Czytaj książkę: «EL TEATRO DE SÓFOCLES EN VERSO CASTELLANO»

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INTRODUCCIÓN

EL SÓFOCLES DE AURELIO ESPINOSA PÓLIT

BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA

OBRAS DE REFERENCIA SOBRE SÓFOCLES CONSULTADAS

TRADUCCIONES Y ESTUDIOS SOFOCLEOS DE AURELIO ESPINOSA PÓLIT, S.J.

CRITERIOS DE EDICIÓN

AGRADECIMIENTOS

AURELIO ESPINOSA PÓLIT, S.J.. EL TEATRO DE SÓFOCLES EN VERSO CASTELLANO

SÓFOCLES

ESTA VERSIÓN

SÓFOCLES PARA HOY

EL SÓFOCLES HISTÓRICO

LA CATEGORÍA DE SÓFOCLES

CARACTERIZACIÓN DE SÓFOCLES

EL DRAMATURGO

EL POETA

EL PSICÓLOGO

VARONES Y MUJERES EN SÓFOCLES

LO QUE QUEDA DE LA OBRA DE SÓFOCLES

SÓFOCLES PENSADOR

EL TEATRO GRIEGO

CICLO TEBANO EDIPO REY EDIPO EN COLONO ANTÍGONA

EDIPO REY

EDIPO REY

EDIPO REY

EDIPO EN COLONO

EDIPO EN COLONO

EDIPO EN COLONO

ANTÍGONA

ANTÍGONA

ANTÍGONA

CICLO DE HERACLES LAS TRAQUINIAS

LAS TRAQUINIAS

LAS TRAQUINIAS

LAS TRAQUINIAS










INTRODUCCIÓN

A mi madre María Carmelina Calle Chauca,

por estar siempre


El triunfo de la Revolución Liberal de 1895 significó la transformación política, económica, social y religiosa de la República del Ecuador, lo que no evitó las guerras fratricidas entre varias facciones del liberalismo, que continuaron hasta finales de la primera década del siglo XX.

Aurelio Espinosa Pólit nació, de manera premonitoria, en el salón de la biblioteca de su tío, Manuel María Pólit Laso —que vivía en Quito, frente a la iglesia de san Francisco—, el 11 de julio de 1894. Fue el quinto hijo de ocho hermanos —tres mujeres y cinco varones— del hogar formado por Rafael Aurelio Espinosa Coronel y Cornelia Pólit Laso.

Rafael Aurelio Espinosa, nacido en 1860, era un prestigioso jurista de tendencia política conservadora; incluso combatió con las armas en defensa de sus convicciones en Gatazo (Riobamba), en 1895, contra las fuerzas liberales. Antes lo había hecho a través de la prensa, en 1894, al fundar, junto con el sacerdote Julio María Matovelle y su cuñado Manuel María, la revista La República del Sagrado Corazón de Jesús. Su madre, doña Cornelia Pólit, nació en 1866. Ambos educaron a sus hijos en un ambiente de sólidas creencias católicas y amor a la tierra natal.

Los cambios políticos en nuestro país marcaron el destino de la familia Espinosa Pólit, que en 1898 decidió abandonar el Ecuador y embarcarse hacia Europa con destino a Francia.

A partir de los seis años Aurelio realizó estudios en el Collège Saint-Michel de los padres de Saint-Viateur (París), en la École Libre de los hermanos de las Escuelas Cristianas en Friburgo (Suiza) y, entre 1901 y 1911, en el Collège de Notre-Dame de la Paix, regentado por los jesuitas, en Namur (Bélgica), en donde cursó seis años de Humanidades (griego, latín y retórica) —salvo el curso 1904-1905, que siguió en el Mount St. Mary’s College de Spinkhill (Derbyshire, Inglaterra)—, culminando su bachillerato el 23 de agosto de 1911. Semanas después, el 17 de septiembre, su vocación religiosa le decidió a entrar en el noviciado de la Compañía de Jesús, en Granada, donde conoció al helenista español Ignacio Errandonea, S.J., gran estudioso y traductor de Sófocles, que tuvo marcada influencia en su pasión por los clásicos. A partir de 1913 inició sus estudios humanísticos en el juniorado, ejerciendo el magisterio en las cátedras de Literatura, Latín y Griego (1918-1921) y luego (1921-1922) en la de Geografía e Historia en Chamartín (Madrid), en el Colegio Nuestra Señora del Recuerdo.

