Cosas Peligrosas

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Capítulo 2

Anthony se paseaba impaciente por el suelo de mármol de su estudio. Se pasó una mano por el oscuro cabello, se sentía frustrado y enfadado. Sabía que había perdido los estribos cuando mató a Arthur y ahora también habría perdido su influencia para que Jewel se le uniera como pareja.... pero aquello no le detendría.

Hubiera querido que la situación se mantuviera en calma... pero cuando Arthur mencionó al padre de Anthony, su parte de hombre lobo se volvió loca. Ahora se vería forzado a usar otro tipo de coacción sobre su fugitiva novia. El único problema era que primero tendría que encontrarla.

Alguien llamó a la puerta y Anthony dejó de caminar para alisarse el pelo y la ropa. Él era el alfa, y ello conllevaba una cierta dosis de decoro.

—Entra—gritó con voz fría.

La puerta se abrió y uno de sus lobos entró, cerrando la puerta tras él.

—¿Qué encontraste? —preguntó Anthony.

El miembro de la manada parecía muy nervioso y aclarándose la garganta contestó: —Como usted ordenó, me quedé atrás para ver si el sacerdote regresaba a la iglesia. No estuve mucho tiempo cuando se desató el caos en la iglesia y en el cementerio que hay detrás de ella. La gente aparecía a diestro y siniestro, la mayoría de ellos saliendo de la nada.

Se detuvo y tragó con nerviosismo antes de añadir: —Ahí fue cuando noté que Jewel estaba con ellos.

—Entonces, ¿dónde está? —preguntó Anthony mientras cerraba la distancia entre ellos a pasos agigantados. —¿Por qué no la trajiste de vuelta contigo?

El lobo retrocedía mientras el pánico asomaba a su mirada, sabía que traer malas noticias a un alfa nunca fue nada bueno. —No pude—, dijo mientras se estremecía.

La mano de Anthony se abrió repentinamente y agarró a su subordinado por la garganta, levantándolo en el aire. —Eres un hombre lobo. ¿Por qué no te la llevaste?

—Estaba rodeada de hombres.... demasiados—, explicó el lobo, forcejeando con sus manos para tratar de aliviar la presión alrededor de la garganta.

La mano de Anthony le apretaba y sus ojos se volvieron de un extraño color dorado. Por fin su hermano había vuelto de Italia, estaba seguro de ello. —¿Te enseñé o no a pelear con otra manada por tu cuenta? Mi hermano no debería haber sido un rival para ti.

Era mentira. El lobo habría estado tirado en una zanja en alguna parte si se hubiera atrevido a pelear con Andreas Valachi.

—No eeeeran loooooobos, — jadeaba el lobo mientras intentaba respirar.

Anthony volvió a prestar atención al hombre al que estaba estrangulando y retiró la mano, viendo que casi lo había matado. —¿Quién era? —preguntó con voz enfurecida.

El lobo yacía tendido en el suelo tratando de recuperar el aliento. Se apresuró a ponerse de rodillas antes de postrar su frente en el frío suelo de mármol. Exhibiendo la parte posterior de su cuello para mostrar sumisión a su líder deseó haber huido cuando tuvo la oportunidad.

—Gatos... olí gatos—, dijo después de unos segundos. —Pumas y jaguares.... había muchos. Levantó la cabeza y vio los ojos de Anthony entornados de forma amenazadora.

Rápidamente añadió: —Había un puma siguiéndola a cada paso. El lugar también estaba lleno de vampiros. Parte de la iglesia explotó, y luego apareció un coche de policía.

Anthony permanecía allí de pie tratando de dominar su creciente ira. Sin embargo, cuanto más tiempo pasaba más enfadado estaba. Su plan para recuperar a su compañera ahora fugitiva había sido frustrado repetidamente, ya fuera por sus propias acciones o por las acciones de sus inútiles subordinados.

Hizo señas a sus guardias personales para que se acercasen.

—Llevadlo al sótano para que pueda reflexionar sobre su fracaso.

El lobo se arrodilló con una expresión de súplica en su cara. Había oído historias sobre el sótano y lo que contenía. Algunos de los hombres lobo que sobrevivieron a la tortura todavía tenían las cicatrices en sus cuerpos como recordatorio. Se quejó lastimosamente cuando los guardias tomando sus brazos le pusieron de pie.

