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Reposo divino para la inquietud humana
Samuele Bacchiocchi

Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.
Índice de contenido
Tapa
Prólogo
Capítulo I - El sábado, mensaje de nuestro origen Parte I : Valor del sábado
1. Bases para una fe universal
2. Celebración de los orígenes de la humanidad
3. Inauguración de la historia humana
Parte II: Teorías sobre el origen del sábado
1. Origen en torno a la época de Moisés
2. Ocupación de Canaán
3. El exilio
Parte III: El sábado de la creación
1. Objeciones y objetores al sábado de la creación
2. El sábado de la creación en las Escrituras
3. El sábado de la creación en la historia
Conclusiones
Capítulo II - El sábado, mensaje de la Creación perfecta Parte I: La creación del sábado
1. Implicaciones
2. Celebración de una creación perfecta
Parte II: Celebrar la Creación
1. Descansar como si toda nuestra obra hubiese sido hecha
2. Renovar la fe en el Creador
3. Deleitarnos en la Creación
Capítulo III - El sábado, mensaje de amor divino Parte I: Las bendiciones del sábado
1. Significado de la bendición del sábado
2. La bendición del sábado en la experiencia del maná
Parte II: La santificación del sábado
1. Significado de la santidad del sábado
2. La santidad del sábado: un vínculo
Parte III: La norma de trabajo y descanso
1. El trabajo como bendición de Dios
2. El descanso como bendición de Dios
Parte IV: Celebrar las buenas nuevas del sábado
1. Recordar el sábado
2. Trabajo y descanso
Capítulo IV - El sábado, mensaje de alianza Parte I: El pacto como alianza entre Dios y el hombre
1. Conceptos bíblicos
2. El concepto de Pacto
3. El sábado como símbolo de alianza
Parte II: Razones por las que Dios escogió el sábado como símbolo del pacto
1. Propiedad
2. Santidad
3. Incorruptibilidad y universalidad
4. Renovación del pacto bautismal
5. Espiritualidad
6. Compromiso
7. Redención
Conclusión
Capítulo V - El sábado, mensaje de redención Parte I: El sábado y la redención en el Antiguo Testamento
1. La bendición y la santificación del Sábado
2. El sábado como descanso
3. El sábado como liberación
Parte II: Significado redentor del sábado en el Nuevo Testamento
1. El discurso de Nazaret
2. Las primeras curaciones en sábado
3. La mujer tullida
4. El paralítico y el ciego
5. Recogiendo espigas en sábado
6. El descanso del Salvador
7. El sábado en Hebreos
Capítulo VI - El sábado, mensaje de servicio Parte I: El sábado como servicio a Dios
1. El reposo como servicio divino
2. La adoración como servicio a Dios
Parte II: El sábado como servicio a sí mismo
1. El sábado: tiempo de reflexión
2. El sábado: tiempo de renovación
Parte III: El sábado como servicio a los demás
1. Tiempo para compartir
2. Tiempo para hacer el bien
3. Tiempo para la familia
4. Tiempo para el cónyuge
5. Tiempo para los necesitados
6. Tiempo para la recreación
Parte IV: El sábado como servicio a la naturaleza
1. La crisis ecológica
2. La bondad de la creación
3. El sábado y la crisis ecológica
Capítulo VII - El sábado, mensaje de reposo divino para la inquietud humana
1. El reposo de la creación
2. El reposo de la presencia divina
3. El reposo que libera de la competición
4. El reposo de pertenecer a Dios
5. El reposo de las tensiones sociales
6. El reposo de la redención
7. El reposo del servicio
Apéndice - Del sábado al domingo
Resumen de la tesis publicada con este título
1. Panorama histórico sobre el origen del domingo
2. La resurrección de Cristo y el origen del domingo
3. La iglesia de Jerusalén y el origen del domingo
4. Roma y el origen del domingo
5. El culto al sol y el origen del domingo
Conclusión
Abreviaturas
Reposo divino para la inquietud humana
Samuele Bacchiocchi
Título del original: Divine Rest for Human Restlessness
Dirección: Natalia Jonas
Traducción: Roberto Badenas
Diseño: Giannina Osorio
Ilustración de tapa: Shutterstock (Banco de imágenes)
Libro de edición argentina
IMPRESO EN LA ARGENTINA - Printed in Argentina
Primera edición, e - Book
MMXXI
Es propiedad. © 1980 Samuele Bacchiocchi.
