Czytaj książkę: «Gesta de lobos»
© LOM ediciones Primera edición, julio 2019 ISBN: 9789560011985 eISBN: 9789560012654 RPI: 304.512 Motivo de portada: Grabado antiguo de una manada de lobos. Walter Heubach (1865-1923) Edición, diseño y diagramación LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago Teléfono: (56-2) 2 860 68 00 lom@lom.cl | www.lom.cl Tipografía: Karmina Impreso en Gráfica LOM Miguel de Atero 2888, Quinta Normal Impreso en Santiago de Chile
A Teresa Calderón
Aún hallándonos a mil leguas de la poesía, dependemos de ella todavía por esa súbita necesidad de aullar –último estadio del lirismo.
E.M. Cioran: Silogismos de la amargura.
Los perros invaden el cementerio Y el hombre sonríe, extrañado Ante el misterio del lobo Y los perros invaden la calle Y en sus dientes brilla la luna Pero ni tú ni nadie, hombre muerto, Espectro del cementerio Sabrá acercarse mañana ni nunca Al misterio del lobo.
Leopoldo María Panero: “Himno a Satán” (3ª versión)
El sonido y la furia (de Lobo) (Ubi sunt)
Yo, Lobo, con Loba adosada a los huesos,
En el osario de la ciudad yerma, absorto, miro lo que queda
De ella, mi bestia amante de los pámpanos encostrados,
Y llueve sobre mi cuerpo perruno un chaparrón de recuerdos
De los tiempos en que copulábamos con la ferocidad
De las bestias, y el territorio demarcado temblaba
A cada embestida de mi falo en llamas contra sus grupas
De piel exudando la transpiración acre de la temporada
Del celo, después de aullarme sus ganas para que
Con mi legua feroz robara esa fetidez crepuscular.
¿Y qué queda de ti, Loba, ahora, esta noche envenenada?
Rasguño y lamo tu cadáver como una Utopía desgarrada.
Me froto contra tus restos, contra tus huesos y la sangre lacada,
Como un soldado loco después de la batalla donde cayó
Toda la horda de lobizones, a medio camino de mi yo-hombre,
Y me flagelo con espadas imaginarias de ese campo de Marte;
Pero el dolor de mi lomo es real, implacable como tu muerte,
El asesinato de mi bestia adorada.
He aquí todo lo que queda de Loba lacerada,
Las tetillas del vientre erectas aún, pero inservibles
Bajo una luna humillada que secreta su menstruación de plata
Sobre los despojos de Loba abatida en la grama,
Y el humo de los Cazadores del Deseo que van dejando
Su huella de teas y gritos borrachos,
Hacia los burgos post-medievales y su chatarra.
¿Quién será ahora la depositaria de mi semen, la sacerdotisa
Salvaje de mi falo aún erguido, eyaculando lágrimas por
Tu ausencia? ¿Hasta dónde continuará, Loba, tu muerte?
¿Qué será de mis ojos, bermejos, como el Mar Rojo
Sin el hábito animal de tu presencia,
Y mis colmillos demandantes de tu grupa,
Que ahora muestro aguzados a la muerte que ríe en el bosque?
Pero esculpiré algún día tu cuerpo de mi cuerpo,
Reharé un día que ya veo despuntar, con mi propia sangre
Y mis heridas, tu flexible abdomen y tus grupas míticas.
La misma luna me susurra que la resurrección de Loba ya adviene.
Por ahora paso la lengua por tus despojos y espero,
Aguardo a que mi saliva asesina del animal le dé los primeros
Y ondulantes pálpitos de mi respiración
En el bosque que solloza.
