Textos bizarros

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Textos bizarros

Pedro Montalbán-Kroebel

© Pedro Montalbán-Kroebel 2019

© de esta edición para:

Literaturas Com Libros 2019

Erres Proyectos Digitales, S.L.U.

Avenida de Menéndez Pelayo 85

28007 Madrid

Diseño de la colección: Benjamín Escalonilla

ISBN: 978-84-121602-7-7

Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler de la obra o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright.

Índice

Sobre lo bizarro

A cara o cruz

Kalderón

Die (authentischen) Tabak Werke

Kalderón 2.0

Sobre lo bizarro...

El Diccionario de la Real Academia Española define «bizarro» como «valiente, arriesgado».

Idéntica definición proporciona el Diccionario de María Moliner, si bien añade que, alguna vez, se encuentra usado con el sentido del «bravo» clásico que tiene en francés el significado de «extravagante, sorprendente, gracioso».

El Diccionario Etimológico de Joan Corominas remite su origen al italiano bizzarro «fogoso», propiamente «iracundo, furioso», y señala que deriva de bizza «ira instantánea, rabieta»; y que el francés bizarre «estrambótico» procede también de Italia.

Con cada vez más frecuencia se viene utilizando, con idéntico sentido al bizarre inglés, como «extraño, raro, extravagante, grotesco». El Etymology Dictionary inglés remite su origen al francés, «raro, fantástico», y señala que este a su vez tiene origen en el italiano bizzarro, con la misma descripción que la realizada por Corominas. Añade, además, que el sentido italiano de «ira instantánea» evolucionó a «impredecible, excéntrico» y posteriormente a «extraño, raro».

El Diccionario Panhispánico de Dudas desaconseja su utilización en el sentido inglés y lo considera un modismo. Opino que la omnipresencia de lo anglosajón en internet acabará por imponerse y la RAE acabará por admitir una nueva acepción. Al fin y al cabo, como recogen los mencionados expertos en uso y etimología, lo sentidos español, francés e inglés no dejan de estar emparentados con el italiano.

Solo me queda dar la bienvenida a estos textos arriesgados, valientes a veces, por lo que en ellos hay de raro, extraño, extravagante e incluso, en ocasiones, de iracundo y furioso.

Pedro Montalbán-Kroebel

Febrero, 2020

A cara o cruz

La versión en catalán de esta obra obtuvo el Premi Lluís Solà i Sala de Teatre 2018

Dramatis Personae

HIJA: 20-25 años

MADRE - PROFESORA: 45-55 años

ABUELA: 65-70 años

HOMBRE: 40-45 anys

El orden en que se presentan las cinco escenas es solo una posibilidad de entre las cientoveinte ordenaciones posibles.

Esta opción corresponde a un orden cronológico, si bien se ha de tener en cuenta que los saltos temporales entre escenas son de duración variable. Se ha optado por esta ordenación cronológica porque, quizás, facilite al lector/director la reconstrucción de una «fábula».

Para la puesta en escena debería utilizarse un orden aleatorio que difumine cualquier rastro cronológico. Lo ideal sería un orden diferente en cada representación. La nota introductoria se presenta a modo de indicación –a desarrollar entre director e intérpretes– para proceder al sorteo del orden antes de cada representación. El sorteo se debería realizar con la intervención de los espectadores, que sabrían que es el azar el que determina lo que van a ver. De esta manera la función será diferente cada día.

Nota introductoria

Información para que los intérpretes manejen durante la elección del orden por parte de los espectadores.

La obra consta de cinco escenas que pueden representarse en cualquier orden. Para los que son de Letras, recordemos que cada una de las ordenaciones posibles de un conjunto finito se denomina permutación. Y dado un conjunto de 5 elementos, el número de todas las permutaciones es igual a factorial de 5. Es decir, 5 x 4 x 3 x 2 x 1. Esto significa que existen 120 ordenaciones posibles. 120 formas diferentes de presentar la obra. Cada una de las 120 ordenaciones posibles tiene una probabilidad de 1/120, es decir, 0,0083, un poco más de 8 milésimas, un 0,83 %.

Debe ser el azar, por medio de los espectadores, el que determine qué obra se representa cada día. Para ello, se procede a elegir el orden de las escenas. Su identificación se realiza por el espacio en el que suceden (En la casa... En el despacho del Instituto... En la cámara... En el locutorio... En la habitación...).

