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Jochen Gartz

Agua oxigenada: aplicaciones y éxitos curativos

Primera edición, 2020

Traductor: Manuel Lucas Gómez, Tridiom

Revisión: Amelia Pérez Cazorro

Lector editorial: Daniel Wagner

Maquetación: Inna Kralovyetts


www.mobiwell.com

© Mobiwell Verlag, Immenstadt 2018

No se permite la reproducción total o parcial ni la copia de este libro sin el permiso por escrito de la editorial.

ISBN: 978-3-944887-61-6

Exención de responsabilidad de la editorial

Los consejos del autor reflejados en este libro no constituyen una recomendación médica y no pueden sustituir a esta. Por favor, consulte a su médico antes de aplicar los siguientes consejos. Nuestra editorial no asume ninguna responsabilidad por los posibles riesgos derivados de la toma o utilización de la sustancia mencionada por el autor.

Indicación sobre marcas comerciales

La utilización de marcas comerciales, por ejemplo, en la descripción de los distintos preparados de peróxido de magnesio, no implica que estas puedan utilizarse libremente fuera de este libro.

Dedicado a mi abuelo Friedrich Gartz (1896-1946).

Introducción

Hace unos años se publicó mi libro «Agua oxigenada: el remedio olvidado» (título original: «Wasserstoffperoxid: das vergessene Heilmittel»), que trataba por primera vez la historia de la aplicación en medicina del peróxido de hidrógeno y sus derivados hasta la época actual. En él se explicaba que esta sustancia sencilla, económica y de fácil obtención tiene un efecto desodorante y desinfectante y es capaz de acabar con virus, bacterias, esporas y parásitos sin provocar alergias ni generar resistencias.

Desde su publicación en 2014 he recibido una oleada de comentarios, y con los años he ido reuniendo preguntas adicionales sobre la aplicación del agua oxigenada y testimonios de experiencias personales. Esto me ha llevado a publicar una segunda obra sobre el tema.

En primer lugar, quedé muy sorprendido por la enorme repercusión del libro. Parece que la información que aportaba fue absorbida con avidez, y el peróxido de hidrógeno se integró rápidamente en el abanico de tratamientos alternativos; seguramente, porque ofrece una amplia variedad de éxitos curativos con sustancias disponibles libremente. Lo que resulta único y especialmente llamativo es que, en contraste con otros métodos, el peróxido de hidrógeno cuenta con una historia médica de más de cien años, documentada en cientos de artículos especializados.

Los comentarios sobre el contenido, que sigo recibiendo hoy en día, proceden de grupos muy diversos de profesionales y personas interesadas: legos instruidos y terapeutas, pero también, cada vez en mayor medida, médicos que comentan con franqueza lo poco que aprendieron durante la carrera y saben sobre esta sustancia. Todas estas personas están profundamente interesadas en los métodos alternativos en medicina y, por distintos motivos, están convencidas de que esta sustancia de eficacia probada debería utilizarse de nuevo, ya que ofrece grandes ventajas en comparación con otros métodos y, en algunos casos, representa la única medida razonable. Eso resultará evidente en los numerosos ejemplos que se presentan aquí.

Tomemos como ejemplo el tratamiento de heridas: algunos médicos experimentados se acordarán de su infancia y su juventud, cuando las heridas cotidianas se trataban con agua oxigenada al 3 %, o incluso con perhidrato de urea sólido. La espuma que producía el oxígeno liberado, que expulsaba las partículas de suciedad, se les ha quedado grabada vivamente en la memoria, y las heridas se curaban rápidamente y sin complicaciones. La eficacia de la sustancia quedó refrendada ya en la Primera Guerra Mundial: en 1915 Pichler informaba sobre grandes éxitos curativos con la pomada de peraquina, que contenía la unión mencionada de peróxido de hidrógeno y urea (perhidrato de urea); elaborada por primera vez en 1906, fue probada inmediatamente con gran éxito frente a bacterias. Pichler escribió:

«Las aplicaciones en lesiones por metralla y disparos fueron extraordinariamente positivas. Los casos de tétanos se redujeron drásticamente, y las heridas se limpiaban, en gran medida, por sí solas con la espuma creada por el oxígeno. Al tiempo que se eliminaba el inimaginable hedor de las heridas, aparecía rápidamente una coloración rosada con rápida granulación y curación de la herida».

