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Portada
Generacional
Agradecimientos
Epígrafe
Capítulo I
Capítulo II
Generacional
Julio Enrique Femat Flores
Generacional
Primera edición, 2020
D.R.© Julio Enrique Femat Flores
ISBN 978-607-8676-36-1
Editorial Página Seis, S.A. de C.V.
Teotihuacan 345, Ciudad del Sol,
CP 45050, Zapopan, Jalisco
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Se editó para publicación digital en julio de 2020
Gracias a Irma, mi eterna cómplice,
quien cuida siempre de mis sueños,
de donde nació este futuro alterno.
«La implosión de la globalización,
uno de muchos futuros posibles»
CAPÍTULO I
¿Cómo llegamos a este punto?
En el año 2040, después de que la humanidad decreciera su población total en un 30 % a causa de la más grande pandemia del milenio, las naciones de todo el mundo lograron finalmente un acuerdo internacional total donde la generación de energías limpias era el estándar global, gracias a la liberación de nuevas tecnologías, que eran compartidas con los países más pobres y menos desarrollados, eliminando así el uso de energéticos fósiles y haciendo descender los niveles de contaminación y explotación de recursos naturales. Los límites fronterizos de los países eran aceptados y respetados por todas las naciones. La población mundial se mantuvo en un nivel estable donde la generación de alimentos ya era satisfactoria, alcanzaba para todos. Los empleos eran seguros, estables y bien remunerados. Los pueblos perfeccionaron sus sistemas de gobierno, ya no había guerras entre naciones y los problemas domésticos eran solucionados de manera local. Ahora el reto internacional era el comercio. Para proteger sus economías los Gobiernos impulsaron el consumo interno, y así se crearon seis grandes bloques político-comerciales en el mundo: asiático, europeo, africano, norteamericano, sudamericano y australiano.
Comerciar al exterior de tu bloque no estaba permitido, hacerlo significaba la expulsión del mismo y necesitaban pasar veinticinco años antes de poder adherirte a otro. Estabas solo, y no había quien aceptara ese riesgo. Esto implicaba tener acceso únicamente a lo que producías internamente durante ese largo periodo; sin embargo, existía un sistema diplomático multiregional que permitía un limitado flujo de personas. Solo el intercambio diplomático, tecnológico y cultural era permitido entre bloques, pero no de servicios ni mercancías, estas eran producidas, comercializadas y consumidas únicamente dentro de los bloques.
MÉXICO
La Embajada de Uruguay en México tenía su sede en un corroído y viejo edificio en donde se filtraba la fría humedad a través de sus gruesos y antiguos muros de concreto, así como por las ventanas de oxidado metal, con poco presupuesto. Esta representación había sido siempre subsidiada por el Gobierno mexicano gracias a sus ancestrales buenas relaciones con esta nación aún sin bloque.
Uruguay era el único país del mundo que no había firmado acuerdo alguno de adhesión con ningún bloque. Sus relaciones con Argentina eran ásperas, al igual que con Brasil, tanto así, que Argentina había intentado infiltrar espías encubiertos por medio de su embajada para influir y comprar al parlamento uruguayo, adherirlo al bloque de América del Sur, y de esta manera poder tener acceso a sus recursos naturales.
El doctor Roberto Quijano, hombre maduro y agradable, actual embajador de la hasta entonces independiente República de Uruguay en México, recibió instrucciones de su presidente con extrema urgencia.
—¡Fernando, Fernando! ¡Que vengas, carajo!
Entró apresurado Fernando Esqueda, prominente joven de aspecto descuidado, quien fungía como secretario particular del embajador y quien era de toda su confianza:
—¿Sí, doctor Quijano?
—¡Boludo, comunícame urgente con el ministro local, de inmediato!
Segundos después, el doctor Quijano activó el moderno comunicador de su escritorio, después de haber sonado en dos ocasiones. Su asistente Fernando le indicó por el mismo que el ministro local estaba al otro lado de la línea y lo comunicó.
—¡Sí, bueno!
Se escuchó por el parlante abierto. De inmediato lo desactivó para solo escuchar por su miniparlante personal.
