Tendencias organizacionales y democracia interna en los partidos políticos en México

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1.3.1 Génesis partidaria



El surgimiento del partido es un momento trascendental,

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 ya que en dicho evento se concentran diversos actores de los cuales, posiblemente, emergerá alguna tendencia organizacional, es decir, un actor o actores que detenten el poder intrapartidario. Una gran variedad de actores puede darse cita en el surgimiento del partido, sin embargo, lo importante es observar quien o quienes tienen el poder de decisión.



El argumento de Panebianco en torno al modelo originario es trascendental para observar los diversos actores que se pueden presentar en la génesis partidista (liderazgos carismáticos, organizaciones externas como sindicatos, iglesias, movimientos sociales, partidos previos, etc.). Como bien apunta el italiano:



la manera en que se reparten las cartas, así como los resultados de las diversas partidas que se juegan en la fase originaria de una organización y en los momentos inmediatamente posteriores, continúan, en muchísimos casos, condicionando la vida de la organización a decenios de distancia. Ciertamente la organización sufrirá después modificaciones y adaptaciones incluso profundas, interactuando, durante todo su ciclo vital. Pero las opciones políticas cruciales puestas en práctica por los padres fundadores, las modalidades de los primeros conflictos por el control de la organización, y la manera en que éste se consolida, dejarán una impronta indeleble. Pocos aspectos de la fisonomía actual así como de las tensiones que se desarrollan antes nuestros ojos en muchas organizaciones, resultarían comprensibles si no nos remontáramos a su fase de formación (Panebianco, 1990: 17).



Los tres factores que marca Panebianco como definidores del origen son: la penetración/difusión en función del origen central o periférico de su élite inicial; un principio de legitimación externa o interna, según exista o no subordinación a otra organización, y la presencia/ausencia de rasgos carismáticos en el origen. Así, a continuación, se exponen cada uno de dichos factores.



1) Construcción de la organización.

 El partido puede surgir por penetración territorial cuando hay un centro que controla, estimula y dirige el proceso de construcción del partido. Estamos ante la difusión territorial cuando son las élites locales quienes constituyen las agrupaciones locales del partido, y, solo a continuación, éstas se integran en una organización nacional. También pueden darse modalidades mixtas, iniciando con difusión (cierto número de agrupaciones locales se constituye autónomamente en zonas del territorio nacional, luego se une a la organización nacional, y ésta desarrolla la penetración donde hace falta). Otro tipo de difusión es cuando el partido es producto de la unión de dos o más organizaciones preexistentes. Así, la existencia de un centro cohesionado da cuenta de un grupo reducido de líderes que son el primer núcleo del futuro centro de poder. El caso contrario, de difusión conduce a un centro de poder con grandes conflictos por el liderazgo (Panebianco, 1990: 111).



2) Presencia o ausencia de una organización patrocinadora.

 Este aspecto es importante porque tiende a cambiar la fuente de legitimidad. Si existe una organización patrocinadora externa (sindicato, iglesia, gobierno, movimiento social), el partido nace y crece como brazo político de dicha organización, lo cual genera dos consecuencias: primero, las lealtades que se gestan en el partido son indirectas, pues se dirigen, en primer lugar, a la institución externa y, en segundo lugar, al partido. En cuanto a la segunda consecuencia, la institución externa es la fuente de legitimación de los líderes, por consiguiente, es ella la que hace inclinar la balanza a un lado u otro en la lucha interna por el poder. Así, Panebianco distingue entre partidos de “legitimación externa” y partidos de “legitimación interna”.

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 De existir una organización patrocinadora, es posible que el centro de poder se encuentre en ella.



3) Presencia o ausencia de carisma.

