Czytaj książkę: «Poesía digital»

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POESÍA DIGITAL

DEENA LARSEN

Y STEPHANIE STRICKLAND

Biblioteca Javier Coy d’estudis nord-americans

http://www.uv.es/bibjcoy

Directora

Carme Manuel

POESÍA DIGITAL

DEENA LARSEN

Y STEPHANIE STRICKLAND

Oreto Doménech i Masià

Biblioteca Javier Coy d’estudis nord-americans

Universitat de València

Poesía digital: Deena Larsen y Stephanie Strickland

Oreto Doménech i Masià

Traducción al español: Francesc Gascó i Navarro

1a edición de 2015

Reservados todos los derechos

Prohibida su reproducción total o parcial

ISBN: 978-84-9134-175-8

Imagen de la portada: Sophia de Vera Höltz

Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera

Publicacions de la Universitat de València

http://puv.uv.es

publicacions@uv.es

A Francesc, perquè sense ell la poesia no tindria cap sentit.

A la meua familia, perquè sempre m ’han animat a aprendre i m ’han donat llibertatper a fer-ho.

A la meua mestra, Laura Borras, perquè m ’ha ajudat a experimentar intensament que, com deia Borges,“la lectura és una forma de la felicitat”.

Prólogos

Laura Borràs i Castanyer

“U (please imagine)”

Prologar un libro siempre es una gran responsabilidad. Las palabras con las que un lector se encuentra en un principio han de tener la misión de acoger, acompañar, estimular a la lectura de lo que viene a continuación, y sobre todo, tratar de atraparlo en beneficio de aquello que obtendrá si entra en el juego y se deja llevar por la fuerza del texto. Siendo así, puede que lo más honesto fuese declinar el ofrecimiento que me hace la autora de este libro que tienen en sus manos porque, además de tener las palabras de las dos autoras contemporáneas que ella analiza (Deena Larsen y Stephanie Strickland) y que sirven de pórtico a su investigación, ella sola lo consigue desde el minuto cero. Incluso para una persona com yo, que desde el año 1999 investigo la temática de esta obra en el marco del grupo de investigación HERMENEIA (www.hermeneia.cat) y que he sido profesora, primero, y colega, después, de Oreto Doménech he de reconocer que esta obra me ha atrapado desde la primera a la última página y que la he leído como si leyese una novela, extrañamente seducida por la capacidad de entretejer el discurso sobre una área de conocimiento que en numerosas universidades europeas y americanas tiene un espacio que se consolida, pero que, por el contrario, aquí topa con la reticencia digital propia de un mundo que ha vivido acunado en la somnolencia de la imprenta desde hace 500 años.

Contextualizar un fenómeno relativamente nuevo, muy desconocido todavía en nuestra cultura, rehacer los vínculos con la teoría y la crítica al uso (aquí Riba, Vicent Salvador o Joan Margarit dialogan con Landow, Hayles o Aarseth) para reivindicar una lectura crítica genuinament digital y adecuada a las obras que forman parte del corpus de la literatura digital que son estudiadas en estas páginas, es un reto mayúsculo. Lo es por la complejidad de la temática analizada y la escasa tradición académica de estudio de estas nuevas textualidades, por la multiplicidad de saltos conceptuales que es necesario llevar a cabo y de referentes interdisciplinares que hay que dominar e incluso en una dimensión metodológica y procedimental, por la dificultad intrínseca de tener que dotar de una urdimbre de palabras aquello que digitalmente percibiríamos de manera dinámica y temporalizada. Usar las palabras para describir lo que va más allá de las palabras y lo que requiere de algo más que las palabras para poder ser considerado literatura digital.