© 2021 Asociación Casa Editora Sudamericana.
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.
ISBN 978-987-798-499-6
Bacchiocchi, SamuelReposo divino para la inquietud humana / Samuel Bacchiocchi / Dirigido por Natalia Jonas.- 1ª ed.- Florida : Asociación Casa Editora Sudamericana, 2021.Libro digital, EPUBArchivo digital: OnlineTraducción de: Roberto Badenas.ISBN 978-987-798-499-61. Vida cristiana. I. Jonas, Natalia, dir. II. Badenas, Roberto, trad. III. Título.CDD 248.4 |
Publicado el 28 de octubre de 2021 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).
Tel. (54-11) 5544-4848 (opción 1) / Fax (54) 0800-122-ACES (2237)
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Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación (texto, imágenes y diseño), su manipulación informática y transmisión ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia u otros medios, sin permiso previo del editor.
Prólogo
Han pasado ya 21 años desde la publicación de la primera edición de Reposo divino para la inquietud humana. Si bien fue publicada independientemente por el autor, en Estados Unidos, esta obra trascendió fronteras y se ha convertido en un clásico acerca del sábado, tanto dentro de la iglesia Adventista del Séptimo Día como en otros círculos cristianos..
El autor de este extraordinario libro fue Samuele Bacchiocchi. Se destacó como el primer no católico en obtener su doctorado de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, recibiendo la máxima distinción académica (Summa Cum Laude), y la medalla dorada de parte del papa Pablo VI.
Cabe señalar que su tesis doctoral abordó la declinación de la observancia del sábado en la Iglesia Cristiana temprana, junto con el surgimiento de la observancia del domingo, basado en sus investigaciones en las bibliotecas del Vaticano. Este libro es fruto de esa investigación, y de años de posterior profundización y enseñanza en el área de la Teología y la historia eclesiástica.
Todo esto hace de este libro una obra magistral única. Es una presentación práctica de cómo el sábado (día de reposo, culto y servicio) puede ser la solución para algunos de los problemas más urgentes de nuestro tiempo. Es un estudio del significado y el mensaje del sábado para el cristiano de hoy. El propósito del autor es mostrar, mediante un análisis detallado de los diferentes significados del sábado, de qué manera Cristo puede dar, en ese día, descanso, gozo y paz a nuestra vida.
Cada uno de los siete capítulos es una joya de valor incalculable, que brilla por su belleza y su contenido sin par, cautivando el interés del lector. Se suceden en orden lógico, como la estructura arquitectónica de un edificio de siete plantas, unidos y trabados íntimamente unos con otros.
En el último capítulo, se recapitulan las bendiciones disponibles para todo aquel que guarde el sábado en espíritu y en verdad. El sábado es valioso. Es de vital importancia para el pueblo de Dios. Trae reposo divino para la inquietud humana. El gran desafío que Dios nos dirige hoy es proclamar y demostrar mediante el ejemplo y la palabra, a creyentes y no creyentes, cómo el don divino del sábado puede traer paz y descanso permanentes para nuestra vida angustiada y oprimida.
Considerando el impacto que tuvo este libro en su momento, y el valor y la riqueza de su contenido siempre vigente, la Asociación Casa Editora Sudamericana decidió publicar esta nueva edición en español. Al hacerlo, se mantuvo mayormente el formato del original, incluyendo las notas de pie de página que, como se verá, difieren levemente del estilo habitual de los libros de ACES.
