Tras medio siglo

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Parte de los terapeutas han preferido el uso del suelo, sin sillas o sillones, así como el hecho de ir descalzos, dado que esa ruptura con la postura y el contacto directo de los pies con el pavimento facilitan una disposición a hacer más asequibles al campo de la conciencia las propias emociones.

Normalmente habrá allí algunos elementos materiales tales como almohadones que se utilizarán como elemento auxiliares simbólicos. Según el tipo de trabajo que se vaya a llevar a cabo aparecerá también toda clase de materiales que se crea conveniente. El psicoterapeuta se da amplio permiso para utilizar pinturas, arcilla, papel, elementos naturales (piedras, flores, hojas, etcétera), maquillajes, espejos, sillas, música y cualquier otro objeto. Si el terapeuta se decanta por un modelo concreto de práctica terapéutica, los materiales serán diferentes para cada uno de ellos: por ejemplo un colchón, mantas, una raqueta para la bioenergética; sillas y máscaras para el Psicodrama y materiales pictóricos y música para arte-terapia. La disposición espacial puede convertirse en un requisito indispensable de la terapia, por su contenido simbólico, como ocurre por ejemplo en el escenario dramático de Moreno (Moreno, 1946-1969, p. 112).

2.2.3.4. El uso del tiempo: centramiento en el aquí y ahora

Uno de los objetivos de la Psicoterapia Humanista, como antes hemos visto lo constituye el facilitar la toma de conciencia de lo que pasa “aquí y ahora” es decir, en el presente.

Los medios utilizados para el logro de ese centramiento en la actualidad son múltiples, y cada uno de los modelos de la Psicoterapia Humanista lo hace por sus propias vías. Probablemente la que mayores aportaciones ha realizado en este sentido sea la Psicoterapia Gestalt. Levitsky y Perls proponen:

Con el fin de fomentar la conciencia del ahora sugerimos a la gente que se comunique en tiempo presente. ‘¿De qué tiene conciencia en este momento?’ ‘¿Qué está pasando ahora?’ ‘¿Qué está sintiendo en este instante?’. La pregunta ‘¿Cuál es su ahora?’, es eficaz para terapeutas y para pacientes (Levitsky y Perls, 1973, p.145).

Como aportaciones procedentes de la Psicoterapia Gestalt, además del uso del presente en la comunicación verbal también se utilizan juegos como los de decir frases en las que se incluya la palabra “ahora”, o el empleo del “continuo de conciencia” y la sustitución de los “¿por qué?” o “porque” por “¿cómo?” Y “así” en el diálogo terapéutico y grupal, y la focalización de la atención sobre la conciencia.

Otro recurso es pedir a la persona que “permanezca en la emoción en que se encuentra” sin hacer nada con ella, simplemente observando los cambios que en la misma se producen.

También se estimula el permanecer en el presente mediante la lentificación de los movimientos, e igualmente mediante la repetición de los mismos y de las frases, cuando el terapeuta intuye que la persona está “pasando por encima” de ellos para evitar contactar con emociones desagradables.

Aportaciones concretas del Análisis Transaccional para la contribución al centramiento en el tiempo son los análisis de las transacciones grupales que están teniendo lugar en el momento, y en especial el de las transacciones redefinitorias (con cambio de tiempo gramatical del verbo en algunos casos) que señalan la zona del presente peligrosa para el sujeto y que está tratando de evitar, reconduciendo así al mismo a esa zona.

La terapia rogeriana utiliza la vía de sintonización con las emociones de la persona que aparecen expresadas en el aquí y ahora, bien de forma clara, bien en forma encubierta.

El Psicodrama, por su parte, y también la Psicoterapia Gestalt, utilizan el soliloquio como un medio de llevar a la persona a la conciencia de emociones presentes que no se están manifestando.

La Bioenergética utiliza entre otras vías los ejercicios de grounding o asentamiento, de centramiento en sensaciones corporales y de percibir conexiones entre la realidad corporal del momento y la conciencia, e igualmente ejercicios en los que la atención está plenamente focalizada en el cuerpo. Tanto este modelo como la Biosíntesis prestan una atención especial a los bloqueos que se producen en el lecho muscular y en la respiración, y trabajan a partir de ellas el presente corporal como punto de partida del presente global de la persona.