Estamos delante de un libro redondo, en el que la vida se mezcla con el estudio y la autora nos da cuenta de ello, tal vez de manera inconsciente, en diversos momentos de la obra. Como en las dos citas que me gustaría recuperar aquí. La cita de apertura, de Antoni Clapés, que se pregunta por la mirada: “No t’adones de com ha anat canviant, el paisatge. No sols per l’acció dels elements sinó, i sobretot, perqué la teva mirada és ja una altra. (De qui és la mirada?)” y la cita de Nabokov que encontramos al final del libro y que, más o menos, vendría a decir que “La poesia incorpora els misteris d’allò que és irracional i que és percebut mitjançant paraules racionals”. En este sentido, la operación llevada a cabo por Oreto Domènech es enormemente osada porque se atreve a mirar con una mirada “otra” (la alteridad hecha mirada crítica) y extraordinariamente poética en ella misma. La primera de las dedicatorias del libro también nos prepara para adentrarnos en esta dimensión poética: “A Francesc perquè sense ell la poesia no tindria cap sentit”. Dar sentido a la poesía, esta es la titánica obra que Oreto Domènech lleva a cabo en este libro. Leer (leernos, también) para buscar sentido. Respecto de la poesía digital, entendida ahora en un sentido amplio de “poiesis”, como literatura en general y, claro está, en la obra de dos autoras que representan dos cúlmenes del cánon de la literatura digital en lengua inglesa, lo que equivale a decir que forman parte del cánon de la literatura digital, a secas. Estamos ante un ejercicio de lectura atenta, que va de lo general a lo particular y que, como si la autora fuese provista al mismo tiempo de un bisturí y de un pincel, nos va ofreciendo una disección de las diversas obras analizadas para, conjuntamente, ir pintando un cuadro más general donde seamos capaces de ver una imagen final bella, atractiva y seductora que se explique por ella misma.

Aquí es donde entraría en juego la segunda dedicatoria, la que va indefectiblemente destinada a sus padres, a su hermano, a la familia, aquellos que - literalmente- “sempre m’han animat a aprendre i m’han donat llibertat per a fer-ho”. Aprenendizaje y libertad. El aprendizaje como forma de ganar la libertad. El conocimiento como una manera de ser libres. Aquí, la voluntad de comprensión de Oreto Domènech es la piedra angular de todo el libro. La autora fue mi alumna en la primera generación del Máster en Estudis literaris en l’era digital en el curso 2006/2007. Una de las alumnas más brillantes que nunca he tenido, en grado o posgrado, licenciatura o doctorado en 22 años de profesora universitaria. Ver su progresión en la materia, no solo durante el período de formación sino, posteriormente, como miembro del grupo de investigación, en congresos, seminarios, o incluso como directora adjunta del mismo màster, ha sido un privilegio, un auténtico regalo de los que en ocasiones recibimos los docentes. La voracidad hermenéutica que demuestra entre estas páginas, mientras despliega -nunca mejor dicho- todos y cada uno de los pliegos de significado que las obras digitales de su corpus tienen ocultos se corresponde con una inequívoca voluntad didáctica. El alquímico y (solo) aparentmente paradójico trayecto entre el aprender para enseñar, y el enseñar para poder aprender.

Dominar la bibliografía, hacer una selección cuidadosa y pertinente de ella, destilar teorías de los principales referents en este ámbito y hacerlas asequibles con sencillez y pertinencia, no es una tarea que esté al alcance de cualquier persona. Pero -y ahora la afectada por la generosidad de la autora soy yo misma- en la dedicatoria final se halla contenida la esencia misma del libro, de todos los libros, seguramente, de la literatura, incluso en todos sus géneros, formas y registros. Cuando se dirige a la que ella considera su maestra para decirle que “m’ha ajudat a experimentar intensament” la máxima de Borges: “la lectura és una forma de la felicitat”; solo entonces se puede entender que la obra nace de un profundo compromiso con la lectura como forma de vida, de crecimiento personal e intelectual, vital en la dimensión más amplia posible. Un compromiso irreductible con la lectura como forma de la felicidad, siempre. A pesar del esfuerzo que sea necesario hacer para descifrarla, que tanto en el caso de Borges como en el de la literatura digital que aquí se analiza es más que considerable. La lectura como compromiso, como pacto y la implicación intelectual en la lectura. ¿Se puede intentar aspirar a nada más ambicioso, más necesario, más transcendental? A mí me parece que no.