Dadas las casi nulas probabilidades de que una obra teatral alcance hoy las 120 representaciones, el orden elegido para cada función puede considerarse único.

En la casa...

HIJA: Abuela, ¡te pasas!

MADRE: No le hables así a la abuela.

HIJA: Déjame, mamá, se lo estoy diciendo a ella.

MADRE: No le hables en ese tono.

HIJA: ¡Vale!

MADRE: ¡Eres una impertinente!

ABUELA: La levanta el notario. Cuatro letras... ¡Acta!

HIJA: En esta casa ya ni siquiera se puede hablar.

ABUELA: Deja que me diga lo que quiera.

MADRE: Mamá, por favor, no te metas.

HIJA: Esta plancha no va bien. Tarda un siglo en calentar.

ABUELA: Es a mí a quien le estaba hablando. La que se ha metido en medio eres tú.

HIJA: Eso.

MADRE: Que diga lo que quiera, pero no en ese tono.

HIJA: Estoy hablando en un tono normal.

ABUELA: La pisa el boxeador... cuatro letras...

HIJA: Parece que ya se calienta.

MADRE: Sí, eso es lo malo, que no te das ni cuenta del tono que empleas.

HIJA: ¿Cómo quieres que hable?

MADRE: Vamos a dejarlo o terminaremos gritando. Como todos los días.

ABUELA: La pisa el boxeador ¡Lona!

[Una larga pausa]

ABUELA: Ha pasado un ángel.

HIJA: Abuela…

ABUELA: ¿Qué?

HIJA: Abuela, te has pasado un poco.

MADRE: Ese tono está mejor. Cuidado con la manga, se te he quedado doblada...

HIJA: Gracias. Abuela, siempre que alguien te está contando alguna enfermedad o sufrimiento, interrumpes.

ABUELA: ¿Yo?

HIJA: Sí, abuela.

ABUELA: Esta es fácil. Ley hipotecaria. LH. Si se callan, será para que yo pueda terciar.

HIJA: No se callan, abuela, respiran y tú aprovechas para hablar. Interrumpes. Te están contando lo mal que lo han pasado y tú cortas para contar tu enfermedad...

MADRE: No hace falta que planches los calcetines.

HIJA: ... que siempre es mucho peor. ¿Por qué no? A mí me gusta plancharlos.

ABUELA: Meta del fútbol... Gol. ¿Yo interrumpo?

MADRE: Sí, mamá, tú.

HIJA: Queda fatal.

MADRE: «Este invierno lo estoy pasando fatal, tengo muchos dolores de cabeza».

HIJA: «Yo lo que tengo son migrañas».

MADRE: «Me despierto todas las mañanas con un dolor aquí en el entrecejo. Como si me clavaran un cuchillo. Tengo que pasar el día atiborrándome a pastillas de Hemicraneal».

HIJA: «A mí el Hemicraneal me hace cosquillas. La migraña sí que es dolorosa. Eso no hay nada que te lo quite. Me tengo que quedar en la cama todo el día. A oscuras, claro. No te puedes imaginar lo que es eso. He probado hasta con el Tonopan. Me dijo el médico que eso es lo más fuerte que hay. Pero a mí no me hace nada».

ABUELA: ¡Muy graciosas! A quien se burla, el demonio le hurga.

MADRE: «Estoy agotada. Me he pasado toda la mañana de compras y tengo un dolor de rodilla espantoso. Debe ser la artrosis.»

ABUELA: Es que un dolor de rodillas no se puede comparar con el dolor de juanete. ¡En la vida! ¡Qué sabréis vosotras!

HIJA: Es de mala educación abuela.

ABUELA: ¡Es la verdad!

HIJA: Esta plancha va mal. Ahora no sale vapor.

MADRE: Tiene razón, mamá. Siempre haces lo mismo.

ABUELA: ¡Cállate!

MADRE: Me voy al despacho. Con vosotras hablando es imposible corregir los exámenes.

[Sale]

 

ABUELA: Mira cómo huye. Es una cobarde.

HIJA: Déjala abuela, tiene mucho trabajo.

ABUELA: En cuanto le plantas cara, huye. Ni gané, ni empaté, cinco letras... perdí.

HIJA: Está estresada.

