Czytaj książkę: «Olvidar es morir»
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© De los textos: los autores, 2011
© De esta edición: Universitat de València, 2011
Producción editorial: Maite Simón
Maquetación: Inmaculada Mesa
Corrección: Communico C.B.
Diseño de cubierta: Celso Hernández de la Figuera
ISBN: 978-84-370-7895-3
Depósito legal: V-1629-2011
ePub: Publidisa
Introducción
ANTE UN HOMENAJE TRAS 25 AÑOS DE AUSENCIA
Tal vez este volumen colectivo no aspire a otra cosa que a mostrar cómo leer y por qué la poesía de Vicente Aleixandre. Incluso podría decirse que, a sus editores, les ha interesado más la segunda cuestión que la primera, el porqué antes que el cómo: la invitación al placer del texto, en suma, antes que los comentarios y las prescripciones de todo tipo que continuamente está obligado a soportar. No por otra razón los colaboradores de este volumen han dispuesto de absoluta libertad de criterio a la hora de enfrentar el análisis del libro aleixandrino por el que han optado o que les ha correspondido. Cada uno de los estudios que vienen a continuación da cuenta, a su modo, de cómo hay que leer este u otro título, desde Ámbito hasta Diálogos del conocimiento, aunque por encima de las diversas metodologías y los distintos puntos de vista adoptados por los críticos e historiadores de la literatura aquí convocados, queda clara, al fin y al cabo, la oportunidad de seguir leyendo a Aleixandre. O, en el caso de los nombres que hemos reunido, la oportunidad de continuar releyéndolo, como si la interpretación fuera un proceso que no tiene fin.
Los aniversarios y homenajes a un gran poeta del pasado, como dijo Gil de Biedma a propósito de Luis Cernuda, son una buena ocasión porque nos fuerzan a releer, que es una cosa muy distinta del leer por vez primera. Toda relectura, y más tratándose de un clásico contemporáneo como Aleixandre, es ahora bien una lectura inédita y tiene un alcance insospechado porque recompone el lugar que habíamos otorgado a un autor y una obra en nuestro canon personal. También esta reunión de estudios, a poco más de un cuarto de siglo de la muerte de Aleixandre, quizás contribuya a redefinir o perfilar aún más entre los lectores (profesionales o no) el canon del Veintisiete y, por extensión, el canon de la poesía española contemporánea.
Releer colectivamente a Aleixandre libro a libro, veinticinco años después de su desaparición, y a más de treinta de la concesión del Nobel, es un desafío oportuno y diríamos que hoy por hoy necesario, pero lleno de dificultades. Se corre el riesgo de que este conjunto de lecturas sincrónicas, apegadas a cada uno de los eslabones de la producción poética del autor, termine difuminando la visión unitaria y sucesiva con la que, para bien o para mal, él siempre pensó su trayectoria. Es posible igualmente que la ausencia de unos simples trazos diacrónicos no deje ver, en primera instancia, qué añade o qué prolonga cada nuevo libro en relación con el inmediatamente anterior. Más aún: es posible que del compendio de análisis sincrónicos sucesivos no se desprenda con claridad qué textos son fundamentales a la hora de marcar una «cosmovisión» o una «época», por emplear los términos de Bousoño en su todavía hoy fundamental monografía, y cuáles, a pesar de su valor en sí mismos y de lo que aportan al proceso poético aleixandrino, giran alrededor de la órbita de los primeros. No cabe duda de que libros como La destrucción o el amor, Sombra del paraíso, Historia del corazón o Poemas de la consumación, incluso Diálogos del conocimiento, tienen una significación histórico-literaria de primer orden en la poesía española del siglo XX. Indican que Aleixandre supo estar a la altura de lo que fue ocurriendo en nuestra poesía, desde las vanguardias hasta los novísimos, que no quedó apartado, como él mismo dijo, del curso vivo de los acontecimientos literarios. A la vez cada uno de esos libros mayores abre, o consolida clarificándola, una nueva poética aleixandrina. A esta conclusión se llega, sin embargo, después de situar otros libros como Ámbito, Pasión de la tierra, Espadas como labios, Mundo a solas, Nacimiento último o En un vasto dominio en el eje sintagmático de la producción del autor. Eje sintagmático sobre el que han de incidir, más allá de la mera linealidad evolutiva, unas estructuras específicas de historicidad.