En 1917, Schläpfer comentó de forma aún más impactante que aplicaba los gránulos del compuesto de urea (¡con aprox. un 33 % de peróxido de hidrógeno!) directamente en las heridas; cuanto más grandes eran las lesiones, más gránulos aplicaba. Lo describió así:

«Todas las heridas, sin excepción, presentaban una gran suciedad debido al ambiente de las trincheras, y rondaba la amenaza del tétanos y otras infecciones. La presencia de gérmenes se evidenciaba por el intenso hedor de las heridas, que colmaba en todo momento las salas de enfermería de una manera espantosa. Al introducir los gránulos profundamente en las heridas, se formaba de inmediato una potente espuma que expulsaba las partículas de suciedad. Salvo un cosquilleo, no se producía ninguna otra percepción molesta. Por ello, la aplicación podía tolerarse. El hedor desaparecía rápidamente, el proceso de curación se iniciaba enseguida, y este tratamiento demostró ser muy superior a otras medidas que a menudo resultaban desesperantes. A lo largo de dos años, he aplicado el procedimiento en cientos de víctimas de disparos como método seguro y muy efectivo».

Pueden compararse estas experiencias con las indicaciones en los envases de las soluciones actuales de agua oxigenada al 3 %, cuyas aplicaciones se basan a menudo en una concentración de solo el 0,3 % (!). A pesar de ello, en estos botes aparece la absurda advertencia: «No aplicar en cavidades corporales para evitar el riesgo de embolia gaseosa». Nada ilustra mejor el hecho de que este producto curativo ha caído actualmente en el «olvido»; incluso para el tratamiento de heridas, donde esta eficaz terapia ha sido sustituida sin motivo aparente por productos peores y considerablemente más caros que no limpian las heridas automáticamente por acción mecánica.

En cualquier caso, muchos de mis lectores parecen haber reconocido que, pese a la propaganda sobre los avances de la medicina moderna en entrevistas y artículos, muchas terapias no tienen un efecto óptimo y causan nuevos problemas, como multirresistencia bacteriana o alergias. Así, en la correspondencia que recibo, se percibe una gran afinidad por probar personalmente esta sustancia de fácil obtención para tratar distintas dolencias. En ocasiones, con un éxito asombroso, como verá en la segunda parte del libro. Al mismo tiempo, se plantean muchas preguntas sobre las propiedades de la sustancia y otras posibles aplicaciones, que aquí responderé de forma detallada.

Dr. Jochen Gartz, mayo de 2018

Parte 1

Estudio de las sustancias

Propiedades y particularidades del peróxido de hidrógeno

En el año 1818, el químico francés Louis Jacques Thénard (1777-1857) descubrió el H2O2 en una reacción inorgánica: mezcló peróxido de bario con ácido y obtuvo peróxido de hidrógeno en una solución acuosa. El corrosivo ácido sulfúrico demostró ser especialmente adecuado, ya que el subproducto generado, sulfato de bario, resultaba insoluble y podía filtrarse. El peróxido de hidrógeno así obtenido se denominó «agua oxigenada», porque al descomponerse liberaba oxígeno y, para sorpresa de los investigadores, solo quedaba agua. Enseguida se descubrió, también por azar, su efecto curativo en heridas y comenzó su aplicación en medicina.

En aquella época inicial de producción del peróxido de hidrógeno se realizó un descubrimiento importante: un pequeño exceso de ácido sulfúrico en la reacción daba lugar a una solución de peróxido ligeramente ácida que resultaba más estable que el producto puro. Este último se descomponía con rapidez cuando se almacenaba en frascos de vidrio, lo que hoy en día tiene fácil explicación: las sustancias alcalinas del vidrio se disolvían y reaccionaban con el peróxido de hidrógeno.

