Incursiones ontológicas VII

Tekst
0
Recenzje
Przeczytaj fragment
Oznacz jako przeczytane
Incursiones ontológicas VII
Czcionka:Mniejsze АаWiększe Aa

INCURSIONES

ONTOLÓGICAS VII

Incursiones Ontológicas VII

Editado por: Carlos Villanueva

© Rafael Andrés Acosta Díaz, Luna Porcel, Catherine Arriagada Torres, Akimoninafe, John Grass, Ariadna, Gilberto, Raquel Dogonov, Saul Goodman, Majo, Leonardo Ramirez, Casandra, Laura Mozo, Elias Peñaranda, Edgardo Primo, Alejandro Haucke, Belen, Eunice Puente, Moisés Flores, Josefina Gómez Villa, Cecilia Dávila

© Newfield Consulting

Primera edición: noviembre de 2020

ISBN edición digital: 978-956-6131-34-2

Todos los derechos reservados

Diagramación digital: ebooks Patagonia

www.ebookspatagonia.com info@ebookspatagonia.com

Le agradecemos que haya comprado una edición original de este libro. Al hacerlo, apoya al editor, estimulando la creatividad y permitiendo que más libros sean producidos y que estén al alcance de un público mayor. La reproducción total o parcial de este libro queda prohibida, salvo que se cuente con la autorización por escrito de los titulares de los derechos.

ÍNDICE DE CONTENIDO

La eterna búsqueda de cómo ser visible ante el mundo. RAFAEL ACOSTA

La identidad que nace del pertenecer. LUNA PORCEL

Emerger desde las sombras a la luz un nuevo diseño. CATHERINE ARRIAGADA TORRES

Explorando el mundo desde mi deseo: ser o no ser. AKIMONINAFE

El camino del rechazo al autorreconocimiento JOHN GRASS

Mi encuentro con mi Minotauro ARIADNA

Nuevos caminos para transitar el abandono GILBERTO

En la búsqueda de la vulnerabilidad, encontré el desamparo RAQUEL DOGONOV

La búsqueda del amor SAUL GOODMAN

El sufrimiento como camino a la libertad “El motor del cambio, de la transformación” MAJO

La dignidad: un camino para una vida satisfactoria LEONARDO RAMÍREZ

Viviendo la vida de otros CASANDRA

Soltando mis armaduras LAURA MOZO

El miedo a la invalidación y el huir del presente como recurso para evitar sentirlo ELÍAS PEÑARANDA

Filosofía práctica de una transformación: de la frustración a la satisfacción EDGARDO PRIMO

Iluminando la inseguridad ALEJANDRO HAUCKE

¿Hacia donde ibas con tanto miedo? BELÉN

Del quererte hasta lograrlo. Una mirada ontológica EUNICE PUENTE

Víctima de mi desconfianza Una mirada ontológica MOISÉS FLORES

Miedo al rechazo. Una mirada ontológica JOSEFINA GÓMEZ VILLA

El museo y su artista CECILIA DÁVILA

LA ETERNA BÚSQUEDA DE CÓMO SER VISIBLE ANTE EL MUNDO

Rafael Acosta

Documento Presentado Para Obtener El Título De Coach Senior

NewField Consulting

Rafael Andrés Acosta Diaz

Coach Supervisor PIO: Carlos Villanueva

Coach Supervisor Programa: Mayba León

Abril del 2021

Copyright © 2021 por Rafael Andrés Acosta Díaz. Todos los derechos reservados

¡Para ti, mi sueño,

mi futuro, mi presente

mi realidad, mi maestra,

el amor hecho vida,

para ti, mi amada SALOMÉ!

Agradecimientos

Son muchas a las personas a quienes deseo agradecer por permitirme construir esta pequeña muestra de vida.

A mis padres y hermana, por haber estado siempre allí, por haberme dado a conocer todos los significados de vida que hoy me conforman como el ser humano que soy, por el amor incondicional, el perdón y la compañía que, por muchos años, me acogieron y me entregaron.

A mi amada esposa, que de no haber sido por ella, no hubiera conocido este hermoso camino del coaching, gracias amor por ser ese ejemplo de visibilidad en la vida, por continuar caminando a mi lado este hermoso recorrido que comenzamos hace seis años.

A mi hermosa hija Salomé, por haberme permitido ser padre, por darme esta enorme responsabilidad de vida, la cual acojo con humildad, honor, entereza, responsabilidad y amor; gracias, hija, por tu presencia, por mostrarme que vivir es más simple de lo que se cree, gracias por mostrarme el valor de las pequeñas cosas.

