Desarrollo de bocetos de proyectos gráficos. ARGG0110

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Del alfabeto a los tipos

La escritura cuneiforme sumeria se extendió tanto que se considera como el germen de inicio de todas las demás lenguas de Occidente. Tal es así que aún se conservan rasgos en ciertas culturas, que, por extraño que parezca, se ven estrechamente relacionadas con estos inicios de comunicación impresa.

Pero no fue hasta los orígenes de la civilización griega que se normalizó el alfabeto y se pasó de códigos silábicos a símbolos que representaban un solo sonido, una letra.

De hecho, el nombre alfabeto proviene de las dos primeras letras griegas, alfa y beta, que serían similares a las A y B del alfabeto castellano y la mayoría de lenguas occidentales.

Gracias a una abstracción más compleja, se pasó de un sistema silábico a uno alfabético, donde cada símbolo representaba una sola letra, un sonido y, por tanto, al unir varias letras se creaban las sílabas y, con la unión de estas, las palabras tal y como hoy se conocen.

Así, se simplificó el número de caracteres de los miles de las culturas que habían evolucionado directamente de la sumeria y la asiria a los algo más de treinta en un comienzo del griego, y hasta las veinticuatro que ahora conservan.


Es por ello, y gracias a que este sistema fue continuado por otro gran imperio de la civilización humana como fue el romano, que la gran mayoría de alfabetos actuales se mueven en una horquilla de entre veinte y cuarenta caracteres del tipo letra.

Un gran avance teniendo en cuenta que las culturas que mantienen un sistema de comunicación silábico aún manejan cientos de caracteres, algunos incluso miles por conjugar varios sistemas de caracteres silábicos en su mismo lenguaje.

Pero ya desde los inicios, el arte de la escritura era accesible solo a unos pocos privilegiados; desde los primeros escribas, pasando por los filósofos y los políticos griegos y romanos, hasta los copistas de la Edad Media, solo un nivel reducido de personas de la élite podían acceder a estos conocimientos escritos.


Sabía que...

Los escribas eran tan importantes en el Antiguo Egipto que no solo tenían un cargo elevado en la sociedad, sino que eran los únicos que sabían de cálculo. Por tanto, eran los únicos que podían calcular los impuestos y que podían escribir las palabras directas del faraón.

El nivel de analfabetismo era bastante amplio en el periodo medieval, y los escritos históricos, artísticos, matemáticos y físicos, así como el género literario, fue conservándose a lo largo del tiempo hasta el día de hoy gracias al trabajo de los escribas y luego los copistas.

Estos escribas y copistas, pertenecientes a órdenes religiosas, dedicaban sus horas a copiar, letra a letra, las obras originales de tiempos inmemoriales, para poder conservarlas.

Al igual que el de escriba o copista, existía un trabajo también realizado por órdenes religiosas, y no menos difícil, que complementaba al anterior. Estos monjes, conocidos como miniaturistas en la Edad Media, se dedicaban a incluir imágenes explicativas o meras ilustraciones junto o entre los textos que sus compañeros de orden reproducían.

Gracias al arduo trabajo en esas órdenes religiosas a lo largo del tiempo, hoy se mantiene el gran legado enciclopédico conservado. Poco a poco se fueron introduciendo novedosos sistemas para descargar del duro trabajo a estos copistas, y este primer paso se consiguió a través de la xilografía.


Definición

Xilografía

Es considerada como el primer proceso mecanizado de impresión, originario de China, y sistema muy utilizado en Oriente desde el siglo V pero que no llegó a Occidente hasta aproximadamente el siglo XIII, ya en la citada Edad Media.

El proceso consistía en tallar a mano planchas de madera con imágenes (y posteriormente textos, o imágenes y texto al tiempo), dejando en relieve aquello que se pretendía estampar. A este relieve se le impregnaba de tinta, y al fijarlo sobre el papel mostraba la figura o el texto deseados. Al poder usarse esta misma plancha las veces que se necesitase, se mecanizaba el proceso y por tanto aceleraba sobremanera la difícil tarea del copista y miniaturista.


Plancha de xilografía

Gracias a este sistema, ya en 1450, y a través del invento de Gutenberg, surgió la primera imprenta de tipos móviles, una clara y necesaria evolución de la xilografía, donde cada letra o carácter estaba tallado en una sola pieza; así, se podían colocar tantas veces se quisiera y donde se necesitase para no tener que tallar textos enteros para hacer una sola página.

