Luz Nocturna

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Z serii: Lazo De Sangre #2
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Trevor sintió que alguien lo miraba y miró de reojo hacia la puerta. Apenas logró que la sorpresa no se notara en su cara cuando vio a Quinn Wilder con Warren Santos. Si no hubiera sospechado lo que hizo, Trevor creería que los dos estaban involucrados en los asesinatos y estaban planeando su próximo paso. Pero esa línea de pensamiento estaba reservada para los burros idiotas de la policía local.

“¿Qué hace aquí el dueño del Night Light?”, Preguntó Trevor volviéndose hacia Kat.

“Todos estamos tratando de arreglar el problema con los vampiros”, dijo Kat mientras sus ojos se clavaban desafiantemente en los de Quinn. Oh cielos, parecía un poco desconcertado. Sólo para probar la teoría, ella se inclinó más cerca de Trevor como si estuviera susurrando cosas lindas en su oído, “¿Tienes alguna arma que podamos usar para emparejar las cosas?” Ella guiñó un ojo sabiendo que acababa de ganar un socio para esa noche.

Trevor lo pensó por un momento, haciendo una lista mental de lo que tenía en su cajuela.

“Sí, tengo algunas cosas en el auto”, aceptó Trevor. “Puede que tengamos que regresar a mi casa para traer algunas otras cosas que tengo escondidas en mi caja fuerte.”

‘Perfecto’, pensó Kat para sí misma.

Mientras Warren y Quinn pasaban por delante de la barra, Warren se distrajo de nuevo con el intercomunicador que sonaba en su oído. A Quinn no le importó el retraso. Le dio un momento para averiguar qué estaba pasando con la feliz pareja en el bar.

Kat vio que Quinn venía y se movió rápidamente para que Trevor no pudiera oír y Quinn no pudiera arruinar su plan.

Al tratar de alcanzar una botella, se dio la vuelta para encontrar a Quinn de pie entre ella y el bar.

“¿Puedo ayudarle, señor?” preguntó Kat con una ceja arqueada sarcásticamente. “Sabes que no se permiten clientes detrás de la barra.”

Quinn dio un paso hacia ella a pesar de que ya estaba bastante cerca. Colocó una mano en el estante al lado de su brazo, dejándola atrapada donde estaba. Al ver sus ojos tratando de mirar por encima de su hombro al hombre con el que había estado hablando... Quinn gruñó, “No te distraigas esta noche Kat. Te estoy advirtiendo. El hecho de que no vengas con nosotros a cazar no significa que un vampiro no pueda entrar por la puerta de este bar.”

Kat suspiró sabiendo que ese era el truco más antiguo del libro. Hacer que alguien piense que es importante dándole un trabajo extra que sea seguro. “Estaré bien”, le dijo mientras se agachaba para pasar bajo su brazo e irse hacia donde Trevor de nuevo. “Y si necesito algo, ya tengo a alguien dispuesto a dármelo.” Esto lo dijo con una pizca de seducción en su voz. Era mentira, pero Quinn la había hecho enojar.

Ella sonrió interiormente sabiendo que Quinn pensaba que quería decir sexualmente y Trevor pensó que quería decir en la caza de vampiros esta noche. Warren escogió ese momento para terminar y hacerle saber a Quinn que ya estaba listo para marcharse.

Quinn apretó sus labios mientras se acercó a Kat y se inclinó, casi rozando sus labios contra su oreja, “Que tengas una noche segura”. Él pudo ver, con cierta satisfacción, como a ella se le ponía la piel de gallina en todo su cuello y en su hombro.

Kat se agarró al borde de la barra cuando sintió que sus rodillas se debilitaron. Logró estabilizarse y saltó cuando oyó la voz de Michael justo detrás de ella.

“Ten cuidado con la fuerza con que tiras de la cola de ese gato, amor”, le recordó Michael, luego hizo señas con la cabeza a Trevor antes de ir a encontrarse con Kane en el techo.

