchos lugares. Las excesivas actitudes de estilo adolescente de algunos psicoterapeutas humanistas han pasado a ser más adultas, sin perderse su estilo creativo. Pero queda todavía mucho por hacer. Aquí también hará falta actuar con más inteligencia emocional, para lograr inspirar más confianza respecto al mundo académico.

Teniendo presentes estos antecedentes y circunstancias, los psicoterapeutas humanistas tendrán que relacionarse –en el mundo académico- con suficiente inteligencia emocional, para lograr un mayor crédito en ese ambiente, y conseguir que los inevitables prejuicios y temores ante las innovaciones psicoterapéuticas, vayan disminuyendo.

3ª Fomentar el diálogo con otras corrientes y en su propio seno

Otra responsabilidad a cargo de la Psicología Humanista es la de favorecer la comunicación con los psicólogos cognitivos, los psicoanalistas, los psiquiatras biologistas, los neurocientíficos, etcétera, para no acabar en una situación de guetto. También convendría recuperar una mayor comunicación entre las diferentes escuelas psicoterapéuticas humanistas, como la que tenía lugar en los congresos de Psicología Humanista de los años setenta y ochenta del pasado siglo.

Una característica de los Congresos de Psicología Humanista, desde los comienzos del Movimiento, fue su gran apertura al pluralismo de modelos psicoterapéuticos y a una gran diversidad de aportaciones innovadoras sobre métodos y procedimientos de intervención. Lo mismo, respecto a aportaciones psicológicas en campos diferentes de la psicoterapia. Probablemente fueron los primeros congresos que podían acoger, por ejemplo, aportaciones de asiáticos o de aborígenes americanos. En uno de los congresos europeos de aquellos años uno de los actos principales corrió a cargo de un pielroja norteamericano, que expresó sus aportaciones desde su paradigma cultural. Era admirable comprobar la ausencia de prejuicios culturales que se respiraba en aquel ambiente.

Sería positivo que esta actividad de respeto al pluralismo y de intercambio respetuoso y enriquecedor de experiencias desde diferentes paradigmas y escuelas psicológicas fuese favorecida y promovida por los psicólogos humanistas en el futuro.

La conclusión de Irvin Child (1975), después de su recorrido por autores en los que se ha dado convergencia de posiciones, fue la siguiente: “La tradición científica en la investigación psicológica y el pensamiento humanístico, cual lo veo, se necesitan mutuamente para su enriquecimiento” (Ibidem, p. 175). Ahora bien, para los temas de investigación más interesantes la tradición científica convencional será insuficiente. Habrá que recurrir al Nuevo Paradigma, ya referido como un logro importante.

4ª Atender a la vivencia sana del proyecto vital

De cara al futuro, a la Psicología Humanista le cabe la responsabilidad de prestar más atención al problema del “vacío existencial” y del logro de una vivencia sana del proyecto vital, sin confundir los trastornos existenciales y transpersonales con los trastornos depresivos convencionales.

Habría que investigar hasta qué punto todo terapeuta convendría que fuese consciente sobre las principales aspiraciones que forman parte de su proyecto vital. Un proyecto vital renovado periódicamente de forma inteligente y libre, no dependiente de presiones ambientales o de “guiones de la vida” inconscientes (en el sentido de Berne, 1974). Un proyecto de vida favorecedor del crecimiento personal propio, de los otros con los que el terapeuta se relacione, y con influencia humanizadora sobre las instituciones en las que se encuentre implicado.

Muchos de los psicólogos humanista-existenciales será bueno que sigan sabiendo diferenciar entre la angustia neurótica y la angustia existencial. Que sigan desaconsejando la toma precipitada de fármacos tranquilizantes, sobre todo respecto a la angustia existencial. Que sean conscientes sobre las implicaciones y consecuencias humanizadoras que puede tener esta segunda. Y que comprueben hasta qué punto la elección inteligente de un sano proyecto vital puede ser un buen recurso preventivo, respecto a los posibles peligros de tal tipo de angustia, y de la vivencia del “vacío existencial”.

