El desafío de la cultura moderna: Música, educación y escena en la Valencia republicana 1931-1939

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La marcha de la guerra, con todo, era adversa a la República. El segundo semestre del curso 1937-38, dada la evolución del conflicto y la movilización decretada por el Gobierno, fue interrumpido parcialmente en abril del 38, aunque siguieron los cursos de las viejas licenciaturas y el preparatorio de Ciencias y Medicina (AUV, c. Ciencias, 424. 7 de abril de 1938). Los semestres ordinarios de los nuevos planes de estudios se reanudarían después, ya en el periodo lectivo del curso 1938-39.

El curso 1938-39, en las universidades de la zona republicana, sí que fue irregular debido a la desfavorable situación y expectativas de la marcha de la guerra tras la derrota de la batalla del Ebro, a la que no pocos fiaban la recuperación de la República. A principios de septiembre de 1938, la FUE tanteó la posibilidad de organizar cursillos de «especialidades acopladas a los momentos actuales»: los estudiantes de preparatorio de Medicina estudiarían hemorragias, fracturas, vendajes, material sanitario, defensa de gases tóxicos, puestos de socorro y evacuación. Los de Ciencias, química de guerra (explosivos y gases), balística, emplazamiento artillero, fortificación… Las alumnas y alumnos de letras y bachilleres: hemorragias, facturas y vendajes, material sanitario de guerra… Los de artes y oficios harían «cursillos encaminados a preparar a los jóvenes obreros en la técnica de las industrias de guerra». Pero este plan no pasó de propuesta.

De hecho, se hizo una contrapropuesta para reanudar los estudios interrumpidos en abril. En efecto, el 28 de septiembre de 1938, doce mujeres solicitaron la apertura de los estudios tanto para mujeres, exentas del servicio de armas, como para varones no movilizados. La primera firmante era Carmen Conde. En el escrito argumentaban que la cultura «ahora más que nunca debe intensificarse» y que la apertura de los estudios servía también para cualificar a mujeres, que debían ejercer cada vez más «tanto en los trabajos manuales, como los intelectuales», así como a los varones declarados inútiles para el servicio de las armas. Unos días antes de esta petición se iniciaron las clases del Instituto de Idiomas.

En noviembre de 1938, el Ministerio de Instrucción Pública y Sanidad optó por reabrir el curso semestral (el que se había suspendido en abril) y organizar cursillos y conferencias de «vulgarización», como venía sucediendo desde otoño de 1936. En diciembre de 1938, el Consejo Rector de la Universidad convocó a todos los alumnos que pudiesen asistir a una asamblea para tratar sobre la reanudación de las actividades universitarias y la continuación del segundo semestre interrumpido en abril de 1938. En esa asamblea y en las sesiones de la Junta de Gobierno de los días 19 y 20 de diciembre se acordó: a) proseguir los cursillos semestrales interrumpidos el pasado abril desde esa semana hasta el 31 de marzo de 1939 y empezar los exámenes de los grupos de asignaturas el 15 de abril de ese año, y b) realizar exámenes de ingreso para la primera quincena de abril del 39 y empezar el 16 de ese mes. Nos consta que en Filosofía y Letras empezaron las clases de cursos semestrales el mismo 19 de diciembre de 1938 y los cursillos de divulgación y ciclos de conferencias para el público, el mes de noviembre anterior.

Pero, evidentemente, nada de lo acordado pudo terminar. Había bombardeos, cortes de fluido eléctrico y los estudiantes se quejaban de deficiencias en la alimentación. Cataluña cayó pronto. El 30 de marzo la Universitat de València fue ocupada.

EL AUXILIO A LA GUERRA: LA PARTICIPACIÓN DE LOS ESTUDIANTES Y LA INVESTIGACIÓN

La FUE era la principal organización de los estudiantes de izquierda en los años de la República y la guerra. En los años del conflicto, el núcleo valenciano fue muy activo y su praxis se vio intensificada por la concentración en la Universidad valenciana de gran parte de la gestión de la Universidad republicana y el traslado a Valencia en noviembre de 1936 del comité ejecutivo de la Unión Federal de Estudiantes Hispanos, que integraba a la FUE. Muchos afiliados marcharon voluntarios al frente y otros se dedicaron a tareas de transformación social y cultural que propugnaba la organización. En guerra, la organización tomó posiciones revolucionarias. Creyó que había llegado el momento de la génesis de una nueva sociedad socialista que comportaba crear una nueva universidad democrática «del pueblo y para el pueblo», que pusiera sus conocimientos al servicio del pueblo (la clase obrera) y los trabajadores (Souto, 2013).