Trevor frunció el ceño ante la mirada sobresaltada de Kat. “¿No era eso acaso un vampiro?

“No, eso era un caballero y nos está ayudando a rastrear a los verdaderos monstruos”, dijo Kat con seguridad mientras añadía silenciosamente, y él es el único que no hizo un alboroto de que yo saliera esta noche. “Sin embargo, parece que nos estamos quedando atrás. ¿Estás listo para salir?”

*****

Kane caminaba de un lado a otro en el techo, fumando un cigarrillo y de vez en cuando sacudiendo sus brazos. Estaba empezando a sentirse ansioso esperando que Michael apareciera.

“Jaguares y pumas” gruñó. “Son peores que los gatos domésticos. Todos tienen que dominar a los demás. Prefiero unirme a los Coyotes que lidiar con esto”.

Michael se acercó al borde de la azotea justo detrás de Kane, atrapándolo en medio su agitado discurso. Frunció el ceño cuando Kane se calló de inmediato y miró hacia un lado al darse cuenta de su presencia.

“Maldita sea Kane, ¿vamos a hablar de lo que te molesta o no?”, preguntó Michael mientras se acercaba a él.

“O no”, respondió Kane.

“Bien”, Michael esperó sabiendo que Kane odiaba más la del silencio que discutir. Le encantaba cuando él tenía razón.

Kane caminó hacia el borde del edificio, alejándose de nuevo. Había olvidado cómo Michael podía aparecerse frente a él de repente... hacía ya mucho tiempo que eso no pasaba. “Raven parecía un poco decepcionado porque faltaba parte de su ejército en el almacén... algunos de sus locos estaban desaparecidos. Supongo que los vampiros que se perdieron nuestra pequeña fiesta de la muerte probablemente necesitaban un lugar donde pasar el día, así que voy a revisar”.

Michael no dijo una sola palabra cuando Kane volvió a caer desde techo y aterrizó en el pavimento abajo. Justo cuando se acercó al borde dispuesto a hacer lo mismo que Kane hizo, algo en el tejado al otro lado de la carretera llamó su atención.

Volviendo su mirada hacia allá, Michael vio por un instante una sombra que luego desapareció. Algo acerca de esa sombra le había parecido familiar pero no podía saber qué exactamente.

¿Acaso Kane tenía un acosador o era él el blanco? Tratando de suprimir la sensación por el momento, miró hacia abajo y sonrió al caer.

Aunque ya no podía ver a Kane, y él conocía el camino al almacén, en lugar de seguir una ruta, siguió el impulso de su propia sangre dentro de las venas de Kane. Cuando llegó al almacén, pudo oír los gritos de los vampiros que Kane había tomado por sorpresa.

Se detuvo en la puerta de la enorme sala y pudo ver en la oscuridad usando su súper visión. Kane ya tenía dos vampiros encima y varios más pensaron que la táctica de trabajar en equipo había sido una gran idea. Al entrar, cerró la puerta tras de sí y empezó a avanzar cuando la voz de Kane resonó.

“Déjame manejar esto. Simplemente no permitas que ninguno se escape”, dijo Kane un poco sin aliento mientras torcía el cuello del vampiro que estaba tratando de despedazarle la garganta. Él se sacudió cuando unos colmillos se hundieron en su hombro, haciéndole perder su control sobre el primero.

Las dos cejas de Michael desaparecieron bajo su pelo, pero él se apoyó contra la puerta. “Está bien, si estás seguro”. Cruzó sus brazos sobre el pecho y se apoyó contra el metal.

“Bueno... estoy aburrido”, dijo después de un momento y miró hacia los desalmados vampiros que aún no estaban peleando. “Supongo que ninguno de ustedes me haría el honor de ir tras ella”.

