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Cuando la realidad está lejos

Se ha señalado que la realidad descarga en las nubes… será relámpago para el sordo y trueno para el ciego. En otras palabras, nuestras modalidades perceptivas determinarían en gran medida el qué y el cómo vamos a percibir.

Las dificultades para acceder al conocimiento han adquirido las formas del sofismo, del escepticismo, del solipsismo, del idealismo, del constructivismo, etc. Cada una de estas opciones epistemológicas, plantea algún obstáculo para el conocer; ya sea en el tema de la existencia de la realidad, o bien de las posibilidades de acceder a su conocimiento.

Las posturas escépticas varían en su grado de escepticismo. En su versión más radical, la doctrina "antirrealista" sostiene que el sujeto cognoscente no puede – bajo ninguna circunstancia – obtener conocimiento acerca de una realidad independiente a él. Más bien el observador produce, inventa, crea, construye, y narra en su lenguaje, sus propias realidades subjetivas (Held y Pols, 1985; Pols, 1992a). "Para los antirrealistas, las propias operaciones cognitivas del observador, y las construcciones teóricas, lingüísticas o narrativas producidas por esas operaciones, siempre alteran o distorsionan – en la experiencia – la verdadera naturaleza del objeto a conocer; haciendo que todo conocimiento sea inescapablemente subjetivo o relativo" (Held, 1995, p. 7).

En este contexto epistemológico, no existe la "verdad". Cada cual tiene "su" verdad, y cada "verdad" es igualmente respetable. Es un asunto de perspectivas diferentes, de interpretaciones individuales, de ópticas distintas, igualmente respetables. Calzan muy bien aquí los conocidos versos de Campoamor: "nada es verdad o mentira, / todo es según el color / del cristal con que se mira".

Análisis descriptivo

El alcance de nuestro conocimiento ha generado debates desde hace ya muchos siglos. En un sentido descriptivo, se puede señalar que, el idealismo, ha privilegiado el mundo de las ideas por sobre el mundo de lo material. En su acepción más radical, postula que nunca conocemos seres independientes del conocimiento; lo que hace que el objeto del conocer no poseería otra existencia que la meramente ideal; y solo conocemos ideas sin correlato más allá de nosotros mismos.

Diversas versiones del idealismo comenzaron a ser planteadas tempranamente. Durante el siglo v a.C., los sofistas griegos cuestionaron la posibilidad de que hubiera un conocimiento fiable y objetivo. Giorgias, uno de los principales sofistas, afirmó que nada puede existir en realidad, que si algo existe no se puede conocer, y que si su conocimiento fuera posible, no se podría comunicar. A su vez Protágoras, otro sofista, sostuvo que ninguna opinión de una persona es más correcta que la de otra; porque cada individuo es el único juez de su propia experiencia. Posteriormente, Platón sostuvo que la realidad es una mera sombra de las ideas; y que las ideas son fundamentalmente reales, por ser formas puras y perfectas. Según Platón, las cosas que uno ve y palpa, son copias imperfectas de las formas puras. Para Platón, la experiencia sensoria solo aporta información difusa, y no puede ser una fuente de conocimientos precisos.

En el siglo xviii George Berkeley (1685-1753), desarrolló una perspectiva más radical del idealismo, argumentando que todo lo que existe es, en último término, mental. La existencia del mundo material no sería más que una ilusión. Para él, el acto de percepción es un prerrequisito para la existencia: ser es ser percibido. Por lo tanto, ningún objeto material, ninguna realidad externa existe, más allá de su creación a través de los procesos mentales. Berkeley niega la existencia de algo distinto de la mente, y de los fenómenos mentales.

En una línea que guarda cierta relación con el idealismo, el constructivismo enfatiza la naturaleza activa y proactiva de toda percepción, aprendizaje y conocimiento. "La característica más central del constructivismo es la afirmación de que todo fenómeno cognitivo – de percepción, de memoria, de consciencia y de resolución de problemas – involucra procesos activos y proactivos. En términos menos técnicos, el organismo es un participante activo tanto de su propia experiencia como del aprendizaje" (Mahoney, 1991, p. 100).

