Transformaciones. Ley, diversidad, sexuación

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2. Resistencia

2.1. Frente de Liberación Homosexual

Desde siempre, “los sodomitas, los homosexuales, los invertidos y las tribadistas, sedimentaron espacios, trayectorias y prácticas de resistencia y vivencia a partir de lo artístico, de lo lúdico, lo corporal y lo cotidiano”. (33) Pero fue recién a mediados del siglo XX cuando comienzan a hacerse visibles ciertas experiencias de socialización entre personas de sexualidades disidentes en Latinoamérica, a pesar de que las agrupaciones aún no se posicionaban desde una política de visibilidad. Las manifestaciones que sucedieron en distintos lugares del mundo en la década del 60, sumadas a las que se produjeron en represalia de la redada policial que se produjo en el bar gay neoyorquino Stonewall Inn, generaron el terreno para que comenzaran a aparecer diferentes agrupaciones con tintes más políticos. Los movimientos más significativos posteriores al mítico día del Stonewall surgieron principalmente en los EE.UU, pero también en Sudamérica. Buenos Aires principalmente. “Nuestro mundo” surgido un año antes de los sucesos del Village es considerado el primer grupo constituido públicamente bajo una orientación homosexual en Sudamérica. (34) Se definió como sexopolítico, ya que contaba con una fuerte base obrera y sindical. Este grupo resultó ser el antecedente del que sería, a partir de 1971, el Frente de Liberación Homosexual (FLH), de orientación marxista, donde en sus filas se sumaban intelectuales de clase media. En los campos de exterminio nazis, cada prisionero llevaba un triángulo de distinto color, invertido y bordado en su ropa, para indicar el motivo de su encierro. Los homosexuales llevaban uno rosa. Ese fue el emblema que un grupo de jóvenes eligió para fundar el FLH. “Yo estuve entre los creadores del FLH y eso es algo que reivindico”, (35) dice Sebreli: “pero después empezó una desviación hacia el castrismo y, lo que es peor, hacia el peronismo de izquierda […] Primero tuve un problema con el periódico que sacábamos […] para el cual había escrito una nota sobre las UMAP […] y que no me publicaron. Al poco tiempo, el grupo que encabezaba Néstor Perlongher se hizo peronista. Algo inadmisible porque el peronismo era homofóbico, ¡los montoneros eran homofóbicos! […] Los propios montoneros llegaron a fusilar a dos compañeros homosexuales porque consideraban que los homosexuales eran ‘apretables´ […] ¡No podés defender los derechos humanos de los homosexuales y ser castrista y montonero! La Cuba castrista ha sido de los máximos enemigos de los homosexuales...” (36)

Las diferencias ideológicas dentro del grupo no fueron un obstáculo para que hubiera acuerdo sobre las estrategias a adoptar en la lucha contra la represión. Su modo de funcionamiento, similar al del feminismo, transitaba la discusión teórica, pero también la acción concreta. Luego de la aparición del periódico Homosexual, desde finales de 1973, el FLH editó la Revista Somos, repartida clandestinamente. Allí se publicaba información sobre enfermedades de transmisión sexual, persecución y asesinato de homosexuales, asesoramientos para evitar el acoso público, entre otros temas. Sin embargo, como consecuencia de las discusiones ideológicas internas del grupo, sumada a la necesidad de la búsqueda de una especificidad, el subgrupo lésbico que existía en la Revista Somos se separa formando el GALF. Cuando se acercaba el golpe de Estado de Videla, el FLH comenzó a funcionar desde la total clandestinidad, particularmente desde la aparición de la publicación de López Rega. El nuevo gobierno militar significó la disolución del FLH.

