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Somos cambio





Puestos a cambiarlo todo, conviene incluirse.



Ángel Gabilondo





Cuando volví a Europa en el año 2008 después de una etapa profesional en Estados Unidos, estaba comenzando la última crisis económica mundial, esa que nos dejó precarizados, faltos de un relato de futuro digno mejor para todos y carentes de referentes. Una crisis que, si hacemos caso a los expertos, no fue nada en comparación con la que se avecina.



En aquel momento empecé a trabajar muy de cerca con directivos a nivel global, y me di cuenta de que hasta al más alto nivel, la inquietud, el miedo, la falta de seguridad en su propia capacidad y potencial y en los de sus organizaciones, y el relato dominante sobre el futuro incierto y oscuro que nos esperaba les estaba paralizando, y que esa parálisis tenía consecuencias directas para sus equipos, sus organizaciones y sus entornos… y para todos nosotros. Se me ocurrió entonces ponerme a buscar fuentes autorizadas de sabiduría, más allá de las convencionales, formas de acompañarlos y espacios para analizar con ellos la temática de la incertidumbre y el cambio con un lenguaje nuevo, desde otro lugar y con una perspectiva ampliada.



Comencé el proceso de documentarme sobre el tema buscando referencias y puntos de vista que me permitieran asistirlos en la búsqueda de salidas más o menos elegantes de sus estados de encantamiento. El camino fue extremadamente rico y me llevó a acercarme a estudiosos y sabios de diferentes tradiciones que ofrecían formas productivas de pensar en la incertidumbre y en el cambio que me parecieron apropiadas para ampliar recursos, empezando por los míos.





El resultado de aquella búsqueda fueron una serie de tesoros que me acompañan desde entonces y que me han servido para interpelarme e interpelar, y para salir de algún que otro hoyo, y que creo merece la pena revisitar para poder afrontar con gracia los tiempos que vivimos. No pretendía entonces, ni pretendo ahora, abordar una relación pormenorizada ni autorizada de perspectivas y herramientas –otros que se dedican al tema lo han hecho mejor que yo–, pero sí me gustaría compartir algunas miradas que provienen de disciplinas dispares y que por tanto sería difícil encontrar en un mismo lugar… y que precisamente por eso pueden tener la virtud de ofrecernos una perspectiva amplificada para enmarcar el fenómeno del cambio y prepararnos con renovada inteligencia para lo que vendrá.



Las comparto en forma de conclusiones elementales que refuerzan lo que sin duda ya sabéis, con la esperanza de que el verlas juntas y expresadas de una forma tan simple apele a vuestra propia sabiduría.





1 Somos cambio El cambio –verdadero, duradero y profundo– es la realidad más patente y persistente del mundo. Independientemente de esto, todavía muchas personas e instituciones lo abordan como un desafío técnico, creyendo que eso las protege de los problemas reales, en lugar de buscar respuestas a preguntas que en realidad son mucho más profundas. «Hemos alcanzado niveles tan explosivos de libertad que, por primera vez en la historia, tenemos que gestionar nuestra propia mutación», afirma Peter Koestenbaum, profesor de filosofía de la Universidad de San José, en California, y uno de mis grandes maestros13. En realidad, podríamos argumentar que las «nuevas normalidades» –la expresión me sigue produciendo cierto desasosiego–, con las necesarias revisiones de nuestras economías, sociedades, instituciones y desorden geopolítico, son simplemente formas que adquiere en nuestros tiempos nuestro desafío existencial y al mismo tiempo una prueba de fuego para nuestros líderes, que deberían ser capaces de guiar a sus instituciones y organizaciones mientras lidian al mismo tiempo con sus propios desafíos existenciales. Las patologías de nuestras antiguas normalidades, y sin duda las de las «nuevas» que tendremos que enfrentar, generan por definición demandas imposibles y conflictos entre variables casi irreconciliables. Abordar lo que viene requerirá una transformación evolutiva de quiénes somos, cómo nos comportamos, cómo pensamos y qué valoramos. A la mayoría esta crisis nos ha cogido distraídos, atrapados en la literalidad, en la preocupación por «lo nuestro» y en la tiranía de lo urgente. Y sin embargo creo no equivocarme al afirmar que los tiempos no van a dejarnos otra opción que la de enfrentarnos a una serie de preguntas que tarde o temprano tendremos que abordar.