—Doctor Quijano, ¿qué sucede? Me ha alarmado Fernando con su tono.
—Ministro, ¡estamos jodidos, Raúl!
Raúl Mayorga era el subsecretario de asuntos internacionales de México, contemporáneo de Quijano, con quien, después de varios años, había fincado una muy grata y sincera amistad.
—Los de al lado están golpeando fuerte la puerta, me urge, mi presidente, la firma de la adhesión. ¡Vos tenés que convocar de ya!, que esto se sale de control.
—Mando por ti de inmediato—. Contestó Raúl.
—Todo está listo, espera a Suárez en tu esclusa, trae los documentos digitales para firmar, el previo y el definitivo, volamos a Washington de inmediato.
—Ok, viajo solo, manda gente a casa, amigo, mi familia cuenta con vos, ¿sabes? Como comprenderás, estoy algo nervioso.
—No te preocupes, Quijano. Te cuelgo para llamar a mi presidente, a Washington, a Ottawa y a San José, para que sea oficial requerimos la firma y presencia del representante de Centroamérica y el Caribe también, lo sabes, en Norteamérica todos contamos, te veo directo en el hangar.
Terminó Quijano la llamada y continuó con el fiel Fernando Esqueda.
—¡Fernando, comunícame ahora urgente con el presidente Coroño! Arregla todo, salgo de inmediato fuera de México con el ministro local… ¡Pero ya, carajo!
—Sí, enseguida doctor.
Después de hablar muy brevemente con el presidente uruguayo, terminó apresurado la comunicación recogiendo del compartimiento seguro en su escritorio los dispositivos electrónicos que necesitaría para cumplir con la encomienda de su país.
El ambiente era tenso mientras Fernando, sin saber lo que realmente sucedía, sin cuestionar nada, desde su pequeña y naturalmente iluminada oficina aledaña, ejecutaba eficazmente las órdenes de Quijano, quien salió de su desarreglada oficina tropezando incluso con las viejas y elegantes sillas de visita. Era de suma importancia para su país que terminara con su cometido.
URUGUAY
En Uruguay las cosas no eran menos tensas. «País huérfano», así se le conocía fuera de sus fronteras por no pertenecer a ningún bloque comercial. Solo contaba con una reducida guardia nacional y poco personal de inteligencia. Aunque sin deuda externa, su economía era muy frágil, ya que había destinado casi todo su presupuesto al desarrollo social. Argentina lo sabía.
El presidente uruguayo, un inteligente y activo abogado con doctorado en sociología internacional, de nombre Daniel Coroño, ya tenía noticias de que miembros del parlamento habían sido seducidos y estaban a punto de iniciar una revuelta política que tal vez terminaría con la entrega del país a voluntades argentinas, o peor, brasileñas.
El presidente Daniel Coroño era un patriota, y gozaba del aprecio de la mayoría parlamentaria, pero necesitaba tiempo para proteger tanto la autonomía como la autogestión de sus recursos naturales, y no terminar sometidos a voluntades externas. Estar en medio de los dos gigantes de Sudamérica, con quienes en el pasado habían vivido roces políticos muy ásperos, no era nada alentador. No pasaba más por su mente: «la República del Uruguay es y será por siempre propiedad de la voluntad soberana de los uruguayos».
El presidente Coroño decidió entonces crear un ambiente de discusión parlamentaria y realizar formales consultas ciudadanas con relación al tema de la adhesión al bloque América del Sur, además de aparentar no estar tan en desacuerdo con su anexión a dicho bloque.
Así, ordenó iniciar los alegatos parlamentarios con carácter y acceso público. Esto tal vez le daría el tiempo necesario para que Quijano, en Norteamérica, lograra la firma del acuerdo con el bloque «América del Norte», el cual, se sabía, era muy respetuoso de las decisiones domésticas de sus agremiados. Quijano ya llevaba en su poder los documentos electrónicos oficiales previamente firmados de forma biométrica y secreta por el mismo Coroño y por la mayoría del parlamento uruguayo, quienes apoyaban la adhesión al bloque norteamericano.
