Ética para directivos y consejeros

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Ética para directivos y consejeros
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ÉTICA PARA DIRECTIVOS Y CONSEJEROS

Cómo construir empresas excelentes

y socialmente responsables

Pedro Regojo


Prólogo

El autor de este libro, a quien tuve el honor de supervisar una de sus tesis doctorales, tiene una preparación poco común en quienes escriben sobre ética empresarial, tanto en conocimientos teóricos como en experiencia docente y empresarial. Su bagaje académico está avalado por dos doctorados, uno en Dirección de Empresas por el IESE Business School y otro en Teología por la Universidad de Navarra. Tiene, además, experiencia empresarial como consultor y consejero no ejecutivo de varias empresas y como docente en AESE, una prestigiosa escuela de negocios en Portugal. En esta escuela, por espacio de diecisiete años, el profesor Pedro Regojo se ha ocupado de temas relacionados con el control de gestión y el gobierno de organizaciones y empresas familiares, entre otros.

Estas credenciales quedan reflejadas en el presente volumen, que tiene un marcado carácter interdisciplinar. En él concurren conocimientos de gestión, filosofía, ética y ciencias sociales, así como consideraciones tomadas de su experiencia empresarial. Son también muy relevantes las ideas que el autor toma de la doctrina social de la Iglesia, fuente de saber antropológico y ético, y el modo cómo las aplica a la actividad empresarial y al trabajo directivo.

El subtítulo del libro expresa significativamente su contenido y finalidad: «Cómo construir empresas excelentes y socialmente responsables». En esta línea, pone especial énfasis en el modo de promover la responsabilidad y la excelencia humana de los empleados, así como en la necesidad de favorecer el desarrollo de competencias para el liderazgo en los directivos y la generación de confianza y de una buena reputación empresarial, una de cuyas causas es, sin duda, un adecuado comportamiento ético.

Como ha señalado Mintzberg 1, en dirección de empresas concurren arte, oficio y ciencia. Esos tres elementos se requieren mutuamente tanto en el aprendizaje como en la práctica de la dirección. Arte y oficio juntos sin el análisis sistemático de la ciencia pueden dar lugar a aprendizajes desorganizados. Oficio y ciencia sin la visión creativa del arte pueden conducir a diseños cuidadosos y ordenados, pero sin aquella llama que le da vitalidad. Un diseño basado en el arte y la ciencia es creativo y sistemático, pero sin la experiencia que da el oficio puede producir aprendizajes erróneos, impersonales y desconectados. Subyacente a estos tres elementos hay cierto ethos de la dirección 2 en el que concurren ideas, valores y principios, referidos, entre otros temas, a la visión del ser humano, de la empresa y de la sociedad y a su orientación finalista. En la actuación del directivo es también muy relevante su carácter moral configurado por virtudes. Este libro, de algún modo, se ocupa de todo ello.

Coincido con el autor, quien empieza el libro cuestionándose cómo la ética se está enseñando y aplicando en las empresas. Apunta la existencia, en muchos casos, de una concepción de la ética empresarial incompleta y aun equivocada. Para superar esta visión propone una visión global e integradora basada en tres pilares: los fines esenciales de la empresa, unos principios y normas éticas, y las virtudes indispensables en el dirigente. Argumenta que sin estos elementos, la construcción de una cultura empresarial verdaderamente ética carece de una sólida base en la que sustentarse.

Con este libro, el autor pretende estimular a consejeros y directivos a que conozcan mejor los aspectos morales de su profesión, y estén así en condiciones de promover una auténtica cultura ética en sus organizaciones. Se plantea y trata de responder a cuestiones tan relevantes como las siguientes: ¿Qué responsabilidades tiene la empresa más allá de la creación de valor económico? ¿En beneficio de quién deben ser gestionadas las empresas? ¿Cómo desarrollar virtudes éticas, como integridad, veracidad, audacia, lealtad, etc., tan esenciales en la actividad del dirigente?