Sin mirarle siquiera a la cara, los guardias no dijeron nada, ni reconfortante ni despectivo. Si se hubieran atrevido, lo habrían dejado escapar. Para ellos, la señorita Jewel tenía motivos para huir de su alfa. Ella era infeliz y, a pesar de los mejores intentos de Anthony, nunca lo amaría. Vivir así, aprovechándose de la desgracia de los demás no era el verdadero estilo de vida de los hombres lobo... era el estilo de vida de la mafia.

En otro tiempo, habían protegido a la humanidad de los males que amenazaban con invadir el mundo. Ahora, con la excepción de unas pocas tribus localizadas en los Estados Unidos y en alguna parte del extranjero, ellos representaban el mal. No es de extrañar que los humanos hicieran películas que los retrataran como perros rabiosos empeñados en causar muerte y destrucción.

Anthony siguió a sus guardias hasta el sótano y sonrió cuando el joven hombre lobo gimió silenciosamente. El sótano de la mansión había sido convertido en una gran cámara de tortura subterránea que cubría varios cientos de metros cuadrados. Había cadenas que colgaban de la pared con grilletes para mantener a una persona atada y sujeta contra la fría piedra.

En la parte derecha había una mesa llena de látigos y fustas de varios tamaños. Sobre un fuego ardía una caldera de la que sobresalían unos cuantos hierros que se usaban para hacer marcas, algo que Anthony rara vez había usado. Por último, en el muro opuesto, se hallaba una fila de celdas que albergaban a unos cuantos ocupantes.

Varios hombres lobo se movieron entre las sombras, preparaban más aparatos para un invitado especial que Anthony había tenido la suerte de atrapar hacía ya un par de semanas. Se detuvieron y observaron con curiosidad cuando su alfa entró en la sala con los guardias y un nuevo lobo al que disciplinar.

Anthony se echó hacia atrás mientras los guardias encadenaban al lobo a la pared y les hizo señas para que se apartaran de su camino cuando terminaron. — Qué quiere que hagamos, Lord Anthony? —preguntó el mayor de los hombres lobo.

—Boris, quiero que te asegures de darle una lección a este— contestó Anthony. —No ha logrado traer de vuelta a mi novia y debe aprender que el fracaso aquí no se tolera.

Boris miró al joven y suspiró interiormente. —Es sólo un niño.

—Entonces aprenderá pronto. La voz de Anthony carecía de emoción.

Con una mano llena de cicatrices Boris hizo señas a dos hombres lobo para que se acercaran. Se aproximaron y le arrancaron la parte trasera de la camisa al joven lobo. Boris levantó uno de los látigos, que era de nueve colas, y lo blandió contra el aire. El lobo encadenado se estremeció mientras Anthony sonreía.

Boris se colocó a unos dos metros detrás del joven y sacudió el látigo. El joven lobo gritó al recibir los golpes en la espalda. Los gritos continuaron mientras Boris seguía golpeando la piel antes intacta. Finalmente se detuvo, y otro hombre lobo se adelantó con un gran tazón de sal. Le siguieron gritos aún más agonizantes cuando la sal fue arrojada sobre las sangrantes heridas.

El joven lobo se desplomó golpeando la pared y creyendo que la tortura había terminado, sólo para volver a gritar cuando la paliza empezó de nuevo.... uniéndose dos látigos más a dicha tortura.

Anthony levantó su mano derecha para observarla y frunció el ceño cuando vio que tendría que volver a cortarse las uñas. Encogiéndose de hombros, se alejó de la paliza y se acercó a la celda más alejada de todas, al final del sótano. Una sonrisa iluminó su cara cuando escuchó el sonido de las pesadas cadenas.

El hombre que estaba dentro se puso repentinamente de pie y resistiéndose a los grilletes trató de llegar a Anthony.

El mal humor de Anthony se evaporó de repente al ver al espléndido macho que se encontraba dentro de la celda. Su sonrisa se acentuó al pensar en la forma de llevar a Jewel de vuelta a sus brazos y lejos de los pumas en los que ella había buscado refugio.

—Me alegro de haberte disparado sólo una vez, Micah... puede que aún tenga un encargo para ti.

*****

Tabatha miró alrededor del apartamento que compartía con Kriss y se estremeció. Normalmente no le importaba estar sola, pero por distintas razones, esta noche estaba siendo muy difícil de sobrellevar. Miraba por la ventana cada vez que escuchaba un ruido pensando que Kriss había regresado. Creyó encontrarse bien cuando Envy y Devon la dejaron en casa de camino a la casa de Chad, pero ahora se dio cuenta de lo mucho que necesitaba su compañía.