En 1922 inició la Teología en Sarriá (Barcelona), y recibió la ordenación sacerdotal el 31 de diciembre de 1924 de manos de su tío Manuel María Pólit Laso, para aquel entonces ya arzobispo de Quito, con el que coincidió en una visita a París. Su padre había fallecido el 4 de febrero de ese año.

La familia Espinosa Pólit llevó en Europa una vida discreta y al margen de los círculos sociales. Uno de los escasos visitantes a ese hogar afirmó: «Esta es casa que, siendo de seglares, se rige por los consejos evangélicos»1. Este comentario define con precisión el ambiente en el cual la pareja crio a sus hijos: todos ellos se hicieron sacerdotes y monjas.

Los primeros artículos que Aurelio Espinosa Pólit escribió tuvieron relación con su ejercicio religioso y los publicó en revistas católicas; además elaboró un breve manual para la enseñanza de la poesía latina: Compendium prosodiae et metricae latinae (1920).

Realizó varios trabajos en colaboración, todos vinculados con obras místicas o religiosas, así como varias obras de teatro; refundió, en colaboración con Manuel Martínez Ruiz, el drama religioso Las glorias del mejor siglo de Valentín de Céspedes, S.J. (1921).

Compuso los dramas religiosos Berchmans o la vocación de un santo (1921), juntamente con Joaquín Peñuela y otros discípulos del curso de Humanidades de 1919-1920; y en colaboración con los discípulos del curso de Humanidades de 1920-1921, especialmente Rafael Fernández del Villar, El ángel de la vocación (1921).

Se conocen dos poemas místicos compuestos en latín por Espinosa Pólit bajo la influencia de la lírica del poeta romano Horacio, fechados en 1915 y 1920, que recogió, como después veremos, en el volumen grupal Horatiana (1936). En 1921, por el centenario del nacimiento de Gabriel García Moreno, escribió un soneto en su homenaje que publicó al año siguiente, con una lacónica presentación de su tío Manuel María, que concluye con esta premonitoria frase:

El Ecuador cuenta en adelante con otro excelente literato y poeta de verdad; Quito puede gloriarse de otro hijo suyo, que, si bien alejado por hoy del terruño nativo, lo ama de corazón, y le hace honor2.

Ya desde su época de estudiante la traducción formó parte de sus ejercicios escolares. De esta época data una versión en tercetos castellanos de los 75 primeros versos del Canto XXXIII —que corresponde al trágico pasaje del Conde Ugolino— del «Infierno» de la Divina comedia de Dante Alighieri, precedida por una interesante disertación suya.

Otros ejercicios de traducción sobre temas religiosos fueron Inter lilia, figuras de niños, primera y segunda serie (1924), de Alberto Bessières, S.J., y El espíritu de la beata Teresita del Niño Jesús según sus escritos y los testigos oculares de su vida, por un padre de la Compañía de Jesús (1926).

Efectuó estudios clásicos desde 1927 en la Universidad de Cambridge, pero, por disposición de sus superiores de la Compañía de Jesús, en 1928, a los 30 años de ausencia, retornó al Ecuador y fue destinado al Noviciado de los jesuitas de Cotocollao, en el norte de Quito, en donde se hizo cargo de la dirección de estudios. Durante las siguientes décadas la vida de Aurelio Espinosa Pólit, a más de cumplir sus deberes sacerdotales, se consagrará a importantes aspectos de la cultura del país: la enseñanza, estudios literarios e históricos, la traducción y la crítica literaria y la elaboración de varias antologías sobre la producción cultural de nuestro país, amén de su obra de creación poética, la reflexión mística, la hagiografía... Participó además, con diversos Gobiernos del Ecuador, en actividades relacionadas con normativas y reglamentación para el ámbito educativo.

En 1929, con el padre José Jouanen, adaptó un Catecismo elemental; y de este mismo año data su decisión más importante en relación con la bibliografía nacional, cuando, siguiendo el ejemplo de su tío, el mencionado arzobispo de Quito Manuel María Pólit Laso —erudito que tradujo al francés y publicó los escritos de santa Teresa de Jesús, que realizó importantes estudios y monografías históricas y literarias y que, a más de publicaciones vinculadas a su ejercicio religioso, prologó y editó varios volúmenes de los escritos de Gabriel García Moreno y de las obras de Federico González Suárez—, juntó la biblioteca de su padre Aurelio Espinosa Coronel, conformada por volúmenes encuadernados que recogían folletos ecuatorianos, con una sección de la de su tío. A todo ello se unió la imponderable contribución económica de su madre Cornelia Pólit Laso, quien financió durante décadas la adquisición de muchos volúmenes3, así como de toda publicación o manuscrito ecuatoriano que su hijo Aurelio consideró apropiado para conformar la importante biblioteca que actualmente lleva su nombre4.

