Transformaciones. Ley, diversidad, sexuación

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Los actores sociales

Del Depósito al Congreso: historia de la persecución y resistencia de las sexualidades no hegemónicas en la Argentina (1880-2013)

Santiago Peidro

1. Persecución

1.1. Configuración ideológica de la argentinidad. Orden y progreso

“Libremos totalmente esos vastos territorios de sus enemigos tradicionales, que desde la conquista fueron un dique al desenvolvimiento de nuestra riqueza pastoril; ofrezcamos garantías a la vida y la propiedad de los que vayan con su capital y con sus brazos a fecundarlos, y pronto veremos dirigirse a ellos multitudes de hombres de todos los países y razas, y surgir del fondo de esas regiones, hoy solitarias, nuevos estados que acrecentarán el poder y la grandeza de la República”.

Julio A. Roca, al asumir la Presidencia de la Nación,

12 de octubre de 1880.

La etapa del desarrollo pampeano argentino de finales del siglo XIX estuvo caracterizada por la expansión de la agricultura, la ganadería, la construcción de ferrocarriles, la utilización de mano de obra compuesta por migrantes y extranjeros y por la difusión de un sistema de arrendamientos de una tierra ya repartida décadas atrás, concentrada y monopolizada por terratenientes. La conquista del desierto, el Registro de la Propiedad, el frigorífico, la apertura a inmigrantes de las zonas más ricas de Europa con el consiguiente mejoramiento de las razas, concentraban el anhelo progresista de la República Argentina en una estratificación social “que garantizaba ‒por el poblamiento por gringos‒ la perdurabilidad del sistema sin el riesgo de la ‘chusma incivil’ de la que hablaba Sarmiento”. (1)

El espacio rural se convirtió en la expresión cultural representativa de la nueva Argentina, “un mundo rural tan natural e inagotable que como pródigo en virtudes y riquezas, y en el que el desprecio del inmigrante hacia el nativo convivía con el recelo del criollo hacia el extranjero”. (2) En este escenario, la propiedad de la tierra fue consolidando a la oligarquía nacional de finales del 1800, convalidada por ficciones literarias y cinematográficas, y legitimada por el control de los asuntos públicos a través de la configuración ideológica de la argentinidad: liberalismo, positivismo y laicicidad. En el año 1884, se sancionaban con este espíritu las Leyes de Registro Civil, Educación Común y Matrimonio Civil, eliminando en este último caso la facultad de la Iglesia católica para consagrar y registrar legalmente los matrimonios. Sin dudas, el poder de la Iglesia perdía protagonismo hacia fines del siglo XIX. La pregunta por el ser argentino que atormentaba a los pensadores de la generación del 80 e intentaba encontrar una rasgo común entre los terratenientes, la elite gobernante, la oligarquía, los nativos, los inmigrantes y los criollos, iba esbozando una respuesta.

Anticlerical e ideológicamente tributaria de la Generación del 37, en particular del slogan de Juan Bautista Alberdi, “gobernar es poblar” (heredando especialmente sus prejuicios culturales y raciales) y la dicotomía planteada por Domingo Sarmiento entre “civilización y barbarie”, la ideas positivistas de la Generación del 80 se encontraban notablemente influenciadas por el pensamiento de Herbert Spencer, quien adaptó las reflexiones evolucionistas de Charles Darwin a las sociedades modernas. Conforme al modelo sarmientino, indios y gauchos representaban la barbarie (3) y se los suponía incapaces de hacer lazo social de acuerdo a los principios liberales que garantizaban el camino hacia el ansiado progreso que buscaba la Argentina. Eliminar a los bárbaros a través el orden, para afianzar la civilización que se completaría recibiendo pobladores de la rica Europa, representaba el Ideal de la argentinidad por ese entonces. No existían contradicciones morales a la hora de eliminar a la población nativa, puesto que el destino de las culturas y razas europeas —consideradas más “aptas” conforme al modelo spenceriano— era el de desplazar a las menos aptas para la vida social moderna.

