Czytaj książkę: «Acercamientos multidisciplinarios a las emociones»

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Índice de contenido

Introducción

1. Emociones, intimidad y confianza

2. Neurociencia y emoción.Aproximaciones al diálogo con la Sociología

3. Dolor agudo y otras estrategiasde protección corporal

4. El latin lover, la pasión sexualy el empoderamiento cultural

5. Emoción y política. La vergüenzay las trabajadoras sexuales callejerasen la Ciudad de México

6. Emociones juveniles en torno al amor:autorregulación del yoe imaginarios amorosos

7. Las tecnologías afectivas y el imaginarioromántico en las experiencias de parejade jóvenes urbanos

8. Emociones, depresión e influenciasfamiliares en adolescentes

9. Entre el orgullo y el miedo. Proceso de crianza y manutención de hijos entre madres solas del occidente mexicano

10. Amor de pareja en el medio ruralmexicano de ayer y hoy

11. Restauración de emociones en mujeresindígenas con parejas que abusan del alcohol

Acercamientos multidisciplinarios a las emociones


Universidad Nacional Autónoma de México

Dr. Enrique Luis Graue Wiechers

Rector

Dr. Leonardo Lomelí Vanegas

Secretario General

Dr. Alberto Ken Oyama Nakagawa

Secretario de Desarrollo Institucional

Dra. Olga Elizabeth Hansberg Torres

Coordinadora del Seminario Universitario sobre Afectividad y Emociones (SUAFEM)

Secretaría de Desarrollo Institucional

Seminario Universitario sobre Afectividad y Emociones (SUAFEM)

Acercamientos multidisciplinarios a las emociones

Rosario Esteinou y Olbeth Hansberg

Editoras


México, 2018


Catalogación en la publicación UNAM. Dirección General de BibliotecasNombres: Esteinou, Rosario, editor. | Hansberg, Olbeth, editor.Título: Acercamientos multidisciplinarios a las emociones / Rosario Esteinou y Olbeth Hansberg, editoras.Descripción: Primera edición. | México : Universidad Nacional Autónoma de México, 2018.Identificadores: ISBN 978-607-30-0784-9(libro electrónico).Temas: Emociones.Clasificación: LCC BF535 (libro electrónico) | DDC 152.4—dc2

Acercamientos multidisciplinarios a las emociones Primera edición: 6 de septiembre de 2018

Portada: Pintura de René Millán

Edición, formación y corrección de estilo: S y G editores

D.R.© 2018, Universidad Nacional Autónoma de México

Ciudad Universitaria, Coyoacán, C.P. 04510, Ciudad de México

Secretaría de Desarrollo Institucional

Ciudad Universitaria, 8o. Piso de la Torre de Rectoría

Delegación Coyoacán, 04510, Ciudad de México

ISBN:978-607-30-0784-9

Esta edición y sus características son propiedad de la Universidad Autónoma Nacional de México

Prohibida su reproducción parcial o total por cualquier medio sin autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

Hecho en México / Made in Mexico

Introducción

Rosario Esteinou y Olbeth Hansberg

En el marco de las actividades del Seminario Universitario sobre Afectividad y Emociones de la Universidad Nacional Autónoma de México,1 el libro que presentamos, Acercamientos Multidisciplinarios a las Emociones, es el resultado de un trabajo conjunto de colegas provenientes de distintos campos disciplinarios interesados en el estudio de las emociones. Este tema requiere hoy en día —como la mayor parte de los distintos temas de investigación— ser analizado considerando lo que han aportado las diferentes disciplinas, enfoques conceptuales y metodológicos, aproximaciones cuantitativas y cualitativas, y las evidencias empíricas arrojadas por todos ellos en su análisis. El objetivo central del libro es presentar esa variedad de miradas y resultados con el fin de tener una mayor comprensión sobre la naturaleza de las emociones, sus diferentes aspectos y sus condicionantes sociales y culturales.

