Czytaj książkę: «Nosotras presas políticas»
Nosotras, presas políticas
1974-1983
Sobre Nosotras, presas políticas
Obra colectiva de 112 prisioneras políticas entre 1974 y 1983.
Fueron, con, compañeras.
Compañeras: las que comparten el pan.
Eso significa la palabra, según su raíz latina
Este libro comparte, también, la memoria.
Es la obra colectiva de muchas presas de la última dictadura militar argentina.
Ellas dan testimonio de los secretos soles que escondía aquella noche.
Eduardo Galeno
Obra colectiva de 112 prisioneras políticas entre 1974 y 1983
Acompaña esta edición un archivo de consulta que podrá encontrarse en el sitio web: www.nuestramerica.com.ar Con el siguiente contenido:
* Quinientas cartas tipeadas del original, escritas desde la cárcel.
* Documento “Normas y Procedimientos carcelarios impuestosa presos por razones políticas. Años 1974 a 1983”,de Carlos Guillermo Suarez Mason, General de División. Cte Z1.
* Fotos de la cárcel de Villa Devoto.
Nota de las autoras:
De las cartas y de los poemas escritos en prisión se ha conservado la sintaxis con el propósito de resguardar su caracter de originales. En cuanto a la puntuación, fue revisada sólo en los casos en que el sentido del texto se interpretaba con dificultad.
Los nombres y apellidos de autoridades, personal penitenciario y militares, mencionados, pueden no ser precisos debido a que los relatos están basados en nuestros recuerdos.
Para Mariana y las queridas compañeras que no vieron realizarse este sueño.
El equipo
Coordinó: Viviana Beguán
Prologó: Inés Izaguirre
Socióloga. Profesora consulta UBA. Miembro directivo APDH.
Participaron en la elaboración y/o redacción: Alicia Kozameh, Blanca Becher, Mirta Clara, Silvia Echarte, Viviana Beguán.
Seleccionaron y compaginaron los testimonios, relatos y recuerdos: Silvia Echarte, Viviana Beguán
Corrigió el estilo de los relatos: Verónica Couselo Profesora de castellano, literatura y latín
Seleccionaron material gráfico: Nora Hilb, Silvia Echarte
Las cartas, los testimonios, los dibujos y poemas, como también los trabajos de selección, tipeo y corrección de las cartas, los relatos, las opiniones y los recuerdos, fueron los aportes invalorables para la realización de este libro de:
Adriana Cappelletti, Adriana Chein, Adriana Echagüe, Albertina Paz, Alejandrina Gómez, Alicia Kozameh, Alicia Wieland, Ana Ester Koldorf, Ana Romero, Beatriz Cottani, Beatriz Horrac, Beatriz Serrano, Berta Falicoff, Berta Horen, Betty Leeuw, Blanca Becher, Carlota Marambio, Carmen Ortiz, Catalina Palma, Clara Gianelli, Claudia Kon, Claudia Mazza, Cristina Bollatti, Cristina Ercoli, Cristina Guillen, Cristina Pot, Cristina Rebello, Cristina Torres, Debora Benchoam, Edelveis Gallegos, Elba Arana, Elda Menvielle, Elsa Chagra, Elsa Quiroz, Ema Lucero, Estela Cereseto, Estela Cerone, Estela Garibotto, Florencia Aramburu, Gladys Sepúlveda, Graciela Álvarez Daisson, Graciela Bofelli, Graciela Chein, Graciela Gribo, Graciela López, Graciela Meloni, Graciela Movia, Graciela Schtutman, Graciela Suárez, Graciela Taddey, Griselda Veiga, Hilda Migueles, Hilda Nava, Irene Bucco, Irma Antognazzi, Isabel Eckerl, Laura