Creemos que esta obra será de gran bendición para todo el que la lea. Tratándose de un tema tan importante como el sábado y su observancia, no puede faltar en ninguna biblioteca adventista y de todo estudiante serio de las Escrituras. No solo resalta la verdad bíblica del sábado, sino también cómo podemos experimentar personalmente las bendiciones del sábado.
Que Dios pueda utilizar este libro para llamarnos a todos a volver al principio básico del sábado y, así, encontrar el verdadero reposo proveniente de Dios para nuestra inquietud y ansiedad humana; es el sincero deseo de
Los editores
Nota del traductor:
La traducción de las referencias bíblicas sigue, en general, las versiones Reina-Valera (1960) y Dios Habla Hoy (1979). Pero, con el fin de conservar la estrecha correspondencia entre texto y referencias bíblicas que tiene el original, nos hemos permitido emplear en cada ocasión aquella forma que, en nuestra opinión, respondía mejor al contexto, recurriendo incluso, en algunas ocasiones, a nuestra propia traducción. Con ello esperamos haber sido fieles tanto a la idea del autor como al texto de las Escrituras.
Capítulo I
El sábado, mensaje de nuestro origen
La obra de Alex Haley, editada y llevada a la pantalla con el titulo de Raíces, ha cautivado a millones de lectores y espectadores. Probablemente Haley nunca soñó que su novela incitaría a tantos estadounidenses a buscar sus raíces ancestrales en los archivos y las bibliotecas de todo el mundo.
Este rastreo ansioso en las raíces del propio linaje es quizá síntoma de una búsqueda más profunda: la búsqueda del sentido de la vida. El deseo de poder reconstruir su propio árbol genealógico puede reflejar el anhelo del hombre por descubrir no solo sus raíces sino sobre todo el significado de su propia vida. Lo que más teme el intelectual de hoy no es la destrucción total, sino la total falta de sentido de su existencia. La ciencia y la tecnología modernas nos han proporcionado extensa investigación, abundancia de bienes de consumo, comunicación inmediata e innumerables inventos. Sin embargo, lo que puede dar sentido a la vida no es la extensión de la investigación sino la profundidad del pensamiento; no la cantidad de los objetos, sino la calidad de los objetivos; no la rapidez de las comunicaciones sino la solidez de las convicciones; no la ingeniosidad de las ciencias sino la validez de las creencias.
El sentimiento de desencanto, vacío, alienación y falta de sentido experimentado por tantos pensadores actuales no puede ser superado por medio del reencuentro con las más profundas raíces del hombre, o por un inteligente desarrollo de un mejor sistema económico, científico y político; se necesitaría el redescubrimiento de una fe enraizada más allá de los límites de lo humano. Una fe tridimensional capaz de abarcar el origen trascendente del hombre, el sentido de su presente y su destino último.
Parte I : Valor del sábado
1. Bases para una fe universal
El valor del sábado para el hombre de hoy reside en su capacidad para sustentar esa fe tridimensional. Las facetas del sábado que vamos a estudiar engloban la Creación, la Redención y la restauración final; el pasado, el presente y el futuro; el hombre, la naturaleza y Dios. Si, como acertadamente decía Paul Tillich, “todo símbolo participa de la realidad que representa”,1 la simbología cósmica del sábado proporciona al creyente moderno la base para una fe universal; una fe que abarca realidades pasadas, presentes y futuras.
El lugar más lógico para comenzar nuestra investigación acerca del mensaje trascendental del sábado y su valor para hoy es el relato bíblico de su origen. Generalmente, el origen de una institución determina su importancia. En efecto, las primeras declaraciones encontradas en el registro bíblico acerca de este tema, y de cualquier otro, pueden ser consideradas como la clave de todo su posterior desarrollo. En la Biblia, el origen del sábado está explícitamente relacionado con el hecho de la Creación. El estudio de la estructura del primer relato de la Creación (Gén. 1:1-2:3) revela, como veremos en el próximo capítulo, que el séptimo día representa la majestuosa culminación de la Creación. Según el relato bíblico, en los seis primeros días Dios creó los espacios (cielo, tierra y mar) y los habitantes de esos espacios (peces, aves, animales terrestres y el hombre); y después, “el séptimo día terminó Dios lo que había hecho, y descansó. Entonces bendijo el séptimo día y lo declaró día sagrado, porque en ese día descansó de todo su trabajo de creación” (Gén. 2:2, 3).
