Czytaj książkę: «Amor a cambio de felicidad»

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© del texto: Matut DrawbE

© diseño de cubierta: Equipo Mirahadas

© corrección del texto: Equipo Mirahadas

© de esta edición:

Editorial Mirahadas, 2021

Avda. San Francisco Javier, 9, P 6ª, 24 Edificio SEVILLA 2,

41018, Sevilla

Tlfns: 912.665.684

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www.mirahadas.com

Producción del ePub: booqlab

Primera edición: noviembre, 2021

ISBN: 978-84-18996-67-2

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o scanear algún fragmento de esta obra»

A mis lectores

Índice

Capítulo 1. Pueblo Nuevo

Capítulo 2. Marco

Capítulo 3. En la habitación

Capítulo 4. Descontrol de Celso

Capítulo 5. Marco y su semblante pirado

Capítulo 6. Un encuentro soñado

Capítulo 7. Caminando con amor

Capítulo 8. Mateo y Mario

Capítulo 9. Desayunando en la mansión Cortez

Capítulo 10. El llanto de Martha

Capítulo 11. Tristeza de Marco por su viaje repentino

Capítulo 12. La confesión de Marco

Capítulo 13. Marco llega a la gran ciudad

Capítulo 14. La carta

Capítulo 15. Sorpresa de Marco

Capítulo 16. Confusión y temor

Capítulo 17. El atrevimiento de Celso

Capítulo 18. Mario investiga a don Celso

Capítulo 19. Pesquisa que cambió todo

Capítulo 20. Súbita sorpresa para Marco

Capítulo 21. El plan de Celso

Capítulo 22.


Capítulo 1
Pueblo nuevo

Era el año 1826. A pesar de la época, el tránsito de personas en Pueblo Nuevo era caótico, mucha gente que corría de arriba abajo tratando de cumplir con sus obligaciones diarias, era una ciudad de esas donde hay mucho bullicio, donde hay mucha gente practicando su propio arte; algunos haciendo reír, cantando, tocando toda clase de instrumentos, actuaciones en vivo, pintura, malabares y narradores de cuentos. Era todo un bullicio enorme que a todos los que no estaban acostumbrados les generaba aquel deseo de salir corriendo de dicho lugar. De nombre aquella concurrida ciudad: Pueblo Nuevo.

A Pueblo Nuevo llegaban todos los productores de los alrededores a ofrecer sus productos que, con tanto esfuerzo producían en el campo. Los sábados y domingos era aún más el número de personas, los mercados se llenaban de lugareños y personas de pueblos cercanos, con el objetivo de ofrecer su producto y así mismo abastecerse de víveres para sus familias. Otros, con un estatus social elevado asistían al teatro para apreciar diferentes artistas que se presentaban en el lugar. Los hijos de estos terratenientes también hacían lo suyo visitando las cantinas y prostíbulos de la ciudad, despilfarrando el dinero de sus padres y viviendo una vida que por muchos era criticada, y por otros muchos envidiada, se hacían llamar los príncipes de la ciudad. En esta selección entraban los hijos de aquellos ricos de las zonas rurales y los hacendados más poderosos, estos últimos dominaban el mercado de la carne, también estaban los banqueros, políticos y comerciantes de posición alta.

En la ciudad, los denominados príncipes hacían lo que querían, tomaban a las muchachas más bellas del pueblo para ellos, pisoteando su dignidad, haciéndoles perder algo muy valioso como la inocencia, deshonrando sus principios; a aquellos ciudadanos de clase media y baja solo les quedaba aguantar estas actitudes, ya que las autoridades formaban parte de la cúpula y respaldaban tales fechorías.

Don Emanuel Cortez se llamaba el alcalde mayor de Pueblo Nuevo. Un hombre con aspecto serio y de carácter firme, características que hacían juego con su elegancia. Un hombre que respaldaba a los suyos, heredero de una gran fortuna incalculable en oro y propiedades. Él y su esposa Lucía concibieron dos hijos: Mario el primogénito, y Martha de veinte años, la joven más hermosa de toda la ciudad y sus alrededores.