2.2. Se inicia el camino a los derechos:

Comunidad Homosexual Argentina

La aparición del VIH/SIDA dio un nuevo impulso a la creación de nuevos movimientos por la liberación homosexual. A mediados de los años 80 los homosexuales estaban en el centro de las miradas. La bibliografía y filmografía sobre la temática vinculada al VIH/SIDA aumentaba notoriamente a nivel mundial. En Argentina, luego de la dictadura, se organizaron varios grupos que formaron una coordinación para ocuparse de la cuestión homosexual en torno a las elecciones presidenciales de 1983. Sin embargo, el fin de la dictadura militar no significó la disolución de los aparatos represivos. Recordemos que los edictos policiales siguieron vigentes hasta bien entrada la década del noventa. En 1984 se fundó la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) y seguidamente esta publicó en el diario Clarín una solicitada exigiendo la derogación de los edictos policiales. Entre 1984 y 1987, los derechos de los gays y lesbianas cobraron cierto protagonismo a través de Jáuregui, quien desde diversos medios de comunicación se pronunciaba sobre los mismos en relación a la violación de derechos humanos de la dictadura de años precedentes. Estos debates llevaron a que en 1986 la CHA pidiera la personería jurídica, la cual le fue negada. Este hecho generó que buscara apoyo en otras organizaciones mundiales que realizaban intervenciones en conferencias o actos políticos para pedir por este y otros reconocimientos. Esta militancia por la personería se extendió durante seis años, en varias ciudades del mundo. Finalmente, cuando el presidente Carlos Menem estaba dando una conferencia en la Universidad de Columbia, fue interrumpido por un estudiante que le criticó que pregonara la libertad en otros países mientras en el suyo se le prohibía el reconocimiento jurídico a la CHA y los homosexuales seguían siendo perseguidos. Menem, en pos de cuidar su imagen, le respondió rápidamente que ya había ordenado que se revirtiera el fallo. El 17 de mayo de 1992, la CHA se transformó en la primera organización argentina en obtener la personería jurídica, adhiriéndose también a la International Lesbians and Gays Association. En el año 1997, por primera vez en el país, se consideró válida legalmente la unión de dos homosexuales, cuando la Obra Social de los docentes extendió la cobertura médica a la pareja del presidente de la SIGLA, segunda organización argentina en obtener la personería jurídica.

2.3. Militancia travesti: “aquello que nuestros niños no deben ver”

La historia política del travestismo transitó un camino diferente. De acuerdo con Lohana Berkins, “la lucha política se inicia de manera organizada en 1991 cuando un grupo de compañeras travestis forma la primera asociación que lleva el nombre de Asociación de Travestis Argentinas”. (37) Las integrantes de este grupo habían solicitado ayuda a Jaúergui, quien las empujó a organizarse políticamente indicándoles que era justamente la pata que le faltaba al movimiento LGB. Sin embargo, desde algunos grupos gays, lesbianos y feministas no se recibía con los brazos abiertos a las militantes travestis. Las discusiones dentro del colectivo travesti así como con diversos sectores del feminismo llevaron a las integrantes de ATA a crear dos organizaciones más. Por ese entonces, las preguntas sobre el “ser” travesti atravesaban a todas ellas. La UBA resultó ser una aliada importante para esta minoría que lentamente fue ocupando espacios en la flamante Área de Estudios Queer y Multiculturalismo.

Durante la Asamblea Estatuyente que sancionó la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires en el año 1994 y que la convirtió en Ciudad Autónoma, se produjo un punto de inflexión para la militancia travesti. Si en la Asamblea se discutía la inclusión de artículos contra la discriminación por orientación sexual, desde el colectivo travesti se empezó a luchar para que se incluyera la cuestión de la identidad de género. Uno de los grupos que más fehacientemente se opuso a la presencia de travestis en la Ciudad fue “Vecinos de Palermo”, quienes refiriéndose a las travestis del mismo modo que lo hicieran Ingenieros, Veyga y Ramos Mejía un siglo atrás, las tildaban de “degenerados, amorales, híbridos e incluso de sidosos”. A partir de la promulgación de la Convención de los Derechos del Niño de fines de los años 80, invocar los derechos de los más pequeños resultaba siempre una estrategia eficaz para arremeter contra lo que se consideraba inmoral. Así, el grupo de “Vecinos de Palermo” definió a las travestis como “aquello que nuestros hijos no deben ver”. De modo similar, la “Asociación Amigos de la Avenida de Mayo”, en su estatuto, y en defensa de la “vida familiar”, prohibió el desfile de travestis por la histórica avenida. “No a la Ciudad Autónoma del Santo Travesti”, rezaban las pancartas expuestas por manifestantes frente a la Legislatura porteña en tiempos de estos debates.