No olvidemos que Aleixandre habló para su poesía, en la primera ocasión que tuvo de volver sobre sus «poemas mejores», de un estilo en movimiento, de una evolución sin saltos, continuada. Nunca dejó de pensar que el estilo, surgido de la «representación del mundo» que se hace el poeta, no es algo estático. Más allá de los cambios y del transcurrir sucesivo, la «unidad presidente» siempre debía ser reconocible. Obviamente Aleixandre pretende con ello llamar la atención sobre el crecimiento orgánico de su obra, como si de un ser vivo se tratase, optando por la idea moderna del libro único o del libro de libros. De hecho, muy cerca de Juan Ramón Jiménez, como del Guillén de Cántico en otro sentido, advierte que el poeta no se repite, como no se repite el río. Siempre igual, pero siempre distinta, la sustancia singular del estilo habría de permanecer idéntica más allá de las variaciones cronológicas e históricas, accidentales después de todo. Nos equivocaríamos, sin embargo, si viéramos la «evolución» de la poesía aleixandrina, en la que tanto insisten Bousoño y un gran sector de la crítica, como un surco solitario y atento únicamente a su propia dinámica, a sus leyes internas de sucesión en la unidad.
No es sino en este punto concreto donde interesa poner en juego la historicidad de la literatura. Porque Aleixandre indicó más de una vez que su evolución, entendida como un «camino hacia la luz», se inicia con su segundo libro, Pasión de la tierra, escrito entre 1928 y 1929, aunque no publicado hasta 1935. Hay que señalar, de entrada, que Aleixandre comienza a leerse a sí mismo desde las coordenadas poéticas de la posguerra, donde la rehumanización y la voluntad comunicativa se imponen desplazando el esteticismo minoritario de los años veinte. No por otra razón su libro inicial, Ámbito (1928), queda desplazado, como el mismo poeta confiesa, del curso de la evolución, aunque en él todavía pudiera reconocer, en germen, todo lo que había de venir después. Hoy sabemos que Ámbito, aunque hecho de vetas distintas, debe entenderse como un tributo a la primera estética en torno a la cual se conforma el Veintisiete: la poesía pura que se celebra y se legitima con el homenaje gongorino.
Los poemas en prosa de Pasión de la tierra marcan un corte con esta primera poética pura en la que Aleixandre (sólo para entendernos) no es aún Aleixandre. El irracionalismo más o menos surrealista de este segundo libro introduce una ruptura violenta, la única que el autor reconoce en su obra, que irá poco a poco desembocando en el romanticismo de La destrucción o el amor (1935). Por su parte, Espadas como labios (1932) ya se había inscrito en este proceso en el que la vida y la poesía, contraviniendo la deshumanización que diagnostica Ortega, no son cosas distintas.
Hasta el estallido de la guerra la poética de Aleixandre, siempre alerta, ha cumplido el trayecto que va de la vanguardia formalista y pura al irracionalismo poético vitalista. El surrealismo va a ir cediendo en beneficio de una representación romántica del mundo en la que la naturaleza y lo elemental ocupan el primer término. La biología erótica, porque destruir es amar, desplaza a la historia. El siguiente libro en orden de escritura, Mundo a solas, que no verá la luz hasta 1950, extrema el negativismo de base romántica ya presente en La destrucción o el amor y fractura la idea de la armonía cósmica, de la «unidad de este mundo».
No quiere esto decir que la imagen del amor desindividualizador como simulacro de la muerte no se prolongue en Sombra del paraíso (1944), incluso hasta Nacimiento último (1953), que por lo general suele ser entendido como el cierre de este «primer» Aleixandre cósmico y simbólico. Pero Sombra del paraíso supone, en palabras de su autor, un «cántico a la luz desde la conciencia de la oscuridad». Bajo la metáfora platónica de la cueva, el Aleixandre de posguerra sólo recoge los destellos insuficientes del mundo pleno que había cantado con anterioridad y ve al poeta como un ángel desterrado de su celeste origen. Los años oscuros de la realidad presente desvían la mirada hacia los orígenes propios y los orígenes del mundo. No nos encontramos precisamente ante un texto evasivo. Tanto la luz como la oscuridad tienen incluso un significado político. La historia ha ido invadiendo poco a poco el primer paradigma poético aleixandrino, que bascula desde el panteísmo y una concepción monista del ser hacia la otredad y unos postulados existenciales antes que esenciales, hacia una poética inevitablemente rehumanizada, realista y mayoritaria, como dictaba el signo de los tiempos.