Envy le había preguntado si quería ir con ellos en caso de que necesitaran trabajar en equipo para manejar a su hermano. Pero Tabby había pensado que tal vez Kriss habría llegado pronto a casa y quería preguntarle qué había pasado, así que rechazó su oferta... y ahora deseaba no haberlo hecho.

Pensar en Kriss la llevó a pensar en Dean y en cómo había actuado en la iglesia. Todavía podía ver la expresión de su cara cuando vio a Kane.

En un vano intento de no pensar en él, Tabatha agitó la cabeza cuando la imagen de Kane apareció en su mente. Viéndole morir allí tirado había tocado algo muy profundo en su corazón y en su alma. Ella no entendía por qué, pero pensar en su muerte le hizo querer acurrucarse como un ovillo.

—Contrólate—susurró ella para romper el silencio. —Lo que necesitas es una distracción.

Descolgando el teléfono, decidió llamar a Jason al trabajo para ponerse al día y ver si había ocurrido algo raro desde que Kriss la llevó en avión hasta Florida.

El teléfono sonó tres veces antes de que contestaran.

 

—Reserva Forestal, habla el oficial Fox—dijo una atractiva voz.

—Hola Jason, soy Tabby. Este sonrió por primera vez desde que entró por la puerta principal.

—¿Tabby? — exclamó Jason y ella oyó que algo se caía, probablemente la silla, porque normalmente se inclinaba hacia atrás en ella sobre dos patas y en un ángulo peligroso. —¿Dónde diablos has estado?

—Kriss nos secuestró a mí y a Envy y nos llevó a Florida durante unos días— contestó Tabby. —Acabo de llegar a casa y pensé en llamarte para ver qué me perdí.

Jason suspiró: —Aparte de las cosas raras de siempre, no te perdiste mucho. Lo único emocionante que pasó es que la otra noche recibimos una llamada de un loco de verdad.

Tabby sonrió y se sentó en su sofá: —¡Cuéntame!

—Jacob y yo estábamos aquí sentados, era una noche muy tranquila cuando sonó el teléfono. Al contestar había un tipo hablando de que un jaguar perseguía a un puma por el centro de la ciudad con un teléfono móvil atado a una de sus patas.

Tabatha no pudo evitarlo y empezó a reírse. Si hubiera estado en la piel de Jason hace un par de semanas, habría pensado lo mismo. —¡Oh, no! — exclamó ella.

—Dímelo a mí —dijo Jason riendo. —Jacob y yo estamos apostando si habrá o no mensajes de texto en el móvil cuando encuentren al bicho.

—¿Estás seguro de que no estás bebiendo ninguna de las especialidades de Kat? — le preguntó entre risas.

—¡No bebo en el trabajo! —exclamó Jasón y Tabatha escuchó la risa de Jacob al fondo. —¿Cuándo vuelves al trabajo?

Tabatha se encogió de hombros. —Todavía no lo sé. Necesito unos días más y tengo que usar los días de vacaciones.

—Está bien, pero te echamos de menos. Esto no es lo mismo sin una cara bonita que alegre este lugar. Todo lo que tengo ahora es a Jacob, y él no es gran cosa.

—Yo también os he echado de menos— dijo Tabatha, y lo decía en serio. —Nos reuniremos en los próximos días.

Jason se quedó callado por un momento y Tabatha supo instintivamente lo que se avecinaba. —¿Cómo está Envy?

— Ella también está bien. Al igual que yo, sólo necesitaba unos días libres.

Se mordió el labio inferior cuando transcurrieron varios segundos de silencio.

—¿Es verdad? —preguntó Jason.

—¿Es verdad el qué? —preguntó Tabatha tratando de sonar como si no tuviera ni idea de lo que le decía.

— ¿Envy está saliendo con Devon Santos? Los nudillos de Jason se volvieron blancos de agarrar el teléfono con fuerza.

Tabatha suspiró. Sabía que esto iba a dolerle mucho a Jason, pero hasta cierto punto era culpa suya. Alguien tan guapo nunca debería estar tan colgado de la única chica que solo veía en él a un amigo y hermano.

—Sí, es verdad—dijo Tabatha en voz baja. —Sé que no quería hacerte daño. Ella te adora.... ya sabes.

Jason respiró con calma y Tabatha sintió pena por él. Había perseguido a Envy durante tanto tiempo que era la única chica en la que se había fijado. Ahora estaba fuera de su alcance, pero Tabatha no se lo iba a decir. Eso era cosa de Envy.

—Sé que no quiso hacerme daño— dijo Jason después de un minuto. —Supongo que debería haberme dado cuenta cuando ni siquiera se percató de que estaba coqueteando con ella.

