Invenciones de la sexuación

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Cuerpo de Baile BLANCA SÁNCHEZ

Poner la invención en lugar de la certeza,

tal sería la orientación que ofrece

la clínica psicoanalítica lacaniana.

F. Ansermet

“Chase Jonhsey: un varón ballerina”. Así titula el diario Los tiempos (1) una noticia conmovedora para el mundo de la danza. Chase, a sus 32 años, logró que la directora del English National Ballet, la española Tamara Rojo, lo incorpore al cuerpo de baile femenino, logrando que pueda mezclarse con el elenco y no fuera posible identificarlo, cumpliendo así con una de las características del ballet clásico que es que todos los cuerpos sean semejantes. Participó como dama de la corte del tradicional ballet La bella durmiente, con música de Tchaicovsky.

Que fuera primera bailarina hubiera sido ya demasiado, aunque como veremos, Chase ha conseguido serlo. La decisión de la directora del ballet estuvo inducida por la idea de “reflejar el mundo en el que vivimos. En nuestra compañía hay distintas razas y creencias, y esto es solo otro aspecto de la visión”. Sostiene que si bien es una innovación que se ha producido en otras manifestaciones artísticas, ha llegado más tarde al ballet por el hecho de que “en el ballet el cuerpo es todo”, tal como se lee en la nota del diario La Nación titulada “Chase Johnsey es hombre, pero quiere ser primera bailarina”. (2)

Es una situación inédita para la danza clásica pues, si bien poco a poco va perdiendo su rigidez sobre todo en lo que se ha dado en llamar el neoclásico, el ballet clásico como tal se caracteriza por tener muy bien definidos los roles masculinos y femeninos, desde los vestuarios hasta las tan conocidas zapatillas de puntas y las coreografías dedicadas a cada uno de los géneros. Sabemos que mientras los hombres realizan grandes saltos y numerosos giros (imposible dejar de evocar aquí al inolvidable Baryshnicov y a nuestro Julio Bocca, así como también al bailarín mejicano Isaac Hernández considerado actualmente uno de los mejores bailarines del mundo) ellas bailan delicadamente sobre sus zapatillas de puntas, hacen equilibrios increíbles, y si bien coinciden con ellos en la gran cantidad de giros, se lucen levantando las piernas a una altura difícil de imaginar.

Chase se define como de género fluído y si bien usa para sí mismo el pronombre masculino, se ha sometido a cirugías para afeminar los rasgos de su cara. Está casado con otro hombre y baila desde muy joven. Ganó el Premio Nacional de Danzas del Reino Unido al mejor bailarín por su desempeño en The Trocks, diminutivo con el que se nombra al Ballet Trocadero de Monte Carlo, un ballet íntegramente compuesto por hombres que bailan tanto los roles masculinos como los femeninos, siempre con un toque de comicidad. Allí fue aclamado por su esplendor y su delicadeza al bailar. Sin embargo, renunció al Trocadero con un escándalo mediático por el cual acusaba al ballet de haberlo discriminado por bailar de un modo demasiado femenino. Por supuesto, los directivos del ballet lo niegan. Pero efectivamente, si uno observa los vídeos del Trock, ve a hombres bailando papeles femeninos, incluso en zapatillas de puntas, pero claramente se nota y no tratan de disimular que son hombres bailando roles de mujeres; los vídeos más viejos incluso los muestran con pelos en las axilas y brazos musculosos cuando aún no se habían impuesto los parámetros de belleza de los metrosexuales.

El caso de Chase no es el de Nora Monsecour, que inspiró la película Girl, (3) ni el de Jin Xing, que en 1995 fue la primera mujer transexual que logró el reconocimiento del gobierno en China con su cambio de identidad, es decir, bailarinas trans.