Por entonces, Historia del corazón (1954) responde a una nueva estructura de historicidad: el poeta baja definitivamente a la plaza y canta por todos. No registra ya las oscuras revelaciones que ciegamente arriban sino que ahora busca reconocerse solidariamente en los demás. La fusión natural es desalojada por la fusión social. Dando un paso más allá, En un vasto dominio (1961) presenta a un Aleixandre que escribe para todos, incluso para los que no lo leen. De la historia del corazón, tanto individual como colectivo, se pasa a la narración del proceso por el que la materia originaria se va espiritualizando, humanizándose y convirtiéndose en historia. En historia humana anónima, casi diríamos intrahistórica, en primera instancia, y en historia humana con nombre después. Así Retratos con nombre (1965) sólo adquiere sentido a partir de la historización de la naturaleza que ha emprendido En un vasto dominio. Libro que, en cierto modo, habría que ver como el reverso de la poética que culmina en La destrucción o el amor, donde la historia se naturaliza.
Historia natural e historia social constituyen, en consecuencia, los dos grandes movimientos dialécticos que resumen el recorrido de la escritura aleixandrina desde los años treinta a los sesenta. Tras la poética de la comunicación y de la historia social a la que aludimos, aún le quedaba a Aleixandre por cumplir un tercer movimiento dialéctico. No sólo en relación con su propia obra, sino también en relación con la historia de la poesía española contemporánea. Tanto Poemas de la consumación (1968) como Diálogos del conocimiento (1974) vuelven a un lenguaje irracionalista, que ya no obedece al vitalismo cósmico de los primeros libros, sino a una inquietud gnoseológica que arrecia en el momento en que se pisa el umbral de la «ya no vida», como él mismo la llama. El conocimiento que trae la consumación se vive en primera persona, con la decrepitud física, y a la vez da pie, objetivándose, a un diálogo de sordos que representan perspectivas distintas o antitéticas de la realidad. Trágicos libros los de este Aleixandre «último», sobre todo porque el conocimiento y la consumación son instancias que se alcanzan a costa de la pasión vital que siempre lo tiranizó.
Hasta aquí un muy esquemático delineamiento del itinerario poético de Aleixandre. Itinerario que quizás convenga tener en cuenta a la hora de adentrarse en la lectura de este volumen, cuya finalidad es reconstruirlo libro a libro. Serie literaria y serie social e histórica siempre se interrelacionan en la poesía del autor, como en toda gran poesía, y muy probablemente el lector extraiga la conclusión de que Vicente Aleixandre constituye un nombre básico para pulsar los caminos de la poesía española contemporánea, un modo inmejorable de acercarse a sus distintas historicidades. El suyo fue un estilo en movimiento, pero también una forma de estar a la altura de las circunstancias por las que atravesaban, a cada paso, la poesía y la vida españolas.
Vanguardia formalista y pura, surrealismo, romanticismo, compromiso civil, poesía realista e histórica, irracionalismo lingüístico que supone una indagación en los límites del decir y en los límites de la existencia: Aleixandre acompaña a cada una de las coyunturas claves de la historia poética del siglo XX. Este conjunto de trabajos, que busca sumarse a la mejor tradición crítica sobre el poeta, lo pone una vez más de relieve. Transcurridos veinticinco años, los editores y colaboradores del presente estudio tienen muy en cuenta que el tiempo juega a favor de un poeta ya inconmovible, al que conviene volver frecuentemente, cuando la ocasión lo exige e incluso cuando no es así. Ha venido hablándose mucho durante este último tiempo de la escasa vigencia de Aleixandre, del relativo interés que suscita su figura, y hasta de su olvido. Nada más oportuno, entonces, que releerlo con los textos en la mano y combatir una de sus sentencias más escalofriantes: «Olvidar es morir».
