Czytaj książkę: «Democracia para Venezuela: ¿representativa, participativa o populista?»
Democracia para Venezuela:
¿representativa, participativa o populista?
Margarita López Maya
Editorial Alfa
135 | Colección Trópicos
© Margarita López Maya, 2021
© Editorial Alfa, 2021
© Alfa Digital, 2021
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Corrección de estilo
Carlos González Nieto
Conversión digital
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Diseño de colección
Ulises Milla Lacurcia
Retrato de la autora
© Federico Prieto
Imagen de portada
Romel Guzamana, Nirma Guarulla y Julio Ygarza, diputados
por el estado Amazonas en la Asamblea Nacional (2016)
© Reuters / Grosby Group / Marco Antonio Bello
Margarita López Maya
(EE. UU., 1951). Historiadora y doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Central de Venezuela. Las publicaciones de varios títulos, numerosos capítulos en libros latinoamericanos y nacionales, más de sesenta artículos en revistas académicas y su participación como conferencista en múltiples universidades le han valido significativos premios académicos y su participación como visiting professor del programa Edward Larocque Tinker (Universidad de Columbia); como senior fellow del Woodrow Wilson International Center for Scholars (Washington DC); como visiting lecturer en el International Studies-Sociology Department (Universidad de Kentucky); como visiting researcher and lecturer en el Programa de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Princeton y más recientemente, en 2020, recibió la distinción Bacardi Family Eminent Scholar de la Universidad de Florida.
Otros títulos de la autora publicados en esta colección
– Del viernes negro al referendo revocatorio
– El ocaso del chavismo. Venezuela 2005- 2015
Índice
Margarita López Maya
Prólogo
Introducción. La democracia en el siglo xxi
Parte I. Aspectos conceptuales
Capítulo 1. La democracia representativa y sus desencantos
Capítulo 2. La democracia directa y/o participativa
Capítulo 3. El populismo: ¿democracia directa?
Capítulo 4. Influencias católicas de la democracia participativa en Venezuela
Parte II. Democracia participativa en Venezuela
Capítulo 5. Instituciones participativas en el primer Gobierno de Hugo Chávez
Capítulo 6. Plebiscitos mandatorios del segundo Gobierno de Chávez (2007 y 2009)
Capítulo 7. Los consejos comunales vistos por participantes en Caracas entre 2009 y 2010
Capítulo 8. Socialismo y comunas en el segundo Gobierno de Hugo Chávez
Capítulo de cierre. De la democracia representativa al autoritarismo sultánico de Nicolás Maduro
Referencias
Abreviaturas
Prólogo
Este libro se interroga sobre la democracia en el siglo xxi, los cuestionamientos emergentes y su transformación aún incierta. Son los procesos políticos de participación, de movilización y electorales —sustentados en una ciudadanía fluctuante en sus identificaciones políticas y los liderazgos de popularidad emergentes, con frecuencia fuera de los ámbitos partidarios o de clase política tradicionales— el objeto de atención en esta destacada contribución a la investigación y el debate contemporáneo. El interrogante de qué democracia prevalecerá en el siglo xxi incluye tomar en cuenta nuevos desafíos y riesgos para el vivir juntos.
La autora examina algunas de las principales referencias teóricas que enmarcan el debate contemporáneo. A la vez presenta el curso reciente y actual de la política venezolana, tanto en lo referido a las transformaciones institucionales o el régimen político, como a la asociatividad ciudadana (en el sentido de los derechos políticos) y la organización popular (que tiene como punto de partida la acción en procura de servicios básicos y de supervivencia). El trabajo de campo realizado, que inspira y sustenta su interpretación, es ampliamente expuesto en la segunda parte de esta obra.
El nudo de la presentación de perspectivas conceptuales sobre la democracia contemporánea reside en el interrogante y para algunos incluso la certeza de que la democracia está en riesgo en América Latina, que es lo que en esta obra se enfoca.
Ya en las últimas décadas del siglo xx, el debate sobre el poder en democracia percibía la creciente desconfianza de los contemporáneos hacia el régimen representativo y, a la vez, las aspiraciones de otras formas institucionales y de decisiones sobre políticas públicas, todo ello condensado en reclamos de participación ciudadana y de formas de acción e institucionalización apropiadas.