Estas primeras observaciones guardan relación con la pregunta planteada en muchos de los correos que he recibido: si los estabilizadores que se utilizan actualmente pueden considerarse problemáticos.

En primer lugar, debe señalarse que la estabilización no produce una desnaturalización del peróxido de hidrógeno. Esta pregunta surge porque algunos lectores han visto paralelismos con la desnaturalización del alcohol, que, tanto en el caso del alcohol de quemar como el de uso médico, ya no puede beberse. No obstante, esto se hace para que el alcohol no resulte apetecible y para evitar los elevados impuestos que se aplicarían si el alcohol pudiera declararse como producto alimentario.

El hecho es que todas las formas y marcas de agua oxigenada en los comercios están estabilizadas. Sin estabilizador, el peróxido solo se aplica en algunas investigaciones científicas, pero no está disponible en los canales normales. En contra de algunas opiniones, incluso el peróxido de hidrógeno al 35 % («grado alimentario») con el que se desinfectan los envases de los alimentos está estabilizado.

Sin embargo, hace ya varias décadas que no se incluye el problemático ácido sulfúrico: el método de producción a partir del peróxido de bario se abandonó hace mucho tiempo, y las ingentes cantidades de peróxido de hi­drógeno producidas hoy en día se encuentran, en esencia, en el reino de la química orgánica. En los procesos actuales se almacena inicialmente oxígeno atmosférico y, mediante una reacción de división, se transforma en peróxido de hidrógeno; los estabilizadores se agregan posteriormente.

La solución del 3 % de la farmacia, por ejemplo, contiene pequeñas cantidades de ácido fosfórico para la estabilización. Se trata de un aditivo alimentario aprobado (E338) que está presente en altas concentraciones en la Coca-Cola. Si esta solución se diluye hasta que solo tiene un 1 % de peróxido de hidrógeno, el ácido ya no puede identificarse con papel indicador de pH. Estas soluciones al 1 % pueden conservarse entre cuatro y ocho semanas a temperatura ambiente, en un ambiente oscuro y en recipientes de plástico, sin que se degraden.

Las soluciones comerciales de agua oxigenada en concentraciones más altas, del 10 % o el 11 %, contienen normalmente ácidos fosfónicos (fosfonatos) de composición similar. Además, en las concentraciones más elevadas de hasta el 35 %, para la estabilización, se utilizan pequeñas cantidades de sustancias orgánicas (agentes quelantes) que forman compuestos con metales, por ejemplo, con iones de hierro, anulando su efecto.

Al diluir soluciones de alto porcentaje con agua, la concentración activa del estabilizador se reduce, pero esto provoca que los preparados obtenidos no se conserven durante tanto tiempo como los productos iniciales más concentrados.

En cualquier caso, la estabilización solo es relativa, y sirve para proteger la sustancia reactiva en la medida suficiente durante el almacenamiento; su función es evitar la liberación de oxígeno, que podría causar la explosión del recipiente. La capacidad de reacción fuera del recipiente puede comprobarse con un sencillo experimento: si se vierten unos pocos mililitros del preparado de la farmacia en un desagüe, se escucha de inmediato un sonido siseante que anuncia la formación de oxígeno y agua en el proceso de descomposición. Esto se debe a que el tubo de desagüe contiene varios compuestos, como derivados de azufre o sales metálicas, y el estabilizador no puede impedir la reacción debido a la elevada concentración de estos agentes.

Consejos prácticos

Elaboración de una solución del 1 %

Mezcle dos partes de agua (destilada o del grifo, pero que no huela a cloro) con una parte de agua oxigenada del 3 %.

Elaboración de una solución del 3 %

Mezcle siete partes de agua (destilada o del grifo, pero que no huela a cloro) con tres partes de agua oxigenada del 10 %.

El preparado del 3 % puede obtenerse también diluyendo una parte de la solución del 30 % con nue­ve partes de agua.

