Experiencias y aproximaciones en el territorio

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El costo promedio de una hectárea de tierra en Vilcabamba en 15 años aumentó de $1000 por hectárea a $6700. En algunos casos, $80 000 han sido pagados por una hectárea, y hay casos en los cuales se requieren $35 000 por poco más de 700 m2, algo inalcanzable para un agricultor local que disfruta de un salario promedio de $467 por mes (Reyes-Bueno y Tubío-Sánchez, s. f.).

El crecimiento de los precios de las tierras rurales no es uniforme entre los elementos del juego, como la proximidad o la distancia del centro urbano, la presencia de servicios como la energía y el agua, o la vialidad. El mercado de tierras rurales ha cambiado de carácter: los propietarios prefieren vender a extranjeros en lugar de compradores locales, porque obtienen más dinero.

Los agricultores tienden a invertir los ingresos de la venta de parcelas rurales de varias maneras. La primera es en la compra de apartamentos y unidades de construcción en el centro de Loja para alquilarlos como residencias o espacios comerciales. La segunda forma es en la construcción de segundas residencias en Vilcabamba para alquilarlas a extranjeros. La última forma es utilizar los fondos obtenidos de la venta de suelos rurales para apoyar financieramente la inserción de los miembros de su familia que han emigrado a Europa o Estados Unidos en busca de trabajo. En este sentido, un elemento interesante es que a menudo el dinero obtenido en el exterior se reinvierte en Vilcabamba en la construcción de edificios para alquilar a turistas o para albergar actividades de preparación y venta de comida o comerciales. En este sistema de intercambios y relaciones entre la especulación a corto plazo, la emigración y el declive rural, se crean vínculos entre el turismo residencial y el fenómeno de la emigración.

Espacios anidados

En Vilcabamba, la comunidad de expatriados, formada por jubilados inactivos, hippies y jubilados activos, manifiesta decisiones de asentamiento muy específicas, casi siempre vinculadas a la construcción de espacios de vida introvertidos y aislados, lo que ha desencadenado procesos a través de los cuales el territorio rural y algunas porciones urbanas se redefinieron como una particular composición de paisajes turísticos y dispositivos para la interacción entre turistas residenciales y habitantes locales.29

Estos paisajes corresponden a sistemas o archipiélagos de espacios anidados, interiores ocultos e introvertidos, correspondientes a paisajes que se pueden llamar paisajes de remesas y paisajes contraculturales, respectivamente. Estas situaciones, expresiones de un proyecto implícito de un “urbanismo de interiores”, están inmersas en paisajes viscosos, coloidales, donde cohabitan una pluralidad de sujetos, narraciones y ecologías.30


Figura 1. Espacios anidados.

Fuente: María de los Ángeles Cuenca Rosillo y Holger Patricio Cuadrado Torres, 2018.

Paisajes de remesas

La remesa es una transacción económica que conecta a dos personas (el emisor y el receptor) y dos lugares (origen y destino del dinero). En el caso de los pensionistas norteamericanos, el remitente es el Estado; en el caso de los emigrantes ecuatorianos, los remitentes son hijos e hijas, esposos y esposas que han decidido mudarse al extranjero. Los destinatarios a menudo son madres y padres ancianos, hijos o esposas. En estos intercambios, la “casa” se convierte a la vez en el principal punto de referencia para los migrantes y un destino prioritario para sus inversiones.31

En Vilcabamba, las relaciones y los intercambios entre la sociedad local y los jubilados inactivos producen paisajes de remesas, los cuales se generan de acuerdo con dos lógicas y espacialidades diferentes, funcionalmente relacionadas entre ellas. La primera corresponde a los lugares de turismo de élite, urbanizaciones cerradas y protegidas ubicadas en las zonas rurales, diseñadas para acoger a los estadounidenses, en su mayoría jubilados inactivos, y compradas con las remesas de sus pensiones. Se trata de asentamientos de baja densidad, como la Hacienda de San Joaquín, una comunidad privada de 270 ha, propiedad de extranjeros, donde hay 94 lotes —con extensión de entre 0,7 y 2 ha—, jardines privados y rutas a caballo.32 Las casas, dispuestas principalmente a lo largo de las rutas rurales escénicas, se caracterizan por lenguajes arquitectónicos neorurales o falso-bucólicos, marcados por la presencia de grandes espacios verdes, establos, piscinas, jardines, huertos y cafeterías.33 Del mismo modo, el Club Hacienda El Atillo, una de las haciendas más ricas antes de la reforma rural, que consta de 37 lotes, con una extensión similar a la de San Joaquín —un total de 50 222 m2—, construido por la familia Vivanco


Figura 2. Paisajes de remesas.