Lobo susurra el plan de la resurrección a Loba asesinada
Este es el plan, le digo a mi Loba asesinada:
Desquiciarte con mis aullidos
Hasta que el regreso de tu bestialidad domesticada
Por la muerte, que te dieron los Cazadores del Deseo, fatal dádiva,
Tenga que transitar por un laberinto de rituales olvidados
Ya para los dioses del nuevo orden post-medieval,
Y también me aúlles desde el Hades Lupus,
El deseo que te encerraron en un capullo de piel gris,
Fétida a tumba con un réquiem apócrifo:
Te arrojaré motas de mi pelambre, que te guiarán hacia mi
Nuevo palacio animal donde reina el Deseo,
Porque ahora estoy escribiendo el poema del deseo lupino,
Donde tú serás el más bestial cuerpo a leer,
Y tus gemidos, ritmos y rimas obscenos de tu gruta,
Y también morderé tus ojos y si me los devoro
Los guardaré como dos perlas negras, húngaras,
En mi esófago voraz, porque ya no voy de lobo a hombre
Ni de hombre a lobo,
Y nadie podrá perturbar mi bestialidad
Con las absurdas lecturas de los clásicos apócrifos.
Mis libros en la cueva serán la voz del viejo bardo americano,
El Aullido de Ginsberg, los silogismos de Ciorán:
Y mala cueva al que entre en esta madriguera,
Porque le daré con mi nueva sabiduría animal
Por el culo, hasta el desgarro y el goce,
Y con mis citas fulgurantes de sabiduría de albañal,
Te haré sentir, Loba despojada, que tu carótida es
El clítoris que conduce directo a las orgías dormidas
En tu corazón, que yo despertaré con mis falos de marfil
Aguzado por estos versos que rujo y otros poemas jamás escritos
Porque ahorcaron al Villon que los imaginaba antes de nacer.
Ellos te guiarán hacia mi luz de hijo de la noche.
El momento de la ira
El bosque umbrío solloza y traga
Para adentro la resina
De los árboles que tiemblan,
Convulsos no de viento sino de ira contenida.
Ira contenida por la muerte de Loba,
Ira acumulada por ira de la ira de Lobo,
Por su amante lupina, ahora de Nadie,
Porque Nadie podrá heredar la Nada,
Por su condición de bestia salvaje,
De hijo de la noche sin carena,
Nave peluda hirsuta que ha fondeado
Su proa de colmillos,
Con tantas muescas ya,
En la hondonada de su gruta clandestina.
Alabemos estas manifestaciones de la Naturaleza,
Lector extraño,
Porque son lo único que va quedando
De los espasmos de la crueldad,
De las formas del amor que no tiembla
En el límite del asesinato y los humores malsanos.
El bosque umbrío solloza y traga para adentro la resina
De la ira contenida,
La resina magenta de la ira,
La ira al pairo de Lobo,
La ira varada que va amamantando a los lobeznos recién paridos
Con la leche cortada de la muerta,
Con la leche contaminada del despojo,
Con la leche negra del poeta rumano,
Con la leche de las nubes de ceniza.
Alabemos estas manifestaciones de la Naturaleza,
Lector extraño, mientras haya Naturaleza,
Porque alguien ha dicho, en los libros que sobran,
Que ya nada es Naturaleza.