2. Celebración de los orígenes de la humanidad
No es nuestro interés inmediato sumergirnos en las profundas implicaciones teológicas de lo que Dios dijo e hizo en relación con el sábado, sino evaluar el significado del séptimo día en el contexto cronológico del relato en cuestión. Es significativo que el pasaje acerca del séptimo día esté situado en el punto divisorio entre el final de la primera narración de la Creación (Gén. 1:1-2:3) y el principio de la segunda, especialmente centrada en el hombre y su primer hogar (Gén. 2:4-25). Esta ubicación del séptimo día como línea divisoria le confiere la función particularmente importante de celebrar e inaugurar la historia humana.
En el primer relato de la Creación, el séptimo día es presentado en estrecha vinculación con el origen de la pareja humana, precediendo inmediatamente a la formación y la bendición de esta como culminación última de la Creación (Gén. 1:26-31). De hecho, el origen del hombre y del sábado no solo aparecen en íntima secuencia, sino también son tratados con mayor extensión que cualquier otro acontecimiento de la Creación. Esto muestra, a la vez, la importancia y la interdependencia de ambos asuntos.2 El primer día completo en la vida de Adán fue el séptimo, día que empleó, como legítimamente podemos suponer, no trabajando sino celebrando junto con su divino Autor la inauguración de la Creación completa y perfecta. Esta suposición se basa en la declaración bíblica de que el hombre fue creado para vivir según la “imagen” y el ejemplo de su Creador (Gén. 1:26). Así pues, en el cuarto Mandamiento, el precepto de trabajar y descansar está argumentado en la responsabilidad que el hombre tiene de seguir el plan establecido por Dios en la semana de la Creación (Éxo. 20:8-11). Además, el Señor mismo declaró enfáticamente que “el sábado fue hecho para el hombre” (Mar. 2:27). La palabra hebrea usada para hombre es “Adam”, término que designa tanto a una persona específica (Adán) como al conjunto de la humanidad (ver Gén. 5:2). En el primer relato de la Creación, el séptimo día marca la celebración del origen de este mundo en general y del hombre en particular. Por eso Filón, el gran filósofo judío, se complace en llamar al sábado “el aniversario del mundo”,3 y Ralph Waldo Emerson lo llama “el jubileo del mundo”.4 Por la misma razón, hemos designado el sábado en este capítulo con el titulo de “mensaje de nuestro origen”.
3. Inauguración de la historia humana
La segunda parte del texto sobre la Creación (Gén. 2:4-25),5 que describe detalladamente el origen y los albores de la historia de la humanidad, también aparece íntimamente relacionada con el séptimo día, puesto que se inicia en el contexto de esta institución. El relato, de hecho, comienza inmediatamente después de la celebración del primer sábado (Gén. 2:2, 3) con la palabras “estos son los orígenes (toledoth) de los cielos y de la tierra” (Gén. 2:4a). Toledoth puede traducirse tanto como “generación”, u “origen”, como por “informe”, “relato” o “historia”. Esta última opción es adoptada por la versión Dios habla hoy, en donde se lee: “Esta es la historia de la creación del cielo y de la tierra”.
¿Por qué el relato del principio de la vida humana toma como punto de partida la institución del sábado? Eminentes especialistas reconocen en este texto la intención del autor de vincular la historia de la salvación directamente con la institución del séptimo día.6 En el libro del Génesis, la historia del pueblo de Dios aparece jalonada diez veces por la expresión toledoth (“generación”, “historia” u “origen”) y el primer hito se encuentra situado en relación con el séptimo día.7 ¿Por qué? Indudablemente porque ese día celebra la inauguración de la historia de la humanidad. Una segunda razón se puede inducir del hecho de que la semana de la Creación, con su culminación en el día séptimo, provee la unidad de tiempo adecuada para medir el desarrollo de la historia expresada en su secuencia cronológica. Más adelante veremos que el sábado regula la historia no solo cuantitativamente sino también cualitativamente, al centrar la atención en la acción redentora de Dios manifestada en y a través de su pueblo. Este breve análisis muestra que, según el testimonio bíblico, el origen del séptimo día como sábado está enraizado en el hecho de la Creación. Su función consiste en conmemorar la culminación de la Creación e inaugurar la historia humana; o dicho en otras palabras, celebrar el origen del hombre.
