Czytaj książkę: «Mijo, levántese que llegó Belisario»

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E38

Mijo, levántese que llegó Belisario: anecdotario político colombiano / Ramón Elejalde Arbeláez Medellín, Colombia: Ediciones UNAULA, 2021.

219 páginas (Serie Historia)

ISBN: 978-958-5495-75-3

I. 1. Políticos colombianos

2. Política – Condiciones sociales – Colombia

II. 1. Gaitán, Jorge Eliécer, 2. Morales Benítez, Otto, 3. Londoño Pineda, Saúl, 4. Roca Lemus, Juan, 5. Ospina, E. Livardo, 6. Echandía Olaya, Darío, 7. Durango Sepúlveda, Jaime de Jesús, 8. Rendón Gaviria, Juvenal, 9. Toro Agudelo, Hernán, 10. Gaviria Echeverri, Guillermo, 11. Guerrero Montoya, Jorge, 12. Betancur Cuartas, Belisario, 13. Samper Pizano, Ernesto, 14. Sinigüí, Benigno, 15. Serpa Uribe, Horacio, 16. Gaviria Correa, Guillermo, 17. Espinosa Valderrama, Abdón, 18. Uribe Vélez, Álvaro, 19. Álvarez Lara de Andrade, María.

Serie Historia

Ediciones UNAULA

Marca registrada del Fondo Editorial UNAULA

MIJO, LEVÁNTESE QUE LLEGÓ BELISARIO

Anecdotario político colombiano

Ramón Elejalde Arbeláez

© Universidad Autónoma Latinoamericana

© Ramón Elejalde Arbeláez

Primera edición: agosto de 2021

ISBN: 978-958-5495-75-3

ISBN-e: 978-958-5495-76-0

Hechos todos los depósitos legales

Derechos de autor reservados

Corrección

Ana Agudelo de Marín

Edición

Fondo Editorial UNAULA

Diagramación e impresión

TALLER ARTES Y LETRAS S.A.S.

Hecho en Medellín - Colombia

Universidad Autónoma Latinoamericana UNAULA

Cra. 55 No. 49-51 Medellín - Colombia

PBX: [57+4] 511 2199

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En el arte de la marinería más sabe el más simple marinero, que el mayor letrado del mundo

El Ingenioso don Miguel de Cervantes Saavedra

JORGE ELIÉCER GAITÁN LLEGA EN CABALGADURA


A la sombra del Plateado, una obrita de mi autoría sobre la historia de Frontino, trae una pequeñísima reseña de la visita que hizo a este municipio el doctor Jorge Eliécer Gaitán, el cinco de junio de 1940, siendo ministro de educación. Más extensamente, el médico Juan Guillermo Hoyos Gaviria, de ancestros frontineños, publicó en redes sociales una completísima historia de la visita, muy sustentada en brillantes manuscritos que dejó doña Ángela Góez de Gaviria, abuela del médico y meritoria educadora e historiadora.

Esa visita se origina en la donación que, entre los años 1935 y 1939, hizo a la nación el filántropo frontineño Pedro Antonio Elejalde Gaviria de su inmensa fortuna consistente en fincas, casas, edificios, lotes, ganado vacuno y equino. La donación quedó consagrada en las escrituras números 3716 del 14 de noviembre de 1937, Notaría Primera de Bogotá y 2142 de septiembre siete de 1939 de la misma ciudad capital. El viaje de Jorge Eliécer Gaitán se hizo para recibir la cuantiosa donación e imponer al donante la Gran Cruz de la Orden de Boyacá. El donante se desprendió de su inmensa fortuna a cambio de que el Estado colombiano construyera y financiara en Frontino una Universidad. Nada de eso sucedió, los bienes se esfumaron en manos de administradores inescrupulosos y el benefactor murió en la más absoluta pobreza.

A Gaitán lo acompañaron en su viaje el escritor Eduardo Caballero Escobar, el senador Diógenes Sepúlveda Mejía y el visitador escolar don Florentino Rojas, oriundo de San Jerónimo. El acto de recepción se realizó, previo desfile solemne, en el parque principal y fue presidido por don Isaac Herrera Gamboa, alcalde municipal; en él llevaron la palabra el historiador y poeta frontineño don Ramón Antonio Elejalde Escobar y el doctor Jorge Eliécer Gaitán Ayala.