Ya en el siglo xxi el movimiento bolivariano exhibía países en los que habían llegado al poder movimientos refundacionales, que desarrollaban con éxito inicial Gobiernos y formas de acción política sustentados en la concentración del poder en un liderazgo personalista y una nueva élite, que pretendía ser la encarnación de la voluntad popular. La coexistencia de Ejecutivos —que procuraban extender su poder hegemónico al tiempo que admitían la preservación de los pronunciamientos electorales y derechos de la tradición democrático-liberal— fue un eje de tensiones que se agudizaron en la medida en que la ciudadanía, fluctuante a la hora de los pronunciamientos electorales, constituía con su primacía una amenaza para la continuidad de esos liderazgos cuando su popularidad decaía.
La autora formula la pregunta crucial de su investigación —aun teniendo en cuenta la diversidad de los casos nacionales—: ¿a partir de cuándo los Gobiernos acentúan su autoritarismo y las restricciones básicas a la legalidad, perdiendo así la condición de democráticos y deviniendo autoritarismos? Aun considera como variante la posibilidad de existencia de una forma de gobierno democrático-iliberal.
Antes de adentrarse en lo que ha sido y es su fuente de investigación empírica principal —Venezuela con los sucesivos Gobiernos de Chávez y Maduro—, se refiere al sentido mismo de la democracia y las interpretaciones en juego. Así, pasa revista a lo esencial, a la coexistencia conflictiva entre república y democracia directa desde los orígenes de las revoluciones francesa y la que se produjo en América del Norte.
El pensamiento liberal sentó el argumento de la democracia representativa como característica de la modernidad. Esta permitía a los individuos gozar de su vida privada sin involucrarse en las decisiones de gestión que emprendían los Gobiernos, más allá de la participación electoral. Por contraste, la democracia directa de un período de la Antigüedad, en Atenas, fue característica de una ciudadanía que deliberaba y decidía sin transferir soberanía. Pero, a lo largo de los dos siglos precedentes, el sistema representativo se arraigó ahí donde había germinado, extendiendo los derechos ciudadanos y alentando la intervención pública y la competencia a través de los partidos políticos.
Sin embargo, la ambigüedad en relación con la democracia liberal persistió a lo largo del tiempo, a través de argumentaciones y movilizaciones en el espacio público en demanda de un poder popular inmediato o aun de alternativas de régimen político.
López Maya considera las contribuciones de investigadores latinoamericanos que se han abocado a las expresiones y regulaciones de la ciudadanía, amén de su expresión electoral. Pone foco en la institucionalización de formas de participación cuyo referente emblemático desde fines de los 90 fue el presupuesto participativo, que daba injerencia a nivel local a los ciudadanos en las asignaciones presupuestarias y las prioridades. Porto Alegre ha sido lugar de inicio de estas prácticas, que se extendieron a varios países de la región. Otra vertiente de la participación, evocada en el texto, es la de la «democracia directa electoral», consistente en plebiscitos y referendos que dirimen decisiones, desde políticas públicas hasta la eventual revocatoria de los mandatos de gobernantes.
Esta diversidad de formas de acercamiento a la comunidad organizada, o a veces a la ciudadanía en su conjunto, son interrogadas en cuanto a cómo y en qué circunstancias implican una profundización de la democracia, o si, por el contrario, corren el peligro de favorecer la concentración del poder y subordinar a los ciudadanos a través de recursos de inclusión que pueden aparejar subordinación y verticalismo.
La extensión contemporánea de la informalidad —paralela al cuestionamiento y declinación del sistema representativo y, en primer lugar, de los partidos políticos en su formato tradicional— ha llevado a incluir en un término polivalente, «populismo», una diversidad de formas de liderazgo y Gobierno que tienen en común la emergencia de liderazgos de popularidad. Dichas formas establecen una relación de representación con una parte eventualmente mayoritaria de la ciudadanía sin valerse de mediaciones organizacionales, haciéndose extensivo este tipo de vínculo a variados, si no a todos, actores políticos. El personalismo en la acción política y en particular en la oferta electoral es característico de nuestro tiempo, aunque tiene importantes antecedentes en el pasado. Ese vínculo de popularidad sin mediaciones favorece la concentración de poder y las decisiones arbitrarias, es decir, sin el tránsito por la deliberación, y la pretensión de hegemonía, es decir, haciendo del poder emergido de las urnas un absoluto que busca sustraerse a restricciones aun constitucionales.