Estos elementos o sistemas de impresión en relieve fueron dados a conocer como tipografía, prensa o imprenta, y puede considerarse como el primero de los procedimientos de impresión editorial basado en un sistema de tipos de imprenta o código alfabético, pero también de otro tipo de signos.


Tipos móviles


Actividades

3.Puede hacer un experimento casero para probar el uso de la xilografía o el de los tipos móviles. Para ello, solo debe valerse de una patata cruda o una goma de borrar y un cúter o cuchillo. Corte la goma o patata por la mitad y con el cúter o cuchillo talle una forma en relieve en el centro de la misma, retirando el sobrante. Para facilitarlo haga por ejemplo una I.

4.Use un vaso o recipiente para mezclar pinturas a la tempera con agua para utilizarla sobre el relieve antes efectuado, o bien simplemente use un rotulador grueso (de tipo edding) e impregne la forma de I tallada sobre la goma o la patata. Recuerde, solo el relieve, nunca el fondo.

5.Ahora presione la goma o patata sobre un papel o cualquier otro sustrato en blanco. Así de sencillo resulta el proceso impresión. Pruebe a hacer diferentes formas o letras con el mismo sistema, recordando que debe hacerlo en negativo (al revés de su forma deseada), dado que al presionar sobre el papel el resultado impreso será el adecuado.

2.2.Código de signos

Ya en sí se puede considerar a la escritura, ya sea silábica o alfabetizada, como un código de signos. No en vano, toda comunicación abstracta se basa en sistemas o códigos de signos.

Si se puede considerar a cada letra, cada carácter, como un signo, es evidente que se necesita el conocimiento de un código para que la correlación de esos signos tengan significado.

Los signos o caracteres solo se pueden entender gracias al uso de un código previamente aprendido que permite traducir este sistema de caracteres unidos entre sí como un texto completo con significado.

Para entender este código de signos no hay que olvidar que no solo existen caracteres alfabéticos, sino que estos se valen también de otros sistemas como los numéricos, de puntuación, los espacios entre palabras, etc.


Importante

El braille, como cualquier lenguaje y a pesar de tratarse de un sistema de elevaciones hechas con punzón en sus inicios, hoy en día tiene tipografías diferentes. Variaciones en esas elevaciones que las hacen más divertidas al tacto y agradables para su lector.

Si no existieran reglas de ordenación de caracteres, sin esos espacios entre palabras, sin una correcta correlación entre frases, signos de puntuación, espacios, signos de exclamación o interrogación, no se podría entender el código completo que supone la suma de los bloques de texto.

No hay que olvidar que cada lenguaje es un código de signos, y por tanto existen lenguajes de códigos numéricos (como el binario, basado únicamente en unos y ceros), alfanuméricos (letras y números), icónicos (basados en imágenes simples como la señalización de carreteras), de símbolos abstractos (como el braille, el morse, etc.,) de color, etc.

Los códigos de signos funcionan según su significación y su denotación. Por un lado, entender un código permite dar significado a lo que se está traduciendo mentalmente, pero por otro, según se lea o quién lo lea, le da otro significado, una denotación propia a tal código.

Para evitar esas apreciaciones denotativas se usan los signos de expresión, las comillas, las comas, los de interrogación o los paréntesis. Las tildes, las comas o los puntos también pueden cambiar el significado de un código concreto, así como los espacios o las palabras tras asteriscos.

El código de signos de cada lenguaje se cimienta en una base consensuada a lo largo del tiempo y firme que hace comprender el significado del mismo, y no por ello convierte a un sistema de signos en algo estricto e inamovible, sino que lo dota de más libertades.

 

Un código simplemente traduce una serie de pautas; por ejemplo, gracias al código de la lengua castellana se sabe que el signo o letra M seguido de la A se lee Ma; y que si se repite la operación y se acentúa su última A se puede leer Mamá, dando significado mental a la palabra gracias a ese código preestablecido.

