Czytaj książkę: «¿Quién me movió el púlpito?»
¿QUIÉN ME MOVIÓ EL PÚLPITO?
LIDERANDO EL CAMBIO EN LA IGLESIA
THOM S. RAINER
¿Quién me movió el púlpito?
© 2019 Thom S. Rainer
Publicado por Editorial Patmos,
Miami, FL 33169
Todos los derechos reservados.
Publicado originalmente en inglés por B&H Publihsing Group, One
Lifeway Plaza, Nashville, TN 37234 USA, con el título Who Moved my Pulpit?
A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas se toman de la
versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; ©
renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.
Diseño: Adrian Romano
Traducido y Editado por Grupo Scribere
eISBN: 978-1-58802-993-5
Categoría: Ministerio cristiano/Recursos pastorales
Impreso en Brasil | Printed in Brazil
Al equipo Rainer:
Amy Jordan
Jonathan Howe
Amy Thompson
Colaboradores increíbles.
Grandes amigos.
Y siempre a
Nellie Jo
Mi esposa
Agradecido a Dios por cuatro
décadas de amor y matrimonio.
CONTENIDO
Reconocimientos
Introducción: Un correo electrónico de desesperación
1. Cuando mueven el púlpito
2. Cinco tipos de miembros de iglesia inamovibles
3. Deténgase… y ore
4. Confronte y transmita un sentido de urgencia
5. Forme una coalición entusiasta
6. Conviértase en voz y visión de la esperanza
7. Aborde los problemas con las personas
8. Pase de un enfoque interno a un enfoque externo
9. Recoja el fruto que está a la mano
10. Implemente y consolide el cambio
11. La vida es corta. Marque la diferencia
Apéndice: Inventario para iglesias sobre la disposición al cambio
RECONOCIMIENTOS
Uno de los mayores deseos de mi vida y ministerio es ayudar a los líderes de iglesias a que mejoren la salud de sus congregaciones. Sin embargo, si la mayoría de nuestras iglesias no cambian, no serán saludables. Muchas de ellas morirán.
Soy un hombre bendecido de poder escuchar todos los días sobre la condición de nuestras iglesias. No tengo palabras para agradecer por los millones de hombres y mujeres que se unen a mí y me informan en el blog ThomRainer.com, en nuestro podcast, Rainer on Leadership [Rainer sobre liderazgo] y en nuestros ministerios de mentoría en ChurchAnswers.com. Yo recibo sus noticias todos los días. Ustedes son un regalo increíble para mí y para el cuerpo de Cristo.
Gracias nuevamente al «Equipo Rainer» por todo lo que hacen para que mi mundo ministerial y mi vida sean un gozo. Ustedes tres, Amy Jordan, Jonathan («la Voz») Howe y Amy Thompson, se encuentran entre los obreros mejores y más alegres que conozco. Creo que entenderán cuán veraces son estas palabras cuando lean la dedicatoria.
Hace diez años, cuando llegué a LifeWay, nuestro departamento de publicación de libros, B&H Publishing, estaba en problemas. Ahora es la principal editorial de libros cristianos. Muchos han contribuido con su liderazgo a este giro radical: Brad Waggoner; Selma Wilson; Eric Geiger; Cossy Pachares; y Jennifer Lyell. Jennifer no es solo la líder de los libros no académicos de B&H; sino que también aceptó gentilmente ser mi editora.
Amo y atesoro a mi familia. Sin ellos no podría hacer nada de valor. Con seguridad no podría escribir libros. Si no me fallan los cálculos, en la actualidad hay dieciocho integrantes en mi familia. Está mi esposa, Nellie Jo. Están mis tres hijos y sus esposas: Sam y Erin; Art y Sarah; y Jess y Rachel. Hace siete años, me quejaba porque no tenía nietos. Hoy tengo diez: Maggie, Bren, Joel, Nathaniel, Joshua, Canon, Will, Harper y Collins. El número diez debe nacer cerca a la fecha de publicación de este libro, por lo que aún no sé su nombre ni su género.