Asimismo, esta variedad de miradas en el estudio de las emociones estuvo motivada, a su vez, por lo que Marta Lamas señala en su capítulo como el giro afectivo que se ha registrado recientemente en las ciencias sociales. Se refiere al reconocimiento de que las emociones juegan un papel fundamental en la vida social, que están entrelazadas con los contextos y relaciones socialmente significativos. En efecto, hoy en día, se acepta cada vez más que una de las funciones de las emociones es la regulación de las interacciones sociales, lo cual se aparta de las visiones tradicionales que las consideraban como eventos intrapsíquicos o productos secundarios del comportamiento, entre otras visiones. En este sentido, consideramos que los trabajos que se presentan rebasan el mero acercamiento multidisciplinario pues ofrecen una mirada mucho más amplia de temas sociales importantes para nuestro país: la condición de los jóvenes, de las madres solas, de los migrantes viviendo en otro país, el problema del alcoholismo, los modelos de crianza de las nuevas generaciones, y la situación de grupos socialmente excluidos, entre otros. Y lo hacen incorporando los distintos papeles que pueden desempeñar las emociones como experiencias sentidas que afectan y forman parte de la vida social de los mexicanos.

Uno de los principales desafíos que enfrentamos en el estudio de las emociones en el campo de las ciencias sociales y las humanidades se refiere a lo que se entiende por emoción. Este es un problema que ha suscitado grandes debates —a menudo acalorados— entre las ciencias naturales, las humanidades y las ciencias sociales; o dentro de las mismas disciplinas. Aquí nos limitaremos sólo a señalar algunos de los principios o enfoques que orientan a varios de los trabajos que se presentan, sobre todo a aquellos que se referieren a las ciencias sociales.

Las emociones han sido objeto de teorías filosóficas clásicas,2 las cuales han sido concebidas como respuestas a cierto tipo de eventos que conciernen a los sujetos, que suscitan cambios corporales y motivan la acción o el comportamiento. Sin embargo, esta idea aparentemente simple ha recibido muy distintas interpretaciones y explicaciones en distintos campos, enmarcadas muchas veces en dicotomías como aquélla entre razón y emoción. Como muchos autores han indicado, se pueden agrupar las teorías que existen sobre las emociones en dos grandes perspectivas: aquellas que ponen el acento en las llamadas emociones “básicas” y aquellas que las conciben fundamentalmente como productos de la cultura y la vida social.

Estas perspectivas —como ya hemos indicado— a menudo se han presentado en forma dicotómica de diversas maneras, por ejemplo, entre cognición y fisiología. Esas dicotomías también han representado a dos grandes campos del conocimiento: las concepciones sobre las emociones de las ciencias naturales, como la biología, la fisiología, la psicología evolutiva o las neurociencias, se oponen a las de las ciencias sociales y las humanidades. Asimismo, esas oposiciones han estado sustentadas en el énfasis que cada campo del conocimiento atribuye a los distintos elementos que supuestamente constituyen o definen a las emociones. En palabras simples: ¿qué tiene más peso, lo fisiológico o lo cognitivo, la neurofisiología o lo social y cultural?

Esta ha sido una de las tensiones más importantes en el estudio de las emociones y ambas perspectivas han aportado evidencia que las sustenta. No obstante que todavía hay partidarios de una u otra postura, ha habido intentos por conciliar ambas o al menos de no descartar los aportes de cada perspectiva y de incorporarlos de alguna manera para comprender mejor la complejidad de la vida afectiva. Aunque los trabajos que presentamos en este libro se inscriben en el campo de las ciencias sociales y las humanidades, es importante tener presente un debate más amplio. En el marco de este debate, consideramos que muchos de los trabajos presentan acercamientos de las ciencias sociales y humanidades con respecto a los aportes de las ciencias naturales, como son por ejemplo algunos factores biológicos o fisiológicos en ellos. Dado el prejuicio que a menudo ha existido en ambos lados y los estigmas que se han atribuido mutuamente, lo anterior constituye un paso importante hacia adelante. Las ciencias sociales y las humanidades no pueden ignorar la importancia de aquellos aspectos señalados en el otro campo, pero lo mismo podemos decir a la inversa.

