Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas

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“Ring, Ring”. Kyoko se sacudió.

Giró mientras su ceja izquierda se levantó con frustración. – ¡Espero que sea Suki, así podré decirle cuánto me gusta que me acosen! – Jalando el teléfono con brusquedad, dijo un poco más alto de lo normal. – ¡¡Hola!!

Toya sonrió al saludo de Kyoko. – Vamos, ¿tu mami no te enseñó a ser educada al contestar el teléfono?

Kyoko se sentía como para caminar con calma hacia la ventana, abrirla y dejar que el teléfono se deslizara de su mano hacia lo desconocido. – ¿Por qué será que nadie quiere dejarme terminar mi baño? – se quejó, pisando fuerte con su pie solo para sentir el aire acondicionado meterse debajo de su bata.

La sonrisa de Toya se desvaneció mientras su imaginación enloquecía y visiones explícitas comenzaron a danzar en su mente. – Estás desnu… – se quedó mudo antes de preguntarle si estaba de pie desnuda. Sacudiendo el pensamiento fuera de su cabeza, Toya tomó una respiración profunda para calmarse y con suerte controlar sus ahora intensas hormonas. – Carajo, esa fue una bonita imagen…

Kyoko frunció el ceño preguntándose si Toya estaba de pie al lado de Suki en ese mismo momento.

Toya trató de nuevo. – Eh, no importa. Mira, estoy de camino a buscarte para ir al cine esta noche, así que solo vístete.

Kyoko estrechó sus ojos preguntándose quién proclamó que era “El Día de los Acosadores”. – Este, tengo planes esta noche –. Por supuesto que sus planes habían sido volverse una ciruela pasa en el baño, luego acurrucarse en el sofá y ver una película. Quizá incluso quedarse dormida mientras tanto, no tener a todo el mundo molestándola para “salir”.

– ¿Qué? ¡Cancélalos porque vienes conmigo! – prácticamente ordenó Toya, comenzando a molestarse porque ella no estaba haciendo lo que él quería que ella hiciera… como si alguna vez lo hubiese hecho.

Kyoko cerró los ojos y sostuvo el teléfono lejos de su cántico – no lo lanzaré por la ventana, no lo lanzaré por la ventana –, “Toc, toc” Kyoko se balanceó para encarar la puerta pensando “¡Pero SÍ se lo lanzaré a quien sea que esté en la maldita puerta!” pudo escuchar una risa demente venir de algún lugar muy adentro, donde la malvada hermana residía.

Serenamente caminó hacia la puerta y la abrió, entonces se asomó por la puerta a mirar alrededor para ver quién era. – Kotaro – susurró, un poco sin aliento, luego cerró de golpe su boca con culpa esperando que él no lo hubiera notado.

Los ojos de Kotaro se iluminaron y se oscurecieron al mismo tiempo cuando la puerta se abrió. Estaba feliz de ver a Kyoko a salvo… y obviamente no completamente vestida. Levantó una ceja ante la forma en que ella había dicho su nombre. Presionando la mano contra la parte de encima de su cabeza en la puerta, la terminó de abrir con su usual sonrisa confiada mientras pasaba más allá de ella… casi tocándose.

– ¿Cómo está mi mujer hoy? – Kotaro caminó más allá de ella dentro del apartamento como si perteneciera allí.

“No voy a cometer asesinato, no voy a lanzar el teléfono, no voy…” la mente de Kyoko continuó cantando mientras Kotaro la miraba con su habitual sonrisa de infarto. De repente sintió que el aire acondicionado había dejado de funcionar.

¿Cómo era que este hombre, quién solo podía ser descrito como sexo caminante, le afectara tanto? Ella siempre sentía que estaba tratando de detenerse a sí misma de lanzarlo contra el suelo. Sacudiendo su cabeza, miró hacia abajo y chilló cuando vio que su bata se había abierto parcialmente. No era suficiente para mostrar nada pero era visible suficiente piel para hacerla sonrojar.

Toya se tensó, escuchando la llamada a la puerta en el fondo a través del teléfono y luego la voz de Kotaro. Gritó al teléfono para tener su atención. – ¡Carajo, Kyoko! ¿Qué demonios hace Kotaro ahí? – ladró, molesto de que el guardia de seguridad se apareciera, de nuevo, en el apartamento de “su” Kyoko.