A diferencia de sus padres, estos contaban con un corazón noble y humilde, lleno de bondades y con un modo de actuar filantrópico para todos los necesitados. Se relacionaban con las familias más adineradas de la ciudad por mandato de sus padres, quienes les inducían a odiar a los pobres y a todos aquellos que no gozaban del mismo capital que ellos. Odiaban esta filosofía, sin embargo, eran hijos obedientes y cumplidores. De vez en cuando se daban una vuelta por la ciudad para interactuar con las demás personas, disfrutaban de charlas amenas que compartían luego entre los dos hermanos mientras tomaban té. Mario Cortez era un joven muy deseado por las muchachas de la ciudad, ya que contaba con lo suyo en cuanto a belleza se refería. Recién contaba un año de haber regresado de la gran ciudad, donde permaneció por un periodo de cuatro años hasta que se graduó de abogado, carrera que odiaba, ya que a él le gustaba la pintura y la actuación, era amante de la lectura, constantemente se le veía con un libro en la mano. Su forma de actuar era cuestionada por sus padres, ya que el objetivo de haber estudiado el arte de la jurisprudencia era para que se encargara de los asuntos legales de la familia. Le encantaba tanto la actuación que no faltaba los sábados en el teatro, nunca se le había conocido algún amor, en la ciudad lo consideraban un caballero.

Por otro lado, Martha, hermosa, divina, deslumbrante y con una personalidad de encanto; a esta, don Emanuel la quería casar con Celso Aspas, un señor de entre cuarenta y cuarenta y cinco años, con muchísimo dinero, fortuna que nadie sabía su procedencia, ya que hacía cinco años había llegado a Pueblo Nuevo y nadie conocía su historia, no se le conocía ningún tipo de negocio, pero todos conocían de su poder monetario.

Es un hombre hostil, rudo, con un carácter de esos que todos cuestionan y repudian. Se conoce que contrataba personal femenino para el cuidado de su mansión y principalmente para una atención especial a su persona. La gente hacía comentarios negativos de esta situación, ya que se rumoreaba que a las jóvenes que laboraban con él las obligaba a hacer cosas indecorosas aprovechándose de la ingenuidad de las mismas.

A Celso le encantaba la idea de poder casarse con Martha, no perdía oportunidad para halagarla y hacerle comentarios encantadores. En una ocasión se encontró con los hermanos en la plaza.

—Joven Martha, ¿cómo es que camina con tanta tranquilidad sin temer alguna situación lamentable como un secuestro? Lo digo, porque yo me aguanto las ganas de poder cometer tal crimen —dijo Celso, quien terminaba el comentario saludando a Mario—: Joven Mario, un placer saludarle. —Se quitó el sombrero y se inclinó, luego procedió a besar la mano de Martha.

Mientras besaba su mano, Martha respondió:

—Don Celso, usted siempre tan amable, pero considero que dicho acto le haría perder algo muy, pero muy valioso, como lo es la libertad, es decir, no creo que valga la pena. Permiso, adiós, don Celso —contestó la joven en tono amenazador.

—Valdría toda la pena del mundo sacrificar lo que sea que esté bien, joven Martha —terminó el caballero.

A Martha le desagradaba tanto la idea de poder casarse con él que, en muchas ocasiones le mencionaba a su hermano con el que tenía mucha confianza, que quería irse lejos, abandonar todo, y buscar la felicidad en otro lugar, donde pudiera desarrollar su gran talento de ser una cantante reconocida y poder ayudar a los demás con toda libertad, sin depender de la fortuna de sus padres, situación que le traía descontento, ya que su padre era muy criticado en la ciudad por el mal manejo que le daba a los fondos públicos.