Cuenta el doctor Juan Guillermo Hoyos Gaviria, citando a doña Ángela Góez, que esa noche se realizó una sobria fiesta “en la casa de Braulio Gaviria, con más de cien invitados entre los más granado de la sociedad. Don Isaac, el alcalde, desocupó su casa en la plaza principal trasladando toda su familia al llamado edifico Escobar para alojar a la comitiva. También solicitó, con la debida anticipación, a su concuñado Braulio para que facilitara su casa para el baile de bienvenida. Éste, aunque era de filiación política distinta, aceptó inmediatamente la propuesta. Las tres casas aún se conservan. Además, en compañía, trajeron una hermosa vajilla para servir la cena. Como ésta era compuesta por numerosas piezas, luego de la visita del ilustre personaje, fue dividida entre la familia Herrera Góez y la familia Gaviria Góez. Todavía se conservan algunos de los elementos que conformaban este menaje”.

Trae el médico Hoyos Gaviria una anécdota del acto de recepción. “El doctor Gaitán solamente bailó una pieza con la hermosa joven frontineña Isabelita Martínez Villa, hija del médico Juan Bautista Martínez Ferrer y María Francisca Villa Barberi, que posteriormente fue la esposa de Bernardo Tobón de la Roche, el fundador de la cadena radial Todelar”.

Lo más encomiable del viaje de Jorge Eliécer Gaitán a Frontino fue que lo hizo por una carretera estrecha y peligrosa entre Medellín y el sitio Chontaduro, abajo de Cañasgordas, donde debió apearse a un equino para poder llegar a Frontino, por el sector de La Herradura, en un trayecto que le demoraba un poco más de dos horas. Es decir, Gaitán ingresó al pueblo a lomo de un buen caballo, el mejor que pudieron encontrar en la región. El viaje entre Medellín y Frontino le debió demandar a la comitiva del doctor Gaitán, por lo menos, unas doce horas.

Personaje importante en esta visita fue el juez de Frontino, quien cumplía allí su año de judicatura o año rural, doctor Ernesto Lucena Bonilla, tolimense de nacimiento, padre del exparlamentario frontineño Ernesto Lucena Quevedo, y abuelo del primer ministro del deporte que tuvo Colombia, Ernesto Lucena Barrero.

La visita del doctor Gaitán a Frontino fue aún más productiva. Al día siguiente de su llegada fundó el Patronato Escolar en el municipio, cuyo objetivo era prestar ayuda a la juventud que se educaba en la región, atendiendo el deseo de don Pedro Antonio Elejalde Gaviria. El Patronato se encargaba de procurar ayudas económicas para suministrar a los estudiantes más necesitados vestuario y útiles escolares. Para el sostenimiento de la obra, todos los funcionarios debían aportar la suma de diez centavos mensuales. La institución funcionó por espacio de cinco años, hasta que otro ministro suprimió los patronatos creados en varios municipios de Colombia.

Cuenta doña Ángela Góez de Gaviria, sobre la conformación de la primera junta del Patronato Escolar en Frontino: “El mismo doctor Gaitán hizo los nombramientos de la primera junta que sesionó durante el tiempo de duración del patronato, y estuvo conformada de la siguiente manera: el alcalde Isaac Herrera Gamboa, fue nombrado vocal; el párroco, que supone el médico Hoyos Gaviria que fue el sacerdote carmelita fray Andrés del Niño Jesús; el presidente del Concejo Municipal, Ramón Antonio Elejalde Escobar; tres ciudadanos: el abogado Ernesto Lucena Bonilla, juez en Frontino, quien presidía la junta del Patronato, Ignacio Escobar Martínez, funcionario judicial y secretario de la junta, quien casó con la dama local Edelmira Góez Gutiérrez, y Marco Tulio Ruiz Luján, juez de la República, vocal, y dos damas, la señora Mercedes Sánchez de Elejalde y Ángela Góez de Gaviria que se desempeñaba como tesorera. Los nombramientos fueron enviados a la Gobernación de Antioquia para su ratificación y el otorgamiento de la personería jurídica.