Me parece un gran acierto el fino análisis del autor acerca de la naturaleza y finalidad de la empresa, en la que distingue varios fines inseparables que implican responsabilidades sociales que toda empresa debe asumir. Entre ellos, servir a sus clientes, promover el desarrollo humano y profesional de sus empleados, y generar riqueza.

También destacaría el enfoque práctico del libro, sin menoscabo de los fundamentos teóricos, con aspectos concretos para la dirección y buen gobierno de la empresa. Así, por ejemplo, se ocupa de las medidas a adoptar para asegurar un buen uso del poder, y también de los modos de ayudar a los directivos y empleados a desarrollar un conjunto de virtudes éticas, del todo necesarias.

En definitiva, pienso que este libro es una buena contribución a la literatura actual de ética empresarial. Será de utilidad, como pretende el autor, a directivos empresariales y consejeros para reflexionar sobre la relación entre empresa y ética y la presencia de la ética en una buena gestión. También será de provecho a quienes se preparan como profesionales de la dirección y administración de empresas.

Domènec Melé

Profesor Ordinario

y Titular de la Cátedra de Ética Empresarial

IESE Business School, Universidad de Navarra

Notas:

1. Mintzberg, H.: 2004, Managers not MBAs (Berrett-Koehler, San Francisco).

2. Melé, D.: 2012, Management Ethics: Placing Ethics at the Core of Good Management (Palgrave MacMillan, New York), pp 1-22.

Presentación

Desde el nacimiento de la empresa moderna –que podemos situar en la segunda mitad del siglo XVIII con el descubrimiento de la máquina de vapor y el inicio de la revolución industrial–, siempre ha habido compañías que han tenido que cerrar por mala gestión o por conductas deshonestas por parte de sus accionistas o dirigentes.

Pero desde los inicios de los años ochenta del siglo pasado –década en la que se dieron varios casos de insider trading en la Bolsa de Nueva York– ha habido una preocupación creciente, principalmente en Estados Unidos y en Europa, por el modo en que estaban siendo dirigidas y gobernadas las empresas. En los últimos años, esta inquietud se acentuó, entre otros motivos, por el fracaso de numerosas operaciones de reestructuración financiera (fusiones y adquisiciones) y por sonoros escándalos anunciados por algunas empresas importantes (Enron, WorldCom, Parmalat, Ahold, Banesto, etc.).

Entre las causas más importantes que dieron origen a las dificultades experimentadas por muchas compañías en los años previos al último cambio de siglo, podemos apuntar problemas de gobierno y de dirección, tanto de naturaleza técnica como ética. Entre los primeros se han referido el erróneo diseño de los sistemas de incentivos (debido en algunos casos a la mala utilización de las stock options), el mal funcionamiento del Consejo de Administración, un incorrecto análisis y gestión de riesgos financieros y de negocio, etc.

Con más frecuencia aún se ha apuntado que esos problemas empresariales tuvieron una clara dimensión ética. No han sido infrecuentes las situaciones en las que consejeros y directivos actuaron de forma claramente deshonesta: falsificaron los estados económico-financieros, favorecieron injustamente a algunos accionistas, aprobaron esquemas retributivos escandalosos, o usaron informaciones confidenciales para obtener ganancias espurias (v.gr.: operaciones bursátiles, recalificaciones de terrenos, etc.). En otros casos se trató de negligencias importantes, por falta de dedicación al trabajo o por no haber empleado los medios necesarios para adquirir conocimientos y capacidades que sus responsabilidades requerían.

Para restablecer la confianza de los inversores, y del público en general, y hacer frente a la preocupación de cómo estaban siendo gobernadas las organizaciones, las autoridades políticas y los reguladores del mercado de varios países decidieron, en los primeros años del siglo XXI, adoptar un conjunto de medidas. Entre ellas cabe destacar la elaboración, a nivel nacional e internacional, de los llamados códigos de buen gobierno y la introducción de un conjunto de reformas de tipo legal (modernización del derecho mercantil, penas más severas para los crímenes ‘económicos’, etc.) o empresarial (nuevas exigencias sobre las informaciones que han de divulgar, mecanismos de control interno de riesgos más apretados, etc.)