Y los neones putrefactos de este burgo post-medieval,
Y los consorcios de la voz,
Y la inalámbrica retórica del asco,
Y el ascua del murmullo insaciable y transparente,
Y el vómito del Poder que nos embarra el alma,
Y el hombre normal que Bataille dixit, Nos atisba en el Nunca de su normalidad aterrada. Y además, la Esfinge. Y un sacerdote negro. Y las perras temerosas del Origen, Las perras silenciosas por los vados, Las nahual adosadas a su hembra humana, Mordiéndose los labios hasta el rubí turbio. Y que no ladren, porque hembra humana que ladra Puede aullar el Deseo, Y ahí será Loba. El bosque umbrío solloza y se convulsiona con el viento Que presagia un regreso, Lobo, El bosque solloza y se convulsiona, Y de esas convulsiones surge un lamento blanco, Un lamento clandestino como amantes virtuales, Recóndito del bosque umbrío que repite ensambles y letanías; Que repite la palabra noche, Que repite el verbo oscuro, Que repite el adjetivo tinieblas, Noche hasta más no poder de Noche. Y estas palabras citadas, lector hipócrita, mi prójimo, Tú, mi hermano, sollozando como yo, Lobo, Escucha y hazte humo y silencio y abrojos y colmillos. Y repite líquidas como mi baba: La palabra odio, El verbo genuflexión, De rodillas, repite: de rodillas, te doy mi cáliz de carne, De rodillas ante Dios, De rodillas que tengo mis caninos en tu carótida, Siente el marfil de la noche sobre tus glóbulos, La eyaculación negra de mi pelambre. Otra vez, conmigo, di, hombre muerto, la palabra odio, Reitera y saborea la palabra ascua, Asevera y reafirma el verbo Deseo. Y el sustantivo náusea, El no-verbo ver morir, El verbo descompuesto bel morir, El anatema pluscuamperfecto Lobo. Repite y reitera la letanía, Porque en la reiteración está la fuerza, hermano Lobo, Acurrucado en tu gruta esperando, Aguardando el embiste de la hora ciega, Del instante justo, cuando Odiseo diga, Como un eco retumbante desde el mar Egeo: “Ha llegado el momento de la ira”.
La mecánica de la vendetta
Esta es la mecánica de la vendetta, Lobo: La primera condición: una víctima propiciatoria, Núbil, translúcida, con una cruz de plata inversa en su cuello. Y el cuello, frágil, como de un pájaro cubierto de piel. Un cuello que presienta que la mordida es dulce Y que tu olor de bestia la arrastre hacia las lindes Del territorio sacro, donde vegeta en una pintura Ya abstracta, ese al que llaman Cristo, a la diestra Del padre, comiéndose las uñas, nimbado de Vacío, Temblando de impotencia ante los Grandes Inquisidores, Impoluto, clavado en la Nada, ya sin cojones Para darle por el culo a los ladrones adosados en el Templo Como gigantescos moluscos deformes y babosos. Pero ahora, en estos tiempos que se arrastran, solo, no puedes, Lobo, mi prójimo, Hazte una manada de licántropos fulgurantes Nimbados de ayahuasca y coral índigo, De una tripulación de lobos de mar sin barco, Con tres albatros al cuello y siete condenas en el corazón, Y una manada de perras amarillas que troten por las perdidas Carreteras del deseo, que desplumen a los buitres De la catedral en ruinas y corran contigo hasta el abismo. Compón nuevas canciones de espanto para La bruma que nos ahoga el Aullido de Ginsberg, La voz del viejo bardo y el canto al Yo de Whitman, Y los tambores negros sudacas y mapuches Que ritmarán tu nueva bestialidad de sangre y saliva, Sin tregua para los sombríos portadores del cáliz.
Fenomenología de un cuello (Alternate Take: Cfr: Lobo, p.64)
A Marisa Niño
El cuello de la víctima: con la condición de que su cuerpo haya conocido el abismo en sueños, y que el abismo soñado la haya acercado a la esfera de lo Sagrado, del desgarrón violento del himen de su inocencia original: un cuello coronado de oro de las Indias, un cuello facetado en la mirada de la mosca del cementerio. Un cuello, frágil como el ruiseñor de Keats, cubierto de piel, con una cicatriz en arameo donde se lee un verso de Rimbaud: Rouler aux blessaures par l’air lassant et le mer*: un cuello dispuesto a palpitar con las orgías de tus colmillos. Un cuello que sepa que la mordida es dulce y cruel. La herida y el cuchillo a la vez**. Esa es la condición.
* Lanzarse a las heridas por el aire cansado y el mar... Jean Arthur Rimbaud: Iluminaciones.
