Czytaj książkę: «Incursiones ontológicas VII», strona 5

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El tono de los reclamos subió llegando al punto de rabia extrema, o valentía, no sé cómo describirlo, pero los eché de mi casa, y de paso, cerré la puerta y clausuré mi pertenencia a este grupo; oficialmente estaba excluido, ya no hacía parte de ellos. Hoy, pensándolo bien y recordándolo, ya no me sentía digno de pertenecer al grupo, y más aún, de no ser digno, al reprobar enérgicamente lo ocurrido, ni siquiera quería ser parte, prevalecía mi dignidad como persona, había hecho respetar mi nuevo hogar, pero quedó comprometido el ser digno de estar con mi esposa en este nuevo proyecto de vida, lo cual me hace pensar en que, cuando cedes algo en retribución, ¿ganas o pierdes algo?, ¿el dar y el recibir deben estar balanceados?

La noche pasó y con ella el licor en todos, en mí, en mis ex amigos y la molestia de mi esposa estaba un poco más baja; fue aquí donde dimensioné lo que había sucedido. Ya estaba excluido del grupo, era indigno de pertenecer, según la definición de pertenencia, no validaban que las mujeres de cada uno de nosotros fuera “grosera” con los demás; al parecer, estaban detrás de nosotros, la dignidad de cada uno de los integrantes del grupo no podía ser violentada por ellas; interesante ver esto, no había identificado que la dignidad de los integrantes del grupo estaba por encima de la de sus parejas, otra regla fuerte que hacía parte de ese muro invisible construido de requerimientos para pertenecer. Pasaron los días y por mi cabeza seguía rondando el mismo episodio, pero la gran conclusión a la que llegaba, la misma en la que hoy me mantengo, es que fue lo mejor que pudo haber sucedido, que ese lazo de amistad cesara, no era sano, habían muchos condicionantes que no compartía, que aceptaba por pertenecer, y que, desafortunadamente, se vieron expuestos en una situación dolorosa para que yo pudiera tomar la decisión de cerrar la puerta a continuar perteneciendo al grupo, fue en un momento extremo en donde mi dignidad personal afloro al máximo para hacerse respetar.

Ahora, el tema era cómo retomar con mi esposa el camino de ser digno de seguir construyendo una vida con ella, después de todo lo que había pasado; debo confesar que me sentía triste, desolado, con una parte de mi vida incompleta, se habían ido mis amigos de toda la vida, lo que me mantenía de pie era que había puesto por delante el respeto a mi ser como persona perteneciente al mundo, no permití que me invalidaran, transgredieran los límites del respeto en mi hogar y, sobre todo, había identificado que no permitiría que la regla invisible de anteponer los amigos por mi esposa, se aplicara, toda esta mezcla de cosas me llevó a priorizar lo construido con ella, por sobre los largos años de unión y amistad con mis amigos.

Lo importante de todo esto fue la conversación que tuvimos con mi esposa después, donde hablamos de lo ocurrido, donde analizamos la situación y llegamos a la conclusión de reafirmar los compromisos y características de poder ser dignos, de seguir construyendo un espacio juntos; definimos y fortalecimos la dignidad de ser pareja, incluimos más cosas de las que ya teníamos como reglas base y afirmamos una creciente y duradera relación; esto permitió terminar de separar lo vivido con mis amigos y definitivamente consolidar mi espacio como pareja. Con mis amigos, las cosas estaban claras, en el espacio que había sido el punto de encuentro de la amistad, se habían transgredido las reglas de pertenecer y yo no iba a permitir que mi esposa estuviera detrás mío o de ellos; rompí una regla invisible que era pilar de la relación, desde este día fui excluido del grupo sin un comentario adicional, también debo aceptar que no hice mucho para intentar volver a pertenecer, ya algo se había roto allí, pero en mí se había definido mi dignidad como ser por encima del pertenecer a un grupo, todo apunta a que decidí darle muchísimo más valor a mi dignidad que a la de pertenecer a ellos.