1.2. Higienismo: de civilización-barbarie a salubridad-insalubridad

“Lo que me cuesta algún trabajo entender es que todavía en 1916 hubiese una cátedra de la Facultad de Filosofía de Buenos Aires, donde se exponía con devota convicción a la momia de Spencer”. (4)

José Ortega y Gasset

El modelo de “civilización-barbarie” sarmientino fue reemplazado luego por el modelo de salubridad-insalubridad, que imaginó enfermedades epidémicas como una otredad amenazante del proyecto argentino en construcción. Como menciona Jorge Salessi, “los principios teóricos, metáforas y formas de representación del higienismo sirvieron mejor que el modelo sarmientino para asociar a intelectuales, ganaderos y burgueses, gauchos e inmigrantes, habitantes del campo y de la ciudad unidos en una lucha contra un `invisible´ enemigo común que amenazaba la integridad de todo el cuerpo nación”. (5)

El higienismo fue una de las claves del proyecto transformador argentino de finales del siglo XIX. Los doctores José Ingenieros, José María Ramos Mejía y Francisco Veyga fueron sus mayores exponentes. “Trabajando en conjunto, crearon una red que unió la Facultad de Medicina de Buenos Aires, la Penitenciaría Nacional y la Policía Federal. El estudio científico se alió con la represión. La enfermedad física pasó a ser moral y después ideológica”. (6) En el contexto de post-epidemia de fiebre amarilla, en un país donde el espíritu higienista estaba a flor de piel, no era difícil encontrar publicaciones donde se sostenía, por ejemplo, que “sin la ley, no se adelanta en cuestiones sanitarias desde que cada habitante se cree con derecho a vivir de la manera que le parece más conveniente aunque infrinja las prescripciones de la higiene y perjudique la salud de los demás”. (7) La producción discursiva fue un rasgo distintivo de los higienistas y criminólogos de fines del siglo XIX y principios del XX que aclamaban por leyes que regularan y avalaran sus prácticas e ideologías.

La ansiedad generada por la imposibilidad de ubicar el agente transmisor de la peste de fiebre amarilla que azotaba a Buenos Aires, provocó la aparición de un enemigo incorpóreo que fue encarnándose en distintos actores de acuerdo a su procedencia, clase social, lugar habitacional, edad, ideologías políticas, género y prácticas sexuales. Resulta por demás interesante pensar que más de cien años después, un hecho similar ocurriera con otro virus tan mortal como el del VIH.

Como menciona Salessi, el discurso de las nuevas ciencias sociales y psicológicas sobre las distintas representaciones y construcciones de las desviaciones sexuales, sirvieron para diversos propósitos, entre los cuales se destaca el intento de controlar, criminalizar y estigmatizar a la compleja cultura de homosexuales y travestis que se extendía en todas las clases sociales del Buenos Aires de entonces poniendo en riesgo los espacios donde se forjaba el nuevo sujeto argentino (escuela, ejército). (8)

Hacia 1899, Ingenieros y Veyga, “creadores de la paraciencia de la criminología”, (9) eran autorizados por un decreto para hacer experimentaciones de psicología social. El cuerpo policial les brindaba toda la escoria antisocial porteña desde una de sus dependencias paradigmáticas: el Departamento de Contraventores, más conocido como 24 de noviembre, por la calle en la que estaba localizado. Allí se alojaban sin distinción prostitutas, homosexuales, pederastas, alcohólicos, travestis, vagabundos, inmigrantes y demás tipos sociales aglutinados bajo el significante de “disolventes sociales”. Quienes más padecían ese depósito de revoltosos eran los casi cincuenta mil niños abandonados que sobrevivían en la Ciudad. Como señalara el periodista Juan José Suiza Reilly, “después de dos días de calabozo, donde sus camaradas, ya hombres, le obligan a todo [...] el niño sale para el Depósito 24 de noviembre […] En un pequeño depósito se amontonan quinientos niños, sin camas. Casi desnudos. Viven en una promiscuidad que sin dudas el Doctor Sáenz Peña está lejos de conocer.” (10)

Dado que el material de análisis para estos científicos positivistas de tinte lombrosiano se basaba en los reclutados en el Depósito 24 de noviembre, no era difícil de imaginar la asociación que se realizaba entre marginalidad, pobreza, vagabundeo, alcoholismo y homosexualidad o travestismo. Los homosexuales de clase media y alta no llegaban a ser parte de la “muestra a analizar” por los criminólogos de entonces. El lumpen homosexual era definido indistintamente como cobarde, perezoso, ladrón, desfachatado, falto de sentido moral, etc. Veyga afirmaba que “el mundo de los maricas se encuentra tan íntimamente ligado con el del lunfardo y el de la prostitución, que bien puede decirse que forma parte de ambos”. (11) Los medios de comunicación, el diario Crítica y la Revista Fray Mocho, entre otros sensacionalistas, se hicieron eco de las caracterizaciones estereotipadas de los homosexuales presentándolos como los habitantes de lado oscuro de Buenos Aires.

