Las emociones en los procesos pedagógicos y artísticos

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Procesos pedagógicos y afectividad

Clima emocional en una muestra de habitantes del estado de México

GABRIELA RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ

OLGA MARGARITA RODRÍGUEZ CRUZ

BRENDA YURIKO GÓMEZ MARTÍNEZ

Resumen: el clima emocional hace referencia a las emociones colectivas predominantes en un contexto social específico. El objetivo de la investigación fue conocer la percepción del clima emocional en una muestra de habitantes del estado de México. La muestra fue no probabilística conformada por 552 personas, hombres y mujeres con una media de edad de 23 años. Los resultados revelaron que las mujeres perciben un clima emocional más negativo que los hombres, el nivel educativo marcó diferencia, pues los participantes con nivel educativo superior perciben un clima más negativo, mientras los casados perciben un mejor clima emocional que los solteros.

Palabras clave: percepción, emociones colectivas, contexto social.

Abstract: emotional climate refers to the collective emotions that predominate in a specific social context. The objective of the research was to learn about the perception of the emotional climate in a sample of residents of the State of Mexico. The sample was not a probability sample; it was made up of 552 people, men and women with an average age of 23. The results showed that women perceived a more negative emotional climate than men did; level of schooling marked a difference, as the participants with a higher level of education perceived a more negative climate, while married people perceived a better emotional climate than single people did.

Key words: perception, collective emotions, social context.

El clima emocional hace referencia a las sensaciones colectivas predominantes en un contexto social, las cuales son generadas a través de la inte-racción de los miembros de un grupo en un entorno particular (De Rivera & Páez, 2007). Es un tipo de opinión pública que involucra emociones, normas y creencias acerca de las relaciones que existen entre individuos y grupos en un ambiente determinado (De Rivera, 1992; Conejero et al, 2004; De Rivera, Kurrien & Olsen, 2007; Zubieta et al, 2008; Espinosa, Herschkowicz & Genna, 2011). Esta forma colectiva de la emoción es construida socialmente y es objetiva en el sentido de que es percibida independientemente de los sentimientos del individuo. Si bien estos juicios se basan, en parte, en las experiencias y observaciones personales, también son influidos por lo que hacen y dicen los otros (Conejero et al, 2004). Sin embargo, estos juicios no solo se reflejan en reacciones emocionales de la gente ante determinados eventos sino que crean realidades subjetivas e intersubjetivas, es decir, colectivas, lo cual hace del clima emocional una variable relevante en la comprensión de los comportamientos de las organizaciones y sus miembros (Tran, 1998; Ruiz, 2007; Zubieta et al, 2008).

Lo anterior se puede resumir en que el clima emocional de un país o contexto específico se describe a través de patrones estables o transitorios de accesibilidad a categorías que evidencian las emociones predominantes (Fernández–Dols, Carrera, Hurtado de Mendoza & Oceja, 2007). Este tipo de clima puede ser entendido como el predominio relativo de un conjunto de sucesos que despiertan reacciones e interacciones sociales cargadas de afectividad (De Rivera, 1992; Páez, Asún & González, 1994; Páez et al, 1996). O con las percepciones y creencias compartidas que permean las interacciones sociales e influencian la acción colectiva en una sociedad (Sampson, 2003; Conejero et al, 2004; Ruiz, 2007a, 2007b).

De allí la importancia de conocer el tipo y el poder predictivo del clima emocional, el cual no es una experiencia subjetiva de la emoción a través de ciertos temas sino una forma en que las emociones particulares se hacen asequibles en una sociedad. En este sentido, se ha encontrado asociación positiva entre el clima emocional positivo con la confianza institucional (Páez & Asún, 1994; Zubieta et al, 2008), así como que un entorno de miedo se asocia con la conducta de evitación intergrupal, permitiendo la integración de exogrupos (Conejero et al, 2004). Asimismo, Basabe y Ros (2005) señalaron que la percepción de más emociones y estados de ánimo positivos que negativos en un contexto grupal se asocian con una identidad colectiva más sólida y satisfactoria, y se encontró que la identificación con un grupo autovalorado favorablemente evidencia correlatos de clima emocional positivo (De Rivera & Páez, 2007).

Por otra parte, un clima negativo se asocia con una cultura carcelaria de violencia y evitación, mientras que la participación en actividades que incluyen modelos prosociales y activismo por parte de los internos se asocia con un clima positivo (Ruiz, 2006).

Las deficiencias organizacionales tienen consecuencia en la identidad social y el clima emocional, apreciándose un ambiente generalizado de desconfianza que promueve la desarticulación social e instaura prácticas sociales y productivas de índole individualista que afectan diversos bienes sociales y públicos (La Barrera, Espinosa, Cueto & Ferrándiz, 2012). Por su parte, Ferrándiz (2011) señala que el clima socioemocional de confianza se asocia con la autoestima colectiva y, en menor medida, con la dimensión de baja eficacia del autoconcepto colectivo.