Debo rescatar varias cosas de este espacio, como definitivamente mi dignidad personal y la formada por mi hogar son más fuertes que seguir como borrego, cumpliendo mandatos de vida e historia grupales, pero lo que es claro es que de repetir algún tipo de suceso similar, no lo haría desde la efervescencia de la inconciencia y el extremo de la no razón que deja el licor y sus efectos; hoy, como adulto afrontaría la conversación con más responsabilidad y entereza para hacer cierres más adecuados y menos traumáticos.

Escribiendo esto, recuerdo la postura física de mi esposa frente a lo que sucedió: se mantenía erguida, con la cabeza en alto, su pecho salido y sus brazos firmes y fuertes, se veía empoderada, segura de sí misma, irradiaba una confianza increíble y a su vez una postura que demostraba dominancia, poder, empoderamiento, una forma de pararse ante el mundo desde su dignidad, la cual nunca dejó que fuera transgredida, ya que expresó sus comentarios, defendió su posición, no la negoció y se retiró, habiendo dejado en claro su punto de vista, y hoy la comparo con la que yo tomé en el momento de sacar a mis amigos de la casa, no muy distinta a la que tenía mi esposa, solo que en mi caso estaba un poco más volcado hacia atrás, a modo de defensa, por si tenía que defender mi postura, inclusive con violencia. Afortunadamente no sucedió, pero rescato de esto que manifiesto la probable y posible forma de pararse digno frente al mundo, una postura que da poder para valorar, validar y dar sentido a sentirse digno.

Habiendo visto esta experiencia puntual, quiero regresar a las preguntas que quedaron sin respuesta anteriormente, para recorrerlas una a una, ¿En dónde radica la fuerza interior que nos motiva a que pongamos nuestro valor de dignidad por encima de cualquier cosa? ¿Qué define esa dignidad propia? ¿De dónde tomamos la fuerza y la energía para seguir siendo dignos? ¿Qué se siente ser digno?

Parándome desde la experiencia que mencioné, inclusive siendo participe de las frases enunciadas por las figuras públicas que tomé como ejemplo, al parecer la fuerza motivadora para ser dignos está en la definición de las características inviolables que cada uno de nosotros, como seres humanos, tenemos de nuestra propia dignidad, cada uno de nosotros damos un juicio de lo que definitivamente no permitimos sea transgredido, es allí donde está la fuerza, la energía, el poder como seres humanos, y estas características están formadas y construidas por las experiencias que vamos teniendo en la vida, en mi caso el respeto por el otro y por lo que es mío vino de mi sistema familiar, de mis padres y hermana en donde la frase estrella que se decía era “Cuando se pierde el respeto se pierde todo ”; esto es vital en todo lo mencionado, porque parece que si es el sistema en el que naces el que te pone las bases de la dignidad como persona y en el camino de la vida la vamos puliendo, con lo que para nosotros nos hace ser dignos, lo que nos da ese empoderamiento, el estar presentes en la vida, la energía y vitalidad para vivir en el mundo, de ahí que cuando una persona no puede defender su definición de dignidad, la que construyo como su elemento constitutivo de vida, pueda llegar al sin sentido de vida, a la no dignidad total, quizás a autoexcluirse y no merecer más pertenecer a ningún otro lugar inclusive a no seguir estando en este plano terrenal.

Después de todo este recorrido, quisiera finalizar indicando que todo apunta a que los límites de la dignidad colectiva se encuentran delimitados por los límites de nuestra propia dignidad, si somos y nos mantenemos dignos de pertenecer, estaremos allí presentes y activos, incluso si se está muy cómodo podremos exceder los valores de dignidad grupal y destacaremos, pero si nuestra dignidad personal es transgredida, si nuestros límites y valores raíz son atacados, invalidados, expuestos a no ser valorados, esa cadena se romperá inmediatamente con consecuencias funestas generando el alejamiento permanente sin volver a aparecer algún tipo de reparación, de pronto en casos de patologías muy específicas pueda que la persona regrese, pero no trataré este tema en el escrito dado que entramos al dominio médico, dominio que debe ser explicado por expertos en el tema.