No cabe duda de que uno de los principales aspectos del presente volumen, mitad homenaje y mitad llamamiento a la memoria de un poeta poco celebrado en la actualidad, es la nómina de colaboradores que lo integran. Sus trabajos (casi todos ellos originales e inéditos) abren nuevos cauces para el futuro estudio de su obra poética.
Se sabe que todo homenaje, en sí, implica una selección de trabajos y de voces; y que dicha decisión siempre podrá ser discutida, valorada, aprobada y justificada bajo los diferentes planteamientos que los compiladores y los lectores se propusieron como objetivos a cumplir. Como ya hemos mencionado, es silencioso el paso de Aleixandre por el variable sendero de lo actual: ni lectores de poesía ni críticos y académicos parecen mostrar mayor interés por una poesía plagada, aún hoy, de interesantes interrogantes sin responder. Certera afirmación sólo en parte, pues basta acercarse a un volumen como éste para comprobar que la figura de Aleixandre goza de una salud de hierro, aunque resulte paradójico en muchos sentidos.
Esta renovadora revisión de su poesía queda formulada por reconocidos estudiosos del mundo aleixandrino: ese carácter de homenaje que el libro conserva (y al que se consagra) conlleva una renovación desde dentro, al mismo tiempo que un reconocimiento de aquellos que, en buena medida, fueron, en su momento, abriendo nuevos acercamientos a su obra. Pero, como advertimos anteriormente, siempre en la selección brotan las discrepancias de quienes, con justo merecimiento, reivindican su presencia. Dar cuenta del mérito de cada uno de los aleixandrinistas que han ido sumando lecturas y propuestas exegéticas resulta inabarcable para tan reducido espacio, y escapa de los intereses reales de un volumen como este. No obstante, estamos seguros de que los trabajos aquí publicados, así como sus autores, representan a la crítica aleixandrinista de una manera abierta y abarcadora, completando un libro homenaje a la altura de un poeta como Vicente Aleixandre: como poeta y como objeto (y sujeto) de estudio, de algún modo, tan necesario es reivindicar la figura del autor andaluz como a buena parte de la crítica que, durante años, se fue consagrando a su persona.
El primero de los estudios, firmado por Juan Carlos Rodríguez, tuvo una primera publicación en el año 2000, en la revista Voz y Letra: Revista de Filología Moderna; y ahora lo reproducimos con alguna variante, por el interés que tiene su peculiar análisis y visión de la poesía de Aleixandre. Previo a la publicación de las Obras completas, editadas por Alejandro Duque Amusco, en dos volúmenes, en la editorial Visor (2001 [I] y 2002 [II]), este trabajo daba unas interesantes pautas de lectura partiendo de la singularidad de los títulos de los poemarios aleixandrinos. Siempre dejando constancia de ese reverso trágico de sus poemas, de la luz, del ser y de la palabra: el nombre propio que aúna los tres sin hacerlo realmente. Un planteamiento sobrecogedor que sitúa la poesía de Aleixandre «contra» el tiempo, en una actitud disidente a pesar de la afirmación del propio ser, que lucha por la identidad o por el instante cuando, al mismo tiempo, la identidad tiende a la nada, al igual que el propio instante. Un trabajo, pues, que vendría a servir de claro contrapunto a aquella «aspiración a la luz» que tanto defendió el poeta como base de toda su obra, por lo que el estudio de Juan Carlos Rodríguez, siguiendo esa misma estela de toda su obra, profundiza en las claves de dicha aspiración mostrando que, en verdad, si existe el anhelo de luz es por ser prisionero de una conciencia trágica y oscura que, como fino hilo conductor, recorre libro a libro.
Alejandro Duque Amusco es el autor del segundo trabajo con un estudio sobre Ámbito: este análisis pormenorizado sobre el proceso de elaboración de Aleixandre resulta, cuando menos, novedoso, pues se nos van remarcando las pautas selectivas del poeta andaluz, así como la búsqueda de un claro eje articulador: contraluz y noche, justamente dentro de un libro cuyo brillo y resplandor siempre fueron seña de identidad. Lo curioso –nos advierte Duque Amusco– es que Aleixandre busque el equilibrio y la perfección partiendo del caos que la sombra implica: conciencia creadora clarividente que acerca a Aleixandre tanto a los supuestos del purismo juanramoniano como al desorbitante régimen del surrealismo. Un trabajo, pues, que amplía y completa la excelente edición que realizó de Ámbito en la editorial Castalia (1990), entre otros, y certifica muchas de sus teorías en torno a este momento determinante en la vida y obra de Aleixandre publicadas en numerosos artículos.