Fuente: María de los Ángeles Cuenca Rosillo y Holger Patricio Cuadrado Torres, 2018

Riofrío, expropietaria del terreno, es hoy una gran comunidad cerrada. El Atillo, así como las hosterías Izhcayluma y Madre Tierra, también tiene ecoalbergues. Este tipo de asentamiento corresponde a un sistema introvertido de interiores, al mismo tiempo opuesto, pero protegido por el tejido de los espacios rurales circundantes.

Los jubilados inactivos tienden a establecer relaciones cercanas dentro de su comunidad y casi exclusivamente funcionales con el mundo exterior.34 La necesidad de encerrarse en tales dispersiones “gruesas”, claramente identificables y compuestas por edilicios más consistentes que los edificios rurales de los alrededores, surge de la necesidad de permanecer entre similares, tanto desde el punto de vista cultural como lingüístico.

Este fenómeno inmobiliario se entrelaza con el de la construcción de asentamientos cerrados para turistas locales, provenientes principalmente de la cercana Loja. Estos asentamientos consisten en secuencias de lotes más pequeños en comparación a los de los extranjeros. La mayoría de las veces, las élites locales optan por invertir fuera de Vilcabamba, especialmente en los alrededores del pueblo cercano de Malacatos, creando así filamentos urbanos que unen los dos centros.35

Malacatos se puede ver como el doble de Vilcabamba, un lugar donde ocurren los mismos procesos pero prácticamente sin extranjeros. Una transformación que no produce imágenes. Malacatos es básicamente un barrio residencial de fin de semana localizado en “tierra caliente”.36 En esta duplicación es posible captar la persistencia de los modos de producción espacial propia de la tradición colonial, es decir, la tendencia a concebir espacios urbanos duales, lugares para colonos y nativos, los cuales siempre han caracterizado los procesos urbanos latinoamericanos (Di Campli, 2016).

El segundo paisaje de remesas es el resultado de procesos de construcción y transformación espacial provocados por los flujos económicos de los pobladores que emigraron al exterior. Estas transformaciones, que corresponden a la construcción de segundas residencias y restaurantes, son evidentes tanto en los suburbios de Vilcabamba como en algunos filamentos urbanos a lo largo de los caminos de acceso a la ciudad. Este segundo paisaje de remesas se caracteriza por la presencia de edificios, a veces incompletos y al mismo tiempo introvertidos y vistosos. El uso de colores brillantes, elementos decorativos y soluciones arquitectónicas en deliberado contraste con los lenguajes tradicionales produce una fragmentación espacial y de imágenes.


Figura 3. Paisajes de remesas. Casa de migrantes.

Fuente: Antonio di Campli, 2018.

