Invenciones de la sexuación

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Quisiera retomar algo muy interesante del trabajo de Eliana Amor, en las beguinas, como ella avocaba, era un movimiento inspirado en el amor cortés, pero, en algún punto, un movimiento feminista anticipado porque eran mujeres que no se retiraban al convento, sino que querían tener un pie en el semblante fálico. Eran mujeres que se casaban, mantenían a sus hijos y al mismo tiempo, se consagraban a la mística. No se casaban con la Iglesia como las religiosas, sino que mantenían de alguna manera un pie en el falo y otro en una apertura hacia el Otro goce, encarnado de una manera muy particular en Hadewijch D’Anvers. Ella es muy interesante como mística porque como evocabas muy bien, habla de Dios como amor, el mine o la mine es el amor, pero es el amor femenino, es decir Dios en femenino. Se trata de un Otro, pero es un Otro barrado que, en algunos de sus poemas, está ubicado del lado del caballero feudal, el del amor cortés. En ese sentido, ella se ubica como objeto de ese Otro que está barrado, ciertamente, y que además la ama, es decir, ocupa el mismo efectivamente que el trovador, la preciosa referencia que daba Blanca.

Sobre la experiencia mística en algún lado ella menciona que se trata de algo así como dejarse caer en el abismo que representa Dios, pero que representa a Dios como un Otro que abre a la ausencia del sujeto, la ausencia del sujeto y la apertura a lo ilimitado donde hay algo de lo contiguo de su goce que se extiende al otro feminizándolo.

De manera inversa, San Juan de la Cruz, cuando se va acercando a lo alto del Monte Carmel, cuando va ascendiendo se feminiza, y habla de sí mismo en femenino. En Hadewijch D’Anvers me parece que esta inversión se opera del lado de feminizar al Otro, de feminizar a Dios, y de extender ese goce que siente en el cuerpo en una continuidad al otro y disolver el centro subjetivo, el yo del sujeto, abriéndose a esa experiencia de goce feminizando al Otro.

Mine es Dios amor que, por supuesto, no es el Dios amor cristiano de la teología, es el Dios amor que la mística viene a hacer hablar, mientras que el Dios de la teología calla en esta experiencia de goce.

Se introduce en un momento importante de la historia que es cuando la Iglesia instituye el casamiento ‒esto lo hemos trabajado mucho hace algunos años en el Ateneo sobre los semblantes del matrimonio. Con la experiencia del amor cortés se intentaba reintroducir el amor pasión allí donde la Iglesia lo había excluido. Lo interesante del análisis que hace Denis de Rougemont ‒en El amor y el occidente‒ es que demuestra que la forma del amor pasión comienza con la experiencia del amor cortés, para reintroducir esa dimensión pasional en el amor que la Iglesia había ubicado completamente del lado de Dios.

Me parece muy interesante lo que evocabas respecto del amor cortés, porque Lacan va a referirse al amor cortés en distintos momentos de su enseñanza y lo retoma, por ejemplo, en “Los Nombres del Padre”, “Los no incautos yerran”, cuando habla del amor cortés como permitiendo hacer lazo entre el goce y el saber. Aquí retomo lo que Blanca planteaba, la relación de la experiencia mística con el amor cortés. Mientras que el amor cortes permite hacer lazo entre una experiencia de goce suspendida artificialmente, de la cual el caballero se priva buscando hacer existir la inexistencia de la relación sexual, del lado de la experiencia mística se trata de un goce sentido en el cuerpo del cual el sujeto va a escribir.

Voy a plantear una hipótesis ‒no sé si Blanca estará de acuerdo‒ a la pregunta, muy pertinente, que hacía y que permite hacer un puente con los testimonios de los AE: ¿que lleva a querer dar testimonio del goce, a querer escribir? Porque es cierto, como Blanca planteaba, que lo particular en la experiencia mística es la escritura, es decir, lo que se siente en el cuerpo y ese segundo momento que es la escritura y la transmisión. Me parece que ahí hay algo que nos permite entender por qué los analistas de la escuela hablan de lo que ha sido su manera de arreglárselas con el goce allí donde ni se privan, ni lo sienten en el cuerpo como las místicas. Pero como seres hablantes que son tuvieron que vérselas con eso, y se la siguen viendo, además, porque efectivamente esa relación no termina con el pase, el pase es una escansión, un momento en el cual hacen transmisión articulando un saber donde hay un goce particular de cada uno de ellos.