Del mismo modo, se comprende que el color verde de un semáforo indica que se puede continuar, o que una línea pintada en el suelo en un establecimiento indica que no se puede cruzar a partir de ese punto o que una flecha incita a seguir una dirección. Pero también responde a unos códigos las señas con las manos del lenguaje de sordos, los silbidos para llamar la atención, la bandera blanca en señal de rendición o las notas de los pentagramas de música.

El código de signos de la mayoría de lenguajes occidentales se basa en reglas alfanuméricas, de acentuación y espaciado, de exclamación e interrogación y en sistemas de puntuación.


Actividades

6.Busque en Internet, o usando diccionarios enciclopédicos, uno de los alfabetos de signos usado por los sordomudos. Deduzca si se trata de un código de signos basado en palabras complejas, sílabas o un solo signo, o si resulta ser de tipo mixto, si responden o no a criterios alfanuméricos.

7.Ahora haga lo propio buscando el alfabeto braille o el usado por personas invidentes. Busque similitudes o comparativas. ¿Por qué cree que son de ese modo? ¿Responde a criterios similares a los de las lenguas de los diferentes países y sociedades? Razone las respuestas.

2.3.Clasificación, componentes y familias

Tipografías, fuentes de letra o caracteres tipográficos son algunas de las acepciones que reciben los signos que son empleados para representar las sílabas, los sonidos o las palabras de un idioma escrito en concreto.

Debido al uso de la imprenta clásica de tipos móviles, son reconocidos como tipos cada uno de los modelos o familias de fuentes de letra creados en la antigüedad por un artesano o un diseñador, y en la actualidad por un diseñador gráfico, y que generalmente se bautiza con el mismo nombre (o apellido) de su creador o el de la fundición que en su día fabricara el tipo y que posteriormente popularizaron su uso.

Por lo tanto, para la clasificación de tipografías se hace uso del orden alfabético, siendo como se ha comentado en su mayoría estas fuentes de tipografías bautizadas por su creador. Por tanto, el orden dependerá de la nomenclatura que se le haya dado a esa familia tipográfica en concreto.

Es algo habitual que tras el nombre de la fuente se añada el tipo de componentes que la definen (como se verá en próximos apartados), como su remate, o si llevan o no serifa.

En otros casos, lo que acompaña al nombre de la tipografía es el peso específico o anchura de sus caracteres, siendo habitual encontrar el nombre de la tipografía acompañado de palabras como light (fina), book (normal) o bold (negrita); o según su dirección, como por ejemplo cuando se indica que una fuente es itálica (o cursiva). De este modo, se indica una variación de un mismo tipo de fuente y que al fin y al cabo definen una familia tipográfica completa.

Clasificación de las tipografías

A lo largo de la historia, y para una mejor catalogación de las diferentes familias tipográficas, y debido a la amplísima cantidad de familias de tipos existente, se ha ido siempre buscando la mejor y más cómoda clasificación de las tipografías.

Y dado que estos estudios provienen de la antigüedad, las clasificaciones existentes son diversas, siempre según se sigan los criterios de cada uno de los creadores de este tipo de clasificaciones.

En la actualidad, la clasificación de tipografías proviene de los estudios que a partir del siglo XX (exactamente en 1925) se empezaron a dar por parte de estudiosos tipográficos como Francis Thibaudeau, o posteriores como Maximilien Vox, y con la normalización necesaria ya en la década de los 60 gracias a la asociación que se creó para ello, como es el caso de la Atypl (Asociation Typographique Internationale).


Sabía que...

La Atypl fue fundada en 1957 por el francés Charles Peignot, pero sigue vigente en la actualidad, siendo sus miembros diseñadores de tipos contemporáneos y grandes diseñadores gráficos de todo el mundo.

Pero anteriormente a estos sistemas de normalización ya se intentaron crear primarios sistemas de clasificación de tipografías, dado el creciente auge de las familias de tipos, y gracias a estos primeros intentos de normalización de las fuentes existentes surgió casi por sorpresa una nueva necesidad, que también se aprovechó para normalizar el uso de fuentes como era la manera de definir el tamaño de las fuentes. Con estos primeros intentos de normalización y clasificación nació el sistema de puntos.