Así que quisiera concluir este capítulo con la siguiente frase:

Nuestra dignidad predecesora, la creada y construida a lo largo de nuestra vida, es el alma de las relaciones que mantendremos como seres humanos, y con nosotros mismos como personas dignas de estar en este mundo. (Rafael Acosta, 2020)

Capítulo 5. El reconocimiento de la identidad

Después de un riguroso camino de definición y construcción del significado de ser digno en el mundo, aparece una gran conclusión de este trabajo, y es, cómo desde esa fuerza poderosa y empoderadora se puede salir a reconocer quienes somos y cómo lo hacemos, un espacio de adquisición de una gran energía en donde mi parada existencial frente al ser visto comienza a tomar forma, ya el dolor y la historia que se mostró anteriormente son acompañantes, ingredientes necesarios de vida, que si bien fueron en su momento limitantes en mi existencia, hoy son ese toque de poder que me llevan a seguir adelante y mostrándome como realmente quiero que me vean, así que acá inicia el reconocimiento a ese yo poderoso que puede comenzar a mostrarse desde su esencia, desde su magnífica identidad.

Para este aparte, dediqué un espacio importante de mi tiempo en investigar sobre el tema en el que considero me debo enfocar de ahora en adelante. ¿Y cómo llego a él? Bueno, pues en este proceso de introspección que llevo hasta este momento, comencé a ver varias acciones y emociones que se hacían repetitivas y comunes en mi normal actuar en la vida, después de un acontecer mayor, lo que aparecía comúnmente era volverme víctima o victimario desde el resentimiento, actuar con extrema rabia y violencia o tristeza, buscando justica o demostrando la injusticia, actuando con prepotencia o resignación desde la extrema arrogancia o evadiendo lo que sucedía, aislándome para poder encontrar desde una aparente compensación, un pago por el dolor que sentía. Pero todo esto converge en desear ser visible, en volver a en mostrarme al mundo, en dejarme ver a gritos, en querer estar presente y decir, ¡acá estoy!

La búsqueda de literatura relacionada no fue sencilla, ¿Cómo encuentro en la literatura el estar presente, el querer ser visto, el buscar un espacio de reconocimiento en el mundo?, y allí, justo allí en el reconocimiento, fue que Carlos, mi Coach PIO, me dijo un susurro llamado Identidad, esa que se vio extraviada, quizás no valorada y definitivamente transgredida; pero allí no terminan las palabras que provocan este escrito, comenzaron a arribar, autenticidad, singularidad, particularidad, todas ellas enfocadas en demostrar que el ser humano que buscaba que almenos una mirada llegar a él, no tenía que esperar a ser validado desde afuera, la única y principal mirada que podía otorgarse, en inicio, para poder ser visible, era la de él mismo reconociéndose, identificando ese valor de vida, persona y ser de sociedad que lo hace único y autentico, mágico, particular, digno, para así poder tomar lo que venía del exterior y tener la opción y capacidad de validarlo o simplemente dejarlo ir, pero primero debía haber un valor de vida para identificar qué se podía tomar y que podía dejar ir.

Así que, en esta oportunidad, encontré tres definiciones para desarrollar el inicio de mi boceto de la reconstrucción de como sería el espacio que quería ocupar para ser visto, no era el de exponerme para hacerlo, si no el de verme como ser humano para reconocerme.

Identidad personal: Capacidad que posee una persona para integrar su autopercepción e imagen que tiene del mundo con sus actos. (Rodríguez Sánchez, J.L. (1989).