Pienso que esa referencia del amor cortés tardía en Lacan haciendo lazo entre saber y el goce nos permite avanzar quizás un principio de respuesta a lo que Blanca preguntaba acerca de por qué escriben. Esa escritura como goce es una experiencia real a nivel de la escritura, una segunda experiencia real porque no solamente se trata de hacer una transmisión por la palabra, sino que pasa por el escrito ‒y ahí me parece que el concepto de letra y la referencia de “Lituratierra” son fundamentales‒ en donde la letra busca hacer borde entre el saber y el goce. Esto nos permite pensar no solamente la escritura de los místicos, sino también la cuestión del amor, no el amor imaginario, narcisista ni el amor en su dimensión simbólica, como un intercambio de falos que es la lógica fálica, sino como un amor que permite como letra bordear un goce que escapa al saber y que hace litoral, borde. Podemos remitirnos sobre este tema a otro momento de nuestra historia, a otro seminario que Mónica había hecho con algunos de nosotros sobre los nudos del amor. Lacan introducen esta experiencia en “Los no incautos yerran”, referencia interesante pensar al dios amor que evoca Hadewijch D’Anvers y que, además, efectivamente es un feminismo avant la lettre.

Me parece muy interesante, también, la pregunta que hacía Blanca de cómo pensar que ese movimiento feminista ‒porque las beguinas vivían entre mujeres‒ en comparación con la feminización del mundo. Hay un punto fundamental y es que la feminización del mundo es un fenómeno que acontece con parámetros que cambiaron desde la Edad Media, porque hay como ocho siglos entre el movimiento de las beguinas y el actual. Vivimos en una época en que el Otro no existe, mientras que la experiencia mística se podría localizar respecto de un Otro muy particular ‒definido muy bien esta noche‒, un Otro divino, una experiencia de goce y, por qué no, de deseo. Si consideramos la denuncia de los movimientos feministas de los años 70, por ejemplo, o las primeras feministas de la época de Freud, o incluso el falocentrismo lacaniano ‒con las feministas que estaban en la Escuela de París, como el caso de Lucy Irigaray‒ vemos que apuntaban al falo, a denunciar el falocentrismo. Mientras que el feminismo actual, sobre todo los movimientos de la cuarta generación, buscan, por un lado, articular un discurso allí donde ya no hay Otro y, por otro atacar lo que podría quedar del semblante y de lo simbólico vinculado al patriarcado.

Denuncian, por ejemplo con Mee Too, la posición del hombre que representa algo de la violencia, que ciertamente existe, pero no todos son violadores, no todo el goce fálico es un goce peligroso. Ese feminismo de la época de la feminización del mundo, a diferencia de los otros, ataca al semblante fálico. Este feminismo actual, que los sociólogos llaman la cuarta ola, busca, más bien, correr completamente el falo, como si no existiese y toma como figura paradigmática al sujeto transexual, es decir, a aquel que no se inscribe voluntariamente en ningún semblante, buscando más bien denunciarlos.

Mónica Torres: En efecto, para esta posición no se puede decir más hombres y mujeres, un ángulo posible a tomar sería juntar los no binarios.

Fabián Fajnwaks: Creo que hay que mostrar que el binarismo que nos achacan ‒al suponernos a los lacanianos guardianes del binarismo a nivel de la diferencia sexual‒ es algo que ya no es posible con el Lacan de la última enseñanza. La diferencia sexual queda borrada detrás del anudamiento singular, sintomático que el sujeto hace respecto al goce, el Lacan del sinthome ya no es el del Seminario 20. Es un Lacan que con el sinthome permite responder a Paul Preciado, para dar un ejemplo más extremo de quien denuncia con la mayor vehemencia el binarismo fálico.

María Leonor Solimano: Agradecemos a todos, la verdad es que se han abierto muchísimos temas que seguiremos trabajando durante todo el año.

CAPÍTULO 3 Hombres y mujeres (*)

*- Clase del 4 de mayo de 2020.

¿Centro y ausencia? A veces sí y otras no PABLO RUSSO

Buenas tardes a todas y a todos, y buenos otros momentos de la jornada a los que están en algunos otros lugares del mundo. ¡Bienvenid@s!!