Ahora les corresponderá juzgarlo a quienes se adentren en este bosque de palabras que transcurre por disquisiciones teóricas que son la cartografía básica imprescindible para guiarnos mediante los territorios de árboles, constelaciones, paisajes, versos móviles o vidrieras (entre muchos otros) que este libro contiene. Les recomiendo que se dejen llevar por un discurso claro, ordenado, preciso y fluidísimo que deviene la mejor y más segura de las protecciones en el mar lleno de escollos y sirenas de los nuevos campos disciplinares que generan una terminología autojustificatoria que es lo que representa la navegación por estos territorios de la acuosidad de la palabra dentro de la pantalla. He titulado este prólogo con un verso de Strickland del poema “WaveSon.net I” que hace referencia a Simone Weil: “U (please imagine)”. Eso es lo que les exhorto a hacer: por favor, imaginen. Prepárense para un viaje fascinante de descubrimiento, de sugerencias, de aprendizaje. Y, una vez leído el libro, hagan el salto a la pantalla, a las pantallas, para continuar la navegación siendo ya cada uno de ustedes mismos los patrones de su nave de lectura. Volverán de allí, entre muchas otras cosas, más libres, más sabios y más felices. Y verán como tenía razón Auden cuando decía que un poema difícil se tornaba claro cuando se lo oía leer a alguien que lo había entendido. No podría resultar más oportuna, esta cita, para un libro como el que tienen en las manos y para unas obras que requieren de tanta mediación.

Gracias a su autora, gracias a la editorial por recoger el reto de una publicación tan necesaria como insólita en el panorama contemporáneo. Gracias a las autoras de las obras aquí analizadas que tantos momentos de complicidad me han permitido con Oreto y que tantas cosas me ha enseñado, ¡ella a mí!

Deena Larsen September 2015

Electronic literature incorporates many dimensions, going far beyond the simple word and page. It embraces other elements such as imagery, navigation, movement, and even juxtaposition of phrases to create more meaning. Understanding this in one language is daunting, but translating and embracing all of these elements to truly convey the meaning of a work is a formidable task. Digital poetry does this in a thought-providing way. I hope this book will serve as a bridge to encourage native, born digital works in Catalan.

Reading and writing electronic literature has been my passion, my form of happiness, for nearly all of my life now. I explored what the computer can offer us in Stained Word Windows, Tree Woman, and other such works. My first work, Marble Springs (Eastgate Systems 1993), explored a Colorado mountain town, and I revisited that world to put it into a wiki for everyone to come and explore and contribute and create with me (http://marblesprings.wikidot.com). Now, I am launching the Rose Project (http://www.thinkingrose.com), which brings the possibilities of new meaning down to a letter level. Each letter corresponds to a concept, and uses several symbols to denote facets of those concepts. You can read about it online and also branch out into paper versions.

With Oreto’s insightful guidance, you can learn about new ways to explore meanings and create exciting new forms of literature. This work is a critical step forward for the future of Catalan literature.

Stephanie Strickland September 2015

Literature as “a form of happiness” (Borges), a form of knowledge, and something alive—literature capable of crossing cultural and linguistic borders in the 21st century? Oreto Doménech has discovered all this in her penetrating study of digital poetry. Her exploration of constellational systems in the V project yields precisely a close, but not a closed, reading. Digital poems are not inherently closed, and the V project has grown to include the Vniverse app for iPad in which readers draw their own constellations, map their own sky. The V project for mobile media uses the tercet structure which is accessible, but secondary, in the Shockwave V: Vniverse. A coordinate print volume, V: WaveTercets / Losing L ’una (SpringGun Press), lets us “read through” the poem in one long wave as it was first written. It is my hope that constellations of Catalan digital poetry will emerge from Oreto Doménech’s pathbreaking celebration of digital poetic forms.

Índex

CAPÍTULO 1 ¿QUÉ ES LA POESÍA DIGITAL?

El entorno digital y la literatura

Literatura digitalizada

Literatura digital: la poesía digital o electrónica

Pantallas móviles y literatura digital

¿Un cánon de la literatura digital?

