El pequeño doctor

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Alfred Vogel observando una flor de hipérico

Prólogo

Aunque Alfred Vogel haya fallecido, su obra continúa viva en sus libros, como en esta nueva versión levemente revisada de su conocido best seller El pequeño doctor. Su carisma y su personalidad irradian todavía en los tiempos actuales y nos transmiten el mensaje de que este valioso manual, superado el año 2000, puede ser de utilidad a sanos y enfermos.

¿Dónde reside la intemporalidad y la fascinación de su mensaje? Alfred Vogel se dio cuenta muy pronto de que la naturaleza, con todas sus plantas, dispone de todos los recursos para la protección de la salud y para el tratamiento de enfermedades. Cabe ahora preguntarnos si la experiencia adquirida durante decenios por Alfred Vogel en su consulta y el conocimiento de numerosos procedimientos terapéuticos aprendidos en países extranjeros son todavía, hoy en día, interesantes para las nuevas generaciones y para las ciencias naturales modernas. Solo podemos responder con un rotundo sí. Desde hace tiempo se sabe que no se pueden tratar todas las enfermedades a base de píldoras. Al leer atentamente El pequeño doctor nos daremos cuenta de que Alfred Vogel no quiso convertirlo en una especie de vía libre al autotratamiento, sino que en él pondera y sopesa escrupulosamente cuándo está justificado y cuándo es preciso un tratamiento médico. A menudo es suficiente, especialmente cuando no se trata de enfermedades graves, iniciar el autotratamiento con unas tisanas o con unos preparados de plantas medicinales de la farmacia, como por ejemplo, en trastornos funcionales gastrointestinales, de hígado y vesícula biliar, padecimientos articulares, propensión a padecer infecciones, estrés o en enfermedades simples de la piel. Incluso, cuando ante una enfermedad grave se hace imprescindible la toma de un fármaco, el empleo de un remedio natural puede apoyar el tratamiento, favoreciendo la actuación de las defensas naturales y del poder de autocuración.

¿Y cuál es la posición, en la actualidad, de médicos e investigadores de medicamentos sobre este manual de consulta de Alfred Vogel? Lo más probable es que solo unos pocos conozcan este libro, lo que no es de extrañar, ya que solo los interesados en la medicina naturista conceden una gran importancia a las experiencias acumuladas durante siglos. Los demás han olvidado que buena parte de nuestros medicamentos más potentes, como la digitoxina, la reserpina o la vincristina (usada en el tratamiento del cáncer) proceden de antiguos conocimientos empíricos de la medicina popular y que, todavía hoy, se consideran como unos de los medicamentos más efectivos. Admitimos que nuestros antibióticos y betabloqueantes poco tienen que ver con los conocimientos empíricos de la medicina natural, pero ¿qué sucede con los remedios preventivos de los que tanto se vuelve a hablar y alabar para la protección de la salud y a los que Alfred Vogel ha dedicado tanto espacio en su libro? Estudios de laboratorio propios nos muestran, una y otra vez, que el análisis de plantas usadas en nuestra medicina popular con modernos métodos fitoquímicos, no solo confirma ampliamente los conocimientos empíricos que se tenían de ellas, sino que a menudo pueden servir de punto de partida para el desarrollo de nuevos y potentes medicamentos. Aquello que en tiempos pasados la intuición visionaria de Alfred Vogel recogió y anotó puede ser una auténtica mina y puede servir, aun hoy, como un interesante estímulo para muchos investigadores de plantas medicinales. No deja de sorprender la gran cantidad de recetas que Alfred Vogel llegó a recoger y compilar, y que no se encuentran en ningún otro libro o hace tiempo cayeron en el olvido.

Teniendo en cuenta esto, ya nadie debiera reírse de las que parecerían a veces observaciones de meras fantasías de este naturópata. Solo nos cabe la admiración y sacarnos el sombrero ante un hombre que dedicó su vida y su obra a la medicina natural y que, con un entusiasmo y una capacidad de comunicación ejemplar, nos ha transmitido conocimientos y experiencias beneficiosas para nuestra salud que, iniciado ya el siglo XXI, aún nos son de incalculable valor.