1.3. De la ciencia a la Iglesia... y a la ciencia otra vez

“Como lo expresara a Vuestra Honorabilidad, el Poder Ejecutivo estaba empeñado en colocar a la Iglesia argentina en condiciones de poder llenar cumplidamente su alta misión, lo que indiscutiblemente no puede alcanzar con el escaso número de obispos hoy existente. Consecuente con esos propósitos, el Poder Ejecutivo sometió a la consideración de Vuestra Honorabilidad un proyecto de creación de nuevas Diócesis y de elevación a Arquidiócesis de algunos de los Obispados existentes, proyecto que consulta debidamente los intereses católicos de la República”.

El Presidente de la Argentina, Agustín P. Justo,

ante la Asamblea Legislativa, 1933.

En 1930, el golpe militar de José Félix Uriburu que derrocó al gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen, desató una fuerte campaña moralizadora que vio interrumpida la vida nocturna porteña junto con el homoerotismo que se daba en bares, billares y cafés. Si bien el salteño no permaneció mucho en el mando, sentó las bases para que bajo el gobierno de Justo, mayor exponente de la década infame argentina, devolviendo favores a la Iglesia que lo apoyó contra la fórmula anticlerical De la Torre-Repetto, se decretara el primer edicto policial en el año 1932 que envió a muchos homosexuales a prisión. La clausura de prostíbulos hacia el año 1936 ya indicaba que la Iglesia comenzaba a dominar el terreno de la moral sexual de Buenos Aires, y esto se prolongaría por muchos años más.

 

Si bien el Código Penal, encomendado por Bartolomé Mitre al jurista Carlos Tejedor en 1886, careció de menciones y sanciones contra la sodomía consensuada entre mayores de edad, casi cincuenta años después, bajo la presidencia de Justo y en manos del Coronel García, entonces Jefe de la Policía, se procedió a una modificación de los edictos policiales pautados, pero no aplicados, en 1915. Es interesante remarcar que el espíritu del proyecto de Tejedor, respondía en gran parte al Código Penal de Baviera de 1813, creado por Paul Von Feuerbach, quien por esos tiempos distinguía los crímenes públicos de los actos privados, separando la ley de la moral. Así se entiende, tal vez, cómo la homosexualidad había sido la gran ausente de la tipificación penal argentina. Aunque otra de las hipótesis indica que a fin de presentar al país como un terreno apetecible para los inmigrantes decentes y la población trabajadora, se prefirió evitar cualquier indicio o alusión a la homosexualidad, presentándose de este modo Argentina ante Europa como un país seductor, carente de depravados.