¿Y no es esto más que la gran conclusión a la que se llegó de la dignidad personal? ¿No es esto la definición clave de poder ser visto en el mundo desde una parada digna y reconocida de mí mismo? Definitivamente es la señal más grande y vinculante para comenzar a salir del laberinto, de cómo ser visto ante el mundo, cuando me veo, me reconozco, me valido, soy coherente y me acepto, estoy abriéndome a que el resto del planeta pueda observarme en mi completitud, ¿Existió un niño maltratado y aislado por tener una energía diferente? ¿Existió un joven rebelde que casi pierde la vida por los excesos para ser visible ante el mundo? ¿Aparece un adulto prepotente y arrogante para justificar la degradación de la dignidad del otro? Si a todas las preguntas, y no es negativo asentir, al contrario, al reconocer que todo esto sucedió, que es parte de mí y puede ser transformado, hace que la integración con el mundo y el ser visto sean más coherentes y vinculantes, quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra.

Inicio por esta definición para conocer así, según el autor consultado, que significa la identidad de una persona, ¿Y por qué este es el punto de partida? Pues, cuando abrimos los ojos, apenas salimos del vientre de nuestra madre, llegamos a un sistema únicamente como observadores y de vez en cuando pedimos lo que necesitamos para seguir observando; en este proceso de mirar en dónde aterrizamos, comienzan a aparecer voces de diferentes tonalidades, algunas ya conocidas, otras nuevas, las cuales según nuestra, biología, fisiología, comportamiento y modo de estar en la vida, comienzan a sugerir, y en algunos casos a definir, cómo ese ser vivo va a ser, o cómo debe comportarse, cuando ni siquiera ha podido expresar una sola palabra de lo que siente, de lo que ve y mucho menos de lo que piensa, y a esto me refiero en mi caso personal a los siguiente, “Dijo mi abuela, Hija, ¿Ya le vio al niño esa mancha en la cola?, mija, prepárese, todo culi manchado es jodido en la vida” o “Doctor, ¿Por qué el niño ya tiene los ojos abiertos y mira así el mundo? Señora, ese muchacho se va a comer el mundo, nació con ganas de vivir, no le va a tocar fácil porque normalmente los niños así requieren de mucha atención de sus padres”. Podría seguir por horas mostrando juicios sin fundar que son lanzados cuando nacemos, nos persigue la metafísica para definir a un ser humano que todavía no se ha mostrado, ni siquiera ha iniciado su forma de ser ante la vida, y lo peor, es que estas frases trascienden en el tiempo y como niños, nos la repiten, a veces inocentemente, otras ni siquiera con la conciencia de que en ese niño comenzarán a crear una identidad a partir de ellas, así se dará inicio a la definición de cómo ese ser se mostrará ante el mundo y desde donde comenzará a actuar, esta es la base de cómo nos vemos ante el mundo, no sé si afortunada o desafortunadamente, esa primera mirada no es nuestra, nos movemos bajo la identidad construida por los demás cuando no hemos tenido la opción de escoger si es la que queremos tener, pero hay que reconocer que esa primera formación, es la que nos da el empujón para afrontar la vida, la que nos abre la puerta al mundo y al devenir de existir.

Es así como hoy puedo decir que cuando escuchaba:

•“Ese chino es un terremoto, no se queda quieto, pobre mamá” - lo puedo hoy resignificar como, ese niño vino al mundo con una energía vital diferente, quizás aumentada, una energía que quiere utilizar para explorar el mundo.

•“Él es la oveja negra de la familia, va sufrir con su crianza” - el ser diferente marcará la pauta para no seguir modelos iguales instaurados por la sociedad, se permitirá indagar, explorar y entender de una mejor manera el mundo, respetando las diferencias.

•“Qué prepotente y arrogante se ve, no será nunca un buen líder” – Él abre el espacio de indagación y reformulación, para generar momentos de construcción grupal, no se para en su punto, escucha la diferencia y apoya a consolidar un resultado en equipo.