Martha era el sueño de todos los jóvenes en la ciudad, y de algunos señorones que por respeto a su padre no se atrevían a hacer del conocimiento de la joven las intenciones hacia ella.

En relación con don Emanuel Cortez, este era criticado por su falta de gestión en la ciudad, ya que gobernaba solo para el sector socioeconómico pudiente.

Este modo de actuar molestaba a sus hijos, quienes de vez en cuando se lo dejaban saber. Esto ponía de mal humor a don Emanuel y a Lucía, padres de los jóvenes.

Una tarde, mientras Martha leía un libro de música en el jardín, apareció su hermano Mario y le dijo:

—Si no fueses mi hermana entendería a cada loco que se muere por ti, estas hermosa, hermanita.

—Si no fuese tu hermana no viviría en esta ciudad, quizás no te conociera… también eres hermoso, tienes un gran corazón, deberías pensar enamorarte de una muchacha de la ciudad. Me encantaría verte tomado de la mano con alguien.

—No está en mis planes eso por ahora, hermanita, pero el día que me enamore serás la primera en saberlo, te lo prometo. ¿Qué dices si le pido a Antonio (criado de confianza de la familia) que nos lleve a la plaza a caminar?

—Me parece muy bien, déjame ir a mi habitación a ponerme un vestido cómodo y nos vamos.

Antonio preparó un carruaje y procedió a esperar a los hermanos a los cuales les tenía mucho aprecio.


Capítulo 2
Marco

Al llegar a la plaza se sentaron en una banca a recibir aire fresco. Mientras conversaban, escucharon a las vírgenes de su entorno murmurar con gran alegría, y hacer comentarios no propios de muchachas decentes y bien educadas. Martha y Mario volvieron a ver de dónde venía tal escándalo, y allí estaba él, Marco. Marco Martell era el nombre de tan apuesto muchacho: 1.88 metros, tez canela que hacía juego con sus ojos verdes y su cabello castaño claro, de facciones muy marcadas en su rostro y un cuerpo fuerte y bastante atractivo, de sonrisa muy expresiva, coqueta y que transmitía seguridad en su persona, llevaba varios libros en sus manos. Martha y Mario estaban sorprendidos con la belleza de Marco. Mientras caminaba frente a ellos se le cayó un libro, y los dos hermanos de inmediato corrieron a recogerlo. Tal acción sorprendió a Marco, ya que ellos se miraban muy finos y además de inmediato reconoció quiénes eran. Quien cogió el libro fue Martha y cuando ella alzó su rostro, las miradas entre ambos chocaron, y se observaron por algunos segundos, los cuales a ambos les pareció toda una vida contemplando lo más bello de la naturaleza.

Martha se puso nerviosa y las manos le temblaban, mientras Marco le recogía el libro. Él, mirándola aún a los ojos le dio las gracias de manera muy lenta. Ambos se olvidaron completamente de la presencia de Mario, el cual solo observaba aquella escena difícil de creer, la actitud de su hermana le parecía tan contradictoria a la manera de pensar de la joven.

Después de un momento, Marco reaccionó y notó la presencia del joven abogado, al cual saludó muy cortés.

El joven se disculpó con ambos por su torpeza de hacer caer el libro y se presentó, inclinó su rostro y dijo:

—Muy buenas tardes tenga la dama más hermosa que mis ojos podrán contemplar. Usted también, joven Mario, mi nombre es Marco Martell para servirles.

—Un placer —contestaron unísonos los jóvenes. Seguido de Marco, estos procedieron a presentarse.

—Sé quiénes son, sería un verdadero descuido por mi parte no reconocer tales rostros.

—Espero que su concepto sobre nosotros sea muy diferente a muchos por acá —replicó Mario.

—En realidad, el concepto que manejan muchos habla muy bien de ustedes, a diferencia de lo que se piensa de su padre, claro está. Me disculpo por mi honestidad, ya que en ocasiones mi personalidad puede ser traducida como impulsiva e indiscreta.