2.4. Los espacios se multiplican y los derechos comienzan a reconocerse

Ahora bien, las múltiples agrupaciones que comienzan a surgir desde mediados de la década de 1980, proponen, en términos generales, una política con énfasis en los derechos reconocidos por el Estado y las posibilidades de igualación normativa. Pero no fue estrictamente el contexto local el que permitió que estos cambios fueran posibles, sino el clima mundial que comenzaba a albergar y contemplar los pedidos de gays, lesbianas, transexuales, travestis e intersex. A comienzos de los años 90, los movimientos de gays y lesbianas ya se esparcían por muchos países y las principales universidades comenzaban a formar departamentos de estudios sobre estos temas.

La multiplicación de agrupaciones, espacios de debates, propuestas en torno a la modificación de normativas y leyes llevó, como indica Figari, “a la inevitable pregunta sobre quiénes hablan en nombre de los colectivos que dicen representar y lo que resulta aún más problemático quiénes son esos colectivos”. (38) Es así como la noción unitaria y unívoca de homosexual comienza a resquebrajarse. Desde su surgimiento como clasificación médico-legal, la homosexualidad fue abordada en todos los casos por posturas esencialistas, basadas estas en la religión o la biología, como si solo existiera una única forma de homosexualidad. Es esta posición la que comienza a ser cuestionada y debatida no solo dentro de los espacios de militancia de las diversas agrupaciones, sino en las universidades y en los estudios culturales realizados por sociólogos y antropólogos principalmente.

 

Durante la década del 90 y la primera década del siglo XXI se multiplican las agrupaciones y organizaciones que trabajan y militan en favor de la comunidad gay, lésbica, bisexual, travesti, transgénero, transexual e intersexual en la Argentina. La militancia de todas estas agrupaciones en el terreno político, la promoción de acciones de política pública para los diferentes gobiernos provinciales y el impulso para que se discutieran en el Parlamento la Ley de Identidad de Género (2012) junto con la modificación de la Ley de Matrimonio (2010) y la atención de la salud a personas trans, fueron claves en las reformas que se llevaron y están llevándose a cabo en estos tiempos.

Desde los años 90 y hasta la actualidad se ha producido un reconocimiento sin precedentes de los derechos de todos los ciudadanos cuyas sexualidades no responden a los cánones hegemónicos.

Reflexiones finales

En épocas de debates mediáticos y políticos sobre la modificación de la Ley de Matrimonio y en menor medida en las discusiones en torno a la Ley de Identidad de Género (tal vez porque en este último caso no se cuestionaba esa supuesta “necesidad natural” invocada como derecho de los niños a tener un padre-hombre y una madre-mujer), muchas voces se preguntaban por qué aquellos que habían sido históricamente segregados y hasta torturados por el Estado y el Otro social, pedían ahora formar parte de las instituciones de aquellos mismos que los invisibilizaron por décadas. Responder esta pregunta sería caer en la trampa de considerar a “la homosexualidad” como una unidad inmutable. Requeriría un análisis profundo evaluar si acaso existen elementos comunes entre, por ejemplo, los hacinados en el Depósito 24 de noviembre, los protagonistas de la clandestinidad con la que comenzaba a militarse en épocas dictatoriales y aquellos que hoy pueden disfrutar de un mercado dedicado exclusivamente a un público gay ABC1 con ofertas de todo tipo. Cabría preguntarse, al hablar de “homosexualidad”, qué entendemos hace a su especificidad: ¿fantasías? ¿prácticas sexuales? ¿zonas erógenas predilectas? o ¿el lugar sintomático que esa disidencia (invertido, homosexual, lesbiana, gay, queer, trans, intersex, etc.) representa como Otredad amenazante frente a la economía social heteronormativa?

Por otro lado, los espacios de socialización han cambiado y también sus actores sociales. Si antes los encuentros solo podían darse en baños, tugurios y parques poco iluminados, en las últimas décadas se han abierto discotecas, hoteles, cruceros y demás espacios a un público lésbico-gay antes inimaginable. Los lugares de encuentros clandestinos y subterráneos de la ciudad, por ejemplo, pierden protagonismo frente a los espacios abiertos y los “gay friendly”.

Si bien la inquietud que lleva a algunos a preguntarse por qué “los homosexuales” solicitan ser reconocidos por el Estado podría responderse rápidamente, como lo hace Judith Butler, sosteniéndose que “nadie que sepa lo que significa convivir en el mundo social desde lo que es `imposible´, ilegible, irrealizable, irreal e ilegítimo, plantearía esa pregunta”, (39) podríamos considerar también que los países que comienzan a legalizar las uniones del mismo sexo asumen cierto progresismo social, aunque no es menos cierto afirmar que, al hacerlo, ratifican la única vía posible de legitimar la sexualidad y el acceso a la seguridad social. De este modo, pensiones, obras sociales, tenencias de hijos y bienes continúan basándose solamente en la institución matrimonio.