ABUELA: ¿Estresada? Lo que le pasa es que le está llegando la menopausia.

HIJA: También.

ABUELA: ¿Te lo has pensado bien?

HIJA: Sí, abuela.

ABUELA: Nena, no te vayas.

HIJA: Ay abuela, no empieces otra vez.

ABUELA: ¿Dónde vas a estar mejor que en casa? Lo corean los hinchas. Dos letras.

HIJA: En la mía. En mi propia casa.

ABUELA: Pero si eres una cría. La segunda es E.

HIJA: Abuela, a mi edad tú ya tenías una hija.

ABUELA: Es distinto. Eran otros tiempos.

HIJA: Siempre era otro el tiempo. A mí lo que me importa es el ahora. Necesito salir de aquí. OE, lo que corean los hinchas. OE.

ABUELA: Gracias. ¿Te acordarás de tu abuela?

HIJA: Claro.

ABUELA: ¿Vendrás a verme?

HIJA: Sí.

ABUELA: Te olvidarás de mí.

HIJA: No seas pesada, abuela.

ABUELA: Un día te dirán que he muerto, entonces pensarás: debería haber estado más tiempo con mi abuela.

HIJA: ¡Por favor!

ABUELA: No me dejes sola con tu madre, por favor. No lo aguantaré.

HIJA: Te acostumbrarás. Alcánzame el suéter.

ABUELA: Nos destrozaremos. Afluente suizo del Rhin. ¡Ya estamos con los afluentes!

HIJA: No seas exagerada.

ABUELA: No me perdona haberla criado sin padre.

HIJA: Y tú no le perdonas que se divorciara del inútil de mi padre.

ABUELA: Es mejor un mal marido que dormir sola en una cama fría. Esta es fácil... ese, a, ele... ¡Sal! Qué soso sería todo sin ella.

HIJA: No estoy de acuerdo.

ABUELA: No tienes más que ver lo amargada que está.

HIJA: También tú dormías sola.

ABUELA: No te confundas. Yo vivía sola, pero por mi cama me he pasado a todo el que me ha caído en gracia. Un poco de diversión y luego puerta. Eso sí, comportándome con mucha discreción. Sin escándalos. Cada uno en su casa y Dios en la de todos.

HIJA: ¡Alucino!

ABUELA: Tú te piensas que el amor libre lo habéis inventado los jóvenes.

HIJA: ¡Abuela!

ABUELA: Eso ha existido siempre.

HIJA: Ya veo, ya.

ABUELA: Es cuestión de carácter. Tu madre en cambio, no. Es una estrecha.

HIJA: Abuela, por favor.

ABUELA: Desde que se separó, nunca se ha escarranchado. Nada de nada. Por eso está tan amargada.

HIJA: Tú que sabrás.

ABUELA: Te lo digo yo.

HIJA: ¿Cómo lo sabes?

ABUELA: Hay cosas que a una madre no se le escapan. Y a una abuela tampoco. Tú has salido a mí.

HIJA: Tengo una abuela bruja.

ABUELA: No me preguntes por qué, pero te lo noto en la cara.

HIJA: Prométeme una cosa, abuela. Prométeme que no vas a martirizar a mamá.

ABUELA: No te vayas.

HIJA: Esto ya está.

ABUELA: Quédate conmigo, por favor.

HIJA: Me voy a hacer la maleta.

ABUELA: ¿Nos lo jugamos?

HIJA: El azar no puede decidir por nosotras.

ABUELA: Dale una oportunidad a tu abuela.

HIJA: Cara.

ABUELA: Si gano, te quedas hasta que me muera.

HIJA: No digas eso, abuela.

ABUELA: Entonces hasta que yo diga.

HIJA: ¡Cara! Lo siento, abuela.

[Sale]

ABUELA: Corre. Vuela. Aquí me dejas, para que me coman los gusanos. Es ley de vida. Algún día te arrepentirás del tiempo que no has pasado conmigo. ¡Eres valiente! Yo soy valiente. Aquí, dentro de casa, soy valiente. Desde aquí me como el mundo. Reto al universo. Quiero salir de esta casa. Pero no me atrevo. Me falta valor. Soy cobarde, muy cobarde. ¿Dónde vas a ir, vieja? ¿Tú crees que a tu edad puedes valerte por ti misma? ¿Serías capaz de hacerlo? Yo no la martirizo. Es ella. Ella la que intenta despedazarme. Yo lo único que hago es defenderme. Solo soy una pobre anciana indefensa. Un trasto abandonado.