Otros de los recursos más extendidos –comunes a varios modelos– son los de “hacer de espejo” del individuo; para confrontarle con sus contradicciones y ayudarle a la toma de conciencia más amplia de su presente y del conflicto que se está manifestando a través bien de su postura o gesto, bien en la contradicción entre éstos y sus palabras o de éstas con los contenidos no semánticos de la comunicación verbal.

2.2.3.5. El uso de la regresión

El que antes se haya dicho que uno de los objetivos de la Psicología Humanista es la toma de conciencia del presente no es contradictorio con el hecho de que la mayoría de los modelos terapéuticos humanistas utilicen, como una de sus herramientas, la regresión. Esta se puede buscar como un medio de acceder a la parte de experiencias antiguas que está viva en el presente y que interfiere en el contacto directo con la calidad del aquí y ahora.

Es en este sentido en el que se utiliza la regresión en la Terapia Primal, en Bioenergética, en Análisis Transaccional, o en el Rebirthing. Algunas maneras de provocar esta regresión tienen unas características de trabajo corporal, como ocurre en el uso de la hiperventilación, o en los trabajos en piscina, o que tienen lugar a partir de un determinado ejercicio de estrés. Otras se producen utilizando como medio únicamente la fantasía, como ocurre en la mayoría de las regresiones que se practican en Análisis Transaccional. EI Psicodrama y la Terapia Gestalt, por su parte, lo harán a raíz de la representación de una escena ancestral. Dos de los modelos terapéuticos que la utilizan como una de sus vías de trabajo principales son la Terapia Primal y el Análisis Transaccional.

En la Terapia Primal se ayuda al cliente a revivir como si tuvieran lugar en el presente las experiencias traumáticas antiguas, a partir de la regresión, para lograr la integración total de la experiencia que no se pudo realizar anteriormente, y permitir que el presente, que permanecía atado a aquel momento justamente por no haberlo integrado, fluya con libertad.

En el Análisis Transaccional la regresión tiene lugar, dentro del trabajo de “redecisión”, con la finalidad de revisar decisiones de guión tomadas por el “Pequeño Profesor” y que están actuando en forma destructiva. Se trata, pues, de obtener una nueva decisión, tomada desde ese momento imaginario vivido como actual (en general a partir de la fantasía y del diálogo gestáltico con figuras parentales interiorizadas) que sea más positiva que la anterior.

Un caso espectacular de regresión que se da a partir del modelo del Análisis Transaccional es el que practica la “Escuela de Cathexis” iniciada por el matrimonio Schiff (1969) mediante el método de reparentamiento de adolescentes esquizofrénicos. En este método (que incluye la regresión al momento del nacimiento y la convivencia y adopción como hijo del paciente) se trata de hacer posible, mediante la regresión, la anulación del antiguo “Estado Padre” del esquizofrénico y permitir así la creación de un nuevo “Estado del Yo Padre” más sano.

Para una fundamentación de las conclusiones que presentamos en este apartado pueden consultarse principalmente una selección de obras básicas de los iniciadores de las diversas terapias humanistas, por ejemplo: J.L. Moreno (1946-1969), F. Perls (1974 y 1976), E. Berne (1983), A. Lowen (1977 y 1982), C.R. Rogers (1966), A. Janov (1975), entre otros. Asimismo las obras principales que han tratado sobre los elementos comunes y básicos de las psicoterapias humanistas, entre las que destacamos las de J. Rowan (1976a, 1976b, 1983) y S. Ernst y L. Goodison (1981).

2.3. Enumeración esquemática de otros contenidos que una parte de los modelos o escuelas consideramos también esenciales de una psicoterapia humanista

Me limito aquí a enumerarlos, salvo alguna breve aclaración al final. Para una explicación sobre cada uno de ellos puede consultarse en Gimeno-Bayón & Rosal (2001, pp. 68-84), o en Gimeno-Bayón (2013). En algún momento aparecen contenidos a los cuales ya me he referido en apartados anteriores.