A ti Gustavo, mi Coach del ABC, mi amigo, a quien le debo la reconciliación de mi pasado, de quien aprendí, a través de su ejemplo, lo sinuosa que puede ser la vida, la justa medida no está en el medio, está en la satisfacción de habitarla.

Mayba, mi gran compañía en este espacio, mi Coach del Avanzado, quien, con su humildad de entrega de conocimiento, el gran amor en acompasar este recorrido, ausencia y presencia, luz y sombra, me permitió abrir los ojos a una realidad de identidad genuina, nueva, diferente, valorada y en constante desarrollo, gracias por haber aparecido en mi vida.

A Carlos, mi Coach PIO, quien me acompañó con impecabilidad, rigurosidad, reflexión y mucho amor en todo este proceso de plasmar en este espacio ¡Mi camino a Ser YO! Gracias.

Ale Dualde, del hermoso y amoroso ritmo mostrado de tu parte, viene lo sinuoso del movimiento a salir del laberinto, Gracias.

A ustedes Alicia y Rafael, y a todo el equipo de Newfield Consulting, que de no ser por su gran genialidad y desarrollo teórico e investigativo, además de su entrega personal a este gran proyecto, este escrito no existiría, el nivel de profundidad, conocimiento y aporte entregado es consecuencia de la excelente labor y rigurosidad de generación de distinciones.

A los que están, y a los que se fueron, a los que hicieron parte de mi vida, a los que llegaran a ella.

Y por último y no menos importante, a mí, por darme la oportunidad a mis treinta y cinco años de poder resignificar mi inicio de camino en la vida, por permitirme abrir heridas, reconocerlas, apropiarlas, amarlas y resignificarlas, por haberme expuesto, desarmado, reconstruirme y reconocerme.

Índice

Prólogo

• Introducción

• Capítulo 1. La Víctima y el Victimario, una entrada al Resentimiento desde la Rabia.

• Capítulo 2. El camino al Autoaislamiento – La Resignación

• Capítulo 3. Entre la Prepotencia, La Arrogancia y La Soberbia

• Capítulo 4. Una dignidad naciente

• Capítulo 5. El reconocimiento de la identidad

• Capítulo 6. ¿Cómo aparecer después de no ser visto? – ¡Mi camino a ser YO!

• Bibliografía

Prólogo

Cerrando el año 2019 y terminando de decantar la experiencia de la certificación ABC (Art of Business Coaching) de Newfield Consulting, que había vivido en este mismo año, surgió en mí la necesidad de poder revisar un tema puntual que me venía sucediendo. En ese diciembre dejé de viajar constantemente por trabajo y comencé a estar más en casa; este espacio de quietud en el hogar me permitía poder estar más tiempo con mi hija, mi esposa y mis padres; fue un momento realmente agradable y de mucha unión familiar, era el segundo año que disfrutaba de mi bebé en una Navidad.

En el pasar de los días, comencé a sentir una irritabilidad un poco anormal. A esto me refiero: comenzaron a molestarme comentarios de mi esposa, los gritos y llanto de una niña de dos años empezaron a sacarme de mí mismo y cualquier comentario que viniera de mi familia o de la familia de mi esposa, acrecentaba esa sensación, así que comencé a explorar en cada momento qué era lo que pasaba, qué era lo que sucedía en cada una de esas situaciones; al principio comencé a ver, sobre todo en mi esposa, que hacía lo que me molestaba para irritarme -en el caso de mi hija, me desafiaba, y en el caso de los familiares-, a darme consejos como si yo no supiera qué hacer ni por dónde ir. Es importante aclarar y ser responsable en el relato, el mundo no se volcó sobre mí, al contrario, yo me volqué sobre él, generando esa sensación de que todo giraba alrededor mío, buscaba un espacio de visibilidad, retornaba a las raíces de hacerme notar, pero ¿desde dónde lo hacía?; esto es clave, tenerlo desde ya presente para todo el desarrollo del trabajo que les expondré.