Al mismo tiempo, a lo largo de los últimas dos décadas, un gran número de compañías implantaron códigos éticos; y muchas otras definieron un conjunto de criterios morales, que consideran de obligado cumplimiento, y tienen efectivamente en cuenta en los procesos de selección, evaluación del desempeño o promoción interna.

Poco tiempo después de la adopción de las medidas que acabamos de referir, en 2007, estalló una nueva crisis y de gran magnitud, que está teniendo consecuencias muy duras (cierre de empresas, desempleo, supresión o disminución de ayudas estatales a los más desfavorecidos, etc.) que se sentirán durante un buen número de años. De nuevo se ha podido constatar, que entre las causas que provocaran la crisis actual destacan las de naturaleza ética.

Nos podríamos preguntar, cómo después de tantos años en los que se ha hablado tanto de ética, los casos de falsificación de información, de corrupción o de falta de responsabilidad social siguen llenando las páginas de los periódicos.

 

Como explicaremos en este libro, nos parece que la persistencia de las crisis empresariales se debe en buena medida a la mentalidad que está por detrás del modelo de empresa más aceptado actualmente (la teoría de los shareholders), y a una errónea concepción de lo que es la ética y de cómo implantarla en las organizaciones.

La gravedad y extensión de la crisis que estamos sufriendo, debería servir para repensar el sentido de la economía y sus fines –y en concreto la función de las empresas en la sociedad–, y encontrar soluciones justas y duraderas. Es clara la necesidad de superar una mentalidad economicista (centrada en el impacto financiero de las actuaciones), y tener más en cuenta las consecuencias extraeconómicas de las decisiones (sobre la vida de las personas, la sociedad, el medio ambiente,…).

Estamos ante una magnífica nueva oportunidad de colocar a la persona humana (no la eficacia material) en el centro de la vida económica y de las empresas; de tratar de que la economía (la producción y comercialización de bienes y servicios) esté verdaderamente al servicio de las personas, de sus necesidades reales; dejar de considerar a los empleados simplemente como un medio (semejante a los otros recursos productivos) y reconocer plenamente su dignidad y sus derechos; revisar los modos de buscar el beneficio (salir de una lógica cortoplacista de gestión en la que predomina la búsqueda del lucro inmediato); de que se preste la atención debida a lo queda ‘fuera’ del mercado (a los miles de personas –en algunos casos de países enteros–, pobres y marginadas, que no pueden acceder al mercado, ni tan siquiera para atender sus necesidades básicas).

Para ello necesitamos de un planteamiento ético que dé respuestas a las cuestiones fundamentales que acabamos de referir: ¿Qué es una empresa?, ¿Para qué existe?, ¿Cuáles son sus responsabilidades sociales?, ¿Qué intereses hay que tener en cuenta al dirigir una compañía?

Es necesaria una ética que se base en la noción de que las empresas son fundamentalmente organizaciones humanas; que administrar una compañía es principalmente dirigir personas; y que son los empleados –su calidad humana y profesional– los que hacen las empresas honestas y competitivas.

Al mismo tiempo necesitamos entender que la ética no es simplemente un conjunto de reglas para evitar casos de corrupción y resolver dilemas morales, sino que es una ciencia que permite a los dirigentes encontrar los modos de promover la excelencia humana de cuantos trabajan, y así construir buenas empresas (eficientes, atractivas para trabajar, socialmente responsables, etc.)

En este libro nos proponemos presentar una visión global e integrada sobre los aspectos éticos de la dirección y gobierno de las organizaciones. Nuestras propuestas podrán ayudar a las personas que desempeñan esas funciones a discernir lo que conviene hacer (a escoger en cada momento los fines económicos y sociales a los que dirigirse) para desarrollar una empresa sostenible y excelente, y a evaluar la calidad ética de las decisiones (alternativas y planes de acción) que han de tomar. Presentaremos también sugerencias de cómo se puede fomentar la calidad humana y la integridad moral de los que trabajan en ella.

