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SIN REPROCHES
SI NO EXISTIERA EL «SI HUBIESE»
HISTORIAS DE AUTOSUPERACIÓN


KARINA COLOPERA

SIN REPROCHES
SI NO EXISTIERA EL «SI HUBIESE»
HISTORIAS DE AUTOSUPERACIÓN

EXLIBRIC

ANTEQUERA 2021

SIN REPROCHES. SI NO EXISTIERA EL «SI HUBIESE»

HISTORIAS DE AUTOSUPERACIÓN

© Karina Colopera

© de la imagen de cubiertas: Nazarena Montero Colopera / Arianna Isabella Seno

Diseño de portada: Dpto. de Diseño Gráfico Exlibric

Iª edición

© ExLibric, 2021.

Editado por: ExLibric

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Centro Negocios CADI

29200 Antequera (Málaga)

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Internet: www.exlibric.com

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artística o científica.

ISBN: 978-84-19092-34-2

KARINA COLOPERA

SIN REPROCHES

A mi padre, cuya muerte fue el dolor más profundoque hasta ahora sentí en mi vida, y no fueron pocos.

Él fue quien me enseñó que la vida es aquí y ahora,que vale la pena vivirla, que hay que vivir intensamentey que si nos equivocamos, hay que poner la cara,hacerse cargo, remediar si es posibleo, de lo contrario, seguir lo mejor que se pueda.


Agradecimientos

La gratitud nace del corazón, de la humildad, de la convicción de saber que hemos recibido del otro todo lo mejor que tenía para darnos.

Quisiera agradecer a mis padres, Olga y Antonio, por su infinito amor y paciencia.

A mis hijas, Nazarena y Federica, por enriquecer mi vida, iluminar mis días y ser mis mejores maestras.

A Mattia por amarme y aceptarme tal cual soy y por aquella cena con ensalada.

A mi hermano Mauro por haber confiado en mí en un momento muy difícil de su vida.

A mi prima Gilda por aquella infancia feliz y por «el club del secreto».

A mis primas Patricia y Verónica por los infinitos recuerdos y travesuras.

A mi abuela María por abrigarme siempre y a mi abuela Olga por regalarme magia.

A mi tía Bocha por malcriarme más de una vez.

A Giorgio por brindarme un espacio en su vida y por cada brindis bien merecido.

A mis amigas de siempre, sin nombres ni tiempo ni espacio, por haber estado y estar a mi lado.

A todos aquellos ángeles que se cruzaron y se cruzan por mi camino en el momento justo.

A los que me hicieron daño por haberme ayudado a ser una mejor persona.

Nota de la autora

¿Qué pasaría si no existiera el «si hubiese»?

Probablemente, no existiría el autorreproche y tendríamos que aceptar nuestros actos, equivocados o no, y simplemente seguir adelante, sin estar atrapados en una pregunta de respuesta incierta como: «qué hubiera pasado si…», o «si hubiese hecho o no hubiese hecho tal o cual cosa…», o «si hubiese podido, si hubiese sabido…».

Viviríamos más libres quizá.

Sin arrepentimientos.

Sin excusas.

Sin reproches.

Aunque este libro es autobiográfico, no voy a contar mi vida porque a estas alturas lo considero casi imposible, ya que siento haber vivido mil vidas en una. Solo contaré algunas experiencias y trataré de transmitir sensaciones.

De mí puedo decir que fui y soy muchas cosas, pero, sobre todo, madre y también padre —orgullosa de mi doble rol— de Nazarena y Federica, abogada, docente, esposa y divorciada —más de una vez—, ama de casa, hija de Olga y Antonio, hermana, tía, sobrina, prima, compañera, amiga, amante, inmigrante, idealista, realista, rebelde con causa, defensora de causas perdidas, eterna caminante, ferviente admiradora de la vida, sea como sea, y actual y feliz pareja de Mattia.

Casi casi esa soy yo, con todos los errores e imperfecciones que ello implica. Seguramente no fui la mejor abogada, ni la mejor amiga, ni la mejor esposa, ni la mejor hija, ni la mejor madre, etc.; pero no concibo la vida si no es a pleno, y a pleno la vivo, y vivir plenamente implica también equivocarse. Lo importante, creo, es actuar siempre con la mejor buena intención y esperando lo mejor.

A través de estas páginas quisiera transmitir que no importa lo terrible que sea lo que te pase, siempre se puede seguir adelante, cada uno con sus tiempos y a su manera, pero todos podemos. Yo siempre después de un gran dolor decidía transformarlo y canalizarlo en algo positivo. Después de la muerte de mi padre, convertí mi dolor en energía y decidí desempolvar aquellos sueños todavía encajonados, entre ellos, este libro, que es una recopilación de los sentimientos que fui manifestando por escrito a través del tiempo, provocados siempre por alguna vivencia.

Reflexiones que podrás aplicar si te identifican, adaptándolas a tus propias situaciones. Experiencias de vida que ilustro siempre con alguna foto, porque las fotos son mágicas, tienen ese poder increíble de capturar un momento.

No vale la pena replantearse una y mil veces los errores cometidos.Y volvemos a la primera pregunta: ¿qué pasaría si no existiera el «si hubiese»?

Tal vez ante la inexistencia de este tiempo verbal, sería más fácil aceptar lo sucedido «y punto» (así decía mi padre cuando quería ponerle un punto final a su conversación o a un tema). Aceptar y seguir adelante, porque el pasado no se puede cambiar, el futuro es incierto y solo tenemos el presente para caminar de cara al sol.