La identidad constituye también un sistema de símbolos y de valores que permite afrontar diferentes situaciones cotidianas. Opera como un filtro que ayuda a decodificarlas, a comprenderlas para que después funcione. Esto explica que frente a tal situación, un individuo, con sus valores y su modo de pensar, de sentir y de actuar reaccionará probablemente de una manera definida. Para esto se cuenta con un repertorio de formas de pensar, de sentir y de actuar que, en un momento dado, se puede combinar. Este repertorio está en constante recreación. (Artículo extraído del dossier pedagógico “Vivre ensemble autrement”. (2002))

Somos observadores únicos, con valores determinados por nuestros sistema primario y a los que pertenecemos, en donde aprendemos a movernos en la vida, ejecutando acciones que están íntimamente relacionadas con lo que aprendimos a pensar y sentir, de ahí vienen resultados propios de cada ser, expresando, a través de su palabra, cuerpo o emoción, lo que quiere mostrar, dejar ver, ser auténtico dejando a la luz ese ser único perteneciente y singular.

Consulto este segundo autor, dada la gran relevancia de su definición. Tenemos repertorios para actuar en la vida, los construimos de diferentes maneras, algunos los comenzamos a esbozar nosotros desde el continuo aprendizaje, pero los iniciales, los que vienen con nosotros para comenzar a vivir, ¿de dónde nacen?, ¿por qué los adoptamos?; al ser soltados a un mundo en movimiento, comenzamos a repetir lo que vemos, si esto lo hacen mis padres, debe ser porque así se hace, o si vemos a nuestros cuidadores principales desenvolverse ante alguna situación, asimilamos ese comportamiento que tiene un resultado previsto, pero también vemos que, con la generación de comportamientos contrarios, a veces llega más atención; si antes nos veían, ahora vamos a ser el centro de atención; acá utilizaré el recurso de la experiencia de vida como padre.

Con mi hija, desde muy pequeña, a ella le gusta que le estemos jugando; creo que a todos los niños les gusta esto, que la acompañemos y estemos con el foco y la atención puestos en ella, pero en esta vida de trabajo agitada, en este momento que nos tocó vivir con pandemia incluida, donde estamos en casa siendo seres vivos con necesidades exclusivas, esposos, padres, hijos, empleados, jefes, subalternos; en este momento donde todos los roles se quedaron dentro de la casa, esa atención hacia ella evolucionó al punto de permitirle que también tomara su espacio en el silencio e individualidad, algo que ella no había vivido, algo que no era conocido de su parte, así que, a mi juicio, comenzó a darse cuenta que si hacia un ruido mayor, o algo que no fuera común en su normal proceder, aparecíamos nosotros, sus padres, para ver qué había pasado o sucedía; a veces encontraba a unos papas que solamente le decían no vuelvas a hacer eso para dejarla de nuevo en su espacio de entretención individual no común para ella, la regañábamos por lo que hacía, o simplemente la vinculábamos a nuestras actividades para evitar que esas acciones sucedieran, todas estas consecuencias comenzaron a crear en ella una serie de comportamientos, que defino yo, de acción - reacción, si hago X, pasa Y, pero si hago Z obtengo A - nada diferente a lo que yo hacía de niño y adolecente, no prestan atención entonces busco la manera de dejarme ver - y así comenzó una constante construcción de eventos que termino desencadenado una conducta de identidad que hemos descifrado con mi esposa, lo cual nos ha permitido anticiparnos a lo que pueda llegar a acontecer.

Con este ejemplo de una pequeña construcción de identidad, me regreso a mi infancia en donde fui muy deseado y añorado, en donde el amor y las ganas de engendrar a un hijo siempre estuvieron presentes, pero en el transcurso de mi crecimiento, se fueron tergiversando esas definiciones para yo formar mi personalidad, mi identidad, y ojo, acá con lo que digo no le estoy echando la culpa a nadie de las construcciones mentales que creé como niño, la formación del ser dependía de lo que veía en mi entorno, en mi vida, en quienes hacían parte de ella, su ausencia o presencia generaron mapas mentales y definiciones que a todo ser nos marcan y que construyen nuestra forma de actuar y vivir ante el mundo; es así como acá comienzo a hacerme cargo de lo que mi biología, esencia y humanidad comenzaron a recoger para formarme como la persona que soy hoy, por lo tanto es de vital importancia regresar a mi pasado para poder encontrar hitos de vida que definan varios comportamientos y conclusiones a las que llegué, desde muy niño, para aferrarme a ellas y formarme como el ser que soy ahora, nada diferente a lo que he venido mostrando y construyendo en el camino de este relato.