Parte II: Teorías sobre el origen del sábado
Antes de analizar las abarcadoras implicaciones del relato bíblico acerca del origen edénico del sábado, debemos prestar atención a las otras explicaciones acerca del inicio de la celebración del séptimo día que han sido propuestas desde el siglo XIX. Sin menospreciar necesariamente el valor del texto bíblico, a menudo los historiadores han preferido rastrear los orígenes del sábado en fuentes extrabíblicas limitándose a “las cosas que el historiador puede ver” y dejando de lado “las cosas que no se ven”. Los resultados de esas investigaciones distan mucho de ser concordantes. Las diferentes hipótesis que han sido planteadas, como veremos, no solo adolecen de inseguridad, sino también implícitamente han reforzado, por contraste, el valor de la explicación bíblica.
Las teorías más destacadas sitúan el origen del sábado: (1) en torno a la época de Moisés, (2) después del establecimiento de Israel en Canaán, y (3) en torno al exilio babilónico. Las principales razones aducidas para esos orígenes del sábado podrían ser clasificadas como (1) astrológico-astronómicas, (2) socioeconómicas, y (3) mágico-simbólicas.
1. Origen en torno a la época de Moisés
Saturno. La teoría del origen mosaico del sábado se apoya principalmente en el supuesto de la influencia mesopotámica de períodos de siete días relacionados con el planeta Saturno y las fases de la Luna. Una antigua teoría, todavía en boga, hace derivar el sábado del Antiguo Testamento del día de Saturno observado por los kenitas (o ceneos), una tribu con la que Moisés entró en contacto por matrimonio en ocasión de su estancia en Madián (Juec. 4:11, 17).8 Se ha supuesto que el día dedicado a Saturno era un día tabú en el que los kenitas, que trabajaban los metales, no encendían sus hornos de fundición. Los israelitas habrían adoptado el día tabú kenita y habrían extendido sus requerimientos a todas las demás tareas domésticas. En apoyo de esta hipótesis, se ha presentado la prohibición de hacer fuego en sábado (Éxo. 35:3; Núm. 15:32-36), día supuestamente consagrado al culto de Sakkut y Kaiwan (Amós 5:26), presuntos nombres del planeta Saturno.9
El error básico de esta hipótesis está en que se apoya en el supuesto de que los kenitas tenían una semana de siete días dedicados respectivamente a los dioses planetarios. Sin embargo, lo que hasta hoy sabemos es que la introducción de la semana planetaria ocurrió mucho más tarde, aproximadamente al principio de la Era Cristiana.10 Además, no existe ninguna indicación en el Antiguo Testamento o en la antigua literatura hebraica que relacione de algún modo el sábado con el culto de Saturno.11 Por esas razones, entre otras, la hipótesis kenita es desechada hoy prácticamente por todos los especialistas.12
Las fases de la Luna. La teoría lunar, que vincula el origen del sábado con los días asociados a las cuatro fases de la Luna y/o con los plenilunios, ha gozado de mayor popularidad. Esos días disfrutaron aparentemente de cierto significado religioso en la antigua Mesopotamia, el lugar de origen de Abraham. La prueba de la existencia de tales días suele extraerse principalmente de un calendario asirio que fue encontrado y luego guardado, entre otras tabletas cuneiformes, en el Museo Británico en 1869 por el asiriólogo George Smith.13 Este calendario, que parece ser la transcripción de un original babilónico mucho más antiguo,14 enumera los treinta días de un decimotercer mes, o mes intercalar, y señala los días 7, 14, 19, 21, y 2815 de ese mes como días úmé lemnúti; es decir, desfavorables o nefastos (dies nefasti). En ellos, el rey, el sacerdote y el médico debían abstenerse de realizar ciertas actividades para no ofender a los dioses.16 El origen de esos días nefastos es atribuido por algunos entendidos a las cuatro fases de la Luna, que se producen aproximadamente cada siete días.17 Según ellos, los hebreos habrían derivado su sábado del antiguo ciclo lunar mesopotámico.18 La mención del sábado al lado de la luna nueva en el Antiguo Testamento es presentada como un vestigio del origen lunar de esa celebración.19