Alrededor de Vilcabamba y, más en general, en el sur de Ecuador, el material de construcción más común era la tierra cruda o adobe, una mezcla de tierra, pasto y algunas veces estiércol de caballo. La vulnerabilidad de la construcción de adobe a los elementos, en particular el agua, el viento y las plagas, requería de un mantenimiento constante que implicaba la participación de la comunidad.37 En las áreas urbanas, la tipología más común es la casa adosada, construida con la técnica de adobe, de acuerdo con lógicas incrementales y casi siempre equipada con un pórtico de madera externo. Hasta la década de los noventa, el ingreso disponible limitado definía el alcance y la calidad de la construcción. A partir de la década de los 2000, pequeños flujos de capital desencadenaron una remodelación inicial en pequeña escala, como el simple reemplazo de marcos de ventanas antiguas. Posteriormente, se iniciaron iniciativas más ambiciosas, como la demolición de casas antiguas y la construcción de nuevos edificios. En ambos casos, los migrantes prefirieron construir en lugar de invertir en el patrimonio edilicio existente. Los materiales tradicionales, tierra, ladrillo y madera, se abandonan a favor de materiales industriales más permanentes: ladrillos de hormigón, acero, aluminio, cemento, plásticos y vidrio. Así mismo, se han aplicado nuevos motivos decorativos inusuales, con el objetivo de crear casas vistosas.38 El enfoque se ha desplazado de los dispositivos de mediación interno-externo y de la configuración de los espacios compartidos internos tradicionales a la realización de más espacios individuales dentro de la casa, ya que la cohabitación tradicional entre varias generaciones de la misma familia se ha disuelto.39 La construcción de estos edificios conlleva nuevas reglas y costumbres sociales. Mediante la adopción de nuevos idiomas y caracteres espaciales, las familias migrantes tienden a aislarse detrás de patios y vallas, creando, indirectamente, animosidad en la comunidad.40

 

Los principales actores del paisaje de remesas son turistas e inversionistas extranjeros con alto poder adquisitivo y migrantes locales. Los procesos dominantes son los de fractura, estetización y gentrificación rural, producidos a través de la creación de segundas residencias de lujo, hoteles de lujo y casas de migrantes locales.

En Vilcabamba, los jubilados inmigrantes o agricultores que emigraron al exterior, y que financian procesos inmobiliarios en sus territorios de origen, representan sus experiencias migratorias con símbolos poderosos, por lo que llevan a cabo proyectos precisos y construyen un campo de relaciones culturales e infraestructuras culturales binacionales, que reformulan las fronteras sociales y espaciales de los lugares.

Los imaginarios son fundamentales para definir el espacio de las remesas: son las razones por las cuales las personas se van y son lo que permite a las personas mantener una vida marcada por una distancia psicológica y geográfica. En el caso de los migrantes rurales, las aspiraciones están orientadas hacia la ciudad natal, el lugar donde el progreso económico y social puede manifestarse. En el pueblo los migrantes encuentran una audiencia, donde la comunidad a la que asisten los reconoce como miembros plenos de la sociedad, independientemente de la adquisición de una nueva ciudadanía en Europa o Estados Unidos.41 El resultado de estos procesos es el desencadenamiento de una duplicación del yo en identidades paralelas en dos lugares y en dos idiomas. Así, se manifiesta un “pensamiento a través de la movilidad” que pone en tela de juicio una condición de vida permanente, la cual nunca ha necesitado ser nombrada. El emigrante, “el viajero”, genera un doble: “el quedado”, el que permanece.42

La ambivalencia es una característica distintiva del espacio de las remesas, el resultado de una inversión en un lugar distante y durante un periodo prolongado, a pesar de que una persona tiene la capacidad de vivir en un lugar a la vez. La ambivalencia toma la forma de inquietantes preguntas que los inmigrantes continuamente plantean: ¿quiero regresar a mi casa? ¿Cuándo? ¿Con cuánto dinero? ¿Puedo volver? ¿A qué regresaré? ¿Me gusta en lo que me he convertido? ¿Me gusta en lo que se convirtió mi pueblo en este tiempo? ¿Valió la pena?

En el caso de los agricultores que han emigrado de Vilcabamba al exterior, las casas de remesas son emblemáticas, de un nuevo estatus económico y social; sin embargo, el alto valor simbólico asociado con las casas a menudo corresponde a un bajo valor de uso, ya que los migrantes que viven en el exterior no son realmente capaces de ocuparlas. Del mismo modo, los lenguajes arquitectónicos adoptados en sus edificios aluden a estilos de vida que siguen siendo inalcanzables para muchos de los habitantes del pueblo. En este sentido, la casa de remesa puede ser investigada desde un punto de vista arquitectónico y alegórico: al mismo tiempo, es un prototipo arquitectónico y una cristalización de las paradojas y desigualdades que marcan a las sociedades locales, ya que la mejora del hogar puede acompañarse de su abandono, y la inversión en la comunidad puede marcar nuevas divisiones sociales y espaciales dentro de esta.43