Kyoko se avergonzó cuando el grito desde el teléfono pudo escucharse fuerte y claro dentro de la sala de estar. Mirando sobre el hombro de Kotaro al reloj de pared, supo que debía comenzar a arreglarse o Suki sería la próxima golpeando la puerta. Ya era suficiente. Se volvió y caminó hacia la encimera, teniendo en mente colgar el teléfono.

Levantándolo de nuevo a su oreja gritó: – ¡Te veré luego! – “clic”… uno menos… falta uno.

Kotaro sonrió sabiendo que era a Toya a quien había gritado. Sus ojos viajaron a la seda que colgaba como una segunda piel en un cuerpo muy bien formado y no podría haberse detenido si hubiese intentado moverse hacia adelante, más cerca de ella. Lentamente cerró sus ojos solo por un segundo mientras tomaba aire profundamente, ahora todo su cuerpo a solo centímetros del de ella. El pensamiento de tocar sin contacto lo tenía mentalmente curvando su cuerpo alrededor del de ella y apretándola.

Se inclinó hacia adelante llevando sus labios al hueco de su oreja antes de susurrar su nombre. Sus labios se suavizaron, así como sus ojos azules como el hielo. A menudo se encontraba casi deseando que ella pudiera recordar el pasado y lo cercanos que una vez fueron. ¿Qué haría ella si recordara que solían vivir juntos? Él, ella y Toya… así podían protegerla.

Kyoko perdió el aliento al salírsele rápidamente y sintió la piel de su cuello y mejilla erizarse. Era suficientemente duro mantener sus pensamientos en orden con él cerca, pero ahora ella podía sentirlo tocándola incluso cuando no era así. Recordando lo que estaba haciendo justamente antes de que el teléfono la interrumpiera hizo que el calor se le subiera a la cara.

Sin querer que él notara su culpa, se mantuvo de espaldas a él e intentó con todas sus fuerzas suprimir el recuerdo del baño. Cerrando sus ojos, peleó con la urgencia de recostarse en él y tuvo que agarrar la mesa para sujetarse.

Kotaro quería poner sus manos en la mesa a ambos lados de ella… atrapándola entre sus brazos, pero de repente se quedó quieto. Pudo oler los jabones que ella había usado en el baño, pero un sabor llegó hasta él y su expresión se volvió curiosa, ¿excitación? Él se alejó de ella, sintiendo como se endurecía.

Pasando sus manos por su indomable cabello, se retiró a una distancia más segura tratando con todas sus fuerzas ignorar la sacudida en la boca de su estómago… ¿por qué había venido de nuevo? Era importante.

Sus instintos protectores comenzaron a surtir efecto al recuerdo de las alertas recientes que había recibido. – ¿Pasarías la tarde conmigo? – la pregunta que sonaba inocente resguardaba un doble sentido, mientras saboreaba el deseo.

Kyoko desaceleró su respiración una vez más lista para luchar contra sus sentimientos. Ella frunció el ceño sabiendo que sería muy peligroso quedarse a solas con él. De repente, quería agradecer a Suki por mangonearle.

Viendo su ceño fruncido, Kotaro añadió rápidamente – podemos hacer lo que tú quieras. Rentar una película y quedarnos, o salir.

– Rentar una película y quedarnos en casa… – repitió Kyoko pensando que eso era exactamente lo que quería hacer. Luego, notando cómo se le iluminaban los ojos a Kotaro, rápidamente cambió – al menos, eso era lo que quería hacer si no hubiese sido arrastrada a los planes de alguien más. Me hubiese encantado quedarme viendo películas contigo. Pero lo siento, Kotaro. No puedo –. Le dio una sonrisa de disculpa mentalmente pisando fuerte al pensamiento de perder una tarde acogedora con el apuesto guardia de seguridad.

Los hombros de Kotaro cayeron unos centímetros pero sonrió de todas formas sabiendo que ella no estaba intentando herir sus sentimientos. Incluso se dio cuenta de que ella quería que él se quedara y se peguntó por ese impulso de deseo, ¿eran los mismos deseos que él sentía? Para él, Kyoko era la gema más preciosa sobre la tierra y haría lo que fuera para hacerla sonreír y mantenerla a salvo al mismo tiempo.

Después de todo, había esperado por más de cien años solo para verla de nuevo.

Como necesitaba estar seguro de que estaba protegida y alejada de lo que pudiera dañarla, preguntó: – ¿Y entonces, qué planes tienes? Quizás podría sumarme a la diversión –. Le dio su sonrisa más traviesa esperando que funcionara. Si no, podía recurrir a acosarla… las esquinas de sus labios perfectos se inclinaron en una sonrisa secreta.