En su formulación más radical – la cual no todos los constructivistas comparten – el constructivismo cuestiona definitivamente el "supuesto simplista" de que el orden con el cual tomamos contacto pertenezca efectivamente a la realidad. Desde esta perspectiva radical, el conocimiento pasa a ser tan solo una teoría acerca del ambiente; puesto que, en un sentido estricto, no tenemos acceso a realidades sino a través de nuestro propio sistema nervioso, o de los significados construidos por nosotros mismos. "La realidad es evidente a través de significados construidos, los cuales configuran y organizan la experiencia. Puesto en términos más simples, el significado es la realidad" (Duncan et al., 1990, p. 569; las cursivas son nuestras).

El filósofo italiano Giambattista Vico (1668-1744), es reconocido como el primer constructivista. Vico sostiene que los seres humanos solo pueden conocer lo que ellos mismos crean. En su libro Ciencia Nuova (1725), enfatiza que los seres humanos crean un orden en su experiencia, proyectando categorías familiares sobre particularidades no familiares. Vico sostiene que conocer es hacer, lo que implica un acto constructivo de conocimiento. A continuación Kant (1724-1804) da un paso más, al afirmar que nuestra mente no descubre leyes a partir de la observación de la naturaleza, sino que le impone leyes a la naturaleza.

En el marco constructivista, se ha sostenido que "gran parte de lo que creemos que conocemos acerca del mundo externo es, de hecho, conocimiento acerca de nosotros mismos" (Hayek, 1952, p. 6). Desde una teoría motora de la mente, Weimer (1977) sostiene que la realidad no está "allá afuera" sino "aquí adentro", pues sería el sistema nervioso humano el que activamente participaría en la elaboración de su propia experiencia.

Por su parte Watzlawick ha centrado su inquietud en la pregunta "¿Es real la realidad?". Para Watzlawick, toda percepción y todo pensamiento son relativos, y operan por comparación y contraste. Al preguntarse cómo sería el mundo de una persona que acepta que la realidad es total y completamente una construcción propia, responde: "Sería tolerante, se sentiría responsable y libre". Concluye que "el constructivismo no crea ni explica ninguna realidad "allá afuera"; muestra que no hay ‘dentro’ ni ‘fuera’, ningún mundo objetivo enfrentando el subjetivo, sino muestra que la división sujeto-objeto – esta fuente de miríadas de ‘realidades’ – no existe; que la aparente separación del mundo en pares opuestos es construida por el sujeto y que la paradoja abre el camino para la autonomía" (Watzlawick 1984, p. 330).

Desde otra óptica, se ha sostenido que cada sistema de lenguaje tiene su propia forma de distorsionar, filtrar y construir experiencia (Rorty, 1989). El carácter subjetivo del lenguaje ha dado fuerza a algunos planteamientos en la línea escéptica: "Lo reconozcamos o no, como psicólogos estamos siempre viendo fenómenos desde un ángulo u otro, ninguno de los cuales está nunca libre de sesgos teóricos; lo que percibimos alrededor de nosotros y cómo lo percibimos, es una función del lenguaje que empleamos" (Messer, 1986, pp. 385-386). La idea es que el lenguaje crea realidades, incluyendo problemas. "El lenguaje […] no es meramente la representación de la realidad a través de símbolos. Más bien el acto de "nombrar" objetos (hacer distinciones), crea la realidad experienciada por el observador" (Epstein y Loos, 1989, p. 409). Culminando esta línea de planteamientos, podemos recoger lo afirmado por Ludwig Wittgenstein (2007) en su libro Tractatus Logico-Philosophicus: Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo.