Remitir es tanto una acción como un aplazamiento. Es una particular práctica de intercambio económico y transformación espacial, necesariamente asociada a mantener una distancia. Dependiendo de la situación de los migrantes individuales, el aplazamiento también puede implicar la asunción de diferentes actitudes hacia el proyecto que están llevando a cabo en sus ciudades de origen. Para algunos migrantes, la distancia y el aplazamiento conducen a la idealización del hogar familiar, que se convierte en un símbolo sobre el cual se vierten una cantidad de inversiones irracionales, en comparación con las necesidades reales. Para otros, prevalece un deseo de “distinción envidiable”, a través del cual describir el marco de la propia existencia (Veblen, 1918). Los proyectos que un individuo o grupo crea por medio de las remesas cuentan una historia sobre la relación entre dos mundos distintos, pero mutuamente constitutivos: el de la acumulación y el de la aspiración.

Paisajes extractivos

El segundo tipo de espacios anidados puede definirse como paisajes contraculturales o paisajes extractivos, dos conceptos distantes, pero que en este caso pueden superponerse para investigar los caracteres de un espacio marcado por procesos de producción espacial, prácticas agrícolas, artesanales o meditativos, los cuales recalcan, de manera extractiva, la espiritualidad y las culturas ancestrales locales. Se trata de lugares poblados predominantemente por sujetos que expresan visiones y valores antagónicos al mainstream dominante.

Estos lugares se pueden identificar en contextos rurales como Mollepamba, Yamburara Alto, Yamburara Bajo y Rumihuilco, ubicados a pocos kilómetros del centro de Vilcabamba. En estos lugares, marcados por la presencia de cultivos tropicales, pastos, bosques y casas de agricultores locales, existe un proceso de dispersión de asentamiento de grano fino producido en gran parte por jubilados activos, quienes eligen dedicarse a prácticas agrícolas o meditativas. Estos sujetos eligen construir nuevas casas aisladas, en contextos que son a la vez idílicos e introvertidos, arbolados, en relación con los lenguajes y caracteres de la arquitectura rural local y adoptando las tecnologías de construcción en adobe o bahareque.44 Las casas, preferiblemente ubicadas en posiciones panorámicas, están rodeadas por pequeñas extensiones de tierra, de 0,5 a 1 ha, donde pueden desarrollar prácticas de agricultura, jardinería o meditación. En algunos casos, se compran grandes lotes rurales, a veces hasta de 10 ha para una sola familia, preferiblemente panorámicas, cruzadas por canales o arroyos para el riego. Los nuevos edificios pueden ser casas en tierra, en madera, yurtas mongoles o domos. En algunos casos, conservan áreas agrícolas productivas que continúan siendo cultivadas por los propietarios anteriores.45

Esta estrategia de dispersión en el campo también es adoptada por los hippies, aunque de forma más precaria, mediante el alquiler de cabañas de madera sobre pilotes, inmersas en los bosques, ubicadas en instalaciones de alojamiento a poca distancia del centro o plantando tiendas a lo largo de las orillas del río Yambala.46 La configuración de estos pequeños enclaves introvertidos, paisajes opacos, poseídos,47 es una expresión de “búsqueda de la verdad” de la realización de la “vida real”,48 a través de la implementación de prácticas de producción meditativas, artesanales o agrícolas.49