Chase no aspira exactamente a un cambio de sexo. Simplemente quiere bailar los roles femeninos, ya desde su adolescencia cuando se subió por primera vez a sus zapatillas de puntas. Sin embargo, ha tenido que hacer cambios en su cuerpo: “Seré un tipo bajo y menudo pero soy hombre”, “tengo los hombros más anchos, las pantorrillas más grandes y la contextura de mis músculos es distinta. Tengo que canibalizar mi cuerpo, hacer circular la energía de los músculos y arreglármelas para perder masa muscular sin perder fuerza”. De hecho, desde que entró al English Ballet perdió 9 kilos y entrenó duramente para adiestrarse y modelar su cuerpo. Dice “a pesar de la solidez de su técnica, tenía una idea errónea acerca de lo que hace que una bailarina sea grácil y hermosa. En realidad, es la fuerza que se esconde debajo de la suavidad y la gracia. Me las tuve que ingeniar para encontrar eso dentro de mi contextura genética masculina”. Y agrega también “un varón interpretando roles femeninos es habitual en otras artes, el ballet no debería ser la excepción. Siempre preferí bailar con zapatillas de punta. Supongo que bailo naturalmente en forma femenina. También me gusta la intensidad emocional que requiere la interpretación femenina en la danza. Y me es más difícil identificarme con los roles masculinos porque no he desarrollado la técnica que se requiere para ello”. Posteriormente, Chase fundó el Ballet de Barcelona que dirige junto a Carlos Renedo, su esposo. Sube a su Facebook distintas presentaciones en roles femeninos, pues, tal como él mismo dice, “quiere que lo vean como una bailarina”.

Si me interesó este caso, además de por mi gusto por la danza, es porque ilustra dos cuestiones que son las que me gustaría destacar hoy. Por un lado, la relación con el propio cuerpo; por el otro, la cuestión del todo y la excepción, temas que fueron introducidos el año pasado en la clase que llevó por título “Cuerpos trans”, en la que participaron Laura Baumarder, Alejandra Antuña y Patricio Álvarez. Alejandra, trabajando sobre la ley de identidad de género, ubicó el punto en el cual no hay transparencia en la relación entre sujeto, cuerpo y goce y el modo por el cual el transexual da testimonio de la extrañeza del sujeto respecto de su cuerpo, incluso del rechazo de su cuerpo.

El género se conforma en tres niveles que enumeró Patricio en su presentación de aquella vez: a nivel de las identificaciones ya sea como respuesta al deseo del Otro, ya sea por la vía de ser o tener el falo, es decir, las identificaciones que dan lo que Lacan llamaba “el tipo ideal del sexo”; (4) a nivel del objeto que estaría más del lado de lo fantasmático, lo que determina las condiciones de amor, deseo y goce de cada quien, y las condiciones de elección homosexual y heterosexual; y a nivel de la sexuación, de acuerdo al modo de satisfacción siempre singular. (5) Y estas tres dimensiones como vemos valen para todo ser hablante que, por su condición de tal, deberá hacer su propia invención. Sin embargo, hay que considerar también algo que es más bien nodal: la relación del ser hablante con su cuerpo. Para ello voy a trabajar del Seminario 23 capítulo IV “Joyce y el enigma del zorro” y el capítulo 10 “La escritura del ego” y de Eric Laurent El reverso de la biopolítica los capítulos “De la sublimación como goce” y “Una lógica de bolsas y de cuerdas”. (6)

En la relación del ser hablante con su cuerpo, a mi gusto, hay que situar dos cuestiones: la primera, que el ser hablante tiene un cuerpo; la segunda, es que adora ese cuerpo que cree tener, lo tiene porque lo adora. Estas dos cuestiones se desprenden de la siguiente cita del Seminario 23: “El amor propio es el principio de la imaginación. El parlêtre adora su cuerpo porque cree que lo tiene. En realidad no lo tiene, pero su cuerpo es su única consistencia-consistencia mental”. (7)

Tener y adorar, o amor propio como diría Lacan.

Respecto del tener un cuerpo, Lacan dirá también que esa relación del hombre con su cuerpo depende de que el hombre dice que tiene el cuerpo, su cuerpo; es decir, su significa que posee ese cuerpo como se posee un mueble, es su posesión. Laurent, en El reverso de la biopolítica, subraya que este “el hombre dice” es el que permite dicha pertenencia. (8) De ese modo, a diferencia del estadio del espejo en donde se pone en juego una identificación con la imagen unificada con la garantía del Ideal (es decir, del amor al padre), (9) aquí el cuerpo es otorgado por un decir primero del ser hablante, decir que apunta al tener (tener un cuerpo) y no al ser (soy ese del espejo), como se podría deducir. Un tener, además, sin el amor al padre.