2 El cambio maduro se hace de dentro afuera y requiere el desarrollo de perspectivas expandidasEn este sentido, el trabajo sobre «Adult Development» representa una perspectiva relevante, no solo para comprender la transformación en primera persona, sino especialmente para poder acompañar a otros en las suyas con cierta autoridad moral. Se trata de un cuerpo teórico poderoso relacionado con el cambio desarrollado por diversos investigadores hasta transformarlo en una serie de modelos y marcos consistentes14.Se basa en una premisa fundamental: lo que dicen los expertos –y la investigación demuestra– es que los humanos seguimos progresando una vez alcanzada la edad adulta (a tasas variables, dependiendo principalmente de nuestros anhelos, de nuestro entorno y del acompañamiento que recibimos) a través de etapas predecibles de desarrollo mental, emocional y espiritual. La mayor parte de nosotros crecemos gracias a –o a pesar de– diferentes experiencias de aprendizaje (la familia, la escuela, la cultura en la que nos integramos y todo lo demás que nos encontramos por el camino), a través de una serie de etapas que los expertos llaman de desarrollo horizontal. Pero algunos audaces deciden aventurarse de forma consciente y consistente a lo largo de la vida en lo que los expertos llaman desarrollo vertical, que se traduce en que a medida que avanzamos a niveles superiores aprendemos a ver el mundo con una mirada nueva, cambiamos nuestra interpretación de las experiencias que vivimos y logramos expandir nuestras mentes. En el proceso adquirimos la capacidad de transformarnos y transformar traspasando barreras e incluyendo a cada vez más personas en nuestro concepto de cuidado y de felicidad. Estas mentes expandidas pueden albergar con comodidad las contradicciones y nos permiten dejar de gravitar hacia el pensamiento polarizado y abordar los dilemas con mucha más comodidad. Cualquier intento maduro de desarrollo de las personas debería concentrarse por tanto en facilitar su tránsito a través de estas etapas y apoyar conscientemente el desarrollo de estas perspectivas expandidas. Si lo pensamos bien, esto tendría que llevarnos a revisar profundamente las metodologías de aprendizaje, ya que, si bien el desarrollo horizontal puede ser transmitido, el desarrollo vertical solo puede ser inducido y se logra siempre de adentro hacia afuera.El desarrollo vertical es por tanto el verdadero reto en este mundo donde el cambio es la vida y la vida es cambio. El desarrollo horizontal, es decir, el aprendizaje de nuevas habilidades, puede que fuera útil cuando los problemas estaban claramente definidos y existían técnicas conocidas para resolverlos, pero se queda muy corto para estos tiempos revueltos. El desarrollo vertical es el verdaderamente fundamental para avanzar en el proceso de desarrollo de nuestra identidad y en la progresión virtuosa de colectividad-individualidad-unidad que nuestro mundo requiere.

3 Cambio y transición son fenómenos diferentes… aunque los confundamos La mayoría de nosotros no nos oponemos por definición al cambio, que vamos aprendiendo a aceptar como parte de la norma, sino a «ser cambiados». Estamos en contra del cambio impuesto porque nuestro cerebro está diseñado para que lo veamos como un abandono ineludible de lo que tenemos, en lugar de como una posibilidad de añadir. Según la neurociencia, vivir dentro de los límites de lo conocido nos da seguridad y el cambio siempre provoca un cierto vértigo.Este simple hecho de la vida que es el cambio lo hemos vivido de forma extrema en los últimos meses, durante los cuales hemos tenido que someternos a medidas sin precedentes de restricción, entre otras de nuestras libertades fundamentales, y al menos la mitad de la población mundial ha vivido situaciones más o menos estrictas de confinamiento. Esto sin considerar siquiera que a juzgar por los expertos lo que hemos vivido no es más que el principio de una sucesión de cambios en todos los órdenes.Son momentos sin duda fundamentales para entender la diferencia entre cambio y transición15. Mientras el cambio suele venir dado por un acontecimiento concreto y acotado en el tiempo, a menudo determinado por un factor exógeno y fuera de nuestro control como el que estamos viviendo, la transición es un proceso con fases que hay que entender y respetar: En la primera fase, que tiene que ver con el final de algo, solemos ir del shock a la negación, y de ahí al dolor y disgusto cuando la situación es de no retorno, porque en nuestras mentes y en nuestro sentir, cambio=pérdida.