 

Todo esto empezó a abrumarme demasiado, al punto de explotar con la rabia que me generaban este tipo de situaciones, cada parte de mi cuerpo se calentaba, se indisponía, existía un malestar general, ni me habitaba ni hacía parte del mundo, como si no perteneciera a él, mi espacio de convivencia se volvió mi cabeza, pensaba, maquinaba, inventaba, resolvía, todo esto acompañado de un cuerpo enardecido, desafiante, buscando explicaciones; lo más complejo de todo es que me quedaba pensando en lo siguiente: ¿y es que acaso no se dan cuenta que me están haciendo daño? Esta pregunta fue una clave importante que comencé a explorar, porque no solo en casa habitaba lo que me dolía, también afuera, en la calle, en el trabajo, en cualquier otro lugar, generando irritabilidad en cualquier espacio, así que decidí poner esto sobre la mesa en una sesión de coaching.

En esta sesión, definitivamente aparecía una rabia totalmente expuesta, pero con varios componentes inmersos en ella; en primer, lugar la víctima, esa que hacía creer que la esposa lo atacaba, que la hija lo desafiaba, que la familia lo perseguía para enseñarle a vivir, una víctima constante que creía que lo que pasaba afuera estaba confabulado para corregirlo, hacerle daño, castigar, temas que en el programa ABC de Newfield fueron tratados, siendo clave en el descubrimiento de mis emociones y sentimientos en el transcurrir de mi vida; en segundo lugar, algo que nunca había visto en mí, ya que me siento un hombre fuerte, con muchas herramientas para afrontar la vida, se puso al frente mío la resignación, esa que te lleva a vivir conforme con el dolor localizado en tu cuerpo, que te deja “cómodo” en el mismo lugar, aceptando la rabia como un estilo de vida, permitiendo que la víctima se plante en un lugar donde echa raíces y no se quiere mover, ese algo que venía preguntándome, que no sabía qué era, ese punto al que llega uno y no sabe cómo explicarlo, pues se le puso nombre y apellido, lo cual terminó de completar el boceto que hoy quiero exponer como tema de mi PIO (Proyecto de investigación ontológico). – Gracias Gustavo Martín por facilitar abrir este espacio –

Al salir de la sesión, generé una mirada muy diferente frente al tema, ya que no solamente aparecía una “inocente víctima”, sino que esta vivía conforme, resignada, casi con una dependencia o mutualismo con la rabia, que había aprendido a vivir con ella como parte de mi existir, así que definitivamente el espacio de coaching en donde encontré este tema, transformó por completo la forma como venía viendo lo que sentía, así que comencé a preguntarme ¿El trabajo con la rabia que había desarrollado, no había sido suficiente? ¿El haber viajado al pasado a reconocer y comprender que existió un niño maltratado, permitía hoy encarar de una manera más positiva y madura la rabia? ¿El exceso de fuerza y de injusticia trabajados, daban la oportunidad de comprender que los aprendizajes de estos dos maestros permitían desarrollar competencias de autocuidado y valor por el otro? ¿La rebeldía y la no conciencia de seguridad habían quedado claras y exploradas? ¿De verdad, había trabajado en lo que debía trabajar? Pues llegué a la conclusión de que sí hice un excelente trabajo, llegué a reconocer y revaluar lo sucedido, aprendí en una primera instancia que los recursos con los que fui educado no eran míos, sino de mis padres y que con ellos hicieron todo lo que les fue posible para entregarme lo mejor y, desde allí, que en mi adultez yo escogiera con qué recursos me quedaba, cuales cedía y cuales incorporaba para construir una mejor versión de mí, además de entender que solo había quitado el seguro de una puerta que se abría a infinitas posibilidades de ser un mejor hombre. Pude volver a ver ese niño temeroso, solitario e indefenso que aceptó una disculpa, un perdón y una compañía, que junto con el adulto, se encontraron con el joven que perdió un rumbo en las banalidades de la vida, buscando aceptación en grupos que solo querían vivir cortos espacios de vida al extremo, y lo tomaron de la mano para decirle que no estaba solo, que esa figura de víctima que asumía allí para justificar sus actos, fue útil para ese momento, era la forma de llamar la atención, de pedir que lo vieran, de la mano le decían que no tenía que avergonzarse, que estaba usando sus recursos aprendidos para seguir, pero que definitivamente no estaba solo, que el primer paso era aceptar lo que sucedía, que podía dejarlo a su lado y después de honrar esa danza con Dionisio, podía, como un todo, seguir adelante en su vida tomado de la mano con el adulto y el niño; así comprendí que esa unidad era la fórmula reconocida y colocada en un renovado Rafael.