Mientras tanto, en Argentina y Brasil, no había prisa. Era cuestión de tiempo para tener el control total del último país no alineado en todo el globo. Total, ¿a quién le interesaría una pequeña nación tan alejada de todos los demás bloques. No existía razón, era pan comido.
MÉXICO
En México el presidente ya había pactado con antelación esta firma con gran secrecía en el bloque del norte de América, pero había que consumarlo oficialmente y hacerlo rápido, así como anunciarlo al mundo por medio de la única Línea Internacional de Comunicados Oficiales, «LICO», por sus siglas en español. Esta tenía conexión directa y en tiempo real con todos los mandatarios y parlamentos a nivel mundial.
Este era el sistema de comunicación universal para temas importantes de política y de emergencias que tenían que ver con por lo menos dos bloques. Desde su creación todos se enteraban de los sucesos oficiales interbloques y se hacían legales asuntos de interés mundial. Al anunciar por esta vía la firma de la adhesión de Uruguay al bloque de Norteamérica, se reconocería oficialmente a Uruguay como parte del bloque de América del Norte de manera legal, y sus vecinos del sur de América solo podrían entrar al territorio charrúa en formato diplomático. Uruguay tendría, desde ese momento, autonomía, voz y voto en su bloque oficial. Eso es lo que buscaba este país sudamericano.
Al ser el último país del mundo en alinearse con algún bloque, tuvo oportunidad de conocer las políticas internas de cada uno de ellos por medio de sus embajadas. Así se decidió por el que consideró que sería más respetuoso de su autonomía, costumbres y formatos comerciales.
En la ciudad de Guadalajara, estado de Jalisco, en México, descansaba la sede de la Embajada de Uruguay. Ahí Quijano fue recogido por el agente Suárez y personal de inteligencia mexicana, de manera muy discreta, en la esclusa del estacionamiento de la sede diplomática, como lo habían acordado previamente. Así fue llevado a un hangar privado del aeropuerto Miguel Hidalgo para verse con el subsecretario de asuntos internacionales, Raúl Mayorga, y volar juntos hacia Washington D.C., donde se daría tratamiento rápido a la firma del nuevo tratado en el que se aceptaría la adhesión de Uruguay.
—¡Aló, Raúl!
Exclamó Quijano al subir a la moderna y cómoda aeronave con matrícula civil que los llevaría a velocidad hipersónica hasta la capital estadounidense.
—Adelante, Quijano, ponte cómodo, que salimos de inmediato, tenemos cinco minutos, por si se te hubiera olvidado algo, ¿todo bien?
—Sí, claro, no hay razón para esperar, por mí, vámonos.
—Bien, ¡capitán, salimos ya!
El capitán, que ya estaba en la impresionante cabina de piloto, dio la orden a su tripulación de alistar todo de inmediato e hizo despegar a la aeronave sin dilación.
Ya en vuelo y a velocidad crucero, Quijano y Mayorga, sentados alrededor de una pulcra mesa que en sí misma era un sistema completo de procesamiento de datos, y asistidos por abogados expertos del derecho internacional, revisaban y daban orden a los documentos digitales que Quijano con prisa guardó en un dispositivo electrónico de sólida apariencia metálica. El tiempo corría y Quijano se veía ansioso por que todo esto terminara, ya no había marcha atrás.
EUA
Cincuenta minutos después del despegue en Guadalajara, el capitán Jiménez anunció el arribo a Washington, el descenso y el inicio de aterrizaje. Quijano mostraba un rostro ya más relajado. Se sintió más cerca de formalizar este histórico pacto de adhesión, y así darle a su nación seguridad y rumbo. Realizado el aterrizaje, la aeronave se detuvo en un hangar dotado de gran seguridad, donde los esperaba un vehículo que simulaba normalidad, un auto familiar como cualquiera de los que se podía ver en las calles de esa gran ciudad. Extremar la discreción era importante. Viajaron a velocidad moderada, seguidos desde lejos por otros vehículos y algunos nanodrones de vigilancia satelital codificada. Ya en una tradicional residencia de la capital de Estados Unidos, en un suburbio cualquiera, ingresaron por una cochera donde se abrió una puerta blanca eléctrica que era de uso común. Por ahí entraron hasta un sótano perfectamente camuflajeado, y ya dentro esperaban el primer ministro de Canadá, el presidente local, su homólogo de México, y el representante de América Central y el Caribe. No hubo gran protocolo, pero sí cordiales saludos y sonrisas. Se sentía un ambiente victorioso. Ya anochecía. La finca era resguardada con gran discreción por oficiales de inteligencia de la unión del norte del continente. Era una casa con grandes dispositivos de seguridad, tan simulados que aparentaba ser habitada por una familia clásica estadounidense en los suburbios del sur de la gran metrópoli.