 La segunda fase, de duelo, es donde comienza el regateo y es fundamental vivirla conscientemente, porque sin duelo no hay transformación y, por tanto, aumentan las posibilidades de que los dioses nos vuelvan a mandar la misma lección. Aparentemente, la mayoría de nosotros necesitamos estar «en el hoyo» antes de poder empezar a experimentar con lo nuevo… Agotador, lo sé, pero si miro hacia atrás en mi vida y en la de muchos de los que he tenido cerca, es bastante cierto. Se trata de empezar a colocar el «acontecimiento» en la nueva vida que tenemos que vivir para poder abordarla con cierta naturalidad.









 La tercera y última fase, de integración en nuestra nueva realidad, comienza necesariamente con una decisión por nuestra parte de seguir adelante con lo nuevo, algo indispensable para poner fin a las «realidades» anteriores y no quedarnos en el limbo.

 







Lo importante es entender que cuando somos capaces de aprovechar el cambio para conectarlo con nuestro sentido, es decir, con la parte más elevada de nuestro Yo, el consenso entre los sabios es que tenemos la opción de saltarnos lo peor del shock y elegir transformarnos, evitando así gran parte de las magulladuras emocionales. Y es que parece que los shocks son más graves cuanto más infieles somos a nuestro plan de ruta. Es una lástima que en mi experiencia esto de andar pegaditos a nuestro sentido ocurra en tan pocos casos y requiera tanta sabiduría natural. La mayoría de nosotros no solo nos metemos en el hoyo, sino que aprovechamos para chapotear.





1 La noción de VUCA (Volatilidad, Incertidumbre, Complejidad y Ambigüedad) ha quedado claramente sobrepasada con lo que estamos viviendo El famoso acrónimo VUCA (Volatilidad, Incertidumbre, Complejidad y Ambigüedad), acuñado a principios de los 90, que se ha venido utilizando como referencia en el plano de la gestión empresarial, se ha revelado insuficiente para abarcar el contexto actual. El acrónimo, utilizado por primera vez por el Ejército de los Estados Unidos de América para definir el mundo posterior al colapso del bloque comunista, se refería a la sustitución de la «certidumbre» que proveía la bipolaridad por un escenario mucho menos predecible, plagado de conflictos y de peligros. El mundo presente, mucho más confuso, se explica de otro modo: rivalidad por la hegemonía mundial entre nuevos actores con objetivos diversos, conflictos regionales complejos, desigualdad en alza, terrorismo, inmigración descontrolada, populismo, movimientos extremistas, crisis financieras cíclicas... Todo esto sin tener claro aún lo que vendrá AC (después del coronavirus). De hecho, algunos sabios modernos16 ya le habían añadido dos Ds al famoso acrónimo, transformándolo en D–VUCAD, para incluir dos fenómenos clave para describir nuestro mundo. La primera corresponde a la Disrupción (ya sea en forma de tecnología, cambio social, fenómeno geopolítico, reconfiguración de la industria, destrucción de sectores completos, desafíos como el cambio climático, etc), que ya lleva tiempo siendo parte de nuestro vocabulario en un tiempo en que todo parece verse reducido a optar entre «disrumpirnos» o «ser disrumpidos». La otra d se refiere a la Diversidad, e incluye diversas acepciones del concepto como la de género, generacional, cultural, de etnia, raza, religión…Estos elementos constituyen tan solo una parte de la complejidad del contexto en el que las organizaciones viven actualmente, y plantean grandes ventajas, pero también ciertos desafíos, componiendo el escenario moderno para la dirección y el liderazgo. Un escenario que requiere que perfeccionemos la habilidad para anticipar situaciones que modifican las condiciones de partida, entender sus consecuencias y las de sus posibles soluciones, analizar la interdependencia entre múltiples variables desde un punto de vista macro, y prepararnos para desafíos y realidades alternativas, para poder así predecir, descubrir, interpretar y aprovechar oportunidades. Para la mayoría de las organizaciones contemporáneas, sean empresas, instituciones, gobiernos u organizaciones supranacionales, este escenario representa una alteración fundamental y duradera en un contexto –que la crisis del coronavirus contribuye a magnificar– que obliga a estar constantemente en modo de anticipación, intervención y evolución.