Notoria fue la presión que soportó el doctor Jorge Eliécer Gaitán para que no realizara este viaje a Frontino, por lo retirado del lugar y las dificultades del transporte. Pudo más el deseo del doctor Gaitán de conocer la región y a Pedro Antonio Elejalde Gaviria, y agradecerle a éste su gran generosidad y desprendimiento.

¡Fragmentos de historia patria que no se pueden perder!

ANÉCDOTAS POLÍTICAS


La actividad política no ha estado exenta de apuntes o gracejos que la hacen más llevadera o que arrancan una sonrisa a quienes los conocen. Dediquemos esta lectura a recordar algunas de esas anécdotas. La época lo reclama.

En su juventud, el reputado ingeniero Milcíades Sánchez frecuentaba sitios de diversión; cualquier día estuvo en un negocio de cantina donde atendía a la clientela una dama a quien se le conocía con el alias de “La Rumbo”. Al día siguiente de su etílica diversión se le apareció en su oficina al doctor Sánchez la dicha mesera. Ante la sorpresiva aparición y el trato amigable que le daba la intrusa, el ingeniero no tuvo más remedio que decirle que él no era ningún Milcíades, sino el doctor Milcíades Sánchez, a lo que respondió la visitante: “¡Qué par de negros hijos de puta tan parecidos!”.

En la época de la división del Partido Conservador, entre ospinistas y laureanistas, tuvieron una agria disputa el distinguido médico Antonio Castrillón, afiliado al alzatismo (de Alzate Avendaño) y un doctor Arango, odontólogo afiliado a las huestes de Laureano Gómez. Durante la discusión, y mientras el médico Castrillón accionaba con sus manos, golpeó al doctor Arango. Cuando Jorge Tobón Restrepo conoció en la Asamblea de Antioquia el incidente, oportuno e inteligente en sus comentarios exclamó con gracia: “Siquiera fue un puño, qué tal que le hubiera recetado”.

En 1972, cuando se inauguraba en Frontino el fluido eléctrico de las Empresas Públicas de Medellín, en medio de solemne acto en el parque principal, y cuando llevaba la palabra el ilustre hijo de la comarca, el doctor Guillermo Gaviria Echeverri, desde el público comenzó a sabotear la intervención el dirigente conservador Óscar Vallejo, quien exhibía para la ocasión una elegante cachucha. El gobernador Diego Calle, ante las impertinencias del godito le ordenó al comandante de la Policía: “Por favor, retengan al señor de la cachuchita que está vociferando y entorpeciendo el acto”. Dentro de los jolgorios por el acontecimiento, la ciudadanía había organizado una cabalgata de la cual participaban lugareños y visitantes. Uno de los más alegres caballistas era el piloto Leonel Gaviria Echeverri, hermano del doctor Guillermo, quien, en el momento de iniciar la intervención el gobernador Calle Restrepo, pasó en su caballo cerca de la manifestación y en un acto de gracia le quitó la cachucha a Óscar Vallejo, y siguió su camino con ella puesta. Pues, amables lectores, la Policía cumplió al pie de la letra las órdenes gubernamentales y a la estación de Policía fue a dar “el señor de la cachucha” que, para el momento de la retención, no era nadie menos que Leonel Gaviria. Vallejo, el verdadero saboteador del acto, había tomado las de villadiego.

Cuentan que, en un Consejo de Gobierno, el gobernador Octavio Arismendi Posada, siempre tan recatado y sobrio, pidió a sus colaboradores disminuir el consumo de licor y dejarlo, exclusivamente, para los fines de semana. Víctor Cárdenas, secretario de Educación, se le acercó a su jefe al final de la reunión y en tono jocoso, pero respetuoso, le dijo: “Usted no bebe porque es del Opus Dei, yo sí lo hago porque soy del Opus night.