Kyoko sabía que Suki no estaría de acuerdo con eso. Noche de chicas significaba noche de “chicas”. También sabía que si Kotaro se enteraba de que ella estaba solo con Suki, de alguna forma las seguiría a todas partes, apareciendo como si fuera accidental. Lo había visto hacerlo muchas veces.

Cuando Toya era agresivo, Kotaro trataba de ser sutil, aunque cuando ponía a ambos chicos en la misma habitación parecían actuar muy similar y constantemente se molestaban. Ambos chicos tenían corazones de oro y ella lo sabía. En una manera los quería a los dos… tanto que era doloroso, por lo que decidió no decidir y solo quedarse soltera por ahora. Ella, honestamente, no quería herir los sentimientos de ninguno.

Pero una cosa que Kyoko sabía a ciencia cierta era que si Kotaro pensaba que iba a salir con Toya esa noche, no se molestaría en seguirla. Al menos esperaba que no.

– Lo siento Kotaro, ya tengo planes con Toya, pero te prometo que otro día rentaremos películas o algo –. Kyoko bajó sus ojos sin gustarle el hecho de que estaba mintiéndole, pero era la única forma de que lo dejara pasar. Mirando al suelo lo notó dar un paso hacia adelante e inmediatamente dio un paso hacia atrás mordiendo su labio inferior cuando sintió la mesa detrás de ella.

 

Kotaro sintió los celos vibrar dentro de él, aunque los mantuvo en su lugar. Su único consuelo era que si ella estaba con Toya esta noche, al menos podría contar con que ella no sería una de las próximas chicas desaparecidas.

Además, él sabía que Kamui estaba secretamente vigilando a ambos, Toya y Kyoko. Mentalmente, tuvo que admitir que Toya era sobreprotector con ella y la mantendría a salvo. Él quería ser el que estuviera con Kyoko esta noche, el que la protegiera. Pero aunque no le gustara, Toya no dejaría que nada le hiciera daño alguno.

Él la observó levantar sus ojos lentamente hacia los suyos y pudo ver la preocupación en su mirada de que él intentaría detenerla, él quería detenerla pero no lo haría. Con el tiempo ella tomaría su decisión.

Asintiendo con su cabeza con reacia aceptación, Kotaro buscó su mano y la sostuvo por un momento, entrelazando los ojos azules como el hielo con los apasionados ojos de ella pudo notar que ella tuvo un día duro por sus ojos. Siempre podía leer sus sentimientos por el color de sus ojos, lo había aprendido hacía más de cien años atrás. Solo deseaba que ella lo recordara.

– Entonces, tenemos un trato, Kyoko. Vendré a reportarme contigo mañana. Ten cuidado hermosa –. Inclinándose hacia adelante rozó sus labios sobre su frente, luego soltó su mano, y se dio la vuelta para irse.


Kyoko sonrió. – Gracias, Kotaro –. Su frente aún hormigueaba donde sus labios tibios la habían tocado. Estaba feliz de que fuera más sencillo lidiar con él que con Toya. Él a menudo le besaba la mejilla, frente o mano, dejando ese lugar hormigueando y caliente.

Se preguntó qué pensaría él si supiera que ella nunca había sido besada en los labios. Nadie lo creería a la edad de dieciocho, aún era tan pura… bueno, físicamente pura. Se sonrojó de nuevo sabiendo que sus pensamientos no la libraban de culpa. Culparía a la traidora que vive dentro de su pecho y se aceleraba cada vez que pensaba en él.

Kotaro abrió la puerta para deslizarse hacia afuera, no sin antes lanzarle una sonrisa sobre su hombro y añadir. – Solo recuerda, aún eres mi mujer –. Se fue rápidamente, cerrando la puerta detrás de él, sonriendo vorazmente ante el comentario.

Él sabía que no cruzaría la línea con Toya y no estaba preocupado. Incluso en el pasado, cuando él y Toya se han dado cabezazos, ella lo prefería a él por encima de Toya. Ella siempre quiso a Toya, pero Kotaro sabía que era él de quién estaba verdaderamente enamorada. La velocidad de su corazón cuando él estaba cerca siempre le había revelado sus verdaderos sentimientos, en esta vida y en las pasadas. Él solo tenía que esperar a que se diera cuenta de nuevo.