La lectura atenta de la poesía digital: mi experiencia lectora

CAPÍTULO 2 DEENA LARSEN, GENUINAMENTE DIGITAL

Una creadora de utopías electrónicas

Stained Word Window: la estructura como metáfora

I’m Simply Saying: palabras, sonidos, movimientos e hipertexto

Tree Woman: imágenes que perduran, recuerdos que se disuelven

CAPÍTULO 3 STEPHANIE STRICKLAND, DEL PAPEL A LA WEB

El viaje al ciberespacio

V: Vniverse: el lector como aprendiz

La intertextualidad como compendio

CAPÍTOL 4 ¿QUÉ PASA CUANDO LEEMOS POESÍA DIGITAL?

La poesía digital y los lectores

La poesía digital y la lectura

La poesía digital y los autores

La poesía digital y el poema

CONCLUSIONES

BIBLIOGRAFÍA

Yo diría que la literatura es también una forma de la alegría.

Jorge Luis Borges, El libro

I hope never to idealize poetry, it has suffered enough from that. Poetry is not a healing lotion, an emotional massage, a kind of linguistic aromatherapy. Neither is a blueprint, nor an instruction manual, nor a billboard. There is no universal Poetry anyway, only poetries and poetics, and the streaming intertwinning histories to which they belong. There is room, indeed necessity, for both Neruda and César Vallejo, for Pier Paolo Passolini and Alfonsina Storni, for Audre Lorde and Aimé Césaire, for both Ezra Pound and Nelly Sachs. Poetries are no more pure and simple than human histories are pure and simple. Poetry, like silk or coffee or oil or human flesh, has had its trade routes. And there are colonized poetics and resilient poetics, transmissions across frontiers not easily traced. [...] Critical discourse about poetry has said little about the daily conditions of our material existence, past and present: how they imprint the life of the feelings, of involuntary human responses _how we glimpse a blur of smoke in the air, look at a pair of shoes in a shop window, at a woman sleep in her car or a group of men on a street corner, how we hear the whir of an helicopter or rain on the roof or music on the radio upstairs, how we meet or avoid the eyes of a neighbor or a stranger. That pressure bends our angle of vision whether we recognize it or not. A great many well-wrought, banal poems, like a great many essays on poetry and poetics, are written as if such pressures didn’t exist. But this only reveals their existence. [...] And such a line can also be drawn between ideologically obedient hack verse and an engaged poetics that endures the weight of the unkonwn, the untracked, the unrealized, along with its urgencies for and against.

Adrienne Rich, Poetry and Commitment

Capítulo 1

¿Qué es la poesía digital?

EL ENTORNO DIGITAL Y LA LITERATURA

No t’adones de com ha anat canviant, el paisatge. No sols per l’acció dels elements sinó, i sobretot, perqué la teva mirada és ja una altra. (De qui és la mirada?)

Antoni Clapés, in nuce

La creación artística siempre da cuenta, de una manera u otra, de los cambios que se producen en las sociedades, tanto desde el punto de vista de los discursos que genera, como sirviéndose de los cambios tecnológicos con finalidades creativas. Ahora, la presencia de la literatura en el entorno digital es un fenómeno que se percibe con cierta normalidad, lo cual, por otra parte, ha sido posible a partir de la llamada web 2.0, es decir, desde que se ha hecho realidad la posibilidad de creación de contenidos y de apropiación de las herramientas por parte de los usuarios de la red sin tener que saber código de programación. El autodidactismo que promueve una Internet tan intuitiva hace que el hecho literario circule libre y vivo por el ciberespacio entre los lectores, los creadores, los agentes culturales y los negocios empresariales que se vinculan a ellos, como, por otra parte, circulan tantas otras cosas. Es innegable, sin embargo, que el entorno digital es el origen de cambios radicales en nuestra manera de comunicar y de comunicarnos y, por consiguiente, también transforma la creación y el consumo de la literatura.