La Teoría biológica del conocimiento (Maturana, 1984), resulta difícil de clasificar; en el fondo, tal vez calce mejor con una especie de "agnosticismo biológico", al que habría que agregar algunos elementos de constructivismo radical. Sostiene que toda experiencia cognitiva tiene relación con el que conoce, comprometiendo su propia biología. Según Maturana, en el proceso de conocer no nos podemos escapar de nuestra biología; no se puede conocer desde la no biología. Y nuestro sistema biológico estaría abierto al intercambio energético, pero cerrado al intercambio de información. "Ciertamente, desde el punto de vista de la estructura, somos sistemas cerrados" (Maturana, 1992, p. 25). Siendo esto así, una realidad externa solo puede perturbarnos, nunca informarnos; un agente externo solo puede provocar un cambio de estado o una desintegración. La teoría sostiene que, epistemológicamente hablando, no es posible separar al observador de lo observado y que, en última instancia, el observador solo está observando los cambios de su propia biología.

Para Maturana, el ambiente solo puede gatillar un efecto. Es decir,, el efecto puede ser desencadenado, pero no determinado, por el "agente perturbador". En un sentido de fondo, el efecto es determinado por la estructura biológica de lo perturbado (Maturana y Varela, 1984, p. 64). Al no poder determinar el efecto, el ambiente no puede informarnos. Este "determinismo estructural", involucra que no podemos "saber" cómo es la realidad; e involucra también que el conocimiento "objetivo" se nos haga imposible. Desde esta óptica, se pone la objetividad en paréntesis: "Reconozco que no tengo ninguna base para suponer que puedo hacer referencia a entes que existirían independientes de mí; reconozco que la existencia depende de lo que yo hago" (Maturana, 1992, p. 22; las cursivas son nuestras). Y yo otorgo la "existencia" a través de las "operaciones de distinción" que realizo. Pero como cada cual realiza sus operaciones de distinción a su manera, la realidad se torna multiversa.

En la perspectiva de Maturana, la validez del conocimiento no se establece en función de su objetividad, como una realidad en sí independiente del observador; la validez del conocimiento está en función de cierta operacionalidad según criterios de validación acordados. Para Maturana, el conocimiento científico involucra operaciones de distinción acordadas, en función de una metodología acordada; la validación del conocimiento será función de esos consensos en los criterios de validación, y no del logro de conocimientos "objetivos" a través del proceso. Para Maturana, el postulado de la objetividad no es un postulado constitutivo del trabajo científico.

Por su parte Guidano (Guidano, 1987; Guidano, 1994,Guidano y Liotti, 1983), ingresa a la escenografía epistemológica sin andarse con "chicas". Al respecto se ha señalado que la "mirada" de Guidano – al igual que la de Freud en sus tiempos – cambió la comprensión de la experiencia humana de manera que marcó profundamente nuestra cultura (Zagmutt, 2010). Más allá de tan entusiastas considerandos, lo que es claro es que Guidano asumió que la "realidad" se nos escapa teñida por nuestros subjetivismos, y que al existir – en los seres humanos – una corteza cerebral compleja, esta a su vez pasa a "complejizar" prácticamente toda la dinámica psicológica. Parodiando nuestras propias afirmaciones, ya no calzaría nuestra afirmación que somos "simples y complejos"; para Guidano pasamos a ser "complejos y complejos".

En la perspectiva constructivista de Guidano (1987), no se concibe una realidad "única"; en esto se percibe con claridad la influencia "multiversa" de Maturana, influencia que en el tiempo será creciente. La realidad es entendida aquí como una serie de procesos que ocurren en muchos niveles. Estos niveles son diferentes unos de otros, son simultáneos, y no están subordinados unos a otros. Es decir,, la realidad es considerada como una red de procesos que están entrelazados. La perspectiva constructivista de Guidano acoge el modelo de la mente propuesto por la psicología cognitiva en general, y por las teorías motoras en particular Es así como sostiene que la mente es un sistema activo, capaz de construir no solamente el "output", sino también el "input", incluidas las sensaciones en las que se basan sus construcciones. El observador ya no se puede atribuir la posición privilegiada de alguien que se encuentra "fuera". Más aun; según Guidano (1994), toda observación introduce una red de procesos entrelazados en una distinción ordenadora, por medio de la cual las posibles ambigüedades causadas por las múltiples interacciones adquieren, a los ojos del observador, un carácter inequívoco y necesario. Cualquier observación, lejos de ser "externa" y por lo tanto "objetiva", es autorreferencial. Siempre se refleja a sí misma; esto es, refleja el orden perceptivo en el que se basa, más que las cualidades intrínsecas del objeto percibido. Para Guidano, más que representar una realidad dada según una lógica de correspondencia externa, el conocer es una construcción y una reconstrucción continuas, de una "realidad" capaz de dar coherencia al curso de la experiencia del individuo ordenador.