Los trabajos que se presentan provienen fundamentalmente de varios campos disciplinarios de las ciencias sociales y las humanidades: de la filosofía, la sociología, la antropología y algunas ramas de la psicología. Este constituye otro aporte del libro pues ofrece un marco más variado de perspectivas, metodologías y tipos de evidencia empírica. No obstante, la visión particular de cada uno de ellos y sus aportes, resulta útil extraer algunos de los principios que los atraviesan y los orientan tomando en cuenta algunas de las teorías sociológicas sobre las emociones. Lo anterior permite articular las distintas perspectivas con el objeto de tener una mayor comprensión sobre las emociones.

El primer principio se refiere al constructivismo. Aunque muchos de los trabajos incorporan en sus estudios aspectos biológicos o fisiológicos, lo cual representa —como ya hemos dicho— un avance notable, la mayoría tiene también como supuesto que las emociones son construidas socialmente a partir de las normas y valores vigentes en una sociedad, de su estructura social y de los efectos que tienen las experiencias de socialización, y de la manera en cómo se expresan y configuran emociones particulares u otras más complejas. Tanto Prinz (2004) como Turner y Stets (2006) han señalado las ventajas de esta visión, pero también sus limitaciones pues resulta difícil afirmar que la complejidad de las emociones es producto únicamente de la sociedad y la cultura. Aunque este punto hay que tenerlo presente, no necesariamente es una limitación dado el nivel de desarrollo del campo de estudio de las emociones en nuestro país. En este sentido, los trabajos que se presentan aportan avances muy notables dentro de esta misma perspectiva constructivista, tanto en términos de ampliación del espectro de emociones analizadas (vergüenza, dolor, orgullo, miedo, emociones ligadas al amor, a la depresión), de las situaciones en que se desarrollan (en el ámbito urbano, rural o transcultural) o de la condición de los sujetos que las viven (homosexuales, trabajadoras sexuales, madres solas, jóvenes; entre otros, hombres y mujeres marcados por diferencias de género). Asimismo, es importante también considerar que el constructivismo como postura epistémica tiene sin duda una sólida plausibilidad analítica.

El segundo principio que orienta a muchos de los trabajos que se presentan es de tipo fenomenológico. Tanto la filosofía como la sociología han establecido una distinción epistemológica en el estudio de las emociones: ellas pueden ser analizadas considerando sus elementos constitutivos o los elementos que las distinguen; aquí entrarían en discusión, entre otros, el papel que ocupa la razón o los aspectos cognitivos, los volitivos, la agencia, las actitudes proposicionales y las disposiciones a actuar. Pero también las emociones pueden ser entendidas o captadas en otro nivel, a partir de la experiencia del sujeto y entonces la perspectiva es de tipo fenomenológica. La mayoría de los trabajos se inscribe en esta última perspectiva y aporta evidencias sobre cómo se viven y expresan una variedad de emociones.

Además de estos dos principios, podemos observar que varios de los trabajos pueden ubicarse en una de las teorías sociológicas de las emociones que ha tenido gran influencia, aunque no lo manifiesten de manera explícita ni las adopten en su totalidad. En efecto, en varios de ellos subyace una perspectiva teórica dramatúrgica, inspirada en los trabajos de Irving Goffman (1959, 1961) y Hochschild (1979, 1983). De acuerdo con Turner y Stets (2006: 26-27), en general, estas teorías enfatizan que los individuos hacen presentaciones dramáticas y se involucran en acciones estratégicas dirigidas por un guión (script) cultural, el cual incluye ideologías, normas y reglas, dinámicas, vocabularios, y un bagaje de conocimiento implícito sobre qué emociones o sentimientos deben ser experimentados y expresados en situaciones de interacción cara a cara. Los actores presentan su self en formas estratégicas, emitiendo las emociones que son dictadas por las ideologías y las reglas emocionales. Pero los individuos no son vistos como estrictamente programados por la cultura puesto que ellos pueden ejercer una manipulación expresiva en distintas situaciones. En este sentido, las emociones pueden ser estratégicamente manipuladas porque los individuos tienen la capacidad de controlar expresivamente sus emociones, usando el despliegue de ellas en el escenario para obtener ventajas en la obtención de recursos sobre otros. Sin embargo, en posturas como la de Hochschild (1979, 1983), los individuos a menudo se encuentran atrapados en un conflicto entre, por un lado, las ideologías, las reglas sentimentales o emocionales y el despliegue de las reglas y, por el otro, sus experiencias emocionales actuales. Cuando se presentan estas discrepancias, los individuos tienden a desarrollar un “trabajo emocional” (emotion work) y una actuación profunda (deep acting) con el fin de tratar de ajustar las discrepancias entre lo que debería sentir y lo que siente. En síntesis, las teorías dramatúrgicas enfatizan la importancia de la cultura en la definición de qué emociones deben ser experimentadas y cómo deben ser expresadas en distintas situaciones. Estas teorías incorporan de manera muy acentuada los elementos cognitivos y reflexivos, que intervienen en todo este proceso de socialización de las ideologías, la adecuación por parte de los individuos a ellas, el trabajo emocional y de actuación profunda. Es decir, incorporan de manera muy acentuada la idea de que en este proceso, la conciencia, la razón o lo cognitivo es un ingrediente fundamental.

