Historia intelectual y opinión pública en la celebración del bicentenario de la independencia

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Historia intelectual y opinión pública en la celebración del bicentenario de la independencia
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Reservados todos los derechos

© Pontificia Universidad Javeriana

© María Isabel Zapata Villamil

Primera edición

Bogotá, D. C., abril de 2019

ISBN 978-958-781-363-0

Hecho en Colombia

Printed and made in Colombia

Editorial Pontificia Universidad Javeriana

Carrera 7.a n.° 37-25, oficina 1301

Edificio Lutaima

Teléfono: 3208320 ext. 4752

www.javeriana.edu.co/editorial

Bogotá, D. C.


Corrección de estilo

Ricardo Andrés Manrique

Diseño de colección

Isabel Sandoval

Diagramación y montaje de cubierta

Nathalia Rodríguez

Conversión ePub

Lápiz Blanco S.A.S.

Pontificia Universidad Javeriana. Vigilada

Mineducación. Reconocimiento como

universidad: Decreto 1270 del 30 de mayo de

1964. Reconocimiento como personería jurídica:

Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del

Ministerio de Gobierno.

Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J.

Catalogación en la publicación

Zapata Villamil, María Isabel, autora

Historia intelectual y opinión pública en la celebración del centenario de la independencia: los casos de Colombia y México / María Isabel Zapata Villamil. -- Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2019. (Taller y Oficio de la Historia)

Incluye referencias bibliográficas.

ISBN : 978-958-781-363-0

1. Colombia – Historia - Guerra de independencia, 1810-1819 - Centenarios 2. México - Historia - Guerra de independencia, 1810-1821 - Centenarios 3. Historia de las ideas - Mexico 4. América Latina - Historia I. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Ciencias Sociales

CDD 980.02 edición 21

inp 04/04/2019

Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.

AGRADECIMIENTOS

Este texto se deriva de mi trabajo de grado, que fue presentado como requisito parcial para optar al título de Doctora en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, y para cuya realización conté con el apoyo incondicional de las directivas de la Pontificia Universidad Javeriana, a través de la Vicerrectoría Académica, la Facultad de Ciencias Sociales y el Departamento de Historia. Tuve, además, el respaldo de Colciencias, cuyo incentivo se formuló en el marco de una Beca para Doctorados Nacionales. Su delineamiento se hizo en el seno del grupo de investigación Prácticas Culturales, Imaginarios y Representaciones (clasificado en la categoría A1 de Colciencias) y fue realizado bajo la dirección del doctor Francisco Ortega a quien le agradezco su apoyo. Igualmente, fue maravilloso contar con la inspiración de mis estudiantes. Doy gracias por todo el apoyo y la paciencia que tuvo mi familia a lo largo de este proceso. Mis hijos eran unos niños cuando inicié el doctorado, y al graduarme ya eran unos adolescentes; crecieron a mi lado y al de mis libros. Mi esposo Robert Ojeda y yo sacrificamos muchos aspectos de la vida familiar, pero también disfrutamos de muchas otras cosas que nos brindó la realización de esta investigación. Cuando inicié este trabajo, era una, y ahora que lo veo publicado soy otra. Espero que lo mismo suceda con cada uno de sus lectores.

CONTENIDO

INTRODUCCIÓN

CONFIGURACIÓN DE LA OPINIÓN PÚBLICA EN AMÉRICA LATINA: LA NUEVA HISTORIA INTELECTUAL

Concepto de opinión pública en el siglo XIX según sus definiciones e historia

Cambios cualitativos y cuantitativos de la opinión pública a mediados del siglo XIX y comienzos del XX

Cambio del modelo jurídico al estratégico

El modelo jurídico de la opinión pública forense

El modelo estratégico de la opinión pública

EL PAPEL DE LA PRENSA COLOMBIANA Y MEXICANA ENTRE FINALES DEL SIGLO XIX Y COMIENZOS DEL XX EN EL MODELO ESTRATÉGICO DE LA OPINIÓN PÚBLICA