Después de pocos y rápidos apretones de mano, se dispusieron a iniciar la transmisión por la línea internacional LICO. Esperaron unos segundos para confirmar que todos los bloques previamente invitados a participar estuvieran conectados. Hecho esto, apareció en la imagen el vocero oficial del bloque de Norteamérica con la tradicional actitud formal de esos casos. Agradeció la presencia virtual de los representantes de todos los bloques, y a continuación dio una introducción que explicaba con gran claridad los motivos de la transmisión. Así, llegando al punto principal, anunció la legal y voluntaria adhesión de la República de Uruguay al bloque de Norteamérica, presentó a las autoridades firmantes, y se dispusieron a oficializar el pacto. Ya era conocido por todos los presentes el muy revisado documento. Uno a uno, pasaron a posicionar su dedo meñique en el plasma del dispositivo biométrico en el contenedor de los documentos ahí resguardados de forma digital. En pocos pasos quedó cerrado el convenio. Ahora habría que compartirlo con el resto del mundo. Se mandarían copias del documento a los departamentos de asuntos internacionales de todos los bloques para cumplir con las formalidades internacionales.
El contenedor que resguardaba el tratado, ya oficial, de la adhesión de la República de Uruguay al bloque de Norteamérica fue introducido a la LICO e iniciaron su transmisión, siendo todos testigos. Todas las naciones del mundo recibieron copia del pacto para su revisión. Por video en vivo se confirmaron las recepciones del mismo y se entregó un formulario para comentarios. Los líderes del bloque norteamericano informaron de la adhesión uruguaya con un gran manifiesto que declaraba a la nación como nuevo miembro permanente del bloque.
En la sede del bloque se realizaron discretos eventos festivos, donde no pudo estar el presidente Coroño, pero sí sus embajadores, todos estos liderados por el doctor Quijano.
URUGUAY
El presidente Daniel Coroño, en su no tan amplia oficina de elevada bóveda e impecables blancos muros, frente a su escritorio de rojiza madera, también recibió la transmisión en su dispositivo holográfico, al tiempo que el congreso de su país se enteró por la misma vía; pero en el palacio legislativo, un espantoso silencio abrazó el recinto parlamentario. Segundos después, iniciaron los jubilosos gritos de quienes veían a su patria con su autonomía asegurada al abrigo de uno de los bloques más respetados del mundo.
—¡Viva Uruguay! ¡Viva el bloque de Norteamérica!
Se repetían los gritos y los vivas de forma ininterrumpida. Al enterarse la población general por los medios informativos de las nuevas noticias, las manifestaciones sociales a favor surgieron de forma espontánea en las principales avenidas de Montevideo y demás poblaciones uruguayas.
El presidente Coroño apareció públicamente, informando de manera oficial la adhesión a su pueblo al bloque de Norteamérica, y pronto convocó a los cuatro representantes de su ahora bloque, para iniciar la ahora formal integración y así formalizar e iniciar el libre comercio entre sí, así como solicitar representatividad en la embajada del bloque ante los otros cinco gigantes del mundo.