Merece destacarse la participaron de los estudiantes en diversas actividades, más allá de acudir como voluntarios a los frentes de Madrid, Teruel o el Ebro, o como soldados movilizados. Actuaron, en el frente y en la retaguardia, en diversos campos: abrieron nuevamente la Universidad Popular, atendieron las colonias escolares y las ampliaron (Buñol, Canals, Godelleta y Paiporta), participaron en las milicias de cultura, dando clase en el frente y en la retaguardia en las Brigadas de Choque para el Estudio y en el Instituto), llevaron las representaciones del teatro universitario El Búho, que dirigía Max Aub, al frente y a la retaguardia, poniendo en escena obras (Cervantes, Calderón, Valle-Inclán…) para soldados y vecinos en distintos espacios de Valencia y en otras ciudades como Alicante, Castellón, Gandía, Requena, Almansa, Hellín o en los Llanos, para las Brigadas Internacionales. Los estudiantes de Bellas Artes contribuyeron a la elaboración de carteles, folletos y murales dirigidos por el profesor Vicente Beltrán, mientras los estudiantes de Medicina y especialidades sanitarias participaron en muchas de estas actividades como Brigadas Sanitarias, sin que faltasen los de otras especialidades técnicas que lo hicieron en fortificaciones. Políticamente, el rasgo característico fue la unidad de criterio político de la FUE con otras organizaciones juveniles de los partidos y sindicatos del Frente Popular, especialmente las JSU. Con su presión y militancia, consiguieron, a principios de 1938, crear una Residencia de Estudiantes para alumnos de fuera de Valencia, que acabó ubicada en la Casa de la Cultura de la calle de la Paz, cuando esta fue trasladada, con el Gobierno, a Barcelona. También consiguieron becas para estudiantes necesitados, huérfanos de guerra e inválidos, que se concedieron a partir del curso 1937-38, así como matrícula gratuita además de para los becarios, para otros que lo justificasen. Estas becas, que eran de 200 a 450 pesetas mensuales con 12 pagas, se abonaban periódicamente (aunque con retraso) en la caja de la Universidad, a la que le transfería el fondo el Ministerio. Las concedía, previa solicitud de los interesados, una comisión de cada facultad integrada por el decano, el secretario y un representante de la FUE, y se le exigía al solicitante que acreditara «de modo suficiente» la adhesión a la República si no eran hijos de combatientes o huérfanos de guerra.

La participación de la mujer en cargos de representación de los estudiantes debe señalarse como aspecto novedoso, común a otros ámbitos, aunque era debido a la marcha de los jóvenes al frente. En la Junta de Gobierno se sentaron Nieves Rivot, Isabel Picazo o Ángeles Carrasco, que sustituyeron a Ricardo Muñoz Suay o Luis Galán. También participaron en colonias escolares, clases en barriadas, fábricas de guerra y talleres, en el teatro universitario El Búho y en talleres de la Escuela de Bellas Artes (Mancebo, 2003).

En cuanto a la investigación, suspendidas las tareas ordinarias, se activaron proyectos y actividades relacionados con las emergencias bélicas: trabajos de apoyo logístico a la defensa y difusión cultural y propaganda. Las principales actuaciones afectaron a los profesores de Medicina y Ciencias, o a las escuelas de Ingeniería. Entre las aportaciones más destacables de la investigación universitaria se distingue el estudio y la praxis médica de los problemas de alimentación de la población civil, campo en el que trabajaron los fisiólogos José Puche, catedrático de Valencia y rector, su maestro Augusto Pi Suñer, de Barcelona, y Grande Covián, joven investigador y discípulo de Negrín. Cuando las tropas franquistas sitiaron Madrid, Puche fue nombrado director del Instituto Nacional de Higiene y Alimentación, y estudió, con otros colegas, los problemas planteados por la carestía alimentaria y la dieta mínima para atender a la población y a los soldados del frente (aporte de proteínas, etc.), cuestión de la que se ocupó al principio del conflicto. En los últimos meses de la guerra fue nombrado por el presidente Negrín para ocuparse de la Dirección General de la Sanidad de Guerra, con lo que se trasladó a Barcelona. En su ausencia, Ramón Velasco Pajares, vicerrector y catedrático de Letras, actuó como rector en funciones. Desde el nuevo cargo, Puche dirigió la organización sanitaria del frente, que consistía en la preparación de unidades de asistencia en primera línea que atendían de inmediato a los heridos para poderlos evacuar en condiciones a instalaciones hospitalarias próximas y de la inmediata retaguardia. Acabada la guerra, se dedicó a organizar la asistencia a los refugiados políticos (Barona y Mancebo, 1989).