Pero, después de evaluar que venía una rabia contenida, una rabia con dolor, pero con intenciones de hacer daño, una rabia no emitida, acumulada, no expresada, una rabia inconsciente que hacía daño físico, psicológico y moral hacia los demás, que solamente paraba una vez que toda la energía había sido descargada hacia mí mismo o hacia mi entorno, junto con una víctima que lo justificaba y validaba, apareció la resignación y allí, justo allí, fue donde me encontré en un nuevo laberinto, en una nueva encrucijada, donde a pesar de haber reconocido dos cosas muy importantes en mi vida, la tercera en conjunto con las otras dos, le daba un significado completo pero totalmente desconocido e incierto para mí; la mezcla de estas tres me volvía a parar en un escenario de incertidumbre y mucho miedo, pero con la firme intención -así llegue de nuevo el dolor y mucho más intenso para resolverlo-, de trascender y enfrentar el camino de poder ser un hombre mucho más completo, con más conocimiento de mí mismo y con la confianza y seguridad que hoy estoy anhelando.

En el mundo de hoy abundan casos de intolerancia infantil; a mí me pasa con mi hija, a pesar de haber recorrido este bello proceso, hay muchos profesionales con carencias emocionales grandes, personas con competencias increíbles que no desarrollan su potencial por tener rezagos de su pasado e historias vividas o contadas, que no les permiten trascender en su vida; en realidad ,existen muchas personas que pueden identificarse con la construcción de mí mismo que quiero crear, desarrollar y profundizar, así que con el esbozo que estoy comenzando a exponer, desearía poder aportar algo para que quizás volteen su mirada a que todo lo que llegue, aparentemente malo o doloroso en la vida, puedan resignificarlo y darle también su lugar positivo, pero la clave de lo que deseo poder mostrar ante ustedes, es que necesitamos de toda emoción para vivir y que realmente es posible abstraer lo mejor y lo peor de cada espacio para existir.

Introducción

¿Y si no me escuchan? ¿Y si no me ven?

Bueno, ¡acá estoy!

Es el tercer día de la segunda conferencia del programa Avanzado de Coaching de Newfield Consulting, Alberto Wang, instructor de Bioenergética, da la instrucción de golpear la cama o el sofá en donde estemos con las dos manos, y lo que comienzo a sentir es cómo una energía extraña y poderosa se apropia de mis brazos, una energía llena de rabia, odio, molestia, una rabia que si hoy puedo darle un nombre, podría decir a gritos que esta se llama “aniquilar”; doy el primer golpe y mis brazos están cargados, tienen sed de desahogarse; segundo golpe, este sale dos veces más fuerte que el primero, tercero, cuarto, comienzo a golpear como si nunca le hubiera pegado a algo, los cojines saltan, la tela se estira y encoje, apenas puede hacerlo, dada la velocidad con la que le pego a la cama, y es aquí, en la efervescencia de este movimiento que comienzan a salir unas lágrimas gigantes, cargadas, aglomeradas, llenas de un dolor que se había alojado allí por mucho tiempo, lágrimas liberadoras, dicientes, honestas, lágrimas que comenzaron a fluir con un sollozo fuerte de mi parte, que tímidamente insinuaba a decir ¡Basta!, ¡Ya no más! Lo siguieron los gritos que se podían escuchar en lo más recóndito de ese hotel, donde decidí alojarme para poder cerrar la conferencia, y ahí, en ese preciso momento, en el que en un mágico instante de mi boca salió con un grito exacerbado algo como: ¡Esta violencia no es mía!, así que a partir de este momento la fuerza, la rabia, la molestia, todo lo que me estaba empujando, cesó, frenó, se fue; la fuerza en los brazos radicalmente disminuyó y de un solo movimiento, mis brazos y cabeza cayeron a la cama, sin nada más que hacer; el trabajo estaba hecho, la violencia, golpes, maltratos, gritos y todo lo que había vivido de niño había sido expuesto, había salido a la realidad del adulto que, desde ese momento, declaraba: ¡Esa violencia no es mía!. Fue así como Ana Murillo, en el momento que se lo expongo en el espacio de compartir la experiencia, completa la frase, dejándola como una gran declaración de vida, ¡Esa violencia no es mía, la energía sí! Y quedo así, abierta y expuesta, amorfa y completa, pero iniciada, queriendo ser complementada con nuevas formas de explorar lo allí sentido, quizás desde ese momento comenzaron a generarse en mí nuevas oportunidades para verme y mostrarme, de encontrar en mi cuerpo nuevas corrientes de emociones y sensaciones que iniciaban un camino de compañía para entender un poco más cuál era ese dolor en mi existencia.