Ojeda, Lelia Ferrarese, Lilia Fernandez, Liliana Chiernajosky, Liliana Forchetti, Liliana Gómez, Liliana Moreno, Liliana Ortiz, Lucía Briones, Mabel Fernández, Mabel Grinberg, Margarita Carbajal, Margarita Irurzun, María Carrara, María Claro, María de los Ángeles Roldán, María del Carmen Ovalle, María del Carmen Sillato, María Rosa Genevois, Mariana Crespo, Marta Bertolino, Marta Candia, Marta Celano, Marta Lockart, Martina Chávez, Matilde Peralta Pino, Milagros Demiryi, Mirta Clara, Mirta Sgro, Nancy Ayala, Nelfa Suárez, Noemí Genera, Nora Carpenzano, Nora Hilb, Nora Maggi, Nora Mattion, Nora Savoy, Norma Echarte, Norma Vera, Patricia Ceunik, Perla Diez, Sandra Álvarez Daisson, Silvia Arana, Silvia Arrúa, Silvia Asaro, Silvia Echarte, Silvia Ontiveros, Silvia Zustovich, Susana Barco, Susana Gallegos, Susana Martín de Pancaldo, Teresa Caferri, Teresita Gómez, Viviana Beguán, Wanda Fragale, Zulema Aristizabal
Agradecemos la colaboración de Verónica Couselo, que dispuso su dedicación y su tiempo para realizar el trabajo de corrección de los textos.
Agradecemos el trabajo de transcripción de la conversación grabada de las “memoriosas”, de la selección y del tipeo de cartas a Irupé Domínguez, socióloga.
Agradecemos las fotos de la cárcel de Villa Devoto a Sara Kozameh. Agradecemos los aportes de Abel Bohoslavsky.
Agradecemos a todos aquellos que colaboraron para la concreción de este libro en todas sus etapas.
Adhesiones:
Alicia Dasso, Alicia Ferrer, Ana Maria Garraza, Cristina Savall, Gregoria Perez, Judit Casco, Maria Cristina Agulleiro, Maria Elena Bayola, María Leonor Gonzalez, Milagros Palacios, Noemí Benítez de Mechetti, Olga Chamorro, Patricia Traba, Rita Silva, Silvia Di Cola, Silvia Horne, Soledad García, Stella Maris Vallejos, Vilma Cancian.
Índice
Cubierta
Portada
Sobre este libro
Nota de las autoras
Dedicatoria
El equipo
Nota Editorial, por Marcelo Cafiso
Prólogo, por Inés Izaguirre
Introducción
Quiénes éramos
Capítulo 1. Años 1974-1975 Testimonios Año 1975 Cartas. Año 1975 hasta el Golpe militar del 24 de marzo de 1976 Poemas y Dibujos. Año 1975
Capítulo 2. Año 1976 Afuera Testimonios. Año 1976 El Buen Pastor, Unidad 4 Provincia de Santa Fe. Primer traslado desde el Buen Pastor a Villa Devoto, 16 de octubre de 1976 Cartas. Año 1976 desde el 24 de mar
Capítulo 3. Año 1977 Afuera Rehenes Testimonios Año. 1977 Cartas Poemas y Dibujos. Año 1977
Capítulo 4. Año 1978 Testimonios. Año 1978 Cartas. Año 1978 Poemas y Dibujos. Año 1978
Capítulo 5. Año 1979
Cartas Año. 1979 Poemas y Dibujos. Año 1979
Capítulo 6. Año 1980 Testimonios. Año 1980 Cartas. Año 1980 Poemas y Dibujos
Capítulo 7. Año 1981 Cartas. Año 1981 Poemas y Dibujos. Año 1981
Capítulo 8. Año 1982 Cartas. Año 1982 Poemas y Dibujos. Año 1982
Capítulo 9. Año 1983 Cartas. Año 1983 Poemas y Dibujos. Año 1983
Epílogo
Decretos, reglamentos, leyes 1974 a 1980
Bibliografía
Créditos
Otros títulos de esta editorial
Nota Editorial
por Marcelo Cafiso
Como editorial nos sentimos privilegiados y profundamente agradecidos ante la confianza de este grupo de mujeres para editar, por vez primera, el resultado de muchos años de trabajo colectivo.