En mi pueblo se ha vuelto famosa la expresión “¡Ah, pis que viva!” para aceptar algo que se hace contra la voluntad y en reemplazo de la frase “¡Ah, pues que viva!”. Resulta que César Londoño, Rigoberto Parra, y yo, cuando cursábamos lo que hoy llaman el ciclo complementario en la Escuela Normal, cumplíamos en la región de Nobogá con el requisito de la alfabetización a campesinos. Luego de trabajar todo un fin de semana en forma responsable con los habitantes del Corregimiento, y de regreso al pueblo, y ya sobre las cabalgaduras, decidimos tomarnos unos aguardienticos, revueltos con guarapo. En uno de los brindis, ya bastante alicorados los tres, César Londoño, muy liberal él, en mi compañía comenzamos a gritar vivas a Jorge Eliécer Gaitán. Rigoberto Parra, conservador, guardaba silencio frente a las arengas políticas. En un momento dado, el negro Londoño sacó del cinto un machete y comenzó a vociferar sus vivas al político liberal, mientras rastrillaba su arma contra el suelo, cerca de los pies de Parra. Ante la insistencia y la presión del energúmeno liberal, Rigoberto Parra no tuvo más remedio que comenzar a gritar contra su voluntad: “¡Ah, pis que viva!, ¡ah, pis que viva!”.

EL DUETO DE ANTAÑO


El maestro Camilo García Bustamante, salvo que tuviera compromisos artísticos fuera de Medellín, no faltaba ningún domingo a las diez de la mañana en el restaurante Doña María, hoy Pasaje Unión, segundo piso, situado en la carrera Junín, casi al frente de donde funcionó Radio Córdoba, lugar donde se conformó el Dueto de Antaño. Lo hacía para leer los periódicos locales y nacionales y resolver los crucigramas de los mismos. Un domingo ya lejano, llevaba yo a mis hijos Jorge Hugo y Hernán Darío a clases de natación en el antiguo colegio de San José. Al pasar por el lugar me percaté de que Hernán Darío tenía los cordones de los zapatos sueltos y me agaché a amarrárselos. Intempestivamente, el niño comenzó a vociferar: “Papá ve al Dueto de Antaño. Papá ve al Dueto de Antaño”. Era el maestro Camilo que venía a resolver sus crucigramas al lugar de siempre, y con cariño y afabilidad se arrimó y le explicó al niño que, efectivamente, él era integrante del Dueto de Antaño y que se llamaba Camilo García. Le dijo que debía ser mucha la afición de sus padres por su música, ya que los hijos los reconocían, a pesar de su corta edad. Lo acarició, me saludó con amabilidad y siguió su camino.

Cuando el Dueto de Antaño celebró sus cuarenta años de vida artística, el dieciocho de marzo de 1981, en el teatro Pablo Tabón Uribe, fueron recibidos por una prolongadísima ovación a la que ellos respondieron levantando sus guitarras, Ramón las manos porque no interpretaba ningún instrumento. Fue tan larga la ovación que, cansados, tuvieron que bajar sus manos para luego volver a levantarlas. Fue un momento apoteósico.

Cuenta María Esther Arango: “Al salir cualquier día del Club Rialto de Pereira, en medio de un aguacero tremendo, resolvieron envolverse en sus impermeables y, guitarra en mano, llegarse hasta el hotel, a dos cuadras de distancia. Unas jóvenes, desde un segundo piso, les preguntaron que quiénes eran y cuando ellos, levantando la cabeza, respondieron: “Somos el Dueto de Antaño”, las muchachitas lanzaron una sonora carcajada y replicaron: “¿Ustedes el Dueto de Antaño? Eso se quisieran”.

Por allá en los lejanos años de 1965 o 1966, se me pierde en el tiempo la fecha precisa, visitaron a mi pueblo Frontino un grupo de artistas encabezados por el Dueto de Antaño y la soprano lírica Alba del Castillo (Lucía Libia Agudelo Revolledo), y se presentaron en el teatro Imperial, el único que por la época tenía la municipalidad. Como aspecto curioso e inolvidable, del cual no se conserva ni una grabación, está el que Alba del Castillo, Ramón Carrasquilla y Camilo García, el Dueto de Antaño, interpretaron dos o tres composiciones en un memorable trío. Años después, contaba el maestro Camilo García Bustamante que un recuerdo inolvidable era una serenata que había llevado en Frontino, en una vereda, utilizando una carretera destapada y angosta, a la esposa de una persona adinerada, y que el conductor del vehículo era un señor a quien le faltaba una pierna y aceleraba el vehículo con un palo que conectaba su mano con el piso del carro. La serenata la llevó Miguel Ángel Toro, a su esposa Alicia Pérez, y el conductor fue Antonio Elejalde Ángel, todos hoy fallecidos.