Kotaro inhaló suavemente saboreando su perfume. Incluso ahora podía oler su pureza y sabía que ella no era de las que tomaban algo así a la ligera. Ella era muy inocente para el mundo real.

El pensamiento hizo que se desvaneciera la sonrisa de Kotaro. No estaba tan seguro de querer que ella supiera del lado oscuro de este mundo, no quería arriesgar su felicidad. Incluso él mismo no era lo que ella creía que era. Él sabía que ella lo aceptaría de todas formas, pero el recuerdo de enterrarla mantuvo sus labios sellados de hablar sobre el pasado. Algunas cosas eran mejor no ser recordadas.

Mientras Kotaro caminaba fuera del edificio y de vuelta sobre la acera, miró hacia arriba desde el patio debajo de la ventana de Kyoko preguntándose qué haría cuando se enterara sobre él. Y sí, le diría la verdad, solo que aún no. ¿Cómo explicas que eres mayor que cualquier humano normal y que tienes poderes como los que ella solo ha visto en las películas?

Kotaro sacudió la cabeza mientras comenzaba a volver hacia la universidad reflexionando sobre su siguiente movimiento en relación con las chicas desaparecidas.

Él sabía qué era lo que les estaba pasando y que era muy probable que estuvieran muertas o al menos muertas vivas. Sus ojos destellaron con ira solo por un momento, revelando el lado más oscuro de su alma de Lycan. Necesitaba atrapar el aroma de esos malditos chupasangres y el que los guio antes de que encuentren a Kyoko de nuevo.

Capítulo 3

Kyoko volteó el armario buscando lo que Suki le había dicho que compraron el fin de semana pasado. Soltó una risita recordando que Shinbe las había seguido a sus compras compulsivas ofreciéndoles dejarlas modelar lo que fuera sobre lo que necesitaran una opinión. Lo que lo remató fue cuando se infiltró en el vestuario de chicas y le habló a Suki a través de la cortina.

Shinbe había estado hablando en un tono de voz agudo para hacerle creer a Suki que él era la empleada del vestuario de chicas y se ofrecía a subirle el cierre.

Suki había dicho que sí a la oferta de ayuda y se dio vuelta de espalda a la cortina. Kyoko casi se cayó cuando Shinbe pasó volando por el vestuario para aterrizar golpeando la pared del otro lado.

Le había preguntado a Suki cómo se había dado cuenta de que era Shinbe, y Suki había respondido: – no creo que dejarían a una lesbiana trabajar en un vestuario de chicas, así que cuando puso sus manos dentro de mi vestido en vez de en el cierre, fue lo que le delató.

– Pobre Shinbe –. Suspiró Kyoko mientras sacaba una blusa blanca corta con vuelos y mangas de seda que tenían forma de campana y sueltas desde el codo hasta la muñeca. De verdad, pensó que era muy bonita. Le recordaba un poco a la bata de un ángel, pero sexy. Era suficientemente corta para mostrar su ombligo con la mini falda negra a la cadera que se había comprado.

Después de ponerse la ropa y encontrar los zapatos que quería, empujó el cabello detrás de sus orejas y algo de la parte de atrás hacia arriba con una banda elástica, dejando que el resto colgara atractivamente. Aplicando una pequeña cantidad de maquillaje y un collar del que colgaba una lágrima de cristal, se consideró lista para lo que fuera aquello en lo que la estaba metiendo Suki.

Secretamente deseó haberle podido decir a Kotaro a dónde iban, pero incluso ella no sabía qué responder a eso. Mordió su labio inferior dándose cuenta de que ya lo extrañaba, luego trató de empujar su sentimiento melancólico hacia un lado sabiendo que Suki lo detectaría.

Lo último que necesitaba esta noche era a su mejor amiga haciéndole un millón de preguntas que ella no quería responder.

*****

Shinbe pasó sus dedos por los reflejos azules que brillaban en su cabello oscuro mientras se apoyaba contra el marco de la puerta sonriendo. Se había ido corriendo a donde Suki cuando recibió una llamada de ella diciendo que no iba a estar en casa esta tarde y que no viniera.

– Se está engañando si cree que se va a deshacer de mí tan fácilmente –. Shinbe levantó una ceja mientras esperaba.