Asimismo, se han identificado correlaciones interesantes entre la satisfacción con la vida y el clima positivo, en específico con las emociones de esperanza y confianza en las instituciones, lo que se supone promovería la percepción de un entorno social más seguro y equitativo. Respecto del clima emocional negativo, las reacciones de enojo / agresividad y tristeza tienen una relación inversa en la satisfacción con la vida (Zubieta et al, 2008; Ordinola, 2012).

En México, desde el año 2008, el fenómeno de la violencia se posicionó como un tema prioritario tanto en la agenda pública como en la percepción de la ciudadanía, y aun cuando hubo un incremento en el presupuesto destinado a la seguridad pública, la incidencia delictiva aumento 83% en una década (2001–2011). De un diagnóstico realizado a escala nacional se identificaron 57 demarcaciones con altas tasas delictivas y condiciones que constituyen factores de riesgo para el surgimiento o la permanencia de distintos tipos de violencia, una de las zonas identificadas como de alto riesgo es el municipio de Ecatepec de Morelos, circunscrito al estado de México (Programa Nacional para la Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia e Instalación de la Comisión Intersecretarial, febrero de 2013). Otro elemento destacable es la brecha que existe entre la percepción y el sentimiento de inseguridad de los ciudadanos y las condiciones objetivas de los delitos y la violencia, la cual se ha estrechado en los últimos años (Centro Nacional de Prevención del Delito y Participación Ciudadana, 2010).

Ante este contexto, el papel de las emociones sociales es relevante en la creación, conservación y trasformación de los conflictos. La idea principal es identificar el clima emocional que perciben un grupo de habitantes del estado de México, pues se ha detectado que las emociones juegan un papel fundamental en contextos conflictivos. Por ejemplo, se ha observado que el miedo genera condiciones favorables para promover la violencia, ya que una sociedad temerosa tiende a pelear frente a condiciones amenazantes mínimas. Otra emoción identificada es el odio, pues este produce ideas que propician una clara distinción entre el endo–grupo y el exo–grupo, generando la deslegitimación del primero (Bart–Tal, Rosen & Nets–Zehngut, 2007).

Partimos del hecho de que los factores que influyen en el fenómeno de la violencia y la delincuencia son múltiples, y entre ellos podemos mencionar: el crecimiento desordenado, expansivo y disperso de las ciudades, esto provoca tensiones y conflictos en los diferentes sectores de la población; la concentración de población en condiciones de desigualdad (en ingreso y riqueza), la violencia familiar y de género; la vulnerabilidad, exclusión y criminalización de los jóvenes; la pérdida de valor e interés por la educación formal como mecanismo de ascenso social; la formación de modelos de comportamiento ligados con la cultura de la ilegalidad, la migración y la inmigración, entre otros. Por lo que el propósito de este estudio es conocer el clima emocional que prevalece en habitantes del estado de México —territorio en el que prevalece un ambiente de criminalidad y violencia— y cómo inciden en este variables sociodemográficas como el sexo, estado civil y nivel educativo, en el sentido de que las emociones de miembros de un grupo afectan a las relaciones intergrupales (Mackie & Smith, 2002). Estas emociones pueden ser apreciadas por hechos que afectan al grupo con el que la persona se integra, pues ella no tiene que vivir el acto violento personalmente, pero su identificación con personas que han tenido este tipo de experiencias directas es importante para la percepción del clima emocional, toda vez que se trata de sensaciones vinculadas con la pertenencia grupal.

MÉTODO

Sujetos, instrumentos y procedimiento

La muestra fue no probabilística y estuvo conformada por 552 personas habitantes del estado de México, como se dijo antes, una de las entidades federativas donde se presentan altos índices de violencia. Del total de participantes, 49.6% fueron mujeres y 50.4% hombres, con una media de edad de 23 años (DE= 4.80); 64% eran solteros y 32% casados.

Se diseñó un cuestionario autoadministrado integrado por la escala de clima emocional (Páez et al, 1997) compuesto por 10 ítems, con un continuo de respuesta de uno (nada) a cinco (mucho). Los ítems se agrupan en dos dimensiones subyacentes: clima positivo, el cual identifica la percepción de emociones positivas: alegría, esperanza y solidaridad, así como la de procesos sociales que refuerzan las emociones positivas, confianza en las instituciones y tranquilidad para hablar. Clima negativo, identifica la percepción de emociones negativas dominantes en el clima social o en la interacción cotidiana: tristeza, miedo y enojo. Además de detectar el clima emocional positivo y negativo, se puede obtener la balanza de clima, representada por la resta entre la media del positivo menos la media del negativo.