Tengo el enorme gusto de estar acompañado por dos queridos amigos de toda la vida, Mónica Torres y desde París, Fabián Fajnwaks, quien viene participando virtualmente en nuestro seminario.

Quisiera poder contarles y transmitirles que siempre es para mí mucho más que una alegría y un entusiasmo trabajar y compartir un espacio con ellos, es también del orden del afecto, de la emoción. Es la confirmación permanente de la buena coexistencia de un lazo tanto epistémico como de amistad. La forma más bella, para mí, de la transferencia de trabajo, el mejor modo de saber hacer y bien decir un enlace. A ambos –y esto creo que no lo conté nunca antes– los conocí en la facultad y en los grupos de estudio de entonces, con Mónica; o sea hace más de 30 años. Podría contar muchos recuerdos que forman parte sustancial de mi emoción siempre reencontrada. Supongo que ellos podrán decir algo también sobre esta historia compartida, en general no lo podemos evitar. Sólo contaría, intentando ser original y no repetir pues ellos no saben que contaría algo de un momento –¿cómo llamarlo?– épico y bisagra para nuestras vidas y formaciones permanentes como analistas. Cuando iniciándose en Buenos Aires lo que se llamó “El movimiento hacia la Escuela” Mónica juntó a algunos de sus grupos de estudio para proponer un grupo de trabajo ampliado, en el que también participaron otros colegas y amigos, por ejemplo Linda Katz y Blanca Sánchez. Grupo de trabajo que compartimos con Fabián –lo que no hizo más que afianzar una joven amistad– y al que Mónica propuso investigar y debatir sobre los llamados ‘textos institucionales’ de Lacan. Y una vez que se fundó la EOL y muchos de esos compañeros de ese grupo de trabajo entramos como miembros y adherentes a la Escuela, Mónica nos invitó a trabajar en la Escuela y formar carteles, cumpliendo a rajatabla el pacto de disolver los grupos de estudio. Aunque Fabián justo estaba iniciando lo que podría llamarse su segunda etapa de formación del otro lado del océano, en su otro lugar en el mundo –lo que no impidió para nada, a ninguno de los tres, que continuáramos ejerciendo nuestro afecto y amistad tanto como nuestra interlocución–, supongo que ambos estarán de acuerdo en que fue un momento no sólo inolvidable sino que ha marcado a fuego nuestro compromiso con la formación, con la transmisión y con la Escuela. Seguramente también con nuestro lazo, y quizás esto tenga también alguna resonancia con la primera parte de mi título.

 

Bien, tratando de contener las emociones que me produce cada vez que nos reencontramos, solo haré una breve introducción a lo que propusimos al inicio del año titular para esta vez como “Hombres y mujeres”, para luego con todos ustedes, los muchos que son, escucharlos primero a Mónica y luego a Fabián, y luego conversar entre todos. A estas notas de apertura pensaba tentativamente titularlas “Centro y ausencia”. Pero al contarle un poco de lo que iba a hablar a mi partenaire, que ha mostrado ocupar su lugar y ser sabia en este punto, al escucharme me dijo: bueno, podría llamarse “Algunas cosas sí y otras no, a veces sí y otras no”. Y creo que las exposiciones de Mónica y de Fabián, opinarán sobre mi introducción que algunas cosas o algunas veces sí y otras no.

Voy a mantenerme en principio en la línea y el momento de la enseñanza de Lacan que me propuse para mi investigación de este año: El saber del psicoanalista, Hablo a las paredes y por ahora los Seminarios 19 y 20, no entrando incluso todavía mucho en el 21 pues además lo he trabajado muchas veces. (1) Voy a intentar cruzar lo que anticipa allí Lacan en las invenciones en la sexuación, que no hay identidad sexual para el sujeto hablante, con los actuales colectivos de ‘mujeres’ si se los puede llamar de ese modo. Siempre buscando atrapar allí lo que antecede o ya está en ciernes respecto a los desarrollos siguientes, cómo el mismo Lacan plantea seguido respecto de buscar demostrar algún real en los impasses o agujeros de la lógica.

