El rey festivo.

Tekst
Autor:
0
Recenzje
Przeczytaj fragment
Oznacz jako przeczytane
Czcionka:Mniejsze АаWiększe Aa

2.

LOS PAISAJES FLAMENCOS

PARA LOS ARCHIDUQUES ISABEL Y ALBERTO COMO ESCENARIOS CORTESANOS.

DE LOS JARDINES PALACIEGOS A LAS FIESTAS POPULARES

ANA DIÉGUEZ-RODRÍGUEZ

Instituto Moll, Madrid/ Universidad de Burgos

Para comprender el origen de las escenas donde los archiduques Isabel Clara-Eugenia y Alberto aparecen captados en medio de sus territorios disfrutando tanto de una jornada campestre como yendo en peregrinación a un santuario cercano, o simplemente dando un paseo por los jardines y frondas que rodeaban sus palacios, es necesario recordar la coyuntura política y social de estos territorios. En primer lugar, la guerra ha sido determinante en los últimos años del siglo XVI para la población flamenca, que ha visto cómo se enfrentaban los Países Bajos del norte, liderados por los Nassau, con los Países Bajos del sur bajo dominio de los Habsburgo. A partir de 1598, año de la llegada de los archiduques a Flandes, un territorio hasta ese momento unido se encuentra separado, marcando las diferencias entre los protestantes, abalados por los Nassau, y los católicos defendidos por las tropas de los Habsburgos. Pero tras la idea de «guerras de religión» se esconde una formulación política y social muy diferente.

En segundo lugar, es fundamental advertir que Isabel Clara-Eugenia y su marido llegan a Flandes no como simples gobernadores o representantes del poder hispano, sino como los monarcas de este territorio que hereda Isabel Clara-Eugenia por derecho propio1. No sólo es la nieta de Carlos V, sino que su padre, Felipe II, le da a su primogénita los territorios de Flandes, desvinculándolos de la corona española y haciendo que recaigan en la descendencia de su hija y el archiduque Alberto2. Nos interesa mucho este hecho, pues explica la postura de ambos cónyuges con Flandes, propiciando una política de paz que van a defender ambos frente a la bélica que va a contar con importantes defensores dentro de la corte de Felipe III. Los archiduques siempre van a trabajar en beneficio de la corona española, pero donde los intereses de sus súbditos también estuvieran contemplados.

LOS ARCHIDUQUES COMO MONARCAS DE FLANDES. LOS RECURSOS A SU ALCANCE PARA CONVENCER DE SU POLÍTICA. LO VISUAL MÁS ALLÁ DE LAS PALABRAS

Debido a la inestabilidad de la zona y a las reticencias que en la corte hispana podría haber hacia su reinado, los archiduques al llegar a Flandes son conscientes de la necesidad de afianzar su posición, tanto ante los flamencos como ante los españoles. Así, comienzan dos estrategias complementarias: por un lado, avanzan las negociaciones y acuerdos de paz, donde la labor de Ambrosio Spínola y el archiduque Alberto fueron fundamentales para la firma de la Tregua de los Doce Años3; y, por otro, buscan un acercamiento a sus súbditos a través de una proximidad a las élites locales y su vínculo con la historia de Flandes y los Habsburgo, mostrando a unos monarcas implicados en la vida flamenca y completamente identificados con esos territorios, tanto por derecho propio como por participación personal.

Para esta política los archiduques emplearon todos los recursos a su alcance, siendo los pintores de corte los que van a tener un papel decisivo como pintores-cronistas de la realidad cotidiana de los archiduques. Esas escenas donde los monarcas son los protagonistas no sólo van a ser testimonio de eventos de relativa importancia dentro de la política del país, sino también van a tener un claro objetivo de tranquilizar a la corte de Felipe III respecto a los «asuntos de Flandes». Mostrando que unas políticas pacifistas, traen mayores beneficios para la corona que las imposiciones por la fuerza.