Vivir es sufrir; sobrevivir es hallarle sentido al sufrimiento. Si la vida tiene algún objeto, éste no puede ser otro que el de sufrir y morir. Pero nadie puede decirle a nadie en qué consiste este objeto: cada uno debe hallarlo por sí mismo y aceptar la responsabilidad que su respuesta le dicta. Si triunfa en el empeño, seguirá desarrollándose a pesar de todas las indignidades. (VIKTOR E. FRANKL. (1991)).

Viktor Frankl, en su escrito, a mi forma de ver, expone una definición clara de la construcción de identidad, un poco trágica y marcada quizás por una realidad que es palpable y de cierto modo verdadera, pero al final dolorosa: toda construcción de vida no necesariamente debe ir a ese extremo, pero lo que rescato de su mirada es que, definitivamente, el único responsable de construir la esencia de su comportamiento es uno mismo, y por qué menciono esto, porque así seamos seres recién desempacados en la tierra, vamos a construir nuestra forma de vivir; es desde allí, desde ese origen, desde esa primera concepción de actuar en el mundo, que nuestra singularidad y particularidad toman forma.

Somos seres que venimos, no en blanco al mundo, desde el vientre de nuestra madre tenemos preconcepciones de vida y algunos pequeños rasgos de cómo seremos al nacer, traemos una mezcla de dos ADN que se unieron para formarnos, pero de ahí para atrás hay todo un linaje, una historia de personas y sistemas que también nos constituyen, que contienen características biológicas, pero que también abren un espacio gigante para que lo que haya en el exterior nos conforme y nos haga lo que somos, es responsabilidad nuestra poder abrir los ojos, entender que fue lo que vimos, porque lo adoptamos y cuáles fueron sus consecuencias para no caer en el juego de la historia contada, si no entrar en la fenomenología de vida que nos pueda entregar las partes que definen nuestro ser constitutivo en el mundo.

El camino del reconocimiento de la identidad está marcado por todas esas experiencias de vida, recuerdos gratos y desagradables, de sentir en el cuerpo los dolores y las caricias, de emocionarse de todas la maneras pudiendo ver que trascendemos en la existencia con todo lo que hemos vivido, pero sobre todo, ese reconocimiento se transforma cuando aceptamos y entendemos lo que nos trajo al mundo, lo que implico crecer y ser el ser constitutivo que somos hoy, de ahí nos podemos parar con una mirada más poderosa ante el mundo, una mirada que nos da una visual más amplia de cómo queremos ser vistos en adelante, esta es nuestra identidad.

Capítulo 6. ¿Cómo aparecer después de no ser visto? – ¡Mi camino a ser YO!

Para llegar hasta este espacio de reflexión propia y quizás de ejemplo y apoyo para quien pueda leer mis experiencias de vida - porque no estamos solos en el mundo y a muchos nos pasan cosas y situaciones muy parecidas a las de los demás, que podemos revisar, evaluar, comparar y determinar si son útiles para nosotros y nuestros procesos de introspección - y lo que ellas generaron, para construir en mí esta gran grieta de buscar ser visible ante los demás, incluso ser visible para mí mismo, he venido recorriendo un camino donde la indagación y su nivel de profundidad han sido protagonistas en permitirme ahondar y conocer qué está detrás, a los lados, arriba, abajo, en fin, en cualquier dirección, de lo que para mí era lo evidente y lo real. Y cuando me refiero a la indagación, hablo de lo siguiente, ¿Por qué busco ser visible ante el mundo? ¿Para qué deseo que el mundo ponga la atención en mí? ¿Si soy un ser único e irrepetible, si soy particular y especial, si como yo no hay dos seres en el mundo, qué relevancia cobra que tenga que mostrarme al mundo, si en mi particularidad ya soy extraordinario? Este camino de indagación me llevo a cuestionar demasiado mi relación conmigo, cómo me relacionaba con mi ser, mi esencia, con los seres que habitan este planeta, cómo hacia parte de este sistema humano social, y cómo me relacionaba con los demás. Al haber abierto el espacio de indagación ante el mundo, no me quedó otra opción que entrar en él y encausar esta búsqueda de lugar, de propiedad, de pertenencia al mundo y sus sistemas, dándole más significado a ser visible.

