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Perspectivas Críticas de la Contabilidad Contemporánea

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La contabilidad produce un régimen de visibilidad, en donde se enlazan lo instituyente y lo instituido, pero cuya relevancia social se alcanza con la formalización y materialización de las organizaciones como un reflejo del ámbito institucional al que advienen18. En otros términos, la contabilidad operacionaliza el proceso social que hace advenir al campo institucional a la organización. Esto implica, por ejemplo, reconocer la manera cómo la contabilidad, apoyada en elementos institucionales como el contrato y reglas técnicas de reconocimiento transaccional, da forma a la organización articulando las relaciones sociales en torno a la acumulación contemporánea de capital. De modo que lo contable prepara el espacio social organizacional, para el advenimiento de relaciones sociales del tipo inversión-financiación, instituidas como fundantes de las organizaciones económicas modernas. Las mismas que la contabilidad hace visibles, mediante dispositivos de comunicación no dialógica, al tiempo que las emplaza, atribuyéndoles el sentido de “información relevante para la toma de decisiones”, a través de sus prácticas y tecnologías de cálculo. En efecto, la contabilidad aquí se devela en los intersticios entre lo institucional y lo organizacional: despliega su poder constitutivo al producir y comunicar una imagen de la organización, cuyos elementos necesarios para su ensamblaje han tenido como punto de partida no la organización en una suerte de autopoiesis, sino en la identificación19 con lo que se puede pensar, hacer y decir que, a priori, el ámbito institucional ha instituido.

Epílogo: y ¿el misterio de la trinidad?

Si se ha enfatizado en reconocer la articulación de la contabilidad, las organizaciones e instituciones bajo una suerte de triada, ha sido con el ánimo de considerar a la contabilidad según su naturaleza como producción humana, esto es, una genealogía que, en este caso, ha sido considerada desde su dimensión discursiva20. La expresión ampliamente difundida de la contabilidad como “lenguaje de los negocios”, paradójicamente, ha reforzado la visión de la contabilidad y lo contable apenas en su perspectiva cuantitativa, abstracta y objetivada. Sin embargo, la dimensión discursiva y narratológica de la contabilidad, el papel de sus signos y códigos, formas y prácticas de comunicación a partir de los cuales instituye mensajes que, como todo acto comunicativo, en sí mismos están implicados en la cuestión del sentido y la significación, ha ganado notoriedad al interior del campo de investigación crítico-interpretativa; en especial, el interés ha estado enfocado en los reportes contables anuales y sus tramas discursivas (Archel, 2007; Cuevas, 2015; Davinson, 2011a, 2011b; Gómez, 2009; Preston et al., 1996). Los elementos de origen lingüístico, a saber, sus códigos y signos, con los que se entrama y conforman lo contable tienen su emergencia en un ambiente institucional. Este ámbito, a priori, constituye, en palabras de North (1998), el conjunto de limitaciones formales e informales que condiciona toda posibilidad, para lo que es pensable y, en términos contables, calculables y comunicables. Dicho nivel institucionalizado de la contabilidad adviene práctica social, cuando se lo instaura como campo de acción de y para la agencia de un individuo u organización; lo que la resignifica como una práctica social y organizacional.

En efecto, el campo en el que la contabilidad es intitucionalizada está entramado y sostenido por estructuras y mecanismos de lenguaje. En tal caso, es importante considerar que el lenguaje, tal como lo concibe Searle (1997), se constituye en la institución de instituciones. Esto ocurre, en parte, porque todas las instituciones requieren del lenguaje para que su enunciación sea establecida, legitimada y puesta en funcionamiento. En efecto, la contabilidad, en su doble naturaleza, por un lado, como práctica institucional y, por el otro, como práctica social, ha implicado que establece una distinción en la que se fija qué es y qué no es la organización, y proveerla así de un campo de acción atado a un conjunto de reglas, de limitaciones formales e informales, de mecanismos de incentivos que monitorean y coordinan a la organización en su interacción e iteración en/con su ambiente institucional que le antecede en su emergencia. Así, y situando la cuestión en el marco de la socialización capitalista, la práctica social de la contabilidad orienta a las organizaciones a reproducir la lógica en que se sostiene el régimen de acumulación dominante de la época, una vez este impone sus propias instituciones. Comprender tal condición de la contabilidad como práctica social e institucional, notifica su poder constituyente, cuando se la establece como engranaje, intersticio, del orden relacional instituciones-organizaciones, propio de las sociedades de capital. Ello que exige una discusión mucho más profunda en términos de disputar y resignificar a la contabilidad para el advenimiento de una contabilidad otra. Si se le ha conferido valor indicativo al misterio de la trinidad ha sido, en parte, a que la contabilidad no puede ser reducida a una dimensión unívoca como práctica organizacional o como práctica institucional. Más bien, esta adviene y se configura en los intersticios de lo organizacional y lo institucional, es decir, según su modo de devenir, doble naturaleza, al tiempo que produce —práctica institucional— reproduce —práctica social—.

