GuíaBurros: El Hinduismo

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EL HINDUISMO

Sobre el autor


Sebastián Vázquez ha estado vinculado al mundo del libro durante más de treinta años. Fue editor durante veinte años y director de Arca de Sabiduría, colección especializada en textos clásicos de las religiones y filosofías de Oriente. Ha colaborado en distintos medios de comunicación y actualmente imparte cursos y seminarios sobre el pensamiento heterodoxo y religiones, especialmente la egipcia.

Es autor de El Tarot y los dioses egipcios; Enseñanzas de la Tradición Original; GuíaBurros: La salud emocional en tu empresa; GuíaBurros: Cómo perjudicarse a uno mismo; GuíaBurros: Budismo; GuíaBurros: Cuentos de Oriente para Occidente; GuíaBurros: La sabiduría de las grandes religiones; GuíaBurros: Espiritualidad y autoayuda; GuíaBurros: El Camino de Santiago y el juego de la oca y GuíaBurros: La impostura de la nueva era. Es coautor junto a Ramiro Calle de Los 120 mejores cuentos de la tradición espiritual de Oriente y Los mejores cuentos de las tradiciones de Oriente y, junto a Esther de Aragón de Rutas Sagradas y GuíaBurros: Rutas por lugares míticos y sagrados de España. Es autor de las novelas Por qué en tu nombre y El karma del inspector González.

Desde hace algunos años organiza viajes por España y otros países como parte integrante de los cursos que imparte, especialmente a Egipto para profundizar en su religión y enseñanzas desde la perspectiva de la tradición espiritual y del pensamiento esotérico.

Su blog es: Tradicionoriginal.com

Agradecimientos

A todos los que los que no han sucumbido a esta era llamada de Kali yuga, la era de la confusión, de la ignorancia, de la injusticia, del egoísmo, de la falta de moral y honradez en reconocimiento a su enorme coraje y ejemplo.

Hinduismo
Introducción

El hinduismo es la religión activa más antigua que existe sobre este planeta. Sin embargo no es una religión tal y como concebimos, por ejemplo, las religiones del Libro, pues es más bien la agrupación y fusión de distintas ideas, enseñanzas y prácticas de índole filosófica y espiritual que se han ido formando como un cuerpo común a lo largo de milenios. Así mismo, el hinduismo carece de un fundador y tampoco existe ni una iglesia organizada ni ninguna autoridad formalmente reconocida. Sus textos fundacionales son variados, en fondo y forma, y provienen de fechas muy alejadas entre sí. También su práctica es muy distinta, ya que difiere muchísimo la que puede tener un devoto de la terrible Kali, de la de un seguidor del benevolente Ganesha, o la de un yogui o un estudioso del advaita vedanta. Tal es la riqueza y diversidad de este cuerpo de conocimiento espiritual identificado como una misma religión que, al menos, data del año 3000 a. de C.

El hinduismo empieza a formarse cuando, alrededor del 1500 a. de C., se produce la llegada a la actual India de pueblos indoeuropeos arios que se encuentran con los habitantes autóctonos dravídicos del sur. Esto dio como resultado una fusión de creencias, prácticas y dioses que formaron la base principal de una religión conocida como brahmanismo, o religión védica, origen de lo que después se ha llamado hinduismo. La llegada de estos pueblos que traen sus propios cuerpos de creencias, dioses y ritos es el motivo de que la religión védica comparta con otras religiones elementos comunes, especialmente con el zoroastrismo. Valgan los ejemplos del soma,1 la bebida de la inmortalidad de los dioses, también presente en el Avesta iraní, o la figura del dios Mitra, presente en ambos credos. Valga como ejemplo también del trasvase de mitos la enorme similitud entre el dios hindú Kama, señor del amor, la sensualidad y del sexo, con el griego Eros, pues a ambos se les representa con un arco y flechas que disparan a los que quieren convertir en amantes.

Es después de Buda, sobre el año 500 a. de C., cuando se produce el tránsito entre la antigua religión védica hasta el hinduismo actual, conservando elementos del pasado, renovando otros y creando algunos nuevos. Este cambio se debió no solo a lo que significó doctrinal y socialmente la aparición del budismo, sino también a un rechazo popular cada vez mayor al enorme poder de la casta sacerdotal de los brahmanes y a la complejidad que habían adquirido sus ceremonias, rituales y sacrificios.