Advertencia sobre el uso como enema

En ocasiones, se recomienda utilizar agua oxigenada como enema para la «limpieza intestinal». En los años 60, un grupo de trabajo de Leipzig realizó experimentos con animales en esta área y detectó casos de embolia que podían causar la muerte. No está claro que estos resultados puedan extrapolarse directamente a seres vivos de mayor tamaño como el ser humano, pero, para no correr riesgos, deben evitarse a toda costa concentraciones de más del 1 % de H2O2. En general, yo desaconsejo esta aplicación, porque no le encuentro ninguna ventaja práctica.

El problema de una pomada de agua oxigenada

Las soluciones acuosas de peróxido de hidrógeno de entre el 1 % y el 15 % ya actúan contra infecciones muy diversas (bacterias, hongos, virus) en aplicaciones locales y estimulan la circulación sanguínea. Como las soluciones solo tienen una pequeña proporción de peróxido, sus propiedades vienen determinadas principalmente por la cantidad de agua, y por eso puede observarse una evaporación en la piel similar a la del agua.

En los años 60, los grupos de trabajo de F. Hauschild y R. Ludewig en Leipzig ya demostraron que el peróxido de hidrógeno atraviesa muy rápidamente y sin descomponerse la capa exterior de la piel, y solo entonces (debido a la enzima catalasa) se divide en oxígeno atómico muy activo y agua. El oxígeno puede detectarse todavía durante 24 horas, y se aprecia, por ejemplo, como una mancha blanca cuando se aplica una solución del 10 % sobre la piel. Estas observaciones demuestran que la solución puede aplicarse sin problemas con celulosa y todavía sigue actuando.

No obstante, hay una plétora de preguntas sobre el modo de elaborar una pomada de agua oxigenada. Mucha gente se ha quejado de que, en las farmacias, estas preguntas se responden con una actitud despectiva: las excusas van desde que es «imposible» hasta «demasiado caro» y, a lo sumo, se muestra desinterés. Por supuesto, aquí intervienen el desconocimiento y el miedo al fracaso, ya que la descomposición de la sustancia es bien conocida. He podido observar en persona el problema de la elaboración: en una ocasión presencié el intento de un farmacéutico, en Suiza, de elaborar una pomada de este tipo, y debido al oxígeno liberado en la descomposición, el tubo metálico que utilizaba se hinchó como un pequeño globo.

Aparentemente, la elaboración de la pomada solo es posible si se emplea una cantidad mínima de ingredientes, que, además, deben ser resistentes a la oxidación y no pueden contener catalizadores que pongan en marcha la descomposición. Por tanto, como base para la pomada quedan excluidas directamente mezclas convencionales de aceite en agua o agua en aceite, que se caracterizan por su distinto contenido graso y contienen varias sustancias que pueden descomponerse.

Hace unos veinte años, probando diversas bases para la pomada, descubrí que solo la elaboración de hidrogeles garantiza preparados estables y efectivos. En este procedimiento se emplea un gelificante sólido que transforma la solución de agua oxigenada, mezclando y removiendo, en un gel. Según la cantidad de gelificante, se obtienen distintos resultados: desde pomadas de gran fluidez hasta otras con la consistencia de un pudin blanquecino y transparente.

Hay distintos tipos de agentes gelificantes, pero no pueden contener sustancias orgánicas, como la gelatina, debido a su capacidad de descomposición. Los más adecuados son los derivados de la celulosa natural modificados sintéticamente: se trata de los productos Klucel, emparentados a nivel químico con el engrudo para empapelar convencional y totalmente inocuos. Los diferentes Klucel gelifican de manera distinta, por lo que varían tanto las cantidades a utilizar como la viscosidad. En mis propios experimentos descubrí que el Klucel H resulta especialmente ventajoso. Las soluciones de agua oxigenada de entre el 1 % y el 15 % gelifican a temperatura ambiente en pocos minutos cuando el Klucel H sólido se va añadiendo en porciones y se remueve con una espátula de plástico. En contra de la opinión de los farmacéuticos, cualquiera puede fabricar estos hidrogeles sin ninguna dificultad.