Sabemos que ha sido una hazaña, en el cabal significado de la palabra, lograr que aquel sueño de una mujer se fuera contagiando en muchas otras compañeras que compartieron las mismas penurias como presas políticas, para darlo a conocer a través de los más vívidos testimonios.
Este libro es narrado por mujeres que vivieron ese decenio de la historia Argentina en el cual los sueños elevaban el mar hasta fundirse con el cielo para así intentar jugar con las estrellas, acariciar la luna; pero donde la marea enemiga se encargó de derrumbar el proyecto de vida colocándole rejas y muerte.
Pero ellas, encontrándose prisioneras en los claustros del horror, sentían y sienten aquello de El viejo y el mar, que en medio de la desolación y la batalla desgarradora, reflexiona diciendo: “Pero el hombre no está hecho para la derrota. Un hombre puede ser destruido pero no derrotado”.
Este es el perfume que exhalan sus páginas al abrirlas, nos han vencido, nos han destruido, pero jamás podrán derrotarnos.
No esconden nada. No se oculta el dolor, el llanto, la tortura, la muerte, la presencia permanente de la lobosidad del ser humano; y todo esto se contrarresta con la rebeldía, la desobediencia, la poesía, las postales, los dibujos, las cartas, los retratos de sus hijos, el humor y el amor que conviven en la diaria lucha de vivir sobreviviendo en los pantanos de la insensatez.
Las casi quinientas paginas de Nosotras, presas políticasy el CD con más de quinientas cartas, son una ventana sin barrotes que abren para todos este grupo de valientes mujeres; y que tanto ayer en la lucha aguerrida de los años setenta, como hoy en el batallar diario, nos ofrece su ejemplo de dignidad y vida, frente a la sinrazón de la no-vida.
Una carta escrita desde la cárcel, por Mariana Crespo, precursora de este libro, dice en uno de sus párrafos: No hemos perdido la alegría y vive encendida la confianza de que llegara el día que la felicidad será de todos. Algo me dice que volveré.
Sí, Mariana, volviste, y vuelven todas y todos, a través de este libro testimonio que enciende la esperanza por esa felicidad añorada, e ilumina para ver lo que nunca más debe volver a ocurrir; y nos impulsa a actuar, a hacer, a cambiar para lograr, con la pasión que condujo a estas compañeras de la vida a luchar por la justicia, que las nobles ideas sean, de una vez por todas, realidad en nuestras vidas.
Por su testimonio,
gracias compañeras.
Por su entrega apasionada,
gracias compañeras.
Por su ejemplo,
gracias compañeras.
Por su dignidad,
gracias compañeras.
Por su memoria,
gracias compañeras.
Porque sabemos que el dolor arranca lágrimas,
pero las lágrimas humedecen la tierra
y la tierra abre sus brazos y los cierra,
protegiendo a las semillas humedecidas,
y comienza a vibrar la vida,
que germina, germina,
desde el grito más profundo
de la muerte absurda,
del sol ocultado,
y vuelven desde mil derrotas
las mujeres y hombres
que anidan en nuestro corazón.
Mujeres compañeras, gracias.