Cuando Kane logró decapitar al primer vampiro, uno de ellos hizo exactamente lo que Michael había sugerido, pero el brazo de Kane lo alcanzó y lo agarró por la chaqueta de cuero que llevaba puesta. “No lo creo”, gruñó mientras lo hacía entrar en la pelea.

“¿Acaso tu mami no te enseñó a compartir?” Michael sonrió mientras veía cómo estaban dándole una buena paliza a Kane. Tenía la sensación de que Kane necesitaba el dolor para poderse sentir vivo en ese momento. No tenía ninguna duda de que Kane sería el último vampiro de pie y esa liberación de ira y violencia podría incluso ayudar a su amigo a abrirse de nuevo... La terapia por excelencia.

“Mi madre era una ladrona”, respondió Kane, saltando y pateando con sus dos pies en el pecho a un vampiro que corría decididamente hacia él. El vampiro voló y Kane aterrizó sobre su espalda. Ayudándose con la fuerza de sus piernas, se puso de pie de nuevo en un instante. “Ella no creía en compartir”.

“Ambos sabemos que tu madre no era una ladrona”, dijo Michael. “Era una dama bien educada.”

Kane recibió un golpe en la cara y voló hacia atrás. Michael siguió el movimiento mientras Kane pasaba por delante de él y hacia el mismo montón de basura al que Kriss lo había lanzado. Suspiró cuando notó que Kane se estaba convirtiendo en un maldito desastre. Kane se apresuró para ir de nuevo a pelear, destrozando a cuanto imbécil se le ponía enfrente.

“¿Todavía no necesitas ayuda?”, preguntó Michael entre el sonido de los huesos rompiéndose y pies chapoteando en charcos que crecían cada vez más. Él de hecho se rió cuando Kane empezó a murmurar uno de los hechizos de Syn, pero le dieron un puñetazo en la boca antes de que pudiera terminarlo.

“No”, gruñó Kane mientras escupía sangre en la cara del que lo había golpeado tan fuerte que hasta había visto estrellas. Agarrando un trozo de madera de una silla que habían roto durante la pelea, lo metió en la boca del vampiro con tanta fuerza que le salió por la nuca.

Michael hizo una mueca pero no interfirió. Observó atentamente, contando tres vampiros derribados y cuatro más por caer. Kane era un luchador temerario, más ahora que antes de que fuera enterrado vivo. Lo cual le recordó a Michael la única pregunta que aún no había hecho: ¿cómo rompió Kane el hechizo vinculante sin la sangre de su alma gemela?

 

Menos de veinte minutos después, Kane se cayó sobre sus rodillas. Miró a través de la neblina roja de su visión hacia el sonido de aplausos que se acercaba. Se limpió la sangre de su boca e intentó levantarse del suelo. Se rió cuando no pudo hacerlo porque el suelo estaba resbaloso por tanta sangre.

“Y el ganador recibe cien curitas y una buena noche de descanso en la casa de Michael”. Se agachó y puso su brazo alrededor de la cintura de Kane para ayudarlo a levantarse. Ambos se tambalearon un poco antes de que lograr equilibrarse de nuevo.

“¿Tienes una casa?” preguntó Kane con la esperanza de que si seguía hablando no se desmayaría antes de llegar allá. Sabía dónde vivía Michael, pero no quería admitirlo porque eso sólo le recordaría a Michael que estaba molesto con él por haberse mantenido lejos. No estaba exactamente contento de haber hecho eso, pero había sentido la necesidad de mantener la distancia.

“Sí, ahora ya soy todo un adulto. Además, los ataúdes ya quedaron en el pasado”. Sintió vergüenza por dentro al darse cuenta de que Kane quizás no pensaba que la broma era muy graciosa. “Es un lugar enorme. Solía ser uno de esos museos de arte de estilo victoriano, hasta que renovaron este en Beverly Hills. Tal vez si te mudas conmigo, el lugar se sentiría más como un hogar”.