Más allá de estos edictos, hasta 1942, la vida de los homosexuales de clase media y alta transcurría sin graves preocupaciones. Como se afirmó antes, el aparato científico-criminológico-psicopolicial solo se ocupaba de los lúmpenes. Sin embargo, bajo la presidencia de Ramón Castillo, la vida apacible de los homosexuales fue sacudida abruptamente. Si por ese entonces la visibilidad homosexual urbana no era moneda corriente entre los más prudentes, siendo que los que solían caer presos eran los que “yiraban” en busca de sexo (u ofreciéndolo) por la zona que iba desde Retiro hasta detrás de la Casa de Gobierno, muchos homosexuales (hombres y mujeres) podían gozar de encuentros en reuniones privadas. Y así era, hasta que un día, tres señores de la alta alcurnia se presentaron en una fiscalía para denunciar la supuesta corrupción de jóvenes cadetes del Colegio Militar. El escándalo fue enorme. El Senado destinó una sesión especial para tratar el tema. Si bien la prensa y las autoridades quisieron acusar a una supuesta secta dedicada a corromper a los muchachos de una de las instituciones más prestigiosas del país, lo cierto es que las fiestas se propagaban por varios departamentos del Barrio Norte de la ciudad de Buenos Aires. Imágenes encontradas y testimonios relatados por participantes indicaban que las orgías se daban entre cadetes, hombres jóvenes de clase alta y algunas pocas mujeres que oficiaban de anzuelo para los muchachos. Aparentemente se fotografiaba a los cadetes desnudos en presencia de las mujeres, que entonces se retiraban, y luego se los chantajeaba con mostrar esas fotografías si no accedían a relacionarse sexualmente con los hombres. La gran redada policial logró encarcelar a muchos homosexuales y algunos con gran prestigio social tuvieron que exiliarse. Más allá de la repercusión sensacional este hecho, como menciona Sebrelli, “le correspondió al gobierno militar de Ramírez, surgido del golpe del 4 de junio del 43, llevar a cabo el primer operativo anti-homosexual de gran repercusión”, (12) la policía entró al Teatro Avenida de Buenos Aires interrumpiendo la función del artista malagueño Miguel de Molina, acusándolo de homosexual. Fue detenido junto con el resto del elenco por su dudosa moralidad y las supuestas orgías que realizaba. Se lo sancionó bajo el amparo de la Ley de Residencia Nº 4144, que permitía al Poder Ejecutivo expulsar a extranjeros.

Es interesante remarcar que si bien Miguel de Molina retornó al país, y al mismo Teatro Avenida por invitación de Eva Perón unos años más tarde, el peronismo no fue muy condescendiente con las sexualidades disidentes. Pero antes de adentrarnos en esa época, aún bajo el gobierno de Ramírez, hubo una publicación que se vendía masivamente en quioscos de revistas que vale la pena mencionar. Se trataba de Freud al alcance de todos. El volumen quinto de esa colección, Freud y las degeneraciones, escrito por el doctor J. Gómez Nerea, resultaba descarnadamente anti-homosexual. Allí, bajo el amparo de la ciencia, del psicoanálisis, Gómez Nerea proponía por ejemplo, publicar los nombres de todos los homosexuales del país, “pues así la juventud podría precaverse […] y se evitaría la difusión del vicio”. (13) Pero si esto pudiera parecer insólito, no era nada comparado con la propuesta que sugería exterminar a judíos y homosexuales, siendo esta cacería una “…necesidad defensiva de la civilización y que habrá de extenderse a punto tal que habrá de llegar el día en que los judíos, sea por pogroms, por fusilamiento en masa o por las modernas prácticas de esterilización, habrán desaparecido del planeta. Como debería desaparecer la inversión”. (14)

1.4. Putos peronistas

“Porque los imperialismos se pudren por dentro. Vea el estado de Inglaterra –que ha sido un imperio poderoso‒ que acaba de hacer una ley para que el homosexualismo sea una cosa legal, siempre que se practique en privado… ¡Pero si eso mismo pasaba en Roma y pasaba en Grecia en la época de la descomposición! ¡Son los signos de la decadencia!”. (15)

Juan Domingo Perón

De acuerdo con Sebrelli, la política de Juan Perón con los homosexuales estuvo signada por el carácter homofóbico de los tres pilares en los que se apoyó su gobierno: Iglesia, Policía y Ejército. (16) En 1952, en pleno auge del peronismo, el Congreso Nacional aprobó un documento militar donde se condenaba el “ser” homosexual dentro de las fuerzas armadas. Tuvo que pasar casi medio siglo para que un Jefe del Ejército argentino, Martín Balza, propusiera con éxito eliminar del Código de Justicia Militar la pena de prisión para los soldados que exteriorizaran conductas homosexuales. Sin embargo, ya entrando el siglo XXI, Balza llevaba calma al pueblo: “Estén tranquilos: no va a haber una compañía de costureras a caballo”. (17) Aclaraba que si bien no propiciaba el ingreso de homosexuales a la fuerzas, sostenía que podía haber homosexuales “mientras la conducta íntima se mantenga en el ámbito privado”. (18)