 Lo que interesa observar es si el partido es o no criatura o vehículo de la afirmación de un líder. Pueden existir dos tipos de carisma, el puro y el de situación. El primero es anormal y se funda en “los componentes mesiánicos de la personalidad del líder”; el segundo se funda en un “estado de

stress

 agudo en la sociedad que predispone a la gente a percibir como extraordinariamente cualificado y a seguir con lealtad entusiástica un liderazgo que ofrece una vía de salvación de la situación de

stress

” (1990: 113). En el primer caso, el centro de poder se encuentra en el carisma. En el segundo tipo, el carisma posee una débil capacidad de plasmar su voluntad en la fisonomía de la organización, pues “el partido no es simplemente su criatura, sino que nace de la pluralidad de impulsos y, por tanto, otros actores pueden reservarse un cierto grado de control sobre las zonas de incertidumbre de la organización” (1990: 114).



Para efectos del presente trabajo, interesa lo siguiente: el origen es un momento de análisis importante, ya que en dicha coyuntura se podría observar la presencia de diversos actores, los liderazgos carismáticos (de situación o puros), y/o las organizaciones externas (sindicatos, gobierno, iglesia, grupos de presión, etc.). En esta cuestión, el propósito es observar cuáles se presentan y cuál de ellos posee preeminencia en torno a las decisiones iniciales. Dicho de otra forma, quién es el actor o actores calificados para representar al partido, y quién se presenta como el determinante en la línea política, ya que lo anterior será, sin duda, el germen de la tendencia organizacional que tomará el partido.



Así, este momento originario es importante, ya que conduce a un proceso articulatorio de los diversos actores, lo cual propicia la adopción de una tendencia organizacional que da evidencia de la presencia/ausencia de democracia interna.






1.3.2 Estabilidad de reglas y procesos y posibilidad de cambio



Una vez que el momento originario se presenta, y dependiendo de las diversas piezas que le rodean, se desencadena un proceso articulador de los actores que se dieron cita en el tránsito del momento originario, a un segundo estadio donde el partido asume una tendencia organizacional que muestra la distribución o concentración del poder y, por tanto, refleja la democracia interna existente o no. Todo esto se expresa a través de los estatutos fundacionales.



La idea de articulación de Duverger

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 es bastante sugerente al respecto; sin embargo, dado que se enfoca en el predominio de alguna estructura político-administrativa (sección, célula, milicia, comité), y no de los diversos actores que le dieron origen al partido, estén o no en una estructura político-administrativo, será descartada. Por lo anterior, se recupera a Panebianco para plantear la idea mostrada líneas arriba. En primer lugar, se muestra el argumento del italiano acerca de la institucionalización, y, a partir de allí, se elabora un planteamiento que será útil para el estudio de la democracia interna.



El autor plantea que, dependiendo de los componentes iniciales, los partidos pueden tener mejores o peores condiciones para institucionalizarse. Partiendo del hecho de que los partidos son conflictivos y que está relacionado con el poder, los partidos se organizan de una u otra forma. En dicho concierto, actores, reglas y prácticas tienen un papel importante, pues de resolver los enlaces entre éstas, el partido estaría logrando una institucionalización partidista.



La institucionalización no es otra cosa que el momento en el cual la organización se consolida. Es el proceso por el cual adquiere valor y estabilidad tanto el partido como sus procedimientos. Dos cuestiones provocan lo anterior, por un lado, el desarrollo de

interés en el mantenimiento de la organización

 en los dirigentes, gracias a los incentivos selectivos, y, por el otro, el desarrollo y difusión de

lealtades organizativas

 gracias a los intereses colectivos.



Cabe agregar una acotación que enriquecería el argumento del italiano. Para Panebianco la estabilidad de los procedimientos se da por vías formales; sin embargo, existen partidos que en su génesis poseen rasgos poco propicios para esto y, lejos de tales vías, pueden lograr la estabilidad. Levitsky (2003) plantea que 1) la adquisición de valor para la organización (infusión de valor), y 2) la

rutinización

, que no es otra cosa más que la estabilidad de procedimientos conforme a las reglas. Sin embargo, en este último punto, agrega la posibilidad de que dichas reglas sean formales o informales, es decir, enriqueciendo a Panebianco, Levitsky indica que un partido institucionalizado será aquel que adquiera valor por sí mismo, y tenga una rutinización formal o informal. En otras palabras, la existencia de estabilidad en los procedimientos estén plasmadas o no en los estatutos (2003: 254).