“Quiero un cachorro”, dijo Kane de la nada mientras se concentraba en poner un pie delante del otro, como rutina que normalmente te impide caer.

“¿Quieres un qué?”, preguntó Michael.

“Si nos mudamos juntos, entonces yo me otorgo el derecho de escoger un cachorro”.

Michael tuvo que sonreírle a su viejo amigo. Parecía que el amor de Kane por los caninos no había disminuido con los años.

Capítulo 3

“Entonces, ¿qué pasa con Micah?”, Nick le preguntó a Steven cuando se detuvieron en el estacionamiento al lado de la iglesia y se parquearon entre dos de los autobuses.

“Micah y Quinn empezaron su pelea habitual sobre quién ponía las reglas y Micah se fue para liberar un poco la tensión”. Steven contestó mientras salía del auto. Todavía pensaba que era gracioso que todos los jaguares condujeran... lo adivinaste... jaguares. “Demonios, se enseñaron el uno al otro cómo luchar, así que tumbarse el uno al otro no es gran cosa.”

“Entonces, ¿por qué no ha vuelto?”, preguntó Nick.

“Esa es la gran pregunta, ¿no?”, suspiró Steven. “Quinn cree que Micah salió huyendo, pero yo sé que no”.

“¿Qué te hace estar tan seguro?”, preguntó Nick con curiosidad.

“Porque Alicia sólo había estado en casa un par de semanas antes de que él desapareciera. Micah había estado contando los días para cuando pudiera llevarla a casa. Incluso cuando Nathaniel estaba vivo, Micah fue como un padre para ella. Nunca se iría así ahora que ella estaba al fin en casa”. Se encogió de hombros y añadió: “O si hubiera decidido abandonar a la familia, entonces al menos se la hubiera llevado con él”.

Nick asintió con la cabeza preguntándose si los vampiros eran los responsables de la desaparición de Micah. De ninguna manera eso sonaba bien, así que por el bien de Micah, Nick esperaba que Micah solo hubiera perdido su paciencia y todavía la anduviera buscando. Le haría más preguntas a Alicia mañana.

Steven admiró la enorme iglesia con todas sus complejas esculturas y estatuas. El hecho de que parecía como si hubiera sido importada directamente de Roma hablaba del dinero que debían tener los pecaminosos humanos que adornaban su puerta. Los que eran extremadamente ricos, eran los que más pecaban, y por eso hacían de su religión todo un espectáculo.

La verdad es que este lugar era donde el alcalde de la ciudad venía a estrechar la mano e intercambiar dinero con la mafia todos los domingos justo después de la misa. Así que la pregunta que se había estado preguntando era... ¿por qué había estado ahí aquella chica sola en medio de la noche?

La iglesia estaba prácticamente a oscuras, a excepción de un par de ventanas que todavía mostraban luz en el segundo piso. Por lo que recordaba, probablemente era el área de oficinas. Se preguntó si el sacerdote que había dejado cuidadosamente en el armario en realidad vivía aquí. Era algo que nunca había pensado asumir hasta ahora. Los católicos eran un grupo dedicado, él les reconocía eso.

Ya había puesto al día a Nick con lo que había pasado la otra noche... bueno, al menos la mayor parte. De ninguna manera él le iba a resumir el incidente de la túnica del muchacho del coro. Sacudiendo la cabeza, Steven tiró de la puerta principal esperando que estuviera cerrada pero tristemente, se abrió.

“No es muy inteligente”, Nick frunció el ceño mientras sacaba la navaja de su manga y se escabullía dentro. “Uno pensaría que después de lo que pasó la otra noche, empezarían a cerrar las puertas con llave”.

“Tal vez como dice el refrán... siempre está abierto”, Steven se encogió de hombros pero entró cautelosamente. “O tal vez el viejo sacerdote esté esperando compañía”.

“Repito, no muy inteligente”, dijo bruscamente Nick, sabiendo que no eran las únicas criaturas paranormales dentro del edificio. “Huelo a los humanos arriba pero hay algo más aquí y dudo que haya venido para confesarse”.