Dentro de estas situaciones y paisajes en contra del paisaje cultural, la aldea ecológica de Chambalabamba se presenta como un dispositivo espacial particular donde se condensan las tres situaciones de vida descritas anteriormente. Chambalabamba es una aldea ecológica aislada, ubicada a orillas del río Yambala, fundada en 2012 por Mofufo, un estadounidense que primero compró los suelos y luego invitó a otros sujetos, ecuatorianos y extranjeros, a establecerse allí. A partir de 2014, seis familias y tres solteros procedentes de Argentina, Alemania, Colombia y Perú se instalaron progresivamente allí (Sorange Aranda, colombiana, habitante de Chambalabamba, comunicación personal, 18 de octubre de 2017). La ecoaldea está definida funcionalmente, según una zonificación muy precisa. Al bajar del sendero que une el centro de Vilcabamba con las fuentes del río Yambala, se ingresa a un área llana, donde hay un conjunto de grandes tiendas rodeadas de huertos, las cuales recuerdan a los tipis de los indios norteamericanos, realizadas en materiales como plásticos de color blanco, donde los sujetos admitidos a vivir allí pueden quedarse por un corto tiempo (aproximadamente tres meses). Después de este espacio, hay una gran área pública con un estanque en el centro y un edificio utilizado para teatro y eventos. A partir de este nodo, varios caminos parten dentro de un espacio boscoso y cultivado (bananas, huertos), dentro del cual hay pequeños edificios autoconstruidos con formas redondeadas y de colores llamativos, principalmente de adobe, con inserción de botellas u otros materiales reciclados insertados en las secciones de las paredes. Se trata de un lenguaje arquitectónico que recuerda los caracteres de una arquitectura hippie global. En una posición más alta hay un jardín de infancia, un área de juegos para niños, un techo grande que protege cocinas comunes y un área comunitaria multifuncional equipada con hamacas.50 Los límites de este asentamiento están definidos por redes y puertas; sin embargo, hay situaciones satelitales producidas por la presencia de otros extranjeros, a menudo argentinos, que viven en casas alquiladas en el entorno inmediato de los pueblos. Esas personas, aunque no desarrollan actividades o trabajos en la aldea, comparten algunas instalaciones y servicios o utilizan el río para fines recreativos, como nadar o pescar.51 Chambalabamba es uno de los lugares de contacto entre jubilados, hippies y habitantes locales. Estas relaciones tienen lugar en eventos o fiestas específicas, en los cuales el consumo de alcohol está prohibido, realizadas en el teatro y en espacios abiertos.52

Los principales actores de los paisajes contraculturales son jubilados activos, hippies o inmigrantes con bajo poder adquisitivo. El proceso dominante es el de la gentrificación rural, producida mediante la celebración de las características de la arquitectura y cultura rurales tradicionales, la inserción de espacios públicos y equipos compartidos o por medio de la construcción de residencias compartidas, configuradas como objetos tecnológicos o arquitecturas nómadas típicas del mundo asiático o de América del Norte. Al mismo tiempo, se asiste al desencadenamiento de economías que rastrean la espiritualidad y las prácticas ancestrales locales, a través de prácticas agrícolas, artesanales o meditativas.

En Vilcabamba, el ambiguo proceso de acumulación que ocurre en los paisajes de remesas se acompaña a otro de sustracción o extracción. Las prácticas constructivas de matriz contracultural que recuperan lenguajes y tecnologías constructivas indígenas tradicionales como el bahareque o el adobe, las economías turísticas que continúan a través de la producción de telas o estilos típicos de la tradición local, la venta de experiencias meditativas de inspiración chamánica que evocan espiritualidad y prácticas ancestrales locales, como la del San Pedrillo,53 corresponden a diferentes estrategias de conversión de la indigeneidad en valor de cambio.

Se trata del uso de recursos intelectuales, materiales y espirituales locales destinados a producir nuevas formas de moneda colonial, los cuales recuerdan los paradigmas del llamado playing indian, un juego indio en el cual los usos de la indianidad están conectados a procesos de conquista y apropiación cultural.54 El juego indio es síntoma de un extractivismo, término que indica cómo el capitalismo extractivo es conocido en América Latina, entendido como un modelo de apropiación territorial y un sistema económico marcado por procesos de apropiación de recursos materiales e inmateriales, los cuales reorganizan la vida y las formas de la vida de los territorios afectados por estos procesos, perpetuando dramáticas desigualdades sociales y económicas que limitan la soberanía local.55

La producción material y afectiva del capitalismo extractivo observa la vida vernácula al redefinirla a través de tecnologías de nivelación. Es una forma de turismo extractivo asociado a “fenómenos urbanos extractivos”, que se manifiesta a través de una serie de contorsiones retóricas, económicas y espaciales, las cuales originan y alienan indirectamente a los pueblos indígenas de sus territorios o desencadenan conflictos entre las poblaciones locales y los turistas residenciales.56 En su larga duración, el extractivismo se refiere al capitalismo colonial y a sus orígenes en el siglo XVI, que miraban y siguen mirando a Sudamérica como un territorio perennemente “en extracción”.57