Se trata de tener un cuerpo antes del pasaje por el estadio del espejo, lo que nos permite afirmar con Laurent que para el Lacan de los finales de los 70, lo que es primero es el cuerpo y no la imagen. Insisto, es una relación al cuerpo de propiedad y no de identificación. Es un cuerpo afectado por el impacto de un decir, un cuerpo marcado por el trauma de su encuentro con lalengua,

Este cuerpo que se tiene es diferente del sujeto como sujeto del significante, como sujeto del inconsciente. Es importante aclarar que para Lacan el verbo tener en la relación con el cuerpo implica que sea posible que se produzca una relación con el propio cuerpo como ajeno, (10) lo que nos permite deducir que la relación con el cuerpo es compleja para cualquier ser hablante, cada uno tendrá que encontrar la manera de arreglárselas con su propio cuerpo. Y si es algo que se tiene, quizás se trate de encontrar un saber hacer con eso, un poder manipularlo. Incluso me atrevería a decir que esos arreglos no se dan de una vez y para siempre; quizás un análisis ayude a arreglárselas un poco mejor, pero siempre puede haber la irrupción de un real que desacomode la relación al cuerpo. Creo que ese es uno de los problemas que esta pandemia con su aislamiento social preventivo obligatorio ha generado en todos nosotros: qué hacemos con nuestro cuerpo cuando no podemos ponerlo y sacarlo de los lugares donde habitualmente lo hacíamos….

 

¿Y la adoración? Volvamos a la cita de que el parlêtre adora su cuerpo porque cree que lo tiene. Un párrafo antes (11) Lacan había equiparado la mentalidad al amor propio, mentalidad que resuena con mentir en frances (ment) ‒en castellano podría equipararlo con decir sentimiento, o mejor aun pensamiento, con lo que tiene de mentir…)‒, por lo cual cada quien con su amor propio o su mentalidad puede instaurar hechos falsos (quizás sea mejor decir ficciones, aunque allí Lacan hable de hechos falsos) o bien la imaginación, la imaginería. El ser hablante adora su cuerpo porque cree que lo tiene y es esa adoración, ese amor propio el que le da consistencia, pero es una consistencia mental. Sin embargo, el cuerpo no se evapora, es consistente por sí mismo, cosa que a la mentalidad le resulta antipática, como dice Lacan, porque lo que ella cree es que tiene un cuerpo para adorar.

¿Cómo entra lo sexual? Laurent, en el texto antes mencionado, ubica que en esta idea de tener un cuerpo la ambición de Lacan es ayudarnos a encontrar, más acá del alma y del hombre, un fundamento que escapa a la sexuación (12) pues para Lacan, la adoración sexual “es lo único concreto que conocemos, es decir, la equivocación, el menosprecio (que en francés suenan igual). Lo sexual miente ahí por contarse demasiado”. (13) Si la relación con el cuerpo es de adoración y la adoración solo da la consistencia mental del cuerpo, la adoración sexual se equivoca porque lleva a la consistencia mental del cuerpo y no al cuerpo ese que tiene su propia consistencia, que no se evapora. Entonces, tener un cuerpo, adorarlo y saber hacer con él, es un problema para todo ser hablante, incluso a nivel de la “adoración sexual”.

Me gustaría introducir un hallazgo muy pertinente al tema, pero del que no puedo decir mucho más que señalarlo. En el Seminario 23 Lacan introduce algo que puede frenar el abismo de lo que sería abarcar la pére-version (la versión paterna) con el nudo. “Nos sorprende que haya algo donde el cuerpo ya no sirva como tal -es la danza. Esto permitiría escribir allí de manera algo distinta el término condanzacion”. (14) Una vez más, Eric Laurent viene a nuestro auxilio. Dirá sobre esta referencia que la diferencia entre el cuerpo y el sujeto del inconsciente, y el abordaje del cuerpo por la vía del goce le permiten a Lacan sorprenderse de que el cuerpo no haga más uso de la danza. Y que condanzacion es el modo de escribir del lado del cuerpo lo que sería la condensación del lado del sujeto del inconsciente, agrego yo, con lo que de condensación de goce eso tiene. Así, en las manipulaciones del sinthome, Lacan imagina una danza del cuerpo con el sinthome, como quien diría Danza con lobos, danza con el animal mítico que se ha domesticado y en la que recibe el nombre de sinthome de la tribu que lo ha adoptado. (15) ¿Una danza del cuerpo con el sinthome o la danza del cuerpo como sinthome? Lo dejo abierto para seguir investigando.