5ª Humanizar, además de individuos, estructuras sociales

Si la Psicología Humanista quiere ser fiel a sus raíces, necesita lograr una influencia terapéutica humanizadora, no sólo respecto a las personas individuales, sino también respecto a las estructuras sociales.

Como ya se ha recordado, en el Movimiento de la Psicología Humanista hubo, desde sus inicios, psicólogos y representantes de otras ciencias humanas, notablemente motivados para poder contribuir a una gradual transformación de la sociedad.

Antes de la fundación del Journal of Humanistic Psychology y de la Association for Humanistic Psychology, Maslow, en 1957, había declarado una serie de responsabilidades de la psicología, cara al futuro y, como ya se ha dicho, ésta era la primera de ellas.

Elisabeth Campbell, en un artículo en el Journal of Humanistic Psychology, en 1984, publicaba el resultado de treinta y seis entrevistas en profundidad con líderes de la Psicología Humanista. Respondían a la pregunta siguiente: “¿Qué contribución puede realizar la Psicología Humanista hacia la realización o el incremento de la posibilidad de conseguir una imagen del futuro positiva, auto-determinada y auto-actualizada, en los próximos diez años?”. Entre los entrevistados había representantes de enfoques diferentes y campos de aplicación distintos dentro de la Psicología Humanista: educadores, psicoterapeutas, profesores universitarios, terapeutas corporales, directivos de la Association for Humanistic Psychology. Se identificaron siete tendencias del movimiento. La tercera decía:

Habrá un cambio de énfasis, alejándose del interés actual acerca del crecimiento personal hacia la toma de responsabilidades sociales y políticas. Va a incrementarse el interés acerca de la persona en relación con el entorno (Campbell, 1986, p. 26).

No dispone el autor de suficiente información sobre lo que se haya realizado, en este sentido, en diferentes países; pero piensa que es menos de lo esperado. A la vista de los actuales problemas del mundo, merece la pena descubrir nuevas formas de implicarse desde la Psicología Humanista. Ciertamente se puede considerar que una parte importante de las conductas y actitudes practicadas por dirigentes políticos, económicos, jurídicos, etc., de la vida social, que han tenido consecuencias perjudiciales, deshumanizadoras, pueden ser debidas a deficiencias psicológicas –o incluso psicopatologías– de las personas responsables. Pueden depender de falta de sensibilidad, o de sentimientos positivos, o de inteligencia emocional, o de distorsiones en los procesos cognitivos, etcétera.

Por lo tanto, si los psicólogos humanistas-existenciales tienen la oportunidad de ayudar a que los ciudadanos responsables y, en especial, los que ocupan lugares de poder político, económico, social, y cultural, desarrollen satisfactoriamente su potencial humano, este hecho ya puede ser una aportación específica de los psicólogos, para la transformación de la sociedad. Porque, como se ha expuesto en otro lugar (Rosal, 2012; 2014), si pensamos en la importante actitud de “solidaridad para la justicia”, difícilmente puede cultivarse por personas con bloqueos o distorsiones de los procesos sensoriales, afectivos, cognitivos, y otros. Y sin la vivencia más generalizada de este valor no parece posible que pueda contribuirse a una transformación humanizadora de la sociedad. Pero quizá no sea suficiente esta contribución a partir solamente del crecimiento personal de individuos. Parece que sería conveniente contribuir a la humanización de grupos y estructuras sociales, ya que también en éstas –como señaló Fromm– se dan también patologías.

6ª Concienciar de sus presupuestos antropológicos y epistemológicos

 

Una última responsabilidad a tener en cuenta es la de contribuir a que en cada modelo terapéutico se llegue a ser consciente del contenido y fundamentos de los presupuestos antropológicos y epistemológicos implicados (filosóficos y científicos).