Otros campos de interés científico fueron las innovaciones en el tratamiento de heridas, donde Joaquín d’Harcourt, médico militar y jefe del Servicio Quirúrgico del Ejército republicano, en colaboración con otros colegas, usó vendajes oclusivos con sulfamidas para el tratamiento de las heridas y publicó trabajos relevantes sobre las fracturas, los trastornos tróficos por enfriamiento y la aplicación de sulfamidas (Baldó, 2002; Otero, 2017; Sánchez, 1999).

Los profesores de Ciencias de Valencia o los agregados de otras universidades trabajaron en la preparación química del vidrio para su utilización en la fabricación de fulminantes, investigaron sobre tetranitroanilina, aparatos reconocedores de sonidos (fonolocalizadores de aviones, en colaboración con el Instituto Nacional de Física y Química), descifrado de telegramas y estudio de claves, investigación de combustibles o sobre cuestiones de meteorología. Atendieron diversas necesidades militares y civiles como la enseñanza de matemáticas de utilidad inmediata en la guerra a alumnos preparados de los reemplazos llamados a filas; formaron a alumnos para el ingreso en las escuelas militares; dieron cursos de trigonometría y topografía a militares, así como manejo, interpretación y levantamiento de planos; prepararon a ayudantes de ingeniería militar; dieron clases teóricas y prácticas sobre el uso de transmisiones, cursos sobre explosivos y sustancias antigás, balística y emplazamiento artillero y fortificaciones; trabajaron en industrias militares; dirigieron fábricas de armamento, e instruyeron a obreros. Y, por supuesto, atendieron funciones de laboratorio. El Laboratorio de Química Orgánica de la Facultad fue adscrito al Ejército.

 

Los profesores de Medicina valencianos trabajaron en hospitales, clínicas y laboratorios atendiendo a soldados y población civil, y constituyeron equipos médicos especializados, además de formar a médicos y practicantes de campaña en la Facultad. Dieron además cursillos de tres meses sobre hemorragias y fracturas, vendajes, material sanitario de guerra y nociones de anatomía y fisiología.

Los profesores de la Facultad de Filosofía y Letras, en fin, atendieron la docencia en su facultad y en institutos de secundaria cuando se les asignó esta tarea, dieron ciclos de conferencias y clases en la Universidad Popular y explicaron «antifascismo» en centros militares; trabajaron en las oficinas de propaganda y, sobre todo, contribuyeron a la salvación del patrimonio artístico, bibliográfico y archivístico (a veces catalogando obras o documentos por vez primera). De la Facultad de Derecho no nos constan actividades de auxilio a la guerra, aunque no cabe duda que se hicieron.

En 1937 se crearon dos importantes instituciones culturales que, de haber continuado, hubiesen cambiado en profundidad el panorama cultural valenciano. La primera, en febrero de ese año, fue l’Institut d’Estudis Valencians, creado por la Conselleria de Cultura del Consell Provincial de Valencia a iniciativa y estímulo de Francesc Bosch i Morata y que presidió el rector José Puche Álvarez, con cuatro secciones: Histórico-Arqueológica (Ballester Tormo), Filología Valenciana (Gonzalvo París), Ciencias (Puche) y Estudios Económicos (Font de Mora) (AA. VV., 2014). La otra institución importante fue el Centro de Estudios Históricos del País Valenciano, que se creó en junio de 1937 (Gaceta de la República, 4-6-1937). Se instaló en el Colegio del Patriarca, y en su consejo rector tenía a profesores de la Universidad, a la que estaba adscrito: Luis Gonzalvo, José Deleito, José Ots Capdequí y Emili G. Nadal. Su función era la investigación de la historia del País Valenciano mediante seminarios y monografías, así como la divulgación de la historia y cultura mediante cursos, conferencias, exposiciones y estudios musicológicos (aprovechando y potenciando el rico fondo de documentación musical del antiguo Colegio del Patriarca). No menos destacables fueron las tareas que comportó la Junta de Patrimonio para el Traslado y Conservación del Tesoro Artístico en el Portall de Serrans y el mismo Colegio del Patriarca, en las que participaron los profesores del Centre d’Estudis Històrics del País Valencià. A estas instituciones debe añadirse la mejora del Museo de Ciencias Naturales, al incorporarle el Herbario del Dr. Carlos Pau Español, que fue comprado por el Ministerio al fallecer su propietario, adscrito a la Facultad de Ciencias y primer paso del Herbario del País Valenciano, creado en junio de 1938 (AUV, c. Ciències 424; 1938).