Esta teoría, aunque aparentemente sugestiva, después de un análisis más profundo revela por lo menos tres inconsistencias. En primer lugar, dado que la duración del mes lunar (lunación) no es de 28 días (4x7) sino de más de 29 (un período que no se puede subdividir en cuatro semanas de siete días cada una),20 cualquier relación entre el séptimo día y las fases de la Luna debe no debe ser considerada primariamente original, sino como un desarrollo secundario. En segundo lugar, si los babilonios contaban los días nefastos en ciclos civiles “semanales” (cosa que aparentemente nunca hicieron), sus ciclos tenían por fuerza que interrumpirse al principio de cada mes, puesto que el primer día (umu lemnu, o 7° día) ocurría ocho o nueve días después del último día nefasto (28° día) del mes anterior. Esta diferencia en el número de días del ciclo dependía de que el mes lunar anterior tuviese 29 o 30 días. Un ciclo tan irregular, subordinado al comienzo fluctuante de cada mes lunar, difícilmente pudo dar origen al ciclo semanal hebraico, formado por semanas invariables de siete días, contados independientemente del ciclo lunar o solar. En tercer y último lugar, no se ha encontrado todavía nada en los textos cuneiformes que indique que los babilonios usaran esos días nefastos como divisiones “semanales” del tiempo para fines civiles. Los preceptos conocidos para esos días afectaban solamente al rey y a los sacerdotes, y no al pueblo en general.21 Además, este no era el único ciclo “semanal” vigente en Babilonia, pues existen frecuentes referencias a la “división del mes en seis partes, comportando un ciclo semanal de cinco días”.22 En contraste con esto, el sábado hebreo (no nefasto sino sagrado) fue siempre tenido como la única división del tiempo, tanto religiosa como civil, y fue observado como festividad por la comunidad entera.
Šabattu. En varios documentos acadios de la antigua Mesopotamia aparece el término šabattu, que tiene un sorprendente parecido fonético con la palabra utilizada en hebreo para designar el sábado (šabat). El término aparentemente designaba el decimoquinto día del mes; es decir, al día de la luna llena. Un ejemplo, aproximadamente de la época de Abraham se encuentra en la famosa epopeya de la Creación llamada Enuma Elish (5:18), donde Marduk dice, dirigiéndose a la Luna: “Al principio del mes, alzándote sobre la tierra, tus luminosos cuernos durarán seis días. Al séptimo día serás (media) corona. En el šabattu, te opondrás (al Sol) a la mitad del mes”.23 ¿Qué significado se atribuía a dicho día? Aparentemente, el šabattu, o día del plenilunio, estaba consagrado al dios lunar Sin, que ocupaba un lugar destacado en el panteón babilónico.24 En varias tablillas, el šabattu es definido como ûm nûh libbi, expresión traducida comúnmente por “día del descanso del corazón”, o “día del apaciguamiento”.25 El šabattu era, por consiguiente el día de la luna llena, cuando presumiblemente los dioses eran apaciguados o aplacados.26 La semejanza aparente entre el šabattu acadio y el šabat hebraico, así como la asociación existente en el Antiguo Testamento entre el sábado y la luna nueva, han llevado a algunos historiadores a deducir que el sábado, en su origen, no era una festividad semanal sino mensual, relacionada con la celebración de la luna llena. La transformación del sábado mensual en semanal se habría realizado mucho más tarde, en tiempos de Ezequiel, como respuesta a una necesidad de descanso.27