Al comienzo de El Seminario 19, definiendo a lo real –en la página 39–, como lo que se opone a la íntegra captación por el discurso de la exhaución lógica, introduce en esta un hiato irreductible. Partiendo de allí, quizás aún hoy para una gran parte de los que podríamos llamar ‘varones’ u obsesivos que nos consultan podamos sostener una lectura sobre su modo de estar en la sexuación, en tanto una relación con el goce al que se afilian o al que pueden acceder. Así como también una relación de imposibilidad, podríamos decir, respecto del Otro goce o del goce Otro –al que no alcanzan o acceden. Lectura del lado llamado ‘hombre’ de las fórmulas de la sexuación lacanianas, correspondientes a este período.

Ya en aquel momento fundacional estudiamos, enseñamos y publicamos la diferencia entre el paratodeo, el empuje al “para todos” del lado masculino respecto del paradojal o poco frecuente conjunto abierto que representa la posición llamada “femenina”. Sabemos que la misma está sólo ocupada y por momentos, uno por uno o más bien una por una, y tal vez no sólo por algunas mujeres sino que también puede ser en algún momento ocupada por algunos muchachos de coraje o que en la historia han sido llamados “místicos”. ¿Pero podemos hoy sostener aún esta misma “repartición sexuada” o en cambio la cuestión será si para una cada vez más creciente cantidad de sujetos no sea ya tan sencillo orientarnos desde esta perspectiva?

No sólo avanzó Lacan hacia el Uno y el sinthome, bricolados por fuera del sentido fálico y podríamos decir directamente del sentido, y hacia nuevos abordajes para pensar el goce –sobre lo que hablarán tanto Mónica como Fabián–, hacia otra organización nodal, topológica, para los modos de gozar, parte de lo cual –tratando de no avanzar por ahora de donde me propuse situarme– Lacan ya avizoraba en algunos pasajes de este momento de su enseñanza. Algunos de dichos pasajes ya tomé en el primer encuentro, algunos voy a tomar hoy, y seguiré con mi hilo de trabajo, de todos modos pienso que debemos repensarlos hoy mucho más que hace 50 años y no sólo por las novedades variables que nos han aportado los testimonios de fin de análisis de analistas, no sólo por las producciones de los artistas ni sólo por la diversidad de los nominalismos sexuales que Eric Laurent en ocasiones nos propone leer, con mucho optimismo y más allá de la estructura de cada caso, como un intento de alcanzar o atrapar algo de ese Otro goce; por fuera del ordenamiento pero también del obstáculo fálico.

Más allá de las novedades que han ido surgiendo en este tiempo, en el campo llamado del género, me parece que se nos presentan hoy una serie de fenómenos sobre todo en los adolescentes, por nombrar algunos: de tribus de goces, de “identidades sexuales” llegando a caracterizarse de fluidas o a-sexuales, de enormes encierros, de lazos líquidos o lo que se viene a proponer en la época como del “poliamor”. Experiencias de tanteos o investigaciones sexuales que no se reservan al campo del fantasma, empuje a incluirse en alguna de la lista de identidades o “tendencias” para los modos de gozar cada vez más amplia y diversa, etcétera. Fenómenos que, me parece, nos cuestionan y hacen temblar nuestras herramientas conceptuales tradicionales.

Si bien –incluyendo esta idea que a mi modo de leer ya tenía Lacan con su uso de la lógica hacia lo real o para atrapar un real en el hueco, en el impasse– las fórmulas eran abiertas, eran descompletadas, no eran complementarias… se puede tomar lo que por ejemplo Miquel Bassols plantea en su libro, que ya fue tomado, Lo femenino, entre centro y ausencia, en tanto que ya se puede leer en ese momento lo femenino –y desde su vecindad con el fin del análisis y la posición del analista– del lado del Uno solo… De todos modos, como decía respecto de los adolescentes, hay cada vez más y más variadas ‘presentaciones’ o mostraciones de la subjetividad sexuada en lo social y en la clínica, y no sólo más acá o más allá del falo, sino quizás más acá o más allá de aquéllas fórmulas, o que no se dejan atrapar bien con los instrumentos que ellas brindaban. Todo lo cual debe hacernos reflexionar –y creo que algo de esto también tomarán mis amigos– sobre la actualidad de esta clasificación posible de las sexuaciones sobre la que Jacques-Alain Miller comenzó a orientarnos para una renovación desde su Curso El partenaire-síntoma.