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Volviendo al italiano, la institucionalización organizativa puede ser identificada con base en el grado de

autonomía

 respecto del ambiente y el grado de

sistematicidad

. La primera alude a la medida en que el partido es capaz de controlar los términos de la relación con sus simpatizantes y organizaciones externas. Así, a mayor autonomía frente al ambiente, mayor institucionalización. El segundo se relaciona con la coherencia estructural de la organización. Un grado elevado de esta dimensión implica fuerte interdependencia entre las diversas subunidades, garantizada mediante el control centralizado de las zonas de incertidumbre y los intercambios con el entorno. El caso contrario es cuando se deja mucha autoridad a los subgrupos encuadrados en el partido. Ambas dimensiones se complementan, pues es probable que, de poseer autonomía, la sistematicidad sea amplia y viceversa.

 



Ahora bien, no todos los partidos podrán institucionalizarse de la misma forma, pues algunos, dependiendo de su origen, tendrán mejores oportunidades para lograrlo; y es que “todos los partidos tienen que institucionalizarse en una cierta medida para sobrevivir, pero mientras en ciertos casos el proceso desemboca en instituciones fuertes, en otros da lugar a instituciones débiles” (1990: 117).



Llegado al punto de una institucionalización fuerte o débil, Panebianco no deja de advertir que existe la posibilidad de variación en el grado de institucionalización; pues “el que un partido haya experimentado un proceso de fuerte institucionalización, no garantiza que no puedan verificarse, procesos de des-institucionalización ni, desde el otro lado, un partido débilmente institucionalizado está necesariamente condenado a mantener esta característica” (1990: 130 y 131).



Para el autor italiano, la variedad del modelo originario da lugar a institucionalizaciones fuertes o débiles,

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 lo cual forma determinadas coaliciones dominantes.

Grosso modo

, la coalición es la unión de aquellos actores, pertenezcan o no formalmente a la organización, que controlan las zonas de incertidumbre más vitales. Vale decir que son una alianza de alianzas que determina el rumbo del partido.

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 De manera general, una institucionalización fuerte conduce a una coalición unida y estable. Una institucionalización ausente (por carisma) puede llevar a una coalición unida y estable, mientras que una institucionalización débil puede conducir a una coalición dividida e inestable. Hasta aquí el argumento del italiano, reducido en exceso por razones de espacio y utilidad.



Para efectos del presente trabajo, debemos establecer los elementos sobresalientes del estudio de Angelo Panebianco, el cual no es sobre democracia interna. A pesar de esto, su propuesta sí permite engarzar el origen del partido con la estabilidad de sus reglas y los procesos, dejando abierta la posibilidad del cambio.



Lo principal a destacar es que la institucionalización y la coalición dominante trascienden el interés del presente trabajo.

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 Por tanto, no se utilizarán los conceptos tal como el autor las plantea, pero sí la idea que subyace a ambos. En torno a la institucionalización, hay dos aspectos que resulta pertinente rescatar. En primer lugar, la identificación de los atributos de valor y estabilidad del partido, y sus reglas y procedimientos en un momento dado, como evidencia del tránsito de la situación originaria a una de consolidación. En este sentido, se recupera la idea de articulación (vía reglas formales o no) de los actores que dan origen al partido, la cual detona en la estabilidad de las reglas y procesos (de control político y selección de dirigentes y candidatos). Esto como evidencia del cambio de la situación originaria a una donde es posible hablar de la adopción de una tendencia organizacional (con un centro de poder) que refleje la (ausencia/presencia de) democracia interna.