Clasificación clásica. El sistema de puntos

La primera clasificación popular, antes de que los estudios comenzasen a determinar diferencias esenciales entre los tipos y las familias de fuentes, ya diferenciaba entre tres grandes grupos tipográficos: aquellas fuentes con remate o pie (con serifa) a las que el pueblo llamaba romanas por su uso en las inscripciones de mármol de estatuas, lápidas y edificios ya desde la época del Imperio romano; las que no tenían pie, y por tanto eran menos elegantes y por tanto bautizadas como grotescas; y las fuentes que, pese a ser compuestas solo por letras mayúsculas, evidenciaban una diferencia de tamaño mayor entre la letra que iniciaba la palabra de las demás que componían dicha palabra en menor tamaño, a las que generalmente se las conocía como versalitas.


Definición

Versalitas

Eran generalmente fuentes romanas con la inclusión de que cada primera letra por palabra era de mayor tamaño que las demás, dado que el remate o pie era muestra de elegancia en una fuente y por tanto evidenciaba una mayor clase y nivel.

Dichas proporciones de las capitulares romanas o latinas en las versales o mayúsculas solían representar una mayor altura en comparación con las demás, pero según cada autor de tipos de texto para la imprenta las proporciones entre estas y las demás eran diferentes debido, en ciertas ocasiones, a problemas de producción y, en otras, a las diferencias entre los idiomas. Así, por ejemplo, es mucho más habitual el uso de mayúsculas en idiomas como el alemán o el ruso que en otros, y esto ocasionaba que el tamaño de las versales no distaba en demasía con el resto de mayúsculas no versales en cada frase.

En la imprenta clásica, el carácter tipográfico no solo lo formaba la impresión de cada letra, sino el espacio que ese carácter ocupaba en cada palabra; o lo que es lo mismo, la forma y la contraforma o espacio blanco que rodea a la letra. Y en gran parte, esta característica definía la familia tipográfica, pero los espacios en blanco entre palabras aún no estaban definidos de manera normalizada, y cada impresor los usaba a su gusto y antojo, aprovechando espacios, o permitiendo mayor soltura entre palabras.

Era necesaria una normalización, un sistema de reglas tipográficas que definiera los principios de este nuevo arte conocido como el de la impresión. El nacimiento de la normalización tipográfica llegaría en los siglos XVII y XVIII en Francia.

El proyecto fue conocido como roman du roi y llevado a cabo por la Académie des Sciences francesa, que intentó normalizar el uso de las numerosas familias de tipografías ya existentes por aquella época; y la frase que constituía esa primera academia de las ciencias dedicada al estudio de la tipografía en 1630 fue categórica y así sentenciaba su propósito: “Hemos comenzado a sentar las bases del arte que preserva todas las otras, la imprenta”.

Muchas de las primeras bases se sentaron a partir de los consejos de Pierre Simón Fournier en 1730 (conocido como el joven), un artista fundidor y punzonista de tipos que había tenido la suerte de tener en propiedad los auténticos tipos de Garamond y Granjon, heredados en su familia de impresores de padres a hijos.

Por aquel entonces ya se habían desvirtuado ambas familias tipográficas (tanto la Garamond como la Granjon), y este hallazgo permitió volver a los tamaños reales de las fuentes originales (según sus creadores que con sus apellidos las bautizaron) y, desde ese punto, empezar a sentar las bases de la tipografía moderna. En 1737, en París, se acabó por publicar una primera tabla de proporciones para la impresión de tipos en la que se recogían los primeros aspectos categóricos basados en los estudios de la Académie des Sciences y en las propuestas de Fournier que, a partir de estos tipos originales, permitían primeras variaciones de tamaños de letra en base a un sistema de tamaños de cuerpo expresado en unidades de pulgada o pouce. Esta regla matemática daba como resultado que existían setenta y dos líneas en cada pulgada representada por puntos.

Fournier bautizó la categorización como sistema duodecimal. Para ello tomó el tipo de letra más pequeño usado por entonces en imprenta (conocido como nomparela) y lo dividió en seis partes, a cada una de las cuales dio el nombre de punto. En base de estos puntos (o cuerpo de letra) empezó a fabricar todos sus tipos de imprenta que fundía.

A la medida de 12 puntos o el doble de la nomparela la acabó por denominar cícero, y la equivalencia de este nuevo sistema duocecimal ideado por Fournier con nuestro sistema métrico equivaldría a:

1 punto = 0,350 mm.

1 cícero (altura del tipo de 12 puntos) = 4,2 mm.