2.3.1. Presupuestos metateóricos

1 Epistemológicamente constructivistas

2 Conciben la realidad en forma sistémica

3 Entienden al ser humano como parcialmente libre

4 Conceden una gran importancia al proyecto vital de la persona y a la búsqueda de sentido

5 Se interesan de modo especial por los temas específicamente humanos

2.3.2. Principios teóricos

1 Admiten la presencia de procesos no conscientes en el comportamiento humano

2 Son psicodinámicas, es decir: conceden importancia especial a las motivaciones y tendencias.

3 Aceptan la variabilidad de las motivaciones: las aspiraciones del adulto pueden implicar nuevas motivaciones que no sean derivaciones de las infantiles (de base psicofisiológica)

4 Aceptan también la distinción entre motivaciones y metamotivaciones

5 Consideran que los valores éticos constituyen un núcleo importante de la personalidad

6 Considera la unicidad de cada ser humano2.3.3. Principios psicoterapéuticos

1 Son modelos frecuentemente integradores de posibles técnicas, actitudes y teorías procedentes de otros modelos terapéuticos

2 Admiten la presencia de elementos transferenciales y contratransferenciales en la relación terapéutica (véase la aclaración que se incluye al final)

 

3 Son holistas

4 El objetivo de la psicoterapia viene dado por la demanda del cliente

5 Integran la visión del proceso psicoterapéutico como un proceso de solución de problemas2.3.4. Planteamientos metodológicos

1 Enfatizan la importancia del vínculo terapéutico, y proponen la adopción por parte del terapeuta de las actitudes rogerianas

2 Exigen al terapeuta un papel activo

3 Son experienciales

4 Conceden una importancia relevante al papel de las funciones dependientes del hemisferio derecho

5 Intervienen en forma idiosincrásica

6 Resaltan la importancia de los acontecimientos de cambio

7 Son tecnológicamente pluralistas y eclécticas

Conviene aclarar algo al menos del punto 2.3.3.b. Admiten la presencia de elementos transferenciales y contratransferenciales en la relación terapéutica, al igual que el psicoanálisis. Pero en clara diferencia con el mismo, no consideran que –salvo que el paciente o el psicoterapeuta estén psicóticos– haya una transferencia o contratransferencia globales. Más bien se tratará de momentos aislados transferenciales y contratransferenciales, o de pautas vinculares habituales tanto del paciente o cliente como del terapeuta, que se mostrarán también en el ámbito terapéutico. Por otra parte los aspectos transferenciales, a diferencia del enfoque psicoanalítico y al igual que hacen los diferentes procedimientos psicoterapéuticos de la Psicología Humanista, son tratados por el psicoterapeuta en forma de desanimar al paciente respecto a ellos y sacarlo de la relación fantasmática a la real que se está produciendo entre ambos en el presente, salvo que deliberadamente ambos acepten momentáneamente algún tipo de técnica que incluya un “como si” en este sentido y a la vez aceptando e integrando los planteamientos de Bowlby sobre la función del terapeuta cuando se refiere a “nuestro papel de ofrecer al paciente una base segura desde la cual pueda explorar, para alcanzar luego sus propias conclusiones y adoptar sus propias decisiones” (Bowlby, 1986, p. 176).

Capítulo segundo

LOGROS, ERRORES Y RESPONSABILIDADES PARA EL FUTURO DE LA PSICOLOGÍA HUMANISTA

Ramón Rosal Cortés

Se presenta aquí el texto que se ofreció –en forma abreviada– como ponencia en el I Congreso Internacional de Psicología y Psicoterapias Humanistas que tuvo lugar, durante el mes de noviembre de 2015, en Barcelona, en la Universitat Ramon Llull. El objetivo era seleccionar –sobrepasado el medio siglo de historia del Movimiento de la Psicología Humanista– un conjunto de materiales idóneos para futuros trabajos sobre historia de las psicoterapias humanistas. Materiales que respondiesen a tres cuestiones: a) cuáles pueden considerarse logros innovadores de las psicoterapias humanistas que, a su vez, han sido reconocidos e integrados como válidos –al menos en parte– fuera del ámbito del Movimiento de la Psicología Humanista; b) cuáles pueden señalarse como errores principales que se han cometido por una parte de los psicoterapeutas vinculados a modelos humanistas; c) qué responsabilidades sería conveniente que los terapeutas que trabajan en diversos modelos existencial-humanistas asumiesen cara al futuro. Pero antes de responder a estas tres cuestiones es conveniente señalar en qué autores se está pensando –por parte del autor de este trabajo– cuando se utiliza el término –más bien ambiguo de “psicólogo o psicoterapeuta existencial-humanista”.