Otro de los puntos que me gustaría retomar de aquella clase de cuerpos trans es que en su comentario, Patricio recortó la tan discutida cuestión de la feminización del mundo para ubicar lo que denominó el forzamiento de la excepción.

La feminización del mundo es mencionada por Miller en “El inconsciente es político” (16) y en El Otro que no existe y sus comités del ética. (17) Plantea que nuestra época es la del Otro que no existe y que eso se refleja en que no hay un Uno que funcione como excepción que confirme la regla, lo que deriva en la segunda característica y es que no hay un todo universal, no se puede tomar el espacio cerrado del para todos. (18) Lo que corresponde al lado hombre de las fórmulas de la sexuación, la estructura del todo y la excepción, es lo que se confirma, dicho muy rápidamente, con el mito del padre de la horda, es decir, a partir de la existencia del padre que gozaba de todas las mujeres y prohibía el goce a los hermanos del clan, el que se exceptuaba de la regla constituyendo la ley que unificaba a todos los hermanos, es decir, la égida de la lógica fálica: todos afectados por la regla fálica. (19) En la actualidad esa estructura del todo cedió a la del no-todo, lo que quiere decir que ya no hay nada que constituya una barrera desde el lugar de la excepción, pues del lado izquierdo, el lado mujer, se plantea la inexistencia de una excepción que conforme el todo, por lo cual se habla de la lógica del no-todo, del no-todo fálico que caracteriza a la posición femenina. Falta ese lugar sostenido por la función del padre como un elemento suplementario que limita al conjunto y permite organizarlo y darle una jerarquía. Ese no-todo, con la falta de esa excepción, constituye un conjunto abierto, serie en desarrollo, tal como la que afirman los estudios transgénero con la multiplicación de cada vez más nombres, y la no identidad, pues se puede ser un tiempo de un género y luego del otro. Dice Miller “En efecto, vemos ceder cada día ante la atracción de lo nuevo lo que era el respeto por la tradición, la máquina del no-todo escenifica este fenómeno”. (20) Uno podría decir que un bailarín queriendo ser una prima ballerina podría ilustrar en cierto modo esa pérdida de respeto por la tradición, al menos del ballet.

Patricio ubicaba en aquella oportunidad que la lógica transexual hace una especie de forzamiento de la excepción, que no es un pasaje al plano del todo y la excepción. De ahí que la afirmación de Chase “un varón interpretando roles femeninos es habitual en otras artes, el ballet no debería ser la excepción” podría ser leída en términos de un forzamiento a la excepción y es en ese forzamiento de la excepción que Patricio sostenía que podríamos ubicar la dimensión de lo singular, pues “esa excepción que es un forzamiento de la excepción es una singularidad al modo de lo que el sujeto logra en su solución, lo que logra en su invención”, decía. En ese sentido es que quizás Chase, forzando la excepción inventa con su singularidad un hombre que puede ser una excelente bailarina.

En esa línea François Ansermet, (21) que fuera citado por Alejandra en aquella oportunidad, plantea el pasaje del derecho a ser diferente al fuera de la norma para todos, que es un relativismo que se ha vuelto totalitario, “una voluntad de universalización de la norma”, pero diferente. Al pasar al fuera de la norma para todos de lo que se trata es de la invención de la unicidad en medio de la tendencia a la universalización. Por eso sugiere para el psicoanálisis que más que promover una norma para todos o un fuera de la norma, apuntemos a permitir a cada uno construir su solución. Ansermet nos propone que antes de entrar en las consideraciones sobre el género es mejor detenerse en las soluciones de cada uno, pues cada uno tiene su bricolage, nos dice, su solución, como suele decir Mónica también. Y plantea un proceso según los tiempos lógicos de Lacan: el instante de ver, en el cual el transexual puede decir “no soy el que soy”, “no soy del género que se supone que represento”, en donde hay una convicción, incluso una certeza. Después el tiempo de comprender que suele tomar prestados elementos de los discursos trans establecidos y que es el tiempo de la construcción de una nueva identidad. Y finalmente el momento de concluir, que es el momento del acto del cambio de género, lo cito: “pasaje al acto que tiene función de acto de pasaje”. (22) Sin embargo, algunos sujetos pueden conducirse por otras vías, como la de hacer de su vida una obra. Se inventan de un modo diferente, y nos alienta a que en la clínica tomemos en cuenta esta dimensión de la invencion sin fascinarse demasiado y quedar tomados por la problemática transgénero. Es un proceso en el cual se trata de poner la invención en lugar de la certeza, la del trasn pero también la nuestra.