Aunque el libro va dirigido principalmente a los que desempeñan cargos directivos y de gobierno (consejeros, accionistas relevantes, etc.) en entidades mercantiles, las ideas que expondremos son igualmente válidas para los dirigentes de cualquier organización humana, sea o no lucrativa.

En la primera parte del libro presentaremos los elementos que, en nuestra opinión, debe contener un planteamiento ético completo para la dirección y gobierno de las empresas. Entendemos que una propuesta ética integral ha de incluir unos bienes económicos, humanos y sociales que la compañía ha de alcanzar, unos principios y normas morales que ayuden a discernir cómo encaminarse hacia esos fines y una serie de virtudes, que, referiremos, son hábitos personales necesarios para actuar éticamente.

Los apartados iniciales de la primera parte, los dedicaremos a explicar algunas nociones básicas: qué entendemos por ética y por bien moral; cual es el campo específico de la ética empresarial, etc. Se trata de una introducción conceptual y filosófica conveniente para encuadrar los temas que vamos a tratar, pero que podrá ser soslayada sin perder el hilo argumental de esta obra.

Profundizaremos en la segunda parte en una cuestión muy necesitada de estudio: la definición de las responsabilidades que las entidades mercantiles han de asumir en la sociedad. Esto exige una mayor profundización teórica sobre qué son las empresas (su naturaleza) y cuáles son los bienes o fines esenciales que han de alcanzar. Es un capítulo central en nuestra investigación, ya que consideramos que las finalidades económicas y sociales que son propias de una compañía, son los principales parámetros de referencia ética de que disponen los dirigentes para evaluar la calidad ética de sus actuaciones y tomar decisiones que contribuyan a edificar una ‘buena’ empresa.

En la tercera parte, presentaremos los criterios de discernimiento moral (principios y normas) que más pueden ayudar a los dirigentes a evaluar la calidad ética de las alternativas de acción en análisis, y a elegir aquéllas que contribuyan en mayor medida a desarrollar una buena empresa y a tomar decisiones éticamente valiosas. Hablaremos de principios generales como la dignidad de las personas, la justicia o el bien de la propia empresa y de la sociedad; y de normas de naturaleza más operativa, como las que se refieren al buen uso del poder.

Por último, conviene tener en cuenta que lo determinante para que se viva en una organización un conjunto de valores (justicia, lealtad, veracidad, audacia, prudencia, etc.) es que esas actitudes se vayan incorporando a las vidas de los directivos y los empleados –que vayan creciendo en virtudes personales y se tornen más honestos, leales, veraces o prudentes–; sólo si son vividos de esa forma, serán parte de sus criterios de decisión, y tendrán un peso significativo en sus actuaciones. Por ello hablaremos en la cuarta parte de las virtudes más importantes que un dirigente ha de poseer.

Al concluir esta introducción, quisiera expresar mi agradecimiento más sincero por toda la ayuda que recibí del profesor Dr. Domènec Melé, titular de la Cátedra de Ética Empresarial del IESE (Universidad de Navarra). Estoy igualmente agradecido a otras personas que colaboraron en este libro, y especialmente a los comentarios que recibí de Miguel Ángel Sánchez del Águila, Raúl Diniz, Jon San Cristóbal Velasco, Ana Machado, Luis Manuel Calleja; y a José Bichão, Pedro Ramos, y Armando Carvalho, por su ayuda en los aspectos formales del trabajo.

Pedro Regojo

Parte I.–Elementos fundamentales

de una ética de la empresa

En este capítulo explicaremos cómo los fines que son propios de las entidades mercantiles, los principios éticos y las virtudes son los elementos fundamentales de una ética empresarial.

Veremos, por un lado, que los fines propios de una compañía y un conjunto de principios son, para quienes desempeñan funciones de gobierno y dirección, los parámetros de referencia principales para analizar el valor ético de sus actuaciones y para crear una ‘buena’ empresa 1; y por otro lado, explicaremos cómo la adquisición de ciertas virtudes por parte de los consejeros y directivos es un medio necesario para que en la organización se consolide una cultura ética.