Ha pasado más de medio siglo desde que un conjunto de psicólogos y psiquiatras norteamericanos y europeos residentes en los Estados Unidos decidieron reunirse al haber comprobado, a través de sus escritos, y sus intervenciones en congresos, que coincidían en unas mismas inquietudes. Además de psicólogos y psiquiatras –vinculados a diferentes paradigmas y escuelas psicológicas– había otros diversos profesionales de la relación de ayuda. Había también profesores e investigadores sobre otras ciencias humanas, y filósofos. A pesar de su diversidad de saberes, y de teorías psicológicas y psicoterapéuticas, compartían un sentimiento de malestar respecto al concepto de ser humano implicado en el paradigma conductista que tenía el poder en las universidades. También, respecto a algunas de las teorías del psicoanálisis ortodoxo, lo cual no les impedía valorar y agradecer de Freud que fuese uno de los primeros médicos que se tomó en serio el psiquismo humano.

El teórico de la personalidad Henry Murray nos dejó un resumen de esta inquietud en el párrafo siguiente, en el que describe el concepto de ser humano que ofrecían los psicólogos:

El hombre es una computadora, un animal, o un niño. Su destino está completamente determinado por genes, instintos, accidentes, condicionamientos y reforzamientos tempranos, fuerzas culturales y sociales […] no se prevé nada para la creatividad, no se admiten márgenes de libertad para las decisiones voluntarias, ni hay ningún reconocimiento atinado del poder de los ideales, ninguna base para acciones desinteresadas (Murray, cit. en Bertalanffy, 1976, pp. 215s.).

Al mismo tiempo, Ludwig von Bertalanffy, biólogo y teórico de la Ciencia, creador de la Teoría General de los Sistemas, implicado también entre los que compartían la misma inquietud, manifestaba su esperanza y alegría al comprobar que representantes de escuelas neofreudianas (como Fromm y Horney), de la psicología del yo, de nuevas teorías de la personalidad como los humanistas Allport y Maslow, y de la psicología existencial, estaban dispuestos a mostrar la invalidez de lo que Bertalanffy llamaba la imagen del “hombre-robot”, robot de los estímulos ambientales, o de impulsos psicofisiológicos.

Así surgió el movimiento social de la Psicología Humanista mientras Abraham Maslow y Antony Sutich fundaron el Journal of Humanistic Psychology en 1961, y al año siguiente la American Association for Humanistic Psychology que pronto, al pasar a internacional, suprime el término American.

Hay que advertir de que el término psicólogo humanista o, más exactamente, psicólogo existencial-humanista, aquí se vincula a tres grupos de personas:

1. Al colectivo de fundadores y primeros implicados en el Movimiento: Charlotte Bühler, James Bugental, Stephen Cohen, Sidney Jourard, Abraham Maslow, Rollo May, Clark Moustakas, Carl Rogers, S. Stanfelt Sargent y Frank T. Severin. Se desvincularon Kelly, May, Murphy y Murray, aunque May pronto se reintegró.

2. A los que fueron creadores de nuevos modelos de psicoterapia que fueron acogidos por el Movimiento, a través de sus Congresos y publicaciones, principalmente:

1 C. Rogers, creador de la Psicoterapia Centrada en la Persona

2 E. Berne, creador del Análisis Transaccional

3 F. Perls, creador de la Psicoterapia de la Gestalt

4 R. Assagioli, creador de la Psicosíntesis

5 E. Gendlin, creador del Focusing

6 A. Lowen, creador de la Bioenergética

7 D. Boadella, creador de la Biosíntesis

8 A. Mahrer, creador de la Psicoterapia Existencial

3. A todos aquellos psicólogos anteriores al surgimiento de la Psicología Humanista, o posteriores, que no se autodenominan necesariamente psicólogos o psicoterapeutas humanistas, pero –dentro de su diversidad– les une el hecho de compartir, entre otras características, principalmente una concepción:

 Holista y sistémica de la persona humana singular, frente a una visión atomista

 Que reconoce la capacidad de libertad, frente a una visión mecanicista y determinista de la persona