Se trata de una obra cultural de primer orden. Hasta la fecha ha llegado a contener en su espacio una biblioteca, un archivo y una mapoteca (con libros, hojas sueltas, periódicos, revistas, mapas, manuscritos, etc.). Con el tiempo la colección se ha ampliado además con un museo de arte, historia y arqueología y con un herbario.

Sabemos que actualmente la colección, mediante adquisiciones y donaciones, contiene un aproximado de 500.000 ejemplares y 7.000 títulos de publicaciones periódicas. Es el repositorio más importante del patrimonio bibliográfico ecuatoriano.

Su génesis la registró el propio P. Aurelio en el artículo «Una biblioteca ecuatoriana en el Colegio Noviciado de Cotocollao», en el cual, pese a su brevedad (3 páginas), expone, con visión ecuménica y nada partidista, un extraordinario concepto del patrimonio de nuestro país5. Cito unos párrafos:

En los labios de todos está el nombre sagrado de patria; es anhelo común contribuir a cuanto puede realzar su lustre; y quizás no se piensa que la patria es algo más que el suelo amado que nos vio nacer, que es algo espiritual que debe informar nuestra vida, y que así como se ha de defender de la invasión el suelo de la patria, así se ha de defender también el espíritu de la patria de otro enemigo más artero y más temible: la inconsciencia y el olvido.

Y ¿cómo conservar íntegro el espíritu de la patria, cómo mantener vivo y alentador el recuerdo de los héroes que la crearon y de los hombres grandes que pacientemente la formaron en el curso de esta primera centuria? Las fiestas pasan, sin dejar en pos de sí más que el dulce pero fugaz perfume del recuerdo; los monumentos son emblemas grandiosos pero mudos; la huella sensible del alma de la patria, mucho más que en ellos, está en los escritos de sus más esclarecidos hijos. El canto inmortal de Olmedo, la historia de González Suárez, las prosas de Mera y Montalvo, los versos de Crespo Toral, son algo de la patria, tanto y más quizás que los edificios coloniales y los monumentos a los próceres.

Conservar cuidadosamente estos escritos, no solamente los de los más grandes, sino cuantos han brotado de una pluma ecuatoriana, aun los más humildes; procurar de este modo reunir y ordenar todos los sillares de la que ha de ser un día nuestra tradición nacional, religiosa, histórica, científica y literaria: tal es el fin de la Biblioteca de Autores Ecuatorianos que recientemente se ha fundado en el Colegio Noviciado de Cotocollao6.

Cuando en 1930 Espinosa Pólit publicó el folleto A Virgilio en el bimilenario de su nacimiento, lo hizo con un estudio sobre el poeta latino e incluyó una versión suya en verso castellano de la Égloga novena. Con este trabajo inauguró sus publicaciones relacionadas con su pasión por la obra de Publio Virgilio Marón, que le acompañará hasta el final de sus días.

Al año siguiente, en colaboración, preparó con textos en latín y español el volumen Estudios virgilianos. Homenaje de la Compañía de Jesús en el Ecuador al poeta latino en el bimilenario de su nacimiento (1931), que contiene trabajos de varios jesuitas, entre ellos una prelección virgiliana «según la Ratio studiorum» jesuítica realizada por Espinosa Pólit, más su registro del material bibliográfico referente a Virgilio en la colección de libros que conformaba hasta aquel año la Biblioteca de Letras del Colegio Noviciado de Cotocollao. Se trataba en aquel entonces de 550 entradas distribuidas en siete secciones, que a lo largo del tiempo él contribuyó a acrecentar con sus estudios y traducciones, obras que se conservan en una sala-museo en el actual Centro Cultural Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit.

En octubre de 1931 dio la conferencia La poesía viva de Virgilio y publicó su versión al español de la oda «A Virgilio» del poeta británico Alfred Tennyson.

Sin embargo, el primer gran estudio —por dimensiones y calidad interpretativa— que publicó fue Virgilio. El poeta y su misión providencial, prologado por Remigio Crespo Toral (1932).