1- “Chase Johnset: un varón ballerina”, Los tiempos versión digital del 23/7/2018, https://lostiempos.com/oh/actualidad/220180723/chase-johnsey-varon-ballerina, consultado el 6/4/2020.

2- “Chase Johnsey es hombre, pero quiere ser primera bailarina”, diario La Nacion del 22/6/12018, https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/danza/chase-johnsey-quiere-ser-primera-bailarina-y-el-english-national-ballet-cree-que-puede-nid2146184 del 22/6/18).

3- Girl (2018), Belga, dirigida por Lukas Dhont.

4- Lacan, J., “La significación del falo”, Escritos 2, Siglo Veintiuno, Bs. As., 1985, p. 665.,

5- Ver también Álvarez,, P., “La elección inconsciente del género”, Aperiodico Psicoanalítico 31 Género y Trans 2, Bs. As.,

6- Laurent, E.,. El reverso de la biopolítica, Grama, Bs. As., 2016.

7- Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, Paidos, Bs. As., 2006, p. 64.

8- Laurent, E., El reverso de la bioplítica, op. cit., p. 119.

9- Ibíd., pp. 104-8.

10- Lacan, J. El Seminario, Libro 23, El sinthome,op. cit., p. 151.

11- Ibíd., p. 64.

12- Laurent, E., El reverso de la bioplítica, op. cit., p. 112.

13- Lacan, J. El Seminario, Libro 23, El sinthome, op. cit., p. 64.

14- Ibíd., p. 151.

15- Laurent, E., El reverso de la bioplítica, op. cit., pp. 120-121.

16- Miller, J.-A., “El inconsciente es político”, Revista Lacaniana de Psicoanálisis 1, Grama, Bs. As., p. 14.

17- Miller J.-A. y Laurent, E., El Otro que no existe y sus comités de ética, Paidos, Bs. As., 2005.

18- Ibíd., p. 77.

19- Cf. Lacan, J., El Seminario, Libro 19, …o peor, Paidos, Bs. As. 2012, capítulo III “De la anécdota a la lógica” y capítulo XIV “Teoría de las cuatro fórmulas”.

20- Miller, J.-A.; Laurent, E., El Otro que no existe…, op. cit., p. 77..

21- Ansermet, F., (entrevista por Edith Tendlarz) Aperiódico psicoanalítico 31 Genero y Trans, Bs. As.,

22- Ibíd.

La epidemia de las mujeres PABLO RUSSO

Muchas gracias queridas Mónica y Blanca. Intentaré ser lo más breve posible y no reiterar lo que ya han dicho. Es la primera vez que lo hacemos de modo virtual pero dada cierta práctica que tenemos hace bastante tiempo, en general combinamos bien.

Buenas tardes y noches a todas, todos, todes, a los que pudieron incluirse y están conectados y a los que su inscripción llegó fuera del cupo que nos impone esta plataforma –como dijo Mónica–, al menos por esta vez, afectuosos saludos cuando logren ver el video.

Puse como título a estas notas introductorias para el trabajo de este año: La epidemia de las mujeres.

No sé si sería mejor decir “las feministas”, “los feminismos”, o “lo femenino”, creo que por ahora es mejor así, dejarlo del lado de un colectivo bien particular, o incluso paradojal, en tanto, como también situó Blanca, (1) el de “las mujeres” es un conjunto abierto. Y además de minimizar el termino epidemiológico, de pandemia a epidemia ¡no se alarmen!, intentaré situar en y para ellas la peste de la no-relación en tanto podría continuar siendo auspiciosa, productiva.

 

En este tiempo de casi absoluta dis-continuidad, hay que encontrar momentos y ocasiones para continuar. Nunca olvidando ni descuidando la función que encarnamos, seguir trabajando, pensando, conversando. También atendiendo y por las vías que sean. Son modos de encontrar salidas que, dando lugar a los modos singulares, no sean ni irresponsables ni banales.