 Así como también reconoce la complejidad y unicidad de la misma, frente a toda visión reduccionista, de cualquier tipo

Entre ellos se encuentran:

1 Teóricos de la personalidad, motivaciones, emociones, etc., como William James, Gordon Allport, Henry Murray, Philip Lersch, Hans Thomae, G.Stanley Hall, Kurt Goldstein y Edward Spranger

2 Excolaboradores de Freud, como Otto Rank, Alfred Adler y Carl G. Jung.

3 Neopsicoanalistas, como Erich Fromm, Karen Horney y J.L. Moreno

A. Logros de las psicoterapias humanistas

1º Concepción holista y sistémica de la personalidad

Un primer logro a destacar es el claro predominio de las concepciones holista y sistémica de la personalidad frente a las atomistas y reduccionistas.

Los teóricos de la Psicología Humanista manifestaron un interés acentuado por el estudio de la personalidad en su conjunto, singularidad e historicidad. La personalidad de un individuo no es entendida como la suma o yuxtaposición de funciones o procesos (cognitivos, emocionales, conductuales), sino como un sistema o conjunto organizado de forma peculiar en cada sujeto, un sistema configurado y en proceso de desarrollo. Los sistemas -o mejor subsistemas- psicofísicos que integran la organización o sistema de la personalidad están interrelacionados, pudiéndose producir una influencia recíproca entre ellos.

Cabe trabajar, con finalidad de cambio psicoterapéutico, a partir predominantemente de intervenciones emocionales, cognitivas, imaginarias (gran variedad de modelos, entre ellos la Psicosíntesis, y también los ya citados), o corporales, etcétera (Psicoterapia de la Gestalt, Análisis Transaccional en su escuela clásica, terapias psicocorporales como la Bioenergética entre otras). Sin embargo, en cualquiera de estos enfoques, para que el terapeuta sea fiel a un enfoque humanista no perderá de vista que estas diferentes vías pretenden dar lugar a un cambio en la organización del conjunto de la personalidad y sus diferentes subsistemas.

Asimismo tenderá a no perder de vista el carácter singular e irrepetible de todo sujeto humano. El interés de la P.H. por esta actitud tiene probablemente su primer representante destacado en Allport (1975). Para este autor la unicidad constituye el mayor dilema para el psicólogo clínico que, si pretende interpretar la conducta del paciente con algunas hipótesis de un modelo terapéutico determinado, constata las dificultades de acoplarse plenamente al mismo.

La individualidad es una característica primaria de la naturaleza humana. Para el desarrollo de la ciencia de la personalidad debemos aceptar este hecho. Pero es más fácil construir un hombre artificial a partir de normas universales y de grupo que estudiar adecuada y científicamente un ser real (Allport, 1975 p.39).

Para Allport -y podemos considerar que, al menos de forma implícita, para el conjunto de la P.H.- es claramente simplificadora la visión científica nomotética del individuo, en especial si se acepta la definición que Eysench ofreció: “Para el científico, el individuo es, simplemente, el punto de intersección de un cierto número de variables cuantitativas” (Eysench, 1952, p. 18).

Significa que el científico no se interesa por la mutua interdependencia de los sistemas parciales dentro del sistema entero de la personalidad. Se interesa solamente por dimensiones aisladas, que le permiten establecer comparaciones entre muchas personas [...] El científico no se interesa en el sistema de la personalidad como un todo, sino solamente en las dimensiones comunes. Deja a la persona como mero “punto de intersección”, sin estructura interna, sin coherencia ni sentido (Allport, 1975, p. 25).

Por supuesto que actualmente, fuera del ámbito de la Psicología Humanista, el interés hacia el concepto de personalidad se ha difundido, distanciándose claramente de los dos paradigmas de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. Pero el papel de los psicólogos humanistas ha sido notable en estos procesos de cambio. Pinillos, el que probablemente fue el primer psicólogo científico español, así lo reconoció cuando escribió –con la libertad del jubilado– estos párrafos en 1987:

A cuenta de la llamada psicología humanística -tercera fuerza, otras veces- hay que cargar el mérito de haber mantenido vivas, contra viento y marea, una serie de ideas que los reduccionismos de las distintas escuelas han excluido cuidadosamente de sus respectivos campos de investigación, sobre todo al ocuparse de la personalidad.