Retomando la mirada que propone la economía institucional, las organizaciones emergen a partir del tipo de reglas o normas, limitaciones o restricciones, incentivos y oportunidades que un ámbito institucional establece como parte de sus condiciones de posibilidad, para lo organizacional. Al mismo tiempo, las organizaciones, una vez ingresan a la interacción al interior del campo social instituido a priori, se constituyen en agentes sociales que pueden propiciar la dislocación de las estructuras que las sujetan, y promover así la transformación del ambiente institucional, a saber, el cambio (North, 1998).

Sin embargo, no se puede perder de vista que la práctica social e institucional de la contabilidad queda articulada a los mecanismos del poder de la época, propiciando que el afuera institucional de la socialización capitalista se capilarice en el adentro organizacional, tal como sucede como la expansión global del modelo IASB-IFRS y sus innegables consecuencias institucionales y organizacionales. En términos de la economía institucional, las instituciones reguladas por el régimen de acumulación vigente impactan en el desarrollo económico, ocasionando así que se advierta cómo estas instituciones se promueven y coordinan a través de la contabilidad como práctica institucional, facilitando intervenir y moldear el interior de las organizaciones económicas modernas, mediante prácticas contables que reproducen la imagen proyectada para lo social, en el espejo de la socialización capitalista.

En este sentido, reconocer los aportes del enfoque institucional ha favorecido que se modifique el núcleo de la teoría económica, con categorías provenientes de las disciplinas sociales y humanas, las cuales, sin duda, favorecen la comprensión de los diversos aspectos atravesados por los asuntos humanos con que se moldean los procesos de intercambio (Gómez, 2005). En consecuencia, lo social es una suerte de espectro que habita la práctica social e institucional de la contabilidad, lo cual exige se reintroduzca aquello en que se entrama la emergencia de las organizaciones económicas modernas: las fricciones y tensiones propias de los intercambios intersubjetivos que emanan de la cultura y la socialización humanas. El ámbito institucional desempeña un papel crucial, al reconocer las determinaciones del tiempo y sus fluctuaciones sociales sobre el curso del desarrollo económico. Ello implica advertir, también, que la existencia de organizaciones al interior de las instituciones que impone el régimen de acumulación vigente despliega prácticas sociales, como la contabilidad, que garantizan y salvaguardan los procesos de intercambios de derechos de propiedad (North 1998; Rodríguez, 2004; Valle, 2001). En efecto, las organizaciones económicas modernas son inmanentes a la institucionalización hegemonizada por la socialización capitalista, según sus variantes históricas. En tal caso, el vínculo entre instituciones, organizaciones y contabilidad es, asimismo, inmanente al sistema y régimen de acumulación capitalista.

De modo que el misterio de esta trinidad es consecuencia de la trama discursiva de la contabilidad, según su modo de ser doble naturaleza social e institucional. Ello, pues, por un lado, es una institución que produce y legitima y, por el otro, encarna una práctica social que reproduce y naturaliza. Un misterio que exige, ante el despliegue de su encanto, una mayor atención de los mecanismos que intervienen en su ensamblaje y puesta en marcha como parte de la maquinaria que hace funcionar a las sociedades en la contemporaneidad. Si se habla de encanto se debe, en concreto, a que las teorizaciones que proponen conceptualizaciones bajo esquemas tríadicos parecieran no tener lugar en una época fascinada con los esquemas de explicación duales y sus esquematizaciones de relaciones apenas causales. A diferencia de tal sentir de la época, se plantea la necesidad de problematizar los esquemas de relaciones como el establecido por la contabilidad, las organizaciones y las instituciones, en cuya articulación se forjan las identidades que los constituyen como términos que advierten las propiedades constitutivas de la realidad social, a la que lo humano adviene desde la emergencia de la modernidad. Por eso, se insiste en que, más que una problematización de orden epistemológico, la práctica teórica y la producción de sentido teórico que se reclama para asumir un modo de ser crítico de la época, se debe decantar por una problematización a nivel de la ontología política en la que la contabilidad se haya entramada. Esta constituye un campo de disputa para una práctica teórica de orientación crítica, toda vez que, como lo sugiere el poema de Piedad Bonnett en el epígrafe, siempre hay un quién que no se nombra, pero es ese quién que se sirve de la contabilidad para infringir su tajo sobre la vida cotidiana.

 

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Notas

1 Este capítulo se deriva de la tesis de maestría Los informes contables anuales y su papel en la institución del “yo” organizacional, elaborada para optar por el título magíster en ciencias de la organización, Universidad del Valle (Cali, Colombia), bajo la dirección del profesor Fernando Cruz Kronfly.

2 En un primer momento, existe un especial interés por las teorías marxistas, en especial por las que ponen el acento en la organización del trabajo. En un segundo momento, y tras el giro posestructuralista en la teoría social, el interés se decanta por enfoques depurados de la teleología marxista, como los enfoques foucaultianos, bourdieunianos y latournianos. En el contexto colombiano, dicho fenómeno tuvo su principal acento en la teoría marxista clásica, primero, y en la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt, después.