En la actualidad, a pesar de que el hinduismo está localizado en un marco geográfico muy centralizado en la India, se calcula que hay alrededor de 1600 millones de hinduistas en el mundo, lo que representa alrededor del 16 % de la población mundial. Por tomar una referencia, el número de católicos en el mundo es de unos 1300 millones.

Hasta la colonización de la India por los ingleses, lo cierto es que en Occidente solo se tenía un vago y confuso conocimiento de la espiritualidad hinduista favorecido por la carencia de textos traducidos a idiomas occidentales, a la propia complejidad de sus contenidos y a lo alejado que estaban los contextos culturales de la India respecto a los imperantes en Occidente. Pasado un tiempo y poco a poco, se procedió a la traducción al inglés de sus principales obras y el hinduismo comenzó a ser conocido de modo más general. Así, con el transcurso de los años, conceptos como karma o reencarnación, o prácticas como el yoga o la meditación, empezaron a ser tan familiares como comunes.

Sin embargo, sobre todo en lo que se refiere a sus aspectos más complejos y profundos, lo cierto es que muchas de las enseñanzas hinduistas —valgan los ejemplos de las ideas de karma y de la reencarnación— nos han llegado muy banalizadas y, en la mayoría de las ocasiones, separadas de sus contextos filosóficos y espirituales a modo de adaptación a nuestra idiosincrasia o, peor aún, metidas forzosamente en nuestros propios sistemas de creencias o mezcladas de modo artificial con otras ideologías. Esto ha llevado muchas veces a la confusión y a una mala comprensión de estas ideas.

La propia definición de “religión hinduista” pertenece al siglo XIX, ya que sus fieles y practicantes llaman al conjunto de sus enseñanzas, ritos y prácticas Santana Dharma, literalmente “la enseñanza eterna”. Pero por encima de esa diversidad y complejidad, por encima de ritos, ceremonias, prácticas o creencias, el hinduismo es capaz de aportarnos una sabiduría extraordinaria y ofrecernos una serie de recursos de enorme valor, que de un modo eficaz proveen al individuo de herramientas extraordinariamente útiles. Desde la práctica de dhyana2 —la forma más antigua de meditación y en la que se basan todas las demás— o hasta la práctica de los distintos yogas, pasando por el advaita vedanta, el caudal de conocimiento que muestra el Dharma3 es gigantesco.

Fue más o menos a partir de la década de los sesenta del siglo XX cuando grandes figuras como Aurobindo, Sivananda, Ramakrishna, Vivekananda, Maharishi, Ramana Maharsi o Nisargadatta, cada uno desde su propia visión y singularidad, empezaron a ser conocidos en Occidente, siendo a través de ellos como nos llegó el conocimiento tradicional del hinduismo desde fuentes más puras y conectadas a raíces tradicionales y clásicas.

Estas páginas que van a leer tienen como fin el acercar los valores más importantes del hinduismo a un lector no necesariamente versado tomando como referencia uno de los textos fundamentales de su literatura espiritual: el Ashtavakra Gita 4 o Canto del Ser, siempre procurando atender a los aspectos más filosóficos y trascendentes que a los históricos y sociales.

El Ashtavakra Gita está formado por una serie de diálogos entre un gurú, Ashtavakra, y su discípulo, el rey Janaka. Es este uno de los grandes textos de sabiduría de la humanidad y en él se muestra el hinduismo de un modo tan preciso como contundente. Esta forma literaria de diálogo entre maestro y discípulo la volveremos a encontrar de nuevo en el Bahgavad Gita, posiblemente la obra más importante del canon hindú.

El Ashtavakra es uno de los textos cumbres de la filosofía vedanta, concretamente del advaita vedanta, y se data aproximadamente en el siglo V a. d. C. La escuela advaita,5 o de la no dualidad, es uno de los seis darsanas6 o sistemas filosóficos del hinduismo y su principal exponente, difusor, compilador y consolidador fue Sankara, un sabio del siglo VIII.