Marzo 2006
Prólogo
por Inés Izaguirre1
Nosotras es un acontecimiento original. En todas sus dimensiones. Primero porque es un emprendimiento colectivo. En realidad todos los libros lo son, aunque en muchos casos sus autores creen que su producto es individual, y simplemente ignoran que no hay nada más social que la palabra y el conocimiento. En cambio este libro fue una tarea colectiva desde el inicio, lo cual es como mínimo original en una sociedad y en un período de imposición hegemónica del individualismo a ultranza. Fue una tarea colectiva desde que se iniciaron las acciones reales que transformaron a sus autoras en un grupo de jóvenes militantes, y luego en prisioneras políticas, o sea que comienza mucho antes de plasmarse en hojas y palabras escritas. Comienza por ser un largo emprendimiento social y político, una suma de acciones de lucha de una generación de argentinos que desde fines de los 60 se propuso construir un mundo mejor, un mundo solidario para todos y que fue derrotado en ese intento. Fue derrotado su proyecto político. Fueron militarmente derrotados por un enemigo poderoso, cuya estrategia era mundial. Pero la fuerza moral de sus componentes no fue abatida. Prueba de ello son estas 112 mujeres hoy maduras, casi todas nacidas entre el 45 y el 55, que en un momento de sus vidas jóvenes fueron prisioneras políticas, sometidas a toda clase de torturas y vejámenes en distintas cárceles y centros clandestinos del país, y coincidieron en la cárcel de Villa Devoto por decisión planificada del poder político-militar, que las concentró allí para exhibirlas como en una vidriera ante los organismos internacionales.
En segundo lugar es original por el gran número de protagonistas que recuerdan, testimonian, escriben y en aquella trayectoria –la de la prisión– se encuentran, sufren, pero además y sobre todo ríen, porque son jóvenes y están juntas, construyendo así una amistad indestructible. Este es otro proceso original que pocas veces nos es dado observar en la realidad: la creación progresiva de fuertes lazos afectivos entre un grupo grande de mujeres llegadas de todo el país, con distintas miradas políticas, distintos sentimientos religiosos, distintas culturas, distinta formación profesional, pero una misma ansia de cambio. Realizar el libro fue una decisión de un grupo más pequeño, y según lo cuentan ellas mismas, fue primero idea de una de ellas, Mariana Crespo, hace ya siete años, a la que rinden homenaje porque no llegó a verla plasmada en el papel. Articular tantas diversidades fue mérito inicial de esta compañera y de otras que le siguieron, fue mérito del conjunto, pero también efecto involuntario de la ferocidad planificada del enemigo, que en ningún momento dejó de proponerse someterlas, quebrarlas, transformarlas en delatoras, tentarlas con promesas importantes para quien ha sido despojado absolutamente de todo, en particular de los afectos más caros: los hijos, los padres, los compañeros, los hermanos.
En tercer lugar este relato colectivo tiene la originalidad de su perspectiva: está hecho desde adentro. A lo largo de mis últimos veinte años como investigadora he leído miles de testimonios, y varios cientos de libros sobre los hechos ocurridos en la Argentina como parte del proceso local y mundial de confrontación entre dos sistemas materiales de intereses y de ideas. Y aunque ha habido otros militantes que narraron sus experiencias carcelarias, y lo hicieron en conjunto,2 no existe otro trabajo donde sea posible recorrer diez años de historia argentina desde adentro de los muros de la cárcel. Si bien hubo muchas prisioneras a disposición del PEN por lo menos desde Ezeiza en adelante, el régimen carcelario va mostrando la opresión creciente. Todavía en 1974 y 1975 fueron posibles dos huelgas de hambre, pero a medida que se acerca el 24 de marzo, la cárcel se va militarizando, las rutinas carcelarias se van modificando. Y después de ese día, cuyo único indicio en la cárcel es la entrada de una gran patota uniformada corriendo e intimidando por los pasillos, aparece toda la escala de atrocidades. Desde la mayor, fusilamientos en el patio o a la salida, en un supuesto traslado, hasta la serie infinita de crueldades disciplinadoras: sacarle los bebés y los niños a las madres, prohibir las visitas de contacto, prohibir absolutamente todo, hasta la lectura, hasta guardar en los bolsillos pequeños objetos, pedacitos de tela, huesitos, tornillos, todo aquello que sirviera para hacer “trabajo manual”, que también estaba prohibido, y que empezará a recuperarse recién después de la visita de la CIDH en el 79. Las requisas en tanto, son ejercicios de brutalidad, los calabozos de castigo son pequeñas salas de aislamiento y tortura, donde se le impide a la prisionera, entre las 6 de la mañana y las 10 de la noche, quedarse con una frazada en pleno invierno, donde la obsesión carcelaria es lograr la “confesión” escrita, la delación, el arrepentimiento (de la militancia). Y cada acción de hostilidad enemiga, tiene su contrapartida en una resistencia: hacer gimnasia en menos de un metro cuadrado, leer cuentos, estudiar, contar películas, danzar, representar obras recordadas o inventadas, transmitir mensajes a través de las cañerías, hablar en horarios de silencio, discutir políticamente, escribir pequeños mensajes para el exterior, vigilar la proximidad de las guardianas.