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En segundo lugar, la posibilidad de cambio que vive el partido, sus reglas y procesos. En otras palabras, refiere a la posibilidad de que, producto de los retos internos y ambientales, un partido fuerte sufra procesos de des-institucionalización o uno débil se fortalezca. Por ello, se retoma que existe una posibilidad, a lo largo de la vida del partido, de cambio en sus reglas y procesos, en virtud de diversos factores internos y externos, pudiendo, con ello, variar o moverse de una tendencia organizacional a otra con el consecuente cambio en la (ausencia/presencia de) democracia interna.



Por lo anterior, los planteamientos a tomar en cuenta son los siguientes: 1) luego del origen del partido 2) se da la articulación de los diversos actores, la cual se configura al inicio a través de los estatutos fundacionales; enseguida deviene la estabilidad de las reglas y procesos (

formales o informales

). 3) En presencia de lo anterior, estaremos ante una tendencia organizacional que permitirá identificar el tipo de democracia interna existente.



Expuesto lo anterior, es necesario adentrarnos en las posibles tendencias organizacionales y sus detentadores de poder. Después, detenernos en los diversos factores internos y externos que inciden en la variación de la democracia interna.






1.3.3 Tendencias organizacionales



Como se ha planteado, en el origen del partido se presentan diversos actores, luego de que la organización se vuelve estable en sus reglas y procesos. No debe olvidarse que dicha emergencia es fruto de la articulación de los actores iniciales, a través de los estatutos iniciales. Así, se plantea que es posible asumir una tendencia organizacional con un centro de poder (formal o informalmente) ubicado, lo cual refleja la ausencia o presencia de democracia interna.



Veamos cuáles son las posibles tendencias organizacionales y los centros de poder, reflejando así la distribución (o concentración de poder), en otras palabras, el tipo de democracia interna. Primero, es necesario observar algo respecto a los modelos de partido y centros de poder y, posteriormente, observar las diversas posibilidades de tendencias organizacionales.



Sobre esto, la literatura de los partidos ha proporcionado una serie de tipos de partido, denominados modelos, los cuales tienen distintas implicaciones: la relación del partido con sus militantes, con el parlamento o el gobierno, y con los electores; así como quién detenta el poder en el partido. Esta última parte es la interesante para la presente investigación, ya que se relaciona con la cuestión de la democracia interna (distribución de poder).



El interés de los académicos sobre los partidos condujo a intentos por clasificarlos, y desarrollar tipologías, lo cual dio lugar a un importante número de modelos de partido. Sin embargo, la mayoría no considera la democracia interna. Salvo lo propuesto por Scarrow (2005), retomado por Chambers y Croissant (2008), quien distingue entre cinco tendencias organizacionales que veremos más adelante.



Los modelos de partido refieren al detentador o centro de poder. Desde el trabajo pionero de Ostrogorski, el detentador de poder (

Whip

 en Gran Bretaña y

Boss

 en Estados Unidos de América) fue un tema que apareció en los trabajos sobre partidos, aunque no necesariamente ocupó el centro de los estudios.

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Michels plantea un centro de poder bajo el nombre de oligarquía, haciendo referencia a que el poder se encuentra en un grupo de dirigentes, en virtud de los motivos técnico-administrativos, las razones psicológicas de la base y los dirigentes, y la superioridad intelectual de estos últimos. Los dirigentes son quienes deciden, bajo una apariencia democrática, las reglas y procesos dentro del partido como, por ejemplo, la elección del dirigente.