Muchos pensadores, filósofos, hasta gurúes de hoy, como dijo Rita Segato en una reciente aparición televisiva, se disputan atrapar la lectura certera del acontecimiento presente en el que estamos. Pero también en nuestro campo muchos colegas y amigos, de todas latitudes, han tomado el compromiso de pronunciarse, de intentar bien decir o escribir ciertas lecturas, de ofrecernos parciales elaboraciones que no nos alivian pero que nos sostienen y acompañan con sus palabras en la incertidumbre de un dilatado instante de ver. Leemos todo o muchos de estos aportes y los agradecemos, cada vez, pero experimentamos también, al mismo tiempo –una amiga analista me hablaba de la “experiencia de la espesura del tiempo”–, experimentamos también que irrumpe en el pensamiento, es decir en el cuerpo, la encerrona que nos dificulta continuar pensando y hablando sobre otros temas, por ejemplo los de nuestro seminario. Diría entonces aquí que en particular el tema de este seminario, por muchas consecuencias y transformaciones que produzca este real sin ley que no acosa, en tanto seres hablantes sexuados, no solo continuará vigente sino que seguirá ocupando un espacio central, nodal y también para las mujeres o para los feminismos.

Hace bastante, no sé ya cuánto, a principios del verano quizás –y parece ya otro tiempo y otro mundo–, había pensado en intentar asomarme a lo que pensaba titular “La epidemia de las identidades” –de algo de eso habló Blanca–, como vía en lo actual de ir distinguiendo o no dimensiones de la invención que, como hemos trabajado en varias ocasiones, es siempre singular. Pero pensando luego en las consecuencias que ellas vienen produciendo y que, creo, tampoco se detendrán, decidí que mi sesgo para este año –los que me conocen sabrán o recordarán que siempre intento proponerme un rasgo o hilo desde el cual ir siguiendo, tejiendo los diversos abordajes que nos propongamos a lo largo de los encuentros del año– será repensar las posibilidades de conversación, hoy y en Buenos Aires, entre el psicoanálisis de la orientación lacaniana y los feminismos.

Bien, con esta propuesta quisiera en primer lugar recordar el comienzo del aporte, entre muchos otros, de Miquel Bassols, que pueden encontrar en el blog de Zadig España –hay también aportes en el del Zadig Argentina y la mayoría de ustedes recordaran que éste eligió como tema para su primer Foro del año pasado una conversación con los feminismos y especialmente representados por mujeres. Allí estuvo incluso participando Mónica. Lo que recorto ahora de ese aporte de Miquel no me parece ni tan lejano ni indiferente a nuestro tema. Dice: “La naturaleza es epidémica” –hoy, podríamos agregar, globalizando caóticamente un real sin ley. Y agrega: “El ser humano es epidémico por ser hablante y estar habitado (en su extraño cuerpo sexuado, de cuya imagen ya nos habló Blanca) por esa sustancia gozante que llamamos significante”. (2) Agregaría también que en muchos de los aportes que circulan se propone, para este asedio y de ser posible, dignificar la respuesta inventiva en cada sujeto.

Luego, recomenzaría este renovado intento de conversación, con los feminismos y en nuestro seminario, recordando aún que cada sujeto –de la ‘identidad’ sexual que sea–– experimenta en su cuerpo, del modo que puede pero ineliminablemente, que no hay objeto adecuado para la pulsión, que no existen la complementariedad y armonía sexuales entre los seres infectados de lenguaje.

Por lo cual, lo que me parece primario para insistir, volver a intentar ser escuchados por las feministas, o por las feministas más abiertas, lo cual creo que será cada vez más vital tanto para ellas como para nosotros, es resituar en el centro de la epidemia identitaria de hoy que, puesto que “no hay relación sexual” hay arreglos más o menos contingentes y siempre sintomáticos. Que no hay identidad sexual –como ya tomó Blanca– sino posiciones o identificaciones respecto del goce. Que desde el psicoanálisis no hay norma alguna respecto del buen arreglo, del buen modo de responder a esta imposibilidad. Que –y esto retornará muchas veces seguramente en nuestras conversaciones de este año– las respuestas estables o soluciones serían siempre del orden de la invención.

Como nos enseñó Lacan sobre el espacio no-todo y una por una, en tanto más ‘cercano’ o afín de las mujeres o de lo femenino al impasse de goce respecto a la proporción sexual que no existe, me parece pertinente distinguir o valorizar especialmente respecto de las varias y diversas presentaciones discursivas y reivindicaciones llamadas de un modo general “de género”, la revolución que, desde el abanico de feminismos, están produciendo hoy lo que podemos llamar las mujeres. Esas pibas de las que habló Mónica, pero las de hoy.