Cuando ella abrió la puerta con su cabello envuelto en una toalla, las primeras palabras de Shinbe fueron: – Ohh… ¿me perdí tu baño, Suki? – sonrió viendo la ceja de Suki crisparse. Tan pronto como había conocido a Suki y a Kyoko, había sentido la necesidad de quedarse cerca de ellas todo el tiempo. A menudo había salido en citas dobles con Toya y las chicas.

Suki sabía que Shinbe se consideraba “su novio” solo porque era el único con el que tenía citas, pero Suki nunca había accedido a la parte del grillete. Ella intentó esconder el rubor que amenazaba con elevarse y tomar posesión de su rostro mientras replicaba: – Tomaría blanqueador y una bola de demolición para limpiar una mente sucia como la tuya.

Se inclinó más cerca de ella bloqueando todo lo demás mientras sus ojos amatista se oscurecían atractivamente. – Si me dejas… entrar… creo que podríamos encontrar una razón para que tomes otro baño.

Suki sintió el latido de su corazón acelerarse ante el sonido de su voz ronca, y dio un par de pasos hacia atrás mientras Shinbe daba varios pasos al frente cerrando la puerta detrás de él. Decidiendo no dejarlo tener ventaja, le dio su mejor mirada de advertencia y fue recompensada cuando él detuvo su persecución hacia ella. Si él alguna vez se enterara de cuánto dominio él ejercía sobre ella… a ella le caería muy bien.

– Eh, Shinbe, mira, tengo que terminar de alistarme porque tengo planes esta noche con una amiga. Ya te había dicho por teléfono, ¿te acuerdas? – Ella sabía que él vendría de todas formas… por ninguna otra razón, sino para intentar averiguar a dónde iba.

Tomando la toalla de su cabeza, su largo cabello aún mojado, Suki fue al baño aun hablando suficientemente alto para que él pudiera escucharla. – Podemos hacer algo mañana a la noche, ¿okey?

Shinbe se apoyó contra el bar que separaba su cocina de la sala de estar. Estaba a punto de comenzar a expresar su opinión en voz alta, cuando su mirada cayó en un volante que descansaba sobre la encimera. Levantándolo, rápidamente escaneó la página. Ambas cejas se levantaron en señal de esclarecimiento.

EL MÁS GRANDE Y MÁS CALIENTE CLUB DE LA CIUDAD

CLUB MEDIANOCHE

ESPECIAL DE VIERNES POR LA NOCHE

NOCHE DE CHICAS

La palabra chicas estaba en un círculo. Shinbe levantó una ceja mientras dejaba el papel de nuevo en la encimera y caminaba hacia el baño. Escondió su sonrisa en tanto entraba sin golpear y se deslizó detrás de Suki mientras tenía el cepillo preparado para deslizarlo a través de su cabello.

– Mañana entonces –, susurró Shinbe seductivamente en su oreja, después bajó sus labios para besar su hombro. Se volteó sin decir otra palabra, escondiendo su sonrisa sabionda.

Suki estuvo de pie sin moverse, mirando al espejo, sin gustarle la vibra que acababa de percibir. Era impropio de Shinbe no rogar y suplicarle. Sin querer verle el colmillo al caballo regalado, se apuró y terminó de arreglarse. Con miedo de que ahora Shinbe tuviera algo bajo la manga, Suki decidió que iba a aparecer donde Kyoko antes de lo planeado.

*****

A varios kilómetros, unos penetrantes ojos rojos miraban por la ventana de la suite desde un pent-house mirando la ciudad desde arriba. Largas ondas de cabello negro sedoso caían en cascada hacia abajo por una espalda desnuda en contraste con una piel tan pálida como la luna. Su rostro angélico era impresionante, con ángulos pronunciadamente definidos y su cuerpo era delgado y duro como el del dios místico Adonis.

Su cuerpo desnudo relucía por la luz de la luna, los músculos bailaban con cada movimiento que hacía. Él era hermoso para cualquiera que lo mirara, sin embargo su alma oscura era maliciosa y maligna. Una sonrisa agració sus labios perfectos al tiempo que sus pensamientos volvían a los eventos ocurridos la noche anterior.

Dando la espalda a la ventana comenzó a prepararse para la noche. Su mirada solitaria fue a la silla de Queen Ann al lado del fuego y sentada sin vida sobre ella estaba la joven estudiante universitaria. Hyakuhei sonrió maliciosamente ante el pensamiento de la sangre fresca que había cenado la noche anterior.

