O książce
Nuestra mente gobierna la fuerza, la velocidad, las decisiones, los pensamientos y las sensaciones que vivimos a cada instante. Tradicionalmente hemos asociado el deporte al músculo puesto que es quien produce el movimiento necesario en cada disciplina. Y si bien la calidad del movimiento define desempeños y resultados, poca atención hemos dado al principal órgano efector del movimiento: el cerebro. Allí es donde alojamos todas nuestras destrezas, tácticas, perseverancia para entrenar, autoconfianza, manejo de emociones, capacidad de concentrarnos, percepción, hábitos, decisiones y poder resiliente ante la adversidad. Tenemos la enorme posibilidad de potenciar nuestro rendimiento deportivo si comprendemos como se arraigan nuestras facultades cognitivas y emocionales, para entrenarlas con especificidad.
Mente deportiva nos permite ampliar y renovar el enfoque y diseño de los entrenamientos deportivos para converger con mayores posibilidades hacia nuevos y desafiantes objetivos. Cuando comprendemos la naturaleza del aprendizaje motor, podemos valorar no solo lo que se entrena, sino en qué contextos y con qué intensidad, todos factores determinantes del éxito. Las neurociencias comienzan a observar la práctica deportiva tendiente, por un lado a obtener un incremento del desempeño en el deporte de alto rendimiento y, por otro, a promover la inclusión de muchos jóvenes, con todo lo que esto significa a nivel de la calidad de vida y del desarrollo de sociedades.
La condición física intrínseca y la entrenabilidad de cada deportista nos marcan tan solo un punto de partida genético desde donde apuntalaremos la expansión de capacidades mentales absolutamente entrenables. No tenemos porqué conformarnos con lo que nos ha dado la naturaleza. Un cerebro entrenado es capaz de superar barreras para el asombro.