Además de los pintores-cronistas, los archiduques van a recuperar todos los espacios vinculados a la dinastía de los Habsburgo rehabilitando antiguos palacios, en especial aquellos con los que María de Hungría, tía-abuela de Isabel Clara-Eugenia, había tenido especial relación: el palacio de Coudenberg en Bruselas, el palacio de Mariemont, y el de Tervuren, ambos cercanos a Bruselas, pero más considerados un espacio para la caza y el recreo4. Esta rehabilitación permitía una doble maniobra: erigirlos como núcleos de poder, al mismo tiempo que dejar constancia de su presencia territorial.

Con esta doble estrategia lo que consiguen los archiduques es un reconocimiento de las élites flamencas, fortaleciendo el vínculo con su pasado, al mismo tiempo que una clara propaganda de su reinado.

Su presencia continua en la vida cotidiana flamenca a través tanto de fiestas, kermeses y visitas a sus súbditos, como a través del día a día en el entorno de sus residencias, junto con los testimonios escritos de funcionarios de la corte, embajadores o viajeros inciden en la inteligencia de los archiduques, tanto para ganarse a los flamencos como para conseguir que la corte de Felipe III primero, y la de Felipe IV después, viera la importancia de favorecer una política de diálogo y paz, pues las susceptibilidades que había en Madrid sobre la falta de lealtad de los flamencos habían sido fomentadas por los enemigos de la corona española.

LA REHABILITACIÓN DE LOS PALACIOS

El palacio de Coudenberg, situado en Bruselas, es el centro neurálgico de todo el gobierno de los archiduques. Desde el nombramiento de los archiduques se comenzaron diferentes reformas para adaptarlo a las necesidades de los nuevos monarcas (De Jonge, 1998: 191). Además de las estancias interiores, los archiduques dieron una importancia primordial a su entorno. Los jardines fueron rediseñados para que toda la warande (forma como se conocía al parque que rodeaba al palacio), pudiera también albergar un laberinto, conocido como feuillée; y diversas grutas, fuentes y juegos de agua, siguiendo la moda sobre estos elementos que se desarrolla en toda Europa.

Lamentablemente, el palacio de Coudenberg sufre un importante incendio en el siglo XVIII que arrasa prácticamente con todo el edificio de este momento5. Los jardines también han ido menguando, y no queda nada del planteamiento que Salomon de Caus (Dieppe, 1576- París, 1626), ingeniero del jardín desde 1601, Pierre Lepoivre y Louis Patte, jardinero de corte, habían dispuesto para este inmenso espacio.

Es gracias a las recreaciones de la vida cotidiana de los archiduques en Flandes que han dejado sus pintores de corte como Jan Brueghel «el viejo», Joos de Momper, o Daniel y Jan Baptista van Heil, como podemos intuir cómo serían esos jardines y su distribución. [fig. 1] Además, algunas de las cuentas conservadas del palacio indican los pagos hechos a Salomon de Caus por la creación de diversas grutas, máquinas hidráulicas, órganos de agua y fuentes (Duerloo y Thomas, 1998: 161). Todo el espacio está distribuido de modo que la parte más silvestre del bosque, donde vivía multitud de fauna, se compenetraba con la parte más ajardinada donde se disponían espacios florales, plantas aromáticas, medicinales y zonas de huerta, como parece desprenderse de la vista que presenta Lucas Vosterman en el grabado que ilustra la Chorographia Sacra Brabantiae de 1659, [fig. 2] y Jan van der Heiden en una vista parcial del parque de colección privada, fechada también hacia 16606.