Por otro lado, tanto los trabajos en los que subyace una visión dramatúrgica como aquéllos en los que no es así, se incorporan otras perspectivas teóricas generales fundadas, por ejemplo, en las diferencias de género, la sexualidad, las teorías de la atribución (estigma), del drama social, de la parentalidad, entre otras. Todo lo cual contribuye a ofrecer un panorama más rico y complejo en el análisis de las emociones en nuestro país.

Otro aspecto novedoso de varios trabajos es que no sólo identifican algunas emociones, como la vergüenza y el miedo, sino que analizan el papel que pueden jugar otros actores (como algunas asociaciones), programas de intervención pública u otros procesos de empoderamiento en la generación de emociones positivas como el orgullo. Sin duda, estos trabajos muestran el potencial que tienen estos actores, iniciativas y procesos en la generación de emociones positivas que contribuyan a la consolidación de una cultura cívica fundada en el respeto a los derechos humanos.

La presentación de los capítulos ha sido organizada considerando varios aspectos: si se trata de una discusión conceptual, por la afinidad de los temas abordados, los grupos sociales a los que pertenecen los sujetos estudiados y si el análisis se realiza en contextos urbanos o rurales. De acuerdo con con lo anterior, los tres primeros trabajos presentan discusiones teóricas en torno a las emociones. Los capítulos 4 y 5 abordan temas relacionados con la sexualidad; el 6, 7 y 8 refieren a problemáticas de los jóvenes, y los capítulos 9, 10 y 11 remiten a diferentes situaciones de las mujeres en la vida de pareja o cuando desaparece el vínculo conyugal. Todos los trabajos fueron revisados por las editoras y a los autores se les hicieron comentarios y sugerencias con el fin de darle mayor articulación temática y argumentativa al texto.

En el marco de un debate general sobre el cuestionamiento de la dicotomía entre razón y emoción y del papel de las emociones en distintos ámbitos de la vida de los individuos y de la vida social, el capítulo 1 de Olbeth Hansberg retoma algunos de los enfoques recientes en el estudio filosófico de las emociones. En particular, se ocupa de algunos de los rasgos de las teorías llamadas cognitivas y de las teorías perceptivas. Analiza algunos de los cuestionamientos y dificultades que enfrentan ambos grupos de teorías, sobre todo en relación con una de las características que se considera esencial, a saber, su intencionalidad, esto es, el que tienen o están dirigidas a un objeto. Se examinan también los elementos constitutivos de las emociones en estas teorías y si consideran que algún tipo de cognición es o no necesaria para la emoción. Las teorías cognitivas originales concebían las emociones como actitudes proposicionales con un contenido específico que permitía explicar comportamientos complejos y acciones intencionales. Las teorías fisiológicas y más recientemente las perceptivas, pretenden dar cuenta de las emociones como adaptaciones evolutivas que cumplen ciertas funciones para la supervivencia tanto en animales no-humanos como humanos; las emociones de estos últimos, aunque son más sofisticadas, no son fundamentalmente distintas. Sin embargo, algunas de estas teorías conciben las emociones como percepciones no conceptuales que responden al entorno, es importante para filósofos como Prinz, entre otros, incorporar la intencionalidad. Hansberg desarrolla algunas distinciones útiles para el análisis y la comprensión de las emociones. Distinciones entre episodios emocionales, las disposiciones a tener emociones en ciertas circunstancias o a lo largo del tiempo, las actitudes emocionales, las emociones y su relación con las conductas. Por otro lado, la relación entre motivación, agencia y emociones, un tema sumamente complejo pero de gran importancia.