En primer lugar, cuando hablo de ser visto por el mundo, debo abrir un poco más este concepto; para eso hago uso de la lingüística y su riqueza en palabras, para aproximarme desde otras definiciones hacia el tema. Como lo realicé en el capítulo anterior, en la búsqueda de sinónimos de ser visible me encontré con cuatro palabras que me permitieron desarrollar el camino para salir del laberinto, hoy puedo decir, que fueron ese hilo de Ariadna que me ayudó a ver la luz al final del camino, para salir de nuevo al mundo con una mirada mucho más poderosa de quien soy yo, lo que puedo hacer, lo que estoy dispuesto a sacrificar y lo que definitivamente no negocio, estas palabras son Identidad, Autenticidad, Singularidad y Particularidad.

Aunque son palabras muy similares, cada una de ellas entrega una particular mirada de la descripción dada para el ser humano, por lo tanto, la Identidad es, para Laing (1961), “El sentido que un individuo da a sus actos, percepciones, motivos e intenciones”, es aquello por lo que uno siente que es “Él mismo”, en este lugar y en este tiempo, tal como en aquel tiempo y en aquel lugar pasados o futuros: es aquello por lo cual se es identificado”. En esta definición ya se comienza a esbozar la identidad del ser individual y como los sistemas generan identidades colectivas, que a su vez aportan características de identidad individuales a cada ser partícipe dentro del sistema pero que permean al ser en su unidad tanto en el presente como en su futuro.

Por otro lado, dice Frankl (1962) “La búsqueda por parte del hombre del sentido de la vida constituye una fuerza primaria no una “racionalización secundaria” de sus impulsos instintivos”, somos seres únicos en el mundo pertenecientes a diferentes sistemas sociales, construyendo características singulares de personalidad, de ser humanos, generando así una figura única, especial, pero que a su vez resuena o se repela con los demás seres que hacen parte del sistema.

Aquí inicia el complemento de esta definición, describiendo esa identidad desde la autenticidad con la que se crean los rasgos del ser, la singularidad y particularidad con las que cada uno de nosotros somos únicos, especiales, hermosos, inquietos, imperfectos, en constante creación.

Teniendo ya un primer esbozo del camino a donde dirigir el espacio de entendimiento de mi Yo, de ese Yo que eche de menos por mucho tiempo y que estuvo escondido detrás de muchas máscaras defensivas que se fueron creando en el transcurso del tiempo, es muy importante, antes de precisar el camino tomado, cómo otros autores y desde otras perspectivas, han podido precisar de diferentes maneras modelos o construcciones coherentes de identidad.