Podría entonces –retomo– aún decirse que a los varones de hoy se les ha quitado algo que los deja limitados, que viven un poco en una cuarentena de goce, limitados en tanto que varones pero permaneciendo en parte “seguros” de que no se les quitará más o en sus acotadas experiencias de goce, pero a la vez siempre amenazados por la posibilidad de perder. Así como amenazados desde ese más allá que prefieren continuar rechazando. Quizás más que nunca estamos ante la presencia, en los varones, de goces cada vez más ilotas, más solitarios, o ese goce que Lacan llamaba “el goce idiota” o “del idiota”. Pero también aun en novedosos y cuestionadores colectivos de goce sexual uno puede reencontrar aquel rechazo de la otredad, de lo hetero, de lo diferente, de lo femenino –o del lado femenino de Aún.

No me queda para nada claro que a nivel social los enfoques actuales sean hacia el “no todo”, pero sí que ya tanto Freud como Lacan plantearon frente al misterio insondable de la diferencia sexual lo que llamaban una “desautorización de la feminidad” o el franco “rechazo de lo femenino”. (2) Rechazo que Miquel Bassols –en el libro mencionado y en la conferencia que dio en unas jornadas de la EOL– definió y para todos, tanto hombres como mujeres, el rechazo de ser tortuga para sí mismo. Como recordarán lo hace retomando el primer capítulo de El Seminario 20, Aún, lo que ya anticipó Blanca la vez pasada (3) con la hipótesis de la compacidad del goce y su planteo de la paradoja de Aquiles y la tortuga –todas cuestiones que hemos tomado también en aquellas tempranas y jóvenes épocas. Bassols arriesgaba incluso a situar “… la tortuga que habita en cada uno de nosotros, en cada sujeto de la experiencia analítica […] se sepa o no tortuga para sí mismo, (pues) uno siempre lo es cuando se trata de lo real del goce, más allá o más acá del goce ordenado por el significante del falo”. (4) En todo caso seguramente constatamos, para ellos, me parece, los llamados ‘varones’, en la sociedad del empuje al goce, una mayor vivencia de… ¿cómo llamarlo?, yo diría al menos de impotencia, lo cual en algunos casos puede conducirlos a lo peor.

Bien, a este par sobre el que seguimos sin saber, el de “hombres y mujeres”, es interesante constatar que Lacan los definía en aquella época como “valores”, como semblantes que incluso adjetiva de “establecidos” en tanto inscripción significante de la relación a un tipo de goce. Pero no solo habría un modo Otro o no-todo de situarse en el asunto, que les permite, en general a ellas, otro modo no tan ligado al significante y por lo tanto tampoco a la castración, por lo cual no se las atrapa ni en un genérico ni en un género, sino que justamente lo real del sexo o del goce sexual y la relación con el propio cuerpo –que goza o se goza– introducen para todos, para hombres y mujeres, un embrollo con el que Lacan también con su lógica tropieza.

De todos modos, entiendo que además de decir que son valores y sobre los cuales –más allá del uno por uno y sobre todo del otro lado– no podemos decir mucho, Lacan avanza un poquito más cuando piensa que una relación complementaria entre los sexos –y los definamos y entendamos como quisiéramos– no puede escribirse, puesto que es imposible. Y esto porque se afirma que ex-siste un no-todo, porque no sólo obstaculiza tanto o más que el falo la posibilidad de relación sino que “torna imposible el acceso a ella”. (5) Lo cual a la vez abre la chance a la contingencia. Pero además es por ese existir fuera de dicho imposible –que no hay todo de las mujeres– que “existen hombres y mujeres”. Pero agrega y anticipa que “… hay en el ser hablante, en torno a esta relación en tanto (que) basada en el goce, un abanico con un despliegue absolutamente admirable”. (6) Y algo de esto añade en la misma dirección, en Hablo a las paredes: “El psicoanálisis da su paso decisivo porque puede articular el abanico de los goces sexuales […] demuestra justamente que el goce que podría llamarse sexual, que no sería semblante de lo sexual, se manifiesta con la marca […] de lo que solo se enuncia, de lo que solo se anuncia, con la marca de la castración”. (7)