Entre los espacios artificiales que diseña De Caus estaba la gruta principal (Franke, 2001: 83-87), creada hacia 1606 en la hoogen hoff, una terraza ajardinada decorada con los bustos de los doce emperadores7. Ya De Jonghe en su reconstrucción de la warande intenta localizar esta gruta con fuente en el bosque de robles (De Jonghe, 2001: 92-93), pero es más probable que estuviera más cercana al palacio8. La gruta de la que se hace eco De Jonghe, sería, más bien, una más de las que jalonan todo ese espacio. De hecho, en una de las vistas los exteriores de Coudenberg que recrea Jan Brueghel «el viejo» con los archiduques paseando entre las hileras de robles9, se ve como serían esas grutas, con fuentes interiores y juegos de agua. [fig. 3]. Estas grutas artificiales se convertían en salas de recreo, donde además de emular a la naturaleza se podría improvisar salones de banquetes al aire libre, muy propicias en los calurosos días del verano. Como arquitecto de grutas y de autómatas, Salomon de Caus supo entremezclar lo natural con los artificios, dando lugar a las naturalia y artificialia tan propias de las cámaras de maravillas, donde a lo visual se unía el sentido del oído y el olfato, a través de las fuentes, cascadas, juegos de agua, trinos de pájaros, ecos y música hidráulica (Franke, 1998: 203). Una idea de cómo podrían ser estos espacios la ofrece el lienzo de Pieter Paul Rubens y Jan Brueghel «el viejo» del Metropolitan de Nueva York (inv. n° 45.141) [fig. 4], en el que se recrea un banquete de los dioses dentro de una de estas cuevas artificiales ricamente decoradas. En este sentido, las grutas podían ser construidas separadas, como espacio independiente, con paredes artificiales, o podían ser recreadas a través de nichos excavados en el terreno. Los espacios eran decorados con gran primor con piedras preciosas, conchas, corales o cristales, y donde se podían incluir figuras de dioses clásicos relacionados. Estos espacios buscaban el deleite de los sentidos, pero también sorprender al visitante, tanto por su extravagancia como por los efectos ilusionistas que se creaban con los juegos de agua y los autómatas (Deligne, 2005: 139-140; Morgan, 2007: 72-98).


Fig. 1. Daniel y Jan Baptista van Heil, La archiduquesa en Coudenberg, Museo van de Stad, Bruselas (inv. n° K.1886-2).

 

Fig. 2. Lucas Vosterman, Palacio de Coudenberg, grabado Chorographia Sacra Brabantiae, 1659.


Fig. 3. Jan Brueghel «el viejo», Los archiduques paseando por la warande, Rubenshuis, Amberes (inv. n° RH. S. 130).


Fig. 4. Peter Paul Rubens y Jan Brueghel «el viejo», El banquete de Aqueloo, Metropolitan Museum, Nueva York (inv. n° 45.141).

Además de estas grutas, uno de los espacios más singulares de la warande es el gran lago que rodeaba el palacio de Coudenberg por el sur. Es un lago que reproducen diversos pintores, lo que permite reconocer su aspecto, uso y cambios a lo largo del tiempo, incluso a nivel estacional. Daniel van Heil y Jan Baptista van Heil, lo reproducen con la archiduquesa en primer plano con su corte10. En otros casos, como el atribuido a Jan Brueghel «el joven» del museo del Prado, en cambio, el lago ha desaparecido, y el espacio se presenta como una gran llanura frente al palacio.

El palacio de Mariemont fue una de las residencias favoritas de la archiduquesa. No es baladí que en el retrato que envía a su hermano en 1615 a través del marqués de Siete Iglesias y se conserva en el museo del Prado Prado (inv. n° P001684)11, aparezca retratada en primer plano frente a una balaustrada que deja ver al fondo el paisaje de Mariemont. [fig. 5]


Fig. 5. Peter Paul Rubens y Jan Brueghel «el viejo», La infanta Isabel Clara-Eugenia, Museo del Prado (inv. n° P001684)