Debe tenerse en cuenta que el uso extensivo e indiscriminado del término «populismo» puede registrar una tendencia contemporánea a desconfiar de la clase política y de la vigencia de instituciones que, más allá de su pretensión formal, pueden ser recurso de privilegios y consolidación de desigualdades. De modo que el término es una designación que percibe el peso de la negatividad en los pronunciamientos, poniendo en la misma bolsa experiencias y demandas muy diversas y, por cierto, de signo ideológico muy variado, incluyendo desde movimientos y Gobiernos que se nombran como de extrema izquierda, otros nacionales y populares, pero asimismo algunos considerados como de extrema derecha.
Esta obra abunda en referencias clásicas y otras contemporáneas a las investigaciones sobre la ruptura ocasional o continua con la democracia liberal, y lo que se procura con ello es favorecer la investigación y la interpretación sin clausurarla con un etiquetaje precipitado. Aspira asimismo a sumarse a la que los otros están llevando a cabo.
En América Latina la emergencia, expansión y luego declinación del movimiento bolivariano han intensificado el debate público y las investigaciones académicas.
Los Gobiernos de Chávez y luego Maduro en Venezuela, de Evo Morales en Bolivia y de Rafael Correa en Ecuador anunciaron proyectos de refundación procurando que prevaleciera el poder constituyente que impulsaban por sobre el poder constituido. Este movimiento refundacional ha tenido otras expresiones de menor intensidad, en Argentina y Brasil, principalmente.
Pero, por encima de la común referencia a un ideario de deconstruir el orden y los privilegios existentes en nombre de una alternativa sustentada en las necesidades y derechos del pueblo, los casos nacionales se diferencian en su curso, alcance y en las huellas que han dejado.
El encuadre general que se ha consignado precedentemente es en buena medida la introducción a un análisis e interpretación de la evolución de la participación popular en Venezuela y de los Gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Chávez en los inicios enunció una promesa reformista para ulteriormente derivar hacia el proyecto revolucionario del «socialismo del siglo xxi», el cual significó un cambio de régimen hacia el Estado comunal, que se ha visto frustrado en paralelo al fallecimiento de Chávez, quien lo había concebido y encarnado.
Para comprender el curso de los acontecimientos deben tomarse en cuenta los hechos que precedieron al triunfo electoral de Chávez, pese a su antecedente golpista, en las elecciones de 1998.
La autora —luego de proveer una amplia información— señala que durante las décadas precedentes al chavismo se produjo un «largo proceso de formación del principio participativo», inspirado en los concilios eclesiásticos promovidos por los papas Juan XXIII y Pablo VI, que fortalecieron la teología de la liberación y las consiguientes iniciativas de intervención social y política. De hecho, fueron comunidades eclesiásticas de base el semillero, junto al partido Copei, y militantes y dirigentes de izquierda —aunque no homogéneos en el horizonte político buscado— los que promovieron las primeras experiencias de participación y lograron conquistar incluso algún poder local.
Ese antecedente cuenta, porque Chávez inicialmente encontró en esos activistas sociales y políticos algunos de los interlocutores y recursos humanos para su gabinete y otras posiciones institucionales al momento de su acceso al Gobierno.
Este libro expone la evolución de Chávez y su movimiento desde una etapa inicial, la de la primera presidencia, en la que el rumbo se presenta como una alternativa tanto al capitalismo como al socialismo, y el acento estaría puesto en la participación y la inclusión social y política: democracia participativa y protagónica. A la vez, por ese entonces, se precipitaron intentos opositores para desplazar a Chávez por medio de un golpe de Estado fallido, la huelga en la gran empresa petrolera Pdvsa y algunas confrontaciones armadas. Aunque con vaivenes electorales de por medio, Chávez triunfó en un referéndum revocatorio, pero pierde un primer plebiscito de reforma constitucional en 2007. Sin embargo, ulteriormente logra una mayoría electoral para una reforma más limitada de la Constitución con un articulado que habilita la reelección indefinida del presidente y de otros cargos ejecutivos.