** (Baudelaire)
El éxtasis de un cuello
Para que un cuello sepa que su carótida es un clítoris
Que lleva directo a las orgías de su corazón, Lobo,
Y palpite con la redención del orgasmo que le infligirán tus colmillos
Por donde sus certezas caerán
Como castillos de arena
En la costa donde han varado todas las carabelas de antaño,
Debes seguir los preceptos de mi libro de horas.
Para la redención de un cuello,
Un mantra que reitere el silencio,
Que haga aparecer el silencio.
Para la redención de un cuello,
Tus garras que han destrozado piel y cartílagos,
Tus garras que guardan la memoria de las heridas,
Tus garras surcadas de carreteras perdidas
Que inventan destinos, carreteras hacia Yoknapatawpa,
Sobre sus pechos dormidos bajo el culo del súcubo,
En la penumbra azul del amanecer
Que siempre te desgarra el alma lupina.
Para la redención de un cuello,
Una cuenta regresiva eterna porque los números son infinitos
E infinito debe ser el camino hacia el cuello.
Para la redención de un cuello,
La trompeta de Miles, el fantasma de Miles soplando:
Prince of Darkness, Any where out of the world***. Para la redención de un cuello, La lengua de Lobo lamiendo la zona exacta De su cuerpo, la zona que Lobo ha de buscar en el silencio De su cama, tenue, para no despertar su abandono de niña, Una zona que ha quedado fuera de las sábanas azules Que caen en desorden sobre el piso. Para la redención de un cuello, Leer en un susurro que no perturbe el silencio Una cicatriz en arameo con un verso de Rimbaud (Rouler aux blessaures par l’air lassant et le mer) Que lo adorna como un collar de diamante púrpura. Para la redención de un cuello, El humo de un cigarrillo que impregne su piel, El humo de un cigarrillo de tabaco negro Que no termina de apagarse en la boca del asesino De un filme noir de Tinto Brass, nunca filmado. Para la redención de un cuello, Un vaso de corazón de cristal, rojo, y los témpanos de hielo Deshaciéndose en el vodka estepario con el que embriagarás A la víctima, en un original de Francis Bacon, Donde los cuerpos terminarán como charcos De carne y sangre indistintos, Terciopelo orgánico en lugar de piel, Una pústula de terciopelo pálido, Que será el capullo de tu loba asesinada Por los Cazadores del Deseo, Que volverá redivivo y en celo Tras el estupro sagrado. Entonces, Lobo, desgarras, tragas, te apaciguas Y aguardas. Esas con las condiciones para la redención Del cuello de la víctima necesaria, Pero, también, Lobo, el peligro para tus fauces.
*** Baudelaire.
Receta para devorar a una muchacha en el bosque
Arrullarla con gemidos de agua tibia en los oídos,
Hasta que se duerma pálida,
Para así, indefensa, preparar tu mejor receta, Lobo,
Que ella no debe conocer
Hasta que su sabor y aroma la impregne.
Ya dormida por los vapores de tus fauces,
Quitarle el pelambre gris, para que reluzca
Como una luciérnaga en carne viva, alba,
Y espolvorearle los pezones con oro
Bien cernido entre tus garras desgarradoras.
Y untarla de aceite de oliva grueso,
Más amarillo que la orina y la miel y la abeja,
Y fumar junto a su cuerpo indefenso
Una pipa de kief aromática a oriente para darle
El fasto del romanticismo más decadente:
Y no olvidar el clavo de olor,
La nuez moscada,
La canela,
Y la negra pimienta
Molida con esmero de orfebre.
Píntale los labios con rouge color sangre, Para que después cuando pruebes los sabores Indicados parezca, aún dormida, ruborizada Por las especies de la receta, que quemarás Antes de acercar la llama roja a la sábana azul, Donde reposa como en una fruta marina. Después despiértala con gruñidos asesinos Y ofrécele tu sexo desnudo y erecto, Y que sea tu columna dórica que aún no prueba, De rodillas, ante la mesa, La primera visión que tenga Antes de caminar descalza por el comedor Hacia tus fauces húmedas a profundidades abisales. Y esa gotita de semen que cayó sobre su ombligo Puede que sea un descuido en la receta, Pero así también unirás tu sabor a su sabor desnudo.