Roberto González y Jorge Manzi de la universidad de la Pontificia en su artículo llamado “Identidad Social y Emociones Intergrupales: Antecedentes de las Actitudes de Perdón y Reparación Política en Chile” (Roberto González y Jorge Manzi, 2013), dan a conocer el siguiente modelo conceptual:


Figura 3. Modelo conceptual de la identidad común y endogrupal como predictoras del perdón y la reparación: el rol mediador de las emociones intergrupales. Los signos positivos y negativos corresponden, respectivamente, a una relación significativa directa o inversa entre las dimensiones del modelo. ” (Roberto González y Jorge Manzi, 2013)

Se estarán preguntando, ¿y qué tiene que ver este modelo con lo que se ha venido construyendo de la identidad?, ¿cuál es la relación a hacer entre el ser visto y el modelo presentado? ¿Si este modelo fue diseñado para conocer la identidad social de la población chilena frente los constantes conflictos sociales que ha vivido en la historia, cómo se puede entender una forma de no ser visto por parte del mundo partiendo de la colectividad? Pues debo decirles que este diagrama estructura muy bien el camino de resignificar el ser visible a la vida y termina de redondear lo construido hasta ahora. En esa búsqueda de identidad están inmersas diversas emociones y sentimientos que orientan el desarrollo del ser; en mi caso, una gran y reconocida rabia aprendida y estructurada, un escasa empatía desarrollada, una confianza transgredida, una culpa creciente y una vergüenza reconocida hacían parte de un espacio de perdón o reparación, además de una muestra de existencia, visibilidad, más que acciones de reparación, se convirtieron en formas de ser visto, de estar presente.

Al revisar el modelo mencionado, donde existe la identidad particular y la grupal, continúo dando forma a lo mencionado anteriormente, nuestra forma de ser frente al mundo es permeada por los diferentes sistemas a los que pertenecemos, lo mencioné en el escrito de la dignidad con mucha especificidad y en todo el recorrido de este camino de mostrar mi historia con mi grieta, esos dos espacios crean nuestra forma de ser, que en mi caso, se vio impactada por los diversos sistemas en los que me movía, mi casa, compuesta por un papa amoroso, y entregado a su hogar, poco tolerante, pero colaborador, con la fuerza necesaria para sacar adelante lo que tuviera que hacer, pero con los rezagos en su ser de una formación violenta y poco conciliadora en los pocos años que vivió en su hogar, una madre trabajadora, intelectual, formada desde muy pequeña para la excelencia, una mujer que creció lejos de su hogar dada la necesidad de sus padres de entregarle la mejor educación posible, creció como referente familiar y su nivel de exigencia ante el mundo hace que todo lo que se ejecute se realice de la mejor manera, y mi hermana, una mujer con un carácter fuerte, de “armas tomar”, como decimos en mi país, una persona vigorosa, enérgica, trabajadora, independiente y con un alto estándar de criticidad que quizás pueda llegar a la no aceptación total de lo que suceda a su alrededor. Así que, si empiezo a esbozar mi grieta, desde mi formación en mi primer sistema de vida, se puede encontrar que los niveles de exigencia eran altos, los estándares para ser, vivir y hacer parte, tenían un límite muy alto, tan alto que muchas veces no era suficiente y tocaba dar más y más y más, pero ¿Para qué había que hacerlo? ¿No bastaba con hacer las cosas adecuadamente? ¿Qué implicaba tener que hacer las cosas para destacar? Cada vez que tenía que mostrar resultados, comenzaba a aparecer una frustración grande, dado que me indicaban mis padres que se podía hacer mejor, era comparado por cómo lo hacían otros, permitiendo iniciar un pequeño resentimiento frente a quien era “mejor que yo”, o simplemente había algo que faltaba; así comenzaban a gestarse, desde muy pequeño en mí una tristeza que me acompañaba con una figura de víctima, que permitía que en primera instancia fuera visto, pero con tanta presión de por medio hacía que la rabia fuera esa emoción que acompañara la respuesta a dar, aparecía un victimario ofendiendo, mostrándose desde el fuego, haciendo juicios de valor entre justicia o injusticia por lo sucedido e iniciaba el camino a aislarme, a un espacio para maquinar como volver el ruedo, tomar las herramientas necesarias y volver a aparecer para ser visto de alguna manera.

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Objętość:
783 str. 23 ilustracje
ISBN:
9789566131342
Właściciel praw:
Bookwire
Format pobierania:
epub, fb2, fb3, ios.epub, mobi, pdf, txt, zip

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