La literatura, en este contexto digital, se plantea como un diálogo fluido y constante, que se establece en múltiples direcciones. Desde el punto de vista de la recepción, la accesibilidad a las obras y la posibilidad de realizar lecturas compartidas son los ejemplos más ilustrativos de la potencia de los cambios provocados por Internet en relación con el consumo de literatura en nuestra vida cotidiana. La presencia de portales desde los que conseguimos acceder a multitud de obras (muchas de las cuales proceden de los caudales bibliográficos más importantes de la cultura occidental, ahora digitalizados), los intentos de las editoriales de crear y consolidar plataformas capaces de abastecer a nuestros lectores electrónicos de las últimas novedades editoriales y de las lecturas más especializadas y la gran cantidad de fórums literarios aptos para todas las generaciones y sobre todos los géneros, son testimonios directos de la colonización de la red por parte de la literatura y también por todo lo que acompaña al hecho literario. El rompimiento de barreras entre autores y lectores que la red facilita en muchas ocasiones, y la amplificación de los papeles que juegan los autores y los lectores, se tornan más globales y completos en este contexto internáutico. Será necesario valorar en profundidad cómo afecta esta nueva percepción de ambos protagonistas e interlocutores, autores y lectores, al fenómeno literario en sí mismo. De momento, el entorno digital y la red permiten un intercambio de papeles, lo cual facilita la permeabilidad del proceso de creación-recepción que se ha vuelto, en muchos casos, más poroso, con la retroalimentación de las valoraciones del público abre las obras literarias y el diálogo de los autores con sus lectores.

Estos cambios, en lo que se refiere al consumo de la literatura en la era digital y en el entorno digital, podemos considerarlos radicales por como nos obligan a revisar todos los aspectos del hecho literario vinculados al autor y al lector (autoría y recepción, horizonte lector...) y, además, todos los aspectos sociales vinculados al hecho literario como bien de consumo cultural. De todas maneras, solo es necesario que situemos la mirada sobre la obra literaria como creación para comprender que, desde este punto de vista, la radicalidad de la metamorfosis se ha vuelto profundísima. La digitalidad y el entorno digital han provocado una transformación profunda en la literatura.

Que la materia artística concreta (sea literaria, plástica o musical) experimente mutaciones fruto de un cambio tecnológico no es un hecho novedoso, sino que se ha dado a lo largo de los siglos de acuerdo con los cambios técnicos que los artistas siempre han aprovechado para explorar e investigar. Frecuentemente, sin embargo, perdemos de vista cómo otras evoluciones tecnológicas han influido antes sobre otras creaciones artísticas porque, siendo como somos protagonistas de cambios cada vez más acelerados, es difícil sustraerse a la rapidez de lo que nos rodea y comparar los tiempos y los protagonismos con perspectiva. Walter Benjamin nos ofrece en Breve historia de la fotografía (1931) algunos ejemplos valiosos, acertados y, sobre todo, útiles, a la hora de establecer una analogía sobre los cambios que provoca el entorno digital en la literatura.

Benjamin apunta algunas reflexiones sobre el avance tecnológico que supuso la fotografía y como esta hacía vacilar las seguridades metodológicas de algunos pintores. Estas breves pinceladas las volveremos a encontrar en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (1936), donde Benjamin reflexiona con mayor abundamiento sobre cómo la possibilidad de reproducción de las grandes obras de arte diluye su “aura”, su alma auténtica, pero, contrariamente, esta posibilidad de difusión las convierte en productos culturales pertenecientes a la colectividad. Esta apropiación colectiva de la cultura, del arte, se da también en el entorno digital o, mejor dicho, el entorno digital e Internet contienen las características necesarias para que esta apropiación se pueda dar.

La reflexión sobre la técnica, el arte y la idea de “aura” la inicia Benjamin por vez primera en relación con la fotografia y apunta con lucidez aspectos singulares sobre la transformación que la difusión de la fotografia provocó tanto en las artes plásticas como en la literatura, mostrando las relaciones entre las diferentes disciplinas artísticas como un sistema global que se ve alterado, obviamente, por cualquier cambio tecnológico en su seno. O, dicho de otra manera, cómo los cambios socials (los tecnológicos lo son de alguna manera) trastocan la expresión artística de manera global, aquella que se sirve de estas herramientas directamente y también aquella que no lo hace en primera instancia:

Pero no conviene olvidar como con la extensión de las técnicas de reproducción, ha cambiado la percepción de las grandes obras. Ya no se perciben como obras de un individuo, sino que se han convertido en producciones colectivas, tan poderosas que, para poder asimilarlas, hay que empequeñecerlas. Los procedimientos de reproducción son, en definitiva, técnicas reductivas que permiten contener unas obras que, de lo contrario serían inutilizables1.