Financiamiento

Tecnología

Géneros

La nueva práctica se configura

La acción política de la prensa y su papel en el modelo estratégico

Libertad de prensa, honor y asociaciones

Temas tratados por la prensa en Colombia entre 1909 y 1910

Temas destacados en México durante 1910

CELEBRACIONES OFICIALES DEL CENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA EN COLOMBIA Y MÉXICO

Orígenes del republicanismo en Colombia

Origen y desarrollo del liberalismo en México

Festejos oficiales del centenario de la independencia en Colombia y México

Creación de la Academia Colombiana de Historia

El centenario de la independencia en Colombia

Nombramiento de la Comisión Nacional del Centenario de la Independencia en México

Programa oficial de las celebraciones de la independencia en Colombia

Programa de actividades de la celebración del centenario de la independencia en México

Participación de la sociedad por medio de las academias y las asociaciones en Colombia

Participación de la sociedad por medio de las academias y las asociaciones en México

El centenario y la educación

LA PAZ, EL PROGRESO Y LA LIBERTAD EN LA CELEBRACIÓN DEL CENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA EN COLOMBIA Y MÉXICO

Republicanismo en Colombia a inicios del siglo XX

Positivismo en México

La celebración del centenario de la independencia y la opinión pública en Colombia

Eventos de la celebración del centenario de la independencia más destacados por la prensa

La Exposición Nacional en la opinión pública

Informes de Tomás Samper en la Gaceta Republicana sobre la Exposición Nacional

Concursos científicos y sesiones académicas

Polémica por personajes ilustres en la historia de Colombia presentados en el San Bartolomé

De la opinión de la prensa a su participación activa en la celebración del centenario de la independencia en Colombia

Hechos y personajes de la historia

Los héroes de la patria

Héroes para venerar, enemigos para aborrecer

 

Celebración y opinión pública en México

Eventos sociales como tema principal del centenario en El Imparcial

Baile en el Palacio Nacional

Héroes y eventos de la historia

Celebración y oposición

Antipatriotismo: epidemia del momento

CONCLUSIONES

BIBLIOGRAFÍA

INTRODUCCIÓN

México y Colombia fueron escogidos para este libro porque, al momento de la celebración del centenario de las respectivas gestas de independencia, la situación de cada uno correspondía a distintos extremos. Mientras desde hacía 34 años México se encontraba bajo el régimen de paz y orden de Porfirio Díaz, Colombia se hallaba bajo el mandato de la hegemonía conservadora, sumida aún en la guerra y el conflicto político, aunque con profundos anhelos de paz. Es posible afirmar, entonces, que la celebración del centenario en Colombia expresó las condiciones que vivía el país. Se buscaba la reconstrucción de un país en mala situación económica, con el reto de superar la devastación de la Guerra de los Mil Días y la separación de Panamá.1

Mientras los festejos del centenario de la independencia en Colombia se realizaron bajo las más estrictas normas de austeridad, el derroche de lujo, fiestas, bailes e invitaciones que se vivió en México, no tuvo comparación. Otro punto que nos muestra las diferencias que hubo entre los dos países fue el que el discurso se articulara alrededor de la celebración del centenario, junto con el elemento militar. Además, México hizo alarde de su poderío bélico, mientras Colombia se centró en el desfile de carrozas alegóricas y las misas de Te Deums.

A pesar de estas diferencias, los dos países experimentaban momentos similares. Colombia se encontraba en un momento de ajustes prácticos y reflexivos organizados en torno a las consecuencias que trajo un largo siglo de enfrentamientos internos. En ese momento, el país optó por buscar medidas tendientes a promover el desarrollo económico, para que a su vez este fuera el impulsor de la coexistencia pacífica de los partidos. Se delineó así una situación parecida a la que se dio en México desde 1876, año en el que se instaló en el poder el liberal Porfirio Díaz, la cual se extendió hasta 1911; periodo en el que el lema principal fue orden, progreso y libertad. Cabe anotar que los conceptos que componían aquel emblema tomaron, de igual modo, una importancia notoria en Colombia, pues el país estaba bajo el régimen de la Unión Republicana, la cual era liderada por el recién electo Carlos Eugenio Restrepo.