2 El liderazgo es un viaje y requiere necesariamente que cambiemos Una idea ya comúnmente aceptada sobre el liderazgo es que se trata de un viaje, no de un destino. En realidad nunca llegamos al destino de ser los mejores líderes –o seres humanos– que podemos ser, aunque intentarlo debería ser la estrella polar de nuestro viaje. Los auténticos líderes han comprendido el hecho fundamental de la existencia: no se pueden evitar las contradicciones inherentes a la vida y no existen soluciones perfectas, sino cambios de mirada y de actitud. Estoicismo en estado puro, podríamos decir. Cuando nos enfrentamos de verdad a las polaridades en nuestras vidas, se desvanecen sin remedio nuestros sueños arrogantes y condescendientes y nos damos cuenta «de qué va la cosa» de verdad, y eso nos vuelve al instante más humanos y auténticos. Además, y esto es fundamental, el viaje nunca se hace realmente en solitario. Tomamos continuamente decisiones sobre nuestras organizaciones, sobre las personas que dependen de nosotros y sobre nosotros mismos, y somos al mismo tiempo parte de sistemas en constante cambio donde vivimos transformaciones cada vez más frecuentes. Estos cambios de ruta necesitan ser abordados de manera consciente e intencional, y no reutilizando trivialmente las mismas habilidades, capacidades y enfoques que nos han servido en el pasado, independientemente del contexto. Cuando nos «atascamos», normalmente no podemos progresar usando las mismas herramientas, y de hecho si no nos «sofisticamos» irremediablemente estaremos comenzando el proceso de «banalizarnos». El progreso real requiere por tanto de un doble compromiso: El de dedicarnos a comprendernos mejor, en el sentido filosófico de «comprender», esto es, entender lo que significa para cada uno de nosotros existir como seres humanos en el mundo en el momento actual.El de cambiar nuestros hábitos de pensamiento incluyendo qué valoramos, cómo trabajamos, qué conexiones establecemos con las personas, cómo aprendemos, qué esperamos de la vida o cómo gestionamos la frustración.





Así que podríamos decir que en realidad hay mucho que celebrar en nuestra situación actual. En las dos últimas décadas, personas del mundo entero han respondido a la urgente necesidad de abordar su propia transformación. Las condiciones externas, tan retadoras, nos han llevado a descubrir y poner en marcha nuestros recursos internos… y ese proceso podría aumentar a partir de ahora de forma exponencial. El estar expuestos al fin de la vida como la conocíamos nos ha llevado a muchos a retomar el contacto con lo esencial, con las pocas cosas realmente importantes de la vida, con la sabiduría ancestral y con esa bondad primordial de la que nunca hemos estado en realidad separados.





1 El secreto está por tanto en disfrutar del eterno baile entre cambiar y ser cambiadosMuchos sabios de tradiciones diversas han hablado de la receta para lograr esa paz y esa felicidad «silenciosas», que no es otra que mantener una oscilación armoniosa entre cambiar y ser cambiados. El gran Dario Fó17, que hizo de su vida y su arte un camino de activismo comprometido, en su etapa final llegó a afirmar que la sabiduría consiste en entender que nuestra verdadera misión es permitir que la vida nos transforme para mejor y en no ser tan simplistas –ni tan egoístas– como para tratar de cambiar el mundo con el ánimo de dar respuesta a nuestros propios deseos y necesidades. Otra fuente, posiblemente esté entre las más autorizadas sobre el tema, es el gran don Miguel de Cervantes. El Quijote es uno de los mejores tratados que conozco sobre transformación, porque en el fondo don Quijote y Sancho son la misma persona… Podríamos ser cualquiera de nosotros, y de hecho en los últimos capítulos a menudo ya no se sabe quién está hablando, porque realismo e idealismo, razón y corazón, sentido común y visión se acaban fundiendo. Y en ese eterno baile que representa una vida bien vivida, como lo expresaba Italo Calvino18, lo más importante es perseguir la levedad. Porque al final, como siempre me decía un directivo nigeriano con el que trabajé hace algún tiempo, esto de que la incertidumbre y el cambio son fenómenos nuevos es una visión estrictamente occidental, pusilánime y bastante cómica «para los muchos que, como yo, nacimos en una aldea y hoy puede que tengamos un doctorado en Economía, pero hasta hace pocos años ni siquiera teníamos zapatos». Así que, por pura justicia cósmica, parece que están próximos los tiempos en los que cambien las tornas hacia un nuevo equilibrio de fuerzas. Y ojalá también hacia una conciencia más elevada y hacia sociedades más justas, inclusivas y felices.