Si acordamos que el acceso a la seguridad social se da a través del matrimonio, igualar derechos no significa que ahora los “homosexuales” quieran casarse. Lo que no terminan de comprender, tal vez, aquellos que se formulan esa inquietud, es que quienes han militado en pos de la modificación de esa Ley, buscando el reconocimiento del Estado para aquellas parejas conformadas por dos personas asignadas a un mismo sexo, no han luchado simplemente para que gays y lesbianas contraigan matrimonio. Se trata de que gays y lesbianas tengan la posibilidad de no casarse. Es la posibilidad de declinar la que se ha conquistado. Con la modificación de la Ley de Matrimonio, habrá quienes quieran casarse, y quienes no. Lo que no habrá más, es la prohibición de acceso igualitario a la seguridad social en los términos propuestos por el Estado. (40)

1- Jauretche, A., El medio pelo en la sociedad argentina, Corregidor, Bs. As., 2008., p. 73.

2- Tranchini, E., “El cine argentino y la construcción de un imaginario criollista”, El cine argentino y su aporte a la identidad nacional, Comisión de Cultura del Senado de la Nación, Bs. As., 1999, p. 108.

3- “No ahorre sangre de gauchos mi general, que es lo único que tienen de humano”, le había escrito Sarmiento al entonces Presidente Mitre pidiéndole que mandara al frente de batalla en la Guerra del Paraguay a los indios y a los gauchos con el fin de exterminarlos.

4- Publicado en el diario La Nación de Buenos Aires, 27 de abril de 1924.

5- Salessi, J., Médicos, maleantes y maricas, Beatríz Viterbo, Bs. As., 1995, p. 14.

6- Bazán, O., Historia de la homosexualidad en la Argentina, Marea, Bs. As., 2010, p. 114.

7- Navarro, M., “Diario”, La fiebre amarilla de 1870 a 1871, Anales del Departamento Nacional de Higiene, N°15, abril de 1894, pp. 447-455.

8- Salessi, J., Médicos, maleantes y maricas, op. cit.

9- Sebrelli, J. J., Escritos sobre escritos, ciudades bajo ciudades, Sudamericana, Bs. As., 1997, p. 285.

10- de Soiza Reilly, J. J., “Las miserias de la infancia”, Revista Fray Mocho, 1914, p. 47.

11- Sebrelli, J. J., Escritos sobre escritos, ciudades bajo ciudades, op. cit., p. 289.

12- Ibíd., p. 313.

13- Ibíd., p. 315

14- Ibíd.

15- Pavón Pereyra, E., Perón, tal como es, Machaca Güemes, Bs. As., 1973.

16- Sebrelli, J. J., Escritos sobre escritos, ciudades bajo ciudades, op. cit., p. 316.

17- Publicado en el diario Clarín, 24 de agosto de 1999.

18- Publicado en el diario Página 12, 21 de agosto de 1999

19- Fernández, J., Cuerpos desobedientes, Edhasa, Bs. As., 2004, p. 36.

20- El doctor Nicolás Greco sostenía por entonces que el cierre de los burdeles obligaba a varones y mujeres a “recursos artificiales como la masturbación o las perversiones sexuales, es decir, la homosexualidad o pederastía en el hombre, o el tribalismo o safismo en la mujer, que también tiene necesidad de satisfacer su instinto sexual. Haciendo entre ellas cuando no pueden hacerlo con un hombre”, citado en Sebrelli, J. J., Escritos sobre escritos, ciudades bajo ciudades, op. cit., p. 320.

21- Felliti, K., “En defensa de la libertad sexual: discursos y acciones de feministas y homosexuales en los ‘70”, Revista del Centro de Estudios Históricos e Interdisciplinario sobre las Mujeres, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Tucumán, año 2, Nº2, 2006.

22- Sebrelli, J. J., Escritos sobre escritos, ciudades bajo ciudades, op. cit., p. 317.