Duverger es de los primeros autores en plantear tipos de partidos diferenciados donde es posible extraer diversos centros de poder. Simplificando su propuesta, el autor da cuenta de dos tipos de partidos (de cuadros y masas), en los que se configura una relación diferente entre militancia, dirigencia (burocracia) y grupo parlamentario (gobierno). En el partido de cuadros, el centro de poder es un grupo de parlamentarios (notables), dado que la intervención electoral y parlamentaria es el fin de su existencia, así como su única actividad. Por ende, la jerarquía descansa en ellos, pues los militantes son poco numerosos; además, la administración del partido es débil y muy elemental como para dar origen a una clase de burócratas (1984: 214), por lo que el partido en el gobierno (parlamento) es la cara dominante. Por el contrario, en el partido de masas, la dirigencia es quien detenta el poder, apoyada por la militancia, y estando por encima de la cara partidista en el gobierno. Su característica principal es “el papel central que ocupa una burocracia representativa o electa (dirigencia), la importancia de la afiliación, el liderazgo colegiado, la financiación a través de grupos de interés y el acento en la ideología” (Wollinetz, 2007: 139).

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Ahora bien, Kirchheimer acuñó la idea del partido

atrapa todo

 (

catch all

), categoría que no estaba destinada a ser parte de una tipología, pues, más bien, tiene como propósito aportar una descripción sobre los cambios políticos, sociales y económicos. En este sentido, el partido

atrapa todo

 da cuenta de otra relación entre militancia, dirigencia y gobierno. A medida que los partidos de masas alcanzaron objetivos como el sufragio universal y las políticas que configuraron el Estado de Bienestar, comenzó a difuminarse, por un lado, la dominación de clase que subyacía al partido de cuadros y, por el otro, la exclusión subcultural del partido de masas. A diferencia del partido de cuadros, donde quien dominaba era el partido en el gobierno, o del partido de masas donde predomina el nexo entre afiliados y dirigencia, la esencia del partido

catch all

 es el conflicto de sus diversas caras. Por tanto, el escenario de conflicto es el partido burocrático (dirigencia), pues el dilema central es determinar si éste es agente de la militancia o del partido en el gobierno (Katz y Mair, 2007).



Dicho conflicto, según Katz y Mair, se resolvió hacia el partido en el gobierno que asumió una posición de privilegio dentro de la organización, dando lugar a un nuevo partido: el llamado

partido cartel

. Los síntomas de la nueva situación son: 1) el financiamiento público de los partidos lo distribuye la cara en el gobierno; 2) aumento de personal del partido en el gobierno, superando a los dirigentes del partido; y 3) la mayoría de partidos importantes ha gobernado a nivel nacional y orienta sus baterías hacia ello. Si en el partido de cuadros, quien detentaba el poder eran los notables (gobierno y dirigencia), y en el de masas, la dirigencia; en el

cartel

 prevalece la supremacía del partido en el gobierno.

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Vistos los principales, pero no los únicos, modelos de partido, específicamente los referidos al

centro o detentador de poder

, corresponde observar algunos planteamientos en torno a ellos para, después, entrar a las diversas posibilidades ligadas a la democracia interna. Antes, vale la pena advertir que “no hay, por supuesto, una única forma de organización partidista; por el contrario, lo que comprobamos hoy en día, como en épocas anteriores, son variaciones de un amplio número” (2007: 119). En ese orden de ideas, Wollinetz (2007) plantea que nunca ha existido una homogeneización de los partidos, por ende, varios tipos o modelos de partidos han coexistido.



La relación del modelo de partido y su consecuente centro de poder es retomada de Scarrow (2005) y Chambers y Croissant (2008). La primera autora prefiere llamarles tendencias organizacionales, categoría que la presente investigación recupera.

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 Además, plantea que si bien los partidos han adoptado una amplia gama de enfoques para su organización interna, y experimentan nuevas estructuras y procedimientos para hacer frente a presiones internas y externas, se pueden distinguir las siguientes tendencias relacionadas con la democracia interna:



1. Partido con líder dominante. Se trata de los partidos dominados por una sola persona, quien no muestra preocupación por la promoción de la democracia interna. El poder se encuentra centralizado y recae exclusivamente en el líder. Aquí cabrían partidos con rasgos carismáticos o con énfasis en el gobernante. El líder se sustenta en su popularidad, integridad y los recursos financieros de los que dispone. A su vez, articula y representa las aspiraciones programáticas del partido.