ARGENTINA
La revuelta en toda Argentina por el descontento duró poco, ya que no había nada que hacer. Se resolvió de forma doméstica con la renuncia de su presidente Diego Sutré, quien no soportó los reclamos de los líderes parlamentarios representantes de la voz nacional. Se consideraba un fracaso ofensivo y penoso que Uruguay hubiese preferido adherirse a otro bloque tan alejado de América del Sur, tanto así, que se generó un ligero sentimiento de desaire hacia la sociedad uruguaya. Este también se diluyó rápido, era mejor asimilarlo que sufrirlo. El nuevo Gobierno argentino inició eventos deportivos y sociales que pronto borraron ese sentimiento, esto ya no iba a cambiar.
BRASIL
En Brasilia no hubo aspavientos. Al gigante del bloque sudamericano no le importaba mucho ese país en el que más que brasileños parecían argentinos, así los vieron y trataron desde siempre. No cambió nada para ellos, no fue algo que les quitara el sueño.
Y así terminó de acomodarse el mundo. Cada bloque tenía una representación que, si tenía que hacerlo, informaba o solicitaba algo mediante la línea de intercomunicación global LICO. Cada bloque trabajaba como lo acordaban internamente. Existía un parlamento en cada país y un consejo de bloque que conformaban los respectivos presidentes o primeros ministros. Cada país tenía sus propias leyes y cada bloque tenía sus propias normas de convivencia. El último movimiento internacional se había dado y todo estaba en calma. El nuevo orden mundial ya había tomado forma.
CHINA
Ming Yuan es un hombre de aproximadamente cuarenta años. Había heredado el poder por descendencia familiar. Tenía un gran cuerpo de fieles consejeros que hacían todo el trabajo por él. Con su regordete cuerpo iba y venía desde el palacio ejecutivo a sus casas de descanso sin parar. Su vida era en exceso aburrida desde que tomó el poder. Antes no era así, porque libre de responsabilidades podía viajar y divertirse en exceso, de todas las formas imaginables. Su vida como representante del país cambió, y las reuniones formales, llenas de protocolos, le hicieron caer en un espiral de aburrimiento. El presidente vitalicio de China era el personaje más influyente del bloque asiático. Sus políticas internas de control poblacional, servicios sociales, industrialización y comercio le habían dado a su nación una posición estratégica en la zona, ya que era el mayor productor de comestibles, herramientas y desarrollo tecnológico de esa región, seguida por Rusia e India.
Todo estaba controlado para Ming al interior de su desarrollado y pujante país. Empezó a ser importante curiosear al exterior del bloque, así que implementó un sistema de comunicación secreto y con grado de cifrado de última generación, por el cual todas las embajadas de China en el mundo le entregaban un resumen semanal, directamente a él, de lo que percibían localmente, así Ming podía tener una visión del exterior y de lo que sucedía en los diferentes bloques.
Todo en el mundo se reportaba sin novedad, solo algunos pequeños conflictos internos de clase comercial. En Francia existía una resistencia al consumo de los productos ingleses; en Marruecos se invertía principalmente en el sector turístico; Bolivia tomaba la delantera en producción mineral en América del Sur; la paradisiaca Cuba se convertía en el nuevo «Las Vegas» de Norteamérica; Australia industrializaba la carne de canguro para su comercialización masiva y en África se fortalecían las reservas naturales y crecían las zonas verdes, nada que fuera extraordinario. Ming era un amante de la historia universal, y siempre tuvo el nostálgico sentimiento de que fueron China y Estados Unidos, en la tercera década del siglo, quienes iniciaron la guerra comercial más grande del orbe, originando el aumento de aranceles y la creación de tratados comerciales proteccionistas por regiones, misma que terminó al final de esa década con la actual economía y nueva forma de vida en nuestro mundo.
En aquél entonces China estuvo a punto de controlar el comercio mundial. Gracias a la explotación de sus trabajadores, a quienes se les pagaba apenas lo suficiente para sobrevivir, lograba exportar de forma masiva productos a precios extraordinariamente bajos, desplazando las industrias locales y devastando las economías. Luego ofrecía inversiones a cambio de control político, lo que le permitía manipular los recursos naturales locales, materias primas para fabricar todo tipo de productos que después vendía a precios convenientes para el país asiático. Así lograba un increíble superávit que desbordaba las arcas nacionales.