23- Citado por Berkins, L., “Un itinerario político del travestismo”, en Maffía, D. (comp.), Sexualidades migrantes, Feminaria, Bs. As., 2003, p. 152

24- Recuperado de http://www.lanoticia1.com/noticia/matrimonio-gay-polemicas-declaraciones-de-chiche-duhalde-406106077.html.

25- Sebrelli, J. J., Escritos sobre escritos, ciudades bajo ciudades, op. cit., p. 323.

26- Felliti,K., “En defensa de la libertad sexual…”, op. cit.

27- Sebrelli, J. J., Escritos sobre escritos, ciudades bajo ciudades, op. cit., p. 324.

28- Revista El Caudillo, Bs. As., 12 de febrero de 1975.

29- Urning es una expresión del siglo XIX que aludía a una supuesta persona de cuerpo masculino con psique femenina, que se sentía principalmente atraída por varones.

30- Bazán, O., Historia de la homosexualidad..., op. cit., p. 99.

31- Sebrelli, J. J., Escritos sobre escritos, ciudades bajo ciudades, op. cit., p. 326

32- Jáuregui, C., La homosexualidad en la Argentina, Tarso, Bs. As., 1987.

33- Fígari, C., “El movimiento LGBT en América Latina: institucionalizaciones oblicuas”, en Massetti, A., Villanueva, E. y Gómez, M. (comps), Movilizaciones, protestas e identidades colectivas en la Argentina del bicentenario, Nueva Trilce, Bs, As., 2010, p. 227.

34- Ibíd., p. 228.

35- Sebrelli, J. J., Escritos sobre escritos, ciudades bajo ciudades, op. cit., p.12.

36- Ibíd.

37- Berkins, L., “Un itinerario político del travestismo”, op. cit., p. 145.

38- Fígari, C., “El movimiento LGBT…”, op. cit., p. 234.

39- Butler, J., El género en disputa, Paidós, Bs. As, 1990, p. 8.

40- Vale la pena resaltar que la modificación de la Ley de Matrimonio no ha llegado libre de críticas. Desde distintos sectores de militancia trans, travesti e intersex se ha cuestionado que solo puedan contraer matrimonio aquellas personas que se cataloguen como hombres o mujeres, dejando excluidas a todas aquellas que no se encuentran representadas por ninguno de los dos términos.

Cuando la identidad es ley. Ecos de Michel Foucault y Judith Butler

Paula Lucía Aguilar

Laura Fernández Cordero

La sanción de la Ley de Identidad de Género Nº 26.743 tiene antecedentes sociales, culturales, políticos y jurídicos diversos y dinámicos. Tiene, además, antecedentes teóricos. O, mejor, múltiples lecturas de autores y autoras que al exceder la academia pasaron a formar parte del abecé militante de los movimientos socio-sexuales, como Michel Foucault y Judith Butler. A pesar de que ni sus nombres ni sus obras se mencionan explícitamente en los fundamentos del proyecto de ley presentado, son interlocutores innegables de las autoras y autores citados. Y lo que es más importante, sus textos tienen una presencia central en los debates de las últimas décadas en torno al género y la sexualidad. Es por eso que en estas breves páginas nos proponemos repasar algunos tramos de sus obras en relación con el género, la identidad y las leyes. (1)

 

Michel Foucault: Identidad, cuerpo, verdad

“Poco importa si se trata o no de utopía; tenemos ahí un proceso de lucha muy real; la vida como objeto político fue tomada al pie de la letra y vuelta contra el sistema que pretendía controlarla”. (2)

Michel Foucault

Desde sus primeros trabajos, Michel Foucault puso en cuestión la evidencia de la unidad identitaria del sujeto moderno, iluminando las intrincadas tramas de saberes y prácticas técnicas que lo convierten en objeto de conocimiento al tiempo que fabrican su individualidad. Su minucioso estudio arqueológico acerca de la locura, le permitió reflexionar sobre las formas de la distinción entre lo mismo y lo otro, los procesos de constitución histórica de la delgada línea entre lo normal y lo anormal. En el centro los cuerpos, puntos axiales de relaciones de poder, donde a partir del siglo XVIII, la vida misma aparece como blanco del poder. (3) Múltiples discursos con pretensión de verdad orientan las prácticas de y sobre los cuerpos: prescripciones, instrucciones, reglamentos, ejercicios cotidianos sedimentan en normas e inscriben ellos, microfísicamente, unas formas del ser y del hacer, históricas, cambiantes, azarosas, plausibles de ser estudiadas genealógicamente.