Aquel contexto enmarcó la preparación de las festividades en ambos países. Desde 1907 se creó en Colombia una junta a la que se le encargó aquella celebración y, aunque a comienzos de 1910 dicho grupo renunció a tales funciones, entre el 15 y el 30 de julio, el país y la capital de la república vivieron días de fiesta con “cabalgatas, desfiles militares, juegos florales, retretas, procesiones, misas y Te Deums”.2 Además, se hicieron muchos concursos centrados en las ciencias exactas, la pintura y la historia. En los actos de conmemoración, personajes de la vida nacional leyeron diversos discursos cuyos temas exaltaban más las acciones del presente que las del pasado.

En México ocurrió algo similar. Se construyeron varios monumentos, se hicieron grandes fiestas, se mejoró el Paseo de la Reforma, se edificó la Columna de la Independencia, se resaltaron los héroes, etc. Asimismo, las celebraciones estuvieron rodeadas de vientos de cambio y modernización, como lo mostró en Colombia la exposición de la industria que se instaló en el recién inaugurado Parque de la Independencia. Para aquel momento, tanto en Colombia como en México, la luz eléctrica ya iluminaba varias ciudades, y los medios de transporte se revolucionaban. En Bogotá, se dejó de utilizar desde 1910 el tranvía de caballos, para dar paso al eléctrico; en México, mientras tanto, la flotilla de la compañía de carros de alquiler sirvió para transportar a las delegaciones de los países invitados.3

Este impulso modernizador dio paso a la adopción de novedades periodísticas desarrolladas en Europa y Estados Unidos, tales como los relatos ilustrados, las crónicas y las entrevistas; proceso que llevó a que, a lo largo de todo el siglo XX, se viera el cambio de una prensa sectaria a una prensa moderna y dinámica.4 Con esto no se busca decir que desde un principio estos aparecieran en su forma más pura. Sus fronteras no estaban definidas, y se podían encontrar características de un género en otro. Igualmente, estos no fueron del todo nuevos. Asimismo, cabe considerar que dichos géneros encontraron sus orígenes en formas narrativas anteriores. Por ejemplo, el género de la crónica periodística tiene sus orígenes en América Latina; particularmente, en los testimonios de los cronistas de indias y en las relaciones de conquista.

En el caso colombiano, la prensa pasó de tener una irregularidad altísima en el siglo XIX, a sostener una regularidad más controlada a lo largo del siglo XX. Este tipo de regularidad se dio, no solo por la mayor estabilidad política del país, sino también por la capacidad económica que adquirió la prensa como empresa. A finales del siglo XIX y comienzos del XX, se fundaron los periódicos que más permanencia han tenido a lo largo de la historia nacional. Entre ellos se encuentran El Espectador (1887), El Tiempo (1911), El Siglo (1936) y El Colombiano (1912).5 En ese ambiente, precisamente, Alberto Sánchez y Abraham Cortés fundaron el semanario El Gráfico, como el primer medio de comunicación impreso en Colombia que incorporó la fotografía adentro de sus páginas. El Gráfico publicó su primer número el 24 de julio de 1910, cuyo único tema fue la celebración del centenario de la independencia de Colombia. Aunque más tempranamente, una situación parecida se presenta en México, con la aparición de El Siglo XIX (1841) y El Monitor Republicano (1844) como los primeros periódicos mexicanos con un proyecto modernizador liberal. Como en Colombia, en la prensa mexicana se veía el enfrentamiento entre las ideas católicas conservadoras y las divisiones internas de los liberales: “Y no es de extrañar esta situación, si consideramos que en esta segunda mitad del siglo XIX, el enfrentamiento entre liberales y conservadores radicalizó posturas y encontró en las páginas de los periódicos, foros para la discusión”.6 Además de eso, la situación se acentuó en México con la profundización del control de Díaz durante su segunda reelección. La situación quedó entre los liberales científicos, que contaban en sus filas con El Imparcial y La Libertad, y los jacobinos, representados por el Diario del Hogar. Y aunque los periódicos de este último grupo tuvieron menos tiraje, desde ellos se gestaron los clubes liberales, al igual que otras organizaciones que luego le darán origen a la Revolución Mexicana.7 En los periódicos se pudieron identificar distintos grupos que se reunían bajo opiniones similares, las cuales posibilitaron cierta unidad de la opinión pública. Esta unificación contribuyó a definir el término de opinión pública, aunque aquello no significa que esta fuera una, sola y singular, sino que era en realidad la suma de una colección de diferentes posiciones. Tal situación de la prensa muestra que, desde la segunda mitad del siglo XIX, la opinión pública había cambiado su carácter. Hubo en ese sentido una transición de un ambiente en el que los discursos se ponían en juego deliberativo, a uno en el que estos respondían a un juego estratégico. De ese modo, la opinión pública dejó de ser el tribunal neutral que buscaba llegar a una única verdad por medio de la verificación de pruebas y argumentos disponibles, y se convirtió en un espacio de disputa y de negociación estratégica.8