– Lástima, era una chica hermosa –, lamió sus labios recordando el placer de tomar a la chica y alimentarse de ella. No podría nunca aburrirse de las mujeres jóvenes que atraía y tomaba para sí.

Esta noche estaría visitando un club nocturno popular para cazar su presa y necesitaba estar seguro de que sus “hijos” estuviesen bien cuidados. La “Noche de chicas” estaba siempre lista para la selección y era un bufé de carne interminable para los caminantes nocturnos.

Hyakuhei era un poderoso señor vampiro y nadie se atrevería a hacerlo enojar ni a cuestionar su fuerza. El placer ha sido su único deseo por más de cien años, pero ahora quería más. Quería lo que era suyo por derecho. Un ceño fruncido arruinó su rostro mientras reflexionaba acerca de su misión, el objeto que se había vuelto su obsesión en tanto que esperaba que renaciera en el mundo de nuevo. El legendario Corazón de Cristal del Guardián.

El Cristal sagrado era una joya del que se decía que era capaz de darle a un vampiro la habilidad de caminar más allá de la noche hacia la luz del día. En la leyenda se dice que una chica con sangre inmaculada y el corazón de una niña, poseería la joya dentro de su cuerpo. Ella sería una Sacerdotisa de la más alta clasificación y poder, la protectora y guardiana del Corazón de Cristal del Guardián.

 

Su oscura mirada volvió al cielo nocturno donde una luna rojo sangre se avecinaba en lo alto. – Te he perdido una vez, querida Sacerdotisa, pero no cometas errores: te encontraré de nuevo. – Sus ojos se entrecerraron mientras prometía a la noche. – Esta vez los poseeré a ambos, a ti y al Cristal…

*****

Suki había llevado a Kyoko de compras el fin de semana pasado por esta misma razón, solo que no le había dicho a su amiga para qué había sido. Suki también se había comprado un atuendo. Sacándolo del closet, se contoneó dentro de él emocionada. Era un vestido completamente negro y pegado al cuerpo. Se había enamorado de él desde el momento en que había puesto los ojos sobre él.

– Qué bueno que Shinbe no está cerca –, pensó Suki para sí con una sonrisa sabionda mirando el vestido en el espejo. Era bastante corto pero no mostraba demasiado, solo lo suficiente para provocar y dejar vagar la imaginación. Halando su cabello oscuro hacia atrás con una goma elástica negra a juego, Suki aplicó algo de maquillaje y agarró sus llaves, rumbo al apartamento de Kyoko, al lado.

Kyoko salió de su habitación esperando tener tiempo de comer algo antes de salir, pero antes de que siquiera llegara a la cocina alguien golpeaba la puerta.

– Dios, espero que no sea Toya –, dijo y se preguntó si siquiera debería responder. Aún tenía 20 minutos antes de que fuera tiempo de encontrarse con Suki, así que Kyoko escogió ignorar los golpes de la puerta por el momento por el temor de la persona que estuviera al otro lado.

Es increíble cómo el miedo te hace sentir de cinco años. La ceja de Kyoko se alzó mientras aguantaba la respiración.

El golpeteo se volvió un poco más fuerte, pero esta vez seguido de una voz. – De acuerdo, Kyoko, sé que estás ahí. ¡No me hagas tirar la puerta! – esto lo dijo con una risita.

Kyoko volteó los ojos pensando que Suki sonaba como la ley. Abrió la puerta a su mejor amiga sonriente, quien inmediatamente la agarró del brazo y la sacó del apartamento.

– Vámonos. Tengo un mal presentimiento de que si no nos vamos ahora, Shinbe aparecerá o algo –. Kyoko apenas tuvo tiempo de cerrar la puerta con llave antes de que Suki la empujara hacia afuera.

*****

Kyou apartó las pesadas cortinas negras de la ventana ahora que el anochecer había llegado. Su largo cabello plateado blanquecino se abanicó a su alrededor mientras abría la ventana, permitiendo al venidero viento nocturno acariciar su rostro angélico. Vestido de negro, daba la apariencia de un ángel caído.

El dinero le había traído la libertad de establecer su propio horario y el poder aseguraba que no sería perturbado. Comprar el último piso del hotel más costoso de la ciudad le dio la soledad y la vista que quería. Mirando al otro lado de la calle, él podía ver una fila que se había comenzado a formar en el Club Medianoche, el club más popular de la ciudad. Era el lugar perfecto de las creaturas de la noche para alimentarse.