 

La aplicación del cuestionario se realizó de forma individual previo consentimiento informado donde se explicaba que la participación en este estudio era voluntaria y anónima, y para uso exclusivo de una investigación. Todos los análisis descritos se llevaron a cabo con el programa Statistical Package for the Social Sciences, versión 15.0 (SPSS Inc.).

Resultados

A fin de verificar la consistencia interna se calculó el coeficiente alfa de Cronbach. Este análisis indicó que la escala de CE contó con una consistencia interna de α = .64. Para la subescala de clima positivo fue de α = .76, mientras que para la de clima negativo fue de α = .77.

En la tabla 1.1 se muestra el análisis individual de los reactivos de la escala de clima emocional (Páez et al, 1997), la cual tuvo el total de respuestas. Todos los ítems muestran una distribución unimodal centrada en el valor tres y la totalidad presentan medias superiores a dos con sesgo positivo. Es de notar que las emociones negativas, miedo, enojo y tristeza, obtuvieron los valores más altos, por arriba de tres, aunque en general la desviación típica asegura una capacidad de discriminación dentro de los rangos aceptables. La balanza de clima socioemocional representada por la resta de la media del clima positivo, menos el clima negativo, arrojó un valor de –0.83. Lo que indica una tendencia a una percepción negativa del clima social emocional en los participantes de este estudio.

TABLA 1.1. MEDIAS Y DESVIACIONES ESTÁNDAR POR ÍTEM DE LA ESCALA DE CLIMA EMOCIONAL


MDE
Ambiente general2.47.82
Esperanza2.64.91
Solidaridad2.14.89
Confianza2.11.92
Miedo3.461.16
Enojo3.471.11
Tristeza3.031.02
Alegría2.75.87
Tranquilidad2.61.92
Clima positivo2.88.67
Clima negativo3.32.91
Balance de clima -0.83

Nota: M = media, DE = desviación estándar.

En la tabla 1.2 se muestran los resultados de las pruebas t de Student que se realizaron con el objetivo de identificar diferencias en cuanto a la percepción del clima emocional y distintas variables de control. Por cuanto hace al género, se obtuvo un valor de t (550) = 2.02, p ≤ .05, donde las mujeres perciben un clima emocional más negativo que los hombres (M = 3.40, DE = 0.91).

TABLA 1.2. COMPARACIONES EN LA PERCEPCIÓN DE CLIMA EMOCIONAL POR GÉNERO


FemeninoMasculino
MMt
(DE)(DE)
Clima positivo2.462.53
(0.59)(0.62)1.32
Clima negativo3.403.24
(0.91)(0.90)2.02*

Nota: M = media, DE = desviación estándar,* p ≤ .05.

El nivel educativo (tabla 1.3) también marcó diferencia t (550) = 2.07, p ≤ .05, observando que los participantes con nivel educativo superior (M = 3.42, DE = .88) perciben un clima negativo.

TABLA 1.3. COMPARACIONES EN LA PERCEPCIÓN DE CLIMA EMOCIONAL POR ESCOLARIDAD


BásicoSuperior
MMt
(DE)(DE)
Clima positivo2.502.49
(0.62)(0.58)0.28
Clima negativo3.263.42
(0.92)(0.88)2.07*

Nota: M = media, DE = desviación estándar*.

El estado civil también presentó diferencia t (550) = 2.25, p ≤ .05, pues los casados (tabla 1.4) perciben un mejor clima que los solteros (M = 2.59, DE = .59).

TABLA 1.4. COMPARACIONES EN LA PERCEPCIÓN DE CLIMA EMOCIONAL POR ESTADO CIVIL


SolteroCasado
MMt
(DS)(DS)
Clima positivo2.472.59
(0.60)(0.59)2.25*
Clima negativo3.303.36
(0.95)(0.85)0.75

Nota: M = media, DE = desviación estándar*.

DISCUSIÓN

Los análisis estadísticos realizados a la escala de clima emocional de Páez et al. (1997) señalan que el instrumento cuenta con validez y confiabilidad adecuadas en esta muestra de habitantes del estado de México. Los valores de alfa fueron altos para las dos subescalas de clima emocional y aceptable para la escala total.

De los primeros datos obtenidos, se aprecia una tendencia a percibir la balanza de clima socioemocional con un valor negativo y las emociones que predominan son el miedo, el odio y la tristeza.

El miedo se encuentra dentro de la categoría de las emociones básicas, el cual es generado por pensamientos sobre cosas buenas o malas (Elster, 2002). Es una reacción de sobresalto cuando se evalúa una situación como peligrosa y se desea evitar un posible daño. Es de tipo actitudinal al utilizar el término para explicar acciones intencionales o que alguien tiene ciertos deseos o creencias. Su función principal es evitar situaciones peligrosas, tanto desde el punto de vista físico como psicológico (Izard, 1993).