La historia se inscribe en los cuerpos, planteará en su texto sobre Nietzsche, la genealogía y la historia, (4) al rechazar toda posibilidad de un origen a ser recuperado en su pureza, en pos del rastreo de los enfrentamientos y el azar, de las imposiciones pero también de las resistencias que explican los comienzos. (5) O dicho de otro modo, cómo llegamos a ser esto que somos. Foucault plantea el desafío de una práctica teórica que busca dar cuenta de una ontología de nosotros mismos. Una reflexión sobre los cuerpos, los modos del devenir sujetos y las normas en sus modulaciones históricas. Una pregunta desde y por el presente. La apuesta teórica de Foucault sostiene su potencia disruptiva allí donde advierte la imposibilidad de la respuesta unívoca a la complejidad de los procesos de subjetivación.

En sus textos fundamentales y de mayor circulación, Foucault propone una conceptualización del poder en términos relacionales. El poder es constitutivo y atraviesa todas las relaciones sociales, aunque de modo desigual y jerárquico. El ejercicio del poder, o mejor dicho de los poderes, lleva en sí por definición la posibilidad de la resistencia. Desde esta perspectiva, no es posible pensar las relaciones de poder sin considerar como premisa la existencia de sujetos con cierta libertad de actuar, o cuanto menos, de oponerse, contestar, rellenar estratégicamente las prácticas y discursos que los atraviesan. Foucault pone el acento en la positividad del poder, su cualidad productiva: cuerpos, relaciones, verdades. En sus últimas formulaciones, el poder es planteado como la posibilidad de delimitar el campo de acción posible de los otros, de conducir sus conductas, aspiraciones y deseos. Esto implica una reflexión sobre el gobierno de los otros, pero también del sí mismo, a través de las tecnologías del yo. (6)

El ejercicio de poder es inescindible de su relación con el saber y, por ende, con la configuración de lo que en cada momento se constituye como lo verdadero o lo falso. La circulación de discursos con pretensión de verdad va trazando líneas de separación, de exclusión de agrupamiento, en los que también se pone en juego la noción misma de normalidad, criterio en el que confluyen tanto las ciencias como el discurso jurídico que dan cuenta de esta y de sus desvíos. Se configuran entonces ciertas formas de objetivación de los sujetos, en tanto objetos de conocimiento: objeto de un saber, presa de un poder. (7)

Ahora bien, esta complementación entre objetivación y subjetivación revela su complejidad al considerar la microfísica del poder, disciplinaria, que actúa en y a través de los cuerpos distribuyéndolos en el espacio, estableciendo ritmos, articulando sus gestos mínimos. Toda una anatomía política del detalle que tiene su correlato en la regulación del cuerpo en tanto especie, una biopolítica reguladora de las pobla-ciones que estos cuerpos componen. Es en este punto en

el que surge un concepto fundamental para pensar los aportes de la “caja de herramientas” foucaultiana al análisis

que nos convoca. Porque, para Foucault, entre la anatomopolítica de los cuerpos y la biopolítica de las poblaciones, media y se instaura políticamente el sexo: “acceso a la vida del cuerpo y a la vida de la especie” (8) y con ello el dispositivo de sexualidad.

Es justamente en su Historia de la sexualidad que Foucault desarrolla su tesis principal acerca de las formas históricas de construcción de una verdad sobre sí mismo que radicaría en el sexo, mostrando cómo el cuerpo se conforma en blanco de un poder y la vida misma objeto de regulación. Provocativamente, plantea un interrogante: ¿cómo entender esta incitación a los discursos sobre aquello que a la vez es lo más íntimo y lo que permitiría regular la población?, ¿qué procesos históricos fueron necesarios para llegar a considerar que es justamente en el sexo donde se encuentra la autenticidad de los sujetos, y en la confesión, de sus múltiples formas, su verdad última? Foucault propone entender que la subjetivación es un proceso y la verdad, una construcción, y por tanto ambas están en permanente disputa. Pero además, la idea de un dispositivo de sexualidad, en el que el sexo, aquello que constituiría el punto nodal de nuestra condición, no es más que un efecto de su compleja articulación de elementos que median entre la anatomopolítica de los cuerpos y la biopolítica de la población. Desde posiciones feministas, sin embargo, señalan a Foucault algunas limitaciones en su argumentación acerca de los procesos de subjetivación, ya que estos no dan cuenta de la diferencia sexual como parte constitutiva de la subjetividad. (9)