LA DERROTA DE LOS REPUBLICANOS

El 29 de marzo de 1939 la Universidad fue ocupada por el quintacolumnista Manuel Batlle, catedrático de Derecho de Murcia incorporado a Valencia. Se presentó en el rectorado con un grupo de profesores antirrepublicanos, estudiantes miembros del SEU y quintacolumnistas, y tomó posesión de la Universidad en nombre de Franco. Los militares franquistas que estaban ocupando la ciudad habían encargado a otros profesores esta tarea, pero Batlle, voluntarioso y sagaz, se adelantó. Inmediatamente empezaron las depuraciones, que recababan informes, avales, declaraciones y certificados, y se procedió a «sanear» la Universidad y ajustarla a la «nueva España». Paralelamente al proceso depurador, funcionaron el tribunal de responsabilidades políticas, que imponía multas (y que afectó a profesores como Mariano Gómez, Ots Capdequí o el propio Peset), y los consejos que guerra. En Valencia uno de ellos acabó en ejecución, el de Peset, pero los franquistas fusilaron a 28 profesores de enseñanza superior y profesional y a una bibliotecaria, que se reparten así: 8 de Granada; 5 de Madrid que, con Juana Capdeville, bibliotecaria, suman 6 víctimas en este distrito; 4 de Salamanca; 4 de Zaragoza; 3 de Valladolid; 1 de Oviedo (Leopoldo Alas), 1 de Sevilla; 1 de Alicante (Eliseo Gómez Serrano), y Peset en Valencia; más otros que murieron en la cárcel. La violencia política republicana fusiló a 9 profesores de enseñanza superior y profesional: 4 de Barcelona, 1 de las universidades de Madrid, Oviedo, Valladolid y La Laguna, y un profesor de la escuela de náutica de La Coruña. En Valencia, el emblema de la represión franquista en la Universidad y en la misma sociedad lo encarna el fusilamiento de Joan Peset Aleixandre el 24 de mayo de 1941.

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* El autor es miembro del proyecto de investigación del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad I+D+i DER2016-78166-R, «Alma mater totius hispaniae: proyección social, historia y pervivencias de las universidades hispánicas (siglos XVI-XX)», orientado a los Retos de la Sociedad, financiado con fondos FEDER.

1. Cambió también la Junta Directiva de la Universidad: Gonzalvo, vicerrector, y como decanos Ramón Ferrando (Ciencias), Ots Capdequí (Derecho), Urtubey (Medicina) y Velasco (Filosofía y Letras).

2. Cinco eran mujeres; aprobaron 99; además se habilitaron 49 «médicos de guerra» y 15 estudiantes no lo consiguieron.

3. «El primer golpe de Estado contra el régimen constitucional (Valencia 1814)» (J. Deleito Piñuela), «El pueblo en la obra de Goya» (Juan de la Encina), «Las individualidades y la situación de las conductas actuales» (J. Peset), «El elemento popular y las minorías gobernantes en la expansión española en América» (J. M. Ots Capdequí), «La cuestión de los arios» (Julián Bonfante), «La revolución y el derecho privado» (Demófilo de Buen), «La justicia militar en España» (Mariano Gómez), «Sobre la personalidad» (Gonzalo R. Lafora), «El concepto filosófico de inflamación» (Luis Urtubey), «El ducthus thoracicus y las vías linfáticas» (F. Orts Llorca). Bosch Gimpera, en este contexto, pronunció el conocido discurso «España», en el que abordaba la pluralidad cultural ibérica desde épocas prehistóricas.

4. Los nuevos planes de estudio se recogen en Anales de la Universidad de Valencia. Cursos y conferencias, 1, segunda época (1937), t. I; AUV c. 975(34; c. 975(36; 975(37; c. F 137.

 

5. Para los estudios de económicas, Lluch (1974: 173-183) y Mancebo (1988: 179-181).

6. En Valencia se matricularon 33 estudiantes de Filosofía y Letras (19 mujeres); en Medicina se hicieron 357 exámenes entre los diversos cursos del primer y segundo semestre (sin poder determinar aún el número de estudiantes) y otros 74 a estudiantes que tenían asignaturas pendientes de los planes de estudios anteriores. En Ciencias Jurídicas, Políticas y Económicas se matricularon 36 estudiantes en los semestres de ingreso, sin que sepamos los alumnos con asignaturas pendientes de planes anteriores que se examinaron, si es que hubo. En Ciencias se inscribieron 53 estudiantes (6 eran mujeres), de los que fueron becados 18 (3 becarias). De los 22 que iniciaban estudios, eran bachilleres todos menos 4 maestros y 2 practicantes (AUV, c. 1937; c. Ciències, 423, c. 424).

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