En lugar y sustitución de lo que no cesa de no escribirse, de lo imposible de escribir, en el centro del inconsciente en tanto agujero, dice Lacan, “están los impasses engendrados por la función del goce sexual”. (8) Como tomé en la primera clase, desde lo que conocíamos como “El saber del psicoanalista”, agrega: “nada indica especialmente que sea hacia el partenaire del otro sexo hacia donde deba dirigirse el goce”. (9) Como la cuestión se sitúa al nivel del goce, es decir la relación del ser hablante con su propio cuerpo, si bien la interpretación apunta a que se puedan recortar ciertas ‘proposiciones’ respecto de ese goce y si bien Lacan proponía el discurso analítico como el único que puede situar ese real inabordable, el analista debe saber que mediante la palabra “… se hace algo con eso, pero no se puede decir casi nada”. (10)

Por momentos nos llama la atención que no haya podido imaginarlo casi todo. En el apartado “De uno y otro sexo”, sigo en El Seminario 19 –ni siquiera llegando al tercer y último apartado que se titula “El uno: que no accede al dos” pero ya con un espíritu que es una introducción a la época que continuará–, si bien Lacan plantea que ese ‘valor’ –o semblante– de partenaire diferente que designó como ‘el hombre’ y ‘la mujer’, “es inabordable por el lenguaje”, porque el lenguaje viene allí a suplir –o taponar– el goce sexual. Intentando poner orden a la intrusión de goce en el cuerpo, funcionan aún o justamente, dichos valores, como “principios de funcionamiento del género”. Siendo para todos ‘él’ o ‘ella’ y agregando aun incluir la posibilidad del hermafrodita, dice: “No se lo llamará eso en ningún caso” –en bastardillas resalta el ‘eso’ Miller– “No se lo pondrá en neutro”. (11)

 

Bueno, parece que hay algunas novedades de nuestra época que no se pudo imaginar. Ahora bien, del lado llamado femenino –ya se introdujo bastante la cuestión en el encuentro pasado–, y del que con Lacan nos retoma Bassols explicando por qué no puede reducirse a un género, me interesa situar un solo punto que me parece importante repensar y aggiornar a nuestra contemporaneidad. Pienso que será clave cómo le propongamos, en principio a un nivel social, o cómo se difunde o cómo llega el psicoanálisis respecto del empuje al goce –la deriva o el enorme sufrimiento por no alcanzarlo, por la falta en gozar–, cómo le propondremos la no relación sexual. Pero también porque aún los mejores teóricos de los discursos de género, como por ejemplo Rita Segato –como vengo situando–, se encuentran con el escollo que podríamos llamar tortuguero dentro de los movimientos de mujeres. Y este punto que quiero situar está sobre todo trabajado en El Seminario 20. Ellas son únicas, siempre, por su estar, cuando están allí, entre centro y ausencia. Es en eso (también o especialmente) que son excepcionales. Pero lo que definiría el campo de lo femenino es justamente la inexistencia de una excepción. No hay ninguna que no esté de algún modo, aunque sea de un modo no-todo, relacionada con el goce fálico, y en ocasiones no hay ninguna que esté allí –nunca del todo verdadera mujer o La mujer– que no esté no toda relacionada con la vía infinita del goce. Entre centro y ausencia. Pero esta ausencia de excepción no sólo entra en tensión con su unicidad, la del una por una, problema que las mujeres conocen y mucho mejor creo que los varones o que lo que yo podría transmitirles, sino que es lo que impide formular el “todas” mujeres o cualquier proposición que se refiera a “todas las mujeres …” tal cosa, lo que sea.