13 Koestenbaum, Peter. 1999. Liderazgo: la grandeza interna. Prentice Hall.



14 Me resisto a traducirlo como «Desarrollo de adultos» porque la expresión en castellano no recoge en absoluto el concepto ni le hace justicia. Se trata de un corpus extenso construido a partir de diversas teorías como el «Life-Span Developmental theory», la Teoría del Desarrollo Psicosocial de Erikson, los modelos de Michael Common y Carl Jung, el trabajo de Daniel Levinson y últimamente el de Robert Kegan y Lisa Lahey’s en su libro Immunity to Change, entre otros.



15 Entre los mejores estudios sobre este tema en el seno de las organizaciones, os recomiendo el libro de William Bridges con Susan Bridges: Managing Transitions: Making the Most of Change. Revised 4th Edition. 2017. Nicholas Brealey Publishing.



16 «Leadership Is a Journey, Not a Destination».

Ian C. Woodward

, INSEAD Professor of Management Practice and Director of the INSEAD Advanced Management Programme. November 2, 2017.



17 Darío Fó: actor y escritor de teatro italiano ganador del Premio Nobel de Literatura en 1997. Junto a su compañera, Franca Rame, tuvo una participación intensa y desde distintas facetas como activista en la vida política de su tiempo.



18 Si os interesa saber más sobre Italo Calvino, sin duda un «grande», os recomiendo Las ciudades invisibles.




Algunos ingredientes

de la fórmula





Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto cambiaron las preguntas.



Mario Benedetti





Espero que a estas alturas haya quedado mínimamente establecido que la complejidad tan disruptiva –y generadora– que nos traen los tiempos no nos deja otro camino inteligente que la transformación. A los grandes dilemas que ya no sabíamos cómo afrontar en un mundo «como lo conocíamos» se han unido las incógnitas que implican la crisis del coronavirus y todas sus múltiples derivadas. Ha llegado el momento de construir –o reconstruir– una red de liderazgo colectivo, porque la única forma de afrontar el futuro que tiene algún viso de ser efectiva es colaborar desde múltiples espacios de maneras nuevas, comprometidas, poderosas y creativas.



En este contexto, lo más importante que tenemos a nuestra disposición para cambiarlo todo es precisamente cambiar nosotros mismos. Explorar en carne propia la tecnología básica de la transformación para poder ejercer esos estilos de liderazgo que necesita el futuro y ser parte activa de la solución. Los tiempos representan el momento perfecto en términos kairós19, para hacer ese trabajo de «actualización de versiones» que empieza en el ser antes de reflejarse en el hacer, y que nos dará la autoridad moral y las herramientas para colaborar en la construcción de lo que vendrá. Y de hacerlo como camino de autoexpresión, desde nuestras fortalezas y desde el cuidado, el respeto y la generosidad hacia nosotros mismos para poder conquistar espacios de libertad y conciencia.



En las siguientes páginas revisaremos juntos algunos de los ingredientes de la fórmula para esa transformación, en cierta medida heroica, que hace posible un hermoso proceso de alquimia. Entenderemos que, aunque requerirá ciertas dosis de trabajo se verá recompensada con vidas llenas de matices, plenas y nunca inocuas. Percibiremos asimismo la importancia de aprender a descansar en un proceso en el que, aunque a veces pueda parecer lo contrario, en realidad no hay paradas, aunque a veces haya desvíos. Y descubriremos la importancia de abordarlo firmemente asidos a nuestras causas, que nos darán la certeza cuando lo demás falle, y de cultivar al mismo tiempo un cierto hedonismo para hacernos el camino más placentero. Experimentaremos también que algunos ingredientes de la fórmula de la transformación se refieren al proceso de actualización propio, mientras que otros tienen que ver con dar los pasos necesarios para que versiones actualizadas de nosotros mismos puedan expresarse de forma completa.





La reflexión está organizada en torno a ocho dimensiones o estrategias –podría haber tomar prestado el concepto de «hábitos» utilizado en su momento por Stephen Covey20–, que trascienden los conceptos de «competencias» o «habilidades». Ocho estrategias que van más allá del hacer para centrarse en el ser, y que trascienden a la cultura, nacionalidad, generación y cosmovisión, y están presentes –en dosis diversas y nunca todas a la vez– en los mejores y más plenos líderes –y seres humanos– que he conocido. No se trata de «dones», con los que uno tiene o no la suerte de nacer, sino de estrategias identificables y cultivables desde la conciencia, la reflexión y la determinación. Estrategias construidas sobre una base de principios que podrían ser universales, aunque pensados y adaptados al contexto actual y al nivel de evolución de nuestras organizaciones, de nuestras sociedades… y al nuestro propio.