Ustedes, que leen mis blogs y libros, y escuchan mis podcasts, son una bendición increíble. No los merezco, pero estoy agradecido a Dios por ustedes. Escribí mi primer libro en 1989. Este libro es el número 26. Me conmueve que algunos de ustedes han estado conmigo en esta travesía desde el comienzo.
Probablemente me hayan escuchado describir la condición de las iglesias en América del Norte. Casi nueve de diez están en decadencia, o crecen más lentamente que las comunidades en las que están ubicadas. En términos claros, el 90 % de nuestras iglesias están perdiendo terreno en sus respectivas comunidades.
El cambio es absolutamente necesario en nuestras iglesias. En la mayoría de ellas, se necesita un cambio sustancial. No obstante, el cambio es muy difícil en la mayoría de las iglesias. Los miembros de estas se han vuelto autocomplacientes y cómodos; muchos de ellos se han tornado altamente resistentes al cambio.
El evangelio está en juego. Vidas eternas están en juego.
Ruego que este libro sobre liderar el cambio en su iglesia sea un catalizador para marcar la diferencia. Oro que usted y muchos líderes lo lean y estudien juntos. Y pido que usted sea valiente para liderar el cambio sin importar el costo.
¡Bienvenido al mundo donde los púlpitos se mueven!
INTRODUCCIÓN
UN CORREO ELECTRÓNICO DE DESESPERACIÓN
A través de las redes sociales, los comentarios de los blogs, el correo electrónico y otros medios, cada mes recibo varios cientos de solicitudes de consejería y asesoramiento. Me conmueve que tantas personas pidan mi asesoramiento, pero estoy frustrado de no poder responder a todas ellas.
Sin embargo, en este correo electrónico había algo que me llamó la atención. De hecho, hubo algo en él que me impulsó a escribir este libro.
Asunto: Un pedido de ayuda
Dr. Rainer:
Soy pastor y estoy a punto de renunciar. Cuento con una excelente formación de seminario en el que aprendí sobre teología, Biblia, griego, hebreo, etc. No obstante, mis conocimientos para lidiar con los conflictos o para guiar a la iglesia a hacer algunos cambios son nulos. Cada vez que intento algo, siento todo el peso de los críticos y los bravucones.
Mi esposa quiere que renuncie. Ella también siente la presión. Ella es blanco de algunas de las críticas, pero la mayor parte de su dolor proviene de verme sufrir. Muchísimas noches se ha dormido llorando. Cuando nos casamos, ella no sabía que algún día yo sería pastor. Yo tampoco. En estos momentos, no estoy tan seguro de que debería serlo.
No estoy seguro de cómo pedirle ayuda. Tengo demasiadas preguntas. Casi toda mi formación práctica en el ministerio proviene de la escuela de las adversidades y de su blog y podcasts.
Supongo que lo que más necesito es un plan que abarque «de la A la Z» para liderar el cambio en mi iglesia. Está bien, sé que es pedir demasiado; pero quizás usted podría escribir su próximo libro sobre este tema. Sé que muchos de nosotros en el ministerio nos beneficiaríamos enormemente, y sé que podría compartirlo con mis ancianos para que ellos supieran lo que estamos tratando de hacer.
Sí, esta es una petición bastante audaz, pero considérela en oración, por favor. No estoy seguro de cuánto tiempo le toma escribir un libro y ponerlo en los estantes de las librerías, pero sé que no me queda mucho tiempo. Al parecer, en los próximos años podría enfrentar tres posibilidades. El cambio probable es que continuaremos el declive hasta el punto en que la iglesia no pueda pagarme un salario. Otra posibilidad es que me despidan. Ahora mismo tengo más seguidores que adversarios, pero no sé cuánto durará esto. La opción más probable es que yo renuncie.
Estoy cansado. Mi esposa está cansada. Nunca pensé que el liderazgo de la iglesia sería así. Por favor, considere ayudarnos —a los líderes de la iglesia— a comprender cómo podemos guiar a una iglesia a cambiar cuando tenemos tantos obstáculos.