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 Ahora bien, los conflictos entre los posibles sucesores pueden ser agudos cuando las reglas para su solución están ausentes.

 



2. Partido de notables (cuadros). No están organizados en torno a un líder, pero son dominados por un pequeño grupo. Se constituyen en asambleas locales cerradas y sin coordinación. El poder de decisión se dispersa entre los líderes. Es excluyente en cuanto a militantes. No están preocupados por mantener, ni siquiera en apariencia, la democracia interna, ya que sus plataformas pedían el apoyo de “calidad”. Las contrapartes contemporáneas a estos partidos del siglo XIX son quienes están medianamente estructurados en torno a los recursos y a la reputación de un grupo de elites.

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3. Partido de representación individual (masas). Su elemento definitorio es la movilización de grupos sociales, vía una organización bien articulada. La ideología es muy importante. Sus militantes o grupos fueron representados en congresos o convenciones de los partidos en niveles regionales y nacionales. Por ello, la toma de decisiones era medianamente incluyente, aunque más inclusivo que los dos casos anteriores.

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4. Partidos corporativos. Los líderes y representantes de diversos grupos de interés tienen posiciones privilegiadas dentro del partido. Los delegados de estos sub-grupos sociales toman las decisiones. Los grupos tienen privilegios dentro del partido; a la vez, sus delegados (tales como redes de corporaciones religiosas, comerciales, obreras, etc.) actúan en nombre de sus seguidores en los consejos del partido. Poseen fuertes lealtades indirectas. En términos generales, la toma de decisiones es inclusiva frente a los grupos, pero no en torno a la militancia. Es un poco menos inclusivo que el anterior, pero más que los dos primeros.



5. Partido basado en los principios de democracia de base. Tiene como objetivo representar a las bases del partido en el mayor número posible de ámbitos de decisión. Sus estructuras de organización y toma de decisiones están determinadas por el ideal de la democracia plebiscitaria que da prioridad a una amplia participación de los miembros inscritos o, incluso, no afiliados. Tienden a ser más descentralizados. Es un modelo basado en procedimientos altamente inclusivos (referéndum, plebiscito) que da prioridad a una amplia participación, tanto en la deliberación, como en la toma de decisión.

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Scarrow plantea que las cinco tendencias no son ni exhaustivas, ni excluyentes. En la realidad, los partidos pueden conjugar características de dos o más tendencias. Así pues, se trata de tipos ideales que proporcionan claridad y precisión para la descripción y análisis empírico. Son útiles para comprender los diferentes puntos de partida de los partidos y sus “posibles direcciones en las que pueden tomar cuando tratan de promover una mayor inclusión en la toma de decisiones internas” (2005: 19).



Ahora bien, para efectos del presente trabajo y tomando en cuenta los estudios teóricos y empíricos revisados previamente, se plantean las siguientes tendencias organizacionales relevantes para el análisis de la experiencia mexicana. El

centro o detentador de poder

 es aquello que emerge a primera vista de las tendencias organizacionales. Sirve, en suma, para etiquetar a los partidos en lo que refiere a la democracia interna. Ahora bien, dentro de la tendencia organizacional, y partiendo de criterios como la participación, la competencia y el control político, se muestra cómo opera la democracia interna en un partido. El

cómo opera

 el partido es el elemento más importante de las tendencias, ya que sirve para la caracterización de un partido en sus orígenes y en la actualidad, así como para observar la democratización (evolución) o des-democratización (involución) que ha tenido lugar en su pasado reciente. Aunque no son excluyentes unas de otras, las tendencias organizacionales sí reflejan mayor democracia interna en la medida que presenten mayores ampliaciones de las dimensiones de interés. Así, es más democrático el Partido de Bases que el Representativo, pero éste es más democrático en comparación con el de Élites ampliado, de Élite y de Líder dominante.