Dentro de este marco conceptual sobre las emociones, Hansberg se pregunta si en las relaciones interpersonales, en especial en aquellas íntimas donde hay una conexión emocional, son necesarias algunas emociones específicas. Para acotar el término intimidad considera, además de algunos aspectos como la auto-revelación, la expresión emocional, el apoyo mutuo, la confianza, los intercambios físicos, ser afectado por el otro, y compartir actividades y experiencias, otros criterios como el de la simetría/asimetría en la relación y su carácter positivo o negativo. De acuerdo con su perspectiva, como parte de los rasgos que caracterizan a la intimidad positiva (la empatía, el apego mutuo, el respeto por el otro, la aceptación del otro y la preocupación por su bienestar) se encuentra la confianza sobre la cual reflexiona considerando que ésta tiene un componente emocional de tipo disposicional que es necesario en las relaciones sociales.

El capítulo 2, de Adriana García y Olga Sabido, incursiona en el campo de las neurociencias, sus concepciones sobre las emociones y la posibilidad de establecer puentes interdisciplinarios, en especial con las ciencias sociales. Una de las primeras tareas para poder realizar lo anterior es identificar qué es lo que caracteriza a la neurociencia, dado que en ella convergen distintas disciplinas y campos de estudio con altos grados de especialización. Las autoras señalan que es precisamente la organización de tres áreas intelectuales para avanzar en el conocimiento del cerebro (molecular, la red neuronal y el comportamiento) lo que ha articulado a disciplinas e intereses tan disímiles como la química, la psiquiatría y otras. Sin embargo, su unidad no deriva únicamente de un criterio organizacional sino que conceptualmente comparten un “estilo de pensamiento molecular”, el cual se apoya básicamente en una concepción fisiológica del cerebro y sus procesos de operación. A las autoras les preocupan las implicaciones que esta visión puede tener en el campo de la vida social, en especial en lo relativo a la afectividad y las emociones, y reflexionan sobre algunas condiciones que han favorecido la difusión y extensión de esta concepción en detrimento de una social. Entre los factores que señalan que han contribuido a la popularidad de esta visión se encuentran las grandes inversiones financieras que se han realizado en el desarrollo de proyectos científicos en este campo, los intereses de mercado por parte de industrias como la farmacéutica y de la guerra, y la representación de las neurociencias como solución de problemas relacionados con el ámbito emocional en los medios de comunicación. La difusión de dichos conocimientos y sus ventajas ha sido asumida por parte de la población de manera directa sin considerar que esos problemas son complejos sobre los cuales no hay certezas científicas.

Ante los prejuicios que tienen los científicos sociales de acercarse a las neurociencias, García y Sabido exploran un problema referido al papel que tienen las emociones en el amor corporeizado; este problema se expresa en las teorías que postulan las emociones básicas versus los que se oponen a esa visión, es decir, en la supuesta dicotomía entre razón y emoción. Las primeras son sostenidas, en general, por las neurociencias y enfatizan los aspectos fisiológicos derivados de la evolución, mientras que las segundas resaltan los componentes cognitivos y socio-culturales. Para las ciencias sociales estas últimas tienen gran relevancia y pueden, dentro de algunas perspectivas como la de Jimeno, recuperar los aportes de las neurociencias. Las autoras proponen que una vía fructífera para establecer puentes entre las neurociencias y las ciencias sociales está representada por esfuerzos como el de Damasio, quien ha enfatizado el desdibujamiento de la dupla mente/cuerpo y la dupla razón/emoción; o, más propiamente en el campo de las ciencias sociales, por autores como Jasper, Vanini y colegas y Wacquant. Para las autoras, resulta claro que las emociones incorporan aspectos tanto corporales y fisiológicos como también cognitivos y socio-culturales.