El palacio fue construido para María de Hungría en 1546, siguiendo los planos del arquitecto cortesano Jacques du Broeucq (De Jonge, 1998a: 191–220; De Jonge, 1998b: 161–187; De Jonge, 2004: 1–15; De Jonge, 2005: 45–57). En 1554, fue destruido por las tropas francesas de Enrique II, y no fue hasta la llegada de los archiduques que el edificio vuelve a tener un lugar primordial dentro de la estrategia de los monarcas por devolver a Flandes su antiguo esplendor. Los archiduques encargan la reconstrucción a Jacques Francart en 1605, pidiéndole que siga los planos originales de Broeucq. No sólo el edificio va a ser objeto de cuidado, sino que años antes, en 1601, los archiduques ya habían nombrado a Denis de la Forge guarda del parque de Mariemont. A pesar de esta renovación y el interés por mantener la estructura del palacio del siglo XVI, entre 1617 y 1618 se agranda el palacio al añadirle cuatro pabellones en cada ángulo con terrazas sobre el tejado (De Jonge, 2002: 29–41). [fig. 6] Lamentablemente, el palacio desaparece en 1794, tras el incendio acaecido durante la revolución francesa.


Fig. 6. Anónimo, Vista del palacio de Mariemont, Dibujo, Mons, Archives Générales

Para Mariemont, Isabel había solicitado al ingeniero real, Pierre Lepoivre, y al jardinero de su corte, Louis Patte, unos jardines inspirados en Aranjuez (Demeester, 1978-1981: 195-199, 255; De Jonge y De Vos, 2000: 41; Martens, 2014: 661). Jardines que, por otro lado, la archiduquesa tuvo la oportunidad de disfrutar tras las reformas emprendidas para su acondicionamiento por parte de Juan Bautista de Toledo, y que se continuaron bajo la dirección de Jeronimo Gili y Juan de Herrera (Álvarez de Quindos y Baena, 1804). Son unos jardines que, como Felipe II le había explicado:

«que las mas cosas de las de Aranjuez habia hecho por las de Marymont, y aora hallamos que es así, porque como andamos compuniendo aquello, se van descubriendo muchas cosas como las de allá, y algunas no se entienden bien, y pienzo que por la traça se entenderán»12.

Este interés por recomponer la imagen de un pasado glorioso en el palacio de Mariemont del que tiene constancia por su tía-abuela y su padre, y ser lo más fiel al pasado, se une la estrecha relación que tuvo con Aranjuez. Para Isabel Clara-Eugenia fue el lugar donde es nombrada monarca de Flandes por su padre, al mismo tiempo que un lugar que ha disfrutado y del que tiene muy buenos recuerdos. En palabras de Jehan L’Hermite, Aranjuez es «este sitio tan deleitable [que] semeja en verdad a un paraíso en la tierra, cuya belleza no es posible imaginar» (L’Hermite, 2005: 392). [fig. 7]


Fig. 7. L’hermite, Vista de Aranjuez y sus jardines, 1598, diseño para Les Passatems. Manuscrito original en la Real Biblioteca Alberto I de Bruselas (Ms. II 1028)

Asi, teniendo claro todo esto, entre 1598 y 1604, los jardines y parque de Mariemont van a ser reestructurados por el ingeniero Pierre Le Poivre (1546-1626) y el jardinero de los archiduques Louis Patte, a los que se unen entre 1606 y 1608 los trabajos de Salomon de Caus (1576-1626) y, probablemente también, las soluciones arquitectónicas de Wenzel Coebergher (De Jonge, 1998: 197). Estos ingenieros y jardineros plantean una serie de capillas que jalonan todo el territorio del parque, haciendo del espacio un peregrinaje por cada una de las estaciones. No obstante, dentro de las vistas que nos han dejado del entorno Joos de Momper y Jan Brueghel «el viejo», fechadas hacia 1612, lo que más llama la atención es la piscina a modo de tronco piramidal invertido que se construye entre 1606 y 1608, [fig. 8]. Es un modelo que encaja con los modelos que Salomon de Caus había planteado en otras cortes europeas (Morgan, 2007: 82-87). Las vistas de los jardines de Mariemont de Jan Brueghel de Velorus del museo de Dijon y El Prado, muestran esos lagos y fuentes en gradas, al igual que las labores habituales de los archiduques en estos parajes. [fig. 9]


Fig. 8. Joost de Momper y Jan Brueghel «el viejo», La infanta Isabel Clara-Eugenia en el parque de Mariemont, Museo del Prado (inv. n° P001429)