Voy a asegurarme de que el sacerdote esté a salvo. Si encuentras vampiros, sé inteligente y déjalos en paz hasta que pidamos refuerzos. Steven subió las escaleras dejando que Nick tomara su propia decisión.

Nick asintió y comenzó a buscar el sótano de la iglesia. Por lo general, entre más malos fueran los monstruos... más abajo les gustaba estar. No se molestó en esconderse mientras investigaba porque el enemigo podía ver en la oscuridad tan bien como él.

Al encontrar la puerta con la etiqueta de “sótano”, Nick la abrió y bajó rápidamente las escaleras. Arrugó la nariz por el olor frío y húmedo, y estornudó. Siempre había odiado los sótanos.

Steven estaba haciendo lo mismo arriba, abriendo puertas y mirando mientras pasaba. Al ver la luz filtrarse bajo la puerta de la misma oficina de la otra noche, esta vez tocó primero. Podía percibir el olor más allá de la puerta y sabía que el viejo estaba solo.

“¿Eres tú, Jewel?”, gritó la vieja voz.

Steven retrocedió un paso cuando la puerta se abrió... y el sacerdote y él se encontraron cara a cara. El rostro amable del viejo y su expresión calma cambió lentamente, sus ojos y sus labios se abrieron. Steven extendió la mano sabiendo lo que vendría a continuación, y no se sorprendió para nada cuando el sacerdote trató de cerrarle la puerta en la cara.

Empujando la puerta, Steven entró en la habitación dejando que el peso del anciano cerrase la puerta de nuevo detrás de él. Girando rápidamente, agarró el arma que ya veía venir y lo arrojó a través de la habitación un poco enfadado. “Se lo dije la última vez, no soy un vampiro”.

“Me desperté en el armario”, le recordó el sacerdote mientras se apoyaba en su escritorio. Steven suspiró mientras observaba cómo las manos del anciano rebuscaban en el escritorio, obviamente tratando de encontrar otra arma. Arqueó una ceja al ver que sus dedos se envolvían alrededor de una grapadora grande.

“No quiero hacerle daño”, dijo Steven. “Pero si no suelta esa grapadora, volverá a despertar en ese armario”. Asintió agradecido cuando el hombre la soltó lentamente y se quedó de pie, totalmente erguido, lo que dejó a plena vista que le faltaba mucho para alcanzar la altura de Steven.

“Tengo la sensación de que no has venido a confesarte”. Todavía se podía oír el miedo en la voz del anciano.

“Oh padre, sé que he pecado”, Steven sonrió, pero al ver que la broma no fue bien recibida, agarró una silla y la giró, dándose cuenta de que el pobre hombre se estremeció ante el rápido movimiento. Se abstuvo de rodar los ojos y se sentó a horcajadas sobre la silla, apoyando los brazos en el respaldar. “¿No cuenta que soy parte de la razón por la que todavía está vivo? Si no lo hubiera sacado del camino, ya no estaría del lado de los ángeles”.

“¿Cómo...?” el sacerdote de repente se veía más viejo mientras caminaba detrás de su escritorio y se sentaba de golpe. “Cuando desperté, bajé y encontré a desconocidos limpiando. El desastre... Me quedé escondido. Fueron tan rápidos y silenciosos. ¿Tú podrías hacer todo eso?”

“¿Me creería si le dijera que teníamos un ángel de nuestro lado?” Cuando el hombre levantó su barbilla y le dirigió una dura mirada, Steven continuó: “Mi amigo y yo estamos aquí para asegurarnos de que la iglesia está limpia todavía”.

“¿Crees que hay más?”, El sacerdote se frotó la cara.

“Sé que hay más. La pregunta es, ¿están aquí?” Steven se levantó sabiendo que había dejado a Nick solo por demasiado tiempo ya. Su amigo era conocido por ser temerario y eso lo ponía nervioso. “No queremos repetir el mismo suceso de la otra noche”.