Del mismo modo que Justo, Perón tuvo que pactar con la Iglesia a fin de conseguir su apoyo en las elecciones de 1946. En agradecimiento a esta institución, se ratificó la enseñanza religiosa en las escuelas públicas y se promocionó la defensa de la familia tradicional con fines reproductivos, persiguiéndose a todas aquellas formas de vinculación sexual que estuvieran alejadas de ella. Tal es así que el primer período peronista fue “el que más claramente inició la persecución a gays y travestis, ejercieran o no la prostitución callejera”. (19) Por primera vez en la historia argentina, los modos de caminar, las vestimentas y la apariencia general serían motivo de condena. Los bares que habían albergado a homosexuales comenzaban a cerrarse en la época de mayor relación entre el peronismo y la Iglesia (1946-1949). Poco tiempo atrás, durante el gobierno de Edelmiro Farrell, en 1944, se realizaban enmiendas a la Ley de Profilaxis Social sancionada en el año 1936. Allí se permitía el ejercicio independiente de la prostitución, pero se prohibía la explotación ajena con el fin de desbaratar redes de proxenetas. Las enmiendas realizadas en el año 44 respondían a un esfuerzo por evitar el riesgo de incidentes homosexuales entre los cadetes militares, ya que se calculaba que el aumento de la homosexualidad era consecuencia de los cierres de los burdeles. (20) La persecución y condena a homosexuales y travestis durante el peronismo se extendía bajo formas arbitrarias, siendo los contraventores enviados a la cárcel de Villa Devoto. Razzias en bares, cines y plazas arrastraban a decenas de personas por semana a los calabozos. El trato que se les daba a los cientos de homosexuales detenidos sin la infraestructura necesaria para alojarlos, no distaba mucho del desprecio con el que se almacenaba a los “disolventes sociales” en el Depósito 24 de noviembre. Ninguno de ellos estaba invitado a formar parte del país anhelado ni por la Generación del 80 ni por el peronismo.

Dado que la rigidez del peronismo frente a la diversidad sexual dependía estrechamente de las relaciones que el gobierno tuviera con la Iglesia, recién a partir de 1952 hubo cierta permisividad sexual, la cual con el retorno del Perón a comienzos de la década del 70 fue censurada nuevamente, llegando incluso a prohibirse la venta de anticonceptivos en las farmacias “junto a la prohibición de desarrollar actividades relacionadas, directa o indirectamente, con el control de la natalidad”. (21) Cabe resaltar que uno de los iniciadores del peronismo y gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Domingo Alfredo Mercante, firmaba un decreto en el año 1946 donde se prohibía en esa provincia a los homosexuales votar por “razones de indignidad”. (22) Bajo esta resolución y hasta 1987, el sufragio no fue universal en la provincia más importante del país.

Por último, sería de mucha terquedad reducir la inmensidad del fenómeno peronista a lo expuesto anteriormente. Más allá de las políticas públicas del Poder Ejecutivo que se llevaron a cabo contra los homosexuales, existieron (y siguen existiendo) variados actores sociales dentro del movimiento político más importante que ha tenido el país. Esto hace imposible colocar al peronismo en sí mismo como a favor o en contra de la diversidad sexual. Dos simples ejemplos de la multiplicidad dentro de este movimiento: puede pensarse, por un lado, en la creación en 2007 de la Agrupación Putos Peronistas que tiene como antecedente la pancarta exhibida por el escritor Néstor Perlongher, perteneciente al Frente de Liberación Homosexual, mientras aguardaba la llegada de Perón en Ezeiza. Allí se leía “Los putos con Perón”. En el otro extremo del peronismo, uno de los más importantes dirigentes gremiales de la historia del país, Hugo Moyano, líder de la CGT, afirmaba: “díganme de todo, menos puto”. (23) Esta misma oposición se hizo patente en los debates por la modificación de la Ley de Matrimonio en el año 2010, mientras el bloque de legisladores peronistas del FPV apoyaba el matrimonio entre personas asignadas a un mismo sexo biológico, la Senadora por el Peronismo Federal y ex primera dama, Hilda “Chiche” Duhalde, sostenía que “habría que detener el tratamiento de esta ley”. (24)