La doctrina advaita vedanta se basa en el concepto de “Uno sin segundo”, es decir, la unicidad absoluta de todo en el Uno sin que pueda existir ninguna dualidad. Únicamente hay Uno sin ninguna posibilidad de “dos”. La dualidad solamente es una apariencia, es el resultado de una deficiente percepción y de la acción de la mente que divide ese Uno. En esa división, que es irreal, es donde aparece la falsa idea de un “yo” separado del Uno.

En estos textos se evidencia que para que la sabiduría espiritual se muestre en toda su extensión y grandeza, hace falta un gurú. En el hinduismo resulta imprescindible esta figura del gurú o maestro para alcanzar el mejoramiento físico, psíquico y, sobre todo, el crecimiento espiritual que conduce a la liberación, así que empezaremos tratando brevemente este concepto.

 

El gurú y la energía gu ru

Es preciso exponer algunas ideas sobre el confuso término de gurú o maestro espiritual para intentar aclarar ciertas cuestiones sobre esta función tan importante en el hinduismo. Lo primero que hay que entender es que el maestro ha de integrarse dentro del contexto de una tarea que en la mayoría de tradiciones espirituales se hace imprescindible, bien para la adquisición de una destreza o conocimiento, bien para la aspiración de alcanzar un crecimiento espiritual. Esto, en el ámbito de una religión, se revela como lo más importante, de ello se comprende el respeto y la trascendencia que la figura del gurú o maestro tienen dentro de la “enseñanza eterna”. Su principal tarea es la desvanecer las sombras, gu, por medio de la luz, ru.

Estas son algunas de las características comunes de un gurú:

 Un maestro o gurú lo es tanto por el “estado espiritual” que ha alcanzado como por su función. Para ejercer esa función debe de estar situado en una condición espiritual elevada, si no la ha alcanzado no puede reconocer los pasajes y etapas por los que transitan sus discípulos y, por tanto, no puede guiarlos.

 Un maestro emana una energía espiritual particular fruto de su estado interior. El propio término gurú también expresa esta energía, una energía que lleva al discípulo desde la oscuridad, gu, hasta la luz, ru. Esta energía forma parte de él y, por así decirlo, la genera. Por este motivo, la presencia de un maestro es siempre benéfica en sí misma, tanto en su función de maestría como en su expresión más humana.

 La maestría es un estado interior que no implica necesariamente la dedicación a la guía de discípulos. Un estado espiritual alto lleva asociado un nivel igualmente alto de conocimiento, sabiduría y conducta ética. Un maestro no puede evitar generar esa energía espiritual al igual que una rosa no puede evitar emanar su perfume.

De igual modo, al contrario de lo que pueda suponerse, la mayoría de las veces un maestro trata de que su condición pase lo más desapercibida posible y suele esconder sus carismas. Sencillez, naturalidad o humildad suelen ser características comunes de un gurú.

Respecto a la relación con sus discípulos también hay unas señales que los identifican como verdaderos gurús:

 Raramente intervienen en la vida personal de sus discípulos aunque les puede proporcionar consejos o referencias de conducta ética. No son terapeutas ni consejeros. Se supone que alguien que inicia la vía de la realización de sí mismo posee los recursos y capacidades para gestionar su vida de un modo suficiente y sano en términos psíquicos y psicológicos. Un gurú siempre respetará la libertad de su discípulo si bien le exigirá la disciplina, la sinceridad y el compromiso frente a él como maestro y frente a sí mismo como discípulo.

 Un gurú evita siempre la emulación o imitación de sus gustos, actos, etc., por parte de sus discípulos. Esta pulsión imitativa suele estar presente muchas veces en la conducta del discípulo. Esto es básico comprenderlo ya que precisamente la tarea del discípulo es realizar aquello que él es en su totalidad y deberá hacerlo partiendo de su individualidad. Por último, hay que añadir que un verdadero gurú siempre evitará y rechazará cualquier impulso devocional hacia él. Pedirá respeto, amistad, simpatía y corrección en la relación frente a él, pero rechazará actitudes inmaduras de devoción o movidas por la fantasía.