Prof. Dr. h.c. mult. Hildebert Wagner

Instituto de Biología Farmacéutica

Universidad Ludwig-Maximilians de Múnich

Alfred Vogel (1902-1996)


1902 Nace y crece en Aesch, junto a Basilea.
1920-1932 Dirige una herboristería en Basilea.
1929 Primera publicación de la revista mensual de A.Vogel titulada «Das neue Leben» (La nueva vida), que en 1944 se convierte en «Gesundheits-Nachrichten» (Noticias de Salud).
1937-1956 Naturópata en Teufen. Investigación, desarrollo y fabricación de los primeros remedios naturales, elaborados a partir de plantas frescas recién recolectadas.
1950 Inicia su actividad investigadora por todo el mundo.
1952 Primera publicación de su manual de referencia conocido por todo el mundo y traducido a doce idiomas: El pequeño doctor. Edición anterior: más de dos millones de ejemplares.
1958-1959 Extensos viajes de investigación por el continente americano.
1963 Fundación de Bioforce AG (hoy en día A.Vogel AG), una empresa líder internacional en el sector de la fitoterapia.
1969 Estudio de pueblos indígenas africanos.
1979 Viajes de investigación por Australia, Nueva Zelanda y Tasmania.
1982 Concesión de la medalla Priessnitz por parte de la Asociación Alemana de Naturopatía.
1984 Miembro honorario de la Sociedad Suiza de Médicos de Medicina Empírica.
1996 Fallece pacíficamente a los 94 años en Feusisberg.

Biografía de Alfred Vogel

Alfred Vogel nació en el año 1902 en Aesch, población próxima a Basilea. Desde niño estuvo familiarizado con el uso de las plantas medicinales, ya que sus padres y sus abuelos conocían el poder terapéutico de muchas plantas y se ocuparon de transmitir dichos conocimientos al joven Alfred. Con el paso del tiempo, fue profundizando más y más en lo que había vivido y experimentado de pequeño, llegando a reunir y a ampliar de forma notable el legado de conocimientos empíricos de la medicina popular europea, y abrió nuevos caminos en este campo. Sus grandes deseos de ampliar sus conocimientos le llevaron a visitar numerosos países por todo el mundo, sintiéndose muy unido a los pueblos indígenas. Se interesó enormemente en saber cómo empleaban estos los recursos naturales y en estudiar las relaciones existentes entre alimentación, forma de vida, constitución y enfermedad. Sus experiencias en África, Asia y el continente americano, con los pueblos de las selvas y las estepas, enseñaron a nuestro incansable viajero que el buen uso y apoyo de las fuerzas de la naturaleza puede conseguir mejores resultados que el presunto arte (terapéutico) elaborado por los seres humanos. Alfred Vogel fue familiarizándose con los métodos curativos de diversos pueblos indígenas, descubriendo así un buen número de nuevas plantas medicinales.


Alfred Vogel en una de sus numerosas conferencias


Cosecha en los campos de plantas medicinales en Roggwil (Suiza)

Su actividad al servicio de sanos y enfermos tuvo su comienzo en Teufen, en la región suiza de Appenzell. Allí dirigió un establecimiento terapéutico de medicina natural, se dedicó a la recolección y al estudio de plantas medicinales de aquella zona prealpina, y produjo los primeros extractos de plantas frescas recién recolectadas. Descubrió que dichos extractos ejercían un efecto más intenso y amplio que las tinturas obtenidas a partir de plantas secas. Fiel a su máxima «el amor es la fuerza más potente del universo», se dedicó también a divulgar sus conocimientos, mediante charlas y conferencias, por todos los continentes. Animado siempre por el amor a Dios y la fuerza sanadora de la naturaleza, mantuvo contacto con diversas casas reales, políticos y líderes económicos. Pero, ante todo, dirigió su mensaje al «hombre sencillo», cuyo lenguaje – el lenguaje del corazón – siempre también era el suyo. Entre estos oyentes encontró la mayoría de sus fervientes admiradores. El mayor desafío para muchos organizadores de sus conferencias era poder encontrar una sala lo suficientemente grande para poder albergar al gran número de asistentes que solía acudir.