—No se preocupe, estamos al tanto de todo, ¿lee mucho, señor Martell? —intervino Martha.

—Sí, claro que sí, pero estos libros que hoy cargo son para la venta. Me han encargado algunos, no vengo los días entre semana a la ciudad, pero esta vez hice una excepción, y con el simple hecho de cruzar un par de palabras con usted, me hace sentir afortunado y hace que el viaje valga la pena.

Segundos después, Marco se despidió con prisa porque ya caía la noche en la ciudad y aún no había terminado con el objetivo de su viaje a la ciudad. Mientras Marco se alejaba del lugar, con frecuencia volvía la mirada hacia la joven hermosa, mirada que era del agrado de Martha, que también observaba al joven sin parpadear un instante.

Después de esto, Mario le hacía comentarios graciosos del evento a Martha mientras iban en el carruaje de regreso a la mansión para departir la cena con sus padres.

—¿Estás enamorada de un muchacho que ves por primera vez? Mi hermanita enamorada a primera vista, ¿sabes siquiera si es casado, o quizás tenga diez hijos o más?

Pero Martha no escuchaba, ya que iba deslumbrada por aquel joven, no sentía el camino a casa, solo eran sus pensamientos y ella; Marco y ella, según su imaginación.

Llegaron a casa y no saludó a sus padres, corrió a su habitación, mientras estos se preguntaban qué le sucedía, a lo que Mario no les dio respuesta y procedió a sentarse en la mesa a cenar.

Martha se sentó en el balcón de su habitación a contemplar la luna. Clavó su mirada en el horizonte. Pensaba si ese apuesto muchacho estaría haciendo lo mismo, se sentía de maravilla, quería volver a verlo, quería saber más de él.

Por un instante, la joven ya no quería irse lejos. Su mente olvidó todos sus sueños y solo pensaba en Marco Martell.

Por otra parte, Marco había alquilado una habitación en la ciudad ya que no tuvo tiempo de regresar a su pueblo. El muchacho que había deslumbrado a la joven más codiciada de la ciudad era de un pueblo de las afueras de la gran ciudad: Valle Escondido era el nombre de su pueblo natal, un lugar de encanto, de montañas verdes, ríos que corrían y a su paso dejaban escuchar un sonido relajante y tranquilizador, adornado por hermosas flores y aves con un cantar espectacular, pueblo de muchas tradiciones y de gente trabajadora, unida y de gran corazón. En este pueblo las mujeres se dedicaban a la cosecha de flores que luego vendían en Pueblo Nuevo, mientras que los hombres se dedicaban a la fabricación de carruajes de lujo para los señores adinerados. Venían personas de muy lejos por un carruaje, ya que los trabajos eran con mucho detalle y de una excelente calidad. Marco no conoció a su padre. Según se cuenta en Valle Escondido, este era un Casanova, y nunca se dedicó a la actividad económica del pueblo, nunca se casó con la madre de Marco, se dice que huyó a la gran ciudad y se casó con una viuda la cual le proveía de todas sus necesidades sin tener que trabajar.

Al joven Marco tampoco le gustaba trabajar en el negocio de los carruajes, su abuelo era muy conocido por su buena labor en este campo. Marco se crio con su mamá y sus abuelos maternos a quienes amaba por encima de todo. Él era muy admirado por toda una población, ya que nunca fue a una escuela y tampoco había pisado una universidad y, aun así, era el más conocedor del pueblo. Resulta que al pueblo llegaban muchas visitas de la ciudad a conocer los manantiales o pasar la noche en cabañas que estaban cerca del bosque. Marco conoció a Mateo, un muchacho apuesto, refinado y muy educado; este llegó al pueblo con el objetivo de escribir sobre la actividad económica del lugar. Era para un trabajo de literatura de la universidad y necesitaba un guía muy activo. Y Marco, de doce años, se ofreció a ayudar al muchacho. Cuando este preguntó cuánto se pagaba por un guía eficiente, Marco sonrió, lo volvió a observar y le dijo:

—¿Me podría enseñar a leer?