La fila llena de gente estaba llena de jóvenes chicas universitarias y los jóvenes punk que las seguían. Los obsesivos ojos de Kyou brillaron con desdén mientras comenzaba a escanear la fila preguntándose cuál de ellas atraería la atención de aquel a quien él cazaba. ¿Quién sería la próxima víctima de Hyakuhei?

Kyou podía sentir a Hyakuhei dentro de la ciudad y se preguntó si Hyakuhei podía sentir la muerte acechándolo. Esta vez las cosas eran diferentes. Kyou lo había encontrado con mucha facilidad, como si Hyakuhei hubiese dejado un rastro para que él lo siguiera. Las muertes y desapariciones de estudiantes universitarias locales era una descarada tarjeta de presentación para Kyou, apuntando a una sola persona.

No le gustaba pensar que Hyakuhei lo estaba guiando hasta aquí. – Ya no estoy bajo tu control –, gruñó Kyou mientras sangre caía entre sus dedos apretados y sus ojos se tiñeron de rosa. – Tú no tienes ningún poder sobre mí… ¡no más! – calmando su creciente ira, Kyou dibujó de nuevo la máscara sin emociones en sus rasgos, ocultando su aura. Era tiempo de que el depredador se volviera presa.

Si podía sentir la fuerza vital de Hyakuhei, Kyou necesitaría prudencia para evitar que su creador lo sienta a él también.

*****

Kyoko estaba sorprendida por lo realmente grande que era el club nocturno. Sus labios se separaron cuando Suki entró al estacionamiento masivo. Suki quería llegar un poco temprano para evitar la línea, pero por lo que Kyoko pudo notar, una fila ya había comenzado así que se apresuraron a salir del auto. Kyoko podía ver rostros familiares de la universidad a la que iban, y sonrió cuando notó que su viejo amigo Tasuki era uno de ellos.

Tasuki localizó a Kyoko y a Suki desde su lugar entre la multitud. Había dejado que sus amigos lo convencieran de venir y, como no tenía nada mejor que hacer ahora que los finales habían terminado, voluntariamente había aceptado. Era bien parecido y corpulento, con cabello marrón a la altura de los hombros y ojos marrón chocolate que derretían los corazones de todas las chicas.

Tasuki también era uno de los chicos más populares en el campus, pero era más conocido por las notas altas que recibía en todas sus clases y era más amable que la mayoría de los chicos del campus. Por supuesto, como era uno de los más adinerados de la academia, aunque no actuaba como tal, eso también subía su estatus.

Zigzagueando alrededor de la horda de gente, Tasuki se acercó a Kyoko con una sonrisa genuina. La había conocido desde la secundaria y siempre tuvo un encaprichamiento con ella. Habían salido por temporadas, pero nada serio… más como mejores amigos en realidad y había pasado un tiempo desde que habían hecho eso.

Él le pediría salir más a menudo, pero ese chico Toya o el jefe de seguridad de la escuela siempre estaban cerca de ella últimamente. Podría jurar que escuchó un gruñido la última vez que se le acercó a ella cuando estaba con uno de ellos.

Con eso en mente, escaneó nerviosamente el área esperando que estuviera sola. No es que les tuviera miedo a ninguno de ellos… no… nunca…

Suki pudo ver el nerviosismo de Tasuki y se rio en voz alta. – Está bien, Tasuki. Vinimos solas.

Suki sonrió a la mirada confusa de Kyoko, luego agarró a Tasuki por el hombro halándolo a la fila con ellas. Ella y todo quien lo conociera estaba al tanto del hecho de que sentía algo por Kyoko. Bueno, es decir, todo el mundo excepto Kyoko.

Kyoko se sonrojó cuando Tasuki se volteó para encararla. No se había dado cuenta de lo alto que se había vuelto. – Hola Tasuki, ha pasado un tiempo. He escuchado que lo estás haciendo genial con tus notas de nuevo este año –, su rostro se iluminó al darse cuenta de que había pasado demasiado tiempo desde que habían salido. Ella siempre se había sentido a salvo cerca de él, justo como mejores amigos. Había extrañado a Tasuki.

Una sonrisa agració sus labios, y le gustó el hecho de haber seguido en contacto con él, incluso si era desde la distancia. Quizás aún tenía una oportunidad con ella. Él realmente quería la oportunidad para demostrarle lo mucho que aún le importaba y lo que quería ser con ella, que no estaba “fuera de su alcance” como ella siempre pareció creer.