 

Para dar a conocer mejor sus vivencias y experiencias como naturópata, investigador en dietética, plantas medicinales y descubridor de remedios naturales de pueblos indígenas, nuestro incansable personaje comenzó a publicar, desde 1929, una revista mensual titulada Gesundheits-Nachrichten («Noticias de Salud»). A pesar de que no siempre fue tomado en serio, al ser autodidacta, por los seguidores de la ciencia establecida, en 1982 fue premiado con la medalla Priessnitz (máximo galardón en el ámbito de la medicina natural) por la Asociación Alemana de Naturopatía en su congreso anual, reconocimiento que se vio coronado en 1984 al ser nombrado miembro honorario de la Sociedad Suiza de Médicos de Medicina Empírica.

A los 23 años escribió su primer librito «Kleiner Wegweiser für die Lebensreform» (Pequeña guía para la reforma de la vida). En 1935 apareció su libro «Die Nahrung als Heilfaktor» (El poder terapéutico de la alimentación) que, como su nombre indica, se ocupaba de la influencia de la alimentación sobre la salud. En 1952 apareció su best seller El pequeño doctor, que dio a conocer a Alfred Vogel a un público internacional, libro que se ha convertido en una obra de referencia también para algunos médicos y científicos. ¡Convénzase usted mismo!

Prólogo y mirada retrospectiva sobre una vida laboriosa de Alfred Vogel

En octubre del año 1992, cuando escribo estas líneas, mi corazón ha estado latiendo durante 90 años sin interrupción, día y noche, tanto en días tranquilos como en días agitados. Desde una perspectiva física y anímica, agradezco enormemente a este incansable corazón que ha participado activamente en todo cuanto pude construir, desarrollar y producir. Hoy, al mirar atrás, tengo la sensación de que todos estos años y decenios han pasado volando.

Ya de niño me impresionaba y entusiasmaba la naturaleza con toda su diversidad de plantas y animales. Mi ansia de saber me conducía por montes, bosques y campos. Mi padre, basándose en la sabiduría de mi abuela, me mostró el camino a muchos hermosos secretos del mundo multicolor de la creación. Hormigas, escarabajos, ranas, lagartijas y salamandras eran para mí un mundo enigmático hasta que empecé a conocer más de cerca sus formas de vida. Desde muy temprana edad tuve conciencia de que las plantas poseían propiedades curativas. Si, corriendo descalzo, me hería con un trozo de cristal o con un clavo oxidado, la aplicación de sanícula del bosque y de la malva de detrás del cobertizo de madera, debidamente machacadas, reparaban adecuadamente el daño producido. No podía imaginar ni soñar, por aquel entonces, que mis experiencias juveniles con las plantas medicinales me serían de utilidad en años posteriores y que, incluso, iban a influir de forma decisiva en mi futura vida profesional.

En mis numerosos viajes por todos los continentes he vuelto a encontrar a mis amigas, las plantas, que a menudo me han dado más satisfacciones que el encuentro con personas con las que uno nunca está seguro de si tendrá buenas o malas experiencias. Las plantas fueron siempre mis fieles acompañantes y, todavía hoy, son mis mejores amigas, pues nunca me han defraudado ni me han dejado en la estacada, incluso en situaciones de peligro de muerte. Más de una vez, especialmente en países tropicales, las plantas me han salvado la vida. En aquellos momentos me sentía muy contento de conocer sus propiedades terapéuticas. Por ello, me he esforzado en poner por escrito todos estos conocimientos y experiencias en mi revista mensual «Noticias de Salud» y, sobre todo, en mis libros.