En el caso de Vilcabamba, la apropiación de estilos e idiomas de la tradición rural se acompaña de procesos de expulsión de los habitantes, tanto de las áreas centrales, cuyos apartamentos se venden o alquilan a precios ahora inaccesibles a los locales, como de las mismas áreas rurales, donde ocurren al mismo tiempo procesos de gentrificación y abandono. En el “proceso de extracción”, el agricultor pasa de ser un sujeto económicamente independiente, propietario de sus propios fondos, a trabajador precario, multifuncional, albañil, carpintero, fontanero, jardinero asalariado, para atender a los turistas residenciales.

 

Figura 4. Paisajes contraculturales o extractivos.

Fuente: María de los Ángeles Cuenca Rosillo y Holger Patricio Cuadrado Torres, 2018.


Figura 5. Comunidad de Chambalabamba, mapa.

Fuente: María de los Ángeles Cuenca Rosillo y Holger Patricio Cuadrado Torres, 2018.


Figura 6. Chambalabamba, tipi.

Fuente: Antonio di Campli, 2018.

Paisajes coloidales

Los paisajes de las remesas y los paisajes anticulturales corresponden a un sistema de espacios anidados, escondidos e introvertidos, inmersos en contextos rurales que no han sido afectados por los procesos de colonización turística y que conservan las características de los espacios agrícolas tradicionales andinos. Estos paisajes rurales tienen un carácter coloidal, colocados en un estado intermedio entre la solución y la dispersión, donde conviven una heterogeneidad de situaciones propias del espacio rural, como bananeros, cañaverales, cultivos de café, huertos, pastos, áreas en inestabilidad geológica y campos abandonados. Los principales materiales de construcción para las casas rurales tradicionales son la madera y el adobe, edificios de hormigón diseñados según lógicas graduales, bosques, matorrales y redes de caminos. Este paisaje viscoso, que ocupa la mayor parte del territorio rural de Vilcabamba, se mantiene unido y acoge en su interior los paisajes anidados de remesas y contraculturales.58

Otra situación coloidal corresponde a las franjas periféricas de Vilcabamba, donde viven la mayoría de los habitantes locales expulsados del centro o del campo, los trabajadores del sector turístico que proceden de otras partes de Ecuador y algunos turistas. Los paisajes son los típicos de los entornos periurbanos, en los que lo inacabado se acompaña de la construcción tradicional de adobe, con un pórtico de mediación entre la casa y el camino de tierra abandonado. Aquí prevalece la presencia de la vivienda autoconstruida según lógicas incrementales y lenguajes disonantes con la tradición. En estos márgenes se encuentra la mayoría de las actividades comerciales, restaurantes y servicios ordinarios para la población local. Tales lugares generalmente son evitados por turistas locales ordinarios y por muchos turistas jubilados que se quejan de su pobreza espacial.

Los principales actores de este paisaje son los habitantes locales y los campesinos, quienes mantienen un estilo de vida comunitario. Los procesos dominantes son los de fragmentación socioespacial y de la convivencia entre procesos de continuidad en formas del habitar en estilo comunitario, abandono y degradación.

Espacios umbrales

En la migración, el sentido de pertenencia, la integración con la sociedad local y la redefinición de la propia identidad se convierten en elementos de negociación en el contexto de llegada. En este sentido, la movilidad marca una transición de una existencia más o menos estructurada hacia un estilo de vida más inestable, en el que el migrante busca protección entre sujetos afines. El turista residencial, se puede afirmar, es esencialmente un habitante de los interiores. En este pasaje, los migrantes se colocan en una condición liminal, de umbral entre mundos discontinuos. En este sentido, los sujetos umbral tienden a hacerse públicamente visibles en espacios umbral específicos, lugares liminares que representan al mismo tiempo una condición de libertad, de manifestación, de autoexpresión y de orden, en el sentido de que la aparente libertad es solo una organización espacio-temporal diferente.