También manifesta esta misma idea, y lo hace en relación con la fotografía y la literatura, Paul Valéry, en el discurso del 7 de enero de 1939 como delegado de la Academia Francesa:

Incluso, al principio, pareció que la maravillosa invención pudo mermar la importancia del arte de escribir y sustituirlo en más de una ocasión, antes que procurarle nuevos recursos o enseñanzas de gran valor. El grado de precisión que puede pretender el lenguaje, cuando se desea emplearlo para dar idea de cualquier objeto de la visión, es casi ilusorio. Por más hábiles que seamos en nuestro oficio de escritores ¿cómo describir un lugar o un rostro de manera que lo que hayamos escrito no sugiera tantas visiones diferentes como lectores tengamos? Abran un pasaporte y la diferencia es notoria: la descripción que garabateamos en él no soporta la fotografia pegada a su lado.

Así, la existencia de la fotografia nos invitaría, más bien, a dejar de querer “describir” aquello que puede en sí mismo, quedar “registrado”; y es necesario reconocer que, en realidad, el desarrollo de este procedimiento y de sus funciones tiene por consecuencia un tipo de exclusión progresiva de la palabra por parte de la imagen. Se diría incluso que, en las publicaciones, la imagen está tan celosa de suplantar a la palabra que se apropia de alguno de sus vicios más enojosos: facilidad y prolijidad. Me atrevería a agregar que la fotografia se atreve incluso a practicar la mentira, gran y siempre floreciente especialidad de la palabra. Es necesario convenir entonces que el bromuro supera a la tinta en todos los casos en los que la presencia misma de las cosas visibles basta, habla por sí misma, sin la intermediación de una mente interpuesta, es decir, sin recurrir a las transmisiones convencionales de un lenguaje.

Pero, por lo que a mi se refiere, no veo en esto ningún mal; y creo encontrar en ello ciertas ventajas para la literatura. Esta proliferación de imágenes fotográficas de la que hablaba, podría indirectamente acabar beneficiando a las letras (entiendo por ello, las Bellas Letras, o, más bien, las Letras verdaderamente Bellas). Si la fotografía y sus conquistas del movimiento y del color, por no hablar del relieve, nos desaniman para describir lo real, tambien nos recuerdan los límites del lenguaje articulado, y nos aconsejan a nosotros, los escritores, un uso absolutamente ajustado a la propia naturaleza de nuestros medios2.

Es decir, Valéry presenta, no sin cierta ironía, las “desventajas” que se pueden derivar de una proliferación de la imagen fotográfica sobre la letra como una oportunidad de reajuste del sistema literario: la aparición de esta nueva tecnología que era entonces la fotografía obligaría a la literatura a autoexplorarse, a esforzarse en ello y a ensanchar sus márgenes produciéndose, de rebote, un producto más destilado, más perfecto.

Valéry no olvida, sin embargo, las posibilidades ventajosas inherentes a la nueva herramienta. Y lo hace desde el punto de vista de la comprensión de la realidad: “Podemos, por ejemplo, distinguir, aunque sea a grandes rasgos, la manera de andar de la gente, pero no percibimos en absoluto su postura en esa fracción de segundo en que alarga el paso. La fotografía, sin embargo, con sus recursos, el ralentí o el aumento, nos la revela”3.

Desde este punto de vista, y teniendo en cuenta que cualquier manifestación artística es un intento de aproximación a la comprensión del mundo, las nuevas herramientas, por tanto, incorporan nuevas visiones de la realidad porque hacen posible poner de manifiesto aspectos existentes de esta pero imposibles, tiempo antes, de expresar con tanta exactitud. La complejidad de lo que nos rodea será captada con una mayor profundidad gracias a la “nueva herramienta”. Esta profundización por parte del artista gracias a la mirada que le ha proporcionado la nueva posibilidad tecnológica de creación le tendría que llevar a una reflexión sobre la propia práctica artística o literaria, y a producir nuevos discursos aprovechables para comprender (para leer) estas nuevas maneras de observar el mundo. El sistema se reajusta, crece, mejora... La realidad, la intuimos más compleja y, por tanto, más complicada de abarcar.