Esta obra se distribuye en dos partes: la primera ofrece un análisis de la literatura virgiliana y del espíritu de su poesía; y en la segunda, sumándose a una tesis literario-católica, presenta al ilustre poeta mantuano a la luz de las grandes revelaciones en el siglo de Augusto, en un papel providencial, premonitorio de la llegada de Jesús: «atisbos precristianos» los denominó el P. Aurelio. Criterios que, si no se comparten en su totalidad, plantean elementos literarios a considerar en la lectura de la obra virgiliana.

Al publicar este volumen el P. Aurelio, a más de glorificar al poeta latino, aspiraba a resucitar la afición por las humanidades clásicas a través del estudio del griego y el latín.

El ensayista español Ramiro de Maeztu realizó una sutil apreciación de esta obra, manifestando lo siguiente:

Sólo que el padre Espinosa no cree que lo esencial sea decir algo original sobre Virgilio, ni sobre nada. Acaso la parte más penetrante de su obra sea la que dedica a explicar las numerosas veces que Virgilio se sirve de uno o dos versos de Homero o de otro poeta, como lo hacían todos los clásicos entonces, porque en la Antigüedad se consideraba el plagio como una cortesía que debía cada poeta a sus predecesores, en vez de rechazarla con el desdén romántico de un Musset, que se jactaba de beber en su vaso, aunque fuese pequeño. Los antiguos pensaban, como André Chénier, que los escritos de otros poetas son «aguijones poderosos que al besarme con su llama me hacen creer con ellos».

[Virgilio] fue el poeta más dulce de la humanidad. Y esto es lo que le hace pensar al señor Espinosa en la misión providencial del poeta7.

La publicación de Virgilio. El poeta y su misión providencial propició que el P. Aurelio fuera nombrado miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua; además, determinó que el consistorio de la Fiesta Mariana de la Lira de Cuenca lo premiase el último sábado de mayo con la medalla de oro «Honorato Vázquez» de 1933, que le fue conferida en 1934.

Como parte de este fervor por la obra del autor de la Eneida publicó el folleto La ascensión espiritual de la crítica virgiliana (1933), en el que recogió, en homenaje al poeta mantuano, tres sonetos: del poeta italiano Giosuè Carducci, del jesuita francés Alexis Hanrion (vertidos al español por él) y del ecuatoriano Manuel María Palacios Bravo, los tres concienzudamente comentados.

En 1935 apareció su versión en verso castellano de Edipo rey de Sófocles, traducida directamente del griego, precedida de un prólogo. Diez años después publicó una segunda edición revisada, y hará más cambios sobre la traducción tanto en 1947 —cuando su Edipo rey aparezca, comentado, dentro de seis de sus Dieciocho clases de literatura— como en la versión definitiva de Sófocles en verso castellano (1959).

Su traducción en verso castellano de Edipo en Colono vio la luz en 1936, pero fue también revisada para su edición de 1959, incluida en las nombradas obras completas del trágico griego.

Dentro de sus proyectos humanistas, inició la difusión de sus estudios dedicados a Quinto Horacio Flaco con el trabajo El bimilenario de Horacio (1935), empeño que culminará lustros después con su Lírica horaciana en verso castellano —Odas, Epodos, Canto secular— (1953), cuya última edición, bilingüe, preparó para la Editorial Jus de México en 1960. Antes, en 1949, había publicado su traducción Doce odas de Horacio y, en 1952, cuatro de ellas en la revista Ábside de México.

Para el bimilenario de Horacio Espinosa Pólit preparó con los estudiantes de Cotocollao un volumen titulado Horatiana (1936), que abre y cierra con dos poemas suyos en latín dedicados al lírico venusino. Contiene su versión en verso castellano de 17 de sus odas e incluye al final del volumen dos composiciones místicas que mencioné anteriormente —fechadas la primera en 1915 y la segunda en 1920— de su autoría en latín, además de varias versiones y poemas originales en aquella lengua en homenaje a Horacio, a lo que se suman dos poemas en inglés de la estadounidense Florence Bennett Anderson con su correspondiente versión aureliana al latín.

Las convicciones religiosas de Espinosa Pólit le inclinaron a traducir al castellano otros diversos textos breves: composiciones sueltas o poemarios de escasas dimensiones, pero de gran contenido místico o literario.