Hace poco vi la serie Mrs. América, que me pareció muy interesante para nuestros temas. (12) Se sitúa en los comienzos de los años 70 en todo Estados Unidos. Es la época de Nixon, de Vietnam, de los Panteras Negras frente a los retornos del racismo, de la revolución sexual y a la vez del rechazo que produce –incluso en algunas mujeres–, todo eso está pasando a la vez en ese momento en Estados Unidos y hay unos movimientos enormes de género, especialmente feministas con reivindicaciones muy de avanzada. Se imaginan la posición de los republicanos más acérrimos e incluso de sus esposas que armaban grupos de amas de casa conservadoras que se oponían a la igualdad entre el hombre y la mujer respecto de cualquier espacio social o laboral y a esas reivindicaciones que llegaban a la legalización del aborto –y que aún hoy en varios lugares del mundo aún no existe. Estas feministas eran muy de avanzada y lograron muchísimas cosas, recibiendo oposición y rechazos misóginos, homofóbicos, antiabortos, antilesbianas o directamente racistas. Y la serie no tiene ningún prurito en presentar una serie de divisiones al interior de ambos bandos, las feministas revolucionarias o más radicales y otras más conservadoras, las negras y las blancas, las heterosexuales y las lesbianas, las que no llegan hasta aceptar el aborto o las que posicionan diferencias de clase, así como entre las conservadoras que tienen un matrimonio muy machista que las aplasta y ven con ojos de deseo el clima libertario que observan fascinadas en algunas feministas que conocen, o que hay algunas reivindicaciones que se verían tentadas de votar aunque de ninguna manera otras –las más radicales–, algunas dicen: “si yo quiero tener el derecho a decidir quedarme en casa y ser una buena esposa por qué no estaría de acuerdo con el derecho a decidir sobre el aborto” y otras reaccionan horrorizadas. Y así, una serie de combinaciones muy interesantes, las que tienen ambiciones políticas pero son negras y lesbianas, y así, y empieza a haber múltiples pequeños movimientos, fracturas, cambios, luchas, dentro de ambos movimientos.

Es decir entonces que se verificaría un poco el pesimismo o el problema que aquel Lacan de Hablo las paredes anticipaba respecto a la sororidad y la soledad compartida, tomando una referencia literaria que abriría la posibilidad de que las chicas se unieran y se dieran la mano, lo que hasta entonces –según el mismo Lacan– era algo que hacían los varones. (13) La cuestión hoy, además de sostener que no hay relación sexual, será quizá contribuir a lo siguiente: cómo podrían convivir y consensuarse en ellas, en los colectivos llamados o que prefiero llamar “de mujeres”, una construcción de un colectivo organizado alrededor de un no-todo. No es para nada fácil, la idea misma parece una contradicción, como la de ‘conjunto’ y ‘abierto’.

Justamente ayer asistí virtualmente a una conversación que dio Rita Segato. En la diferencia entre Freud y Lacan que pensaban que las mujeres se oponían a los semblantes culturales pero eran las garantes de las relaciones sexuales, planteaba, y hoy más que nunca, lo que ella llama “lo femenino” como lo que teje los nudos del tejido social. Pero también, y en estos detalles me parece que es de las mejores pensadoras del feminismo, piensa los feminismos, en tanto que un plural, nunca dice el feminismo, dice “son los feminismos que hay, diferentes y hay diferencias entre los movimientos y los grupos, no somos todas iguales”, planteando que nunca hay que desconocer y borrar esas diferencias, sino que además lo único que a nivel global tendrían de común en sus luchas todos esos grupos diferentes de mujeres sería la violencia. Lo cual desde su campo es muy entendible. Pero aun arriesgaba y advertía que eso mismo podría conservar o conducir a un riesgo para los mismos movimientos. El de cierto retorno, incluso fascista, del binarismo o de la segregación. Es decir volver a situar el enemigo común en el hombre y reducir a todo varón a un violento o abusador o violador, y a toda mujer a una víctima. No pudiendo comprender, según Rita Segato, que todos, ellas también, deberían desterrar eso que en su conceptualización llama el patriarcado de sus subjetividades y de sus conceptos. Finalmente le preguntaron entonces cómo piensa la mejor solución, el avance, el futuro y ella allí planteó que lo que elije para estos movimientos y para la sociedad toda en el futuro, incluso más aún después de este momento tan particular, sería la heterogeneidad. Conservar lo plural. Y además, agregó, desde su mirada, cualidades femeninas a preservar, la dimensión del cuidado, de la amistad y de la ternura. Todos rasgos en o con los cuales quizás podamos conversar o a los cuales decirles algo.

Bien, ceso en estas notas por hoy pasándoles la palabra a mis amigos para una conversación.

1- Precisamente, cuando comenzamos a dar seminarios en la Escuela, comencé mi investigación sobre el amor –que he continuado en muchas ocasiones– a partir de “Lo real del dos y los medio-decires”, en Los nudos del amor, Dorrego, Bs. As., 1998, pp. 143-170.

2- En Freud, por ejemplo, al final de “Análisis terminable e interminable” y en su Conferencia sobre “La feminidad”.