Czytaj książkę: «Isósceles»
ISÓSCELES
© Juno B
Ilustraciones: Merymay Chuliá
Diseño de portada: Dpto. de Diseño Gráfico Exlibric
Iª edición
© ExLibric, 2020.
Editado por: ExLibric
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ISBN: 978-84-18730-01-6
JUNO B
ISÓSCELES
Agradecimientos
A los que les han dado alas a mis palabras.
No hace falta nombraros, porque vosotros ya sabéis quiénes sois.
Isagoge
Es una palabra que podemos utilizar para referirnos a la parte del preámbulo, a la introducción.
1. Introducción al verso
Todos tenemos una manera de decirle al mundo
que estamos aquí,
que somos el tiempo que nos queda
y que estamos vivos.
La mía es la tinta sobre el papel,
me vacío por dentro y puedo plasmarlo todo.
A veces me da la sensación
de que es mi mano la que me dirige, y no yo a ella.
Supongo que también ella juega un papel:
ser mensajera de un fiel corazón.
Leerme desde fuera hace que juegue con ventaja.
Es tan cruel como puro pensar
que la única belleza que encuentro en la tristeza
es esculpir las palabras más sinceras.
Quizás te veas reflejado
en el recuerdo de una noche gris,
sin saber qué nombre ponerle
a todo eso que llevas dentro,
y como único consuelo,
el folio
Escribir es verse desnudo ante un espejo,
el cual reflejará todo lo que eres;
a veces resulta difícil,
pero hace que lo entiendas.
2. Lo encontrarás dentro
Si crees que aquí encontrarás prosa que rime,
versos de mayo,
seres débiles victimizando el desamor,
este no es el libro.
Si crees que en esta página habrá lírica endeble
que nos hará sentir mariposas,
que no nos lance al vértigo,
este no es el libro.
Vengo a hacerte llorar y reír hasta que lo entiendas,
hasta que te entiendas.
A invitarte a un café con pentagrama:
tú pones las notas, y yo,
la sal.
3. Introducción al introverso
Seré breve.
Mi intención es provocar que
en algún punto
tú y yo
nos encontremos.
Que sientas que no eres el único
al que se le quedaron momentos y personas,
clavados en algún punto
que preferimos olvidar.
Y cuando veas que otro
también ha estado justo ahí,
guardando sus hazañas en un cajón desordenado,
te abrazaré.
Para que sepas,
que pase lo que pase,
aunque la soledad se aloje esta noche en tu pecho,
en alguna parte del mundo
alguien también lo está sintiendo.
Y ese simple hecho lo es todo,
porque significa que nunca,
nunca más,
volveremos a estar solos.
4. Recomendaciones de lectura
Hace poco aprendí a parar,
a entre todo este bullicio
darme cuenta
de lo que está pasando fuera de nuestras pantallas,
luces,
y pensamientos rápidos.
Con ello he aprendido a vivir aquí,
y un poco ahora,
porque, al fin y al cabo,
¿no es eso lo único que nos pertenece?
Ahora mismo estoy aquí, escribiéndote,
y aunque solo nos una este libro,
de algún modo, te siento,
y no encuentro manera de estar más cerca,
así que hagámoslo bonito.
Vayamos sentido por sentido.
Dedicarse un tiempo
es algo que casi todos desestimamos,
pero que, en algún punto, sentimos imprescindible.
Fíjate primero en qué es lo que ves,
sí son luces tenues,
luego en los olores que llegan hasta ti.
Dime si alguna música acompaña tu lectura,
si tienes frío.
Dime si estás cómodo.
Quiero que este momento sea solo tuyo,
y que lo hagas único,
te lo debes.
Estoy tan segura
como de que tienes unas alas preciosas,
para volar por mis páginas mientras lo haces.
Es tan importante como que sepas
que estás viendo un trocito de mí,
y que de alguna manera
estamos conectados.
Hagas lo que hagas,
y decidas lo que decidas,
solo quiero que tenga un sentido.
Yo escribo en mi cuarto,
bajo una tira de luces suaves que forman estrellas,
las cuales me iluminan lo suficiente,
para enfocarme en lo importante,
y ver mi pelo un poco más cerca del color del sol.