Descubrimos también que las cárceles y centros clandestinos del interior fueron verdaderos escenarios de horror, frente a los cuales Devoto aparece realmente como un remanso deseable. Que el III cuerpo, con su cobarde general cuchillero, pero también con sus subordinados, todos igualmente capaces de asesinar a sangre fría a los prisioneros moralmente resistentes como Moukarzel y tantos otros, son, junto con Camps y con Feced, verdaderos modelos no de una subespecie particular de homínidos, sino del amplio espectro de la especie humana que se inhumaniza.
La crueldad, patrimonio exclusivamente humano, comienza con la ausencia de ternura, nos enseña Ulloa, como primer anidamiento y amparo del recién nacido, gracias, agrego yo, a nuestra densa tradición autoritaria, pero prosigue con la ausencia de ley, con la connivencia –el no ver, el mirar para otro lado– y la complicidad impune y naturalizada de todos. El eje de ese dispositivo cruel es la mentira, la mentira del poder hecho “mano dura”, hecho orden social de lo estático, donde no se concibe lo distinto, donde se niega lo diverso.
La mortificación –lo mortífero– hecho cultura, donde claudica la valentía, que deja de percibir el propio poder; disminuye la inteligencia, que se niega a conocer la realidad y el cuerpo se desadueña, pues aparece el desgano.3
¿Cómo llamaremos, después de la lectura del libro, al capellán penitenciario Bellavigna que se define “primero penitenciario antes que sacerdote”? ¿Cómo llamaremos al médico, a los médicos carcelarios, que frente a una pulmonía y una bronquitis, intentan diagnosticar mediante un tacto vaginal? ¿Y a la odontóloga que fuma y toma mate mientras arranca dientes en lugar de curarlos? ¿Cómo llamaremos a la guardiana que en el primer día de visita de dos mellicitos a su mamá, les impide verla porque lloran, asustados?
Es a la reproducción de esa serie infinita de pequeñas crueldades que debemos temer, porque no son sólo patrimonio de los “otros”. Ninguna de esas crueldades ha sido pautada ni es obligatoria: es del dominio de la inhumanidad.
La fuerza moral de “Nosotras” nos descubre hacia el final un efecto vulnerable, pero también su cura. Cuando se afloja el régimen opresor después de Malvinas, se aflojan también algunas resistencias, y algunas compañeras muy golpeadas por los años de encierro se enferman. Del cuerpo, pero también de la mente. Tienen miedo de que la nueva realidad sea mentira. El amor de todas nosotras las contiene… He allí el inicio de la cura.
No quiero concluir sin agradecerles a todas este privilegio de aceptarme en la tarea de prologar, de preceder el ingreso de muchos a este intento dramático de conocer lo inhumano, protegidos por la fuerza y la ética de la humanidad más plena.
1 Socióloga.
2 Del otro lado de la mirilla. Olvidos y Memorias de ex presos políticos de Coronda, 1974-79, Obra colectiva testimonial, Bs. Aires, Edic. El periscopio, 2003.
3 Fernando Ulloa : Nido de serpientes donde nace lo cruel. “La encerrona trágica” en las situaciones de tortura y exclusión social. Diario Página 12, 24 de enero de 1998.
Introducción
“Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos nosotros de lo que han hecho de nosotros.”