De formas muy variadas, porque el área cubierta por las psicología humanística tiene unos confines borrosos y un contenido heterogéneo, los representantes de esta opción han procurado que la psicología de la personalidad no pierda de vista la existencia de un núcleo de cualidades sui generis tales como la libertad, la dignidad y la conciencia de sí, privada de las cuales la noción misma de personalidad queda degradada. La idea de que, por modos muy diversos, en la personalidad humana refulge el valor incondicionado de la persona, es probablemente la clave del arco que cobija a todas las teorías humanísticas de la personalidad. [...]

 

En cuanto fuente de inspiración, como conciencia crítica de los convencionalismos, estrecheces y limitaciones de la psicología científica de la personalidad, esta opción humanística tiene asegurado un puesto permanente, un poco honorífico, ésa es la verdad, en la disciplina. No siempre es viable traducir a términos verificables los valores que todas estas corrientes pretenden defender en el estudio de la personalidad; pero constituiría una crasa equivocación no caer en la cuenta de que en la anteposición que hacen del objeto al método tiene, precisamente en el estudio de la personalidad, mayor sentido que en ninguna otra parcela de la psicología (Pinillos, 1987, pp. 14ss.).

2º Investigación idiosincrásica

Un segundo logro de la Psicología Humanista es el de haber investigado con un enfoque predominantemente idiosincrásico para la comprensión de la persona, de los sistemas en que está implicada, y de los subsistemas que la integran.

Predominio no significa exclusividad. May trató de compaginar –como vías complementarias– la visión idiosincrásica (que consideraba la principal) y la nomotética. Para May el ser humano se encuentra ante un dilema existencial que “emerge de la capacidad del hombre para vivir a la vez como sujeto y objeto. Ambas vivencias son necesarias, para la ciencia psicológica, para la terapia y para una vida placentera” (May, 1978, p. 21). Un error frecuente consiste, según él, en la actitud simplificadora por la que se trata de evitar el dilema negando uno de sus extremos. En psicoterapia este dilema se manifiesta en que puede percibirse al paciente desde dos puntos de vista: o como un organismo que, según los diagnósticos, se adecúa en mayor o menor grado a determinado modelo, o como un sujeto singular e irrepetible con el que se establece una relación interpersonal y con el que se ejercita una actitud de empatía que facilita comprender mejor el significado de su lenguaje verbal y no verbal.

Un colega psicoterapeuta señala que alterna como en un partido de tenis entre ver al paciente como un objeto, cuando piensa en modelos, dinámica, prueba de realidad y otros aspectos de los principios generales con los que se relaciona la conducta del paciente; y como un sujeto, cuanto siente empáticamente el sufrimiento del paciente y ve el mundo a través de su punto de vista (May, 1978, p. 23).

Esta complementariedad de actitudes o percepciones se requiere, según May, tanto en el terapeuta, como en el científico de la psicología, como en todo ser humano que quiera respetar en su vida cotidiana la complejidad de la realidad humana, sin negar ni su vertiente condicionada y manipulable, ni la zona de su libertad o creatividad. Según May, la libertad equivale a la capacidad de vivenciar de forma dialéctica ambas vertientes en uno mismo. Tiene presente la afirmación del físico Heisenberg cuando le subrayó que consideraba una ilusión la creencia en la posibilidad de observar la naturaleza como un objeto externo separado del sujeto y se lamentó de que en la Psicología se fomente esta actitud, cuando en esta ciencia, al tener que utilizar el investigador los mismos procesos cuyos mecanismos y estructuras trata de descifrar, la simplificación que se produce resulta incomparablemente más grave que en la física.

Notemos que May recalca la complementariedad de ambos enfoques como un requisito también en el trabajo científico, acercándose mucho su posición conciliadora a la de Rogers. Una vez más no aparece ningún menosprecio a la posible aportación científica objetivadora del psiquismo humano. Este autor se sitúa, según su propia declaración, dentro de la tradición del filósofo y psicólogo William James, en cuyo pensamiento se encuentran grandes afinidades con el enfoque existencial compaginadas con una actitud respetuosa de la objetividad científica. En James se había simultaneado la elaboración de la psicología descriptiva con la explicativa.