Ejecutó, con la misma pasión e intensidad, la traducción de un par de poemas (1936 y 1938) de Victor Hugo, de La pastoral virgiliana del estadounidense George Meason Whicher (1937) —acompañada de un estudio de su autoría—, y de Siete poesías sagradas de la ya citada Florence Bennett Anderson (1937).

Tradujo también, de Joan Maragall, «La noche de la Purísima» y «La vaca ciega» (1938), poema este último ya vertido antes al castellano por Miguel de Unamuno. Y suya es también la traducción, datada en 1955, del sorprendente poema de Paul Claudel «A los mártires españoles», escrito con la intención de defender a la Iglesia católica en la Guerra Civil española y conocido en nuestra lengua gracias a las anteriores versiones de Jorge Guillén y de Leopoldo Marechal.

Con otros académicos y especialistas, en 1938 participó en un ciclo de conferencias organizado por la Universidad Central del Ecuador, como parte del curso de extensión cultural denominado «Realidades ecuatorianas». Espinosa Pólit intervino el sábado 28 de mayo con Los clásicos y la literatura ecuatoriana.

Cuando Gabriela Mistral visitó nuestro país, entre agosto y septiembre de 1938, se refirió a este valioso estudio:

Cuento entre las lecturas mejores hechas en este mes mío del Ecuador su conferencia sobre Los clásicos en la literatura ecuatoriana. Sabe usted, padre, que el tema es de mi interés más entrañable. Hemos de hacer pronto en Chile un círculo de «amigos de los clásicos» que restituya a su categoría nuestras humanidades aplebeyadas por el primarismo de los que odian los estudios humanísticos por tanto jacobinismo y por plebeyismo intelectual. Tendré la honra de referirme a su trabajo cuando vuelva ya a escribir sobre este tema de verdadero latinoamericanismo8.

Igualmente, en el mismo artículo, la poeta chilena expresó lo siguiente sobre el poemario Alma adentro (1938) de Espinosa Pólit:

Recibí también, respetado señor, su volumen de poesías, donde he sentido el calor de su fuerte vida interna y he conocido, en cuanto es dable, su alma de guía de hombres.

Algunos años después Espinosa Pólit tradujo un importante pasaje de la Historia de la Guerra del Peloponeso, el «Diálogo de Melos» de Tucídides (libro V, 85-113), con una sucinta nota:

De incontrovertible actualidad. Los atenienses necesitan o desean, para sus intereses imperialistas, tener sujetos a los melios, y vienen para arreglarlo «racional y pacíficamente». Qué valor y alcance tienen estas negociaciones «pacíficas» en labios de un país totalitario frente a otro más débil, nos lo enseña nuestra historia contemporánea, pero ya antes, hace 24 siglos, lo dijo el inmortal historiador ateniense en su interesantísimo diálogo. La historia es la maestra de la vida9.

Cabe recordar que cuando esta versión apareció (1943) se desarrollaba la Segunda Guerra Mundial, y sobre todo que, a nivel nacional, el Gobierno ecuatoriano se había visto obligado a firmar, en 1942, el denominado con pomposo y ridículo nombre «Protocolo de paz, amistad y límites de Río de Janeiro», que comportó la pérdida de amplias extensiones de territorio en favor del Perú.

En el mismo 1943 el Gobierno ecuatoriano designó una comisión para el arreglo del fondo jesuítico de la Biblioteca Nacional del Ecuador, y el P. Aurelio fue nombrado asesor para esta labor.

Entre 1942 y 1945, otra de las actividades en que desplegó grandes esfuerzos el P. Aurelio fue la de editor de las obras de nuestros clásicos, excepcional trabajo para el Instituto Cultural Ecuatoriano10 durante la presidencia de Carlos Alberto Arroyo del Río (1940-1944). Entonces formó parte de la Comisión de Propaganda Cultural del Ecuador —órgano adscrito al mencionado Instituto y encargado de las ediciones—, a cuya labor contribuyó con el cuidado editorial de cuatro de los siete volúmenes que aparecieron de la colección denominada Biblioteca de Clásicos Ecuatorianos11.

El prólogo y edición del primer volumen de la colección, Gobierno eclesiástico-pacífico de fray Gaspar de Villarroel (1943), fue responsabilidad de Gonzalo Zaldumbide, y el P. Aurelio se encargó de la traducción de los textos latinos y de poner títulos a los párrafos seleccionados en la antología.