En 1987 la editorial Cátedra publicaba la edición crítica de Pasión de la tierra, a cargo de Gabriele Morelli: ampliaba y revisaba, de manera, por aquel entonces, definitiva, aquella primera edición crítica a cargo de Luis Antonio de Villena (1976). Sin duda, se trata de la más completa y documentada edición que se tiene del libro en la actualidad. No obstante, Morelli ha aprovechado el presente homenaje para revisar, contextualizar e, incluso, comentar pormenores de aquel trabajo, aportando, como siempre, nuevos documentos (cartas y aclaraciones) que ilustran más aún cómo se gestó la edición definitiva de uno de los libros más enigmáticos en la trayectoria de Aleixandre. Esta idea subyace en todo su estudio, pues el poeta estructura, selecciona y aconseja en torno a la elaboración de dicha edición y esto comporta una necesaria revisión del mundo poético latente que lo sustenta (y sobre el que se sustenta). Morelli profundiza agudamente en las claves de Pasión de la tierra del que cree que una lectura en clave surrealista enriquece tanto como limita, del mismo modo que una lectura del propio libro como germen que condensa y concentra toda su posterior producción coarta la riqueza de toda su posterior producción y lima su auténtica esencia.
Jaime Siles publicó en 1978 un interesante artículo en el que estudiaba ciertas peculiaridades formales (más o menos teñidas de cierto aroma horaciano) de la poesía de Aleixandre. Posteriormente, en 1985, señaló la singularidad de un mundo poético articulado en torno a unas constantes estructurales y temáticas que buscaban su singularidad en el panorama poético europeo, por encima del nacional. En su presente estudio completa esta creciente revisión partiendo de un exhaustivo acercamiento a Espadas como labios, para adentrarse en la fórmula figurativista que lo proyecta como una visión peculiar y sui generis del surrealismo francés. Tal acercamiento muestra la dualidad existente en la configuración del libro, con dos claros exponentes formales: poemas breves y poemas extensos con predominio del versículo. Dualidad formal interpretada por Siles como evolución del gusto dentro del mismo proceso de elaboración del poemario, pasando del figurativismo conceptual al irracionalismo abstracto como cauce expresivo de su propia crisis personal. Por tanto, se trataría de un libro de indagación del lenguaje y de formulación personal combinados sobre el tapiz del surrealismo y alimentado por una sensibilidad pictórica incuestionable, tanto en la percepción como en la creación de un mundo propio.
Randolph D. Pope es autor de uno de los estudios más renovadores de la crítica aleixandrinista. Aquel artículo, dedicado a la dialéctica interna y externa de los límites del lenguaje en la poesía de Aleixandre, fue publicado en un excelente volumen coordinado por Santiago Daydí-Tolson en 1981 y, desde entonces, la crítica aleixandrinista lo ha considerado como uno de los acercamientos a su obra más rigurosos dentro de la amplia bibliografía que hoy en día conservamos. Con su nuevo trabajo, esta vez sobre La destrucción o el amor, Pope vuelve a abrirnos nuevos debates con afilado método lector: propone, como primer aspecto que destacar del libro aleixandrino, la necesidad de un lector pausado, atento a cualquier detalle y, por tanto, ajeno a la vorágine mercantilista que hoy sobrepasa por encima de cualquier hábito. Pero, más allá de esto, un segundo aspecto surge de su estudio: ¿cómo puede emocionarnos hoy una poesía tan cargada de matices quizá algo alejados de nuestra actual circunstancia? Vincula, pues, la esencia del libro al sistema freudiano y a las respuestas que dicho sistema antepone frente a la necesidad del hombre de satisfacer necesidades y deseos. La presencia de Freud en La destrucción o el amor se debe, en definitiva, no a la simple asimilación de ciertas imágenes más o menos codificadas del subconsciente, sino como respuesta ante la tensión interior del ser humano que pugna por satisfacer la elementalidad de sus instintos, tanto los creativos como los propiamente destructivos.