Fig. 9. Joost de Momper y Jan Brueghel «el viejo», Excursión campestre de Isabel Clara-Eugenia, museo del Prado (inv. n° P001428)

Jan Brueghel «el viejo» fue testigo directo de la vida cotidiana de los archiduques en estos espacios, como se descubre ante los dibujos que conserva el Fogg Museum, Harvard University (Cambrige). Uno de ellos (inv. 1986.639) [fig. 10], catalogado como «cinco figuras femeninas», responde fielmente a las jóvenes que acompañan a la archiduquesa en la vista de Mariemont del museo del Prado (inv. n° P001429) [fig. 8], mostrando como el pintor convivía con los archiduques y tomaba notas que luego traspasaba a los lienzos que sus soberanos se encargaban de enviar a la corte en Madrid.


Fig. 10. Jan Brueghel «el viejo», Apuntes de la vida de los archiduques en Mariemont, (anteriormente conocido como: Cinco figuras femeninas) Dibujo, Fogg Museum, Harvard University (Cambrige) (inv. 1986.639).

El palacio de Tervuren fue para el archiduque Alberto lo que Mariemont para Isabel Clara-Eugenia. Es la residencia que aparece tras su retrato y que hace pareja al de su mujer del museo del Prado (inv. n° P001683). [fig. 11] también fue objeto de reformas en este momento, pero no en el grado y el simbolismo que tenía Mariemont. Lucas Vosterman deja una vista del palacio y sus jardines en el grabado que realiza para el Chorographia Sacra Brabantiae, de 1659, donde se ve que es un palacio completamente rodeado de un lago y, dónde se ha habilitado una plataforma de madera con laberintos en el centro del lago. Plataforma que se ve perfectamente en el paisaje que acompaña al retrato del Prado citado, y en los Archiduques Isabel Clara Eugenia y Alberto en el palacio de Tervuren de Bruselas del mismo museo (inv. n° P001453).


Fig. 11. Peter Paul Rubens y Jan Brueghel «el Viejo», El archiduque Alberto de Austria, museo del Prado (inv. n° P001683)

LA PRESENCIA DE LOS ARCHIDUQUES EN LA VIDA COTIDIANA FLAMENCA. LAS FIESTAS, LAS KERMESES Y LAS VISITAS:

Una de las estrategias mejor definidas por ambos monarcas fue buscar fórmulas de identificación de los archiduques con los nuevos territorios y sus habitantes, participando de forma muy activa y fomentando sus tradiciones (Esteban Estríngana 2010: 261-304; Hortal Muñoz, Pirlet y Espídora García 2018: 13, 15 y 25). Haciendo que los espacios urbanos, bosques, jardines, campos agrícolas y factorías fueran asociados a espacios cortesanos donde llevar a cabo una etiqueta que se extendía más allá de los palacios.

Esta estrategia fue premeditada, pues como explicaba el marqués de Guadaleste a Felipe III en 1610, era importante «visitar y banquetear» en nombre del rey a las élites sociales que se acercaban a la corte, pues «son gente que con esto y con dalles algo de poca consideración quando se casan ellos o sus hijos o quando les naçe un hijo (...) quedarían obligadísimos y reconocidos para servir a V. M» (AGS, Estado, leg. 2026, marqués de Guadaleste a Felipe III. Esteban Estríngana, 2018: IV, 653). Esto es precisamente lo que los archiduques venían haciendo desde su llegada a Flandes: ganarse el reconocimiento de sus súbditos a través de estas sencillas actuaciones que ejercían fuera de palacio.

Unos actos en los que no sólo se dejaban ver sino también participar y, que además, se cuidaron de dejar constancia visual a través de los diversos pintores de palacio. Esto último fue fundamental para demostrar delante de la corte filipina la actuación de los archiduques en Flandes, además de fomentar una propaganda hacía ellos que no sólo estaba destinada a los ciudadanos flamencos sino también a los cortesanos discrepantes con su política de acercamiento.