James trató de preservar el carácter de complemento mutuo de ambos puntos de vista, cosa que sólo es posible sobre la base de una teoría del hombre en tanto fuente integral de la experiencia, de una teoría de un modo original de existir, de una fenomenología del mundo experienciado, fenomenología implícita en James (van Kaam cit. en May, Allport, Feifel, Maslow & Rogers, 1963, p. 14).

El enfoque existencialista de James se manifiesta por ejemplo cuando afirma que una verdad no pasará de ser una mera idea abstracta a menos que el sujeto a quien llegue pueda experimentarla o vivenciarla auténticamente en los distintos niveles de su ser. Sólo así constituirá una verdad operativa con capacidad transformadora. Ahora bien, May no comparte el extremismo sartriano reflejado por ejemplo en la declaración: “Somos lo que elegimos”. De hecho May sigue reconociendo la validez del enfoque científico objetivo, “la validez de las consideraciones basadas en el condicionamiento, la formulación de los impulsos, el estudio de los distintos mecanismos, etcétera” (Ibidem), lo que rechaza es la pretensión de poder alcanzar una imagen aceptable sobre el ser humano a partir únicamente de tales métodos.

Refiriéndose a la conocida polémica entre Skinner y Rogers, considera que en ambos -aunque sus críticas se dirigen más bien hacia el primero- se produce un proceso de simplificación por no asumir las dos dimensiones del dilema. May no acepta que la experiencia subjetiva -y el control interno- queden plenamente subordinadas al control externo como hecho inevitable, aparte de las situaciones de laboratorio y hospital. Considera que la terapia ofrece pruebas constantes de que los individuos reaccionan ante su medio de una forma que tiene relación con su experiencia interna, con sus vivencias pasadas, y que realizan una interpretación del medio a través de sus símbolos, esperanzas y temores (May, 1978, p. 32). Sin embargo, tampoco acepta la posición de Rogers en dicho debate al reducir lo significativo únicamente al control interno. La hipótesis de Rogers según la cual todo ser humano es, en el fondo, altamente racional, realista, siempre que haya podido experimentar una relación interpersonal satisfactoria -caracterizada por la “congruencia”, el respeto y la aceptación de todos los sentimientos- lleva consigo el peligro de perder la capacidad de percibir el lado irracional y no libre del individuo. De hecho, en la experiencia terapéutica rogeriana con esquizofrénicos, llevada a cabo en la Universidad de Wisconsin, May y otros jueces de las grabaciones constataron la dificultad de los rogerianos para reconocer la presencia de comportamientos hostiles o agresivos, lo cual condujo incluso a Rogers a preguntarse si se debía a una falta de conciencia de los propios sentimientos negativos de los terapeutas. El mismo Rogers posteriormente hace declaraciones que manifiestan su acuerdo sustancial con la postura de May; y la necesidad de aprender a vivir aceptando el dilema:

Es mi convicción que parte de la vida moderna reside en enfrentarse a la paradoja que afirma que visto desde cierta perspectiva el hombre es una máquina compleja [...]. Por otra parte, en otra dimensión de su existencia el hombre es subjetivamente libre; su elección personal y su responsabilidad dan cuenta de su propia vida (Cit. en May, 1978, pp. 36s.).

3º Atención a lo específicamente humano

Otro logro de la Psicología Humanista es el de haber prestado especial atención a las experiencias y actividades específicamente humanas, por ejemplo: voluntad, amor, captación y vivencia de valores éticos, vacío existencial, experiencias transpersonales (horizontales y verticales), “experiencias cumbre”, etcétera.

En el famoso Congreso de Old Saybrook, en el que participaron los principales teóricos de la personalidad americanos como: Allport, Murray, Murphy, Kelly, como también los fundadores del Movimiento de la Psicología Humanista: Maslow, Rogers, y otros, no faltaron destacados conductistas como Hebb. Una de las críticas que éste dirigió a la Psicología Humanista se refirió al hecho de que se dedicase a enseñar aspectos de la vida humana como “aprender a vivir con los demás, aprender a hacer el amor, aprender a no crearse enemistades”. May le respondió así, según informó en la Conferencia Inaugural del Congreso de Psicología Humanista de Roma (1981):