[Una larga pausa]

Miradla. Lo valiente que era. Ella sola con su hija y fue capaz de enfrentarse al mundo. Ella sola, ella sola...

[Una larga pausa]

Arrancamos las páginas, así, despacio. Debemos hacer pedazos. Muy pequeños. Lentamente. Así, cortando el papel en cuadrados. Soy una vieja idiota. Un mueble aparcado en medio de la nada. ¡Quién me ha visto y quién me ve!. Lápiz. Papel. La bata. Aguantar. Fingir. Dolor. La cabeza. El juanete. Burla. Vamos levántate y sal de esta cárcel. No puedes quedarte aquí con ella. Te vas a ahogar. Te matará. Lucha por tu vida. Tienes tiempo todavía. ¿De dónde saqué el valor para enfrentarme al mundo? ¿Cómo fabricaba el arrojo para luchar sola? ¿Qué hacía cuando tenía miedo? Hija, no me hagas más daño. Deja de atormentarme. ¿Qué te he hecho para que me odies tanto? No me hagas sufrir más.

[Una larga pausa]

MADRE: [Entra] Hace mucho frío en el despacho. [Pausa] No puedo trabajar. [Pausa] No me concentro. [Pausa] No me gusta estar sola. [Pausa] ¿Ha terminado ya de planchar?

ABUELA: Sí.

MADRE: Podías haberle dicho que apagara la plancha.

ABUELA: No me he dado cuenta.

MADRE: ¿Qué te ha dicho?

ABUELA: He debido quedarme dormida.

MADRE: ¿No ha dicho nada?

ABUELA: No sé, creo que ha ido a hacerse la maleta.

MADRE: Necesito concentrarme.

ABUELA: Está haciendo la maleta.

MADRE: Tengo que corregir los exámenes.

ABUELA: La maleta.

MADRE: ¡Es patético el nivel de mis alumnos!

ABUELA: ¿No te das cuenta?

MADRE: Me pregunto si la culpa será mía. No consigo que se aprendan la Ley de Faraday.

ABUELA: Siempre estás con la misma murga.

MADRE: Debería dejar las clases. ¿No crees?

ABUELA: Cuando termine de hacer la maleta, se irá.

MADRE: Estoy pensando en pedir una baja médica.

ABUELA: Me pones la cabeza como un bombo.

MADRE: Baja por depresión. Sí, eso. No aguanto más.

ABUELA: Se irá. Tal vez para siempre.

MADRE: Aquí me tienes, corrigiendo los mismos exámenes año tras año, las mismas preguntas, las mismas respuestas.

ABUELA: El mismo lamento.

MADRE: ¿Tú crees que me estoy haciendo vieja?

ABUELA: Dos viejas locas enterradas vivas en una casa, eso es lo que acabaremos siendo.

MADRE: Podríamos alquilar su habitación.

ABUELA: ¿Alquilar? ¿A quién?

MADRE: A una estudiante.

ABUELA: Me parece bien. Así tendríamos a alguien con quien respirar.

MADRE: Estoy cansada.

ABUELA: Y yo.

MADRE: Me duele aquí en el costado, como si me clavaran un puñal. Deben ser los...

ABUELA: Yo tengo la tensión disparada.

MADRE: Deben ser los...

ABUELA: Tengo como una especie de vértigo agudo desde que me he levantado.

MADRE: Mamá...

ABUELA: Cuando llegas a vieja, todo son achaques. No sé de qué puede ser.

MADRE: Yo...

ABUELA: La pastilla de la tensión me la he tomado a la hora exacta en que me tocaba.

MADRE: ... los nervios...

ABUELA: No me está haciendo efecto.

[Una larga pausa]

MADRE: ¿Has acabado?

ABUELA: Sí.

MADRE: Me duele el costado. Deben ser los nervios.

ABUELA: Voy a preparar la cena.

MADRE: Deja, ahora la hago yo.

ABUELA: No quiero cenar de cualquier manera.

MADRE: En cuanto termine con los exámenes, voy

ABUELA: ¿Qué preparo?

MADRE: Déjalo.

ABUELA: ¿Unas acelgas?

MADRE: Cualquier cosa.

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