Ahora, si la subjetividad es el resultado de un proceso complejo que constituye también la propia materialidad corporal, queda descartada la idea de una “liberación”, si por eso se entiende la existencia de algo que se supone salvaje o puro. No habría entonces sujeto que liberar, puesto que este no precede a su propia construcción. (10) Sin embargo, la vida escapa permanentemente a los embates de la norma, escurridiza, nunca es captada del todo por los mecanismos del poder. Foucault plantea entonces la búsqueda de los placeres como una posible vía de interrogación. (11) Si no es posible no ser gobernado, al menos, desde lo que llama una “actitud crítica” en tanto resistencia es posible plantearse no ser gobernado de “ese modo” (12) e incluso buscar otros posibles.

Si bien Foucault descarta la identidad (y su estabilidad) en términos de su propuesta teórica, ante la pregunta realizada en un reportaje en sus últimos años sobre su utilidad como herramienta política, le concede una cierta potencia estratégica. Sin embargo, advierte sobre los riesgos inevitables de su cristalización, de los limitados alcances de esta noción: “No debemos descartar la identidad si a través de ella las personas encuentran su placer, pero ojo con considerar esa identidad como una regla ética universal erigiéndola en norma para todos”. (13)

Judith Butler. Identidad, género y performatividad

“Afrontémoslo. Nos deshacemos unos a otros y si no, nos estamos perdiendo algo”. (14)

Judith Butler

Desde que publicó Gender Trouble en 1990, la voz de Judith Butler comenzó a despertar ecos cada vez más lejanos. Algunas traducciones parciales circularon entre nosotros hasta que se publicó al fin El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad, (15) un cóctel potente de filosofía post estructuralista y reflexiones políticas sobre el género y la identidad. Un texto que, por momentos, resulta muy arduo pero, como ella misma dice, ¿qué ilusión sostienen la transparencia y la claridad del lenguaje? (16) Al contrario, Butler despliega conceptualizaciones complejas para poder explicar lo que parece más evidente: la identidad de género no es un punto de partida, sino el producto de un proceso de construcción social y de naturalización. Desde esta perspectiva, el sexo se produce en una matriz de inteligibilidad generizada. Para decirlo sencillamente: se construyen modos de ser mujer y varón, y al mismo tiempo, se instala la ilusión tranquilizadora de que esas identidades están garantizadas por la biología, por la naturaleza, por los genitales.

Y algo más, no solo esa estructura dispone solamente de dos casilleros a los que sumarse (femenino o masculino), sino que produce un efecto de coherencia necesaria entre un sexo (genital y natural), un género (femenino o masculino) y un deseo (heterosexual). Esa tríada sexo/género/deseo estalla en las primeras líneas del texto. Y con ellas, las cabezas que se asoman a Butler por primera vez o desde otros territorios del pensamiento.

La propuesta butleriana provocó lecturas apasionadas, algunas demasiado entusiastas. Con la misma intensidad se criticó un dejo de voluntarismo según el cual bastaría con armar géneros a gusto o deshacernos del género impuesto como quien se quita (o se pone) un vestido. Es probable que esa lectura, combatida por la misma Butler en textos posteriores, tenga entre una de sus causas el hecho de que para comprender la dimensión coercitiva, deseante e intersubjetiva de la expresión individual de los géneros se exige conocer una parte sustancial del pensamiento del siglo xx. Entre otras estaciones, las modulaciones del deseo y el reconocimiento en Hegel, el psicoanálisis lacaniano pero también el de Freud, el Althusser de la interpelación, autoras de diferentes corrientes del feminismo y, por supuesto, Foucault. Todos tamizados por la máquina de pensar que es Butler y puestos a trabajar para explicarnos en Mecanismos psíquicos del poder (17) que la vida psíquica, lejos de ser un interior puro e intocado, es la instancia misma de producción –a través de la explotación de la necesidad humana de reconocimiento– de una identidad que nos convierte en un mismo paso en sujetos sujetados. Es decir, devenimos sujetos de la identidad, de la libertad, de la sexualidad en tanto asumimos la sujeción a un orden social y sexual, en fin, a la sociedad, a los otros.