Por favor, ayúdeme. Creo que usted puede ayudar a muchísimos de nosotros. Por favor, ayúdenos antes de que sea demasiado tarde para muchos de nosotros.
Gracias.
Este libro es para ese pastor. Este libro es para todos los pastores que procuran guiar a sus iglesias al cambio. Este libro es para el personal de la iglesia y los líderes laicos que desean hacer una contribución positiva para guiar el cambio en la iglesia.
Ahora vamos a sumergirnos en el libro y en ese fatídico domingo cuando un pastor exclamó:
«¡¿Quién me movió el púlpito?!».
CAPÍTULO 1
CUANDO MUEVEN EL PÚLPITO
Derek es el tipo de persona con quien a uno le gusta estar. Tiene una risa contagiosa, y una personalidad que atrae a la gente. Y es un buen líder.
También es el pastor de la Iglesia del Redentor, una congregación de unos 250 miembros en el Medio Oeste. Derek ha sido pastor durante 23 años, por lo que no es un novato en liderar iglesias. Él ha estado en la Iglesia del Redentor durante ocho de esos años, y casi todos en la congregación lo respetan y aprecian.
Derek comprendía el tema de los cambios en las iglesias establecidas. Como líder, era metódico y gradual en su estilo. Su método de tratar con el liderazgo de la iglesia contribuyó significativamente a su permanencia en la iglesia y a su ministerio en general. No temía al conflicto, pero le parecía que demasiados líderes de la iglesia creaban conflictos innecesarios.
Como pastor, Derek notó un cambio en su propio ministerio. Sus sermones eran cada vez más conversacionales en su enfoque y tono. No había hecho ese cambio como parte de un gran plan estratégico, pero ciertamente constituía una variación notable del estilo que tenía hacía varios años.
Derek supuso que el aumento en la cantidad de los de la generación del milenio o millennials en la iglesia había influido en su enfoque de la predicación. Entre estos adultos jóvenes había profesionales de una empresa de tecnología en crecimiento de la comunidad, y otros provenían de una universidad cercana.
Era evidente que los millennials preferían el estilo conversacional de predicación. La retroalimentación más positiva a sus sermones llegó cuando cambió a un enfoque más informal. Por lo tanto, estaba seguro de que su cambio en el estilo de predicación era un resultado directo del creciente número de adultos jóvenes en la iglesia.
El pastor también había notado que los feligreses de mayor edad aceptaban su cambiante estilo de predicación. Sabía que para ellos estaba bien porque sus cambios eran graduales; predicaba un mensaje conversacional un domingo y luego pasaba seis semanas con su enfoque más formal y tradicional. Poco a poco añadió el estilo informal con mayor frecuencia hasta que la congregación se acostumbró y se sintió cómoda con él.
La vida y el ministerio eran buenos para Derek. Podía considerar quedarse en la Iglesia del Redentor por el resto de su ministerio. Estaba muy agradecido de tener el apoyo total e incondicional de los miembros de la iglesia.
Al menos así pensaba él.
El conflicto impactante
Derek se había sentido cada vez más incómodo con el púlpito que había usado durante los ocho años en la Iglesia del Redentor. Le había servido bien cuando él predicaba más formalmente, apoyado en un manuscrito. Sin embargo, ahora le gustaba acercarse más a los congregados. Percibía el púlpito como una enorme barrera de madera. No complementaba su nuevo estilo de predicación. En su mente, el púlpito exclamaba: «tradicional»; «formal»; «barrera».
Tomó una decisión. El púlpito tenía que irse.
El viernes de la semana siguiente, Derek les pidió a los dos custodios que sacaran el viejo y enorme púlpito. Lo reemplazó por un nuevo estilo de púlpito, un pequeño atril que apenas se notaba. Ahora —pensó—, el púlpito complementará mi estilo de predicación.
En retrospectiva, el pastor ahora se da cuenta de que debería haber esperado la explosión; y admite que entró al servicio de adoración ese domingo con un poco de ingenuidad. Debería haber notado la tensión entre algunos en la habitación, al igual que las conversaciones entre dientes que tuvieron lugar antes y después de los servicios.