Hace más de cincuenta años que publicamos nuestra propia revista. Al principio se titulaba «Das neue Leben» (La nueva vida), pero posteriormente le cambiamos el nombre por el de «Noticias de Salud». Traducida al alemán, neerlandés, finlandés, sueco, danés y durante cierto tiempo al noruego e inglés cuenta con miles de seguidores y agradecidos lectores.

Durante decenios he estado escribiéndola, junto con mi primera esposa Sophie, mientras que mi hija se ocupaba de las imágenes e ilustraciones. No pocas veces escribimos los artículos durante los viajes a lejanos países, en el desierto, en una playa, en una bahía solitaria o en una isla en una cabaña de indígenas. Hoy, en cambio, cuento con el apoyo de una experimentada redacción que elabora la revista, según mis indicaciones y mi línea de pensamiento.

En dichos viajes recibíamos muchos estímulos y sugerencias procedentes principalmente de personas con otros usos y costumbres. En beneficio de nuestros lectores, nuestra máxima, desde siempre, ha sido de transmitir observaciones y experiencias que sean de utilidad en la vida diaria.

Para nosotros era importante describir aquellas observaciones y experiencias, y que pudieran servir de provecho a nuestros lectores en la vida cotidiana. El libro El pequeño doctor ha servido de ayuda, durante más de cuarenta años, a más de dos millones de familias, desde su aparición en 1952. Ha sido traducido a doce idiomas.

Por su parte, el libro «Die Leber als Regulator der Gesundheit» (El hígado regula la salud) ha aparecido en inglés, francés, neerlandés, sueco, danés e italiano. Ha mostrado a miles de personas qué se puede hacer en el ámbito preventivo y muestra el camino a seguir para evitar enfermar de cáncer. Debido a que la mortalidad por cáncer va en aumento, he decidido exponer mi experiencia práctica sobre este tema en el libro «KREBS – Schicksal oder Zivilisationskrankheit» (CÁNCER – ¿cuestión del destino o enfermedad de la civilización?; agotado).

Con el libro «Gesundheitsführer durch südliche Länder, Subtropen, Tropen und Wüstengebiete» (Guía de salud en países meridionales, subtropicales, tropicales y desérticos; agotado), he conseguido advertir y proteger a los lectores viajeros de los posibles peligros existentes en las zonas tropicales; trabajo nada fácil y esfuerzo que no ha sido en vano, en vista de los muchos escritos de agradecimiento procedentes de países tropicales. Sé lo hermoso, pero a la vez peligroso, que puede resultar viajar a estas zonas o residir allí durante un tiempo. Guiado por un sentido de responsabilidad hacia mis semejantes decidí escribir este libro y, por las informaciones recibidas, muchas personas han podido y podrán protegerse de padecer un sinnúmero de enfermedades o de cosas peores.

Podemos considerar el libro «Die Natur als biologischer Wegweiser» (La naturaleza como guía biológica) como El pequeño doctor II, ya que contiene nuevos datos, conocimientos y experiencias en el campo de la medicina natural y sobre temas de cultivo biológico.

En honor a la verdad, quisiera destacar que deberíamos mostrar agradecimiento al Creador por todas esas maravillosas fuerzas curativas existentes y a aquellos que han recibido de Él el amor por las plantas, así como la fuerza y la perseverancia necesarias para dedicarse a investigar sus poderes curativos para el bien de nuestros semejantes. Toda persona que haya experimentado con plantas medicinales o con productos derivados de ellas debiera agradecer al Creador este precioso don que, debidamente empleado, puede llegar a hacer milagros.

Los pueblos indígenas que viven en contacto íntimo con la naturaleza, sin disponer de recursos técnicos de ningún tipo, han sabido aprovechar sus ancestrales conocimientos sobre el uso de plantas recién recolectadas y obtener de ellas muchos remedios efectivos. Baste pensar, por ejemplo, en el curare que han estado produciendo hábilmente, sobre todo, los indios iquitos y que todavía hoy constituye un excelente anestésico.