Tanto en Colombia como en México, las conmemoraciones pueden ser desglosadas en varios componentes. Se alude en esa medida a (1) la organización, aspecto que se deriva de que toda conmemoración demanda una planeación responsable del contenido, la delegación de responsabilidades, los tiempos, la participación, la evaluación y el registro. En tanto, (2) el contenido programático está conformado por el programa general, del cual a su vez se desprenden programas particulares. Asimismo, resulta esencial el lugar de (3) los protagonistas, aspecto alusivo a los memorantes y los memo-rados, al igual que a los incluidos y los excluidos. Además, cabe mencionar (4) el lenguaje y la cartografía, los géneros mediante los cuales el programa y la organización se expresan. De igual modo, es fundamental señalar el lugar de (5) la tradición, que corresponde al espacio, y (6) el registro, el cual atañe a los medios en los que se registra el festejo: los impresos, la publicidad y la museística.9 Entre todos estos componentes, en el presente estudio habrá especial énfasis en la organización, el contenido programático, los protagonistas, el lenguaje y el registro. Así, el interés de la investigación consiste en conocer cuáles fueron los distintos significados que se le dieron a la celebración, comprender bajo qué conceptos se condensaron estos significados, y rastrear los medios por los que estos circularon, al igual que los contextos en que se produjeron.

De tal modo, hay coincidencias con Enrique Florescano,10 en la medida en que han coexistido múltiples memorias en el pasado mexicano y colombiano, provenientes de varios grupos étnicos, sociales y políticos. Aquello origina la afirmación de que, durante múltiples periodos de la historia, los grupos que integran la sociedad establecen diversas relaciones con el pasado. Es decir, crean distintas imágenes de la patria que en su momento incluso se opacaron unas a otras; y tal fue el caso del oscurantismo en que fue sumida la historia colonial de México durante la época posterior a la independencia:

Al rechazo de los indígenas como parte constitutiva de la realidad nacional se sumó la erradicación de los conservadores de la memoria política de la Nación. El triunfo de los liberales sobre los imperialistas franceses y sus partidarios nativos, los conservadores, señaló a estos como traidores[. E]n el mejor de los casos los condenó al olvido, pues desde entonces los políticos, los pensadores, los episodios históricos y los valores conservadores fueron prácticamente borrados de la memoria construida por los liberales y más tarde por los ideólogos del estado que surgió de la revolución de 1910.11