En el volumen III, correspondiente a las Poesías y obras oratorias de Juan Bautista Aguirre, S.J. (1943), el estudio preliminar y cuidado de los textos en verso corrió a cargo de Gonzalo Zaldumbide, y del establecimiento de los textos en prosa se ocupó Espinosa Pólit.

El P. Aurelio realizó la transcripción, fijó el texto y añadió notas explicativas, filológicas e históricas, a más de la traducción de las citas en latín y en griego, para la edición de El nuevo Luciano de Quito. 1779 de Eugenio Espejo (1943), volumen IV de la colección, que apareció con prólogo de Isaac J. Barrera. Para efectuar esta edición crítica, Espinosa Pólit analizó —siguiendo instrucciones detalladas en un estudio anterior de su tío, el mencionado historiador Manuel María Pólit Laso— los tres manuscritos originales de El nuevo Luciano que existían para esa fecha.

Sus trascendentales investigaciones y estudios sobre estos clásicos permitieron definir aspectos esenciales de nuestra literatura, al punto de ser reconocidos incluso por algunos de sus opositores ideológicos, como el escritor Joaquín Gallegos Lara, quien, en un polémico artículo —en el que arremete contra el presidente Arroyo del Río, auspiciante de la colección, y varios de los miembros de la comisión encargada de la misma: Gonzalo Zaldumbide, Jacinto Jijón y Caamaño e Isaac J. Barrera—, destacó las dotes del humanista de la siguiente manera:

Hay que aclarar la bajeza con que estos clasicizantes han mezclado en este lío, en calidad de peón literario, al P. Aurelio Espinosa Pólit, sacerdote de veras, alma clara, auténticamente cristiana. Él ama los clásicos españoles y grecolatinos con hondo saber modesto. Es un traductor ágil e inspirado de Virgilio.

Para concluir:

Ellos lo pusieron a restablecer textos, utilizando sus conocimientos, experiencia e intuición. No le confiaron un prólogo. Los viles tienen tanto miedo a las almas puras como a las rebeldes12.

Al año siguiente de la publicación de este artículo, el reclamo del narrador guayaquileño, sin pretenderlo, fue atendido: en las Poesías, como parte de las proyectadas Obras completas de José Joaquín de Olmedo (1945), volumen V de la colección, el P. Aurelio se encargó de establecer los textos, el prólogo y las notas. Con ligeros cambios, esta edición aparecerá bajo el sello editorial mexicano del Fondo de Cultura Económica en 1947 como la Poesía completa de Olmedo.

Como antes señalé, el conflicto limítrofe del Ecuador con el Perú concluyó con el desmembramiento territorial de nuestro país en 1942, suceso que determinó la caída del Gobierno de Arroyo del Río en mayo de 1944 y el acceso al poder de José María Velasco Ibarra. Como consecuencia, el proyecto editorial del Instituto Cultural Ecuatoriano se truncó.

En este segundo mandato de Velasco Ibarra (1944-1947) fueron creadas dos importantes instituciones, la una cultural, la Casa de la Cultura Ecuatoriana, y la otra educativa, la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.

Cuando en 1944 se hizo realidad el proyecto de Benjamín Carrión, la fundación de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Espinosa Pólit fue nombrado «representante de las Ciencias Filosóficas, en la Sección de Ciencias Filosóficas y de Educación», y al año siguiente la editorial de la institución se inauguró con la segunda edición de su traducción de Edipo rey.13

El 4 de noviembre de 1946 el P. Aurelio inició sus labores como primer rector de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (creada por la Compañía de Jesús, el arzobispo de Quito Carlos María de la Torre, Enrique Arízaga Toral y Julio Tobar Donoso, entre otros, más el apoyo económico de Jacinto Jijón y Caamaño), cargo que nuestro ilustre humanista desempeñó hasta su deceso en 1961.

La primera etapa de la Universidad comprende el periodo del primer rectorado, 1946 a 1961. El aporte personal más valioso y efectivo del primer rector, padre Aurelio Espinosa Pólit, fue su prestigio como humanista y hombre de letras. Gracias a él la Universidad se abrió paso ágilmente en la vida nacional. Como profesor de Cultura Religiosa dejó el aporte de sus textos de Religión Natural y Religión Revelada y, como rector, un rico conjunto de intervenciones académicas, de sentido doctrinario en su mayor parte14.