Por otra parte, odio, coraje, enfado o enojo muy violento tienen la función de movilizar la energía necesaria para la acción motora (Izard, 1993). Estos son una emoción fáctica negativa donde existe frustración de deseos, lo que supone la condición de un conocimiento, como plantea Gordon (1987).

La tristeza está caracterizada por un tono sentimental desagradable. El letargo cognitivo y motor característico de esta puede facilitar la búsqueda de sus causas; su expresión puede preparar, a través de la empatía, el apoyo de otros congéneres (Izard, 1993). Dicha emoción está anclada a definiciones culturales que establecen lo bueno y malo, lo correcto o incorrecto, lo digno o indigno; así, su justificación y aprobación como legítima depende de los marcos culturales (Rodríguez, 2008).

Hay que señalar que no existe evidencia empírica sobre el clima emocional y su relación con variables de tipo sociodemográfico como la edad, el sexo y el estado civil. Los resultados obtenidos son inquietantes y sugerentes, en el sentido de que muestran que tanto el hecho de ser mujer como tener un mayor número de años de educación lleva a una percepción más negativa del clima emocional, lo que evidencia que este no solo está influenciado por condiciones inherentes al ser humano como el género sino por situaciones transitorias como el nivel educativo y el estado civil, pero que se relacionan y posibilitan el acceso a ciertas categorías de emoción subjetiva (Fernández–Dols et al, 2007), así como a las reglas de expresión emocional que se aprenden de cada cultura. Se revela entonces la participación de la cultura en la manera como se experimentan las emociones, pues esta brinda las valoraciones positivas o negativas con que son evaluados los sucesos y los comportamientos, los cuales pueden ser vistos como apropiados o no en función de las normas sociales bajo las cuales se rigen las personas, en el entendido de que los sistemas simbólicos utilizados por los individuos al construir el significado son sistemas ya existentes, profundamente arraigados en el lenguaje y la cultura.

Asimismo, los datos revelan la importancia de la adaptación comunicativa y motivacional de hombres y mujeres para la identificación de ciertas emociones, incluso para la percepción del clima emocional social, donde la edad, los antecedentes culturales y las dinámicas socializadoras llevan a procesos diferenciales.

Lo anterior se entiende mejor si consideramos que los roles de género son prescritos culturalmente; así, el papel de ama de casa versus proveedor conduce a motivos sociales distintos, como las necesidades de intimidad, poder y estatus, lo cual explica el hecho de que el estado civil, en particular estar casado, derive en una percepción positiva del clima emocional, variable que podría quedar insertada en las necesidades socioemocionales como el apego y apoyo social que normalmente se satisfacen en los grupos primarios, como la familia, que son protagonistas y algunas veces determinantes (Blanco & Díaz, 2006).

Esta primera aproximación al por qué el género, la edad y el estado civil marcan diferencia en la percepción del clima emocional, lleva a considerar que en un contexto de violencia e inseguridad las personas evalúan las condiciones del medio y el grado en que estas afectan su bienestar. Dicho proceso implica recuperar los recursos adaptativos para superar las amenazas, los daños u obstáculos identificados, lo que conlleva a la elaboración de estrategias de afrontamiento ante situaciones de violencia.

Finalmente, el conjunto de emociones predominantes en el contexto donde se procesó la información marca un momento en la historia de los entrevistados, o incluso podemos considerarlo como un elemento que define el entorno sociohistórico de los habitantes del estado de México.

Para concluir, y con la reserva y modestia que requiere cualquier interpretación de datos, los obtenidos en este estudio remiten a señalar que la percepción del clima emocional no se enfoca hacia los sentimientos individuales de miedo, enojo y tristeza que se relacionan con una identidad colectiva sino sobre las emociones dominantes en el clima de una sociedad, al menos como se perciben con quienes se convive y / o comparten espacios y experiencias de vida. Pues ciertamente, desde el ámbito personal se puede sentir miedo ante el clima de violencia que se vive directa o indirectamente, pero al mismo tiempo se puede percibir miedo en la atmósfera, o sentir enojo ante una institución por su inacción o ineficiencia ante tal escenario. Este campo afectivo percibido es el que analiza el enfoque del clima emocional al sostener que las emociones tienen funciones interpersonales y sociales y, por consiguiente, se conocen los efectos que determinada(s) emoción(es) dominante(s) puede(n) tener en la conducta colectiva, aunque no sea la emoción que las personas experimenten en lo particular (Techio et al, 2007).

REFERENCIAS

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