Antes de explicar los motivos que nos llevaron a seleccionar los elementos referidos (fines de la empresa, los principios éticos y las virtudes) como las piezas fundamentales de una ética de los dirigentes, necesitamos explicar, de modo esquemático y breve, algunos conocimientos y conceptos morales generales.

Hablaremos de qué entendemos por ética y por una conducta moralmente buena. Para ello introduciremos los elementos de los que depende la valoración ética de un comportamiento: el fin que mueve al agente a actuar, el objeto del acto y las circunstancias relevantes.

Precisaremos igualmente el tipo de actuaciones del que nos vamos a ocupar, distinguiendo entre los ámbitos de la ética personal y empresarial.

1. ¿Por qué la ética no está ayudando a evitar las crisis empresariales?

La ética de empresa se puso especialmente de moda hace unos 30 años cuando se dieron varios casos de insider trading en la bolsa de Nueva York. Alrededor del año 1985, el síndico de aquella bolsa hizo una donación de cerca de 30 millones de dólares a la Harvard Business School para que crease una cátedra de estudios de ética de la empresa.

A lo largo de las dos últimas décadas muchas universidades y escuelas de negocios han añadido asignaturas de ética a sus programas. La ética está con mucha frecuencia presente en los discursos de políticos y hombres de empresa. Son muchas las organizaciones que establecieron códigos de conducta (normas que deben ser cumplidas por todos los que trabajan en ellas). Muchas más sintieron la necesidad de explicitar un conjunto de valores éticos a los que conceden una gran importancia, pues son considerados criterios decisivos para los procesos de selección, evaluación del desempeño y promoción interna.

Toda esta preocupación es muy positiva, pero los resultados alcanzados hasta el momento no son muy significativos. Después de tantos años en los que se ha procurado promover la ética en las empresas, los casos de falsificación de información, corrupción o de falta de responsabilidad social siguen llenando las páginas de los periódicos.

En el inicio del nuevo milenio asistimos a sonoros escándalos públicos acaecidos en empresas importantes –que en algunos casos significaron su cierre o una re-fundación–, tanto en Estados Unidos (Enron, WorldCom, Tyco…) como en los países de Europa (Banesto, Parmalat, Unilever…). Se comprobó entonces que buena parte de esas crisis tuvieron su origen en actuaciones poco éticas de sus principales directivos y consejeros.

Como consecuencia de esos problemas, se adoptaron un conjunto de medidas –en muchos casos exigidas por normas legales o por las entidades reguladoras de los mercados financieros– para combatir la falta de ética en las empresas: códigos éticos, normas de buen gobierno, mecanismos de control interno más rigurosos, transparencia informativa hacia el exterior, etc.

Pocos años después, en 2007, estalló una nueva crisis de gran magnitud. De nuevo se pudo constatar, que entre las causas que la explican destacan las de naturaleza ética: acciones inmorales 2 (ocultación de información contable o sobre los riesgos de los productos financieros, fraude, etc.) y la ausencia de virtudes en muchos dirigentes (codicia, imprudencia, ambición desmedida, negligencia…). En el sector financiero son bien conocidos, entre otros, los problemas acaecidos en Leman Brothers y en Madoff Investment Securities.

Nos podríamos preguntar ¿Qué es lo que está ocurriendo? ¿Estaremos siguiendo un camino erróneo tanto al enseñar la ética como al intentar promoverla en las organizaciones?

En nuestra opinión los escasos avances habidos se deben, en algunos casos, a una errónea concepción de lo que es la ética y, en otros, a la falta de motivos claros y consistentes para implantarla.

Pero antes de tratar de dar respuesta a las cuestiones referidas es conveniente que primero expliquemos cómo las acciones directivas tienen una significativa dimensión ética que es necesario analizar.

Dimensión ética de las acciones directivas

De las actuaciones de los dirigentes se derivan –como de todas las actuaciones humanas– un conjunto de efectos, tanto externos como internos a quien decide.

Los efectos externos de las actuaciones de un dirigente, los podemos agrupar del siguiente modo (señalamos entre paréntesis el tipo de análisis a emplear para medir esos efectos):

• Impactos en la situación material de la empresa: ventas, cash-flows, tesorería, etc. (análisis económico y financiero).