Los pintores cortesanos trabajando como reporteros-cronistas de la corte archiducal reproducían los acontecimientos de gran relevancia para los archiduques, pero también aquellas escenas de la vida cotidiana de los monarcas con los que se ganaban la confianza de los súbditos, como es verlos pasear o las visitas que hacían a cortesanos y burgueses en sus diferentes ciudades. Entre los acontecimientos que buscaron destacar los archiduques estuvo la hazaña de Isabel Clara-Eugenia de abatir de un solo disparo de ballesta al muñeco que se colocaba en lo alto de la aguja de la iglesia de Nuestra Señora du Sablon en Bruselas. [fig. 12] Una tradición vinculada con el gremio más importante de la ciudad, el de los ballesteros y que suponía la «coronación» por un día del agraciado, así como presidir los festejos delante de toda la ciudad. Fue en 1615, cuando la archiduquesa consigue tal gesta y por ello es nombrada: «Reina del Gran Juramento» (Grant-Serment), título que mantendrá de por vida, y que supuso para la archiduquesa que fuera vista de facto como monarca de los flamencos. Denis van Alsloot fue el encargado de representar en ocho lienzos todo lo que supuso este nombramiento13: el reconocimiento de todos los estamentos sociales y económicos de la ciudad de la archiduquesa como reina. Denis van Alsloot hizo dos juegos de lienzos: unos se localizan en posesión de los archiduques en la grand galerie del palacio de Tervuren en 161914, y la otra serie fue enviada a la corte de Felipe III y se colocó en el Alcázar, dando lugar al nombre del salón como «salón grande de las fiestas públicas»15.


Fig. 12. Jan Brueghel «el viejo», Detalle del tiro de la archiduquesa a la aguja de la iglesia de Nuestra Señora du Sablon en Bruselas, palacio de Gaasbeek.

 

De estas ocho pinturas, seis de ellas se conservan en diferentes museos y colecciones, y las otras dos se conocen por copias: El desfile de los gremios (Madrid, Museo del Prado, n° P001347); el Desfile de los Serments, obra que ha sido dividida en dos, (Londres, Victoria & Albert, n° 168-169-1885); el Triunfo de Isabel (Londres, Victoria and Albert, inv. 5928-1859); el Desfile de la órdenes religiosas y clero (Museo del Prado, inv. P001348); Desfile de los gigantes (colección privada); y la Fiesta de nuestra señora del bosque, de la que hay diferentes versiones que pertenecieron a la colección real española, una en el museo del Prado (inv. P002570), y otra en Patrimonio Nacional. El tiro de la infanta en el Grand Serment, y que da origen a todo el programa, se conoce por copias de otro de los pintores de los archiduques: Antoon Sallaert y su taller, del que hay una versión en el museo de Bellas Artes de Bruselas (inv. 172), y otra en el castillo Gasbeek.

Otra de las fiestas públicas con las que los archiduques se sintieron más identificados, en especial la archiduquesa, fue el Carnaval. Ella misma cuenta al duque de Lerma como prepararon el lunes de «Carnestolentas» dentro de la corte el 18 de febrero de 1608 (Rodríguez Villa, 1906a: 50-59), y obras como la de Denis van Alsloot del museo del Prado (inv. n° P001346), presentan a los archiduques disfrutando del espectáculo carnavalesco en uno de los espolones del Escalda. [fig. 13]


Fig. 13. Denis van Alsloot, Mascarada patinando, Museo del Prado (inv. n° P001346)

Ese protagonismo se destaca mucho más en el tondo de colección privada atribuido a Willem van Deynum16, y fechado hacia 1610-1615. [fig. 14] Los archiduques son presentados como protagonistas en el centro de la Grote Markt de Bruselas, tomando parte activa en la fiesta. Es el archiduque Alberto quien conduce un trineo donde va la archiduquesa. El corcel negro que realiza una ballotade delante del espectador y el trineo están engalanados con los colores de los archiduques, y se les han identificado con los reyes del invierno, incidiendo en la misma idea de ratificación de su nombramiento como monarcas de Flandes.