Mi olor favorito es la lavanda,
se cuela entre mis dedos el humo de su aroma
y el llanto de sus campos.
Me cubre un jersey viejo pero calentito,
es de mi persona favorita,
y me siento afortunada de que la misma
haya dejado un platito de nueces
cerca de mi escritorio.
«Se te hará tarde», me dice.
«Como siempre que escribes».
Mis oídos prefieren escuchar melodías
de algún músico que se enamoró de un saxo
en el mundo eterno del jazz.
Aquí te dejo unas cuantas ideas,
para que puedas decorar tu momento,
y nos encontremos en algún punto de esta lectura,
estando más cerca aún, si cabe.
Música
Este libro es un viaje, un viaje que pasa de un océano donde apenas llega la luz a la más masificada ciudad. Acompañemos este viaje del mejor recuerdo que tenemos: la música.
Aquí escrito te dejo mi Instagram, dentro del cual encontrarás una playlist con las canciones que me acompañaron en mi viaje de escribir Isósceles: @_junob
En caso de que no tengas, te dejo también mi correo electrónico para que puedas ponerte en contacto conmigo si lo necesitas: junoisosceles@hotmail.com
Aclaraciones previas
El término «apapache», el cual verás repetido varias veces a lo largo del libro, es una creación propia a partir de la palabra apapachar, el significado de la cual es “palabras que te acarician y abrazan el alma”. Yo intercalaré, pues, apapaches que a lo largo del libro puedan tocar un poquito la tuya.
I
RESILIENCIA
Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos.
Apapache I
Cuando dejes de etiquetar las cosas, como si fuéramos productos, empezarás a comprenderlas.
1. La geografía de la noche en tu cuerpo
La noche que decidiste quedarte
me miraste por dentro,
y no te pude mentir.
Tus ojos redondos como la luna
se burlaban como diciéndome que esta vez
habría fase nueva.
Tus rodillas eran rombos cuarteados por el tiempo,
y las ondas de tu pelo
aterrizaban ariscas en mi piel.
La noche que decidiste quedarte
te tumbaste sin ropa mirando por la ventana,
y descubrí que la curva de tu cintura
era la única carretera
en la que me quería ver viajando desde entonces.
Y fue entonces cuando sucedió.
Tan inconexos,
como el rectángulo de una cama,
perdido en un mundo redondo.
Quise capturar ese momento
y guardarlo para siempre,
hacerlo eterno como un marcapáginas
en la mejor parte del libro.
Quise sentir la inconsciencia de que ese amor
acabaría por matarnos,
y que esta sería la última historia
que escribirían mis manos
en la demografía de tu espalda.
Era como mirarte continuamente a los ojos,
mientras tú hacías otras cosas.
Es difícil huir cuando no sabes si esos brazos abrazan,
o atrapan.
Es difícil cuando es fácil ver la vida
desde el balcón de tus pestañas,
tomar un vino en la terraza,
llegar a pensar que estás a salvo
y sentir el precipicio a la de tres.
La geografía de tu cuerpo era imperfecta,
la notaba sinvergüenza entre mis manos,
fugaz como espuma entre mis dedos,
que, como tal, se iban apagando.
La noche que decidiste quedarte
supe que sería la última vez.
Ahora no estás aquí,
y aunque todo está en calma,
sigue descuadrando.
Por fin me he dado cuenta,
era isósceles jugando.
2. Secreto
«Todo el mundo siente su dolor como algo grande e inmenso». Bebe
William Cowper dijo que
alejarnos de lo que amamos
es peor que la muerte.
Yo he dejado trocitos de mi corazón roto
por el camino,
por si decides salir a buscarme.
Decirte adiós es complicado,
algo así como volver a casa para morir en tu cama,
porque sabes que ya no volverás.
Yo he caído otra vez en tu forma de mirarme,
como la piedra a la que siempre recurro y amo,
y nada es una excusa,
pero es que no hay nada más impactante
que ver a tu cerebro
intentando conquistar un corazón,
y con razón.
Recuerdo el día que te pedí
que escucharas una canción que habla de mí.