Inicio este relato con la frase mencionada y con esta experiencia vivida, ya que a pesar de haber sido encontrada en la mitad del programa realizado, es por donde me debo enfocar el desarrollo de mi Proyecto de Investigación Ontológica, ¿Cómo y desde dónde de niño, joven y adulto, me muestro ante el mundo?, ¿Cómo, desde los recursos que aprendí en este caminar por la vida, aprendí a hacerme visible? ¿Cuál era la necesidad de ser visible en la vida? ¿Por qué, si ya existía como ser, tenía que ser validado por los demás? Estas y otras preguntas que puedan surgir, tienen respuestas en las experiencias y relatos que les mostraré en este proceso y todo lo compartido, como la rabia, la tristeza, la víctima, el victimario, la resignación, la prepotencia, la arrogancia, la justicia, la injustica, todas ellas fueron herramientas útiles y muy bien afinadas para ser usadas como recursos defensivos, rutinas de defensa las cuales lograban generar algún tipo de visibilidad ante el mundo, alguna forma de llamar la atención, algún tipo de herramienta útil para poder moverme en la vida de extremo a extremo, en donde aprendí que así era más fácil actuar, estar presente, muy diferente al espacio a llegar hoy, a ese añorado justo medio, equilibrado, a un lugar en donde existe la compasión, la humildad, el amor propio necesario para poder entender y visualizar que una solución armónica y acorde a la situación, estaba en el hacerme cargo y actuar liviano en la vida, hacer lo que me generara tranquilidad mas no realizar lo más extremo posible para ser visto, para ganar un espacio el cual ya había ganado por haber venido al mundo y estar aquí.

Hay mucha tela por cortar, así que inicio por lo que ha sido lo más evidente que he encontrado en mí. en todo este proceso, y es la forma en la que me paro ante el mundo en el momento que se llega a generar, así sea un indicio de transgresión a mi integridad como persona, a mis emociones, a mi cuerpo, al ser constitutivo que soy; cuando veo que se va a generar o va a llegar un inminente ataque hacia mí, y un “ataque” puede ser un consejo, un comentario, un roce físico sin intención, lo comienzo a ver desde la defensa, desde el no dejarme “vencer”, lastimar; “ya ha habido mucho maltrato, algo más no es tolerable”; en cuanto eso aparece o se vislumbra, arranco inmediatamente a colocarme la primera armadura, a vestir a ese ser que se va a defender, ¿Pero desde dónde lo hago? ¿Desde dónde me paro para ejercer mi posible defensa?, bueno es aquí donde aparece el primer grupo de herramientas aprendidas, ellas son la rabia y el victimario estos dos compañeros de vida que me han acompañado por años, que han sido copartícipes de la construcción de mi vida, los cuales, consciente o inconscientemente, he utilizado en todos mis sistemas para abrirme paso, de buena o mala manera, en todo lo que he querido construir, y se me vienen a la cabeza las relaciones de amigos, compañeros de trabajo, familia, para mostrarme como el “fuerte”, el “malo”, el “dominante”, el que a los ojos de muchos sistemas es totalmente “completo” y no se deja vencer. Hoy me doy cuenta que eso solo trae dolor, incertidumbre, agotamiento físico y emocional, estar siempre a la defensiva, con herramientas poderosas, pero a su vez desgastantes, tiene un alto costo, el costo que he pagado de sentirme, después de esos momentos de alta efervescencia, la víctima de lo que ha sucedido, el “pobrecito”, el que genera “lástima” por lo que le sucedió, el que está “triste” y “dolido” y de una u otra manera, llama la atención de nuevo, pero para que lo acompañen y vean por qué ha sido el más perjudicado de todo lo que ha sucedido y ha hecho; lo peor de todo esto es que me acompañaban en ese “dolor”, validándome aún más esa víctima mostrada; qué gran forma de moverme en la vida, es muy poderosa, atrae gente, acumula lastima, pero hoy ya no es un recurso, no lo veo como válido. Así que con esto descubierto, esto que describo acá, que es un ciclo continuo, constante, que lo veo en diferentes sistemas, lo he adaptado perfectamente, porque funciona, la tristeza y estar parado desde la víctima intenta “ocultar” el gran daño cometido por la rabia, la violencia y la fuerza con la que me he parado para defender mi lugar, mi postura, mi integridad.