Mateo se impresionó y enseguida le dijo que sí. Desde ese momento, al aprender a leer Marco no dejaba de hojear diferentes libros que le llenaron de conocimiento y sabiduría, de hecho, él se dedicaba a conseguir los libros para la escuela de su pueblo, y así mismo vender libros los fines de semana en el día de plaza en la ciudad de Pueblo Nuevo. Esto le generaba ganancias para ayudar a su familia y a vivir sin que le faltase nada. Mateo era el proveedor de sus libros, los mismos que Marco leía para recomendarlos de acuerdo con los gustos de sus clientes. Marco tenía una meta, y esta era poder actuar en el teatro de la gran ciudad, ciudad que no conocía, solo se la había mencionado su amigo Mateo quien vivía ahí, y le narraba a través de cartas las obras que se llevaban a cabo en la gran ciudad.

Por eso leía mucho y a menudo practicaba frente a un espejo solo, imaginando una escena de algunas de las obras que disfrutaba de los libros.


Capítulo 3
En la habitación

Marco no dejaba pasar un día sin leer, pero mientras estaba en la habitación que alquiló, no se concentraba, situación que le parecía rara. Llegó a pensar que tenía fiebre o que estaba por padecer algún tipo de enfermedad, pero sin pensar, se levantó de súbito, dejando en la pequeña mesa el libro que leía, y se aproximó al balcón de la habitación. Observó la luna y de repente recordó el rostro de Martha, y pensó: «¿Por qué te recuerdo?». Acto seguido, Marco sintió cerca el olor del perfume de Martha, quería contemplar la belleza de la luna tomado de la mano de la joven, veía el rostro en su mente como la escena en la plaza; de momento quería verla, quería hablar con ella, ya no quería estar en la habitación. De repente, Marco cogió su abrigo y dejó la pensión. Salió decidido a buscar a la joven.

Era del conocimiento de todos dónde vivía el alcalde de la ciudad. Ya entrada la noche, al estar a unos pasos de la casa donde vivía la joven, el muchacho reaccionó, se detuvo, y dijo:

—¿Qué estoy haciendo? ¿Acaso he perdido la cordura? ¿Qué me he creído para que me reciban a esta hora en una casa decente?

Sin embargo, el joven siguió caminando. Sin darse cuenta, ya estaba enfrente de la entrada principal de la casa, y desde esa posición observaba la casa, imaginando que la joven podía salir, saludarlo e ir a caminar, pero esto era casi imposible. Martha ya dormía, y aunque no fuese así, por ningún motivo iba a pasar eso, ya que la casa estaba rodeada por guardias que darían alarma en caso que esto llegase a pasar. Pero algo sucedió. Mario, mientras fumaba un cigarrillo en el balcón, se dio cuenta de la presencia de alguien fuera de la casa, por lo que se sorprendió y trató de reconocer a la persona; por un momento dudó, pero después de contemplarlo por algunos segundos acertó, y dijo:

—¿Marco Martell? ¡No lo puedo creer!

Cuando Mario bajó de su habitación y corrió desenfrenadamente hasta las afueras de su casa, Marco ya no estaba.

—¿Será que me estoy volviendo loco? ¿Qué querría? ¿Busca a mi hermana?

Enseguida, el joven Mario pensó que al día siguiente le comentaría a su hermana, y a su vez saldría de la duda y buscaría a Marco por toda la ciudad.

Por otro lado, Marco llegó a la habitación, abrió la puerta, entró y la cerró de golpe recostándose en ella. Pensaba en lo que le había pasado, el porqué de tomar la decisión repentina y carente de cordura, el hecho de ir a buscar a la joven hermosa que había conocido esa misma tarde. Suspiraba con lentitud y su rostro irradiaba felicidad. Marco se fue a la cama y al siguiente día despertó muy temprano, ya que le era necesario viajar a su pueblo.