La función de un maestro7 es la de conducir al discípulo a la realización del Sí Mismo. Para ello también dota al discípulo de herramientas eficaces de crecimiento espiritual y lo nutre con su energía.

Respecto a las cualidades necesarias para convertirse en discípulo estas son: libertad, sinceridad frente a sí mismo, discernimiento, inocencia y coraje, entendiendo coraje como aquella capacidad necesaria para ejercer la disciplina en el trabajo interior frente a la desidia, apatía, cansancio, autocomplacencia, etc.

Hay una conocida frase que dice “cuando un discípulo está preparado aparece el maestro” y se refiere a que solo cuando una persona alcanza una madurez espiritual es capaz de reconocer a un gurú y su función. Cuando alcanza la madurez y aparece un maestro primero ha de reconocerlo, lo cual no es fácil en absoluto, pues a menudo no suelen responder a los cánones estereotipados y, como hemos dicho, esconden sus carismas mostrando aspectos humanos que velan su naturaleza con el fin de que el discípulo “afine” su percepción. Llegar a la condición de discípulo significa ser capaz de distinguir la condición de la maestría. Una persona inmadura espiritualmente no es capaz de distinguir ni al maestro ni a la maestría y, como en cualquier otro aspecto de la vida, los resultados muestran la realidad: al lado de un verdadero maestro se crece espiritualmente. Todo esto se muestra de modo diáfano en el Ashtravaka Gita, en donde dialogan un verdadero maestro8 y un verdadero discípulo dando como resultado la realización espiritual de este último.

Una vez abordada la importantísima figura del gurú, pasemos a repasar algunos de los principios fundamentales del hinduismo.

Los principios básicos del hinduismo y sus dioses

Todos conocemos esa forma de saludo clásico tan común en la India en el que una persona junta sus manos en su pecho y se inclina respetuosamente frente a otra persona. Este saludo se llama namasté y significa: saludo a la divinidad que hay en ti. Esa divinidad individuada es llamada Atman9 o, en lenguaje occidental, el Ser. La divinidad única es Brahman, el Uno, esta divinidad también se concibe como Realidad o lo Absoluto.

Dentro del complejo y variado panteón hindú destaca la principal trinidad formada por los grandes dioses del hinduismo Brahma, Visnú y Shiva, conocida como Trimurti. Esta Trimurti es la que va reemplazando a los dioses védicos más antiguos hasta que se establece como “gobierno” principal que sustituye a las treinta y tres primitivas divinidades védicas que, a su vez, en el hinduismo sufren una evolución.

Sin embargo, antes de la Trimurti, hay un principio, el “Ser Único” llamado Brahman.

BRAHMAN. Es el Origen, el Todo, el Uno. Se expresó como un vacío. Ese vacío es, asimismo, la esencia de Todo. Es en él que surgieron las tres energías primordiales o principios: Brahma, Visnú y Shiva.

Dentro de la pureza filosófica del hinduismo, podemos ver también su condición monoteísta, ya que los dioses, incluida la Trimurti, son expresiones de ese principio llamado Brahman. El momento en el que Brahman, desde ese vacío, desciende a la existencia, es cuando se muestra como la Trimurti. Este Brahman es definido en los textos como “la única y existente Realidad”.

Brahma (el principio creador), junto a Visnú (el principio conservador) y Shiva (el principio destructor y renovador), forman la Trimurti.

BRAHMA. Es el principio creador del mundo que se acompaña de un aspecto femenino llamado Sakti. Brahma se crea sí mismo a partir de un huevo dorado que surge de las aguas primordiales. Cuando ese huevo eclosiona, aparece por un lado el paraíso, por el otro la tierra y entre ambos los cielos. La tierra creada se llamaba Sarasvati y era bellísima, por lo que Brahma la deseó, pero ella empezó a transformarse para esconderse de Brahma y tomó la forma de una vaca, pero él la encontró y adoptando la apariencia de un toro mantuvo relaciones sexuales con ella. A continuación, Sarasvati adoptó la forma de una yegua y el la de un caballo y, así, tomando ella las distintas formas de las criaturas como hembra y él uniéndose a ella como macho fue como engendraron a todos los seres vivientes. Cuando Sarasvati se escondía de su padre daba vueltas a su alrededor y este, para verla siempre, hizo que le crecieran las cuatro cabezas con las que se le representa. Una para cada dirección y, para poder actuar en cada una de ellas, también dispuso de cuatro brazos.