Mientras la historiografía oficial mostraba su versión de nación incluyente y acallaba en la medida en que pudiera las otras voces, los periódicos se valían de las nuevas tecnologías para resaltar determinados aspectos de las celebraciones que se hacían; de tal modo, mostraban las pugnas que se presentaban cuando se veían enfrentados los discursos de los grupos políticos, como se nota en el caso de la Revista de la Comisión del Centenario de Colombia,12 y El imparcial y El Diario del Hogar de México. En medio de ese ambiente de deliberación, es posible reconocer los distintos significados que podían tener y la importancia que recobraban, para cada país, conceptos como orden, progreso y libertad. En Colombia, el discurso oficial de la celebración del centenario estuvo rodeado por un deseo de conciliación y esperanza, el cual era guiado por la próxima posesión del presidente elegido Carlos E. Restrepo; mientras tanto, en México, el discurso de la prensa se enardecía por las discusiones originadas en el seno de la oposición ante la tercera reelección del general Porfirio Díaz: intercambios en los cuales se reconstituían las definiciones de dichos conceptos.

Desde el caso europeo, el estudio de las conmemoraciones se ha originado adentro de la Escuela de los Annales, a partir del análisis cimentado en el significado de la celebración de la Revolución Francesa; hito que es visto desde el presente como una proyección hacia el pasado y el futuro.13

Para el caso latinoamericano, la reflexión sobre las fiestas conmemorativas ha girado alrededor del quinto centenario del descubrimiento de América. Este evento produjo mucha polémica en torno a la pregunta ¿qué celebrar? Pero, sobre todo y desde la perspectiva de un pensamiento crítico, se desarrolló el interrogante ¿tenemos algo que celebrar? Acorde con esa línea, se publicaron reflexiones como la de Rafael Díaz14 y Pedro N’dongo Ondo Andeme.15 Ambos trabajos afirmaban que, en lugar de celebrar y conmemorar, se debía rechazar, denunciar, objetar y crear conciencia, para dar origen a un mundo distinto, en el que la convivencia y la tolerancia fueran el centro de las relaciones sociales.

 

Por otro lado, en la medida en que los países latinoamericanos pasaron por las celebraciones de los bicentenarios de las independencias, los estudios sobre los festejos empezaron a aparecer como reflexiones sobre qué, cómo y para qué celebrar.16 Recientemente, Carlos Martínez Assad publicó el texto La patria en el Paseo de La Reforma.17 Dicho estudio muestra cómo se conmemora desde 1812 el inicio de una nación con diferentes actividades, según el momento histórico que se vivía, hasta la última prolongación del paseo, que se presenta como un lugar privilegiado de la memoria mexicana. De hito en hito, narra cómo a lo largo de la historia mexicana se ha discutido si es más relevante el momento del Grito de Independencia o la consumación de esta; según el autor, asunto relacionado con la filiación política del gobernante de turno. Se destaca además el libro de Mauricio Tenorio Trillo, Artilugio de la nación moderna,18 por medio del cual se analiza la participación de México en las exposiciones universales hasta 1930, como reflejo de la configuración del concepto de nación moderna en México. Para el presente estudio fue muy valiosa la primera parte de aquel análisis, la cual estaba dedicada especialmente a la participación en la Exposición Universal de París en 1889, como ejemplo a seguir para llevar a la nación a la modernidad.19 Igualmente, encontramos la tesis doctoral de Mariana Borrero Opinión pública sobre la presencia de México en la exposición Universal de París en 1889.20 A lo largo de su monografía, la autora analizó la imagen que México promovió de sí mismo como uno de los países participantes en la Exposición Universal de París de 1889, así como los resultados que aquello tuvo en términos de acercamiento económico, político y cultural con ese país. Dicho trabajo se organizó acorde con las propuestas del historiador Roger Chartier, lo cual permitió ver cómo diversos grupos integrantes de la sociedad tuvieron una imagen de México según su propia forma de ver el mundo,21 y comprender cuál fue la estrategia publicitaria que utilizó Porfirio Díaz para lograr una base social que legitimara su proyecto de política exterior. Aunque dicho trabajo no se centró en el centenario, sí sirvió para contemplar las dinámicas de la opinión pública mexicana a finales del siglo XIX. Además fue posible encontrar y revisar el texto publicado durante la celebración de centenario titulado Los banquetes del centenario, de Rosario Hernández Márquez, en el cual se describen fielmente uno a uno los diversos platos que se sirvieron en los eventos de la celebración del centenario de la independencia.22 Con tal estudio, es posible percibir la inmensa influencia que ejerció la cultura francesa en aquel momento, producto entre otras cosas de la participación directa de México en la Exposición Universal que tuvo lugar en París en el año de 1889.