Aun cuando el tema epistemológico lo hemos analizado ampliamente, con ocasión de los posibles aportes post-racionalistas al sistema intrapsíquico deberemos retomarlo brevemente.

La evolución epistemológica de Guidano se fue radicalizando en el tiempo. En sus épocas más tempranas – por ejemplo, en los tiempos de Guidano y Liotti (1983) – sus planteamientos no diferían mucho de nuestro constructivismo moderado. Es así como, en esa época, estos autores suscribían la siguiente afirmación de Lorenz: "Cada unidad de conocimiento, lejos de ser una copia del mundo real, debería ser siempre considerada un producto de la interacción entre el sujeto cognoscente y el objeto conocido, ambos igualmente reales" (Lorenz, 1973, p. 5, citado por Guidano y Liotti, 1983). Posteriormente, y muy influenciado por Maturana, Guidano fue enfatizando el rol de lo multiverso y el rol "contaminante" que la dinámica psicológica del observador ejercería sobre lo observado. Poco a poco se fue embarcando en una especie de "póker de irrealidades", juego en el cual la "realidad" se va transformando en inalcanzable. De este modo, nuestra mente "activa", construye la realidad, no la descubre.

Si la realidad es multiversa, si el ser humano al "conocer" es autorreferencial, y si se percibe más bien a sí mismo, cualquier percepción de "una" supuesta realidad, queda radicalmente cuestionada. Desde esta óptica epistemológica "post racionalista", se puede "observar" demasiado poco. Se puede contaminar mucho lo observado, se puede interferir mucho la percepción, se puede distorsionar mucho lo observado, se puede procesar todo muy subjetivamente; en fin, demasiada subjetividad en juego. De conocimiento de la "realidad", nada; de acceso a "objetividades", nada; de acceso a "verdades", nada.

Por lo que no habría muchos motivos para celebrar el descubrimiento del telescopio, del microscopio, de los rayos x, del escáner, de las neuroimágenes… Para "autoobservarse" o para "autorreferirse", no hay para qué tomarse tantas molestias instrumentales. Cuando algunos estudios concluyen que los rayos x son uno de los mayores descubrimientos de la humanidad, la ingenuidad de estas conclusiones sería incomparable.

Ahora bien, si la realidad es tan multiversa, y si nosotros observamos tan poco, ¿cómo se explica tanto progreso de la ciencia, de la tecnología, de la medicina, de la astronomía…? ¿Es que Einstein, Pasteur, Galileo, Copérnico, etc., no se notificaron que la realidad era multiversa, que no la podían "descubrir", que contaminaban radicalmente sus percepciones, y que solo se podían "autoobservar"? ¿Por qué nadie le informa a la nasa que existen múltiples versiones de la luna, e innumerables versiones del planeta Marte y que, cada versión es "non cognoscible"? ¿Por qué nadie les pide a los editores de la Enciclopedia Británica que se dejen de publicar puras fantasías? ¿Por qué nadie les dice, a quienes usan automóviles, a quienes viajan en avión, a quienes usan celular, o computadores… que nada de eso "es real"? Porque para fabricar todo esto se requeriría descubrir hechos en la realidad, lo cual – según los epistemólogos post racionalistas – sería imposible.

Tal vez los post racionalistas estén ubicados en un "lugar" epistemológicamente superior; es posible, pero no lo consideramos probable. Tampoco resulta muy explicable que, desde el no conocer, puedan saber tanto.

Lo que sí está claro es que, a pesar de nuestras diferencias epistemológicas, rescatamos desde los post racionalistas algunos aportes en los cuales ellos mismos no deberían "creer".