El sacerdote lo miró detenidamente, como si buscara una mentira. Finalmente, el hombre mayor suspiró y asintió con la cabeza. “De acuerdo, por alguna razón te creo. A veces Dios trabaja de maneras misteriosas. Haz lo que tengas que hacer”.

“Esperemos que esta vez no encontremos ningún... demonio y usted puede permanecer despierto si promete quedarse aquí”. De repente recordó lo que el sacerdote dijo cuando él abrió la puerta. “¿Espera a alguien?”

“Sí, se suponía que ella debía venir la otra noche, pero...” él sacudió el pulgar hacia el armario. “Llamó hace una hora diciendo que ya venía de camino”.

Steven sintió que su pulso saltaba. “Había una chica aquí la otra noche y tengo que hablar con ella... cabello rubio, hermosa. ¿La conoce?”

“¿Jewel?” Preguntó el sacerdote. “Claro, estamos en los preparativos del matrimonio.”

“¿Qué?” Steven dijo un poquito alto y luego preguntó, “¿Desde cuándo los viejos sacerdotes se casan con chicas jóvenes?”

“De verdad que eres brillante”, el sacerdote sacudió su cabeza y luego dijo con determinación: “No es su matrimonio conmigo... y no es de tu incumbencia de todos modos. Deja a esa niña sola. Tiene suficientes problemas con los monstruos que ya conoce. No la arrastres a una batalla de demonios”.

Steven frunció el ceño ya que no le gustó cómo sonaba todo eso. Apostaría dinero que el sacerdote había estado a punto de decir los mafiosos en lugar de monstruos. No le importaba ninguno de los dos, ya que tenía que lidiar con su propia cuota de mafiosos. Les gustaba ir a pasar el rato en Night Light porque era uno de los clubes más famosos de la ciudad. Te ayuda a relajarte cuando sabes que la clientela de clase baja no puede darse el lujo de pasar las puertas.

Había estado corriéndolos lentamente por años y siempre que había un problema, algo surgía y se alejaban o desaparecían por completo. La mafia irlandesa, la mafia italiana, la mafia rusa, los miembros del IRA, ex-KGB, Yakuza, e incluso según rumores hasta los legendarios Illuminati... A Steven le importaba un comino. Para él todos estaban cortados con la misma tijera. Pero a veces no hacía ningún daño tener a unos cuantos de tu lado.

“Llámela y dígale que no venga aquí esta noche”. Acercó el teléfono hacia el anciano y cruzó los brazos esperando para asegurarse de que el sacerdote hiciera lo que le había pedido.

El anciano titubeó. Si llamaba a su casa y su padre contestaba, Jewel estaría en grandes problemas y posiblemente terminaría boca abajo en un callejón en alguna parte. Y probablemente el que él fuera sacerdote, tampoco tendría ningún efecto para que él se salvara. “Ella no va a venir”, dijo con titubeo, luego repitió con más firmeza mientras miraba el reloj en la pared. “Si lo hubiera hecho, ella ya estaría aquí”.

Steven sintió una mezcla de emociones en su pecho; por un lado la decepción de no verla, pero por otro la satisfacción de saber que estaba segura.

Necesitando distraerse, se levantó y volvió a colocar la silla en la forma en que la había encontrado. “Volveré para avisarle cuando hayamos terminado”.

“¡Espera!”, dijo el sacerdote cuando Steven abrió la puerta. “Si la vieras...”

 

“La enviaré aquí inmediatamente” le prometió Steven y luego se fue.

Cerrando la puerta, Steven sacudió la cabeza y comenzó a bajar por el pasillo. Este piso estaba limpio y necesitaba ponerse al día con Nick antes de que algo saliera mal. Bajando, miró a su alrededor pero no pudo ver a Nick en ninguna parte.