«Estaba ciego y me tomó por sorpresa —confesó Derek—. No me di cuenta de los rumores y murmullos de aquel domingo por la mañana. Supongo que me había confiado demasiado en mi estilo de liderazgo».
Todo comenzó aquel domingo por la tarde.
Primero, hubo una serie de correos electrónicos. Todos eran negativos, aunque el tono variaba en intensidad. Un miembro de cinco años sugirió amablemente: «Usted debería habernos advertido un poco». En el otro extremo, un miembro de setenta y tantos años atacó directamente al pastor: «¡Lo que ha hecho es herético! Debería avergonzarse de sí mismo. Creo que necesitamos ejercer un voto de no confianza contra usted». El resto del correo electrónico incluía otras ochocientas palabras, pero ya usted comprende la esencia.
Las cosas andaban mal. Muy mal.
Derek perdió la cuenta de los correos electrónicos, las reuniones y las llamadas telefónicas aquella semana. Entre todas, no había una voz de apoyo. Dejó de abrir el Facebook después de ver varias publicaciones que arremetían contra él.
El pastor sabía que lo había arruinado todo. «Violé mis propios principios de liderazgo —expresó—. En las iglesias establecidas en las que serví, siempre he realizado los cambios de manera gradual. He tratado de no sorprender a la gente, y de obtener la mayor participación posible —hizo una pequeña pausa—. Supongo que tuve un período de locura temporal», concluyó, pero solo medio en broma.
Derek sabía lo que tenía que hacer. Supuso que era demasiado tarde para traer el viejo púlpito de vuelta. El daño ya estaba hecho, y él realmente quería acentuar su estilo más informal. Determinó que el próximo domingo ofrecería una disculpa formal a la congregación.
El pastor entró algo turbado en el centro de adoración el domingo siguiente. No se sorprendió de ver a la gente haciendo comentarios entre dientes. No le sorprendió sentir la tensión en la habitación. Y no se sorprendió al ver muchos ojos mirando en dirección al púlpito.
Sin embargo, sí se sorprendió por lo que vio cuando miró al lugar donde estaba el púlpito. Cuando siguió aquellas miradas hacia el podio, Derek soltó un grito ahogado. Para sorpresa suya, constató el motivo de los murmullos de ese domingo.
El viejo púlpito estaba de vuelta.
Muchos miembros sostienen que la siguiente respuesta realmente sucedió. De hecho, afirman que se escuchó tan alto que toda la congregación se detuvo en una conmoción silenciosa. Todos alegan haberla escuchado. De hecho, algunos de los miembros señalaron que la pregunta del pastor se parecía más a un lamento de agonía. «¿Quién me movió el púlpito?».
Las consecuencias
Cuando hablé con Derek sobre este incidente, él estaba en su noveno año en la Iglesia del Redentor. Había sobrevivido a la crisis, aunque a duras penas.
«Lo que es realmente decepcionante —me expresó el pastor—, es que hayamos perdido probablemente dos años de impulso y ministerio efectivos. Hemos estado muy enfocados hacia dentro abordando este problema».
El pastor todavía está procesando la cuestión. Expresó: «Por un lado, realmente no puedo creer que los miembros estuvieran tan preocupados por algo como un púlpito. No creo que se hubieran molestado tanto si hubiera predicado herejías en mi sermón. Simplemente no tiene sentido».
Le preguntamos a Derek qué hizo inmediatamente después de que trajeran el viejo púlpito de regreso. Su respuesta fue suave pero honesta: «Me enfadé muchísimo». Podríamos asegurar que, aunque habían pasado dos años, todavía había dolor y pesar. «Pensé que me había ganado el derecho de hacer algo tan sencillo como cambiar un púlpito —se lamentó; respiró hondo y continuó—: No era tan sencillo como pensaba».