Por mi pasión “duetoantañista”, cuando transcurría el año de 1975, decidí iniciar la labor de coleccionar toda la música del importante dueto colombiano. Lo existente eran los L. P., o “larga duración” que llamamos, amén de los discos en vinilo de 78 y 45 revoluciones. El primer larga duración que tuve en mis manos fue “En las lejanías”, publicado por la empresa disquera Sonolux y que me obsequió la señora Eumelia Sánchez. Mi nueva profesión de coleccionista fue bien difícil y recoger toda la producción de Camilo García y Ramón Carrasquilla me tomó años y no pocas dificultades.

Los primeros acetatos recogidos fueron los de reciente (para la época) grabación. Con los días, el trabajo se fue volviendo difícil y ya no era suficiente con visitar casas o almacenes especializados, que en ese entonces todavía existían. En 1996 conocí al señor Antonio Montoya Gómez, apasionado “duetoantañista”, quien dominaba con precisión los nombres de todas las composiciones grabadas por el Dueto y sabía en cuál larga duración se encontraban. Don Antonio me ayudó en elaborar el inventario de lo que aún me faltaba en mi colección y a adquirir esas joyas, ya escasas. Él consideraba al municipio de Caldas (Antioquia) como la gran despensa de ese tipo de música y donde más habían admirado al conocido grupo musical.

Estando a punto de culminar mi empresa musical me acerqué a una hija del maestro Camilo García, y le comenté que me faltaban dos L. P. para coronar un propósito que ya llevaba buenos años. Se comprometió a ayudarme. Días después me contactó y me dijo que, con un coleccionista de la ciudad, Guillermo León Hernández, a quien apodaba “El Káiser”, ella había conseguido uno de los que me faltaba, pero que apenas me lo podía prestar para grabarlo. El mismo día de la noticia fui por el disco, lo puse en el asiento trasero del carro y regresé a la casa con un préstamo que me alegraba. Una vez en mi residencia fui a estrenar la adquisición y cuál no sería la sorpresa: el sol canicular que recibió el L. P. en la parte trasera del carro lo había deformado. Inmediatamente llamé a la hija del maestro Camilo García para contarle del infortunio. No me creyó, me contestó algo destemplada y le hice la promesa de arreglar, a como diera lugar, el daño: o bien reparando el disco o bien consiguiendo otro. Infructuosamente busqué la reparación. En Discos Victoria lo sometieron a una prensa utilizada para esos casos. Nada valió.

Un día cualquiera de 1997 me llama mi señora madre, Mary Arbeláez Arbeláez, a preguntarme por el problema que tenía yo con una familiar del Dueto de Antaño, pues don Baltazar Botero, en el programa “Pase la tarde” de Caracol nacional, había dicho que yo arbitrariamente me le había quedado con un disco larga duración. Tocó explicarle a mi señora madre lo sucedido, hacer lo mismo con el periodista y repetir la llamada a la familiar del maestro Camilo García. Antonio Montoya me solucionó el problema e hizo el milagro: consiguió el larga-duración en dos ejemplares, uno para mi colección y otro para reponer el averiado.

En mi actividad política fui un día al corregimiento de Nutibara (Frontino), estuve en la casa de Carlos Carvajal. Como buen anfitrión me ofreció licor, comida y música, y como fue obvio, le pedí que si tenía mi música preferida para que la pusiera. Así lo hizo. Cuál no sería mi sorpresa cuando veo que entre los cuatro o cinco L. P. que sacó del Dueto estaba el único que a mí me faltaba en la colección. Varias veces se lo hice repetir para escucharlo y degustarlo. Tal fue mi gusto por aquellas interpretaciones, que Carlos terminó por obsequiarme el L. P. sin saber mi necesidad de él. Al retirarme con mi gran regalo, uno de los hijos de Carvajal me dijo en voz baja: “Te delataste. Tus actitudes demostraron que no tenías ese disco en tu colección”. Simplemente sonreí. Ese día, y luego de veintidós años de pesquisas, pude completar la colección tan anhelada. Hoy la obsequio gratuitamente, a quien me la solicite, en la seguridad que ya cientos de personas la tienen. Allí tengo incluida unas composiciones que el Dueto jamás grabó y que ellos conservaron en los llamados diskets, y que me obsequió el maestro Camilo García Bustamante. Hoy, la colección física de los discos de larga duración debe reposar en la Casa de la Cultura de Sopetrán, adonde la doné como reconocimiento a Ramón Carrasquilla Peña, primera voz del dueto, y por petición expresa de Gabriel Escobar Gaviria, escritor de fina pluma en columnas que sostuvo en El Espectador con el seudónimo de “Sófocles” y en El Colombiano con el seudónimo de “Abel Méndez”.