En sus expresiones más extremas, el constructivismo radical se aproxima mucho a un idealismo radical. "El constructivismo es radical porque rompe con lo convencional; y desarrolla una teoría del conocimiento en la cual este no refleja una realidad mitológica "objetiva", sino exclusivamente un ordenamiento y una organización de un mundo constituido por nuestras experiencias. El constructivista radical ha rechazado el "realismo metafísico" de una vez y para siempre; y coincide plenamente con Piaget cuando señala que la inteligencia organiza el mundo organizándose a sí misma" (von GlaserSfeld, 1984 p. 24). Desde la perspectiva de von GlaserSfeld, somos constructores y no descubridores; y asume la postura de Kant, en el sentido que no descubrimos las leyes de la naturaleza, sino que se las imponemos. El constructivismo de von GlaserSfeld "no niega la realidad: la única cosa que hace es sostener que no se puede conocer una realidad independiente. El constructivismo no formula declaraciones ontológicas" (von GlaserSfeld, 1984, p. 127).

Argumentos "pro-escepticismo"

En el ámbito de los argumentos, éstos provienen de las más variadas vertientes. Revisaremos los más relevantes.

Una primera línea argumentativa surge de la reflexión filosófica. Sería posible sostener, por ejemplo, que lo único que nos "consta" como existente, es lo relativo a los "datos inmediatos de la consciencia", como los llamaba Bergson (1889) al enfatizar su valor cualitativo. Incluso algunas ideas innatas – perfectas o imperfectas en el lenguaje de Kant – podrían ser activadas en el mundo de la consciencia. Y, más allá del propio pensamiento, todos serían supuestos. El mundo puede existir o no, puede ser cognoscible o no; incluso podría ser una total invención del sujeto "cognoscente". Por lo tanto, la existencia misma de las cosas podría depender radicalmente de si las pienso o no; si las dejo de pensar… podrían dejar de existir.

Especulativamente, también, se podría asumir que lo único que puedo conocer es lo que me es más próximo, es decir, mis propios cambios biológicos. Desde esta perspectiva, mi experiencia pasaría a ser un mero eco – en mi biología – de las perturbaciones que sufre mi sistema biológico por supuestas estimulaciones "externas"; solo "conocería" los cambios de mi propia biología. Los supuestos estímulos externos solo podrían "perturbar" mi biología, activando cambios biológicos que son los que, en definitiva, percibo. Sobre lo que hay o no hay "más allá" de mi biología… solo podría especular. Al no poder conocer "desde la no biología", cualquier supuesta realidad tendría que adaptarse a mis modalidades perceptivas; yo nunca podría conocer las cosas como son "realmente". Esto calza bien con la aseveración "si tu única herramienta es un martillo, tenderás a percibir las cosas como si fueran clavos".

El contexto sociocultural ha aportado importantes elementos facilitadores del "alejamiento" de la realidad. Según el historiador Paul Johnson (1988), el relativismo tendió a predominar en el siglo xx. En su opinión, Marx, Freud y Einstein, formularon un mensaje con un importante contenido común: la realidad no era lo que parecía. Einstein, por ejemplo, relativizó los conceptos de espacio y tiempo. Por su parte Heissenberg, y la física cuántica, han constatado que la frontera entre sujeto y objeto pasa a ser arbitraria; a su vez el observador y el instrumento de medida inevitablemente interfieren en los procesos cuánticos. Todo esto ha derivado en actitudes de creciente escepticismo cognoscitivo.

Desde una perspectiva constructivista, Weimer (1977) ha señalado que el sistema nervioso humano no responde a modelos sensoriales pasivos, puesto que participa activamente en la construcción de su propia experiencia. Al respecto, nos comenta: "Lo que la metateoría sostiene es que no existe una nítida separación entre componentes motores y sensorios del sistema nervioso […] a partir de fundamentos funcionales; y que el ámbito mental o cognitivo es intrínsecamente un sistema motor, como todo el sistema nervioso. La mente es intrínsecamente un sistema motor, y el orden sensorio por el cual nos informamos acerca de los objetos externos y acerca de nosotros mismos, los procesos mentales de orden superior que construyen nuestro sentido común y nuestro conocimiento científico, sin duda todo lo mental, es un producto de lo que son, correctamente interpretadas, habilidades motoras constructivas" (Weimer, 1977, p. 272).