• Impactos en la situación competitiva de la empresa: cuota de mercado, posicionamiento estratégico frente a los competidores, desarrollo de las competencias estratégicas, etc. (análisis estratégico).

• Impactos en las personas (empleados, clientes, proveedores, etc.): en su grado de satisfacción o de desagrado en relación a la empresa, aprendizajes operativos, aprendizajes en sus actitudes y valores, etc. (análisis psicológico, sociológico y ético).

• Impactos en el entorno físico y medio ambiente: consumo de recursos escasos, contaminación, etc. (análisis ambiental).

 

No menos importantes son los efectos internos, en el propio dirigente, de las acciones directivas, que son fundamentalmente de tres tipos:

• Efectos de naturaleza física o psicológica: sobre la salud, estados de ánimo, etc. (análisis médico y psicológico).

• Aprendizajes de tipo interno: de conocimientos y habilidades técnicas y de gestión (análisis de las variaciones de las capacidades internas).

• Aprendizajes de tipo moral: en las actitudes (virtudes) y valores (análisis ético).

Las decisiones empresariales, dada la diversidad y riqueza de sus consecuencias, han de ser evaluadas desde las varias perspectivas que contemplamos. No es suficiente analizar esas actuaciones desde una perspectiva económica, estratégica o sociológica; es igualmente necesario tener en cuenta su dimensión ética: evaluar el impacto que tendrán esas actuaciones en la calidad humana (actitudes y valores) de quienes las tiene que tomar: en su sentido de responsabilidad para procurar con esfuerzo el bien de la empresa, de los demás empleados y de los clientes, en el deseo de ser veraz y de actuar siempre con justicia, etc.

Cómo la ética puede ayudar a construir empresas excelentes y socialmente responsables

La influencia de la ética en la vida de cualquier organización es muy significativa y será tratada a lo largo de este libro. Nos parece oportuno resumir ahora las consecuencias que la ética puede tener en la dirección de la empresa. 3

• Contribuye a humanizar la empresa. Una cultura organizacional ética favorece el desarrollo de valores y virtudes que acaban por informar el modo de trabajar de los empleados y la vida entera de la empresa; incentiva que las personas sean justas, verdaderas, deseosas de hacer honor a sus compromisos, atentas a los problemas de los otros, etc. También contribuye a que los directivos y consejeros tengan presente en sus decisiones que lo más importante que han de considerar es el impacto que sus actuaciones puedan tener sobre la dignidad y los derechos de las personas afectadas (los empleados, los clientes, los accionistas, etc.).

• Genera confianza y reputación. Una organización donde se incentivan valores tales como la justicia, la veracidad, la lealtad o el interés por las necesidades de los demás, genera entre los empleados confianza e identificación con la empresa, empeño en servir bien a los clientes y un clima de ayuda mutua. Igualmente hace aumentar la reputación de la empresa en el mercado, favorece sus relaciones con otras entidades y con el Estado, y atrae a buenos trabajadores.

• Fomenta el sentido de responsabilidad. La formación y la práctica de los principios éticos hace a los empleados más conscientes de que son moralmente responsables por las acciones que realizan, y por lo que deberían hacer y no hacen. Del mismo modo, lleva a los trabajadores y directivos a empeñarse en alcanzar los objetivos generales de la empresa y los que, en particular, les hayan sido atribuidos, y a realizar con empeño y creatividad su trabajo.

• Favorece que los dirigentes desarrollen su capacidad de liderazgo. Existen un conjunto de virtudes morales (honestidad, justicia, veracidad, generosidad, etc.) que son esenciales para que un directivo tenga credibilidad y genere confianza entre sus subordinados, lo que facilita enormemente que sus órdenes u orientaciones sean aceptadas y cumplidas. Además, un dirigente que vive esos valores evitará más fácilmente actuaciones oportunistas (planes que pueden aportarle algún beneficio en el corto plazo, pero que tendrán consecuencias negativas sobre la empresa o alguno de los stakeholders).