El chavismo, muy encarnado en la carismática figura presidencial, evoluciona decididamente en la segunda presidencia en dirección a una «democracia protagónica y revolucionaria» que promueve un giro de radicalización bajo el emblema del socialismo del siglo xxi. Sus recursos políticos, inicialmente diferenciados, convergen por su voluntad en el Partido Socialista Unido de Venezuela en 2007. Ya la reforma constitucional y las leyes del parlamento habían ampliado los dispositivos de un poder emergente, el denominado popular, y se crearon nuevas instituciones, los consejos comunales y las comunas de distrito, considerados los embriones de un nuevo régimen político con vocación de desplazar al sistema representativo. El fallecimiento de Hugo Chávez en 2013 debilitaría estos embriones. Su sucesor, su hijo político Nicolás Maduro, electo por un estrecho margen ante una oposición congregada, evoluciona rápidamente en dirección a un Gobierno que la autora califica de «sultánico». La represión violenta de las protestas, la acción de los «colectivos armados», las restricciones a las libertades públicas y la depuración hegemonicista del Estado, con un creciente rol de las FF. AA., se producen en paralelo a una caída de la economía, que apareja un empobrecimiento de la población y con el tiempo hambrunas que dan centralidad a la provisión de alimentos por el Estado a quienes posean el carnet de la patria, con las cajas básicas de alimentos subsidiados y otros recursos de dominio y alineamiento frente a las necesidades básicas y la crisis de gobernabilidad.
En diciembre de 2015, las elecciones legislativas deparan una sacudida a los gobernantes con el triunfo por un margen importante de los opositores congregados en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Desde entonces se suceden los recursos institucionales distorsivos y la represión acrecentada a los opositores. Las capacidades legislativas de la nueva Asamblea Nacional son recortadas y derivadas a la justicia controlada por el Gobierno. Consciente del descontento ciudadano, el oficialismo procede a desconocer el pliego de firmas para un referéndum revocatorio en 2016 y finalmente instaura una Asamblea Nacional Constituyente en elecciones en las que la oposición no participa por la inconstitucionalidad del procedimiento. En 2018, año en que debía renovarse el Ejecutivo, se apela al monopolio de la oferta y en consecuencia se suprime la competencia real al aprisionarse o proscribirse a los principales líderes opositores. Pero a la hora de asumir su segundo mandato Nicolás Maduro es calificado de ilegítimo por la Asamblea Nacional y el presidente de esta, diputado Juan Guaidó, se proclama «presidente encargado» de la nación, en un contexto de movilización ciudadana y de aislamiento del oficialismo en el ámbito internacional, al menos en Occidente.
El registro del itinerario institucional de la experiencia chavista referido por López Maya pone de relieve condiciones generales previas que posibilitaron la instalación de Gobiernos refundacionales, tales como las democracias limitadas que los precedieron, las cuales alimentaron un malestar general con la representación política. Tales democracias fueron vistas como sostén de una clase política que mantenía un statu quo de desigualdades a la vez que gozaba de los privilegios del ejercicio o participación en el poder político. El período de auge en las exportaciones de bienes primarios —en el caso de Venezuela el petróleo— pudo favorecer un incremento de la distribución e incluso de inclusión de los otrora excluidos, e incluso una expansión amplia del consumo, impulsada por quienes accedían al poder bajo el emblema de la refundación y tenían una vocación de llevar adelante esas políticas.
Sin embargo, la evolución en Venezuela pone en evidencia que la instalación de un movimiento reparador y renovador puede experimentar una evolución en torno a un proyecto del liderazgo personalista, en el caso expuesto carismático, en una dirección revolucionaria, aunque careciese de un durable sustento tanto económico-social como de involucramiento ciudadano. Siendo una vocación que mezcla ideales e intereses de los gobernantes, tropieza con una sociedad resistente a ser moldeada para un nuevo régimen político. En una fase inicial, adviene una fractura de la sociedad con una oposición en que convergen demócratas con quienes son perjudicados en sus intereses por el nuevo rumbo.
En términos generales, en las sociedades occidentales del siglo xxi la ciudadanía, con diferentes franjas sociales y de creencias en la comunidad política, experimenta una evolución hacia la autonomía y, en parte de ella, hacia la autorrepresentación. De modo que pueden otorgar credibilidad a liderazgos personalistas, sobre todo por el componente de rechazo al statu quo y, en mayor medida aún, si la alternativa está acompañada por promesas de justicia social. Pero su relación con los gobernantes es fluctuante, su identificación o sentido de pertenencia partidaria, cuando existe, es limitada, y en términos electorales ello se traduce en un electorado fluctuante.
Llegado a un cierto punto, con la presidencia de Maduro siendo crecientemente impopular, la coexistencia precedente con instituciones republicanas es abandonada con la mantención marginal del respeto limitado a la Asamblea Nacional, solo parcialmente desinvestida con la figura del «desacato».