Mientras caminaba deprisa a tomar un carruaje que lo llevase a casa, doblando al final de la calle tropezó con don Celso.

—Muchacho, ten mucho cuidado, estropearás mi traje.

—Disculpe, señor, llevo un poco de prisa, no fue mi intención, lo lamento.

—Jóvenes insolentes —vociferó el acaudalado señor.

Por otro lado, en la casa de los Cortez, Mario despertó temprano y bajó para acompañar a sus padres a tomar el desayuno en el hermoso jardín de la casa.

—Vaya, me agrada verte despierto tan temprano. ¿A que debemos el honor? —dijo el padre del muchacho.

—Ya, no lo molestes, ¿cómo amaneciste, mi cielo? Ven, siéntate a mi lado, hace mucho tiempo que no desayunabas con nosotros —intervino la madre.

—¡Bien, madre, amanecí muy bien! Buenos días, padre, la verdad no dormí muy bien, de hecho, creo que no dormí.

—Te necesito hijo mío en mi oficina. Sobre las diez y cuarenta y cinco, nos reuniremos con algunos colegas para finiquitar algunos asuntos que convienen a la familia, no me dejes mal.

—Allí estaré, padre.

Mario de repente se quedó mudo, pensando en la noche anterior. Tenía dudas de que la persona que estaba frente a su casa fuese Marco Martell.

Cuando Mario terminó su desayuno se dirigió de manera apresurada a su habitación, se dio una ducha rápida, y corrió a tocar la puerta de la habitación de su hermana.

—Hermana, abre la puerta, apresúrate.

—¿Qué pasa, te volviste loco? Me asustas.

Mario le comentó a su hermana el extraño suceso de la noche anterior. Esto sorprendió a la joven que, de inmediato, le propuso a su hermano ir en busca del joven y corroborar dicha versión para estar seguros de los hechos y, de paso, averiguar el motivo de la visita del joven Marco a su casa.

Los hermanos Cortez corrieron a buscar al joven en la ciudad, preguntaron a algunos transeúntes si conocían al joven y que si de alguna manera sabían en qué hostal pasaba la noche.

Después de entrevistar a muchas personas como locos y la visita de cuatro hostales, dieron con el lugar indicado, sin embargo, la sorpresa fue que el joven ya no estaba. Esto entristeció a Martha, la cual salió del hostal con la pena de no haber encontrado lo que buscaba. Dejó un mensaje en el hostal con la servidumbre del lugar, recomendó sugerir al muchacho que la buscase cuando regresara a la ciudad para charlar un momento.

Mario no llegó a la cita con su padre por la premisa de acompañar a su hermana; esto, sin duda, no era nada agradable para el padre del joven, el cual intentaba por todos los medios posibles que sus hijos se involucraran en las actividades familiares y que interactuaran más con las amistades convenientes de la familia y esto con el objetivo de fortalecer los lazos estratégicos para siempre contar con aliados importantes que facilitarían el crecimiento de su emporio familiar y que el apellido Cortez se convirtiese en un referente en la ciudad entera, quedando en la historia como la familia más influyente en la ciudad.

En realidad, los jóvenes Cortez estaban más interesados en cumplir sus sueños, poco o nada les importaban las aspiraciones de su padre que, lejos de halagarlos con la situación, los incomodaba de tal manera que trataban siempre de evitar cada reunión, ya fuese por invitación o donde sus padres fuesen los organizadores. Eran muchachos de pocas amistades. Su manera de pensar los hacía alejarse de los jóvenes hijos de otros ricos de la ciudad, de los cuales los hermanos Cortez no tenían un buen concepto, por lo cual preferían alejarse y no involucrarse en actividades de la índole de jóvenes rebeldes sin oficio.

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