Veremos en los próximos capítulos, cómo la calidad ética de una empresa depende de la formación en temas éticos de sus directivos, y principalmente de que posean un conjunto de virtudes. La figura 1 recoge la idea de que las competencias éticas de los dirigentes influyen en todo su trabajo, y de un modo especialmente intenso en sus competencias interpersonales (capacidad de liderazgo, de trabajar en grupo, de solucionar conflictos, sensibilidad para captar las necesidades e intereses de los demás etc.).


Figura 1. Influencia de la calidad ética del directivo en su quehacer.

Decíamos en un apartado anterior que los escasos avances habidos en la mejora de la calidad ética de las empresas se han debido en parte a una equivocada concepción de la ética. Veámoslo ahora.

Una errónea concepción de la ética empresarial

La ética se ha quedado con frecuencia equiparada a la sociología, al estudio del impacto social de las acciones empresariales, confinando su análisis a la repercusión de las acciones sobre los demás (empleados, clientes, comunidades humanas, etc.). En este caso, lo que se pide a los especialistas en ética es que se pronuncien sobre si determinadas actuaciones pueden afectar negativamente el clima de la organización o dañar la reputación de la empresa en la sociedad.

Para este tipo de ética, la conveniencia de tomar una determinada decisión se establece en función del saldo entre sus consecuencias positivas y negativas sobre los demás, dejando de lado el valor moral en sí de la actuación y las intenciones del que la realiza. Se ha olvidado que el problema está en la propia persona, en sus valores y virtudes, pues es a ese nivel donde tiene su origen la injusticia, la falta de veracidad o las decisiones imprudentes.

No es suficiente que se reconozca (y se recoja por ejemplo en códigos de conducta), la necesidad de vivir la justicia, la lealtad con la empresa, el respeto a los derechos de los clientes, o el no dañar el medio ambiente. La clave para que se consolide una cultura ética en la empresa está en conseguir que los directivos y todos los agentes económicos asuman personalmente esas cualidades. Sin accionistas, directivos o empleados que desarrollen sus virtudes éticas –se esfuercen por crecer en veracidad, solidaridad, justicia, etc. –no habrá buenas empresas, socialmente responsables. Los códigos éticos pueden dificultar que se tomen ciertas decisiones que podrían tener consecuencias especialmente graves para la organización o para la sociedad, pero no son suficientes para evitar la corrupción, las situaciones de injusticia ni otros comportamientos indeseables.

Necesitamos entender que lo que determina el valor ético de una decisión, como explicaremos en el próximo apartado, no son sólo las consecuencias que esta tenga para los demás, sino aspectos del sujeto que la realiza y de la acción misma: las motivaciones de quien la ejecuta (su intención) y los aspectos morales relevantes de las propias acciones.

Nada de lo que realiza un ser humano es indiferente para su desarrollo como persona. Nuestras acciones no sólo pueden afectar a los que nos rodean y al medio ambiente, sino que nos transforman. Y esa transformación personal es la que acaba por ejercer una influencia más definitiva y permanente sobre los demás y sobre el mundo exterior.

Las consecuencias que nuestras actuaciones tienen en los demás son importantes, pero no son lo más significativo. Lo fundamental a largo plazo es que si, por ejemplo, no somos verdaderos con los clientes nos tornamos menos veraces y, si seguimos actuando de ese modo, la empresa y los demás se verán cada vez más afectados, negativamente, por nuestro comportamiento.

Existen varias éticas empresariales, que se basan en diferentes teorías éticas: kantianismo, derecho natural, utilitarismo, contrato social, ética de las virtudes, etc. 4 En este libro seguiremos un planteamiento centrado en la persona, pues consideramos que el criterio ético fundamental para tomar decisiones es el bien de las personas (respetar la dignidad y los derechos de cada ser humano y promover su perfeccionamiento), tanto de las que trabajan en la empresa como de las que son influenciadas por ella (clientes, inversores, comunidades locales, etc.). En esa línea, consideramos que los valores éticos (justicia, veracidad, confianza, etc.) tienen primacía sobre los económicos o técnicos. Afirma el Papa Benedicto XVI al respecto,