 

Pero justo aquí, donde ya hay un resultado importante de lo cometido, es donde aparece algo más, algo mucho más fuerte y perjudicial, aparece una sutil pero bien llamada “resignación”; comienzo a ver lo que hice, cómo me dolió, y cómo le dolió a los demás, cómo hice daño, transgredí, pasé por encima de los otros, logré hacer en los demás lo que no quería pasara en mí, y acá me pregunto ¿Realmente estaba defendido mi integridad, o quería lastimar la del otro para que la mía no fuera vulnerada? ¿Habrá un costo asociado de dañar al otro? ¿Cuánto daño llegaba a mí de esas acciones? ¿Cada vez que generaba daño, parte de él regresaba a mí? ¿El primero atacar y luego justificar, fue la rutina constante aprendida desde niño que fue utilizada en mí?, y la respuesta a estas preguntas está clara y es un sí rotundo a todas, atacar en mi está estructurado, fue lo que aprendí, para evitar que las cosas se desborden, ataco, aniquilo, reduzco totalmente, no hay cabida para negociar, revisar un punto medio, permitir que exista por lo menos un dialogo, poder construir un trasfondo compartido de inquietudes; no, eso no existe, solo existe el no dejarme vulnerar, ¿Fuerte no?, pero es más fuerte el verlo, reconocerlo, entenderlo y hacerme cargo, y eso es lo que estoy haciendo, pararme desde el hombre que soy hoy, el adulto, el papá, el hijo, esposo, gerente y ser de sociedad que puede, desde un inicio, pararse ante el mundo desde la responsabilidad de saber anteceder la rabia y colocar la razón, el cuerpo y la emocionalidad adecuadas para responder responsablemente a la posible situación de agresión, ¿Qué si tiene que haber fuerza en esta postura?, claro que sí, pero no desde la violencia, desde la gran energía que tengo para, sinuosamente, expandirla o contraerla según sea necesario, sin necesidad de explotar inmediatamente; gran aprendizaje que llevo incorporado por estos días.

Para finalizar esta experiencia, estructura o molde de movimiento ante diversas situaciones, me paraba al final desde el arrogante, el que dice “esto es lo que hay y así soy yo”, sin reconocer o dar cabida a mostrar un poco de arrepentimiento; esto, definitivamente, gatillaba el dejar el problema atrás, justificándolo, cerrándolo y dándole el espacio para olvidarlo, algo que hoy, en mi nueva forma de ver, ya no es una opción; el guardar, esconder y olvidar situaciones de maltrato fue lo que me llevo a construir este perfil unitario de comportamiento, esto ya no sirve, lo que sí sirve es una postura conciliadora, de alta escucha, que permita construir trasfondos compartidos de obviedad en donde todo interlocutor aporte, sea parte, ayude, acompañe y permita construir en vez de destruir.

Entrando un poco en la víctima que aparece después de atacar, identifico otra armadura súper poderosa que se vestía de dolor y lástima, esto aliviaba a la víctima, muchas veces fue copartícipe de momentos en donde los ojos no estaban puestos hacia mí; acá lograba llamar la atención y esto lo conectó, de manera muy intensa, con el no poder hacer uso de herramientas mucho más poderosas y válidas para estos espacios, y era darle cabida a la ternura, el amor, el apropiarme del calor que tengo para dar y para darme; siento que es más fácil de esta manera, pero reconozco que esto no era fácil que lo viera, porque justamente, a pesar que tuve unos padres amorosos y que con sus recursos lograron generar una gran educación hacia mí, este espacio de amor, comprensión y calor de acompasar fue lo que en algún momento de mi vida sentí y vi como una ausencia, así que era más fácil caer en el extremo de la víctima, en el cual entregaba mejores resultados, y tengo muchos ejemplos en la vida: en el trabajo, en el colegio, inclusive con mis amistades, podía fácilmente entrar en esa forma de ser y lograba mi cometido, estar abrazado, acogido, vinculado, el ganarme un espacio, pero desde un lugar incómodo, que al final de cuentas también es una postura arrogante, porque eso que intentaba, con la rabia de minimizar al otro, de hacerlo chiquito, lo dejaba expuesto y vulnerado; esto era precisamente lo que se generaba en mí, sabía que a las víctimas también las protegen y las acompañan, y otra vez aparece la fuerte tendencia de ir a los extremos, de conocer profundamente cómo caer muy bajo y cómo elevarme hasta donde quisiera, pero a mis ojos, desde emocionalidades fallidas y poco estructuradas que dieran un resultado real a la solución de vida que buscaba.