Dentro de la obra de creación, el P. Aurelio dio a la prensa cuatro libros en verso de su autoría: Alma adentro (1938), En el mismo laúd (1941), Estaciones y cristofanías (1944) y La fuente intermitente (1946). Sobre este último el poeta César Dávila Andrade expresó:

Espinosa Pólit es ante todo bardo, y los bardos comparten con los dioses y los héroes la huella de la quemante insignia de los constructores por el fuego, de la ígnea arquitectura de los arquetipos que no caen bajo el imperio vesperal de la decadencia.

Poesía de fe, de conocimiento emocionado y de ritmo sereno. Como conviene a un espíritu que, humilde pero noblemente, se sabe vivo símbolo del Infinito15.

Años después, el historiador Jorge Salvador Lara reunirá los cuatro libros de versos del P. Aurelio bajo el título de Poesías completas (1996), con prólogo de Gabriel Cevallos García.

Como miembro del Consejo Superior del Ministerio de Educación del Ecuador, Espinosa Pólit participó en un curso de capacitación para profesores de castellano y literatura (del 4 de agosto al 13 de septiembre de 1945). Desde entonces y por varios años mantuvo relación con dependencias estatales, contribuyendo, entre otras cosas, al mantenimiento de los estudios clásicos en la enseñanza media y superior en nuestro país.

En 1947 publicó el volumen Dieciocho clases de literatura, con las mencionadas conferencias de preceptiva literaria impartidas en el verano de 1945. Allí aparecen sus análisis literarios de obras de autores ecuatorianos —fragmentos de la Égloga trágica y de Mi regreso a Cuenca de Gonzalo Zaldumbide y poemas de Carlos Suárez Veintimilla— y, a continuación, varias prelecciones a todo el Edipo rey de Sófocles. Este volumen obtuvo una segunda edición (en 1996, por el Centro de Publicaciones de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador) al cuidado del jesuita y catedrático Manuel Corrales Pascual.

En octubre de ese mismo año Espinosa Pólit asistió a la I Exposición Bibliográfica Cervantina en España, en San Lorenzo de El Escorial, en la que participaron también José Ibáñez Martín y José María Pemán. El P. Aurelio contribuyó a las Actas de la Asamblea Cervantina de la Lengua Española con el estudio «Un latinismo en el Quijote».

Constante en el arte de la traducción, realizó la versión al castellano del poema El lebrel del cielo del místico británico Francis Thompson (1948), que fue publicado en edición bilingüe precedido y cerrado por una extensa «Semblanza y comentario» —que incluye, como complemento, sus versiones de «El Dios amor» del italiano Silvio Pellico y «En la encrucijada del dolor» del francés Albert Fleury—. El padre Julián Bravo publicó una segunda edición de esta obra en 1989.

También de 1948 data su Reseña histórica del himno nacional ecuatoriano, valioso estudio acerca de uno de los símbolos más importantes de nuestra patria, en que pasa revista a los antecedentes y a todo lo relacionado con las distintas letras del himno hasta su versión definitiva, debida a Juan León Mera.

En colaboración con su hermano José, también jesuita, dio a las prensas el manual de enseñanza Resumen sintético de análisis gramatical y lógico (1949).

En el ámbito de la crítica literaria se ocupó de prologar las obras de autores que le eran afines en sus gustos estéticos y convicciones religiosas, como A la paz bienhechora (1938) de Nicolás Rubio Vásquez; dos obras de Carlos Suárez Veintimilla: Caminos del corazón inquieto (1943) y Alondras (1945); El milagro (1951) de José María Egas y La Iglesia modeladora de la nacionalidad (1953) de Julio Tobar Donoso.

También hizo en 1953 una breve presentación, que se publicó junto con otra de Benjamín Carrión, a un estudio fundamental sobre la bibliografía nacional, la Historia de la imprenta en el Ecuador (1755-1953) del maestro holandés en artes gráficas Alexandre A. M. Stols.

Comentó las obras de algunos autores hispanoamericanos: Las sinfonías de las campanas (1940) del poeta cubano Rafael R. Vidal; los libros mexicanos La divina aventura (1938) de Alfonso Junco; ¡Para siempre! (1943) de Perfecto Méndez Padilla y Caín, el hombre (1951) de Emma Godoy, análisis literarios que, por su amistad con Alfonso Junco, fueron publicados en la revista mexicana Ábside, que este último dirigía.

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9789978774359
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