Primer fallo: no orar
Derek estaba totalmente dispuesto a realizar un diagnóstico sobre esta crisis. El pastor era un aprendiz en desarrollo. Ahora que la Iglesia del Redentor había comenzado a recuperar impulso, él estaba contento de evaluar lo qué había fallado.
«Puedo decirle fácilmente cuál fue mi primer disparate —comenzó—. Cada vez que dirigí un cambio en esta iglesia, lo inicié en oración». Le pedimos que ahondara. «En todos los demás cambios —nos señaló—, pasé unas dos semanas orando al respecto antes de siquiera mencionárselo a alguien más. Esta vez actué sin oración».
Derek no había terminado de explicar. «Luego le pedía a algunos de los verdaderos guerreros de oración en la iglesia que lo pusieran en oración— continuó—. Hay alrededor de ocho de estos hombres y mujeres que tienen un corazón y una pasión por la oración intercesora. Esta vez les pasé por encima».
Hizo una pausa. Era como si Derek captara la gravedad del error que había cometido. «Comencé en mi propia fuerza —comentó casi en un susurro—. Me había vuelto tan confiado y arrogante en cuanto a mi propio liderazgo, que al parecer pensé que esta vez no necesitaba a Dios. Es una locura. Absolutamente una locura».
Segundo fallo: no evaluar las consecuencias imprevistas
Derek admitió saber que, para muchos miembros de la iglesia, el viejo púlpito era un asunto emocional. «Lo que no puedo creer —expresó—, es que nunca me pregunté cómo respondería la gente ante este cambio. Debería haberlo previsto mejor».
Uno de los principios del liderazgo en cualquier organización, sobre todo en una iglesia local, es la ley de las consecuencias imprevistas. Esta indica que cualquier cambio significativo en una organización producirá reacciones que van mucho más allá del cambio en sí mismo.
El pastor no había considerado las consecuencias de mover el púlpito. Aunque sabía que existían antiguos y profundos vínculos emocionales con el púlpito, no consideró cómo las reacciones podrían impactar la iglesia. Derek pensó que podía asegurar el éxito con la fuerza de su personalidad.
Tercer fallo: no comunicar
En una ocasión un pastor me preguntó cuánto debía comunicar un tema importante en la iglesia. Mi respuesta fue: «Mucho más de lo que lo está comunicando ahora». Para ser franco, no sabía en realidad cuánto se comunicaba con la congregación. Simplemente sé que si algo es importante para la iglesia, toda comunicación será de provecho.
Derek nunca comunicó este tema a la iglesia. Nunca explicó sus razones. No compartió con la gente sobre su estilo de predicación en desarrollo. Simplemente lo hizo. Y pagó un gran precio.
Cuarto fallo: no abordar los problemas con las personas
«Si tuviera que señalar mi error garrafal —compartió Derek—, este sería no abordar los problemas con las personas. Me equivoqué en la etapa inicial, en la intermedia y en las consecuencias».
Aunque pensé que sabía a dónde él quería llegar, le pedí que me explicara en más detalles.
«No conseguí apoyo en la etapa inicial —respondió—. Sé quiénes son las personas que más influencia ejercen en la iglesia. Yo solo me abrí paso a empujones». Luego Derek me señaló dónde se quedó corto más adelante en el proceso.
«Tuve mi oportunidad cuando entré en el centro de adoración aquella mañana —comenzó—. Debido a que estaba tan enfocado en mí mismo, tuve aquella reacción visceral. Exclamé “¡¿Quién me movió el púlpito?!”. Debí tomarme un tiempo para admitir mis errores esa mañana y compartir con la congregación por qué había cambiado los púlpitos».
Me imaginé su conversación sobre las consecuencias. Él la confirmó. «Sí, realmente empeoré más las cosas en los días y semanas que siguieron —confesó—. Me estaban haciendo añicos en las redes sociales, por correo electrónico, en reuniones y por teléfono. Vaya, los miembros de la iglesia pueden ser realmente malos. Sin embargo, en lugar de liderar, entré en un retraimiento emocional».
Eso nos lleva al quinto fallo que Derek reconoció.