Los modelos constructivistas agregan la influencia complementaria de mecanismos "feed-forward", que sirven para preparar al organismo para posibles experiencias subsiguientes. Estos mecanismos "feed-forward" – expectativas, motivaciones y emociones, historia del sujeto "cognoscente", personalidad del sujeto cognoscente, etc. – , cuya influencia se constata desde antes de la experiencia, contribuyen a construirla.

En 1973, Heinz von Foerster advirtió que el sistema nervioso posee una cualidad inherente: todas las señales enviadas por los elementos sensoriales al córtex cerebral son iguales. A ese hecho se le denomina "codificación indiferenciada", significando que si una neurona de la retina envía una señal al córtex, esa señal tendrá exactamente la misma forma que las señales que provienen de los oídos, de la nariz, de los dedos, etc. Así, no hay entre ellas ninguna distinción cualitativa; su frecuencia y amplitud son variables, pero no existe ningún indicio cualitativo de lo que presumiblemente pueden significar. En términos epistemológicos, la contribución de von Foerster provocó una especie de terremoto; abrió la posibilidad de que la cualidad del conocimiento tenga un carácter meramente subjetivo. En apoyo de la teoría de que "imponemos las leyes", von Foerster sostiene que el sistema nervioso está organizado de modo que computa una realidad estable, impone estabilidad donde no la hay: "Nuestro sistema nervioso computa invariantes sobre estímulos permanentemente cambiantes" (1985, p. 520).

Desde la neurofisiología, se ha establecido también que la experiencia visual está altamente correlacionada con la actividad neuroquímica en el córtex visual. Sin embargo, solamente el 20% de la actividad del córtex visual deriva de impulsos provenientes de la retina. "Esos impulsos pueden influir, pero no determinan la actividad en el córtex visual. En promedio, alrededor del 80% de lo que ‘vemos’ puede ser una construcción tácita vía pro-alimentación (‘feed-forward’), generada desde el colículo, desde el hipotálamo, desde la formación reticular, y desde el córtex visual mismo" (Maturana y Varela, 1984, p.162).

Como se muestra en la visión humana, "un estímulo no causa actividad neuroquímica sino que más bien se ‘une’ a la actividad en curso, que se está generando continuamente al interior del sistema. Más aun, la mayor proporción de esa actividad es autorreferencial. Numéricamente hablando, hay diez neuronas motoras eferentes por cada receptor sensorio aferente" (Mahoney, 1991, p. 101). Esto involucraría que estamos más conectados con nosotros mismos que con el mundo externo… lo cual empobrecería nuestro conocimiento de ese "mundo externo".

Maturana fundamenta su teoría de diversas maneras. Una idea central en Maturana se refiere a que las personas buscarían "verdades" con el objeto de ejercer poder a partir de esas verdades; esto iría en la línea de "la verdad, mi verdad, me aporta superioridad y poder sobre ti". Con el pretexto del conocimiento, lo que se pretendería en el fondo es un grado de sometimiento del otro. "Yo estoy negando el orden universal. Lo estoy negando por una razón muy simple, porque lo que estoy diciendo es: ‘El orden universal es un camino explicativo. Hay muchos órdenes; todos universales pero distintos’. Y pienso que esto es un cambio fundamental, porque en la medida en que pretendo que hay un orden universal me voy a transformar en un tirano a través de decir: ‘el conocimiento dado es’, porque toda información cognoscitiva se transforma ipso facto en una petición de obediencia" (Maturana, 1990, p. 41).