Sabía que...

El nombre “cícero” que acuñó Fournier a la medida de letra de 12 puntos viene dado porque justo en aquel entonces la empresa de Fournier se estaba encargando de imprimir y difundir las obras de Cicerón y decidieron usar para facilitar su lectura tipos del tamaño de 12 puntos. De ahí que se bautizase con el nombre de “cícero” a los tipos de 12 puntos de altura.

Un cícero se considera como canon o medida muy importante dentro del arte tipográfico, porque se considera que toda tipografía que se preste a cambios debe al menos permitir la altura de doce puntos como mínimo para la calidad y la lectura de sus caracteres.

En 1742, Fournier fue más allá y en una obra propia publicada bajo el título de Modéles des caracteres de l´imprimerie se convirtió en el primer estudioso de las tipografías de manera oficial, ya que, sin aún saberlo, había sentado las bases de la diferenciación de las fuentes por familias tipográficas, ya que en ese primer manual no solo se recogían los modelos de tipografía más usados en su fundición, sino que también Fournier comenzó a diferenciarlas (según él en ordinarias, modernas y gruesas) y por tanto empezó a categorizarlas por grupos (más tarde familias). Fournier, ya en su vejez, acabó por escribir un manual tipográfico del que publicó dos tomos dedicados a los tipos y los modelos de letra, que él ya consideraba esenciales por aquel entonces.

Gracias al uso del término moderno acuñado en tipografía por el propio Fournier, y asociado a un tipo de fuente que por aquel entonces acababa de crear François Ambroise Didot (aproximadamente en 1784), nace una primera diferenciación en categoría o familia de fuente tipográfica, ya que distingue a esta tipografía (la Didot) de las clásicas o romanas por que los remates o serifas son mucho más finos debido a la mejora de los procedimientos modernos de impresión y fabricación de papel más absorbente que permitían este refinamiento en el acabado de los tipos de imprenta.

En 1760, el propio Françoise Didot perfeccionó el sistema de medida de Fournier tomando como base el pie de rey, medida de longitud usada por aquel entonces y que adaptó al sistema de medida de puntos de Fournier para que fuese mejor concebida por la sociedad de la época.

 

Considerando que un pie de rey equivaldría a 12 pulgadas, o lo que es lo mismo, a 30,48 centímetros, la unidad mínima, o punto de pie de rey, sería demasiado pequeño como para ser apreciado sobre el papel, por lo que Didot adoptó como unidad mínima el grueso de dos puntos de pie de rey.

Dos puntos de pie de rey equivalen a un punto tipográfico o cuerpo de letra, cuatro puntos de pie de rey equivalen a dos puntos tipográficos, por lo que la graduación en puntos según Didot varía en cierto modo de la Fournier (en la que se basó) y respondería a las siguientes medidas:

1 punto = 0,379 mm.

1 cícero (altura del tipo de 12 puntos) = 4,54 mm.

Actualmente, el sistema de medida que se utiliza en todo editor de texto analógico o digital responde al sistema Didot, adoptado universalmente desde entonces en todos los países con la excepción de Reino Unido y Estados Unidos, países en los que el punto tipográfico está basado sobre la pulgada inglesa, (0,352 mm), por lo que resultan ser inferiores a los tipos usados en el resto del mundo, con una medida de puntos más cercana a la que en su día estableció Pierre Simón Fournier.


Actividades

8.Retome el ejercicio anterior en el que creó una tipografía nueva y recupere el papel donde pasó a limpio la misma. Ahora hágase con una regla y mida ambas letras (mayúscula y minúscula). Divida el resultado de ambas por 0,379 (un punto tipográfico) y el resultado le dará la altura en puntos de las fuentes que usted ha creado.

9.Recuerde que la altura de 12 puntos era conocida como cícero. Esta medida se establece como estándar porque se dice que toda tipografía que se preste a cambios debe al menos permitir la altura de doce puntos como mínimo para la calidad y la lectura de sus caracteres. Coja un lápiz y sobre el papel dibuje una línea horizontal y a 4,54 (redondee a 4,6 si lo desea) dibuje otra línea. Ahora básese en la tipografía creada por usted e intente volver a dibujarla respetando esos tamaños para comprobar si su fuente sería válida para la impresión de documentos.