Un libro como Mundo a solas precisa, sin duda, de una revisión crítica con gran urgencia, pues queda relegado a un segundo plano que, incluso a veces, se convierte en un tercer y marginal eslabón dentro de una obra constituida a base de cánones lumínicos proyectados por el propio autor, más o menos coherentes, pero no homogéneos. El estudio de Sergio Arlandis (tras la publicación de su monográfico sobre Aleixandre en 2004) trata de indagar en las claves editoriales que rodearon la publicación de este breve, pero turbador, libro de poesía. Toda una peripecia editorial que, sin embargo, también se dejó ver en los versos que componen sus poemas: forma y fondo que, de nuevo, vuelven a asociarse para un análisis profundo en torno al mundo representado en Mundo a solas; para, finalmente, reivindicar su presencia dentro de esa creciente evolución. Tal vez se trate –idea que el autor busca justificar– del libro más personal y controvertido de Vicente Aleixandre, no tanto por el contenido de sus textos (que también), como por la inoportuna certeza que ofrece: ni elevación ni linealidad ni total continuidad, la poesía de Aleixandre ha de buscar nuevas formulaciones para datar y clasificar su evolución.
Francisco Javier Díez de Revenga es uno de los máximos especialistas de la literatura española de vanguardia y, en concreto, de la llamada «generación del 27». Su aportación a la crítica aleixandrinista alcanzó un momento culminante con la publicación en 1999 de un libro titulado La poesía de Vicente Aleixandre. Testimonio y conciencia: un trabajo en el que daba una visión de la obra del poeta, tan abierta en su planteamiento como coherente en su articulación. Gran novedad ofrecieron sus capítulos en torno a Sombra del paraíso, una lectura novedosa que viene a completarse con el presente artículo, en el que predomina la percepción aristotélica de la realidad: la representación del mundo circundante a través del individuo que lo representa y que, en consecuencia, universaliza a través de la expresión poética; es, pues, una búsqueda de sentido (o finalidad) de una palabra poética convulsionada por la circunstancia imperante, general y personal. Esto, en definitiva, nos lleva a una lectura biográfica del libro y una consecuente proyección mítica definidora de la tragedia del ser humano.
Fundamental para el estudio de la obra de Aleixandre ha sido, sin duda, el diálogo que el poeta y el profesor Giancarlo Depretis mantuvieron en 1974 (y publicado más tarde, en 1994). Aportaciones que aún hoy resultan indispensables para el acercamiento crítico a la obra del autor andaluz. En el presente trabajo, Depretis se adentra en un minucioso análisis de Historia del corazón, completando la lectura del paradigmático libro de poemas con una documentación suplementaria que añade nuevos matices de lectura, apuntados ya en el propio título de su estudio: cinco cartas (un auténtico pentagrama testimonial) dirigidas a José Luis Cano en las que el propio Aleixandre anuncia la dependencia de este libro de una relación amorosa, intensa y cegada de pasión. Pero la melodía del libro va más allá y se deja llevar por otros intereses sin que el tono ni el ritmo profundo que la articula se resienta; más bien, todo lo contrario: se amplifica, se dimensiona hacia lo ajeno. Precisamente Historia del corazón es perfecto testimonio de un profundo cambio en la obra del poeta que va más allá de la cosmovisión realista bousoniana o de la comunión planteada por José Olivio Jiménez: el cambio de amordestrucción al binomio vida-muerte se erige como fundamental eje sobre el que se articulan las cinco partes sinfónicas y articuladoras del libro.
Jesús G. Maestro ofrece, desde la perspectiva de la Teoría de la Literatura, una renovada lectura de dos libros cuyo papel dentro del canon aleixandrinista siempre ha sido periférico: Nacimiento último y Retratos con nombre. Partiendo del Materialismo Filosófico, interpreta la obra de Aleixandre desde cuatro espacios: el antropológico, el ontológico, el gnoseológico y el estético. Su trabajo muestra la construcción de una poesía egotiva, con vocación antrópica que acaba reduciendo el mundo creado en dos ejes: Hombre y Naturaleza, que se completan en sus respectivos sentidos y que son, en sí, la existencia única del ser (confirmando aquello que, desde el planteamiento de nuestro poeta, vislumbra el propio Maestro): la realidad material como principio y fin de lo creado. Conclusión de la que se extrae que muerte y vida son, en definitiva, caras de una misma moneda sólo si es el amor la razón de dicha existencia, el motivo que justifica la construcción de esa materia, la interpretación autocreadora del mundo aleixandrino.