Quisiera recoger lo expuesto acá con algo que me ha dado muchas vueltas últimamente en la cabeza, dado que en mi ámbito laboral se ha evidenciado una fuerte y rotunda competencia por mostrarme y anular al otro, estar presente y dejar de un lado lo que el otro diga, ubicándome en la situación de afectado y no consultado para, de igual manera, deslegitimar lo que otro haga, anulando la capacidad de construir en equipo, algo que he expuesto en mis últimas sesiones de coaching y que, si lo analizo como un todo, puedo armar una gran unidad con todo lo que he venido comentado.

En esas ganas de ser el mejor, de ir por la vida con la arrogancia de eliminar, anular, lastimar y defenderme, cuando llega un crítica o comentario sobre lo que hago – de nuevo llega el espacio donde siento que están vulnerando mi lugar –inmediatamente comenzaba a justificar los errores del otro, atacar sus incompetencias, justificar su falta de hacer las cosas, bien entrando por cualquier punto para no pararme desde la responsabilidad y también aceptar mis errores; esto, claramente me llevaba al límite de ser grosero, violentar, transgredir y eliminar al otro, hacerlo pequeño; al final de todo esto, y sabiendo que me había equivocado, me iba a justificar lo sucedido por cómo fue la aproximación del otro, mas no como yo lo había realizado – y llega de nuevo la víctima con dolor, tristeza y miedo -, al haber conseguido el objetivo de justificar mi error y habiendo eliminado al otro, aparece la arrogancia, prepotencia, el que ahora aparecía con el pecho adelante, con la cabeza erguida y la moral en alto, pero sin darse cuenta que había dejado atrás a otro ser humano, lo había menos preciado y no validado como quedaba, construyendo en las directivas de la empresa la noción de conflictivo, competitivo y poco proximal a los clientes desde una forma más amable, constructiva y más orientada a conciliar – mi amigo el justo medio, el equilibrio que he venido reconociendo -.

Siento que, con este breve, pero elocuente ejemplo, aparece la situación desde una perspectiva opuesta, comienzo a buscar los recursos necesarios para moverme y logro mi cometido de una manera u otra, pero con las pérdidas asociadas al caso. Si voy a otros sistemas, sucede de la misma forma, es más lo que he perdido que lo que he ganado con esta forma de ser, pero rescato que en este proceso los ojos de este observador están abiertos, viéndolo, reconociéndolo, me estoy haciendo cargo y ya no me excuso, tengo ahora la capacidad de parar y mirar la situación con los ojos bien abiertos, escuchando al otro y viendo, con una amplia mirada, el todo de lo que pasa, estas tres visiones están complementando la situación, permitiéndome usar los recursos adecuados en cada momento.

¿Y qué falta hoy para hacerme responsable por completo de esta estructura creada en el tiempo? ¿Cómo puedo ahora pararme de modo diferente, reconociendo mi sombra, mis incompetencias? ¿Cuál es ese hilo que me permitirá guiarme por el laberinto de la rutina existencial, para salir a la luz de la realidad? ¿Cómo salir de esa habitualidad a la versatilidad?

Además, y desde este nuevo espacio. ¿cuáles serán las nuevas actitudes y competencias a utilizar para afrontar mejor las situaciones que seguirán ocurriendo en la vida? ¿Con estas competencias adquiridas, cuál será mi nueva postura ante el mundo? ¿Y con esto nuevo, a dónde quiero llegar?

Dejo abierto este espacio de indagación para desarrollarlo en el camino de este trabajo, espero dar respuesta a estas preguntas una vez haya recorrido en profundidad esta estructura expuesta, identificada, reconocida y hoy valorada, pero con la firme intención de darle un rumbo de desarrollo diferente.

Así que acá inicio este viaje por cada una de las situaciones que me llevaron a reconocer esta estructura de coherencia que fue construida a lo largo de mis treinta y cinco años. En este camino se podrán encontrar experiencias de vida que marcaron, con sello propio, cada una de las definiciones mencionadas, las cuales desarrollaré de ahora en adelante. Espero que lo compartido aporte, de alguna manera, en poder evidenciar en quien lea mi escrito, alguna parte de su sombra que desee reconocer como propia.