En la mayoría de las psicoterapias humanistas se encuentra, al menos implícita, la fenomenología filosófica de Husserl, por la primacía que se concede al conocimiento experiencial (Gimeno-Bayón, 2015). Asimismo, se concede más importancia al conocimiento por “comprensión” que por la “explicación” causal, tal como había sostenido el filósofo Dilthey, al tratarse de las ciencias del espíritu (como denominaba a las humanas) a diferencia de las ciencias naturales (Física, Química, Biología, etcétera). Se concede especial interés a la captación del aspecto procesual de la existencia humana, como habían sostenido William James –filósofo antes de fundar uno de los primeros laboratorios para la investigación científica de los procesos psicológicos– y su amigo y filósofo Henri Bergson.

Puede comprobarse también, respecto a lo epistemológico, que en mayoría de los psicólogos humanistas está implícita una teoría sobre el conocimiento humano que no se fundamenta ni en el denominado Realismo filosófico, ni en el Idealismo alemán. Es decir, ni se supone la capacidad de captar la esencia de la realidad exterior o interior como una especie de fotografía mental, ni se supone, por el contrario, la negación de tal realidad exterior o interior, si lo conocido se considera pura creación de la mente racional humana. La teoría implícita predominante en los psicólogos humanistas reconoce la capacidad cognitiva (por razonamiento lógico o por intuición, a partir de la experiencia) de captar la realidad extramental pero siempre condicionada por algún grado de subjetividad, según las características del sujeto cognoscente y sus circunstancias. Esta teoría, en Epistemología filosófica fue denominada Realismo Crítico –o con otros términos– y en Psicología la propuso Kelly con el nombre de Constructivismo.

Aparte de estos presupuestos relacionados más bien con la Teoría del Conocimiento, todo psicólogo –sea o no existencial humanista– tiene alguna Antropología filosófica implícita, es decir alguna teoría general sobre la naturaleza humana y sus potenciales esenciales, e igualmente una teoría axiológica, o escala de valores éticos. Parte de la convicción de que la conducta humana no depende exclusivamente de factores genéticos más influencias socio-culturales (incluidas las educacionales), sino que su conducta y el desarrollo de su personalidad y de su crecimiento personal depende principalmente de la historia de sus decisiones libres.

Presupone también disponer de un potencial psicológico denominado normalmente “voluntad”, que no se reduce a la fuerza de los impulsos y necesidades de base más o menos fisiológica o cultural. Estos últimos presupuestos filosóficos relacionados con la capacidad de libertad y responsabilidad personal deben mucho a la influencia de algunos filósofos existencialistas.

Una parte importante de los psicólogos humanistas –no sólo los de la denominada Psicología Transpersonal– parten de la convicción filosófica de que la naturaleza humana integra, además de factores biológicos, somáticos, y mentales (los que Watson negó), también dispone de potenciales espirituales o místicos, que la capacitan para captar y vivenciar lo trascendente o transpersonal.

Aparte de esta breve selección de presupuestos epistemológicos, antropológico-filosóficos, y axiológicos presentes en mayoría de modelos terapéuticos humanistas, aparecen otros más peculiares de cada uno de ellos. Parece preferible que estas convicciones inconscientes pasen a ser conscientes. Y mejor –para profundizar más–, si además de percatarse de ellas, puede conocerse cómo fueron fundamentadas por esos filósofos, a partir de la experiencia y la razón discursiva o intuitiva. Y, por lo tanto, cómo justificaron su rechazo –total o parcial– a teorías antropológicas diferentes.

C. Conclusiones

Tras este recorrido sobre los principales contenidos teóricos y metodológicos que han estado presentes desde 1961 en el trabajo de los psicoterapeutas humanistas, se han podido destacar, en este trabajo, 14 logros, 6 errores y 6 responsabilidades. Los historiadores de los distintos modelos de psicoterapias humanistas –con variantes en los distintos países donde se han difundido (sobre todo en América, Europa, y Asia), podrán investigar –respecto a cada modelo– en qué grado se han mantenido fieles en lo esencial a las convicciones e iniciadores del Movimiento. Asimismo, en qué grado han enriquecido su metodología terapéutica, y dónde han surgido nuevos modelos terapéuticos que puedan integrarse en este marco de referencia. Ésos son los compromisos que mantiene el equipo de la institución a la que el autor está afiliado.

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