El texto de Annick Lempérière23 se vale de las propuestas de Reinhart Koselleck sobre cómo cada sociedad establece sus propias relaciones con el pasado, el presente y el futuro, precisamente para plantear que la celebración de 1921 establece una relación más estrecha con el pasado y con su proyección al futuro. En últimas, Lempérière arguye que se establece una memoria culturalista que limpia al presente de culpa: la antropología, nueva ciencia de la sociedad, sirve en lo sucesivo a la política indigenista y a la integración.

Asimismo, Rebeca Earl postula un estudio que aborda desde la perspectiva comparada las fiestas cívicas realizadas en el siglo XIX en América Latina.24 En ese trabajo, apoyándose en palabras de Eric Hobsbawm, analiza cómo los líderes inculcaban valores y normas con base en el acto de la repetición, estableciendo así una continuidad con el pasado; continuidad cruzada por el debate sobre el origen de las naciones: situación que muestra, a su vez, la postura de los líderes nacionales con la incorporación de las comunidades indígenas. Earl plantea que la evolución de los partidos políticos a lo largo del siglo XIX muestra una estrecha relación con una visión específica de la historia nacional. Los liberales proponían que la nación tenía su origen en el remoto mundo indígena prehispánico, mientras que los conservadores proponían que surgió con la llegada de Colón a América. A lo largo del tiempo, se difundió la aceptación de la perspectiva conservadora, en la cual la afirmación del pasado indígena fue en algunos países una manera de rechazar precisamente el presente indígena. La autora termina por afirmar que, en últimas, el origen de la nación consiste en el encuentro de americanos y españoles, lo cual dio como resultado un mundo criollo y no mestizo.

En lo que respecta a Colombia, la contribución de Gerson Ledezma consiste en un artículo que aborda la formación de identidad en Popayán durante la celebración del centenario.25 Aquel estudio hace referencia a las consecuencias que tuvo para los payaneses la desmembración del Gran Cauca, lo cual obedeció a la reforma administrativa emprendida por el general Reyes durante el Quinquenio; asimismo, muestra cómo esto se vio reflejado en la celebración del centenario.

Por otro lado, en el estudio titulado “¿Cómo representar a Colombia?”, Frederic Martínez ve la celebración del centenario como un esfuerzo por sintetizar varios elementos de la representación nacional de una manera ecléctica. Del mismo modo, Martínez afirma que lo anterior obedece a la intención de los organizadores de no convertir la fiesta en la representación de un proyecto postulado acorde con los intereses de partido y el egoísmo político. Añade el autor que, por más que intenten impedirlo sus gestores, algunos de esos discursos se encuentran impregnados del hispanismo clásico del cuarto centenario del descubrimiento de América, de la independencia y de un hispanismo idealista y mesiánico de las generaciones centenaristas latinoamericanas de 1910; hito cuyo más claro exponente fue Lorenzo Marroquín, quién definía la raza colombiana como nueva y neolatina.26

En su artículo “Memorias enfrentadas: centenario, nación y Estado 1910-1921”,27 el historiador Raúl Román Romero presenta el tema del centenario del 20 de julio de 1810 según otra perspectiva que constituye una visión mucho más amplia del asunto. Así, Romero no la contempla como un momento cuya ocasión propiciara que el país se reuniera en torno a una fecha unificadora, sino que, por el contrario, muestra la conmemoración como un hecho problemático en sí mismo. Su tema central es la forma como algunos grupos de Cartagena expresaron su descontento en el periódico El Porvenir, ante la imposición de esa fecha desde el centro del país. Tal postura es provechosa para la historiografía nacional, en la medida en que evidencia la pugna que puede haber detrás de la construcción de la memoria, entre lo que se recuerda y lo que se olvida. No obstante, el análisis carece de preocupación por el manejo de la fuente.