Imaginaré una especie de juego como punto de partida para el valor que le supongo a una conversación posible con nuestros feminismos como si, por ejemplo, nuestra interlocutora fuese una Rita Segato e intentáramos transmitirle, ponerla a debatir con el Lacan ‘feminista’. Ese Lacan que va de fines de 1971 a mediados de 1974, es decir, de El Seminario 19, …ou pire, pasando por el 20, Encore o Aún, hasta el 21, “Los no incautos y-erran” o “Los nombres del padre”. Es el Lacan inmediatamente anterior al que tomó Blanca, sería el último y no el ultimísimo. Y sostener, en estas primeras notas, este simulacro imaginario de escucha y conversación vía algunos recortes del mismo Lacan o apoyados por algunas otras referencias que encontré como iniciales. Solo voy a abrir la cuestión, a presentar una línea de trabajo.

Me parece que en ese amplio movimiento que podemos ya tildar, caracterizar de histórico y nada reciente! pues con vaivenes lleva cerca de 150 años aquí en la Argentina, Segato no es cualquier voz. Por su apertura a pensar el contexto contemporáneo y local –o latinoamericano– de violencia producida por el capitalismo –sobre todo occidental–, por su posición respecto de que la revolución no debe pasar por abolir ni a los varones ni a la diferencia sexual, así como por su disposición a incluir en sus siempre lúcidas, filosas, singulares lecturas un lugar para el psicoanálisis. Por ejemplo, en uno de sus más importantes libros, Las estructuras elementales de la violencia: ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos, que es del 2010 –que si luego queda tiempo o quieren conversar retomaré–, propone que debatir con el psicoanálisis permitirá a los movimientos feministas –que ella misma intenta abarcar, englobar en sus enormes investigaciones– “…que el género se muestre apto para pensar […] el poder y la sujeción (además) en otras trincheras de la vida social”. (3)

Aun así, aún con esta apertura, su lectura de Lacan no va mucho más allá de “La significación del falo”, es lo que suele citar, y suele estar mediatizada por lecturas angloparlantes en general norteamericanas. Es decir, toma académicas norteamericanas que han traducido a su modo a un temprano Lacan y toma eso como si fuera Lacan, finalmente reduciéndolo a permanecer como un mero estructuralista. Todo lo cual más que un déficit me pareció al entrar en este tema… un enorme desperdicio! Tan es así que al conversar, por ejemplo, de tú a tú con una Judith Butler uno puede reconocer en las referencias de esta, que Segato cita o extrae, a un Lacan posterior y mucho más… ¿cómo decir? más lacaniano, y más feminista! Pero no lo conoce. He iniciado, quiero contarles, un cierto contacto con ella, con Rita Segato, que ha aceptado con mucha amabilidad, anticipándoles que tal vez podamos entrevistarla y contar con alguna presencia de su pensamiento “epidémico” en el próximo número de la Revista Enlaces, creo que sí, veremos si lo conseguimos finalmente. (4) Y estoy empeñado en hacerle conocer ese Lacan al que Jacques-Alain Miller llamó tempranamente, por ejemplo en sus Matemas, “Otro Lacan”.

Respecto de la también enorme, notable y probablemente no tan conocida historia del feminismo en la Argentina

–recién estoy comenzando a zambullirme–, encontré algunas perlas, eventos, mujeres activistas, que se remontan a fines del siglo XIX y primeros años del siglo XX. Es decir, no han leído siquiera a Freud, tal vez alguna –si llegó– la icónica novela de la que nos habló Mónica, Mujercitas, y están en simultáneo con lo que se suele ubicar como el comienzo de la segunda ola o sufragismo en el mundo pero agregándole reivindicaciones muy de avanzada y aún hoy no satisfechas. Y mucho antes de las figuras más renombradas de la historia del feminismo argentino: Alicia Moureau, las escritoras Gabriela Mistral y Alfonsina Storni, la misma Eva Perón, etcétera, que suelen ser las más conocidas. Incluso antes de lo que fue un hito en 1910, que fue el primer Congreso Femenino Internacional en la Argentina. En 2010 se hizo un congreso recordándolo, pues además se consiguieron y publicaron las actas de aquel un siglo anterior.