Parque central

En Vilcabamba, el principal espacio umbral es la plaza central o parque central, lugar de la puesta en escena de las identidades de los turistas migrantes, de los hippies con sus mercados, de los turistas locales, de los nativos. Este dispositivo permite la interacción y negociación entre prácticas, imaginarios y formas de vida de turistas, residentes, turistas ordinarios y la sociedad local.

La plaza central es un espacio cuadrangular de aproximadamente 70 m en cada lado. El terreno es inclinado; el lado sur, el más elevado, está ocupado por la iglesia principal. Los otros tres lados están rodeados por arcadas o portales de aproximadamente 2,5 m de profundidad. En sección, el suelo de las arcadas no es plano y tiene grandes diferencias de altura que se utilizan como asientos.

La plaza está ocupada en el centro, de acuerdo con la tradición colonial, por un jardín cuadrado de unos 45 m de lado, con vegetación densa marcada por caminos centrípetos. A lo largo de los dos lados de la plaza, perpendicular a la plaza de la iglesia, hay una serie de bares y restaurantes frecuentados casi exclusivamente por jubilados estadounidenses y otros extranjeros, más una serie de tiendas de artesanía administradas por hippies establecidos en Vilcabamba más o menos permanentemente. En el lado norte de la plaza hay una serie de pequeñas tiendas utilizadas principalmente por los lugareños. A lo largo de las calles que convergen hacia la plaza hay otros lugares frecuentados por turistas y extranjeros. Las arcadas a lo largo de la continuación del lado este de la plaza, más allá de esta, albergan el mercado hippie en el fin de semana.59

Desde el punto de vista de los intercambios sociales, este espacio funciona, en plano, como una secuencia de capas: los extranjeros tienden a ocupar casi exclusivamente el espacio de las arcadas; las calles que están ubicadas entre los soportales y la plaza son atravesadas por turistas locales, y los habitantes locales ocupan el parque central. En esta situación, se desencadena un juego de miradas. Los lugareños, desde el centro de la plaza, observan a los extranjeros apostados en el borde. Ellos, a su vez, observan a los locales como sujetos que forman parte del paisaje. Los turistas en el área cruzan principalmente los espacios de mediación entre arcadas y parque.

La articulación espacial y funcional de este lugar que tiene un carácter teatral puede leerse en analogía a la del condensador social, tal como lo definieron los arquitectos constructivistas rusos, Ivan Leonidov, en particular, a través de su proyecto “Club de un nuevo tipo social”. En este proyecto, la fragmentación programática y la diversificación morfológica se definen con el objetivo de desencadenar y organizar comportamientos colectivos en lugar de individuales. Este espacio teatral de interacción está funcionalmente conectado al sistema de paisajes anidados de turismo residencial, ya que equilibra la introversión y la selectividad de esos lugares (figura 7).60


Figura 7. Parque central.

Fuente: María de los Ángeles Cuenca Rosillo y Holger Patricio Cuadrado Torres, 2018.

Camino del gringo

En América Latina y especialmente en Perú, camino del gringo o ruta del gringo son expresiones usadas para indicar aquellos itinerarios turísticos frecuentados principalmente por viajeros independientes, casi siempre extranjeros. Esta expresión puede usarse para indicar un segundo espacio de umbral, identificable en la escala territorial, que corresponde a la ruta de aproximadamente 39 km que conecta la ciudad de Loja, la capital administrativa del cantón, con Vilcabamba. A lo largo de esta ruta, que tarda aproximadamente 45 minutos en automóvil, se atraviesa por entornos muy diferentes, que pasan de una altura de unos 2200 a 1500 m s. n. m. En el camino se encuentran filamentos urbanizados en consolidación, pastos, jardines tropicales, cultivos de caña de azúcar, suelos en derrumbe, villas aisladas, cultivos de banano y cabañas de vendedores de fruta. Este camino funciona como un dispositivo de interacción económica y social, principalmente entre turistas locales y nativos, al cruzar todos los paisajes del turismo residencial y unirlos funcionalmente, como el parque central (figura 8).