Fig. 14. Willem van Deynum (atribuido), Los archiduques como reyes del invierno en la Grote Markt de Bruselas, ca. 1610-1615, colección privada.

Además de estas fiestas públicas, los archiduques están presentes en celebraciones más personales, como son las bodas campestres en las que los presenta Jan Brueghel «el viejo», en los lienzos del museo del Prado (P001442 y P001439), y enviadas a la corte de Felipe IV con una clara intención; o los dibujos que han pervivido de Jan Brueghel, como el del Cortauld Institut, donde van a presenciar un evento de caza al modo hispano.

Además de estas actividades en las que los archiduques participaban dentro de sus quehaceres cotidianos, y disfrutaban, también realizaban visitas de cortesía de las que han dejado constancia. En Amberes, van a visitar la colección de Cornelis van der Geest, de cuya presencia ha dejado testimonio la pintura de Willem van Haecht en la Rubenshuis de Amberes (inv. n° RH.S. 171), muestra que los archiduques fueron agasajados por los artistas más importantes del momento en la ciudad, donde no sólo estaban Rubens y Van Dyck sino también Frans Snyders; o la escena de Jan Brueghel «el viejo» colaborando con Frans Francken II, de la Walters Art Gallery (n° 353), en la que los archiduques también aparecen disfrutando de la colección de un burgués sin identificar (Ertz, 1979: 450, 514, 617).

CONCLUSIONES

A través de este ensayo se ha querido mostrar cómo los archiduques al llegar a Flandes pusieron al servicio de su política todos los recursos a su alcance, logrando con las imágenes fijadas por sus artistas de corte un testimonio fiel de la realidad circundante que vivían. Éste también era un modo de legitimar su presencia en estas tierras como herederos directos de los duques de Borgoña y, por tanto, su elección como monarcas venía también avalado por derecho de nacimiento. No eran unos extranjeros, sino los dueños naturales, por eso los intereses de sus súbditos eran los suyos propios y su implicación en su gobierno era total.

Por otro lado, tenían que mostrar en las cortes filipinas que, a pesar de esa «independencia» de la corona española su fidelidad a ella permanecía, por lo que estas instantáneas eran un recuerdo diario en el Alcázar de que Flandes estaba siendo bien guardado y regido, defendiendo las posturas españolas y conciliándolas con las tradiciones flamencas.

Lograr que los naturales de Flandes los vieran como unos de los suyos fue primordial en su política. Su presencia en todos los actos públicos y fiestas, así los muestran. No son unos monarcas alejados del pueblo, sino sintiendo y viviendo con ellos. La inclusión de la nobleza flamenca y los burgueses locales fue primordial dentro de la corte, haciéndoles un sitio e implicándoles en su gobierno. Los archiduques fueron, por esta y muchas otras razones, unos gobernantes que se estaban adelantando a su tiempo, pues gobernaban para el pueblo al que rápidamente asumieron como propio. Isabel Clara-Eugenia se refiere a los flamencos en muchas ocasiones en sus cartas al duque de Lerma con elogiosas palabras y cariño:

«[...] y que si no se remedia, mi hermano perderá estos Estados: que no sé qué tanto servicio suyo seria perdellos ni bien para España, pues sería acrecentar enemigos, y lo otro perder toda la gente que aquí tiene, que aunque harto bellacos algunos, en fin es la mejor gente que hay en el mundo, como quien tantos años ha usado el oficio y tanto aquí trabajan [...]» (Bruselas, 5 de junio de 1601. Rodríguez Villa, 1905: 301).

Estas pinturas, testimonio fiel de la realidad, por otro lado, permiten acercarse al aspecto de los palacios, sus jardines y sus usos durante el gobierno de los archiduques en Flandes. Las vistas de Mariemont a vista de pájaro muestran un espacio muy articulado, con parterres, fuentes, lagos, isletas y laberintos de flores, pero también las actividades cotidianas que los archiduques realizaban en ellos. La práctica de la caza, las labores del campo, o los paseos diarios disfrutando de la naturaleza eran primordiales para ellos. Unas actividades que se hacían extensibles al palacio de Coudenberg y su warande, refugio habitual de los monarcas a lo largo de sus jornadas, disfrutando del espacio como de si una Arcadia se tratara.