JEAN-PAUL SARTRE
En estas páginas contamos nuestra experiencia como presas políticas en la cárceles del país durante el período contenido entre los años 1974 y 1983.
Poco tiempo después del golpe de Estado de 1976, y como parte del plan de “aniquilamiento de la subversión”, los militares concentraron en el penal de Villa Devoto, en Buenos Aires, Argentina, a las mujeres que nos encontrábamos detenidas en las unidades penitenciarias de todo el país. Su objetivo fue disponer de nosotras según sus necesidades políticas y convertirnos, de esa manera, en rehenes. A partir de ese momento esta cárcel pasó a ser el lugar en el que permanecimos la mayor parte del tiempo y que, por estar situada en la Capital Federal, fue utilizada por la dictadura para mostrar una imagen de legalidad frente a las presiones que ejercían, en ese entonces, los organismos internacionales de derechos humanos, razón por la que la llamamos “cárcel vidriera”.
En ese contexto la realidad del penal encerraba una clara dicotomía: en lo formal era una cárcel con celdas prolijamente pintadas de celeste y personal que nos trataba de “señoras” y de “usted”. Pero, en realidad, se trataba de un sórdido y persistente régimen opresivo cuya máxima expresión fue la sentencia de las autoridades del Servicio Penitenciario Federal cuando nos dijeron: “De aquí saldrán muertas o locas.”
En este lugar, bajo estas condiciones extremas, llegamos a ser casi 1200 mujeres provenientes de Capital Federal, provincias del interior del país y países limítrofes. De diversas edades –desde 14 hasta 70 años– y diferentes condiciones sociales. Con un promedio de detención de 7 años, aunque hubo quienes estuvieron sólo algunos meses. Lili, por ejemplo, permaneció 14 años detenida: desde 1974 a 1987 y fue la última presa política en salir en libertad.
El primer grupo de presas, detenidas en los años 74 y 75, tenía la característica de ser, en un alto porcentaje, militantes de distintas organizaciones políticas. Inmediatamente después del golpe militar el destino de muchas compañeras fue los campos de concentración, la desaparición, la muerte y la cárcel. Desde entonces, convivimos estudiantes universitarias y secundarias, obreras, campesinas, empleadas, profesionales, amas de casa, artistas, docentes, maestras rurales, con diferentes niveles de compromiso y militancia. Esta composición fue el difícil inicio de la construcción de una convivencia solidaria donde la represión se instauró sin pausa, y se profundizó a partir del 76. Tuvieron que pasar varios años para que nos dieran el carácter de presos políticos “legales” a quienes nos encontrábamos detenidos en las cárceles del país. Y esto sucedió a partir de la visita realizada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA en el año 1979, que visitó las cárceles, nos entrevistó y exigió la publicación de la totalidad de los nombres de los que estábamos encarcelados.
En estas páginas relatamos cómo se fue construyendo nuestra vida, año a año; las múltiples formas de organización y creatividad a las que debimos recurrir para sobrevivir, para enfrentar dificultades y situaciones críticas, y cómo tuvimos que apelar a nuestra capacidad individual y colectiva con el solo objetivo de salir íntegras.
Para contar esta historia tomamos como principal testimonio las cartas que escribíamos a nuestros familiares y que fueron celosamente guardadas por ellos. Si bien eran sometidas a una estricta y explícita censura por parte de los funcionarios del penal, estas cartas permiten entrever las actitudes, los valores, las estrategias de comunicación que adoptamos para superar el aislamiento al que nos sometieron. Constituyen en sí mismas un documento que expresa cómo sentíamos y veíamos la situación en ese preciso momento, fuera de las interpretaciones políticas o afectivas que pueden hacerse a través de los años. Además contamos lo que no podíamos expresar en las cartas, la “contracara” –como le llamábamos–, la vida paralela, por fuera de los reglamentos carcelarios que entretejimos para contrarrestar el hostigamiento y la prohibición de casi todo.