El Gobierno de Chávez se sostuvo con apoyo popular activo y con mayorías electorales, aunque con altibajos. El Gobierno de Maduro tiene su recurso de poder en el aparato estatal, principalmente las Fuerzas Armadas, los nuevos organismos de represión y milicias formales e informales que persiguen y ejecutan a manifestantes y opositores activos, así como en un parcializado aparato de justicia y en otros organismos públicos. Ese dispositivo es instalado ante una sociedad en la cual es evidentemente minoritario; ello, en un contexto internacional en el que está aislado, aunque ha permitido un embrión de alternancia con la presencia y actividad de un «presidente encargado», aunque su entorno se halle diezmado por la represión.
La investigadora académica ha estado en esta contribución en mayor medida orientada a profundizar lo acaecido con los sectores populares, inspirada en la literatura de otros académicos, pero sobre todo en su trabajo de campo en barrios populares de Caracas durante la primera y segunda presidencia de Chávez.
Cierta asociatividad se había creado en el país desde los años ochenta con las mesas técnicas del agua y los cabildos abiertos. Durante el primer Gobierno de Chávez, estas formas de participación se extendieron a escala nacional con las organizaciones comunitarias autogestionarias y los comités de tierra. Esa disposición a asociarse era propia de barrios de alta concentración popular, resultado de corrientes migratorias sobre todo internas hacia los centros urbanos, sin que los servicios básicos fueran instalados o reparados, en particular la provisión de agua y la renovación de las redes de agua corriente y cloacales. Ello en paralelo a las necesidades alimentarias y sanitarias reparadas con paliativos limitados y oscilantes, como los propios fondos públicos que seguían los vaivenes de los fluctuantes ingresos de las exportaciones de hidrocarburos y minería, y de las maneras de distribuir esa renta.
Durante esos años iniciales de pretensión refundacional, hubo una efectiva mejora en la calidad de vida. A la vez se consigna que las formas organizadas de la sociedad civil gozaban de cierta autonomía, pero dependían de las decisiones y recursos que pudiese proveer el Estado nacional.
La relación entre sociedad civil y Estado es una dimensión de interrogación crítica para la autora. Por una parte, se registra una considerable participación en los barrios populares en los años iniciales del primer Gobierno del presidente Chávez y luego más bien esporádica y declinante. Con la radicalización del chavismo al proclamarse el socialismo del siglo xxi, se crearon los consejos comunales que fueron el inicio de la organización de proximidad, que fueron absorbiendo o sustituyendo a las organizaciones más autónomas. Estos consejos derivaban a nivel territorial en las comunas. Este «poder popular» constituía una red organizacional paralela y, en perspectiva, alternativa a la representación electoral. Aunque en las instancias estatales y poderes persistentes, que venían del pasado —en particular las Fuerzas Armadas, de seguridad y de justicia—, se indujo una readaptación al nuevo horizonte. Otro diseño de las fuerzas represivas tuvo como complemento las milicias cívicas y los más informales «colectivos».
Pero los embriones del Estado comunal —consejos comunales y comunas—, decididamente conectados al propio presidente comandante y paralelos a las municipalidades, tuvieron una cierta implantación hasta 2013, cuando fallece Chávez. Ulteriormente, con la sucesión digitada que lleva a la presidencia a Maduro, se inicia un período marcado por la grave penuria alimentaria, una concentración del poder acentuada y una represión diversa y que no se privaba de cobrar víctimas en la oposición o simplemente entre los descontentos, incluso de sus propias filas. En pocos años, millones de venezolanos acuciados por las penurias y un horizonte sombrío han migrado sobre todo a países de la región.
Sin embargo, la experiencia de ese largo período aún inconcluso lleva a interrogarse sobre el anclaje y huella dejada por el ideal de los consejos comunales. En palabras de la propia Margarita López Maya: «De darse una transición democrática en Venezuela, consejos comunales y comunas pudieran ser aprovechados para facilitar procesos de articulación organizativa de segundo y tercer nivel en las comunidades tanto rurales como urbanas. Al fin y al cabo, el planteamiento de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela fue propiciar, mediante mecanismos e instituciones de democracia participativa, un ciudadano y un tejido comunitario autónomos corresponsables con el Estado en la gestión pública. Ajustadas a la Constitución, despartidizadas y vinculadas al Gobierno municipal, estas formas de organización podrían contribuir a una democracia de mayor calidad, equidad y justicia social que la del pasado».
Isidoro Cheresky