EUA fue el primer país del mundo en protegerse de esta estrategia y aumentó los aranceles a productos chinos para generar ingresos al estado, equilibrar los precios de los productos chinos con los manufacturados en el país y así proteger la industria nacional. A esto le siguió el traslado de sus fábricas instaladas en China a México y Centroamérica, buscando blindar su economía y fortalecer la región, que ya para esos tiempos había reafirmado sus alianzas comerciales y militares.
Australia y Europa siguieron los pasos de EUA. Esto generó rompimientos comerciales que decantaron finalmente en la creación de los bloques que hoy caracterizan la vida en el planeta.
Ming tenía demasiado tiempo libre, y esta historia le daba vueltas en la cabeza. Saber que estuvieron a punto de controlar la economía global, y con ello tener el poder absoluto del mundo, le provocaba una animadversión por EUA.
Un día llegó caminando tan de prisa como su regordete cuerpo le permitía y mandó llamar al encargado de relaciones globales a su enorme, suntuosa y bien iluminada oficina de alta cúpula y muros enchapados con hermoso y frío mármol blanco.
Después de esta reunión, y al pasar unas pocas semanas con especial, pero disimulado y discreto, interés, Ming aumentó en forma considerable el número de elementos chinos en su embajada y consulados en territorio estadounidense. Era hora de jugar. China se convertía en el país con más representación en otra nación a nivel mundial. En cada estado de Estados Unidos, y hasta donde era posible, China tenía representación con el mayor número de ciudadanos asiáticos que permitía la legislación local. Con excepción del embajador y los cónsules titulares, todo el personal fue minuciosamente elegido, hombres y mujeres jóvenes leales a su nación y especialmente atractivos.
Ming no se conformaba con solo conocer los acontecimientos actuales de forma general en esa región del planeta, pues únicamente le reportaban sus representaciones diplomáticas las noticias superficiales. A él le intrigaba la forma de vida cotidiana en América del Norte, y en especial de EUA.
No pasó mucho tiempo para que su joven personal se relacionara con gente local. Naturalmente, se relajaron las prohibiciones de convivencia entre locales y extranjeros diplomáticos. Las atractivas mujeres chinas pronto recibieron propuestas de jóvenes locales, y los varones asiáticos encontraron también parejas en Norteamérica.
Los acuerdos internacionales estipulaban que cuando llegara a suceder un matrimonio con esta peculiaridad, la pareja tenía que elegir nacionalidad, casarse bajo las leyes de la nación elegida y, desde luego, vivir ahí de forma permanente, sin derecho a migrar. Ya no existía la posibilidad de obtener la doble ciudadanía. El derecho como ciudadano de dos países estaba extinto.
Al paso del tiempo se lograron formalizar uniones. El 100 % de las parejas prefirió quedarse en EUA, y al ser significativa la recurrencia, Ming emitió una nueva ley para demostrar su agrado y deseo de hermanar con EUA. Como aprecio por los años dedicados al servicio público chino, los que se casaran en Estados Unidos y decidieran adoptar la nacionalidad local no tendrían impedimento alguno para hacerlo. Al contrario, recibirían una generosa liquidación económica para que pudieran iniciar su vida en el nuevo territorio y no significar una carga para el Gobierno huésped. Esto último se veía con buenos ojos por EUA.
Ming emitió esta Ley para los casos que se dieran únicamente en Estados Unidos, como programa piloto, y después de ver los resultados decidiría si extenderlo a más regiones o, en su caso, eliminarlo.
EUA
EUA emitió un comunicado internacional donde expresó la aceptación del proyecto. El novedoso plan era generador de amistad, decía este documento que se esparció por la línea internacional de comunicación. No transgredía las restricciones comerciales y de tránsito controlado de personas entre los bloques. Esto no significaba en lo absoluto una apertura de fronteras, pero abonaba al mantenimiento de las buenas relaciones diplomáticas a nivel mundial. En el bloque norteamericano se aceptó así, y el mundo quedó en espera de los resultados a corto y largo plazo.