Según Maturana, nuestra experiencia involucra ir realizando múltiples "operaciones de distinción"; a través de estas, la persona va separando lo señalado, como algo distinto de un fondo. Pero en la experiencia inmediata, los seres humanos seríamos incapaces de distinguir entre ilusión y percepción. Esto involucraría que, en la experiencia inmediata, no logramos distinguir entre acierto o error, entre verdad o mentira. Que en la experiencia inmediata no podamos distinguir entre ilusión y percepción, dejaría abierta la puerta para que se generen distintas "operaciones de distinción"; y abriría la opción para que cada cual genere su propia manera de conocer y de experienciar. Todo lo cual nos aleja de un "uni-verso" y nos conduce hacia el "multi-verso". Como lo hemos señalado, la realidad pasaría a ser "multi-versa" y cambiante. Esta misma perspectiva es asumida por Epstein y Loos cuando señalan: "Reconocemos la importancia de la propia construcción personal de la realidad. Vemos el mundo como compuesto de realidades "multiversas". Creemos que la realidad es continuamente inventada y reinventada, no "descubierta". Más aun, la realidad es construida a través del lenguaje" (1989, p. 412; las cursivas son nuestras).

La evidencia empírica le aporta a Maturana un importante argumento para cuestionar nuestro acceso a la realidad; nos detendremos especialmente en este punto.

Las salamandras son anfibios con cola capaces de regenerar sus partes y capaces de capturar sus presas con enorme precisión. Hacia 1943, un biólogo norteamericano – cuya identidad no es precisada por Maturana – trabajó con larvas de salamandra. A estas larvas les sacó un ojo de su "hábitat", lo separó 10 centímetros, lo rotó en 180 grados, para luego ponerlo de vuelta en su "hábitat" original. Cuando se le cubre el ojo girado, la salamandra continúa cazando con precisión; cuando se le cubre el ojo "normal", la salamandra lanza mal su lengua, y se equivoca sistemáticamente en 180 grados; cuando mira por el ojo rotado nunca caza nada, y es incapaz de corregir este error sistemático.

Para la salamandra no existe el arriba o el abajo, el adelante o el atrás… referidos al mundo externo a ella. Lo que existe es una correlación interna entre el lugar donde la retina recibe una perturbación determinada, y las contracciones musculares que mueven la lengua, la boca, el cuello y, en último término, todo su cuerpo. Maturana concluye que la salamandra no reacciona al mundo "externo", sino a una correlación interna entre la actividad de la retina y el sistema motor de la lengua. "Lo que nos enseña este experimento es que el acto de tirar la lengua y de capturar un gusano no es un acto de apuntar hacia un objeto externo, sino de hacer una correlación interna" (Maturana, 1990, p. 11; las cursivas son nuestras). Desde la perspectiva de un observador, la salamandra reacciona en función de su propia estructura biológica y no en función de la estructura del mundo externo.

Maturana señala que, con los ajustes correspondientes derivados de la mayor complejidad del sistema nervioso humano, en un sentido de fondo, nos ocurriría algo homologable al determinismo estructural que presenta la salamandra.

Asimismo, el planteamiento de Kant de que "inventamos" las leyes de la naturaleza, las regulaciones de la dinámica psicológica, etc., – en lugar de descubrirlas en la realidad – encuentra apoyo empírico en una investigación de Bavelas, citada por Watzlawick (1984). El experimentador lee una larga lista de pares de números (por ejemplo 31 y 80, 77 y 15). Después de leído cada par, la persona debe decir si los números "calzan" o no. Cuando la persona pregunta en qué sentido se supone que los números "deben calzar", se le responde que la tarea consiste precisamente en descubrir esas reglas. Poco a poco la persona va llegando a una hipótesis que se le va haciendo más y más confiable. El experimentador va declarando – con frecuencia creciente – que las respuestas son "correctas", lo cual no tiene relación alguna con la "calidad" de la respuesta. Esto va creando en la persona la convicción de que hay un orden subyacente, el cual ella "descubrió". Esta convicción puede ser tan persistente, que la persona no está dispuesta a renunciar a ella, incluso después que el experimentador le ha dicho que sus respuestas no fueron coherentes. Algunas personas se convencen, incluso, de haber descubierto regularidades de las que el experimentador no está consciente.