Desempeñándome como alcalde de Frontino, por allá a principios de la década de 1980, la Gobernación de Antioquia programó un curso de actualización para primeros mandatarios locales en Santafé de Antioquia. Allá se hicieron presentes Luis Javier Cardona Castrillón y Jorge Enrique García Morales, alcaldes de Cañasgordas y Dabeiba. Cuando finalizaba la primera jornada de capacitación, bien caída la tarde, Javier me indicó desde su asiento que deberíamos salir a escuchar nuestra música, que evidentemente era la del Dueto de Antaño, fiebre que ambos padecíamos. Jorge García, que nos escuchaba nos dijo: “No me dejen. Yo los acompaño”. Finalizada la ronda académica, salimos los tres del recinto por las calles de “la Ciudad Madre”, en búsqueda de un buen lugar para escuchar música. Hasta ese momento Javier y yo no habíamos destapado nuestras apetencias musicales. En un momento dado, Jorge nos paró intempestivamente y, ceremonioso, nos dijo: “Yo voy con ustedes adonde quieran y a degustar la música que deseen, pero jamás voy a escuchar a esos viejos gargajientos del Dueto de Antaño”. Javier, cariñosamente le respondió a Jorge: “Te puedes devolver. Esa es nuestra música”.

Mi pasión por esta música me llevó a que, por los años 1996 y siguientes, primero en la Emisora Ondas de la Montaña, luego en Radio Claridad de Todelar y, finalmente, en las emisoras comunitarias de Frontino y Sopetrán, yo sostuviera por cinco años un programa exclusivamente con esa música, donde intercalaba historias de Ramón y Camilo, con sus melodías. Finalmente, la falta de apoyo dio al traste con el empeño. En Todelar compartí cabina con el periodista César Pérez Berrío, otro “duetoantañista”, y Darío Lopera Villa, quien por años fuera el representante musical del Dueto.

En alguna ocasión, ya con la colección completa y digitalizada, me atreví a decirles a mis oyentes en Ondas de la Montaña, que estaba dispuesto a darles gusto en forma inmediata con la composición que me solicitaran. Fue un éxito total en la audiencia hasta un día que me llamó una señora quien me dijo que quería escuchar el bambuco “Juguete” del Dueto de Antaño. Busqué en todas mis bases de datos que prevenidamente llevaba conmigo y le dije al aire: “Señora, qué pena. El Dueto de Antaño jamás grabó una composición llamada “Juguete”. Usted debe estar confundida con “Viejo juguete”, interpretada por el Caballero Gaucho”. La señora insistió y yo tuve que continuar con el programa.

Ese mismo día salí de la emisora rumbo a la casa del maestro Arnulfo Baena Sevillano, guitarrista del Dueto, que aún vivía por el barrio Belén La Palma. Cuál no sería mi sorpresa cuando el artista, ya anciano y enfermo, me dijo: “Sí, Ramón. En 1955 grabamos en un disco de 78 revoluciones ese bambuco para una empresa de la ciudad de Medellín, que lo quiso entregar a sus clientes. Fueron quinientos discos y no creo que se consiga en ninguna parte”. Ocho días después, al aire, reconocí la verdad y, por tanto, carecer de esa joya. Al terminar el programa, la señora de la historia me volvió a llamar y me dijo más o menos: “Señor Elejalde. Le agradezco su sinceridad al reconocer que “Juguete” sí existe. Yo lo tengo. Le vale ciento veinticinco mil pesos. Lo coleccionó mi esposo que era peluquero, falleció hace poco y dejó infinidad de cajas con discos de música vieja”. Después de un pulso por el precio, terminé adquiriéndolo y grabándolo en sistemas modernos. Como colofón, amigo lector, le cuento que un día, haciendo aseo en mi discoteca, lo quebré involuntariamente. Lo pegué con cintas y pegas a sabiendas de que ya no se puede utilizar en una victrola.

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