SHIVA. Es la actividad destructora de todo lo que ya no es funcionalmente útil y, por tanto, necesita ser renovado. De esa destrucción, nace un orden nuevo creado, por lo que Shiva también posee ese aspecto. Su creación renovadora la lleva a efecto a través de la ejecución de una “danza”; esa danza aporta el necesario movimiento, un orden armónico y el adorno de la belleza. Shiva posee el “tercer ojo”, con el que ve todo: pasado, presente y futuro; ese tercer ojo puede aniquilar con su fuego. Shiva tiene también una condición ascética. Es el señor de las serpientes y muchas veces adorna su cuello con una cobra. Tiene como esposas a Parvati, amorosa, dulce y sensual (factor constructivo) y a Kali la poderosa guerrera que destruye y devora aliada con el tiempo (factor destructivo) y que es la gran enemiga de todo lo maligno. Kali no deja de ser un aspecto de Parvati.

El símbolo de Shiva es el falo o lingam. Uno de sus hijos es el benefactor elefante Ghanesa. Uno de sus avatares principales es el mono Hanuman. Shiva es la parte izquierda de Brahma.

VISNÚ es, con Shiva, la otra fuerza de la Trimurti. Representa la actividad conservadora, la bondad y la compasión. Es la parte derecha de Brahma. Posee conocimiento, energía, resplandor y capacidades sobrenaturales. Se le representa de color azul y con cuatro brazos con los que sostiene los cuatro pilares del mundo. Visnú guarda y preserva el fruto de lo conseguido evitando su pérdida. También se le representa como el loto azul y sentado sobre él. Su mensajero es el pájaro Garuda, que tiene forma de águila gigantesca. Su esposa es Laksmi, la señora de la belleza y la buena fortuna. En el hinduismo se considera que Visnú ha tenido diez manifestaciones cuando su presencia ha sido necesaria en el mundo, bien por necesidades evolutivas de la humanidad, bien porque esta podía sufrir algún peligro ante el mal. Las principales son Rama y Krishna, siendo este último su avatar10 principal.

Conocida la Trimurti veamos algunas otras deidades importantes del panteón hinduista.

RAMA. Es la séptima encarnación o manifestación en el mundo de Visnú y es el protagonista heroico del Ramayana, la gran epopeya épica en verso de la literatura hinduista atribuida al poeta Valmiki (siglo III a. de C.). Representa la conducta ética, la verdad y la acción correcta además del sacrificio de su deseo personal en beneficio del bien común. Está muy vinculado a Hanuman, el dios mono, del que hablaremos más adelante.

KRISHNA. Es la octava encarnación de Visnú. Del mismo modo en que Rama es el protagonista del Ramayana, Krishna lo es del Bagahvad Gita, en donde disfrazado de auriga aconseja al guerrero Arjuna.

Krishna, además de juicioso, es la representación del amor divino y de la alegría que dicho amor porta. Es señor de la música. Se le llama también Govinda, pastor de vacas, y su hermano Jalaludha era agricultor. Es también el amante de las gopis, las pastoras, entre las que destacó la bella Radha. Vemos que Krishna es la otra cara de la moneda respecto al recto y severo Rama, pues en Krishna hallamos el sabor del gozo de la vida. Se le representa como un bello adolescente de piel azul y tocando su flauta.

VARUNA. Es el soberano del mundo, el gran dios organizador con el poder de hacer y deshacer, por lo que es severo y poco compasivo. Es el creador del maya y se le representa con una cuerda con la que tiene atada a la humanidad. Dado que es el señor del maya, en su mano están los prodigios y los milagros. Es el señor de ritos y sacrificios y se encoleriza si estos no se hacen adecuadamente. Es el responsable de las catástrofes naturales y las enfermedades, pero también puede conceder la paz y devolver la salud.