1. Partido con líder dominante: el detentador de poder puede ser un líder carismático, el dirigente del partido o un gobernante. No promueve la participación y competencia amplia. Es posible la designación o la “fachada democrática”. Finalmente, en este tipo de partido, los dirigentes rinden cuentas al líder, quien tiene la facultad de removerlos, no la militancia. También podríamos denominar este caso como monocracia.



2. Partido de élite: el centro de poder puede ser un grupo de notables, la dirigencia, miembros del grupo parlamentario, corporaciones o fracciones. La participación y competencia son reducidas, pues quedan en manos de la élite nacional, ya que son ellos quienes deciden y compiten por los cargos. Por su parte, el control político es bajo, pues solo la elite puede remover dirigentes. Este caso podría ser llamado oligarquía.



3. Partido de élites ampliado: su detentador de poder es un órgano ejecutivo amplio, tal como el Consejo Nacional. La participación y competencia se amplía respecto a los dos anteriores. Las élites subnacionales deciden y alientan la competencia entre sus filas. Precisamente, el control político reside en la élite subnacional, no en la militancia, pues solo ellos pueden remover dirigentes.



4. Partido representativo: el centro de poder puede ser un órgano legislativo amplio, tal como el Congreso o Asamblea Nacional. La participación y competencia es promovida por el partido, y es mucho más amplia que los casos anteriores. Asimismo, el control político se amplía, ya que los representantes de la militancia pueden remover a los dirigentes.



5. Partido de militancia: La militancia es el detentador de poder con o sin restricciones. La participación y competencia es promovida ampliamente por el partido. Por tanto, la militancia selecciona a sus candidatos y dirigentes y tiene la posibilidad de removerlos. En este sentido, el control político es amplio.



Más que encasillar a los partidos en tipologías estáticas, lo anterior permite concentrarnos en su origen, en su articulación (vía estatutos iniciales que dan lugar a la tendencia organizacional) y en las posibilidades de cambio, lo que, a la vez, es crucial para caracterizar su democracia interna.



Así, es preciso ver cómo se identificaría una tendencia organizacional (

path dependence

). Mahoney (2002) alienta a “ser flexibles en el empleo de este marco y en el entendimiento de este concepto”. Por ende, apela a que “los estudiosos deberían ser pragmáticos al emplear las ideas sobre los patrones de dependencia, centrándose en aquellos aspectos específicos e hipótesis conceptuales” (2002: 166).

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 Así, utilizando la idea de Sydow y Koch (2009), existen al menos tres etapas fundamentales para clarificar el

path dependence

 en el ámbito organizacional.



La primera fase muestra un amplio campo de acción. Habiendo muchas posibilidades de decisión en la génesis del partido, se considera la que puede poner en marcha un proceso de autorefuerzo. El momento en el cual arranca el proceso es nombrado “coyuntura crítica”, e indica el final de la fase de preformación. Esta coyuntura crítica puede ser ejemplificada por alguna decisión que muestre un centro de poder inicial (previa a los primeros estatutos). La segunda fase muestra la posibilidad de que surja, con base en la decisión tomada, un patrón de acción dominante, lo que conduce a hacer de lo anterior algo duradero (y a institucionalizarlo en los estatutos). En esta fase, la gama de opciones se reduce, haciendo progresivamente difícil revertir la decisión inicial. Sin embargo, habría que enfatizar que, a pesar de las limitaciones, siguen existiendo opciones. Así, con base en la articulación de los actores, una ruta definida comienza a surgir, misma que se materializa en los estatutos iniciales. Al finalizar esta fase se encuentran los primeros procesos (selección de dirigentes y/o candidatos y control político) donde comienza a observarse la tendencia organizacional. La entrada a la tercera fase se caracteriza por una contracción de las opciones, lo que conduce a un patrón dominante de decisión. Finalmente, las posteriores acciones están ligadas a la ruta trazada por la decisión inicial y, con ello, se pierde flexibilidad (tendencia organizacional estable). Aquí se observa la estabilidad de las