El capítulo 3, de David Fajardo, versa sobre el dolor y, ante la dificultad de esclarecerlo desde un punto de vista filosófico, parte del supuesto de que no hay un estado mental que pueda referir a nuestro concepto ordinario de dolor, pero que se pueden realizar acercamientos hacia su compresión. Propone la tesis de que éste puede ser inicialmente entendido como estrategias de protección corporal. Desde el punto de vista fisiológico, considera dos aspectos centrales: que el dolor es útil y adaptativo para el organismo, pero que también lo es su inhibición. Establece que hay tres estrategias de protección fundamentales a partir de sus particularidades funcionales: la primera es de tipo fisiológica y las otras dos son de tipo cognitivo. Su abordaje se refiere a lo que denomina dolor agudo, en contraste con el de tipo crónico.

Para avanzar en la comprensión del dolor agudo, Fajardo presenta algunas de las limitaciones que derivan de su concepción exclusiva como informante de lesiones corporales y propone en cambio las ventajas que ofrecen las perspectivas que ponen el acento en la motivación del organismo para generar estrategias de protección, donde la información sobre las propiedades del daño son secundarias. De acuerdo con estas perspectivas, el dolor se entiende más como una emoción homeostática que hace que el organismo busque recuperar el equilibrio perdido por el deterioro en la integridad tisular mediante la ejecución de ciertas acciones. La función del dolor está relacionada entonces con la protección del daño corporal, en particular, con su evitación, interrupción y restauración. Pero a esta concepción fundamentalmente de tipo fisiológica debemos agregar otros aspectos de tipo cognitivo pues —como sostiene el autor— “el dolor nos ofrece más que solamente respuestas del sistema nervioso autónomo o conductas motoras reflejas. El dolor tiene un carácter contextual, que debe resaltarse para hacer justicia a algunas de sus particularidades funcionales”. Así, el dolor intenta resolver el problema del ajuste de la conducta de protección mediante distintos mecanismos como las fuerzas motivacionales primaria (donde se producen conductas orientadas al cuerpo) y secundaria (donde se producen conductas dirigidas a la experiencia) del dolor y ciertos efectos de modulación sofisticados. Resulta particularmente interesante y útil para las ciencias sociales el papel que juegan las fuerzas motivacionales secundarias, las cuales son propiedades cognitivas de nivel superior que pueden modular el dolor al tener efectos analgésicos o limitativos, o de amplificación del mismo, como pueden ser las creencias y las expectativas. Además de que en términos generales tienen un papel adaptativo, pueden jugar un papel adaptativo adicional en la toma de decisiones y en la planeación a largo plazo. En suma, el dolor es un fenómeno complejo que a menudo involucra estados y procesos fisiológicos y cognitivos de varios niveles.