“Muy bien, ¿adónde diablos te fuiste?” Steven murmuró y empezó a mirar detrás de las puertas cerradas.

Encontró la puerta del sótano entreabierta y pudo haberse dado una bofetada cuando entendió la línea de pensamiento de Nick. “Lugares oscuros, subterráneos... ¡OBVIO!”

Asegurándose de hacer mucho ruido, Steven bajó las escaleras y arrugó la nariz al sentir el calor húmedo. “Maldición, apesta aquí abajo”.

Se acercó a otra puerta abierta y entró. Nick estaba de pie frente a la caldera con la puerta abierta y hurgando algo en el fuego con una vara de hierro.

“¿Encontraste algo?” preguntó Steven.

En respuesta, Nick sacó la vara de hierro del fuego trayendo en un extremo los restos quemados de un cráneo colgando de la cavidad ocular. “Creo que podemos afirmar que algunos de los humanos en la lista de personas desaparecidas no serán encontradas muy pronto que digamos”.

“Creo que esta iglesia es un lugar normal para que algunos miembros de la mafia local hagan su trabajo”, explicó Steven.

” ¿En una iglesia católica?” preguntó Nick. “¿Ya no queda nada sagrado en esta vida?”

Steven se encogió de hombros, “Como dice el refrán, nada es seguro excepto la muerte y los impuestos”.

Nick dejó caer el cráneo en la caldera y cerró la puerta. “O en nuestro caso, pieles y gatitos.”

Los dos hombres se rieron hasta por la nariz, hasta que Steven se recató un poco. “De acuerdo, realmente tenemos que ponernos serios”.

Se separaron, y cada uno se fue a buscar en un lado diferente de la gran sala, hasta que Steven vio algo detrás de uno de los enormes botes de basura llenos de tablones de madera. “Oye Nick, dame una mano con esto”.

Nick se acercó y ayudó a Steven a quitar el bote lo suficiente como para ver mejor. Un túnel pequeño y estrecho había sido excavado en la piedra y directamente bajo la tierra. La oscuridad era absoluta y los dos felinos tenían dificultad para ver adentro.

“Bien podría echar un vistazo”, dijo Nick y avanzó para tratar de meter su delgada figura por la abertura.

Steven agarró el brazo de Nick y sacudió la cabeza. “No, vamos a volver y dejamos a Warren y a Quinn entrar en lo que encontramos. Falta un puma y, en mi opinión, ya eso es demasiado. No quiero añadir un jaguar a la lista”.

“¡Oh, cielos!” Nick sonrió y abrazó con fuerza a un sorprendido Steven. “Tú...” sollozó exageradamente y continuó con una voz temblorosa. “Realmente te importa”.

Steven empujó frenéticamente a Nick, enviando el jaguar contra la pared. “Idiota”, murmuró mientras Nick se reía. “Vamos a salir de aquí”.

Cuando llegaron a la cima de las escaleras, Steven estaba convencido de que Nick había perdido la cabeza en alguna parte del camino. El silencio en la iglesia era sepulcral y Steven miró hacia el pasillo que conducía a la oficina del piso de arriba donde el sacerdote estaba esperando.

“Quédate aquí un momento”, dijo Steven. “Necesito hablar con el sacerdote”.

Nick se encogió de hombros y se apoyó en uno de los bancos para esperar.

“Hola, Steven.” Una voz salió de la nada.

Nick saltó y Steven gritó de sorpresa antes de tropezar sobre sus propios pies y caer. Nick parpadeó cuando un hombre con el pelo oscuro salió de las sombras sonriendo locamente a Steven.

“¡Maldita sea, Dean!”, gritó Steven mientras se levantaba del suelo. “Deja de intentar matarme del susto”.

Dean sonrió y se apoyó en uno de los pilares junto a los bancos y cruzó los brazos sobre su pecho. “Desafortunadamente no tengo que intentarlo”.