Las nuevas familias resultaron prósperas, no solo en lo social y lo económico, ya que eran muy activos y de gran iniciativa, sino también en el hogar. En EUA no había control de natalidad, por lo que las casas de estas parejas se llenaron de risas y juguetes de forma generosa. A los chinos ya nacionalizados y a sus descendientes no se les restringía visitar los consulados chinos, ya que se consideraba un derecho conocer su cultura de origen. Todos los niños y niñas ya nacidos como ciudadanos nativos recibieron una excelente educación y estaban integrados al sistema social de su país. Estas familias se distribuyeron en toda el área de la costa este, principalmente el sur, como Florida. Las visitas a los consulados chinos eran muy recurrentes. Los hijos de los migrantes resultaban bilingües y conocedores de su ancestral cultura de origen.
Klarck Ku Morrison, hijo de Yan Ku y Lina Morrison, resultó un excelente abogado, audaz, fuertemente empático, y con una gran sonrisa. Siempre fue muy amistoso, agradable y dedicado en su paso por las diferentes escuelas donde se distinguió por su buen aprovechamiento académico. La fusión de las dos culturas lo influenció de tal manera que desarrolló un carácter que no lo dejaba distraerse de lo que él consideraba realmente importante. Él consideraba que había muchos distractores que solo le hacían perder el tiempo.
Después de graduarse en la Universidad Federatizada de Miami, una de las más prestigiosas del estado y del país, obtuvo un trabajo en una firma de abogados, en la cual se hizo notar por su tenacidad y continuos triunfos en los casos que se le asignaban. Fue muy productivo e inició una buena amistad con su jefe de área, quien participaba en política desde hace ya muchos años.
No pasó mucho tiempo y fue reclutado por el Partido Republicano, donde su liderazgo fue reconocido por sus copartidarios. Klarck, como siempre, atento a los consejos de su padre, decidió dedicar tiempo completo a la política, haciendo un gran papel al interior de su partido. Fue comisionado a la revisión y creación de documentación en la asamblea de representantes del estado. Por su eficiencia y claridad de expresión los asambleístas empezaron a pedirle la redacción de los discursos que expondrían en representación de su tendencia política.
Después de muy pocos meses, Kevin Rodríguez, presidente del Partido Republicano en el estado de Florida, lo llamó a su iluminada y confortable oficina de alfombras rojas para informarlo.
—Klarck, pasa, toma asiento hijo.
Klarck se sorprendió un poco al ver que en aquella amplia oficina se encontraban todos los miembros, líderes de sectores del comité estatal del partido.
—Hola a todos, ¿qué celebramos? —, Kevin bromeó.
—¡Nada, hombre! Nada especial. Nos reunimos todos para hacerte un reconocimiento a la incansable labor que en el partido realizas. Tenemos informes de que tus buenos consejos y actividades han sido de enorme utilidad para la toma de decisiones en la asamblea estatal. Eres un elemento que deseamos impulsar. Por tu eficiencia, tenacidad y lealtad a nuestra corriente política, hemos decidido promoverte con una candidatura para ocupar un lugar en la asamblea de representantes en nuestro estado.
Klarck enmudeció y todos, sin esperar ni darle tiempo de asimilarlo, gritaron al unísono.
—¡Bravo! ¡Felicidades asambleísta!
Regalaban todos aplausos y abrazos, Klarck, abrumado, sonreía y daba gracias a todos los presentes. Esto era inesperado para él y lo hacía notar.
Sin perder tiempo, y después de su registro oficial ante la autoridad electoral como candidato a la asamblea del soleado estado de Florida, representando al Partido Republicano, puso en marcha toda su experiencia y se hizo de un equipo de gente joven y varios ya experimentados políticos, que veían en él a un muy prometedor representante de los ideales partidistas.
Así se realizó una fresca, activa y muy alegre campaña política, la cual destacaba de forma especial contrastando con la de su oponente, un político tradicionalista que se movía de manera confiada entre los medios de comunicación. Al final de las campañas fue rebasado y ya no pudo recuperar el terreno perdido. Las encuestas dieron un sorpresivo vuelco y Klarck se posicionó, por mucho, como líder indiscutible en las preferencias de los electores.