A pesar de todos esos trabajos, es notorio cómo existen aún varias imprecisiones contextuales en torno al periodo, en algunos estudios que tocan el tema. Un caso diciente de lo anterior es el trabajo de Santiago Castro-Gómez,28 en el que se le adjudican los festejos del centenario a la presidencia del general Rafael Reyes, y no se observa la complejidad política propia del momento de la conmemoración, la cual fue expresada en la celebración misma. Si bien es cierto que la expedición del decreto y el nombramiento de la primera junta dedicada a la planeación de los festejos se hicieron bajo la presidencia del general Reyes, el nombramiento de la junta y de su organización definitiva correspondió al Gobierno del general Ramón González Valencia, en un momento en el que el país vivía una intensa agitación política debido al ascenso de la Unión Republicana. Como vemos, tal situación no corresponde a un problema de quién expidió el decreto, o de quién era el presidente por entregar el cargo, o de quién estaba a punto de posesionarse. En esa medida, la exactitud de los hechos no es en sí misma una preocupación muy apremiante; sin embargo, en la medida en que estos pueden conducir a dilucidar el significado otorgado a la celebración en su momento, estos son fundamentales: de tal modo, sitúan el estudio en las condiciones materiales, sociales, políticas, culturales e intelectuales del momento.

Hasta donde se ha explorado, no ha sido posible encontrar ningún trabajo que aborde el papel que desempeñaron la opinión pública y la prensa en la celebración del centenario de la independencia, en particular en los países que serán tratados. Del mismo modo, no hay registro de un trabajo el cual indague por la organización del significado que se le quiso dar en el momento a la celebración de centenario, como reconstrucción compleja de lo que dicho proceso revistió.

Con la finalidad de abordar el tema planteado, el punto de partida será la nueva historia intelectual o la historia de los discursos políticos, como se la ha denominado en América Latina. Cabe señalar que esta vertiente tiene su origen en los estudios que versaban sobre la historia de las ideas, e incluso fue producto de la crítica que se le hizo. Asimismo, los historiadores se han referido de diversas maneras a esta nueva forma de afrontar el pensamiento político. Por ejemplo, para John Greville Agrad Pockok los mejores nombres que corresponden a la historia intelectual son la historia del habla o la historia del discurso.29 Esta rama de estudio también es conocida como la historia de los lenguajes políticos, la historia de los conceptos y la historia intelectual. Más adelante, cuando sean abordados los historiadores y las universidades de acuerdo con el surgimiento de dichas denominaciones, habrá mayor claridad en torno a sus orígenes.30

La vertiente que atañe al presente estudio contiene varios puntos que la separan de la historia de las ideas. Durante mucho tiempo, la idea fue la unidad de análisis utilizada para estudiar el desarrollo y el cambio del pensamiento. No obstante, muchos historiadores se rehusaron a utilizar el concepto de idea como un eje válido para acercarse al cambio cognitivo, ya que lo consideraban demasiado subjetivo.31 En la historia de las ideas, las controversias que se cernieron sobre los significados de los conceptos políticos se reducían a malentendidos en torno al sentido de la política moderna. Esta corriente contemplaba el desacuerdo como la ausencia de correspondencia entre la norma y la práctica; de tal modo, negaba toda imposibilidad de polémica a la que los autores del pasado debieron haberse enfrentado. En tanto, según la práctica de los estudios actuales de la historia de los lenguajes políticos, la polémica no es negada, ni desechada, sino estudiada.32 Simultáneamente, el otro aspecto que distanciaba a la historia de los lenguajes políticos de la historia de las ideas era la consideración histórica de los conceptos y los lenguajes en que aparecen. Así, ese ideal “presente por alcanzar” queda lejano en la historia de las ideas.33