1.5. La regulación de los edictos policiales y la moral del comisario Margaride

En septiembre de 1956, el gobierno de facto que había derrocado a Perón bombardeando la Plaza de Mayo y auto denominándose “Revolución Libertadora”, decretó en manos de su presidente Pedro Aramburu, la Ley Nº 17.189 que reguló por más de 40 años los edictos policiales. Esta Nueva Ley Orgánica de la Policía Federal, vigente hasta 1998, que sancionaba también a quienes públicamente incitaran o se ofrecieran “al acto carnal”, fue convertida en Ley en el marco del gobierno democrático y civil del radical Arturo Frondizi. Fue durante el gobierno más desarrollista que tuvo el país que se sentaron dos posiciones contundentes por primera vez en la historia argentina: por un lado, el gobierno se opuso a la exclusión de Cuba del sistema interamericano, se profundizaron relaciones internacionales con países asiáticos y firmaron acuerdos económicos con la Unión Soviética; por otro lado, “se planificó por primera vez hasta sus últimas consecuencias el exterminio de los homosexuales bajo la dirección del comisario Margaride, hombre de la Iglesia”, (25) quien ejerció cargos en la Sección de Moralidad, no solo del gobierno de Frondizi sino también durante los posteriores gobiernos de Guido, Onganía y el último de Perón. La cruzada por la moralidad representada por Margaride, no solo se ocupó de los homosexuales, sino de la sexualidad en general, llegándose a la increíble medida de allanar albergues transitorios telefoneando a los cónyuges de los sorprendidos adúlteros.

Durante la dictadura de Onganía (1966-1970), Margaride encontró un terreno fértil para moverse con facilidad, cerrando las salidas de los subterráneos en hora pico para registrar baños y encarcelar sospechosos en busca de homosexuales.

 

1.6. Los años 60 y el último peronismo anti-marxista

Desde mediados de los 60, a pesar del represivo gobierno de Onganía, las ciudades argentinas fueron permeables a las transformaciones de los roles de género sucedidos mundialmente. Las mujeres gozaban de una mayor libertad sexual pudiendo hacer uso de la aún no prohibida píldora antiovulatoria. Pero la efervescencia mundial de los 60 inquietó al gobierno que buscó recuperar el clima de moralidad. La censura y represión de conductas consideradas obscenas y subversivas se extendieron más allá de los límites de los cines, albergues transitorios y baños, llegando “a las más variadas costumbres y manifestaciones cotidianas: las minifaldas, los pantalones anchos y el pelo largo en los varones, los besos en el plazas y lugares públicos […] las salidas a boites y whiskerías” (26) fueron perseguidas por el gobierno.

El General Osinde, representante de la derecha peronista, había declarado en la Revista Mercado, “que había que terminar con los drogadictos y los homosexuales”. (27) Si con el retorno del peronismo, muchos suponían que la Revolución llegaría junto con la liberación, la cruzada moralizadora de Margaride retornó con brutal fiereza. Brigadas atacaban a jóvenes que usaban pelo largo o pantalones ajustados cortándoselos en el acto. Antes de convertirse en Embajador de Argentina en España, el organizador de la “Triple A”, José López Rega, ocupando el cargo de Ministro de Bienestar Social, financiaba con fondos del Estado la revista peronista de ultra derecha El Caudillo. En 1975, un artículo publicado allí se titulaba “Acabar con los homosexuales”, donde se afirmaba que “...a los que ya son homosexuales, proponemos que se los interne en campos de reeducación […] para […] estar lejos de la ciudad y compensarle a la Nación la pérdida de un hombre útil […] Tenemos que crear brigadas callejeras […] que den caza a esos sujetos vestidos como mujeres […] Cortarles el pelo en la calle o raparlos y dejarlos atados a los árboles con leyendas explicatorias y didácticas. No queremos más homosexuales. Que vayan todos a los `países amigos´. El marxismo ha utilizado y utiliza a los homosexuales como un instrumento de penetración y un aliado de su objetivo”. (28)

Frente a esto último, vale la pena destacar el desconocimiento que se tenía de las ideas marxistas en cuanto a este tema. El 2 de junio de 1869, Friedrich Engels le escribía una carta a Karl Marx sobre uno de los primeros activistas en favor de los homosexuales, Karl-Heinrich Ulrichs, quien se había acercado a la izquierda marxista en busca de apoyo. Allí, podía leerse que: “¡Es un urningo, (29) realmente curioso aquel que me has enviado recientemente! Estas son revelaciones extremadamente contra natura [...] De ahora en adelante será guerra a las conchas, paz a los agujeros del culo. Es una suerte que nosotros seamos demasiado viejos para tener temor de que, si este partido ganase, debamos pagar tributo corporal a los vencedores […] Accidentalmente, solo en Alemania era posible que un tipo así apareciese, transformase la porquería en teoría […] Para las pobres personas de adelante como nosotros, con su infantil pasión por las mujeres, las cosas se pondrán difíciles”. (30)