Gracias a las observaciones de personas muy unidas a la naturaleza he podido obtener interesantes sugerencias y magníficas ideas. La creciente demanda de remedios naturales y la actual tendencia y el renovado interés de muchas personas hacia una vida más en contacto con la naturaleza me han hecho gastar tanta energía y dedicación que, frecuentemente, ha repercutido negativamente en mi vida familiar.

«A mayores bienes, mayores preocupaciones», dijo con razón un sabio de la antigüedad, pero el interés de la gente de los países que visitamos siempre fue tan enorme que no podíamos responder con un «no». Mi querida esposa solía decirme: «Deja esto o aquello, que no podrás abarcarlo todo y nos vamos a dispersar demasiado». Sin embargo, el deseo de ayudar a los demás con todo el talento y las facultades de las que uno pueda disponer a veces no nos deja darnos cuenta de la creciente presión a la que nos sometemos.

Si pudiera volver atrás en el tiempo, quizá hubiera puesto más atención en cuidar mejor las reservas de mi masa genética, pero es difícil decir que no cuando otros nos necesitan y sabemos por experiencia como evitar el sufrimiento de los demás.

Desde aquí pido disculpas a los amigos y conocidos de los países que he visitado, y que no se sientan defraudados si no he podido contestar personalmente a las innumerables cartas y preguntas que me llegan.

El amor a la naturaleza, plantas, animales, personas y, sobre todo, el amor y respeto que siento por el Creador me han conducido, desde siempre, a aceptar más responsabilidades de las que podía asumir. El secreto de mi, a menudo, infatigable energía ha sido únicamente el amor, al que considero el mayor impulso o fuerza existente en el universo.

Lo he puesto siempre de relieve en las numerosas conferencias que he dado por todo el mundo y creo que es precisamente ahí donde radica el secreto de mis éxitos. Con 81 años a mis espaldas he sido capaz de realizar una gira de conferencias a lo largo de la costa este de los Estados Unidos, desde Boston hasta Miami, y en una semana he dado, por radio y televisión, veintiséis conferencias en inglés.

Cuando vi el programa que mis amigos americanos me habían organizado, la verdad es que me asusté. Al principio no creí que pudiera mantener tanta actividad, pero los primeros éxitos me dieron fuerza para ello, pues he comprobado con satisfacción que ¡también en los Estados Unidos se ha producido un cambio de actitud respecto al respeto por la naturaleza! Este hecho y el encuentro con personas magníficas, especialmente con médicos que me mostraron su agradecimiento por haberles transmitido mis experiencias positivas en el ámbito de la alimentación y la fitoterapia, me proporcionaron la energía necesaria para perseverar en el empeño.

Todos estos éxitos en el ámbito profesional, comercial y literario a través de mis escritos nunca los hubiera podido obtener sin la colaboración activa por parte de mi esposa. Siempre me ha acompañado fielmente en lo bueno y en lo malo de la vida. Su poético y creativo talento ha dado a todas mis publicaciones un adecuado toque final.

Diariamente ruego a Dios que me otorgue la energía y el talento para poder seguir sirviendo con amor a mis amigos y a todos cuantos sufren.

La demanda del libro El pequeño doctor sigue manteniéndose elevada, de modo que ya tenemos prevista una nueva edición alemana. Ello es prueba del creciente reconocimiento, interés y confianza que se otorga cada vez más a la medicina natural. Más de dos millones de familias en todo el mundo han dedicado un lugar en sus hogares a los útiles consejos de El pequeño doctor. En los últimos años, no solo ha habido nuevas ediciones, sino que ha aumentado también el volumen del texto. Se ofrecen ahora a los lectores nuevas experiencias y conocimientos científicos que sirvan de ayuda tanto en los días de salud como en los de enfermedad.

Esperamos que esta nueva edición sea acogida por muchos miles de familias y que pueda servirles de leal consejero en los temas de salud de la vida diaria.

Por su parte, El pequeño doctor no quisiera dejar de agradecer a todos cuantos han contribuido a su difusión, valorándolo positivamente y recomendándolo, agradecimiento al que nos unimos cordialmente.

Feusisberg, verano de 1991


Alfred Vogel y familia