Todos estos geles son fáciles de aplicar y se secan completamente en la piel; los restos del gelificante pueden quitarse fácilmente con agua. Son especialmente recomendables para pequeñas lesiones.

La diferencia con las soluciones acuosas radica en que los geles no se escurren durante la aplicación, la evaporación es más lenta y el principio activo puede actuar durante más tiempo si se aplica una buena capa de gel.

Consejos prácticos

Elaboración de un gel fluido

Mezcle 1,5 gramos de Klucel H en un recipiente de plástico (doméstico) con 100 mililitros de agua oxigenada al 3 %, removiendo con una espátula de plás­tico.

Elaboración de un gel denso

Mezcle cinco gramos de Klucel H con 200 mililitros de agua oxigenada al 10 % para obtener un gel denso. Utilizando seis gramos de Klucel H, la consistencia se parece aún más a la de un pudin.

Perhidrato de urea

El peróxido de hidrógeno puede transformarse en un interesante producto sólido que mantiene su estabilidad en condiciones secas y tiene múltiples aplicaciones. En 1906, utilizando peróxido de hidrógeno al 30 % y una solución fría y concentrada de urea, la empresa Merck ya fabricó una sustancia sólida que, tras el filtrado, se secaba cuidadosamente a temperatura ambiente. Además, se disolvía de nuevo fácilmente en agua.

En las primeras pruebas de la empresa para inhibir bacterias patógenas, se descubrió que el producto en solución era mucho más efectivo que el propio peróxido de hidrógeno al 30 % (perhidrol). Esta sustancia se conoce por diferentes nombres: perhidrato de urea, peróxido de urea, perhidrato de carbamida, peróxido de carbamida o, simplemente, peróxido de hidrógeno de urea.

Con esta última denominación está disponible comercialmente —por ejemplo, en Carl Roth—, por lo general, en forma de granos comprimidos de un gramo sin otros aditivos. Gracias a ello, el producto es fácil de dosificar y aplicar. También hay preparados muy caros procedentes del ámbito veterinario: las pastillas no están compuestas únicamente por el producto y, pese a la gran dilución en agua, siguen siendo efectivas.

Como ya he mencionado en la introducción, el perhidrato de urea en forma de pomada se utilizó con gran éxito durante la Primera Guerra Mundial en el bando alemán para el tratamiento de heridas. Permitió reducir con eficacia los casos de tétanos, pero también eliminar otras infecciones y los olores desagradables, así como acelerar enormemente el proceso de curación.

Es un producto poco tóxico y, como el peróxido de hidrógeno puro, no alérgeno. Se emplea con frecuencia en la industria, en limpiadores de dentaduras postizas y, en altas dosis, como blanqueador dental en clínicas odontológicas. Además, se utiliza como decolorante de fácil aplicación en peluquerías.

Los comprimidos comerciales no contienen ningún estabilizador adicio­nal, ya que la urea actúa como tal, y se disuelven fácil y rápidamente en agua. Las dos sustancias forman un aducto, es decir, están unidas directamente mediante un enlace reversible, y tras la disolución se encuentran en su estado original.

La mayor eficacia de las soluciones en comparación con el peróxido de hidrógeno puro se explica por la potenciación, ya que ambas sustancias tienen efecto farmacológico. La urea distiende las capas de piel y fomenta la resorción de los principios activos; por ello, hoy en día se emplea como ingrediente auxiliar en las pomadas. Utilizada en altas dosis, la urea posee propiedades exfoliantes que se aprovechan en los preparados para combatir las callosidades. Otros efectos, como la hidra­tación de la piel, encuentran aplicación en los preparados cosméticos.

Consejos prácticos

Ocho comprimidos de un gramo, disueltos en 92 mililitros de agua, corresponden a una solución con aprox. un 3 % de peróxido de hidrógeno y un 5 % de urea. Así, esta solución tie­ne un mayor efecto que la solución de peróxido puro al 3 %, que ya es capaz de acabar rápidamente con los virus.

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