Con la aparición de la fotografía algunos miedos se mostraban similares a otros más nuevos y actuales, los relacionados con el entorno digital y la literatura. El miedo a la desaparición de las letras (matizado más arriba por Valéry) o la euforia desmesurada por las posibilidades de expressión de la nueva tecnología (que veremos con más concreción en la cita de Benjamin que sigue), son debidamente ponderados por ambos intelectuales y creadores: “‘El analfabeto del futuro no será quien desconozca la escritura, sino quien desconozca la fotografía’, se ha dicho. ¿Pero no es más analfabeto el fotógrafo que no sabe leer sus propias imágenes?”4.

Ya hace unos cuantos años que desde un sector de la comunidad académica formada por los estudiosos, creadores y docentes relacionados con las humanidades se observa como el entorno digital influye sobre el hecho literario y estos ejemplos nos sitúan de lleno en la necesidad de conocer, de primera mano, estas nuevas posibilidades de creación. La posición intelectual que se toma en este sentido, sin embargo, no siempre es la que apuntan Benjamin y Valéry.

El acercamiento crítico a las humanidades digitales tendría que obrar desde la observación, descripción y reflexión del fenómeno literario en el entorno digital según el corpus teórico existente relacionado con la hermenéutica del discurso literario. Necesitamos una mirada analítica hacia las propias prácticas artísticas al tiempo que vinculada a una comunidad global por parte de los creadores digitales y una voluntad de aportar una dimensión pedagógica moderna, actual, útil y valiosa de los estudios literarios para los tiempos que corren en lo relativo a la docencia. Estas son las características fundamentales que se habrían de vincular, en estos momentos ya bien entrado el siglo XXI, al campo del saber relacionado con los estudios literarios y las tecnologías digitales.

LITERATURA DIGITALIZADA

Cabe distinguir, en primer lugar, aquellas obras literarias en las cuales el fenómeno digital no produce un cambio significativo en el artificio literario de aquellas que se encuentran completamente removidas por el medio digital. Entre las primeras, la literatura digitalizada hace evidente la influencia de los cambios devenidos en la era digital sobre el hecho literario en general, pero ni el texto ni la manera de leerlo se ven alterados en profundidad. En estos casos, la digitalidad no transforma tanto las obras literarias como otros fenómenos que las acompañan, relacionados, por ejemplo, con su difusión o con el público lector. Estas obras se pueden desvincular del entorno digital para poder ser leídas; otra cuestión es si esta desvinculación empobrece aquello que supone la implementación de estas obras en formatos digitales, audiovisuales o en ambos.

Un ejemplo de literatura enriquecida por el medio digital es el libro de poemas Unlimited Sobrassada que ha diseñado Ubicuo Studio5. Es un libro de poesía ilustrada para iPad del poeta Jaume C. Pons Alorda y el ilustrador Tòfol Pons. De los poemas seleccionados por el autor, el medio digital posibilita la traducción instantánea del original en catalán a cuatro lenguas (castellano, inglés, francés e italiano), podemos leerlos y escucharlos recitados por el poeta de manera sincronizada, ver vídeos donde el poeta recita los poemas en diversos lugares, ver al ilustrador pintando un mural en Ciutadella, manipular los dibujos o compartir la experiencia lectora a través de las redes sociales. En la misma línea, el poemario Diamond Bird6 de Rocío Álvarez Albizuri incluye, además, videopoemas y contacto directo con la autora justo en el momento en el cual estamos leyendo (o escuchando, o viendo) el poema. El último libro de poesía para iPad de Ubicuo Studio es Infmit 7 que recupera en el proceso lector, gracias al medio en el que lo leemos, aspectos conceptuales propios de la poesía de Màrius Sampere8 y que conectan con la tradición poética occidental desde las vanguardias, como por ejemplo el acceso aleatorio, el azar y el discurso infinito.

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