La homosexualidad era considerada un vicio burgués, una perversión fascista o bien un mal del comunismo. Nadie quería a homosexuales en sus filas revolucionarias ni en las sociedades occidentales capitalistas. La URSS y Cuba fueron claros ejemplos de procesos revolucionarios que lucharon contra la homosexualidad. En marzo de 1934, una nueva Ley en la URSS fue promulgada como resultado de la intervención directa de Stalin. Gracias a ella, los actos homosexuales fueron castigados con hasta ocho años de prisión. Por el lado de Cuba, Fidel Castro ha asumido en la última década la responsabilidad del Estado cubano por la persecución a homosexuales. Al poco tiempo de triunfar la revolución cubana, se crearon las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), verdaderos campos de tortura y trabajos forzados para homosexuales entre 1965 y 1968.

1.7. La última dictadura militar.

Policías de pelo largo y pantalones ajustados

“Argentina es un país occidental y cristiano, no porque está escrito así en el aeropuerto de Ezeiza; Argentina es occidental y cristiana porque viene de su historia. Es por defender esa condición como estilo de vida que se planteó esta lucha contra quienes no aceptaron ese sistema de vida y quisieron imponer otro distinto”.

Jorge Rafael Videla al asumir la Presidencia,

30 de marzo de 1976

Con el golpe de Estado del 76, la persecución se intensifica llegando a su paroxismo. Pero no se trataba exclusivamente de homosexuales, sino que se hallaba enmarcada en un descarnado hostigamiento social y político en general. Si en las redadas policiales cotidianas en búsqueda de “subversivos” se encontraba alguien a quien se considerara homosexual, se lo detenía inexorablemente. Sebrelli relata que se impartían cursos especiales dentro de las fuerzas policiales donde se enseñaba cómo detener homosexuales, llegando incluso a explicarse cómo hacerse pasar por uno de ellos para planear un encuentro y tender una trampa. (31) Jóvenes de pelo largo y pantalones ajustados eran muchas veces policías encubiertos que en baños públicos o en cines atraían a otros hombres para luego detenerlos. Pero el accionar no se limitaba a los espacios públicos, también se allanaban casas particulares donde se celebraban reuniones. El trasfondo de la persecución era la moralidad, por lo que se impartían clases en la universidad sobre la indecencia de estas personas y su necesidad de detenerlas.

Carlos Jáuregui (32) relata que uno de los principales responsables de la Comisión Nacional sobre Desaparición Forzada de Personas le indicó extra oficialmente la existencia de por lo menos 400 homosexuales que integraban la lista de desaparecidos por esa causa exclusivamente, mencionando también que el trato por ellos recibidos fue similar al de los judíos detenidos desaparecidos; sádico y violento. Jáuregui cuenta también que el rabino Marshall Mayer le había dicho que esa omisión oficial por parte de la Conadep, se debía a las presiones del ala católica de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Lo cierto es que ni por el lado de las Madres, ni Abuelas de Plaza de Mayo, ni tampoco de la agrupación H.I.J.O.S. ni otros organismos de derechos humanos, se manifestó la sexualidad como causa específica de la desaparición de familiares. El informe “Nunca Más” elaborado por la Conadep no ha incluido el nombre de ninguna persona detenida, desaparecida o siquiera perseguida a causa de su orientación sexual.

Breves reflexiones

En primer lugar, por más disímiles que pudieron haber sido las distintas ideologías que recorrieron la historia nacional, prácticamente todas repudiaron y castigaron las sexualidades no hegemónicas, apelando a la ciencia o a la religión. Por otro lado, la misma operación de perseguir a homosexuales en espacios públicos, provocaba que estos tuvieran que refugiarse en zonas marginales de la ciudad (baños, tugurios, cines, etc.), las cuales eran luego significadas como zonas predilectas por los “invertidos” por su supuesta condición de rufianes, amorales o degenerados, cerrándose de este modo un círculo tautológico.