Lobo y Tiresias, Auguste Dupin de la tragedia
Yo soy el viejo Tiresias, Lobo, y no miento:
Si quieres traer al bosque umbrío de tus dominios a la loba muerta,
No bastan sacrificios ni letanías, menos himnos y canciones.
Te lo digo yo, el viejo o la vieja Tiresias
Al que un genial poeta, pero muy sobrado de sí mismo,
Como lo son estos llamados bardos
(El muy hijo de puta envió a su mujer al manicomio),
Dijo que mis tetas arrugadas caían como las de una vieja bruja.
Pero, ya se sabe, a los oráculos
Como yo, los poetas modernos, incrédulos
Sólo les queda calumniar o insultar.
Cierto, ahora en estos burgos post-medievales me quemarían
Como a vil hechicero estos burócratas del Santo Oficio,
Del Santo Ofidio diría yo,
O para darle más exactitud a la expresión,
Del puto oficio del poder.
Pero no perdamos el tiempo en disquisiciones teológicas
Y vamos al meollo del asunto.
Por algo fui el Augusto Dupin de la Tragedia o, si prefieres,
Marlowe de Tebas.
Cierto es que pagaron Tiranos justos por el Destino,
Pero con el Destino, en la Tragedia, no se juega, mi Lobo,
Mi perro luminoso y salvaje.
Traer a una loba en tránsito a la disolución,
Una loba que ya es una sombra más entre las sombras
Del Hades Lupus, o por decirlo con etimológica justicia,
Del Hades Bar de la Negra,
Los cuellos de la víctima propiciatoria y los mantras
Que te acerquen al estado de la gracia salvaje,
Son más bien efectos virtuales o espectáculos simbólicos
En una tierra donde nada es real y el espectáculo,
La rutina de las nuevas hordas contraculturales.
Debes ser más sensato, menos salvaje, es decir, más perverso,
Lobo cruel, y extraer de tu crueldad sabiduría y abyección.
No te dejes tentar por lo grotesco.
No te dejes tentar por el humeur noire ni el amour fou. Primero pondera el poder de tus enemigos, Un sacerdote negro y la enigmática esfinge: Los dos polos que corrompen aún nuestra agonía Cultural: el cristianismo y la Nada. Lee bien a Baudrillard y olvídate de Niezsche: Ahora el Mal es transparente y ese que llaman Cristo No tendrá una segunda oportunidad en estas tierras. Te lo digo yo, el viejo Tiresias, que vi a Palas en cueros Y heme aquí con dos cuencas por ojos. Pero estas cuencas están pletóricas de visión, Son como esos ojos, esos agujeros negros Que ocultaba Ray Milland con unas gafas de infernal insecto En El hombre de la visión de rayos X. Pero un oráculo no cae presa de las garras infamantes de la angustia. Yo, Tiresias, y tú, Lobo, un oráculo y una bestia, Imagínate hermano lupino, qué pareja podemos hacer, Para darles por el culo a nuestros múltiples enemigos. Te lo digo yo, el oráculo que ofició de cabrona En un lenocinio sagrado y decadente, Como los de los cuadros de Dix, Otto Dix, ¿Las has visto, no? Lástima, lo que te pierdes, Pero ya me ocuparé de tus vacíos culturales, Lobo, mi prójimo bestial. Pero vamos ya a las infaltables y míticas pruebas del héroe, Lobo, que comienza a amanecer y aunque ciego, estos amaneceres Me matan el alma, porque palpo con mi visión Ese índigo sublime y aterrador del día que nace.
Darmowy fragment się skończył.