3 En este caso se sigue la línea argumental de autoras como Ruth Hines, Éve Chiapello y Miranda Joseph para quienes la problematización de la contabilidad, según su modo de ser moderno, supone advertirla como una inmanencia a la socialización y a la lógica capitalista.

4 Esta idea se cifra en la expresión, mencionada en diversas ocasiones por Margaret Thatcher: “¿Quién es la sociedad? […] tal cosa no existe, tan solo los individuos, hombres y mujeres”.

5 Es importante considerar que el enfoque institucional de la economía no renuncia a considerar la importancia de los equilibrios de mercado. Debido a esto, no se puede colegir que la economía institucional se constituya en enfoque crítico y heterodoxo de la economía; en modo alguno se trata de esto. Sin embargo, sí es importante indicar que es, en este enfoque, en donde se van a encontrar bases conceptuales con las cuales dialoga la perspectiva sociológica institucional, en la que se resignifica a la contabilidad como una práctica social e institucional.

6 Esta consideración en la que convergen la sociología y la tradición económica institucional es relevante, toda vez que, como se indicará más adelante, ha influenciado la manera como se configuró la conceptualización de la contabilidad como una práctica social e institucional.

7 Las instituciones son, en todo caso, producciones humanas que cambian como consecuencia de su agencia. Esto evidencia que las organizaciones inciden en el campo institucional al que advienen, lo reproducen es cierto, pero también, lo intervienen y modifican.

8 En un trabajo anterior, Cuevas (2014b), se presentan con más detalle las diversas influencias y conceptualizaciones surgidas al seno de la sociología económica que contribuyeron en la comprensión sociológica de la contabilidad.

9 Afirmar que la contabilidad alcanza su identidad, según el esquema de relaciones sociales en que se la sitúe, supone, entre otras cuestiones, reconocer que el pensamiento y la existencia no están escindidos, tal como se indica en la dialéctica materialista. En efecto, la supuesta «esencia» de la contabilidad se devela de naturaleza contingente y pasa a depender de los sistemas de relaciones sociales, estos mismos implicados e imbricados con los sistemas de pensamiento que actúan sobre la época.

10 Esta es una expresión usada por Mijaíl Bajtín (1994) para referirse al arte que, en su afán de concederle prioridad a la forma de sus abstracciones, eludía la cuestión del mundo social.

11 Esta distinción entre lo contable y la contabilidad es pensada a partir de las consideraciones que el pensamiento político posfundacional realiza al distinguir, basándose en el pensamiento de Heidegger y su diferenciación entre lo ontológico y lo óntico respecto de lo ente del ser, lo político (nivel instituyente) de la política (nivel instituido).

12 Esto implica comprender, y asumiendo como base analítica las consideraciones de Ernesto Laclau en su visión sobre la emergencia de un orden social hegemónico, que en una cadena equivalencial un significante asume la posición de significante vacío, en tanto se despoja de significado, una vez asume la tarea de representar la articulación formada por los demás significantes. Dicho de otro modo, es una particularidad que asume la función de universal.

13 Estos tres aspectos constituyen importantes imaginarios, en donde se emplaza parte de la praxis contable; en el campo de la teoría y la reflexión contable colombiana, se encuentran ejemplos de interés en ese sentido.

14 Retomando los trabajos de Shyam Sunder (2002), se puede señalar que las reglas contables, en tanto que operan a un nivel institucional, se enfocan en distintos niveles: reglas sobre divulgación y producción de información (son reglas de alto nivel, puesto que sus efectos directos son el espacio y los agentes sociales); reglas sobre medición y valoración, así como reglas sobre control.

 

15 Esta forma material de la contabilidad está situada a nivel simbólico, lo que hace de ella una manera de mediar (mediatizar) la relación entre los agentes y “la realidad” en la que están emplazados. No obstante, diversas corrientes de pensamiento ven en dicha forma material solo una sobredeterminación económica, en última instancia.

16 Se hace referencia a que es el contexto el que determina la forma de la contabilidad. Reconocer su papel dinamiza la asunción de la contabilidad como una práctica social e institucional. En consecuencia, se instaura una indeterminación necesaria en la comprensión de la contabilidad; esto es, su condición deviene siempre contingente.

17 La categoría de discurso referida es la propuesta por Chantal Mouffe y Ernesto Laclau. Tal categoría no solo implica formaciones articuladas lingüísticamente, sino que implica una articulación de prácticas simbólicas materialmente determinantes.

18 Es importante, en este caso, recordar a Douglas North (2008) y su idea según la cual, si las instituciones incentivan la corrupción, las organizaciones que emerjan serán corruptas.

19 Se usa este concepto en su estricto sentido psicoanalítico.

20 En ese sentido, la contabilidad podría ser considerada como parte constitutiva de «los discursos del presente».