El capítulo 4, de Héctor Carrillo, examina las múltiples maneras en que surge el discurso de la pasión sexual en las narrativas de migrantes mexicanos homosexuales que entablan relaciones sexuales y afectivas con hombres homosexuales de Estados Unidos. Su trabajo se basa en una sólida muestra cualitativa de 146 entrevistas realizadas tanto a migrantes gays mexicanos como a estadounidenses de origen latino y de otros grupos étnicos o raciales. Sostiene que que más allá de simplemente representar un estereotipo cultural, las nociones del latin lover y de la mayor pasión sexual de los mexicanos y latinos tienen también un lado productivo, el cual se manifiesta de diversos modos. En efecto, los inmigrantes se refieren a la pasión sexual en sus esfuerzos por delimitar lo que Lamont y Molnár denominan “límites simbólicos” o “fronteras simbólicas”, los cuales refieren a las distinciones conceptuales hechas por actores sociales para categorizar objetos, personas, prácticas, e incluso, el tiempo y el espacio. También separan a la gente en grupos y generan sentimientos de semejanza y pertenencia de grupo y son un medio esencial por el que las personas adquieren estatus y monopolizan recursos. Los inmigrantes de su estudio retoman el estereotipo de la pasión sexual mexicana/latina y lo convierten en una frontera simbólica que les proporciona una fuente de empoderamiento individual y grupal. Pero también, al adoptar el discurso de la pasión sexual latina, los inmigrantes mexicanos buscan realizar una crítica general de la cultura predominante blanca estadounidense. Aunque la opinión de que los mexicanos y latinos son sexualmente más apasionados no está generalizada, el uso del discurso de la pasión sexual mexicana/latina es indicativa del poder cultural que tienen las emociones como una herramienta de comparación cultural entre mexicanos y estadounidenses. Su análisis pretende ilustrar el papel que las emociones pueden jugar en la formulación de comparaciones culturales.

Carrillo describe el término “pasión sexual” como un conjunto de emociones que los participantes encapsularon bajo ese rubro, incluyendo lo que conciben como la entrega, la “cachondez”, y la búsqueda de intimidad (emocional y corporal) con sus parejas sexuales. En general, sus narrativas describen la pasión sexual en términos de emociones que se refieren a sentimientos relacionados con estados mentales y sicológicos que crean una especie de “estado alterado” asociado con la interacción sexual, además de una serie de sensaciones, acciones y disposiciones corporales que los participantes interpretan como “apasionadas”. Las expereriencias y visiones de los entrevistados sobre la supuesta mayor pasión sexual de los mexicanos gays, refuerzan los estereotipos atribuidos a los mexicanos como latin lovers, donde predomina la pasión en las relaciones sexuales y a los americanos como fríos. Sin embargo, otros entrevistados han desarrollado una idea crítica sobre el estereotipo del latin lover latino y lo perciben como un elemento de fetichización, exotización e hiper-sexualización que refuerza las diferencias raciales y culturales en la sociedad estadounidense. Para algunos —generalmente mexicanos o de origen latino— ello forma parte de la dominación y supremacía blanca; para otros —generalmente estadounidenses— forma parte de la ideología convencional norteamericana del individualismo. Pero es interesante observar que hay un tercer grupo que ve la pasión sexual latina no como un estereotipo que refuerza las relaciones desiguales y de supremacía blanca sobre otros grupos étnicos o raciales minoritarios como los mexicanos o latinos, sino como un elemento de superioridad de los mexicanos frente a los estadounidenses, de orgullo cultural que provee una posible forma de empoderamiento y una herramienta para criticar a la cultura predominante estadounidense.

El capítulo 5, de Marta Lamas, analiza la vergüenza en las trabajadoras sexuales callejeras en la ciudad de México. Partiendo de la perspectiva reciente sobre el efecto que tienen las emociones en la sociedad —lo que se ha llamado “giro afectivo— y los procesos de individuación subjetiva para el avance democrático, presenta las experiencias de trabajadoras sexuales que han superado la vergüenza, tradicionalmente asociado al valor cultural de su oficio. A través de un breve recorrido histórico de los códigos mediterráneos y de la revisión del estigma de “puta”, presenta cómo se desarrolló la construcción cultural de dicha valoración. Su análisis no sólo destaca los condicionantes sociales en el proceso de civilización sino también algunos aspectos psíquicos ligados a la vergüenza, como la culpa y la depresión. Asimismo, se puede advertir que en un primer momento la vergüenza está determinada por el “ojo externo” que sanciona el violentar ciertas reglas sociales (en este caso, del uso del cuerpo). Pero en un segundo momento, la vergüenza puede ser interiorizada, adquiriendo estados emocionales distintos como el de la culpa y la depresión. Del análisis de sus experiencias, propone que el proceso de concientización política fue lo que les permitió resignificar su actividad como una cuestión laboral y superar con ello la vergüenza. La idea central que subyace es la importancia que tiene el afecto en la transformación política positiva.