Introducción

Hace unos años leí un libro en donde la protagonista decía: «Mi vida ha sido de todo, pero nunca fácil.No es una queja, es una realidad que acepto», y yo me identifico totalmente con ella.Tal vez fue por vivir siempre con intensidad, pero no me arrepiento.

Estamos en esta vida física para aprender.Y vuelvo a expresar lo que siempre digo: la clave no está en el hecho en sí, sino en la actitud que ante él tengamos.

No renieguen de los acontecimientos, aprendan de ellos.Nada que no deba suceder sucederá y, seguramente, sucederá cuando y donde debe suceder. No solo miren a su alrededor, observen. Déjense llevar, perciban.

He pasado de todo un poco. Me han humillado y maltratado dentro de la casa que se suponía debía ser mi hogar conyugal, muchas veces; sin embargo, no he dejado de creer en el amor.

Me han engañado y traicionado de forma vil, pero también me han amado y ayudado muchas veces, siempre en el momento justo. La vida nunca deja de sorprenderte.

Lo he perdido todo —materialmente— y me di cuenta de que eso que yo creía «todo» era nada. Lo material va y viene, créanme, es así.

He vuelto a empezar más de una vez de cero, de bajo cero. Golpeando puertas y con la frente alta, siempre alguna se abre.

Me he enfadado muchísimo, pero no guardo rencor.

He aprendido mucho y a veces lo olvido, porque el aprendizaje y ponerlo en práctica es un ejercicio diario.

He llorado mucho y a veces no valía la pena. He pedido perdón muchas veces.

Me he equivocado y he sido injusta, pero creo, de una u otra forma, haberlo remediado.Y si no fui capaz, estoy dispuesta a pedir perdón, aceptando dignamente que lo acepten o no, eso ya no depende de mí.

No es verdad si alguien dice que nunca fue feliz o que siempre lo fue, porque la felicidad se vive por momentos y no todos pueden ser felices. Por eso también es válido vivir momentos de tristeza.

La vida en sí se compone de momentos.Algunos dependen de nosotros y otros no. Pero de todos esos momentos se puede aprender, siempre para mejorar, y eso sí que depende de nosotros.

La incapacidad del alma

Pensando en las personas que me hicieron daño y en todas las que lo hacen en general, reflexionaba sobre la incapacidad del alma…

Escuchamos hablar todo el tiempo de términos como «incapacidad», «discapacidad» o «capacidad diferente». Muchas veces los usamos erróneamente solo por desconocimiento e incluso muchos difieren en cuanto a su significado o definición.

Una vez busqué la definición que el diccionario da de la palabra incapacidad:

1. Falta de capacidad para hacer, recibir o aprender algo.

2. Falta de entendimiento o inteligencia.

 

3. Falta de preparación o medios para realizar un acto.

4. Incapacidad laboral (provocada por alguna situación de enfermedad, por ejemplo).

5. Carencia de aptitud legal para ejecutar ciertos actos o cargos públicos.

En cambio, la discapacidad tiene que ver con la disminución de una capacidad en algún área específica, por lo que el uso de este término reconoce que todos los individuos, aun con discapacidades, tienen mucho que contribuir a nuestra sociedad. Tener una discapacidad no quiere decir ser incapaz, sino tener una o algunas capacidades diferentes, que incluso a veces hacen desarrollar más las otras.

Pero volviendo al primer término, y más allá de todo válido debate religioso respecto al significado de alma que ahora no viene al caso, yo afirmo y me atengo al significado antes expuesto, que existen personas con «incapacidad en el alma» o con un «alma incapaz».

Son aquellos incapaces de amar o incapaces de sentir empatía; aquellos incapaces de sentir alegría; incapaces de no quejarse cada día de todo y por todo; incapaces de dar; incapaces de admirar la belleza de un amanecer; incapaces de valorar lo que tienen; incapaces de realizar el mínimo esfuerzo; incapaces de admitir errores; incapaces de aprender de los propios errores; incapaces de sonreír sin motivo aparente; incapaces de aceptar aquello que no se puede cambiar; incapaces de buscar un cambio si es necesario; incapaces de intentar; incapaces de levantarse un día y proponerse simplemente disfrutarlo a como dé lugar; incapaces de proyectar, incapaces de soñar.

Son incapaces de tantas cosas que se vuelven capaces de lastimar.

Las discapacidades pueden compensarse con otras capacidades, pueden mejorarse con medicamentos o terapias, pero la incapacidad del alma, ¿cómo se cura?, ¿cómo se mejora o adquiere la habilidad para sentir, para querer, para soñar?

Eso es algo que solo nosotros podemos conseguir, es algo que no depende de nadie más que de nosotros.

Las personas con incapacidad en el alma, generalmente, no lo advierten y viven sumidos en la tristeza, la bronca, el rencor, la rabia, la envidia o la apatía, amargados y/o amargando a quienes los rodean, sin dejarse ayudar, atrapados en la propia arrogancia que su incapacidad provoca.

Agradezco a la vida, a mis padres y a mi propia fuerza de voluntad por formarme con un alma capaz de todo, hasta de equivocarse, obviamente.

Ya no pienso en aquellas personas que me hirieron preguntándome si hubieran o si no hubieran hecho esto o aquello, porque ¡ya no importa! Doy las gracias porque lo que hicieron, aunque fue doloroso, me hizo aprender y crecer.

Brindo por las almas bondadosas y habilidosas, ruego por aquellas almas incapaces que fueron capaces de lastimarme, con la esperanza de que adquieran alguna habilidad, y, sobre todo, las perdono, sin reproches.


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