“¡Púdrete!”, gruñó Steven. “Voy a hablar con el cura, ya vuelvo”.

“Asegúrate de devolver la túnica del coro que tomaste prestada”. Dean se burló de él. “Odiaría ver que algún pobre muchacho no pueda vestirse para la iglesia”.

Steven se quedó inmóvil cuando Dean dijo esas palabras y giró para mirar a los caídos.

“¿Túnica del coro?”, preguntó Nick y alzó las cejas casi hasta la línea del cabello. “¿Te pusiste una túnica del coro?”

“Cambié, fue una emergencia. Tuve que salvar a esta chica de ser drenada por un maldito vampiro”, Steven se defendió.

“Sí,” dijo Dean. “La misma chica que estaba presente cuando te patearon el trasero”.

“Como si a ti nunca te hubieras pateado el trasero”, respondió Steven.

Dean se detuvo y pensó por un momento. “No, nadie me ha pateado el trasero, pero le han dado golpecitos.”

“¡Arrr!”, rugió Steven levantando sus brazos, y luego siguió sigilosamente por otro pasillo.

Nick miró a Dean, “¿Alguna idea de dónde escondió la túnica?”

“Bajo su cama”, contestó Dean.

Nick sonrió, “material de chantaje perfecto, gracias”.

“Claro, me gusta verlo sufrir... eso y que pareciera que él cree que constantemente voy a patearle el trasero o algo así”.

“Sádico”, dijo Nick con una risita.

“Estoy caído”, dijo Dean. “No tenemos mucho con qué mantenernos entretenidos”.

Steven se acercó a la puerta de la oficina del sacerdote y levantó la mano para golpear cuando oyó voces del otro lado. Una que él reconoció como la del sacerdote, la otra era una voz femenina. Bajando la mano, puso su oreja en la puerta para poder escuchar.

Jewel paseaba de un lado a otro tratando de mantenerse enfocada, pero era difícil. Lo primero que le vino a la mente cuando entró en la oficina fue cuando ella había sido atacada por vampiros y había visto desnudo a un hombre o cambiante... fuera lo que fuera. Había pasado los últimos cinco minutos contestando las preguntas del sacerdote acerca de la otra noche pero en este momento tenía problemas más grandes que esos.

“No deberías andar merodeando por acá en medio de la noche”, dijo el sacerdote. “Es peligroso. ¿Y qué pasaría si tu padre o tu prometido se dan cuenta?”

Jewel se dirigió hacia él y dio un puñetazo en su escritorio. “No, ellos son los que lo hacen peligroso... saliendo por mi propia ventana y pasando sigilosamente por donde están los guardias armados que me están manteniendo prisionera y tratando de regresar sin que me atrapen”.

“Tu padre solo está tratando de protegerte.” Trató de calmarla pero él sabía que lo que ella estaba diciendo era cierto. Su padre venía cada semana a confesarse... a lavarse la sangre de sus manos y su conciencia.

“¡No, él está tratando de obligarme a casarme con su socio de negocios para pagar una deuda! Una deuda con la que yo no tenía nada que ver. ¿No hay una ley contra la esclavitud en este país?”

“Pero cuando tú y Anthony vinieron aquí a la reunión, dijiste que lo amabas con todo tu corazón”. El sacerdote señaló. “Ese no es el tipo de cosas sobre las que debes mentir. Es una desgracia a los ojos de Dios”.

“Sí, los dos guardaespaldas que estaban de pie detrás de nuestras sillas... ¿te acuerdas de ellos? El que estaba detrás de mí estaba clavando el cañón de su arma en mi espalda. Nunca podría amar a un bárbaro egocéntrico, como Anthony. Prometió matarme a mí ya mi padre si no sigo con la boda. Y temprano esta noche, cuando traté de decirle a mi padre que no quería nada con Anthony, me golpeó tan fuerte que ahora sé dónde están las estrellas, porque pude contarlas”.