La notable ingenuidad de tal teoría ha sorprendido a algunos eruditos. Karl Budde, por ejemplo, manifiesta su desacuerdo con tan infundada hipótesis indicando que no hay “una sola palabra en Ezequiel que prescriba ningún nuevo modo de celebrar el sábado. Al contrario, Ezequiel se queja constantemente (20:12; 22:8, 26; 23:38; 44:24) de que durante muchos años [...] Israel ha fallado en la observancia del sábado en su significado tradicional”.28 Los defensores de la teoría de la luna nueva también ignoran textos tan antiguos como 2 Reyes 4:23 y 2 Reyes 11:4 al 12, que hablan del sábado más de dos siglos antes de la época de Ezequiel.29 Además, esos eruditos no consiguen explicar cómo un “sábado mensual” pudo convertirse en un día semanal de descanso y adoración, totalmente al margen de la luna llena. Si los israelitas hubiesen observado realmente durante siglos la luna llena, ¿por qué no se conservan vestigios de esa observancia? Esta teoría ignora además que el plenilunio, en hebreo, no se llama šabat sino kese (Sal. 81:3), un vocablo sin ninguna relación etimológica con el šabattu acadio. Todo da a entender que el mes lunar babilónico (con sus días nefastos y su šabattu) no ha ejercido ninguna influencia directa en el origen del calendario y del sábado hebraicos. También corrobora esta conclusión el hecho de que los nombres de los meses en hebreo no tengan ninguna similitud con los babilónicos.30 Cualquier semejanza etimológica o ideológica entre los šabattu, días nefastos de Babilonia, y el sábado de los hebreos debe ser explicada, por consiguiente, sobre la base de una herencia semítica común. El pueblo babilónico y el hebreo estuvieron relacionados entre sí lingüística y culturalmente, y ambos pudieron fácilmente haber derivado sus conceptos acerca del sábado a partir de una fuente común. Sin embargo, como ocurre con los relatos de la Creación (Enuma Elish) y del Diluvio (Epopeya de Gilgamesh), también el sábado de la Creación pudo haber sido deformado y convertido de un día sagrado en un día nefasto relacionado con las fases de la Luna. Pero, una evolución de este tipo sugiere no tanto una derivación como un deterioro del sábado original. Desde luego, en el šabattu, o día nefasto babilónico, no se encuentra ningún vestigio de los elevados propósitos y valores humanos expresados en el sábado bíblico.
Períodos de siete días. Varios documentos mesopotámicos antiguos mencionan acontecimientos o celebraciones que duraban un período de siete días. Por ejemplo, dos inscripciones atribuidas al rey Gudea de Lagash (cuidad-Estado de Mesopotamia), quien gobernó en el siglo XXI a.C., relatan unos actos de dedicación de un templo que duraron siete días y citan la instalación de unas estelas que también duró siete días.31 En las historias mesopotámicas del Diluvio, la duración de la tormenta fue de siete días y el primer pájaro fue enviado afuera siete días después de que el barco encallase en una montaña.32 Basándose en estas referencias y en otras similares,33 algunos historiadores han creído poder afirmar, “sin la menor sombra de duda”, que el sábado del Antiguo Testamento deriva de una antigua semana mesopotámica de siete días.34 Sin embargo, tan osada afirmación se funda más en suposiciones que en hechos. Los argumentos en favor de una primitiva semana babilónica, según el famoso arqueólogo Siegfried H. Horn, “son desde luego exiguos, especialmente si se tienen en cuenta los cientos de miles de documentos cuneiformes encontrados en el valle de Mesopotamia. Si los antiguos sumerios, babilonios o asirios hubiesen tenido una semana como la de los hebreos de los tiempos bíblicos, o si le hubiesen conferido al séptimo día de tal semana un valor sagrado, ciertamente habrían dejado constancia de ello”.35