Los pintores de corte de los archiduques se han convertido en unos reporteros y testigos de excepción, donde su arte trasciende lo meramente anecdótico para ser un documento que completa las fuentes escritas del momento.

BIBLIOGRAFÍA

ÁLVAREZ DE QUINDOS Y BAENA, Juan Antonio [1804]. Descripción histórica del Real Bosque y casa de Aranjuez, dedicada al Rey nuestro señor, Madrid.

DE JONGE, Krista [1998]. «Building Policy and Urbanization during the Reign of the Archdukes: the Court and its Architects», en Albert & Isabella, 1598-1621, ed. W. THOMAS y L. DUERLOO, Brepols, 191-219.

— [1998a]. «Les jardins de Jacques Du Broeucq et Jacques Hollebecque à Binche, Mariemont et Boussu», en C. AÑÓN FELIÚ (ed.), Felipe II, el rey íntimo. Jardín y Naturaleza en el siglo XVI (Congreso Internacional, Aranjuez 1998), Madrid, 191–220.

— [1998b]. «Le language architectural de Jacques Du Broeucq», en (eds.) K. DE JONGE y M. CAPOUILLEZ, Le château de Boussu (Etudes et Documents, Monuments et Sites, 8), Namur, 161–187.

— [2001]. «Ein Netz von Grotten und Springbrunnen- Die «Warande» zu Brüssel um 1600», en Gärten und Höfe der Rubenszeit im Spiegel der Malerfamilie Brueghel und der Künstler um Peter Paul Rubens, ed. Ursula HÄRTING, Hirmer Verlag, München, 89-106.

— [2002]. «Les grands jardins princiers des anciens Pays-Bas: Bruxelles et Mariemont aux XVIe et XVIIe siècles», en (eds.) L. BAUDOUX-ROUSSEAU y Ch. GIRY-DELOISON, Le jardin dans les anciens Pays-Bas (Collection d»Histoire), Arras, 29–41.

— [2004]. «A Model Court Architect. Mary of Hungary and Jacques Du Broeucq (1545-1556)», en (eds.) H. VLIEGHE y K. VAN DER STIEGHELEN, Sponsors of the Past: Flemish Art and Patronage 1550–1700, Turnhout, 1–15.

— [2005]. «Mariemont, «Château de chasse» de Marie de Hongrie», Revue de l»Art, 149, 45–57.

DE JONGE, Krista y DE VOS, A. [2000]. «Architectuur zen tijde van de aartshertogen: het hof Achterna» en Bellisimi ingegni, grandissimo splendore. Studies over de reliegieuze architectuur in de zuidelijke nederlanden tijdens de 17de eeuw, Universitaire Pers, Leuven, 11-42.

DELIGNE, Cloe [2005]. «L’aeau dans les jardins du palais du Coudenberg à Bruxelles», Histoire urbaine, 3 (n° 14), pp. 139-140. <http://dx.doi.org/10.3917/rhu.014.0131> <https://www.cairn.info/revue-histoire-urbaine-2005-3-page-131.htm> 1-09-2018

DEMEESTER, J. [1978-1981]. «Le domaine de Mariemont sous Albert e Isabelle (1598-1621)», Annales du cercle archéologique de Mons, 71, 195-199.

DE MAEYER, Marcel [1955]. Albrecht en Isabella en de Schilderkunst. Bijdrage tot de Geschiedenis van de XVIIe-Eeuwse Schilderkunst in de Zuidelijke Nederlanden, Vlaamse Academie voor Wetenschappen, Brussel.

DÍAZ PADRÓN, M. y ROYO-VILLANOVA, M. [1992]. David Teniers, Jan Brueghel y los gabinetes de pinturas, Museo del Prado, Madrid, 1992.