YAMA. Es el primer hombre, que unido a su hermana Yami crea a la humanidad. También es el primer muerto; el primero en conocer a la muerte y al que se le abren las puertas del inframundo, siendo, por tanto, conocedor de sus misterios. Él se encarga de ir a la búsqueda de aquellos a los que ya se les acaba la vida y los guía. Como señor de los muertos, también lo es de los infiernos. Su nombre significa también “prohibición” y conduce al castigo infernal a los que en vida se han saltado sus prohibiciones y no han cumplido el dharma. Por el mismo motivo controla el karma tanto de los seres humanos individual como colectivamente.

 

GANESHA. Es el dios con cuerpo humano y cabeza de elefante señor de la sabiduría, de las artes y de las ciencias. Es, con seguridad, el dios más popular de la India. Es hijo de Shiva y Parvati y se le pide ayuda para eliminar los obstáculos de la vida y se le venera como figura protectora. Habitualmente se le ofrece leche como ofrenda. También es señor de la abundancia. Ganesha se mueve a lomos de una rata que lo transporta y que le lleva a todas partes. Esta rata, que representa las pasiones humanas más bajas, le sirve y está bajo su gobierno. Suele tener cuatro brazos y en cada uno de ellos lleva un instrumento que le identifica, siendo los más comunes: una soga, un hacha, un dulce y una maza de oro. Desde otra perspectiva se ve en él la capacidad de alcanzar la iluminación.

HANUMAN. Principalmente es el compañero y sirviente de Rama y también goza de enorme popularidad. Concede poder y fuerza. Además es un dios solicitado por su ayuda y poder mágico de curación. Sus mitos están repletos de actos solo posibles para los grandes dioses. Se le representa con doce brazos en los que lleva distintos objetos que muestran su fuerza y su capacidad de servicio.

INDRA. Es el señor de los cielos y de las fuerzas celestiales: del trueno, del rayo, la lluvia y las tormentas. Indra encarna los fenómenos que se presentan como obstáculos ante aquel que busca la realización, por eso es el señor de los sentidos y se muestra celoso frente a los que aspiran a la iluminación. Se cuenta que era el que mandaba a las bellas prostitutas celestes a los yoguis para seducirlos. Indra se emborracha con el soma, la bebida sagrada de los dioses que procura la inmortalidad y se desplaza por medio de un elefante blanco de tres cabezas, grande como una montaña. Es el invencible señor de la guerra y rey de los devas o dioses menores. Su lucha y victoria contra el demonio-serpiente Vritra salvó al Sol y con él a la humanidad, ya que desde entonces hay orden en los cielos. Su cuerpo está lleno de ojos con los que ve todo.

KAMA. El señor del deseo y la sensualidad y especialmente del amor y del placer sexual. Por su acción se mueve la rueda samsara, el ciclo de muertes y nacimientos. Su labor se centra en excitar el deseo de los seres humanos. Para ello usa un arco de azúcar con el que dispara flechas de amor hechas de flor de loto.

LAKSMI. Esta bella diosa es la representación de la fortuna, de la gracia y de la benevolencia cuyos pechos son como flores de loto. Se la suele representar sentada sonriente encima de un loto. Es la esposa de Visnú y también se muestra como caprichosa e inquieta. También representa la liberación del ciclo de muerte y reencarnaciones.

PARVATI. Es la sensual y amorosa esposa de Shiva. Ella lo atrae con su fuerza sensual y sus juegos para alejarlo de su tendencia al ascetismo. Ella es la mantenedora del hogar y la familia. Se la asocia a las montañas, especialmente con los Himalayas, pues parvat significa montaña, Es la madre del benefactor Ganesha. Tanto Kali como Durga son solo aspectos diferentes de Parvati.

KALI. Es la diosa terrible de la destrucción. Su aspecto es terrorífico y se la suele representar de color negro y con un rictus feroz en el rostro, de cuya boca sobresalen su larga lengua y colmillos. Está en pie sobre un cadáver decapitado, con una espada ensangrentada en una mano y con unas cabezas cortadas en la otra que a veces también lleva puestas en un collar. Siempre sedienta de sangre, la bebe en un cuenco hecho de un cráneo. Pero es ella, Kali, la guerrera que se enfrenta a los demonios y la que lucha contra el mal, al que asusta con su aspecto terrible. Es también la señora del tiempo.

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