Agregamos, también, documentación: las denuncias que hacíamos en esos años y que eran enviadas a organismos internacionales defensores de derechos humanos, a la Iglesia, a distintas personalidades. Documentación que volvió a nuestras manos hace apenas algunos meses.
También consideramos importante anexar los decretos y reglamentos dictados en ese entonces, que signaron nuestra vida cotidiana.
Se trata de nuestro libro, escrito y elaborado de manera colectiva, tal como fue nuestra vida entonces. Logrado luego de reuniones de las “memoriosas”, de quienes seleccionaron las cartas, de las que escribieron sus testimonios, de las más de cien ex presas políticas que entregaron sus cartas, poemas, dibujos, relatos, y de los innumerables mensajes por correo electrónico que recorrieron no sólo nuestro territorio sino también lejanos países que son hoy morada de tantas compañeras. Esta red de recuerdos individuales y grupales permitió reconstruir en nuestra memoria y en nuestros corazones la vida en la cárcel, año tras año, día tras día.
La detención, la tortura, la desaparición y la muerte de nuestros familiares, compañeros, amigos, y el régimen al que fuimos sometidas, nos dejaron profundas marcas, diferentes en cada una de nosotras de acuerdo con la experiencia personal.
Así también nos han marcado para siempre el temor al frío, la impaciencia frente a la espera, los ruidos que nos recuerdan los candados y las rejas o el carro de la comida “tumbera”, o el sonido del agua que bajaba por los caños de desagüe de las letrinas; los gritos, los golpes, los movimientos bruscos; la humedad de los calabozos con sus paredes mojadas y chorreantes, innumerables situaciones que nos resignifican la cárcel y los momentos que más nos afectaron.
Sabemos, además, que el intento de destrucción ejercido sobre nosotras ha quedado registrado en nuestras mentes, en nuestros cuerpos, en nuestros corazones; somos concientes de ello, lo llevamos a flor de piel en nuestra vida y así contamos esta historia.
La nuestra es una experiencia única en nuestro país: el momento histórico, la cantidad de mujeres detenidas por razones políticas y concentradas en un mismo penal y su resistencia, desde ese lugar, al plan de destrucción social imperante. Situación que, ojalá, no vuelva a repetirse. Aun así queremos transmitir sobre todo los valores que emergen de esa experiencia, que no tienen tiempo ni lugar, que pueden aplicarse y vivirse en cualquier circunstancia por más dura que ésta sea, y que permiten que, de todos modos, sea posible vivir con alegría.
En el año 1999 Mariana Crespo, nuestra entrañable compañera, tuvo la idea de escribir nuestra historia. Idea que fue tomada, en ese momento, por Darío Olmo, perteneciente al Equipo de Antropólogos Forenses (EAF), y por todas nosotras. Así se sentaron las bases de este libro. Hoy no contamos con la presencia de Mariana. Estas páginas son un homenaje a ella: sin su sostenida decisión de iniciar este proyecto y de reunir voluntades, con distintas necesidades, experiencias y también distintos pensamientos políticos, difícilmente lo habríamos logrado. Todas las que conocimos al “caballo loco”, como la llamábamos cariñosamente, recordamos su alegría y su dedicación para limar asperezas, para escuchar, para unir hasta lo imposible. La verdad es que la extrañamos mucho.
Este libro es por ella y por nosotras.
Por nuestros familiares, que vivieron nuestra experiencia y la sufrieron en carne propia.
Por nuestros muertos y desaparecidos, a los que no olvidaremos nunca.
Por aquellos que no conocen la historia o tienen una vaga idea de lo sucedido.
Por las nuevas generaciones, por nuestros hijos.
Han pasado tres décadas desde que se sucedieran los hechos que narramos aquí. Nuestro país es otro país y, sin embargo, cada capítulo de la Historia se alimenta del capítulo anterior. Por eso nos corresponde hoy transmitir nuestro capítulo vivido. Para alimentar la memoria, construir el presente y mirar, esperanzados, el futuro.
Nosotras