El libro Tres poetas a la luz de la metáfora: Salinas, Aleixandre, Guillén (1975) abrió, sin lugar a dudas, una interesante aproximación de las bases figurativas que conformaban el mundo poético aleixandrino. Ahora, su autor, Vicente Cabrera, pretende, con su texto, seguir con aquella importante labor clarificadora, pero esta vez partiendo de un libro tan olvidado como es Retratos con nombre: su evidente naturaleza narrativa queda al descubierto, tanto por lo conceptual que en el libro subyace (la historia, la acción) como por su estructura, analizada con preciso rigor. Como si de una lente se tratase, Aleixandre va de la parte al todo, con acertada técnica cinematográfica, como tratando de recuperar lo individual y lo colectivo en una misma imagen, singularizando y generalizando al mismo tiempo, llevado siempre por aquel ímpetu integrador, tan característico de su segunda etapa poética.
Esta misma idea totalizadora se acabará confirmando en un libro como En un vasto dominio, estudiado, en esta ocasión, por Daniel Murphy, autor, en 2001, de uno de los libros publicados más emprendedores en torno a la obra de Aleixandre. Su estudio en torno a la voz articuladora que emerge de este poemario sigue, pues, esta misma propuesta renovadora enlazando lo novedoso del libro con la raíz tradicional de la que es deudora (como, por ejemplo, la oda): una revisión de los apóstrofes que afloran en los poemas nos da claras muestras de cómo la voz trata de albergar el vasto dominio de la comunicación a través del tiempo; esto es, de la proyección de esa misma voz hacia un presente continuo y constante, que sobrepasa la mera individualidad del poeta y lo corona como testigo del sesgo unitivo del ser humano, viajante y guía a través de la materia que es la historia.
En 2001, Miguel Ángel García publicaba Vicente Aleixandre, la poesía y la historia. Sin duda, se trataba de la primera revisión crítica de los estudios aleixandrinistas desde la famosa tesis de Carlos Bousoño hasta la actualidad: una exhaustiva labor revisionista no sólo de los fundamentos del mundo poético de Aleixandre sino también de los resortes críticos que lo encauzaron hacia una definición no siempre acorde con lo poéticamente expuesto en sus obras. Con su trabajo, dedicado a Poemas de la consumación, abre, de nuevo, el camino del escrutinio bibliográfico y de su interpretación: una relectura que obliga a examinar el poemario como interiorización del conflicto juventud-vejez desde el prisma vitalista que articula y estructura toda su obra poética. Partiendo de la visión literaria del viejo (de Cicerón a Erasmo, de Montaigne a Wilde, etc.), su estudio disecciona cómo se construye la imagen trágica de la consumación como realidad psicológica, social y biológica; aunque a través de esa tragedia del ser persiste el cumplimiento de un destino, de una poética o de una poética del destino final de la existencia: de la combinación de estas tres aristas surge un libro tan estremecedor y tan nítido de emoción como Poemas de la consumación.
Jorge Urrutia es uno de los más reconocidos especialistas de la literatura española contemporánea: entre el vasto catálogo bibliográfico de su producción crítica destaca el artículo que publicó en Ínsula, en 1977, sobre el poema «El vals». En este caso, su trabajo en torno a Diálogos del conocimiento vuelve a resultar tan preciso como conciso: indagando sobre la forma dialogada empleada, se adentra en razonar y valorar hasta qué punto Aleixandre teatraliza su texto y sus personajes, bien desde la escenificación, bien desde la temporalización que, dicho sea de paso, queda señalada ya en el libro inmediatamente anterior (y con el que forma una supuesta tercera etapa de su obra). Monólogos, en definitiva, que cierran, de manera reflexiva y enfrentada la conciencia de la existencia desde el umbral de su acabamiento, de su representación y de su función final.