—Se dio cuenta, Jason—dijo Tabatha. —Ella sólo pensó que eso perjudicaría vuestra amistad.

Jason murmuró: —Sí, supongo que sí, pero no puedes culpar a un hombre solo por soñar, ¿no?

Tabatha escuchó a Jacob en el fondo diciendo: —Puedo culparte de muchas cosas.

—Cállate la boca—gruñó Jason de manera juguetona y Tabatha le oyó bajar de golpe las patas de la silla a su posición correcta. —Tabatha, te llamo luego. El niño ha decidido empezar a tirarme bolitas de papel.

Tabatha asintió con la cabeza riéndose: —Está bien, hablamos luego.

Colgó el teléfono y se sentó allí por un momento antes de volver a poner el teléfono en el cargador. Mirando el apartamento de nuevo, ya no le parecía tan solitario. Jason necesitaría su amistad ahora más que nunca y ser necesaria le ayudó a sentirse más segura.

De pie y estirando los brazos por encima de la cabeza, caminó por el pasillo hasta su habitación. Se desnudó y se puso un par de pantalones cortos y una camiseta de tirantes antes de hundirse en la fresca y familiar suavidad de su cama.

Esta vez no intentó impedir que la escena invadiera su mente mientras intentaba quedarse dormida. Después de todo, necesitaba descifrarla y no desaparecería hasta que lo hiciera... ¿por qué luchar contra ello? Se hundió en la oscuridad del sueño, con la mirada todavía clavada en la iglesia y en los ojos de Kane.

*****

Jewel paseaba por el amplio dormitorio de Steven. Tenía los brazos cruzados y había empezado a morderse las uñas, algo que no había hecho desde que era niña.

—Esto es por mi culpa—dijo en voz baja, mientras trataba de apartar la imagen de su padre crucificado sobre el altar de la iglesia a la que había acudido desde siempre ¿Cuántas veces había rezado allí abajo donde él había muerto? Sabía que Anthony era retorcido, pero aquello era sádico.

Steven veía a la mujer caminar de un lado a otro e incluso pudo ver sus labios moviéndose silenciosamente mientras despotricaba mentalmente. Extendiendo la mano, la puso sobre el brazo de ella suavemente en un intento de calmarla. —Jewel, nada de esto es por tu culpa.

Ella le miró la mano y luego lo miró fijamente.

—En parte tienes razón. Es tanto culpa tuya como mía. Y ahora que mi padre está muerto, ya no tengo que casarme con Anthony e indudablemente, no tengo que seguir casada contigo.

Jewel se apartó de él para así deshacerse de su mano. Lo último que necesitaba en este momento era ser absuelta de sus pecados... era culpable de todo. Le había dado a Anthony los clavos para crucificar a su propio padre.

Steven no lo admitió, pero sus palabras le dolieron mucho. Él respondió de la única manera que sabía hacerlo en ese momento, ya que lógicamente ella no quería escuchar palabras de aliento o amabilidad.

—¿De verdad crees que Anthony dejará de ir tras de ti sólo porque mató a tu padre? —gritó Steven. Sabía que tenía la razón y que ella no escucharía ni una maldita palabra.

—Mató a mi padre.... Yo jugaba con fuego al estar con él porque quería que mi padre estuviera vivo y a salvo. Si Anthony se atreve a acercarse a mí ahora, le volaré la maldita cabeza—. Jewel se sentía muy rara. Era como si estuviera perfectamente tranquila por fuera, pero temblando de manera incontrolable por dentro.

Lloró durante horas, pero la ira finalmente la despejó. Ya había derramado suficientes lágrimas. Ahora había llegado el momento de recuperar su vida. Había formado un plan para tenderle una trampa a Anthony y rezó para que Steven tuviera razón... que Anthony viniera a por ella, porque ella estaría lista para él.

—No puedo dejar que te vayas—, le dijo Steven. Si ella no iba a protegerse, entonces él la protegería, al fin y al cabo era su pareja. Vio como sus ojos enrojecidos se volvían para clavarse en los suyos.

—Entonces no eres mejor que Anthony y te odiaré el resto de mi vida—dijo obstinadamente. Quería que Steven se enfadara con ella, que la echara de su vida y se lavara las manos. Si lo hiciera.... entonces tal vez Anthony no intentaría matarlo de la misma forma que mató a su padre. Ella no quería ser la culpable de más muertes horribles a menos que se tratara de la de Anthony.... aceptaría con gusto ser la culpable de su final.