 





La idea es combinar sabiamente estas estrategias para emprender un viaje hacia nosotros mismos, logrando en el camino conquistas tanto individuales –en mi experiencia las más exquisitas– como colectivas, que nos permitan dejar una estela cada vez más profunda y auténtica. Las primeras cuatro tienen que ver con emprender la revolución propia, con cruzar el umbral hacia nuestra siguiente versión y aprender a vivir en un proceso de actualización continuo. Las cuatro siguientes abordan las condiciones que es necesario crear para que esos seres «actualizados» puedan expresarse de forma más completa, expandida e intencional. Juntos las descubriremos y comprenderemos, y profundizaremos en cómo sacarles partido si ya son parte de nuestra naturaleza, o en cultivarlas si consideramos que merece la pena incorporarlas a nuestro registro. También que, como pronto vosotros mismos descubriréis, hay distintas puertas de entrada al círculo virtuoso que conforman y cada uno podréis decidir cuál es la vuestra.





Las dos primeras estrategias constituyen lo que para mí equivaldría a empezar por el principio. De hecho, me atrevería a afirmar que la primera –cultiva tu presencia– es condición sine qua non para abordar el proceso. Nada más importante en estos tiempos de derrumbes y oportunidades que actuar desde la presencia más luminosa a la que en cada momento podamos acceder. En un mundo tan complejo, que invita poderosamente a la ausencia, el mejor antídoto que conozco contra la sensación de enajenación es el cultivo deliberado del contacto con la «nave nodriza», con la parte de nosotros que contiene no solo las respuestas, sino sobre todo las preguntas verdaderamente relevantes. Solo así podremos elegir las respuestas haciendo uso de un cierto grado de libertad.





Ese «empezar por el principio» implica también identificar lo más pronto posible el hilo conductor de nuestra vida. Ese hilo conductor, causa, propósito –o sentido, si lo preferís– va mucho más allá de los objetivos y no tiene lado utilitarista, sino una fuerza mucho más parecida a la que confiere una misión. La única motivación verdaderamente poderosa para elegir estar despiertos en lugar de dejarnos llevar por la inercia o engrosar las abultadas filas del cinismo es justamente el amor a nuestras causas. Estar conectados a esa misión y dedicarle atención, tiempo y energía nos da la fuerza para navegar las tormentas, para seguir adelante a pesar de los obstáculos y para cultivar la paciencia estratégica cuando se hace necesaria. Este sentido de misión nos permite también comprender nuestro propio valor independientemente de la mirada de los demás y nos impulsa a acompañar a otros en el proceso para descubrir el suyo.





Los siguientes dos ingredientes tienen que ver con afinar el instrumento fundamental que tenemos para transformarnos y poder desde ahí transformar todo lo demás. Un proceso que comienza con expandir nuestra mente para poder desarrollar nuestros –escasos, aunque pensemos lo contrario– pensamientos propios y trascender nuestros casi todopoderosos programas, casi siempre inconscientes. De pensar –y no refreír– pensamientos surgidos de la presencia y de una mente poderosa, aguda, estratégica y flexible, que crezca con los desafíos y pueda comprender la globalidad, las partes y el todo, distinguir lo importante de lo accesorio y viajar en el tiempo. Una mente capaz de hacer simple lo complejo, de asociar conceptos aparentemente inconexos –a menudo provenientes de disciplinas dispares– y de movernos a obrar sin miedo y con generosidad. Una mente grande, centrada en la transformación y no en la gestión de lo trivial, y por ello incompatible con un ego excesivamente desarrollado.





Afinar el instrumento implica también aprender a cuidarnos para poder ofrecer a otros nuestra mejor versión… una tarea especialmente relevante para los que somos de propósitos amplios y agendas llenas, y fundamental para poder expresar nuestro potencial. Una tarea que empieza por trabajar en los hábitos más básicos: el famoso «Mens sana in corpore sano»21, que en su sentido original se refiere a la necesidad de mantener un espíritu –y no solo la m