Lo hiciste y me puse muy contenta.
Luego, cuando te fuiste,
hundí la cara en tu almohada,
y ahora tu olor vive instalado en mis mejillas,
tan grabado en mi mente
como las estrellas de Van Gogh.
3. Bocetos
Admiro la alegría más que la calma,
más que a la propia inteligencia incluso.
Esta última te acompaña siempre,
pero la primera solo viene a visitarme a veces,
es nómada y por eso la valoro.
Hoy he salido de la ducha
y mi pelo me ha pedido que no lo peine,
quiere sentirse libre en sus propias ondas.
Es el momento de ver lo obvio,
y yo le dejo ser.
Le he dicho que sí, porque me siento culpable,
culpable de esconderme debajo de muchas capas,
no sé si de barreras o barras de labios.
Culpable de haber gastado todo mi dinero
en libros, revistas y obras de teatro,
viviendo por encima de la palabra suficiente.
Preferí eso a una tele, porque detrás de esta
no había un viaje que nos llevase a reflexionar,
mientras volvíamos a casa juntos.
Aun así,
esta es la primera vez que he sentido
que podría despegarme de ti.
Otras veces pienso que estás adherido a mí,
y que si pretendiese alejarme, sería algo así
como arrancarme la piel.
Luego he visto una serie,
y la figura exacta de tu cuerpo
le faltaba a mi sofá.
Tomar una decisión,
y que la película nos regale lecciones y nostalgias,
es uno de mis clásicos.
De las cenizas y el humo yo me quedo las señales.
¿Cómo puede algo alimentar y dar hambre a la vez?
El amor es, a veces, dar lo que no tenemos,
y aun siendo conscientes de esto,
ir a buscarlo.
Somos seres incompletos e inestables,
por eso necesitamos sentirnos imprescindibles.
Lo cierto es que quise quedarme
cuando descubrí que tus ventanas
también eran puentes al sol,
aunque estos tanteen cuándo llevarme a buen puerto.
Si fueses una estación,
serías la de un tren,
hecho de despedidas a medias,
porque tus palabras dicen adiós,
pero tu cuerpo, al final,
siempre se queda.
Lo dicho:
cuestión de adherencias
y piel.
Un hogar es mucho más que estas cuatro paredes,
en las que encuentro paralelismos,
como que tú me des comida mientras yo
muero de sed.
¿Sabes?
Yo sé que te quiero, porque te veo reír,
y no quiero que la tuya sea nómada.
Y no sabré escribir un final,
pero si mañana todo acabase,
hoy querría pasarlo contigo.
4. Domingo a las ocho en los balcones
Te has ido y ha empezado a llover.
El cielo se ha pintado de negro,
pero yo ya no quiero estar triste.
Lo bueno de todo esto
es que mi capacidad de dar amor sigue ilesa,
y mis flores también.
Hoy nos mueve el deseo de que mañana
todo sea diferente.
«¿Hasta cuándo?», me preguntas.
Hasta que se convierta en lo que habíamos soñado.
Apapache 2
Hay muchas formas de querer, pero solo una válida: bien.
5. Por si mañana ya no
A veces pienso que el dolor no es intangible,
que, al contrario que ella,
se podría atrapar.
Si la describo,
podría hacerse eterna.
Sentada al borde de un ventanal enorme,
fumando y riendo Madrid.
No mentiste cuando dijiste que te quedarías,
que no querías pasar más noches sola.
Me llenaste los ojos de comienzos,
de buenos hábitos,
de churros y anís.
Yo sé que no mentiste,
y aunque a la mañana siguiente ya no estabas,
no te culpo.
Las mujeres pájaro y el tiempo no se pueden capturar,
cogen las maletas,
aunque estas estén vacías,
y se redescubren en nuevos matices.
Y como si mañana todo se acabase,
sueñan con irse otra vez.
Siempre he pensado que odiar es de flojitos.
Aunque te vuelvas a ir mil veces,
aunque vivamos a medias tintas,
aunque me duela Madrid,
te quiero,
en diferido,
a plazos,
a ratos,
aun en páginas,
que ni siquiera,
están escritas.