Steven la miró enfurecido durante un minuto, luego abrió la puerta y se hizo a un lado. —Adelante entonces. Me ofrezco a salvarte el pellejo, ¿y tú quieres ponerte así? Veamos hasta dónde llegas en contra de algo que no sabes cómo matar. Steven sonrió maliciosamente y le dijo: —Para que lo sepas, lo que ocurre en las películas no son más que un montón de tonterías.

—¡Supongo que eso lo sabes muy bien! — le gritó Jewel y dio unos pasos adelante. ¿Por qué seguía intentando salvarla? ¿No entendía que ella haría que lo mataran?

Steven cerró los ojos y miró hacia otro lado. —Sí, lo sé... ¿o no? — Se burló y miró hacia atrás mientras Jewel intentaba pasar a su lado. En un segundo de pánico, Steven la agarró por la cintura y la acercó hacia sí.

—¡Maldición, espera! —le dijo

Jewel comenzó a retorcerse y él la apretó más contra su pecho. —Si quieres tenderle una trampa, está bien, pero no puedes hacerlo sola. Deja que te ayudemos.

Jewel le empujó hacia atrás para poder mirarlo de frente. —¿Por qué? ¿Para qué te cuelguen en una cruz a ti también? — Ella quería chillarle mientras la visión se abría paso en su mente. —No quiero que eso suceda.

No estaba segura de lo que sentía por Steven, pero la idea de que cayera muerto de ese modo la hacía sentir como si la hubieran apuñalado en el pecho. —Si me dejas ir ahora, entonces él no tendrá ninguna razón para ir tras de ti. Y agarrando la parte delantera de la camisa con sus pequeñas manos suplicó: —Estarás a salvo.... y vivo.

—Él vendrá a por mí de todos modos—le dijo Steven, y luego pasó su dedo por encima de la marca de unión que le había hecho. Sonrió suavemente al sentir que ella temblaba.

—Ya te lo he dicho, esto es la vida real. Si vuelves con él y ve esa marca de emparejamiento, vendrá a por mí sin importarle lo más mínimo lo que digas o lo que hagas.

Jewel se recostó en la sólida calidez que él le brindaba y cerró los ojos. Sintió como su ira se desvanecía en la seguridad de sus brazos y quiso patalear para mostrar su frustración. La tristeza de perder a su padre estaba empezando a resurgir, pero ella no quería llorar.

Steven envolvió a Jewel en un abrazo tranquilizador. No podía culparla por la forma en que actuaba. Si Anthony hubiera matado a su padre, entonces ninguna fuerza en este mundo o en el próximo sería capaz de detenerle.

—Mira, ¿qué te parece esto? —le preguntó retrocediendo e inclinando su cara hacia la de él.

—Tenemos una reunión por la mañana y todo el mundo va a estar allí. Te ayudaremos a pensar en algo mejor que entregarte a él. De cualquier manera, con nosotros tendrás un ejército a tu lado. Sin nosotros, te enfrentarás a un ejército de hombres lobo y hagas lo que hagas.... Anthony te tendrá.

Le acarició la mejilla mientras escudriñaba sus ojos —y no quiero que Anthony te tenga.

Jewel bajó de nuevo la cabeza hasta el pecho de Steven y respiró profunda y temblorosamente. Él tenía razón. No quería estar cerca de ese monstruo después de lo que había hecho. Presionó su oreja contra el pecho de Steven escuchando los latidos fuertes e incesantes de su corazón. ¿Cuántas veces la había salvado de los vampiros, de Anthony, y ahora de su insensatez?

—¿Me puedo quedar contigo esta noche? — susurró Jewel sabiendo que si él la dejaba ir, el horror de las últimas dos horas volvería a perseguirla. Ella lo miró fijamente. Sus labios se entreabrieron por sorpresa al mismo tiempo que una ráfaga de calor atravesaba el centro de su cuerpo.

Se preguntó cómo era posible que él pudiera calmar su ira y la hiciera sentir como si estuviera ardiendo al mismo tiempo. Rápidamente apartó la mirada para que él no pudiera notar su confusión.

Sin responder siquiera, Steven la levantó en sus brazos, cerró la puerta con el pie, y regresó a la habitación mientras la colocaba en el borde de la cama. Quitándole los zapatos, se deshizo rápidamente de los suyos y se acostó con ella. Escuchó la respiración agitada de Jewel mientras la colocaba de tal manera que pudiera abrazar su cuerpo. Llevaría tiempo... pero estaría loco si dejara ir a Jewel tan fácilmente.